Autohipnosis práctica (traducido) - Anónimo - E-Book

Autohipnosis práctica (traducido) E-Book

Anónimo

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Beschreibung

- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.

Desde los primeros tiempos de la evolución humana, el hombre se ha distinguido de todas las demás formas de vida por su insistente determinación de adaptar las condiciones ambientales a sus propios fines.
Desde entonces hasta ahora, el hombre ha evolucionado, y su principal preocupación ha sido siempre acumular y controlar una fuerza material superior a la suya. La importancia de la mente y su funcionamiento rara vez se abordaba y sólo se hablaba de sus aspectos patológicos. Incluso el individuo mental y físicamente sano se preocupa mucho más de su estado físico que de su estado mental y de todas sus emociones, realiza periódicamente ejercicios gimnásticos saludables, compra vitaminas y alimentos tonificantes, y se aflige mucho más por las arrugas de su cara que por su estado mental. La capacidad del cuerpo humano en sus fuerzas musculares es bien conocida, y se ha aplicado durante mucho tiempo a funciones eficientes y disciplinadas; pero no así la capacidad mental. Este volumen describe la teoría general y las técnicas para aprender o enseñar el arte de relajar, concentrar y disciplinar las facultades mentales. En su sencillez, esto es lo que pretende la autohipnosis. El método descrito en el texto implica el uso de los símbolos necesarios para obtener el estado hipnótico, y de los símbolos utilizados además para reforzar las sugestiones realizadas con fines terapéuticos. Los símbolos elegidos son afines al paciente, de modo que cada vez que se perciba el símbolo, la sugestión relacionada se reforzará y el efecto se potenciará aún más hasta que se logre el propósito previsto. Ahora se sabe que respondemos a símbolos de todo tipo en el curso de cada actividad diaria. En la presente técnica de autohipnosis, el uso de símbolos se hace más efectivo mediante el uso de los conocidos principios psicológicos de condicionamiento y refuerzo. Sin embargo, en el estado hipnótico, con una relajación completa y una concentración total por parte del sujeto, el condicionamiento y el fortalecimiento son tan eficaces que a veces parecen casi milagrosos. Este volumen es, por tanto, una guía útil y práctica para cualquiera que crea en las posibilidades de mejorar muchas funciones de la mente mediante un uso bien organizado de la propia técnica. A menudo se emplean técnicas hipnóticas más sofisticadas, pero el paciente que tiene un buen conocimiento de la autohipnosis y puede utilizarla se siente más feliz, más tranquilo y más sosegado porque ha aprendido que la aberración de las emociones y las actitudes puede agravar su enfermedad y que la ansiedad es siempre perjudicial; y también ha aprendido que puede ejercer un control sobre estos fenómenos utilizando las técnicas autohipnóticas con inteligencia y bajo una guía competente. Sin embargo, el uso inteligente de la autohipnosis ofrece muchas ventajas al individuo para el que es esencial un aumento de la eficacia de la concentración, la relajación, el autocontrol y la capacidad de aprendizaje.
 

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ÍNDICE

Introducción

Prefacio

CAPÍTULO I - Algunos principios del condicionamiento

CAPITULO II - Marco mental

CAPÍTULO III - Percepción y adaptación

CAPÍTULO IV - Conceptos técnicos generales

CAPÍTULO V - Instrucciones para el asistente

CAPÍTULO VI - Ayudas mecánicas

CAPÍTULO VII - Profundización y evaluación del trance

CAPÍTULO VIII - Distorsión de la percepción del tiempo

CAPÍTULO IX - Mejorar la capacidad de recordar

CAPÍTULO X - Obesidad

CAPÍTULO XI - Eliminación del dolor

CAPÍTULO XII - Ansiedad

CAPÍTULO XIII - Alergias

CAPÍTULO XIV - Trastornos sexuales

 

Autohipnosis práctica

La mejor aportación teórico-práctica sobre los beneficios de la autohipnosis

 

Anónimo

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Traducción y edición 2021 por Ediciones Planeta

Todos los derechos reservados

 

 

Introducción

Desde los primeros tiempos de la evolución humana, el hombre se ha distinguido de todas las demás formas de vida por su insistente determinación de adaptar las condiciones ambientales a sus propios fines. Desde entonces hasta ahora, el hombre ha evolucionado y su principal preocupación ha sido siempre acumular y controlar una fuerza material superior a la suya. La pala para cavar dio paso al hacha de piedra, y ésta a la lanza con punta de bronce y a la rueda. Los fenicios aprisionaron el viento para sus barcos de casco azul y surcaron los mares desde el Ártico hasta el Ecuador.

