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Este comentario fácil de leer acerca del libro de Apocalipsis traerá claridad acerca de algunos de los más grandes problemas de nuestro tiempo. Mostrará que antes de la Segunda Venida de Cristo, una serie de eventos deben tener lugar. Los Dos Testigos deben aparecer, así como los Diez Reyes y el Hombre de Pecado. El Dr. Bailey disipa la confusión que rodea a estas increíbles revelaciones del apóstol Juan, y al mismo tiempo pone énfasis a la importancia de no solamente conocer las verdades de los últimos días, sino también el estar preparados a través de la santidad para poder encontrarnos con el Señor en las nubes.
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APOCALIPSIS
Título original en inglés: “The Revelation of Jesus Christ”
© 1996 Brian J. Bailey
Versión 1.0 en inglés
Título en español: “Apocalipsis”
© 2001 Brian J. Bailey
Versión 2.0 en español (2024)
Diseño de portada:
© Brian J. Bailey y sus licenciadores
Todos los derechos reservados
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico o mecánico, sin permiso por escrito del editor, excepto en el caso de citas breves en artículos o reseñas.
A menos que se indique lo contrario, las citas son tomadas de la Santa Biblia, versión Reina-Valera © 1960, propiedad de las Sociedades Bíblicas Unidas.
Traducción: Equipo de traducción- Honduras.
Edición: IBJ-Guatemala, Carla B.
Segunda edición en castellano: Marlene Z, octubre 2023
Publicado por Zion Christian Publishers.
Publicado en formato e-book en 2024
En los Estados Unidos de América.
Para más información, favor de contactar a:
Zion Christian Publishers
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www.zionfellowship.org
ISBN versión electrónica (E-book) 978-1-59665-775-5
Al equipo de traducción de Honduras, que realizó la traducción de este libro al español.
Al equipo editorial de IBJ-Guatemala, Carla B. y Marlene Z. por la corrección de pruebas, y detalles tipográficos de esta obra.
Equipo Editorial de ZCP: Carla B., Anita K., David K., Hannah S., Suzanne Y.
Deseamos extender nuestro agradecimiento a todas esas personas queridas, pues sin sus muchas horas de inestimable ayuda este libro no hubiera sido posible. Estamos verdaderamente agradecidos por su diligencia, creatividad y excelencia en la compilación de este libro para la gloria de Dios.
Al presentar este libro que trata sobre uno de los temas más difíciles y controversiales de la Biblia, lo hacemos en el espíritu de amor y humildad, sin desear que se nos tome por personas que sostienen opiniones contrarias solo para ser diferentes. Tampoco dejamos de apreciar los aspectos académicos y espirituales que muchos comentaristas han expuesto a través de los siglos. Oramos para que este libro ayude a esclarecer algunos de los pasajes oscuros del libro de Apocalipsis, y para que sea usado como medio de convencer a los creyentes para que caminen en pureza todos los días de su vida.
Existen fundamentalmente tres interpretaciones principales de escatología, o estudio de los tiempos del fin, relacionados con la Segunda Venida de Cristo y Su posterior Reino Milenial sobre la Tierra.
1.El punto de vista del amilenialismo tiene su origen en las obras de San Agustín, quien vivió en el Siglo IV d.C. En un principio él consideró que el Reino Milenial de Cristo tendría lugar entre Su Primera y Segunda Venida. Sin embargo, viendo el deplorable estado del mundo aún en su tiempo, él asumió que el Reino de Dios era meramente espiritual y que se encontraba en los corazones de los fieles. Por lo tanto, no admitió un reino visible de Cristo sobre la Tierra.
2. El punto de vista del postmilenialismo se originó en el Siglo XVII con un ministro unitario llamado Daniel Whitby. Él creyó que el evangelio penetraría en toda la humanidad, y que daría como resultado un Milenio de paz después del cual regresaría el Señor. Los acontecimientos han probado la inexactitud de esta teoría, y el número de sus seguidores ha disminuido considerablemente.
3. El punto de vista del premilenialismo era el criterio que mantuvo la Iglesia primitiva. Sostiene que el Señor regresará y gobernará personalmente por mil años sobre la Tierra. Nosotros creemos que esta es la opinión correcta, expuesta con claridad en las Escrituras.
