Voces indígenas amenazadas y el despertar de sus lenguas - Marleen Haboud Bumachar - E-Book

Voces indígenas amenazadas y el despertar de sus lenguas E-Book

Marleen Haboud Bumachar

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Beschreibung

En este viaje transcontinental pasaremos por África, Europa, Oceanía, y las Américas, conociendo situaciones lingüísticas de lo más diversas, en las cuales encontraremos lenguas que parecen haber caído en coma, otras que despiertan, o se refuerzan, se recrean y dinamizan en distintos grados. Las situaciones y experiencias que se presentan son diversas, heterogéneas y retadoras, al igual que los esfuerzos que se despliegan desde distintos frentes, ya sea desde las familias, las comunidades de habla, las de práctica, las diaspóricas; o desde la academia o las instancias políticas. Todavía, estos esfuerzos son insuficientes; y es que la pérdida de las lenguas, no solo conlleva el olvido de palabras o frases, sino de valores, principios y formas de vida inmersos en contextos históricos complejos, por lo general caracterizados por ideologías lingüísticas negativas interseccionadas, que poco aportan a su revitalización. De ahí, la importancia de desarrollar procesos integrales, situados, que vayan más allá del sistema lingüístico a la defensa de los derechos humanos, y la búsqueda de justicia social.

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Presentación

LENGUAS INDÍGENAS EN AUSTRALIA

Indigenous Australia: A Volatile Language Situation

LENGUAS INDÍGENAS EN ESPAÑA, CON ESPECIAL ATENCIÓN AL GALLEGO

El gallego: la “normalización” de una lengua en la periferia europea

LENGUAS INDÍGENAS EN ESTADOS UNIDOS, CON ESPECIAL ATENCIÓN AL OJIBWE

The Situation of Indigenous Languages in the United States: The Ojibwe Revitalization Process

LENGUAS INDÍGENAS EN SUDAMÉRICA

Las lenguas indígenas en el marco de la EIB. Obstáculos y desafíos para una planificación educativa útil a la revitalización lingüística en contextos urbanos

Las lenguas originarias e indígenas de Bolivia: entre la valoración positiva y la pérdida inminente

Políticas linguísticas para o multilinguismo no Brasil

Lenguas indígenas en Chile: viejas historias, nuevos actores y un epílogo para el futuro1

De cómo las lenguas indígenas nos hacen repensar la vida: voces desde Colombia

Lenguas indígenas en el Ecuador: documentación, desplazamiento y prácticas comunitarias desde adentro

Chawpin qichwarayku: acciones recientes a favor del quechua central en el Perú

LENGUAS INDÍGENAS: DE LA TRADUCCIÓN A LA INTERPRETACIÓN CULTURAL

Traducción e interpretación de lenguas africanas en procesos de asilo en Europa

Una mirada a la formación de traductores e intérpretes de lenguas indígenas en el Perú

“Mira este papel Presidente, en tu idioma, porque estamos lejos y tú no entiendes nuestra lengua” Traducir e interpretar las cosmovisiones waorani

Indigenous Voices in Intercultural Communication: Translation and Interpretation in Indigenous Languages in Oaxaca, Mexico

Intérpretes de lenguas indígenas y el avance de los derechos lingüísticos en México

Sobre los autores

Presentación

Este volumen, Lenguas en contacto: Desafíos en la diversidad 3. Voces indígenas amenazadas y el despertar de sus lenguas, tiene dos que le anteceden. El primero, Lenguas en contacto: desafíos en la diversidad 1 (2019), nos enfrentó con las muchas facetas que tiene la diversidad, con los efectos de los contactos lingüísticos y culturales, y con los retos que implica entenderlos y aceptarlos no solo desde los estudios lingüísticos, sino también desde la literatura, las ciencias sociales, los espacios mediáticos, los educativos formales y no formales; así como también desde las políticas lingüístico-educativas.

El segundo volumen, Desafíos en la diversidad 2. Desplazamiento lingüístico y revitalización. Reflexiones y metodologías emergentes (2020), nos mostró las varias caras del desplazamiento de lenguas indígenas en Europa, y en Centro y Sudamérica; así como también de variedades que tienden a perderse, como es el caso de los castellanos andinos. Frente a estas situaciones, encontramos también importantes esfuerzos de revitalización desde las redes sociales, las nuevas tecnologías, la salud, la academia, el Estado, y aún desde prácticas coloniales.

Así, incentivados por distintas miradas, nuevos contextos y espacios, el presente volumen reúne voces del mundo que comparten sus historias, teorías, metodologías y prácticas de investigación, expectativas individuales y colectivas frente al inminente desplazamiento de las lenguas y culturas ancestrales, al tiempo que nos muestran nuevas e innovadoras estrategias revitalizadoras. Cada artículo nos invita no solo a reflexionar, sino también a posicionarnos frente a las innumerables inequidades sociales, lingüísticas y culturales que nos rodean.

Son diversas las problemáticas que encontramos en relación con las lenguas minorizadas y sus distintas ecologías, así como también las respuestas y propuestas transformadoras que nos llevan a enfrentar viejos y nuevos escollos. Vislumbramos, entonces, una serie de caminos, creativos, algunos impensables, que nos conducen a despertar lenguas dormidas, a reforzar las existentes; y a sentir la necesidad profunda de aprender a vivir en la diversidad con todos y cada uno de nuestros sentidos.

Desde Australia, Michael Walsh, profundo conocedor de las lenguas indígenas, nos muestra la compleja situación que estas enfrentan. Menciona además el peligro de nuevas lenguas y lenguas criollas. Si bien hay un despertar importante de las lenguas, Walsh nos recuerda el rol fundamental que tienen las políticas lingüísticas para ralentizar de algún modo, los continuos procesos de pérdida.

Xosé Luis Regueira, hablante de gallego, describe la situación de su lengua como una continua lucha de los hablantes por mantenerla viva; esfuerzos en los que participan también muchos jóvenes que ponen matices de esperanza en los procesos de revitalización. Hacia el final del artículo, el autor describe brevemente la situación de otras lenguas en España y la del gallego en Europa.

Brendan Kishketon, luego de una breve referencia a las lenguas indígenas en Estados Unidos, se detiene a analizar la situación de su lengua, el Ogibwe, especialmente de la variedad hablada en Estados Unidos. Él pone especial atención en el rol que tiene la academia en el refuerzo de lenguas, sobre todo con programas que, desde la Universidad de Minnesota, incentivan a los jóvenes, hablantes de herencia, a retomar sus lenguas. El autor considera que, en un futuro cercano, les será posible obtener una licenciatura en Ogibwe.

Desde el cono sur, Marisa Censabella nos habla de la situación de las lenguas indígenas en Argentina, en el contexto de los programas de Educación Intercultural Bilingüe. La autora subraya las dificultades y retos a los que se enfrenta el diseño adecuado de una planificación educativa útil que propenda a la revitalización de las lenguas, sobre todo en contextos urbanos. Tal situación, como bien sabemos, es similar en el resto de los países sudamericanos en los que hay movilizaciones permanentes de poblaciones a las grandes ciudades. Censabella presenta una propuesta contrahegemónica de la EIB con la que se propone promover la reflexividad y cuestionar prácticas coloniales del poder y del saber.