El progreso histórico del hombre se ha narrado principalmente en términos de su creciente control sobre los aspectos físicos de la vida y el medio ambiente. Las Ciencias surgieron de sus constantes esfuerzos por alcanzar estos fines. Los antiguos griegos y egipcios organizaron el control de la fuerza material con las matemáticas, la física y la astronomía.

Al trabajar en un mundo natural era inevitable que la medicina adquiriera su propia estructura, cosas importantes y separadas que estudiar. En toda la clase de medicina sólo podemos encontrar el examen preciso de las condiciones físicas. Las operaciones crueles se realizaban con habilidad y los escritos más antiguos del hombre contienen muchas indicaciones y consejos acertados sobre los mejores procedimientos para realizar amputaciones, incisiones e incluso la extracción de piedras.

La importancia de la mente y su funcionamiento rara vez se abordaba, y sólo los aspectos patológicos.

En la antigüedad, los enfermos mentales eran colgados con cadenas, arrojados al pozo de las serpientes o sometidos a horribles torturas. Sin duda, en los últimos 50 años se ha aprendido más sobre la estructura y el funcionamiento de la mente humana que en todas las épocas anteriores. Todavía existen grandes lagunas en este ámbito de nuestros conocimientos. Nuestros abarrotados hospitales psiquiátricos ofrecen un trágico testimonio de nuestro limitado conocimiento del tema.

Incluso el individuo mental y físicamente sano está mucho más preocupado por su estado físico que por su estado mental y todas sus emociones; periódicamente realiza ejercicios de gimnasia saludables, se preocupa por su puntuación en el golf, compra vitaminas y alimentos vigorizantes, inspecciona su lengua a diario y se aflige mucho más por las arrugas de su cara que por su estado mental. La capacidad del cuerpo humano en sus fuerzas musculares es bien conocida y se ha aplicado durante mucho tiempo a funciones eficientes y disciplinadas; no así la capacidad mental.

El Sr. Sparks ha descrito en este volumen la teoría general y las técnicas para aprender o enseñar el arte de relajar, concentrar y disciplinar las facultades mentales. En su sencillez, esto es lo que pretende la autohipnosis. El método descrito en el texto implica el uso de los símbolos necesarios para obtener el estado hipnótico, y de los símbolos utilizados además para reforzar las sugestiones realizadas con fines terapéuticos. Los símbolos elegidos son afines al paciente, de modo que cada vez que se perciba el símbolo, la sugestión relacionada se reforzará y el efecto se potenciará aún más hasta que se logre el propósito previsto.

Ya se sabe que respondemos a símbolos de todo tipo en el transcurso de cada actividad cotidiana. En la presente técnica de autohipnosis, el uso de símbolos se hace más eficaz mediante la aplicación de los conocidos principios psicológicos de condicionamiento y refuerzo. Sin embargo, en un estado hipnótico, con una relajación completa y una concentración total por parte del sujeto, el condicionamiento y el refuerzo son tan eficaces que a veces parecen casi milagrosos. Este libro es, por tanto, una guía útil y práctica para cualquiera que crea en las posibilidades de mejorar muchas funciones de la mente con un uso bien organizado y disciplinado de la propia técnica. Todos sabemos que hay individuos capaces de despertarse a la hora deseada y de estudiar con la radio a todo volumen y los niños cacareando. Todos estos son ejemplos no reconocidos de lo que las técnicas "autohipnóticas" pueden lograr en una situación completamente desorganizada y confusa. Así pues, la autohipnosis consiste esencialmente en una serie de ejercicios de mentalidad. Ojalá hubiera otra palabra para ello en lugar de "hipnosis"; el término tiene una carga semántica que le da otro significado, y a muchos nos hace pensar en todas las tonterías teatrales que caracterizaron su inicio. Durante los últimos cuatro años he aplicado las técnicas aquí descritas en pacientes cuidadosamente seleccionados para mis tratamientos en el ámbito alérgico y dermatológico. He llevado a cabo mis experimentos bajo la dirección del Dr. Sparks y los resultados me han obligado a desechar mi escepticismo inicial sobre la hipnosis como técnica médica "ética". Uno de nuestros primeros pacientes fue un hombre de 48 años que sufría una dermatitis aguda que afectaba al ochenta por ciento de su epidermis.