Otro aspecto muy importante que debe ser abordado, relacionado con el método de interpretar los sucesos de los últimos días, es el tiempo en que tendrá lugar el rapto de la Iglesia. Existen varias escuelas de pensamiento que son importantes, y que prácticamente incluyen a todos los diversos proponentes de la escatología.
1. El rapto pretribulacional. Esta teoría tiene sus orígenes en las enseñanzas de John Darby y la Hermandad de Plymouth de comienzos del Siglo XIX. Enseña que el Señor vendrá por Su Iglesia antes de que empiecen los últimos siete años de la Era de la Iglesia (o sea la última semana del período de setenta semanas de Daniel en Dn. 9:24-27), y que la Iglesia no pasará por la Tribulación. En cierto sentido, sugiere que el Señor puede regresar en cualquier momento.
2. El rapto midtribulacional. Esta es una opinión más reciente que es acogida por varios eruditos que consideran que los criterios de los raptos pretribulacional y el postribulacional son incompatibles con la verdad de la Palabra de Dios. Enseña que la Iglesia será raptada a mediados de los últimos siete años de la Era de la Iglesia, justo antes de los tres años y medio de la Gran Tribulación.
3. El rapto postribulacional. Esta teoría enseña que la Iglesia pasará por todos los juicios de los últimos días, incluyendo la Gran Tribulación, las trompetas y las copas.
Sin embargo, hasta el proponente más tenaz de cualquiera de las teorías anteriores admitirá que ninguno de estos criterios puede responder adecuadamente a todas las objeciones en su contra. Por eso, en el espíritu de amor y conciliación, nos parece apropiado observar con objetividad una opinión más, que sea capaz de vencer las discrepancias dirigidas a estas otras teorías.
Como ya lo han señalado muchos teólogos, debo aceptar la opinión de que la Iglesia no es raptada al inicio del período de siete años. Esto lo dicen con claridad las Escrituras. Ciertamente, la Iglesia primitiva no tenía este criterio y un estudio objetivo de las enseñanzas del Señor mismo y del apóstol Pablo, nos llevaría a la conclusión de que el Señor vendrá en las nubes por Su pueblo hasta después de la Gran Tribulación.
Más adelante, al extraer de este maravilloso libro pasaje por pasaje, procuraré sugerir un período de tiempo posible, sin ser absoluto ni rígidamente dogmático. Mi creencia personal es que el Señor mismo le esclarecerá en gran manera esto a Su Iglesia en el tiempo que Él ha determinado. Estas opiniones son presentadas al pueblo de Dios como una propuesta. Sin embargo, considero que debo ser firme en cuanto a que la Iglesia pasará por la Gran Tribulación. Con esto en mente, contemplemos este libro con oración, teniendo un corazón receptivo y pidiéndole al Señor que nos instruya.
El libro de Apocalipsis fue escrito durante el reinado del emperador romano Domiciano, que gobernó desde el año 81 d.C. hasta el año 96 d.C. Apocalipsis es fundamentalmente cronológico, centrándose en su mayor parte en el período final de la Era de la Iglesia.
Los capítulos 1-3 de Apocalipsis contienen la introducción y mensajes a las siete iglesias de Asia, situadas dentro de un radio de cien millas la una de la otra. Juan el Amado fue el supervisor espiritual de estas siete iglesias. Había sido enviado al exilio en la Isla de Patmos que quedaba a solo unas pocas millas de la costa de Éfeso. Fue en esta isla que el Señor le dio la comisión a Juan de escribir el libro de Apocalipsis.
En Apocalipsis 4:1 el Espíritu sacó a Juan del Siglo I y lo llevó al futuro para ver el fin de la Era de la Iglesia, los juicios de Dios sobre los impíos y el surgimiento del Anticristo y de la iglesia falsa. Vio también la gloriosa Iglesia de Jesucristo, preparada y emergiendo victoriosa de la Gran Tribulación, lista como la Esposa radiante para la Segunda Venida de Cristo. El apóstol además tuvo una revelación de la Nueva Jerusalén y del Cielo Nuevo y la Nueva Tierra, que serán creados después del Reino Milenial de Cristo sobre la Tierra.