Por su parte, Fernando Garcés presenta un análisis detallado de la situación de las lenguas originarias e indígenas de Bolivia; las mismas que parecen debatirse entre la valoración positiva y la pérdida inminente. Recordemos que todas las lenguas indígenas en Bolivia tienen un estatus de oficialidad, lo cual no implica que en la práctica sean utilizadas profusamente en todos los contextos de comunicación. El autor considera que el uso de las lenguas en los ámbitos urbanos y en los nuevos territorios virtuales serían los espacios sociocomunicativos más propicios para la conservación de las lenguas.

Rosângela Morello nos presenta un panorama amplio de las Políticas Lingüísticas tendientes a preservar el Multilingüismo en Brasil, al tiempo que subraya la complejidad de las lenguas todavía vivas que existen en el país. Aunque algunas de ellas son todavía usadas en el ámbito familiar, enfrentan permanentemente la presión de ideologías lingüísticas negativas que poco aportan a su mantenimiento. La autora subraya la urgencia de llegar a la reflexión seria y responsable que logre implementar las políticas y usar los recursos existentes adecuadamente para favorecer a las lenguas.

Fernando Wittig González nos lleva del pasado al presente de las lenguas indígenas en Chile, y se cuestiona sobre su devenir, al tiempo que describe la situación de cada una de las lenguas, y los varios esfuerzos comunitarios e institucionales que se proponen reivindicarlas y dinamizarlas. Cierra su discusión con una suerte de epílogo del futuro en el que muestra el dinamismo de las lenguas frente a las pandemias, como la del COVID-19 que despertó nuevas y creativas formas de uso y refuerzo de las lenguas que parten de los saberes ancestrales. Enriquecen este artículo, poemas bilingües de María Isabel Lara Millapán, poeta Mapuche, hablante nativa del mapudungun.

Con un sugerente título, Tulio Rojas Curieux nos hace reflexionar sobre la fuerza que tienen las lenguas indígenas de Colombia para movilizarnos hacia la creación de nuevas políticas lingüísticas que respondan a las necesidades de los resguardos y sus esfuerzos de revitalización; esto implica aprender a escuchar las voces indígenas y a sentir su fuerza. El autor cierra su contribución con una profunda reflexión sobre la necesidad de aprender a vivir en la diversidad que con frecuencia ignoramos, no solo para entender a sus hablantes, sino para llevarnos a repensar en la vida.

Marleen Haboud y Fernando Ortega, basados en estudios sociolingüísticos georreferenciados desarrollados con las lenguas indígenas habladas en el Ecuador, nos muestran la situación de desplazamiento de las lenguas, y detallan casos de revitalización que emergen desde las comunidades. En este caso, se centran en la comunidad de Saraguro (provincia de Loja), en la cual los hablantes del kichwa buscan la revitalización desde el bilingüismo y el (re)aprendizaje de padres e hijos. Destaca, en este artículo, la metodología transdisciplinar y de colaboración constante entre los hablantes y la academia.

Luis Andrade, Franklin Espinoza y Rosaleen Howard en su artículo Chawpin qichwarayku analizan esfuerzos recientes que buscan favorecer al quechua central en el Perú. Al tiempo que analizan el quehacer del Colectivo Quechua Central, muestran el uso de medios sociales de comunicación como Facebook, durante encuentros presenciales y una serie de actividades complementarias destinadas a la reflexión y concientización de los derechos lingüísticos. Los autores ponen en la mesa de discusión la situación y legitimidad de la lengua quechua en la región.

Los siguientes cinco artículos se centran en la necesidad de pasar de traducciones literales a interpretaciones culturales que nos acerquen a una comunicación intercultural.

Laura Morgenthaler García describe el caso de hablantes de lenguas africanas en procesos de asilo en Europa, no sin antes describir la situación de cada una de las lenguas en cuestión. La autora describe las dificultades de acoger debidamente a quienes buscan asilo por desconocer su origen, su situación particular y los problemas que enfrentan tanto en su lugar de origen como en el país en el que buscan asilo. Subraya la necesidad de desarrollar investigaciones interdisciplinares, así como la de mantener metodologías éticas que tomen en cuenta la vulnerabilidad de los grupos que buscan asilo, su heterogeneidad y su situación de multilingüismo.

Gerardo García y Claudia Sánchez nos acercan a las experiencias en la formación de traductores e intérpretes de lenguas indígenas en el Perú, sus éxitos, debilidades y retos. Para ello, nos presentan la metodología de los procesos de capacitación desarrollados desde el Ministerio de Cultura de dicho país, en un análisis que engloba las experiencias de tales capacitaciones desde el año 2012 hasta el 2020. Hacen referencia a los avances formativos, a la normativa que los ampara y, sobre todo, a las estrategias que buscan garantizar los derechos lingüísticos de los hablantes de lenguas indígenas u originarias. Nos ofrecen, además, descripciones detalladas del Registro Nacional de Intérpretes y Traductores de Lenguas Indígenas (ReNITLI), y sus más de 500 participantes que representan a 37 lenguas indígenas.

Desde un enfoque claramente poscolonial, Christina Korak y Eduardo Pichilingue Ramos nos muestran la dificultad de traducir e interpretar la cosmovisión de pueblos como los waorani que habitan en una de las reservas naturales más ricas del mundo, el Yasuní, en donde itentan mantenerse y posicionarse a pesar de la presencia de agentes externos que invaden su territorio y que han generado cambios abruptos en la vida de estas comunidades. Los autores muestran los problemas de interpretación entre hablantes waorani e hispanohablantes. En este estudio se pone de manifiesto el hecho de que las dificultades de traducción e interpretación, más allá del uso de lenguas distintas, implica entender visiones del mundo diferentes e incluso conflictivas, de ahí que se subraye la importancia de traducir cosmovisiones como verdaderos actos de resistencia.

Centrada en lenguas indígenas de Oaxaca, México, Martina Schrader-Kniffki, luego de situarnos en el desarrollo de procesos traductológicos acelerados por la globalización, ahonda en la necesidad de trabajar con traducciones e interpretaciones culturalmente pertinentes para avanzar hacia la comunicación intercultural, mantener la diversidad y respetarla. Además de reflexionar sobre el rol que tienen las instituciones, nos trae testimonios que, desde varias voces de los hablantes, dan vida a los procesos de interpretación, al tiempo que nos muestran las bondades y los retos de estos procesos.

También desde Oaxaca, y desde su posición de hablante de la lengua zapoteca, Edith Matías describe el quehacer de la interpretación a partir de experiencias desarrolladas desde el Centro Profesional Indígena de Asesoría, Defensa y Traducción de lenguas indígenas (CEPIADET), el mismo que busca avanzar en la defensa de los derechos lingüísticos en México, el acceso a la justicia, especialmente para las mujeres indígenas y, en definitiva, apuntalar la defensa no solo de las lenguas, sino de los derechos de los hablantes.