Un especialista del sur de California, que le había tratado durante ocho años sin resultados, me había remitido a una consulta. Lo traté durante dos años con métodos tradicionales, pero el paciente siguió deteriorándose hasta el punto de tener que dejar su trabajo. Le había dado esteroides, antihistamínicos, tranquilizantes y todos los medicamentos de última generación. Bajo hipnosis, surgió mucho material que utilizamos para reducir sus estados de ansiedad y con la autohipnosis conseguí controlar y dominar el picor y reforzar su aceptación de nuevos valores y un nuevo papel para sí mismo. Al cabo de seis semanas la piel estaba completamente curada y lleva dos años y medio trabajando sin tomar ninguna medicación. Utilizando la autohipnosis, una bonita profesora de escuela eliminó una mueca facial desfigurante. Este hábito de tic había aparecido cuando tenía doce años y había afectado tanto al desarrollo de su personalidad que se volvió tímida y gruñona. En el estado hipnótico autoinducido tuvo que mirarse a sí misma varias veces que desperdició hablando y riendo sin la desagradable mueca.

Exterminó utilizando palabras que, en estado de vigilia, desencadenaban la manifestación del tic, y al cabo de cuatro meses había desaparecido cualquier rastro de la mueca. Pasaron más de dos años y medio sin ninguna recaída.

Los casos ilustrativos como éste no son infrecuentes, pero son una demostración típica de lo que un paciente puede conseguir bajo la dirección de un médico dispuesto a cooperar con él. A menudo se emplean técnicas hipnóticas más sofisticadas, pero el paciente que tiene un buen conocimiento de la autohipnosis y puede utilizarla se siente más feliz, más tranquilo y más sosegado porque ha aprendido que la aberración de las emociones y las actitudes puede agravar su enfermedad y que la ansiedad es siempre perjudicial; y también ha aprendido que puede ejercer un control sobre estos fenómenos utilizando las técnicas autohipnóticas con inteligencia y bajo una guía competente.

Todos los que conocen a fondo la hipnosis y la autohipnosis reconocen estos fenómenos como naturales y productivos, pero válidos sólo dentro de ciertos límites en el vasto campo de la medicina y la psicología. La hipnosis no es una "panacea". Aunque es eficaz para la anestesia y la obstetricia en un 20% de los casos, en otro 20% no aporta prácticamente ningún beneficio. En aproximadamente el 60% de los casos, los resultados pueden variar desde un ligero aumento de la capacidad de relajación hasta un desarrollo parcial de la anestesia. Los pacientes con equilibrio inestable, agobiados por la ansiedad, deben ciertamente mantenerse bajo supervisión médica. Nadie debería autorizar experimentos en este campo sin el debido conocimiento, la seriedad del propósito y una visión global del problema.

Sin embargo, un uso inteligente de la autohipnosis ofrece muchas ventajas al individuo para el que es esencial un aumento de la eficacia de la concentración, la relajación, el autocontrol y la capacidad de aprendizaje.

El médico sobrecargado de trabajo, preocupado por su úlcera o sus arterias coronarias ateromatosas, haría muy bien en aprender esta técnica para su propio uso; diez minutos al día equivalen al menos a cuatro horas de sueño reparador y a diez años más de vida productiva.

 

Prefacio

Son muchos los beneficios que se obtienen al estudiar la autohipnosis.

A continuación damos la lista en dos grupos de condiciones típicas para las que se puede aplicar el método con resultado favorable.

Se recomienda encarecidamente al lector que pretenda utilizar la autohipnosis con fines terapéuticos que consulte a un médico o psiquiatra para determinar si los patrones constitucionales, los síntomas y las afecciones que desea modificar requieren o no un diagnóstico preciso y un tratamiento más exhaustivo. En tal caso, la autohipnosis puede resultar un complemento valioso si se aplica de acuerdo con las directrices del médico.

El primer grupo incluye problemas relativamente menores que a menudo encuentran rápido alivio con la autohipnosis. El segundo grupo incluye manifestaciones de afecciones más graves cuyo tratamiento general requerirá la orientación de un médico.

