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Ya que el tema del liderazgo recientemente ha aumentado en popularidad, la pregunta que debemos hacernos es: “¿será que el carácter tiene importancia?”. En este libro de los reyes de Judá, se nos revela un marco sombrío a través las vidas de estos reyes.
Este libro es un breve estudio de las vidas de los veinte reyes de Judá con una explicación más detallada acerca de los reyes mayores: Josafat, Ezequías, y Josías. Mediante este estudio de sus vidas, decisiones, e influencia, los lectores descubrirán claves y advertencias que les ayudarán a evitar los peligros y riesgos de la vida, y les permitirán encontrar y mantenerse en el camino de la vida eterna.
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LOS REYES DE JUDÁ
DR. BRIAN J. BAILEY
Título original en inglés: “The Kings of Judah”.
© 2005 Brian J. Bailey
Versión 1.2 en inglés (2017)
Título en español: “Los reyes de Judá”.
© 2006 Brian J. Bailey
Versión 3.0 en español (2024)
Diseño de portada:
© Brian J. Bailey y sus licenciadores
Todos los derechos reservados
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningún medio, ya sea eléctrico o mecánico, sin permiso por escrito del editor, excepto en el caso de citas breves en artículos o reseñas.
A menos que se indique lo contrario, las citas son tomadas de la Santa Biblia, versión Reina-Valera © 1960, propiedad de las Sociedades Bíblicas Unidas.
Traducción al español por: Equipo de traducción de Guatemala.
Tercera edición en castellano: Marlene Z., Honduras, junio 2024
Publicado por Zion Christian Publishers.
Publicado en formato e-book en 2024
En los Estados Unidos de América.
Para más información, favor de contactar a:
Zion Christian Publishers
Un ministerio de Zion Fellowship ®
P.O. Box 70
Waverly, NY 14892
Tel: (607) 565-2801
Fax: (607) 565-3329
www.zcpublishers.com
www.zionfellowship.org
ISBN versión electrónica (E-book) 978-1-59665-393-1
Al equipo de trabajo de Instituto Bíblico Jesucristo - Guatemala, por su labor en la traducción y edición de la versión en castellano.
Al equipo editorial de ZCP: Carla B., Suzette T., Mary H., David K., Justin K., Sarah K., Raquel P., Bethesda S., Caroline T. y Suzanne Y.
Queremos hacer extensiva nuestra gratitud a estas queridas personas, porque sin ellas, y sin sus muchas horas de invaluable ayuda, este libro no habría sido posible. Estamos realmente agradecidos por su diligencia, creatividad y excelencia en la compilación de este libro para la gloria de Dios.
En este libro titulado “Los reyes de Judá”, hemos tratado de extraer verdades sobre la vida de ellos, las cuales nos van a capacitarnos para evitar las trampas de la vida, así como también a encontrar y permanecer en el camino de la vida eterna.
Es digno de mencionar que nuestro bendito Señor Jesús habló más en Sus enseñanzas de los peligros y sufrimientos del Infierno, que de los placeres y recompensas del Cielo. Él habló del camino ancho (con todas sus tentaciones), el cual conduce a la destrucción. Del mismo modo, se nos advierte de los peligros del pecado en los primeros nueve capítulos del libro de los Proverbios, el cual es una recopilación hecha por el rey Salomón sobre las enseñanzas que recibió de su padre David.
En la misma idea, estos estudios de los reyes destacan las vidas de los impíos y sus errores, más que las virtudes de los justos. El rey Sabio nos dice: “Un pecador destruye mucho bien” (Ec. 9:18). En estos estudios veremos cuán cierto es esto. Algunos de estos reyes fueron responsables de la destrucción de su nación, incluso alcanzando a muchas generaciones subsiguientes. Las consecuencias del pecado son eternas. Durante nuestra vida, podemos ser responsables de volver a muchos a la justicia y de impactar a las siguientes generaciones con nuestro ejemplo. Lamentablemente, también podemos hacer que muchos no den en el blanco, para su perdición eterna y para nuestra eterna mortificación.