En este viaje transcontinental pasaremos por África, Europa, Oceanía, y las Américas, conociendo situaciones lingüísticas de lo más diversas, en las cuales encontraremos lenguas que parecen haber caído en coma, otras que despiertan, o se refuerzan, se recrean y dinamizan en distintos grados. Las situaciones y experiencias que se presentan son diversas, heterogéneas y retadoras, al igual que los esfuerzos que se despliegan desde distintos frentes, ya sea desde las familias, las comunidades de habla, las de práctica, las diaspóricas; o desde la academia o las instancias políticas. Todavía, estos esfuerzos son insuficientes; y es que la pérdida de las lenguas, no solo conlleva el olvido de palabras o frases, sino de valores, principios y formas de vida inmersos en contextos históricos complejos, por lo general caracterizados por ideologías lingüísticas negativas interseccionadas, que poco aportan a su revitalización. De ahí, la importancia de desarrollar procesos integrales, situados, que vayan más allá del sistema lingüístico a la defensa de los derechos humanos, y la búsqueda de justicia social.

Marleen Haboud Bumachar

Laura Morgenthaler García

Quito, julio 2023

LENGUAS INDÍGENAS EN AUSTRALIA

Indigenous Australia: A Volatile Language Situation

Michael Walsh1

Abstract

This paper aims to give an overview of Australia’s language situation and to rebut the all-too-common view that Indigenous languages are in a steady process of decline. After describing several previous accounts regarding the overall Australian Indigenous language situation, this study clarifies why the accounts referring to the Indigenous languages in the region display a series of contradictions which tend to dismiss the real situation of Australian Languages. This study clearly shows that the Australian linguistic situation is not a homogenous one, as well as the need to avoid exoticization when it comes to study Indigenous languages in Australia.

Keywords: Australian Languages, speaker numbers, creoles, language decline, language continuity

Previous Accounts of the Overall Australian Indigenous Language Situation

The Australian Institute of Aboriginal Studies (AIAS; later, the Australian Institute of Aboriginal and Torres Strait Islander Studies [AIATSIS]) commissioned a study of the overall Australian indigenous language situation in the late 1980s, published by Schmidt (1990). This investigation showed that of the 250 Australian languages estimated to have been spoken at first settlement, just 20 were healthy or being learned as a matter of course by children. It was stated that 70 were weak or dying, and 160 were extinct. AIATSIS compiled a report in 2005:

Map 1. Aboriginal Australia (https://aiatsis.gov.au/explore/map-indigenous-australia)

Of an original number of over 250 known Australian Indigenous languages, only about 145 Indigenous languages are still spoken, and the vast majority of these, about 110, are in the severely and critically endangered categories. This critically endangered category indicates languages that are spoken only by small groups of people, mostly over 40 years old. Eighteen languages are strong in the sense of being spoken by all age groups, but three or four of these are showing some signs of moving into endangerment.National Indigenous Language Survey (NILS) (McConvell et al., 2005, p. 3).A later survey (Marmion, Obata, & Troy, 2014) reported:

•At first sustained contact, over 250 separate languages and many more dialects were spoken.

•Now, only around 120 are still used.

•Of these, only 13 can be considered strong in the sense that children learn them as a matter of course.

Lewis et al. (2016) suggest that there are 216 living languages and around 190 extinct ones in Australia. Meanwhile, Bowern (2011) gives a figure of 363. In a more recent survey, the Department of Infrastructure, Transport, Regional Development, and Communications of Australia and AIATSIS (2020, p. 9) declared that only 12 relatively strong traditional languages and two strong new ones were found. Such is the received wisdom on the overall Australian Indigenous language situation spanning some 30 years (see also Arthur & Morphy 2019; Meakins & O’Shannessy, 2016).

Why do the Accounts Differ?

One factor is a tendency to ignore or underplay new languages; others involve under-reporting and over-reporting. Consider a range of estimates for the number of speakers:

Table 1Population estimates for sample Australian Languages

Language

Schmidt, 1990

ABS, 1996

ABS, 2001

AIATSIS, 2004

Ethnologue, 2016

Bardi

100-200

367

235

115

160 (ABS, 2006)

Burarra

400-600

702

780

(800)

1070 (ABS, 2006)

Garrwa

200+

113

86

40-200 (average 125)

59

Gunwinngu

900

1400

961

47

1220 (ABS, 2006)

Gurindji

250

572

553

175

590 (ABS, 2006)

Guugu Yimidhirr

400

737

581

1000

780 (ABS, 2006)

Note. From Walsh, 2018.

As mentioned above, Schmidt (1990) reported on the situation of Australian Languages in the late 1980s. Australia carries out a national census every five years, which the Australian Bureau of Statistics (ABS, 1996; 2001) reports. The National Indigenous Language Survey (NILS) conducted by AIATSIS (2004) is also referenced. The final source is Ethnologue (Lewis et al., 2016). There is nothing particularly systematic about this selection; it is partly driven by what resources the author had at hand. Other selections would obviously yield different results, but I do not see this array as highly atypical. Let us consider them in turn.

According to the foremost authority on Bardi (Bowern, 2012), this language is currently spoken by fewer than ten people. The range of 100-200 given by Schmidt (1990) probably reflects little direct knowledge. The three censuses show a steady decline: 367 (1996), 235 (2001), and 160 (2006). This might seem consistent with significant language attrition, but in my opinion, this is an illusion. All the figures seem more likely to result from over-reporting, given that a recent and authoritative source (Bowern, 2012) indicates fewer than ten speakers.

Burarra is a language whose traditional territory lies in a relatively remote region of the Northern Territory, so we might expect this language to be healthier than many others. However, the increase from 780 (2001) to 1070 (2006) is surprising, while the modest increase from 702 (1996) to 780 (2001) looks plausible enough.

The most reliable source for Garrwa is Lewis et al. (2016), who gained recent and authoritative information from Mushin (2012, p. 4). Still, even Mushin questions the level of linguistic competence that the supposed 59 speakers may have.

Gunwinggu is perhaps the most startling of the six languages in the sample. AIATSIS (2004) indicated 47 speakers, but the 2006 census yielded 1220. My guess is that such discrepant figures might be due to the extreme lability of the term ‘Gunwinggu’ (better known now as Kunwinjku), which has at least five distinct senses giving a range of linguistic scope and reference likely to have confounded any cursory linguistic demography (Garde, 2008, p. 153).