Las técnicas que describiremos pueden, en este caso, facilitar otros tratamientos prescritos.

Primer grupo

Mejora de las capacidades intelectuales, incluyendo: (1) Concentración, (2) fijación mnemotécnica, (3) recreación, (4) imaginación creativa, (5) pensamiento constructivo y (6) expresión gráfica y artística.

Afirmación de los rasgos positivos de la personalidad, (1) la confianza en sí mismo, (2) la asertividad, (3) la motivación, (4) la determinación y el logro de los propios objetivos.

Corrección de patrones de comportamiento perjudiciales, incluyendo: (1) fumar, beber y comer con éxito, (2) procrastinación, (3) inquietud e incapacidad para relajarse, (4) insomnio y (5) formas leves de compulsiones y obsesiones.

Alivio de los estados de ansiedad leves debidos a: (1) los complejos de inferioridad, (2) la timidez y el pánico escénicos, y (3) las tensiones ambientales derivadas de situaciones profesionales, matrimoniales o de otro tipo difíciles.

Segundo grupo

Alivio del dolor o eliminación para: (1) tratamiento dental, (2) procedimientos quirúrgicos, obstétricos y ortopédicos, y (3) alivio de síntomas intratables.

Control de condiciones tan variadas como: (1) ansiedad, tensión y fatiga, (2) obesidad, (3) alcoholismo, (4) reacciones obsesivas y compulsivas, (5) enuresis, (6) onicofagia, (7) reacciones fóbicas, (8) síntomas psicosomáticos y (9) patrones de comportamiento anormales.

Esta lista es muy reducida. Su objetivo es dar al lector una idea de los diferentes tipos de condiciones en las que se puede influir razonablemente. Como se ha mencionado anteriormente, no se puede insistir lo suficiente en que se debe buscar asistencia profesional antes de utilizar estas técnicas, por razones incluso remotamente relacionadas con las condiciones enumeradas en el segundo grupo.

Existe la posibilidad de aliviar o eliminar por completo los síntomas aunque las causas subyacentes permanezcan. Esto puede acarrear graves consecuencias, ya que puede ocultar un trastorno tratable que podría convertirse en una enfermedad más grave al retrasar el tratamiento médico adecuado.

En contra de las opiniones expresadas por algunos practicantes, el autor está firmemente convencido de que sería difícil encontrar un método más inofensivo que el hipnotismo. El material publicado sobre los denominados "peligros" del hipnotismo y las advertencias sobre su uso no están ciertamente confirmados por los hechos.

Desde principios del siglo XVII, hombres como Braid, Esdaile, Mesmer, Elliotson, Bernheim, Bramwell y, más recientemente, LeCron, Erikson, Wolberg, Weitzenhoffer y muchos, muchos otros, han informado sobre literalmente miles de casos en los que se utilizó la hipnosis y la autohipnosis sin un solo accidente o resultado perjudicial.

Por lo tanto, parece que los resultados desfavorables eran raros y se debían no a la hipnosis, sino a la falta de comprensión del médico sobre cómo aplicar constructivamente sus técnicas para usos terapéuticos. La persona que entra en el estado hipnótico tiende a comportarse según su idea del comportamiento de un sujeto hipnotizado. Una orientación adecuada y una "mentalidad" antes y durante el trance detendrán el comportamiento espontáneo y extraño observado por aquellos hipnotizadores que no se toman la molestia de instruir e informar inteligentemente a sus pacientes.

Los hechos indican claramente que no puede ocurrir ningún daño a la persona hipnotizada aunque se formule la sugerencia de que esto puede ocurrir. Esto sucede porque el individuo dispone de mecanismos de seguridad innatos que le sirven para protegerse contra las sugestiones directas o indirectas mal formuladas, y contra el uso incorrecto de los métodos hipnóticos.

Algunas de las observaciones anteriores sobre el consejo de proceder con precaución, minimizando cualquier posible peligro, pueden parecer contradictorias. La explicación es sencilla: cuando se trata de un asunto tan íntimamente relacionado con las emociones y las condiciones humanas, lo mejor es considerar todas las eventualidades y tomar todas las precauciones.

Aunque es posible que un individuo practique la autohipnosis sin ayuda, es mucho más fácil hacerlo con la ayuda de otra persona. Lo ideal es que esta persona sea especialista en técnicas hipnóticas y esté cualificada en el campo en el que se van a aplicar las técnicas.