El libro de Apocalipsis cumple la máxima de San Agustín, que dijo: “El Nuevo Testamento está oculto en el Antiguo Testamento. El Antiguo Testamento está revelado en el Nuevo Testamento”. Ya que el libro de Apocalipsis contiene más de 550 referencias del Antiguo Testamento, es seguro declarar que contiene la culminación de toda la profecía del Antiguo Testamento que aún no se ha cumplido.
Apocalipsis es realmente el libro que le pone un broche de cierre al plan de Dios para todas las edades. Lo que tuvo su principio en el libro de Génesis encuentra su consumación en Apocalipsis. De hecho, hay muchas semejanzas interesantes entre estos dos libros extraordinarios, que pueden contemplarse en los ejemplos siguientes:
Otro detalle digno de mencionar es que el libro está dominado por el número siete, que en numerología bíblica significa consumación. En el libro de Apocalipsis hay cincuenta y cuatro “sietes” (o 3 x 18 sietes), lo que significa que hay fuerza divina para consumar todo lo que Dios se ha propuesto para esta era del hombre sobre la Tierra.
Hay fundamentalmente tres escuelas de interpretación del libro de Apocalipsis. Se llaman métodos de interpretación preteritivo, histórico y futurista.
El método de interpretación preteritivo contempla los sucesos del libro de Apocalipsis como ya cumplidos en la época del Imperio romano en la Iglesia primitiva. Esta interpretación fue desarrollada por un sacerdote jesuita español, de apellido Alcázar, quien murió en 1614. El propósito de esta interpretación era contrarrestar a la escuela protestante de Teología, que afirmaba que Babilonia era la iglesia católica romana. El método de interpretación preteritivo no es exacto. Fue desarrollado solamente para justificar la existencia de la iglesia católica romana.
El método histórico de interpretación depende de un buen conocimiento de la historia, porque enseña que los capítulos 1 al 22 de Apocalipsis se cumplieron en el transcurso de los mil novecientos años de historia de la Iglesia. Esta opinión presenta diversos problemas. Para mencionar solo uno, según transcurren los años el método histórico va modificándose para encajar los sucesos actuales a su esquema del tiempo del fin. Este método de interpretación carece de validez y de credibilidad.
La opinión futurista es aceptada por la mayor parte de la Iglesia. Es el método de interpretación correcto y bíblico. El método de interpretación futurista contempla el capítulo 1 de Apocalipsis como la introducción. Los capítulos 2 a 3 de Apocalipsis, como los mensajes a las siete iglesias del tiempo de Juan, y los capítulos 4 a 22 de Apocalipsis, como los sucesos que se relacionan con el futuro. Este método aplica la mayor parte del libro de Apocalipsis al fin de la Era de la Iglesia, declarando que el libro de Apocalipsis aún no se ha cumplido.
BOSQUEJO POR CAPÍTULOS
1:1-2 - “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto”.La palabra “revelación” significa destapar, develar o revelar. Los versículos 1 a 2 nos hacen comprender cómo llegó a existir este libro. Dios Padre le dio este libro a Jesús después de Su ascensión al Cielo.
Cristo dijo en Mateo 24:36 refiriéndose al tiempo de Su Segunda Venida: “Pero del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino solo mi Padre”. Dios Padre es el Único que sabe con exactitud el día y la hora de la Segunda Venida de Cristo. Como Hijo del Hombre, la revelación que Jesús tuvo de los últimos días no era completa mientras Él estuvo en la Tierra. Tuvo que crecer en conocimiento, igual que nosotros. Sin embargo, después de ascender al Padre, en los Cielos, supo todas las cosas. El Padre le dio a Jesús el libro de Apocalipsis, Quien por medio de un ángel se lo envió después a Juan.
Juan fue el último apóstol sobreviviente del Cordero (del grupo original de doce). Escribió cinco libros del Nuevo Testamento, el Evangelio de Juan, las Epístolas I, II y III de Juan, y el libro de Apocalipsis.
Juan tenía alrededor de noventa años de edad cuando recibió este libro. En su primera epístola dijo: “Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo” (1 Jn. 1:3).