Gurindji also shows some discrepant figures. AIATSIS (2004) indicated 175 speakers, while the 2006 census suggested 590. In this case, people may be failing to differentiate between traditional Gurindji and Gurindji Kriol. McConvell and Meakins (2005, p. 10) believe that the figure of 175 might be a little generous. However, for many, their primary linguistic affiliation is Gurindji, whether or not they speak this ancestral language. For many Australian Aboriginal people, particularly in northern Australia, one inherits a language as part of their birthright. They are regarded as owners of that language. This applies to newborn babies, deaf people, and those who may have lost the ability to speak, for instance, because of a stroke (Walsh, 2002). Often through the father, a child inherits an array of intellectual property, including membership in a clan and, thereby, ownership of its territory, a set of totems, and, crucially, the language of their clan. So, language proficiency is essentially irrelevant to their enduring ownership of the language. Depending on how the responses were elicited, many owners of the Gurindji language would probably have been counted in that figure of 590 in the 2006 census, even if their use of the language was minimal or non-existent. I do not have any ready explanation for the difference in figures for Guugu Yimidhirr. Suffice it to say that not all of these may be accurate.

I consider it fortunate that none of the six languages I have sampled are spoken in northeast Arnhem Land, where the linguistic situation is bewildering and complex. Schebeck (2001), a specialist on the topic, takes over 100 pages to sketch the situation. One has to wonder how atypical this complexity might be across Indigenous Australia. My own surmise is that we only know some of this complexity through those rare instances of long-term, minutely detailed studies (e.g., Hansen, 1984, on Western Desert varieties; Sutton, 1978, on western Cape York).

Under-Reporting

We have seen various instances of over-reporting but what of under-reporting? I can detail the situation based on my personal experience. From around September 1999 until mid-2000, I participated in a survey of New South Wales’s (NSW) languages (Hosking et al., 2000). Before this survey, there had been a tendency to regard the language situation in NSW as quite dire. NSW was the site of outsiders’ first sustained settlement in 1788. After more than 200 years of contact, most languages were assumed to be no longer spoken or, at best, spoken only by a few elders in remote localities. And this assumption seemed to have been embraced by Aboriginal people themselves. It was not unusual to be told, “Nothing left, mate!” followed by an account of bitter memories of children being beaten for using their language(s) and adults ashamed of using it in public. However, it was also not unusual to hear Aboriginal people greeting each other in the street in their own language(s). On one occasion, I was interviewing an Aboriginal man in a local organization. A little after being told: “Nothing left, mate!” another Aboriginal countryman came into the office and began speaking in an Aboriginal language. The person I had been interviewing responded not just with a few words but with an extended stretch of discourse. When I queried them, I was told: “Just a bit of lingo, mate, just having a bit of fun.” My response was along the lines of, “It might be a bit of fun to you, but to me, it is deadly serious!” As the survey progressed, it became all too clear that many Aboriginal groups were sad that they had ‘lost’ their languages and did not see much chance to recover them.

Space precludes any detailed account of why there should be such under-reporting. Still, part of the explanation might be found in unrealistic expectations about what would amount to a real continuity of Australian Languages in highly settled areas. Recall that one survey indicated that of the 250 languages at first sustained contact, just 13 were still being learned by children as a matter of course. This means that 237 languages are in various states of ‘disrepair’.

Let us consider the case of Gumbaynggirr, a language of NSW. The 2006 version of Ethnologue gave us an estimate of 42 speakers and noted ongoing language revitalization initiatives, as well as a rising number of younger adults who are transmitting the language to their offspring (Lewis et al., 2016). In 1999, I gained firsthand experience of the situation. By that year, the language had been part of adult education as well as school-based education for more than ten years. These efforts have been supported by Muurrbay Aboriginal Language and Culture Co-operative (https://muurrbay.org.au/), an Aboriginal organization whose purpose is to foster the linguistic aspirations of Aboriginal people on the north coast of NSW. It seemed to me that there were some speakers at all generation levels. This was surprising as it appeared to conflict with the Graded Intergenerational Disruption Scale (GIDS) developed by Fishman (1991) and later expanded by Lewis et al. (2010). Basically, Fishman’s scale was an attempt to assess levels of endangerment among the world’s languages. At one end of the scale, languages like Arabic, English, and Spanish are spoken at all generation levels. Towards the other end of the scale are languages no longer spoken by children and, depending on the degree of decline, only spoken by the great-grandparent or grandparent generation. In these languages, the crucial link between generations has been broken. Not only did Gumbaynggirr seem to be spoken by all generation levels, but I was given to believe that children were, in part, teaching their language to higher generation levels. This seemed to be a language in which the facts did not fit the theory. I transmitted my suggestions to the Muurrbay Centre and was pleasantly surprised when they confirmed my conclusions (Walsh, 2009). By now, I estimate there must be hundreds of semi-speakers-given cohorts of adult education students as well as school students over 20 years. The 2006 census figure of 42 has to amount to a case of under-reporting.

Another instance of under-reporting involves Murrinh-Patha, a different language of the Northern Territory. Ethnologue asserts that this language has 1830 speakers, drawing on the 2006 Census (Simons et al., 2016, p. 40). As it happens, this is a language I have long been familiar with, having carried out fieldwork from the early 1970s (Walsh, 2011). At that time, my estimate for the number of speakers was about 1000, i.e., the Aboriginal population of Port Keats (now usually called Wadeye). The settlement of Port Keats began in 1935 within the traditional territory of the Murrinh-Patha. Over time Murrinh Patha became the lingua franca of the region. Forty years later, the Aboriginal population of Wadeye had swelled to around 3000, all of them being speakers of Murrinh Patha. However, there have been communities of Murrinh-Patha speakers well outside its traditional territory at the township of Kununurra to the southwest and cattle stations to the south. For instance, Peter Ngunung (1917-1990) was born well beyond Murrinh-Patha territory to a Murrinh-Patha father and mother and lived his life off country. This Murrinh-Patha diaspora is largely uncharted, but it would suggest that the total number of Murrinh-Patha speakers is more than 3000. So why does the 2006 census provide a figure of 1830? This might be a case of under-reporting as well as over-reporting. In the Wadeye region, there has been a considerable language shift over the last 50 years and more. Several languages represented at Wadeye in the 1970s, like Jaminjung, Marti Ke, and Marringarr, have now dwindled to just a few speakers. Those languages have been displaced by the regional lingua franca, Murrinh-Patha. So, the census figure will depend on how the information was elicited. A particular person could be asked: “What is your language?” and answer: “Marti Ke.” If the same person were asked: “What language do you speak? A probable answer would be: “Murrinh-Patha.” It is likely that the census received a variety of answers, some reflecting the language spoken and some reflecting the language owned. If all the answers reflected the language spoken, then we would expect 3000+ for Murrinh-Patha. However, if all the answers reflected the language owned, then we would expect perhaps 1000 for Murrinh-Patha. On the one hand, a figure of 1830 is under-reporting, and on the other, over-reporting.

Languages Within Languages

To add to the complexity as well as the volatility of the language situation, it is worth mentioning briefly what might be referred to as ‘languages within languages’. Prominent among these are restricted respect registers and auxiliary languages. Traditionally, many languages have had the so-called ‘mother-in-law’ styles. Dixon (2015) describes the ‘mother-in-law’ style for Dyirbal, a language from north Queensland. Basically, the morphosyntax is the same as the everyday language, but the vocabulary is different. There is a many-to-one relationship between the vocabulary of the everyday language and that of the ‘mother-in-law’ style. In some instances, this can reveal covert categories. For example, the everyday language has separate terms for various kinds of macropods, while the ‘mother-in-law’ style has just one term, effectively a generic one. There has been a substantial decline in the use of this and many other varieties of this kind. For details, see Walsh (to appear).