Antes de morir, Moisés clamó a los hijos de Israel en los campos de Moab: “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Dt. 30:19). Que por la gracia de Dios, también nosotros escojamos el camino de la vida y evitemos los errores de la iniquidad de algunos de estos reyes de Judá.
Solamente tres reyes gobernaron sobre el reino unificado (que comprendía las doce tribus de Israel): el rey Saúl, el rey David y el rey Salomón.
Como veremos, el rey Salomón fue sucedido por su hijo Roboam. Durante el reinado de Roboam, el reino se dividió en dos: Israel (el reino del Norte) conformado por diez tribus, y Judá (el reino del Sur) conformado por dos tribus. Roboam continuó reinando en el reino del Sur y fue el primero de los veinte reyes que se sentó sobre el trono de los reyes de Judá.
En este libro trataremos de examinar el carácter de estos reyes del reino del Sur, con el propósito de instruir a todos aquellos que estudian sobre la vida de ellos. Antes de empezar a ver las vidas de estos reyes de Judá, sería conveniente examinar brevemente el trasfondo de los tres reyes anteriores, quienes reinaron sobre las doce tribus de Israel.
El primero en reinar sobre el reino unificado fue el rey Saúl, de la tribu de Benjamín. Fue ungido dos veces. Hay tres etapas en nuestra caminata con el Señor: ser llamados de Dios, ser escogidos por Dios y ser hallados fieles. El Señor nos unge antes de cada etapa. Por lo tanto, el significado de que Saúl fuera ungido solamente dos veces es que fue llamado y escogido por Dios, pero no fue hallado fiel. Saúl llegó a ser un apóstata. Se apartó del Señor y, al final, murió por su desobediencia. Las Escrituras dicen en 1 Crónicas 10:13-14: “Así murió Saúl por su rebelión con que prevaricó contra Jehová, contra la palabra de Jehová, la cual no guardó, y porque consultó a una adivina, y no consultó a Jehová; por esta causa lo mató, y traspasó el reino a David hijo de Isaí”.
Ahora, veremos brevemente la vida de David, abuelo de Roboam y la de Salomón, su padre, para tener un mejor entendimiento de la vida de este primer rey de Judá, y el legado espiritual que dejó como heredad.
El Señor reemplazó a Saúl con el rey David, quien era de la tribu de Judá. Era conocido como profeta, sacerdote y rey. David fue ungido tres veces, indicando que no solo fue llamado y escogido, sino también fue hallado fiel.
En Hechos 13:22, el Señor dijo acerca de David: “He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero”. David siguió al Señor con todo su corazón y no se apartó ni a derecha ni a izquierda, excepto en el caso de Urías heteo, en el que cayó en pecado de adulterio y asesinato (1 R. 15:5). David se arrepintió completamente por estos pecados, aceptó los juicios de Dios y fue completamente restaurado.
David se convirtió en el patrón de medida por el cual todos sus descendientes fueron medidos. Hasta nuestro Señor Jesucristo se humilló a Sí mismo, permitiendo ser llamado Hijo de David. Como resultado de su obediencia y su caminata con Dios, David recibió una maravillosa promesa de Dios. El Señor le prometió serle un Padre para los hijos de David, no solamente para su descendencia directa, sino para su linaje completo.
Esta promesa se encuentra en 2 Samuel 7:12-15, donde el Señor le dice a David: “Y cuando tus días sean cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres; pero mi misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de delante de ti”.
El sucesor del rey David fue su hijo Salomón. Tristemente, Salomón (hijo de David con Betsabé) fue ungido solo dos veces, indicando así que fue llamado y escogido, pero no fue hallado fiel.