Juan conocía íntimamente la Palabra y entendía los caminos de Dios. Recibió su revelación más grande en la vejez. Hay cierta pureza que se forja en los hombres y mujeres que perseveran en caminar con Dios a medida que envejecen. Como dijo Cristo: Si permanecemos en Su Palabra, conoceremos la verdad, y la verdad nos hará totalmente libres (Jn. 8:31-32).
1:3 - “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. Esta constituye la primera de “las siete bienaventuranzas del libro de Apocalipsis”. Las otras se encuentran en el capítulo 14:13, 16:15, 19:9, 20:6, 22:7 y 22:14. Muchas de las grandes divisiones de la Biblia comienzan con sus propias bienaventuranzas, que son las claves para recibir las bendiciones que el Señor le desea otorgar a Su pueblo.
El Pentateuco (Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio) contiene los Diez Mandamientos, de los cuales el Señor dijo en Deuteronomio 6:17-19: “Guardad cuidadosamente los mandamientos de Jehová vuestro Dios, y sus testimonios y sus estatutos que te ha mandado. Y haz lo recto y bueno ante los ojos de Jehová, para que te vaya bien, y entres y poseas la buena tierra que Jehová juró a tus padres; para que él arroje a tus enemigos de delante de ti, como Jehová ha dicho”.
El libro de Salmos comienza con el pronunciamiento de una bienaventuranza para los que no andan en camino de pecadores y que meditan continuamente en la Palabra de Dios. “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Sal. 1:1-3).
El primer mensaje de los profetas fue el arrepentimiento y el retorno a la Ley. Se pronunció una bienaventuranza sobre los que hacen esto. El profeta dijo en Isaías 56:1-2: “Así dijo Jehová: Guardad derecho, y haced justicia; porque cercana está mi salvación para venir, y mi justicia para manifestarse. Bienaventurado el hombre que hace esto, y el hijo de hombre que lo abraza; que guarda el día de reposo para no profanarlo, y que guarda su mano de hacer todo mal” (ver también Is. 1:18-20).
Como ya se sabe, el Nuevo Testamento tiene las bienaventuranzas que pronunció el Señor mismo en Su Sermón del Monte. El Señor dio estas nueve bienaventuranzas en Mateo 5:1-12: “Viendo la multitud, subió al monte; y sentándose, vinieron a él sus discípulos. Y abriendo su boca les enseñaba, diciendo: Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que fueron antes que vosotros”.
Ahora regresemos a la primera bienaventuranza del libro de Apocalipsis. En muchos sentidos es extraordinaria. Primero que todo, el Señor pronuncia una bendición sobre los que leen o que simplemente oyen las palabras de esta profecía. Solamente en esta porción de las Escrituras se garantiza que la lectura de un libro traerá bendición al lector. Observe que el Señor no dice que debemos entender el libro para recibir la bendición, sino que simplemente lo debemos leer u oír.
Además, el libro de Apocalipsis es llamado profecía, ligándolo por tanto al fluir profético que se encuentra especialmente en los profetas mayores y menores del Antiguo Testamento. Esto es sustentado por el hecho de que en el libro de Apocalipsis, muchos temas e ilustraciones de los sucesos del tiempo final, se asemejan a lo enunciado en los libros de los Profetas del Antiguo Testamento.
Hay una amonestación a guardar los dichos de este libro: “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. Esta advertencia de guardar los mandamientos de este libro se repite en el capítulo 22:9: “Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios”.
1:4 - “Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia y paz a vosotros, del que es y que era y que ha de venir, y de los siete espíritus que están delante de su trono”. El versículo 4 nos dirige a las siete iglesias de Asia. Para el lector moderno, es necesario mencionar que Asia era el nombre que se le daba a una provincia romana en la parte occidental del país que hoy se conoce como Turquía.
Estas siete iglesias fueron las que recibieron atención apostólica de parte del apóstol Juan ya en su vejez. Él las visitaba haciendo una ronda, de la misma manera que el profeta Samuel lo hizo, viajando a varias ciudades de Israel. “Y juzgó Samuel a Israel todo el tiempo que vivió. Y todos los años iba y daba vuelta a Bet-el, a Gilgal y a Mizpa, y juzgaba a Israel en todos estos lugares. Después volvía a Ramá porque allí estaba su casa, y allí juzgaba a Israel; y edificó allí un altar a Jehová” (1 S. 7:15-17).