In traditional times, most Australian Languages had specialized song languages. In some instances, songs would include uninterpretable words described as ‘spirit language’. Unfortunately, many of these song traditions have declined (Walsh, 2007).

New Languages

The English-based creoles Kriol and Yumplatok, or Torres Strait Creole, are the most prominent new languages. Kriol is the most widely spoken Australian language, with 4,200 speakers (according to the 2006 census) and 10,000 L2 users (in 1991) (Lewis et al., 2016, p. 62). To put this in perspective, most Australian languages have speaker populations in the hundreds or less. For Yumplatok, the 2006 census suggests 6020 speakers (Lewis et al., 2016, p. 48). Regrettably, the languages of Tasmania were mostly wiped out by the early 19th century. The records are sparse, but they seem to have been amalgamated into a new language: Palawa kani (http://tacinc.com.au/programs/palawa-kani/).

Australian Languages on the Rise

It is interesting to know that new languages are rising at the same time ‘old’ languages are re-emerging and reaching out to the broader world. Wiradjuri was a language spoken over a large area of central NSW. According to Ethnologue (Lewis et al., 2016, p. 54), there were 100 speakers recorded in the 2006 census. However, by my own (conservative) estimate, there are now over 5000 people learning the language through school-based programs, adult education, and university. The Australian government, through its Our Land Our Languages report (House of Representatives Standing Committee on Aboriginal and Torres Strait Islander Affairs, 2012), noted that in NSW, nearly 6000 people were learning an indigenous language in NSW schools—4 out of 5 being non-indigenous.

From one perspective, the Broome area’s traditional language in Western Australia looked dire straits, with no known L1 speakers (Wurm, 2007), i.e., recently extinct (Lewis et al., 2016, p. 57). However, the local Aboriginal community has made substantial progress in recent years. Broome primary schools (up to 1500 children) have Yawuru language programs, and it is becoming more familiar to the broader community, increasing respect and understanding for the language and culture of the Yawuru people. The inaugural Walalangga Yawuru Ngan-ga adult language program was a two-year program specifically designed to re-introduce language into the homes of Yawuru families.

Nine Yawuru adults completed the first full-time course, and graduates have shared their learning with their community, gaining confidence and experience in public speaking, education, and translation. Graduates have not only gained language skills, but also self-confidence, cultural knowledge, and interpersonal skills that have increased their working experience and capabilities in various areas.

For this and many other programs, it has long been concluded that the retention or regaining of an Australian language can contribute to the well-being of indigenous as well as non-indigenous people (Angelo et al., 2019; Walsh, 2018). Currently, a study is in progress to provide a quantitative basis to underpin the qualitative assessment (Sivak et al., 2018; 2019).

Conclusion

Ultimately, I believe it is most important to avoid exoticization. Of course, there are issues concerning the language situation in Australia that may seem surprising. However, within the Hispanosphere, the Galician status remains contested as to whether it should be considered part of the Spanish or Portuguese language. This is one example of an issue with more to do with politics than linguistics. It would be astonishing if problems of this kind failed to emerge in Indigenous Australia.

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AustraliaLanguage Displacement and Revitalization Efforts

*Taken from AIATSIS: https://aiatsis.gov.au/explore/living-languages

After Truscott, Adriano. International Conference “Voices and Images of Endangered Languages. Quito, September 7-11, 2011 (https://oralidadmodernidad.org/lenguas-indigenas-en-el-mundo/)

1 The University of Sydney

LENGUAS INDÍGENAS EN ESPAÑA, CON ESPECIAL ATENCIÓN AL GALLEGO

El gallego: la “normalización” de una lengua en la periferia europea

Xosé Luis Regueira1

Resumen

La lengua gallega se habla en la comunidad autónoma de Galicia y algunos territorios limítrofes. Aunque fue una lengua literaria de prestigio en la Edad Media, en los siglos siguientes pasó a una situación de minorización frente al español, aunque sigue siendo la lengua de uso mayoritario en Galicia.

En este trabajo se revisa la situación de la lengua en la sociedad gallega actual, así como las principales líneas del proceso de recuperación iniciado tras la dictadura de Franco, para centrar la atención en las principales amenazas para el gallego en la actualidad. Algunas de ellas son comunes a otras situaciones de minorización, como el papel de las políticas lingüísticas homogeneizadoras de los estados, la globalización y la difusión de las nuevas tecnologías, aunque en el contexto de un estado que protege parcialmente algunas lenguas regionales y dentro de la Unión Europea, que mantiene políticas de protección de la diversidad lingüística y cultural. Finalmente se defiende que las transformaciones que nuestras sociedades están experimentando pueden representar amenazas, pero también abren posibilidades inéditas, que deberán ser aprovechadas para construir un futuro más diverso y más justo.

Palabras clave: Lenguas minorizadas, normalización lingüística, política lingüística, lengua gallega.

Introducción

El gallego es la lengua románica hablada en Galicia y en algunas áreas limítrofes de Asturias y de León, en el noroeste de la Península Ibérica (Figura 1). Lingüísticamente está muy próxima del portugués, con el que comparte origen. Aunque es una lengua minorizada, cuenta con una amplia tradición escrita que se inicia en la Edad Media, entre los siglos XIII y XV, cuando en los reinos de Galicia y de Portugal se produce una de las primeras literaturas europeas de prestigio, la lírica gallego-portuguesa. Galicia se fue integrando en el reino de León y de Castilla y, al final de la Edad Media, el gallego dejó de escribirse y quedó relegado a ser la lengua hablada por la mayoría de la población, mientras que las élites sociales y políticas hablaban castellano.

Figura 1Lenguas de la Península Ibérica

Nota: O Área ocupada por el gallego. Adaptado de Las Lenguas en la Península Ibérica del Portal Loia del Consello da Cultura Galega, 2020 (http://consellodacultura.gal/cdsg/loia/mapas.php?Indice=1&idioma=3). Reproducción y modificación permitida bajo licencia Creative Commons 2.5.

En el siglo XIX se inicia un proceso de recuperación del gallego como lengua escrita, en el contexto de una sociedad mayoritariamente rural y atrasada respecto de otras regiones europeas y españolas. Este proceso continúa durante el siglo XX, pasando por diferentes vicisitudes, hasta llegar al día de hoy, en que el gallego está inmerso en un proceso de “normalización”, goza de reconocimiento oficial y es la lengua de la administración autonómica y local y de los medios de comunicación públicos de Galicia; está presente en todos los niveles del sistema educativo y es la lengua principal de la esfera pública gallega. Pero a pesar de esos avances se constata un continuo retroceso en el número de hablantes, y continúan existiendo prejuicios contra el gallego en la sociedad.