Cuando era joven (2 S. 12:24-25), Salomón fue llamado Jedidías (que significa amado del Señor). Cuando llegó a ser rey, buscó al Señor. El Señor le salió al encuentro a Salomón y le dio sabiduría como nunca antes ni después algún hombre haya tenido, y fue tal, que todas las naciones buscaban oír sus palabras. Dios le confió a Salomón el diseño para construir el Templo que sería la habitación del Señor. Hasta hoy, nada en la Tierra ha igualado al Templo en su esplendor, majestuosidad y el hecho que la gloria de Dios habitó allí.
Lamentablemente a pesar de haber sido el rey más rico y más sabio, Salomón no obedeció las reglas que Moisés había dado para los reyes. Una de esas reglas era que un rey no debía tener muchas esposas. Salomón tuvo 700 esposas y 300 concubinas, y muchas de ellas no eran de las tribus de Israel sino de naciones paganas de alrededor (1 R. 11:3).
Esto fue así a pesar de que Dios le había advertido a Su pueblo que no se uniera en matrimonio con los paganos (Ex. 34:14-16). El resultado fue (como Dios ya le había advertido claramente a Moisés), que ellas ciertamente apartaron el corazón de Salomón de seguir a Dios.
Leemos en 1 Reyes 11:1-4: “Pero el rey Salomón amó, además de la hija de Faraón, a muchas mujeres extranjeras; a las de Moab, a las de Amón, a las de Edom, a las de Sidón y a las heteas; gentes de las cuales Jehová había dicho a los hijos de Israel: No os llegaréis a ellas, ni ellas se llegarán a vosotros; porque ciertamente harán inclinar vuestros corazones tras sus dioses. A estas, pues, se juntó Salomón con amor. Y tuvo setecientas mujeres reinas y trescientas concubinas; y sus mujeres desviaron su corazón. Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David”.
Por cuanto el corazón de Salomón se había apartado, podían encontrarse alrededor de los montes de Jerusalén, templos paganos dedicados a fuerzas demoníacas. Esto era contrario a la intención original de Dios, de tener una adoración espléndida a través de Su Templo. Salomón había recibido del Señor una profecía que declaraba que, si él obedecía al Señor, Dios lo establecería a él y a sus descendientes en el trono de Israel por siempre. Sin embargo, si elegía desobedecer al Señor, Israel sería cortada de la Tierra Prometida.
En 1 Reyes 9:4-7, el Señor le dijo a Salomón: “Y si tú anduvieres delante de mí como anduvo David tu padre, en integridad de corazón y en equidad, haciendo todas las cosas que yo te he mandado, y guardando mis estatutos y mis decretos, yo afirmaré el trono de tu reino sobre Israel para siempre, como hablé a David tu padre, diciendo: No faltará varón de tu descendencia en el trono de Israel. Mas si obstinadamente os apartareis de mí vosotros y vuestros hijos, y no guardareis mis mandamientos y mis estatutos que yo he puesto delante de vosotros, sino que fuereis y sirviereis a dioses ajenos, y los adorareis; yo cortaré a Israel de sobre la faz de la tierra que les he entregado; y esta casa que he santificado a mi nombre, yo la echaré de delante de mí, e Israel será por proverbio y refrán a todos los pueblos”.
Por cuanto la vida de Salomón fue tan diferente a la de David, su padre, el Señor hizo que el reino se dividiera después de su muerte. Salomón llegó al trono a los 19 años, reinó durante 40 años y fue sucedido por Roboam. (Para un estudio más amplio, por favor lea nuestro libro titulado Estudio de las vidas de David y Salomón). En la siguiente página hay un cuadro que muestra los reyes de Judá en el tiempo y fecha de su reinado.
REY
AÑOS DE REINADO
FECHA
Saúl
40
1050 - 1010 a.C.
David
40
1010 - 970 a.C.
Salomón
40
970 - 930 a.C.
REY
AÑOS DE REINADO
FECHA
Roboam
17
930 - 913 a.C.
Abías (Abiam)
3
913 - 910 a.C.
Asa
41
910 - 869 a.C.
Josafat
25
872 - 848 a.C.
Joram
8
848 - 841 a.C.
Ocozías
1
841 a.C.
Atalía (la reina)
6
841 - 835 a.C.