Estas siete iglesias se enumeran en Apocalipsis 1:11: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”. Ellas fueron las primeras beneficiarias de esta profecía excepcional.
Después de dirigirse a las siete iglesias de Asia, Juan hace el saludo neotestamentario tradicional de “gracia” (1:4). La gracia es capacitación divina para triunfar sobre todos los obstáculos y luchas que encontramos en nuestra peregrinación de la Tierra al Cielo. Gracia también significa el favor inmerecido de Dios, que se recibe cuando nos humillamos delante del Señor.
Asimismo, Juan las saluda con “paz, y la paz fue el saludo del Señor a Sus discípulos antes y después de Su resurrección. La paz es el don más preciado de la humanidad, ansiado por naciones y pueblos en todas partes, pero tan escasamente encontrado. Cristo les dijo a Sus discípulos en Juan 14:27: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo”. El apóstol Pablo les dijo a los creyentes de Filipos: “Por nada estés afanosos [muy ansiosos], sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará [guarnecerá] vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4:6-7). Solamente del Príncipe de Paz proviene la paz y se les concede a Sus amados. La paz se les da a los justos.
Vale la pena observar también que esta salutación tradicional procede del “que es y que era y que ha de venir”. Esta pequeña frase acerca del Señor “que es y que era y que ha de venir” es muy importante. Este título del Señor Jesucristo se repite de diversas maneras a través de las páginas del libro de Apocalipsis. Hay una razón precisa para esto. Es para enfatizar el hecho de Su resurrección y preexistencia como el Hijo del Hombre, pero también Su regreso. Jesús está vivo hoy.
En esos términos, ya que todo testimonio tiene que ser confirmado por la boca de dos o tres testigos, el saludo proviene también de los siete Espíritus de Dios, que se nos presentan por nombre en Isaías 11:2. Estos siete Espíritus del Señor son una extensión de la Persona del Espíritu Santo.
1:5 - “Y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó y nos lavó de nuestros pecados con su sangre”.Jesucristo es el testigo fiel. Estas palabras hacen eco de lo que Pablo escribió muchos años antes en 1 Timoteo 6:13: “Te mando delante de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Jesucristo, que dio testimonio de la buena profesión delante de Poncio Pilato”.
Jesús también es “el [primogénito] de los muertos”. Esto se repite en Colosenses 1:18. Cristo fue el primero en recibir un cuerpo resucitado. Pablo dijo en 1 Corintios 15:20: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho”. El Señor Jesús conquistó la muerte.
Ahora, con una elegante sencillez, Juan declara la autoridad y la majestad de Cristo con el título maravilloso “El Soberano de los reyes de la Tierra”. Este título significa que Cristo es el Único que tiene la preeminencia sobre los reyes terrenales. El Señor Jesús es el Rey de reyes, y reina sobre todos los gobernantes de la Tierra.
En su acostumbrada forma de expresarse, Juan declara entonces el amor de Jesús por nosotros. Se asemeja a la declaración que hizo en Juan 13:1 acerca del amor infalible{1} que Jesús les manifestaba a Sus discípulos. “Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. Aun en la hora de Su mayor necesidad, el Señor se derramó a{2} Sí mismo por Sus discípulos y dio por ellos todo lo que tenía. ¡Ese es amor verdadero! El amor lo obligaba a entregarlo todo.
Finalmente, Juan evoca el supremo sacrificio de Jesús por nosotros. Cristo no solo derramó Su sangre por nosotros, sino que lavó nuestros pecados con Su preciosa sangre que fluyó del Calvario. Esta palabra “lavó” puede ser traducida también como “liberó o soltó”. El Señor nos lavó, nos hizo blancos como la nieve (ver Is. 1:18) y nos liberó de nuestros pecados con Su sangre.