En los últimos 40 años en Galicia se produjeron profundos cambios sociales y económicos, con un rápido proceso de urbanización y de terciarización de la sociedad. Aunque es una comunidad situada en la periferia de Europa, está fuertemente integrada en la economía española y europea, y sometida a los discursos y a las ideologías dominantes en el mundo occidental: mercantilización, globalización, competitividad, internacionalización. En esta situación, los problemas a los que se enfrente la lengua gallega son inéditos, aunque también lo son sus fortalezas. Se produce así una situación paradójica en que, por una parte, la lengua y la cultura expresada en gallego se encuentran en un momento de gran fortaleza y vigor y, al mismo tiempo, se han de enfrentar a poderosas amenazas que ponen en riesgo su pervivencia.

En este capítulo se presenta una revisión histórica que permita contextualizar la situación de la lengua y la sociedad gallegas y se describe el proceso de “normalización” llevado a cabo desde los años 1980 hasta la actualidad.

A continuación, se describe la situación actual de la lengua y se señalan algunos de los principales problemas que afectan a sus posibilidades de futuro. Aunque se defiende la idea de que la suerte de la lengua gallega depende fundamentalmente de sus hablantes y de la ciudadanía gallega, el contexto político y cultural en el que Galicia se encuentra juega un papel relevante, por lo que se hace una revisión de la influencia que ejercen el estado español (tratado aquí como problema) y las instituciones europeas (ámbito en el que el gallego encuentra aliados). Finalmente se recogen las principales conclusiones, con algunas consideraciones sobre las oportunidades y obstáculos a las que se enfrentan las lenguas minorizadas en el actual contexto de globalización y de tecnologización de las sociedades.

Un poco de historia: esplendor, decadencia y resurgimiento de la lengua gallega

Las lenguas gallega y portuguesa tienen su origen en las variedades lingüísticas que eran continuación del latín hablado en la parte occidental la provincia romana denominada Gallaecia2. Con la conquista por parte de los reyes y nobles gallegos de las tierras ocupadas por los árabes (lo que en España se conoce como “Reconquista”), estas variedades se extienden hacia el sur (en 1064 conquistan Coímbra). Hacia el final del siglo XI nace el condado de Portugal, en las tierras que quedan al sur del río Miño, que se declara independiente en 11393. Galicia y Portugal quedan así separadas políticamente por la que algunos consideran la frontera más antigua de Europa4.

A pesar de esta separación política, a un lado y al otro de la frontera seguía hablándose fundamentalmente la misma lengua, que es la que substituye al latín como lengua de los documentos, crónicas y traducciones a partir de los inicios del siglo XIII. En esta lengua se escribe la poesía gallego-portuguesa, que es uno de los corpus literarios más destacados de la Europa medieval. Basta recordar las Cantigas de Santa María del rey Alfonso X, quien se había formado en Galicia y usaba el gallego para la expresión lírica, al tiempo que impulsaba la formación del castellano como lengua de la corona y del reino (en castellano se escriben las Partidas, un corpus de textos jurídicos).

La unidad lingüística de Galicia y Portugal se rompe cuando en el siglo XV el portugués inicia un proceso de estandarización a partir de la lengua de la corte y de los centros de poder de Coímbra y Lisboa, en el centro-sur del país, lejos de Galicia y del condado de Portugal (Teyssier, 1982, p. 35; Neto, 1979, pp. 381-390; Venâncio, 2019). Como dice Neto (1979, p. 390), “[a] evolução da língua faz-se no sentido da desgaleguização (aqui entendida a Galiza em sentido romano, quando abrangia Entre-Douro-e-Minho e Tras-os-Montes); aos poucos vai-se perdendo o primitivo caráter galego-português”. La unificación y la estandarización que se lleva a cabo en Portugal en los siglos siguientes continúan operando en la misma dirección, separando cada vez más el portugués estándar de la lengua hablada en el norte del país (y en Galicia) (Venâncio, 2019, pp. 105-150).

Hacia el final de la Edad Media, Galicia pierde poder político y queda sometida a la corona de Castilla y, al cabo del tiempo, anexionada al reino de España. El gallego deja de ser la lengua escrita de Galicia a comienzos del siglo XVI, de modo que, cuando se generaliza la imprenta y se constituye una nueva cultura basada en el libro impreso, el gallego ya está ausente. Habrá que esperar a 1612 para encontrar los primeros textos impresos en gallego (Mariño-Paz, 1998, p. 144) y a 1863 para tener el primer libro completo en gallego. Durante los siglos XVI-XVIII la inmensa mayoría de la población habla gallego, pero no lo escribe (o solo de forma muy ocasional). Hay que decir, no obstante, que tampoco existe una producción literaria mencionable en español5 (Mariño-Paz, 1998, p. 252), y la gran mayoría de la población es iletrada (todavía en 1860 tres de cada cuatro personas gallegas eran analfabetas, con un desequilibrio acusado entre hombres y mujeres, cfr. Martínez-Domínguez, 2003).

A comienzos del siglo XIX se empiezan a publicar en gallego textos literarios (poemas) y escritos de propaganda política (Mariño-Paz, 1998: p. 331 ss.), pero es a partir de mediados de este siglo cuando se inicia un movimiento de recuperación de la lengua y la cultura gallegas: es el llamado Rexurdimento (Resurgimiento), ligado a un movimiento político regionalista (Beramendi, 2007). En esta época, en línea con movimientos similares en otros puntos de Europa, se empieza lo que, visto desde hoy, constituye un proceso de construcción nacional, sobre las bases de los nacionalismos decimonónicos: base racial (el celtismo, que marcaría la diferencia de una Galicia celta frente a otros pueblos de España, iberos), continuidad histórica, unidad territorial y cultura y lengua diferenciadas. La cultura y la lengua serían, por tanto, elementos relevantes dentro de la definición identitaria de Galicia. El principal ideólogo de este movimiento es Manuel Murguía, y su esposa, Rosalía de Castro, será la iniciadora y la máxima figura de este movimiento literario. Rosalía es, desde entonces, la figura fundacional y la máxima representación de la literatura gallega y, por su calidad y modernidad, continúa siendo leída y estudiada en numerosas universidades de Europa y de América6. Este movimiento, aunque logró escasos éxitos políticos, sentó las bases de Galicia como una comunidad política diferenciada y consiguió en gran parte sus objetivos culturales, de manera que el gallego se convirtió en lengua literaria con figuras de prestigio (además de Rosalía, destacan Eduardo Pondal y Manuel Curros Enríquez).

Con estos autores y con la publicación de algunas gramáticas y diccionarios, se inicia la elaboración del gallego escrito. Para ello parten de la lengua popular, con los modelos de los estándares de prestigio vecinos, sobre todo del español. El gallego, en esta época, se utiliza solo para la expresión literaria y en cierta prensa periódica, pero los ensayos históricos y políticos se escriben en español, que es la lengua que hablan los protagonistas de este movimiento. Ellos pertenecen a las clases medias urbanas, entre las que se había extendido el uso de la lengua del estado en la segunda mitad del siglo XIX.