Joás
40
835 - 796 a.C.
Amasías
29
796 - 767 a.C.
Uzías
52
792 - 740 a.C.
Jotam
16
750 - 735 a.C.
Acaz
16
732 - 715 a.C.
Ezequías
29
715 - 686 a.C.
Manasés
55
697 - 642 a.C.
Amón
2
642 - 640 a.C.
Josías
31
640 - 609 a.C.
Joacaz
3 meses
609 a.C.
Joacim
11
609 - 598 a.C.
REY
AÑOS DE REINADO
FECHA
Joaquín
3 meses
598 - 597 a.C.
Sedequías
11
597 - 586 a.C.
El primer período
2 Crónicas 10-12; 1 Reyes 25:1-19
A los 41 años, Roboam sucedió a su padre, Salomón, como rey de Judá. Comprender las vidas de David y Salomón nos ayudará, en gran manera, en nuestro estudio de la vida de Roboam.
Roboam vivió todo el período que su padre estuvo en el trono. Había jugado sobre las rodillas de su abuelo David. Tristemente, en lugar de imitar a David, o aun de reflejar los primeros pasos de Salomón, su padre, en su caminata con Dios, él tomó la naturaleza que Salomón desarrolló en su vejez.
En Eclesiastés 4:3-14, Salomón escribió lo siguiente, y se cree que lo hizo refiriéndose a sí mismo en su ancianidad: “Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y necio que no admite consejos; porque de la cárcel salió para reinar, aunque en su reino nació pobre”.
Durante los últimos 20 años de su reinado, Salomón tuvo consejeros pero no los escuchó. Aunque les dijo a los demás lo que debían hacer, no siguió sus propios preceptos. Hay muchas personas que, como él, no caminan en los preceptos que enseñan. Salomón estableció en Eclesiastés 11:3: “[…] En el lugar que el árbol cayere, allí quedará”, esto significa que, como nos hallemos al morir, así quedaremos para la eternidad. Nuestro final es más importante que nuestro comienzo.
Cuando Roboam llegó al trono, había una cobertura sobre él. Este manto era el del rey David: Dios prometió corregir y castigar a los hijos de David si ellos se apartaban de los caminos de Dios (2 S. 7:12-15). Sin embargo, Roboam recibió otra profecía sobre él. Salomón caminó de forma opuesta a David su padre, y no siguió al Señor con todo su corazón. Como resultado, de acuerdo con las profecías en 1 Reyes 9:7-8 y 1 Reyes 11:31-36, Dios le iba a quitar diez tribus a Roboam, el hijo de Salomón.
Leemos en 1 Reyes 11:31-36 la profecía que se le dio a Jeroboam, quien iba a convertirse en el rey del reino del norte de Israel: “Y dijo a Jeroboam: Toma para ti los diez pedazos; porque así dijo Jehová Dios de Israel: He aquí que yo rompo el reino de la mano de Salomón, y a ti te daré diez tribus; y él tendrá una tribu por amor a David mi siervo, y por amor a Jerusalén, ciudad que yo he elegido de todas las tribus de Israel; por cuanto me han dejado, y han adorado a Astoret diosa de los sidonios, a Quemos dios de Moab, y a Moloc dios de los hijos de Amón; y no han andado en mis caminos para hacer lo recto delante de mis ojos, y mis estatutos y mis decretos, como hizo David su padre. Pero no quitaré nada del reino de sus manos, sino que lo retendré por rey todos los días de su vida, por amor a David mi siervo, al cual yo elegí, y quien guardó mis mandamientos y mis estatutos. Pero quitaré el reino de la mano de su hijo, y lo daré a ti, las diez tribus. Y a su hijo daré una tribu, para que mi siervo David tenga lámpara todos los días delante de mí en Jerusalén, ciudad que yo me elegí para poner en ella mi nombre”.
Como Salomón en su vejez, Roboam fue necio y rechazó la corrección. Vemos que Roboam rehusó seguir el consejo sabio.