1:6 - “Y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”. Juan declara la razón principal para que seamos limpiados: es que podamos convertirnos en reyes y sacerdotes para Dios. Esta, de ninguna manera, es una verdad aislada. Era el plan y propósito original para los hijos de Israel. El Señor les dijo a los hijos de Israel en Éxodo 19:6: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa”. El Señor Jesucristo es un Rey, pero también es un Sacerdote según el orden de Melquisedec. Por lo tanto, desea que nosotros también seamos reyes y sacerdotes espirituales. Esta es una verdad que vemos desarrollada con más detalle en Apocalipsis 5:9-10.
1:7 - “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Si, amén”. Uno de los hechos mejor definidos acerca de la Segunda Venida del Señor Jesucristo es que Él viene con las nubes (cf. Dn. 7:13) y que todo ojo le verá. No habrá una venida en secreto. Esta verdad se repite una y otra vez a través de las Sagradas Escrituras. Cristo declaró en Mateo 24:30: “Entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”.
En los registros de la ascensión de Jesús al Cielo cuarenta días después de Su resurrección, tenemos un cuadro de Su Segunda Venida. Leemos en Hechos 1:9 11: “Y habiendo dicho [Cristo] estas cosas, viéndolo ellos, fue alzado, y le recibió una nube que le ocultó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo, entre tanto que él se iba, he aquí se pusieron junto a ellos dos varones con vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo”.
El Señor Jesucristo regresará a la Tierra de la misma manera que ascendió a los Cielos. Por esta razón, sabemos varias cosas acerca de Su regreso. Vendrá con las nubes. Además, ya que ascendió a los Cielos desde el monte de los Olivos (Hch. 1:12), cuando regrese Sus pies tocarán el monte de los Olivos (Zac. 14:4). Y todo ojo le verá. Toda la gente alrededor del mundo al mismo tiempo le verá debido a Su omnipresencia.
Asimismo, todos los que le traspasaron le verán. Zacarías 12:10 dice: “Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito” (ver Sal. 22:16; Is. 53:5).
1:8 -“Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso”. Aquí Cristo se revela a Sí mismo como el “Alfa y Omega”. La primera letra del alfabeto griego es Alfa y la última es Omega. Esto enfatiza el hecho de que el Señor es el principio y el fin de todas las cosas. Pablo realza esta verdad en Filipenses 1:6 al decir: “Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”.
Ya que el Señor es el Alfa y la Omega, podemos estar seguros de que el que empezó la obra en nosotros la completará. Él es el “autor y consumador de nuestra fe” (He. 12:2). Por lo tanto, lo que Dios se propuso desde antes de la fundación del mundo, ya sea para una nación o para un individuo, Él lo cumplirá y lo realizará. Debemos estar persuadidos absolutamente de esto en lo profundo del corazón para poder llegar a la meta que Dios tiene para nuestras vidas. Conociendo el carácter inmutable de Dios, podemos decir por fe, juntamente con David: “Jehová cumplirá [o completará] su propósito en mí” (Sal. 138:8).
El Señor declara que Él “es y era y ha de venir”. La repetición constante de esta frase en el libro de Apocalipsis, de ninguna manera está allí por azar, sino que se nos hace para recalcar tanto la certeza de la Segunda Venida del Señor, como la marcada diferencia entre Cristo y el Anticristo.
El Anticristo venidero “era, y no es y ha de venir” (Ap. 17:8, 11). ¿Por qué este contraste? La razón es que Cristo viene desde lo alto con las nubes, pero el Anticristo “subirá del abismo” (ver Ap. 17:8).
El Señor es llamado Todopoderoso, pero el Anticristo es un hombre que vivió antes de escribirse el libro de Apocalipsis. Apocalipsis 13:18 declara con claridad que el Anticristo es un hombre: “Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, pues es número de hombre. Y su número es seiscientos sesenta y seis”.
Isaías 14:12-15 habla de Satanás, el arcángel caído, cuyo nombre anterior era Lucifer. Luego Isaías 14:16 habla del hombre de pecado (cf. 2 Ts. 2:3), uno que se levantará en los últimos días y que será totalmente poseído y puesto en acción por Satanás. Cuando Cristo en Su Segunda Venida destruya y arroje al Infierno al Anticristo, las naciones dirán: “¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos?” (Is. 14:16).