En esta época, y también durante gran parte del siglo XX, Galicia está marcada por la emigración. Una agricultura atrasada, lastrada por problema estructurales, junto a un muy escaso desarrollo industrial, llevó a muchos gallegos a emigrar, sobre todo a Cuba y a Argentina. Entre 1860 y 1970 emigraron 1.193.476 personas que nunca regresaron, además de muchas otras que emigraron temporalmente (Mariño-Paz, 1998, p. 338). Para comprender las dimensiones de esta sangría demográfica baste recordar que actualmente Galicia tiene 2.700.000 habitantes. Buenos Aires y, sobre todo, La Habana se convirtieron en focos de la cultura gallega. En La Habana se crea la Academia Gallega en 1905 (al año siguiente se inaugura en La Coruña, ya como Real Academia Gallega), se estrena el himno de Galicia en 1907 y se instituye la bandera gallega. El Centro Gallego de La Habana, construido en 1914 en el centro político de la capital cubana, es hoy el Gran Teatro de La Habana.

En las primeras décadas del siglo XX se producen cambios relevantes. Se crean las “Irmandades da Fala” (Kabatek, 2018), que en 1918 se declaran nacionalistas y en los años siguientes promueven acciones de política lingüística, tanto en la ampliación de usos de la lengua como en la elaboración del estándar lingüístico (Monteagudo, 1999; Kabatek, 2018). Se expande el ámbito de la lengua, con las vanguardias poéticas y el desarrollo de una importante prosa literaria, pero también con ensayos científicos (se crea el Seminario de Estudos Galegos en 1923), y se traducen obras de autores clásicos y textos de autores europeos. Además, la lengua oral se utiliza en todo tipo de actividades públicas: se inaugura una “esfera pública” en gallego. La frase “Se aínda somos galegos é por obra e gracia do idioma [Si todavía somos gallegos es por obra y gracia del idioma]” del artista, escritor y político Daniel R. Castelao (2004/1944, p. 54), una figura cimera en la construcción política y cultural gallega resume la centralidad de la lengua para la construcción nacionalista de esta época.

Aunque no llegan a concretarse una ortografía y una gramática normativas, el estándar lingüístico de la lengua escrita queda configurado en esta época en sus rasgos esenciales. El gallego escrito se separa de la lengua popular, con la incorporación de cultismos, préstamos y arcaísmos, ya que se necesita una lengua “de cultura” equiparable a los estándares lingüísticos vecinos (español y portugués son los modelos más inmediatos). Se aspira a crear una cultura autónoma conectada con las restantes culturas europeas y para ello se necesita una lengua adecuada para la expresión cultural elitista. Un ejemplo es la traducción de algunos capítulos del Ulysses de Joyce, publicados en gallego en 1926, antes que en español o en otras lenguas y solo después de que algunos fragmentos hubiesen sido traducidos al francés. Con ello, los intelectuales no solo querían mostrar que estaban bien informados de las novedades de la literatura europea, sino también que eran más modernos y avanzados que sus homólogos de Madrid (McKevitt, 2003, p. 50).

Durante la II República (1931-1936) el galleguismo se organiza políticamente y consigue la aprobación de un Estatuto de Autonomía, que no llega a ponerse en vigor al producirse el golpe de estado encabezado por el general Franco, la guerra civil (1936-1939) y la dictadura (1939-1975), que cercenan el desarrollo político y cultural de Galicia y de España. Será una época dominada por un nacionalismo español autoritario y excluyente, que suprime toda expresión discordante. Galicia no sufre la guerra en su territorio, pero los asesinatos, las ejecuciones y la cárcel serán el destino de los republicanos y galleguistas que no habían podido exiliarse. La actividad galleguista se desplaza en buena medida a Buenos Aires, donde residirá Castelao hasta su muerte en 1950, y Montevideo, donde se constituye el Consello da Galiza, que pretende actuar como un gobierno gallego en el exilio. Los galleguistas que habían quedado en el interior tratan de reiniciar la actividad cultural, abandonando la acción política, y en 1950 fundan la Editorial Galaxia, con el fin de recuperar el cultivo del gallego como lengua de cultura, lo que van consiguiendo en los años siguientes, no sin dificultades.

En los años 1960 España inicia una época de desarrollo económico, aunque la represión política sigue siendo dura. En Galicia se produce una nueva fase de emigración, dirigida a los centros industriales de España (Cataluña y País Vasco) y a los países europeos que están experimentando un fuerte desarrollo (Alemania, Inglaterra, Francia, Suiza). Al mismo tiempo, se produce el llamado “éxodo rural” del campo hacia las ciudades (Ferrol, Vigo, A Coruña).

En estos años, una nueva generación de universitarios, muy influidos por el marxismo y los movimientos de liberación anticoloniales, reaccionan contra la inacción política de los galleguistas históricos y se crean, en la clandestinidad, el Partido Socialista Galego (1963) y la Unión do Pobo Galego (1964). Se crean asociaciones culturales ligadas a la cultura gallega y, poco a poco, el gallego vuelve a aparecer en la esfera pública, a través de reuniones, conferencias, asambleas y textos propagandísticos. Muchos de los jóvenes implicados en estas actividades pertenecen a las clases medias urbanas que ya no hablaban gallego. En los últimos años de la dictadura, el gallego simboliza no solo ideologías galleguistas, sino también la oposición a la dictadura, por lo que va siendo adoptado por los partidos y grupos clandestinos de izquierda no galleguista.

El proceso de “normalización” del gallego

Tras la muerte de Franco, en 1975, se produce la transición política hacia una monarquía constitucional. La Constitución española de 1978 permite el reconocimiento de las lenguas diferentes del español después de establecer: “El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla” (1978, Artículo 3.1). Galicia, como había aprobado un estatuto de autonomía en 1936, tiene la consideración de “nacionalidad histórica”, junto a Cataluña y al País Vasco, por lo que en 1979 se constituye un gobierno gallego provisional y se adoptan las primeras medidas de enseñanza del gallego en las escuelas.

En 1981 se aprueba el Estatuto de Autonomía para Galicia, que en su artículo 5 (Ley Orgánica 1/1981, 1981) establece:

1. A lingua propia de Galicia é o galego.

2. Os idiomas galego e castelán son oficiais de Galicia e todos teñen o dereito de os coñecer e de os usar.

En el texto aprobado en el Parlamento gallego decía, en el apartado 2, que “tódo los galegos teñen o deber de coñecelo e o dereito de usalo [todos los gallegos tienen el deber de conocerlo y el derecho de usarlo]” (Ley 3/1983, 1983), pero este artículo fue declarado inconstitucional en el año 1986. Se establece, pues, una desigualdad jurídica fundamental: el gallego se sitúa en primer lugar en el plano simbólico (“lengua propia de Galicia”), pero solo existe la obligación de conocer el español, mientras que el conocimiento del gallego es solo un derecho.