1:9 - “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo”. Juan se identifica a sí mismo con sus lectores. Aunque era un apóstol muy respetado, se llama a sí mismo simplemente su hermano en la familia de Dios. Esto realza la idea de identificación. Lo mismo es cierto del profeta Ezequiel, quien testificó: “[…] Me senté donde ellos estaban sentados […]” (Ez. 3:15). Es decir, él se identificaba con la gente a quien ministraba, y podía entender sus necesidades.
Juan también dice que es su compañero en la tribulación. Juan no desconocía la tribulación. La Iglesia neotestamentaria fue iniciada con tribulación y la Iglesia de los últimos días acabará con la Gran Tribulación. Hechos 14:22 nos dice que “a través de muchas tribulaciones entramos en el reino de Dios”. El trasfondo de esta declaración abrumadora es la ocasión en que Pablo fue apedreado en Listra. ¿Se da cuenta usted de cómo entraban en el Reino de Dios los santos neotestamentarios? Era a través de muchas tribulaciones y persecuciones.
Las mayores persecuciones contra la Iglesia de Jesucristo están todavía por venir. Cristo declaró en Marcos 13:19 acerca de los últimos días: “Porque aquellos días serán de tribulación cual nunca ha habido desde el principio de la creación que Dios creó, hasta este tiempo, ni la habrá”.Juanrecibió el libro de Apocalipsis durante un tiempo de tribulación. Esto puede aplicarse también a los cristianos de hoy. Es durante las épocas de pruebas y aflicciones, que los santos experimentan y reciben las revelaciones más grandes de sus vidas.
“Copartícipe vuestro [...] En el reino y en la paciencia de Jesucristo”. La palabra “hupomone” es el término griego para “paciencia”, y significa: una perseverancia firme y conquistadora. Esta clase de paciencia convierte todos los tipos de sufrimiento en gloria. El camino del Reino es el camino de la perseverancia. Esta perseverancia se encuentra en la Persona de Cristo.
El mismo Señor soportó hasta el final, y dijo en Mateo 24:13: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo”. Esto se aplica en especial a la Iglesia de los últimos días ya que fue dicho en el contexto de los días previos a la Segunda Venida.
La última semana de la vida de Cristo sobre la Tierra fue Su hora más oscura, pero a la vez, fue Su hora más grandiosa. La última semana de la vida y ministerio de Cristo es un tipo de los últimos días de la Iglesia. Aunque experimentó los mayores sufrimientos, también recibió la mayor gloria que pueda existir, culminando con Su victoria en la cruz. ¡Y yo recalco que fue una victoria, no una derrota!
A pesar de que el libro de Apocalipsis se dio como fuente de consuelo para los cristianos sufrientes en los días de Juan, y para los santos de Dios que padezcan persecución en todas las épocas, tiene una aplicación especial para la Iglesia de los últimos días. Declarando el triunfo final de Dios y de Cristo sobre Satanás, el Anticristo, el Falso Profeta y la iglesia falsa, Apocalipsis nos da seguridad acerca de nuestra victoria postrera si continuamos caminando en la luz. ¡Cuánta seguridad tenemos en Jesús!
1:10 - “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta”. El día del Señor es el domingo. Este fue el día en que Cristo se levantó de entre los muertos. El día de reposo del Antiguo Testamento era el sábado. El domingo es tanto el primer día como el octavo día de la semana. El número ocho significa nueva vida, un nuevo orden y un comienzo nuevo en los propósitos de Dios; en esta ocasión, significa la inauguración de la Era de la Iglesia con la muerte de Cristo en la cruz y Su consiguiente resurrección.
1:11 - “Que decía: “Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”. Cristo es el Alfa y la Omega. Este título se usa dos veces en el capítulo 1 y también en Apocalipsis 21:6 y 22:13.
En la Palabra de Dios las repeticiones se usan para hacer énfasis. Por consiguiente, no se deben pasar por alto. Esto queda claro desde Génesis 41:32, en donde José dijo: “Y el suceder el sueño a Faraón dos veces, significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla”. Queda claro que el Señor desea hacer hincapié en que completará la obra que ha comenzado, (ver Ro. 9:28). ¡Verdaderamente, “el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará! (Fil. 1:6).
“Lo que veas, escríbelo en un libro, y envíalo a las siete iglesias”. Esta fue la comisión que se le dio a Juan de escribir el libro de Apocalipsis. El ministerio de un escritor exige una unción y una gracia especiales, además de una dotación única y un alto grado de preparación. Salomón dijo en Salmos 45:1: “Rebosa mi corazón palabra buena; dirijo al rey mi canto; mi lengua es pluma de escribiente muy ligero”. Cuando escribimos bajo la unción del Espíritu Santo, arde nuestro corazón en nuestro interior.
En Apocalipsis 1:12-17 Juan recibe una revelación novedosa de parte de Jesucristo. Esta fue una revelación de Cristo en Su plenitud. Por tres años y medio, Juan se acostumbró a ver al Señor en Su forma terrenal, pero ahora recibe una mayor revelación de la plenitud de Cristo. En la última cena, Juan se reclinó sobre el pecho de Jesús, pero esta revelación nueva hizo que Juan cayera postrado como muerto a los pies de Jesús. Las manifestaciones de Jesús tienen distintos niveles. En los Cielos, también hay niveles de luz. Entre más cerca estemos del trono de Dios, más brillante y fuerte se vuelve la gloria.
El esplendor de la gloria que se nos revela, depende de nuestro desarrollo espiritual. Hay ocasiones en que Cristo modera la gloria de Su manifestación de tal manera que le podamos contemplar (cf. Ex. 34:33-35). En la vida de Juan hubo un despliegue continuo de la belleza y Persona de Jesús, y así debe suceder con nosotros.
En Juan 14:21 Cristo nos dio la clave para tener una revelación incesante y creciente de Su Persona y naturaleza. Cristo dijo: “El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él”. La palabra manifestar significa “revelar y mostrar abiertamente”. La clave para esta exposición de la belleza y Persona del Señor, es la obediencia a Sus mandamientos.
Cada vez que el Señor se nos revela, hay un poder transformador para desarrollar en nosotros ese nombre y rasgo específico de Cristo que nos es revelado. 2 Corintios 3:18 declara que “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu Santo”. Es el Espíritu Santo el que nos lleva de un nivel de gloria al siguiente. Cada uno de nosotros puede recibir una revelación progresiva de la belleza y el carácter de Cristo. A veces esto ocurre visiblemente, cuando tenemos los ojos ungidos para ver a Jesús en el Espíritu.
El secreto para ser transformados se encuentra en 1 Juan 3:2: “Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es”. A medida que contemplamos a Cristo y le veamos en toda Su belleza, seremos transformados a Su imagen y semejanza. Nos convertimos en aquello en lo que centramos nuestro corazón y atención. Si tenemos ojos de paloma para el Señor, y si nuestro corazón está ceñido a Él, nos volveremos semejantes a Él a medida que le contemplamos.
1:12-13 - “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro”. Juan vio a Cristo ataviado con Sus vestiduras de Sumo Sacerdote que llegaban hasta los pies. Este atuendo estaba hecho de lino fino, que significa justicia (Ap. 19:8). Por lo tanto, cada aspecto de la vida de Cristo estaba lleno de justicia. El cinto de oro significa servicio divino y la dignidad de un cargo, una posición y el carácter de una persona. En este caso, en lo que atañe al Señor, el oro es emblema de la deidad o de la naturaleza divina, y el cinto significa verdad y fidelidad (Is. 11:5).
1:14 - “Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego”. Los cabellos blancos siempre simbolizan sabiduría. Recuerde, en Cristo están escondidos “todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col. 2:3). Sus ojos eran como llama de fuego. Esto significa la visión penetrante de Cristo. La mirada del Señor atraviesa a una persona y saca a luz lo que está escondido.
1:15 - “Y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas”. El bronce simboliza juicio. El bronce no cambia con el tiempo. Los pies de bronce indican perennidad en Sus juicios y una norma inflexible para la caminata del cristiano. Cristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos. La ética situacional no existe. ¡Las normas de Dios nunca cambian!
El agua significa vida. Jesús dijo en Juan 6:63: “El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida”.Cuando Cristo habla, Sus palabras tienen el sonido de muchas aguas (cf. Sal. 29:3).