De todos modos, esto permite iniciar un proceso de “normalización”7 lingüística, es decir, de planificación del corpus (no solo el establecimiento de una normativa ortográfica y morfológica para escribir la lengua, sino también el desarrollo de los instrumentos necesarios: diccionarios, terminologías, gramáticas, modelos textuales, etc.) y de planificación del estatus (regulación y extensión de los usos de la lengua en la sociedad). Sobre la estandarización se hablará más adelante (vid. apartado La querella del estándar).

En cuanto a la planificación del estatus de la lengua, un elemento fundamental fue la aprobación, por unanimidad, en el Parlamento gallego en 1983 de la Ley de Normalización Lingüística (LNL, Ley 3/1983, 1983), que regula el uso de la lengua gallega en la administración autonómica, en los medios públicos gallegos y en el sistema educativo. Es una situación nueva para el gallego. La ley establece que la comunicación en todos ámbitos oficiales se producirá en gallego y será completada con otra ley que establece el uso del gallego como lengua oficial en las entidades locales (ayuntamientos y diputaciones provinciales). No obstante, la LNL fue poco desarrollada en otros ámbitos, para los que se limita a reconocer el derecho a utilizar el gallego y a obligar a la administración gallega a “fomentar” y “estimular” el uso de la lengua. Este proceso fue calificado de “baja intensidad” (Lorenzo-Suárez, 2005), caracterizado por pocas medidas planificadoras y una escasa intervención sociolingüística. Se trató de evitar el conflicto lingüístico por medio de posiciones de ambigüedad, de tal modo que se puede afirmar, con Lorenzo-Suárez (2009, p. 28), que el objetivo de las políticas lingüísticas era “que o proceso de promoción do galego non lle afectase á posición social do castelán [que el proceso de promoción del gallego no afectase a la posición social del castellano]”; es decir, promover el gallego sin poner en peligro la posición de privilegio del español.

En 2004 se aprobó, también por unanimidad, siendo presidente de la Xunta Manuel Fraga (del Partido Popular, el principal partido, la derecha española), un Plan Xeral de Normalización da Lingua Galega que contiene más de 400 medidas concretas dirigidas a diferentes ámbitos sociales (enseñanza, medios, empresas, juventud). Los objetivos generales eran modestos: garantizar que, “quen así o desexe [quien así lo desee]”, pueda “vivir en galego”, tratar de ampliar los espacios de uso de la lengua y promover su uso con medidas positivas y afables, en “un novo espírito de convivencia lingüística” (p. 39).

Durante varios años el Plan no tuvo ningún desarrollo, más cuando en 2007 el gobierno de la Xunta, formado por socialistas y nacionalistas (el partido de Fraga había perdido las elecciones), aprueba un decreto (Xunta de Galicia, Decreto 124/2007) que desarrolló uno de los puntos del Plan referido al uso de la lengua gallega en la enseñanza, el Partido Popular (PP) decidió utilizar la lengua como arma política, por primera vez en Galicia. El decreto había sido consensuado y apoyado por el PP hasta el día anterior a su publicación y se limitaba a desarrollar lo que establecía el Plan: “garantir que, como mínimo, o alumnado reciba o 50 % da súa docencia en galego [garantizar que, como mínimo, el alumnado reciba el 50 % de su docencia en gallego]” (Xunta de Galicia, Decreto 124/2007). Con esto se trataba de asegurar que al final de la enseñanza obligatoria la competencia lingüística del alumnado fuese equivalente en las dos lenguas oficiales. Hasta el momento la presencia mayoritaria de materias impartidas en español, sumada al resto de condicionantes sociales y ambientales, hacía que las competencias en gallego fuesen significativamente inferiores en gallego que en español. La igualdad de competencias al final de esta etapa educativa está establecida en la LNL y también en las leyes estatales de educación, que se venían incumpliendo en este punto.

En aquel momento se produjo un movimiento, encabezado por una pequeña asociación, que se opuso a este decreto, atacó la política lingüística de la Xunta y reclamó la “libertad de lengua” y el “bilingüismo”, contra la “imposición del gallego” (Regueira, 2009; Recalde, 2011). Esta reacción fue ampliamente difundida por la prensa gallega y madrileña y apoyada por los partidos de derecha y de extrema derecha española, así como por los sectores más activos del nacionalismo español, que en estos años se habían rearmado ideológicamente contra las lenguas diferentes de la española y, sobre todo, contra los movimientos nacionalistas catalanes, vascos y gallegos (vid. apartado La querella del estándar). El PP, que había hecho suya esta campaña contra la “imposición del gallego”, ganó las elecciones autonómicas de 2009 y el decreto fue sustituido por otro que rebaja el porcentaje de asignaturas en gallego al 30 % y deja la lengua de las escuelas infantiles a elección de los padres, lo cual significa que en las ciudades la escolarización infantil se produce en español. Por otra parte, se eliminó el requisito de conocer la lengua gallega para acceder a puestos oficiales en la administración autonómica, que incluye los aparatos educativo, sanitario y judicial, entre otros. El gallego, por primera vez, daba acceso a recursos sociales y económicos que habían sido el feudo de grupos sociales instalados en español, que vieron amenazadas sus posiciones de privilegio (vid. apartado La querella del estándar).

El resultado fue no solo la detención, sino un retroceso de las políticas de normalización lingüística del gallego, con recortes a los apoyos a la lengua, retrocesos en la educación y en la administración. Pero sobre todo se lanzaba a la sociedad el mensaje de que el gallego es una lengua subalterna, restringida a ciertos ámbitos internos, mientras que para las cuestiones relevantes se impone el español. Las consecuencias se hicieron notar especialmente en la disminución de la competencia lingüística del alumnado de enseñanza media y en que en las ciudades es muy difícil o imposible escolarizar a una niña o a un niño en gallego: en las escuelas infantiles de las ciudades de más de 50000 habitantes solo el 6.57 % del alumnado recibe educación en gallego, como recoge el informe del Consejo de Europa de 2016. Además, las actitudes negativas contra la lengua, que habían estado ocultas o se habían expresado con sordina, salieron a la luz (Regueira, 2009; Recalde, 2011).

Un problema añadido es que la Xunta de Galicia es casi el único agente normalizador (Lorenzo-Suárez, 2009, p. 27). Existen algunas asociaciones civiles, relacionadas en algunos casos con partidos nacionalistas, como la Mesa pola Normalización Lingüística, pero sus acciones están más centradas en reclamar la actuación de la Xunta que en emprender iniciativas propias. Algunos grupos, no obstante, han realizado acciones puntuales con resultados notables. Una de ellas es la asociación PuntoGal8, iniciada por un grupo de ingenieros informáticos al que se sumaron personas e instituciones culturales y políticas, que consiguió en 2013 un dominio de primer orden (.gal) para la visibilización de la lengua y la cultura gallega en Internet, el segundo de este tipo después del catalán (.cat).

El gallego en la sociedad actual