Es esencial reservar un tiempo cada día para practicar hasta que ciertas respuestas se estabilicen adecuadamente, como se describe en el texto. Este tiempo puede variar entre 15 minutos y media hora al día durante 8-16 semanas o más, dependiendo de factores como los problemas individuales, la motivación y la capacidad.

Prácticamente cualquier persona que pueda leer, comprender y seguir un texto puede esperar algunos resultados positivos, como una mayor capacidad para relajarse a voluntad. Alrededor del 20 o 30 por ciento puede esperar razonablemente obtener resultados excepcionalmente buenos. Los demás pueden esperar beneficios de distinto grado. Algunos responden con mucha rapidez y facilidad. Otros requieren un tiempo y un esfuerzo considerables.

Lamentablemente, no se conocen formas de predecir los resultados en un individuo concreto. Sólo probando se pueden evaluar los resultados. Sin embargo, para muchos, conseguir la capacidad de relajarse merece el esfuerzo en sí mismo. Cualquier otro avance debería considerarse como algo más. Cuando decida empezar, deberá concertar citas con un especialista durante al menos una hora, una o dos veces a la semana, además de los ejercicios de 15 a 30 minutos diarios o nocturnos. En caso de que pueda proceder por su cuenta, los ejercicios diarios serán suficientes.

Durante el tiempo que te cuiden, un ejemplar de este libro será de gran ayuda para la otra persona.

Durante años estas técnicas se han utilizado con un alto porcentaje de éxito en la inducción de la hipnosis y el desarrollo de la autohipnosis, por los propios médicos. Estos últimos, incluidos los psiquiatras y las personas que ejercen profesiones, son conocidos por ser sujetos hipnóticos mediocres. Este concepto de desarrollo de habilidades hipnóticas a través de una serie de respuestas condicionadas evidentemente vence gran parte de su resistencia y los atrae no sólo como un método efectivo y práctico que puede ser utilizado en el tratamiento de sus pacientes, sino también como un medio para aumentar sus propias habilidades.

El autor espera sinceramente que este libro contribuya a que tanto los médicos como los profanos comprendan mejor la hipnosis y los posibles beneficios que pueden derivarse de su uso juicioso.

Aunque ciertamente no es la panacea que muchos intentan hacer ver, la hipnosis tampoco debe entenderse como un fenómeno místico, sobrenatural u oculto y no debe temerse absurdamente, sobre todo cuando la practican personas que tienen una experiencia ética de su aplicación. Puede ser valioso para muchos propósitos. Intentemos no exagerar estos saludos y exagerar, más allá de la justa proporción, las escasas conclusiones sobre resultados más o menos beneficiosos.

 

CAPÍTULO I - Algunos principios del condicionamiento

A principios de siglo, el fisiólogo ruso Ivan Pavlov se dio a conocer por sus experimentos sobre las funciones digestivas de los perros. Uno de sus descubrimientos fortuitos, destinado a adquirir una importancia aún mayor más adelante, se basó en la observación de que los perros pueden ser entrenados, o condicionados, para salivar al sonido de una campana. El valor de este descubrimiento, en relación con el comportamiento, reside en el hecho de que posteriormente se demostró que los seres humanos pueden ser condicionados para responder a un estímulo de una manera diferente a la que comúnmente se produce por la aplicación de ese tipo particular de estímulo. Para ser más claros diremos que no es raro predecir la reacción en un perro sometido a la vista o al olor de la comida, especialmente si el animal tiene hambre y la comida no está lejos de él.

Sin embargo, la ocurrencia de este fenómeno, sin la presencia de comida, pero sólo al sonido de una campana es un hecho bastante inesperado a menos que, por supuesto, el observador se dedique al estudio de los procesos de respuestas condicionadas. Este y muchos otros tipos de comportamiento pueden producirse sometiendo repetidamente a un animal (incluso al hombre) a un estímulo que provoca la respuesta deseada, mientras que, casi simultáneamente, se le expone al nuevo estímulo mediante el cual queremos provocar la misma respuesta. Este nuevo estímulo será análogo al sonido de la campana mencionada anteriormente y no será tal que provoque habitualmente la respuesta que estamos tratando de condicionar.

Quien desee poner en práctica la autohipnosis a través de estas técnicas deberá tener un dominio absoluto de estos principios, un dominio esencial no sólo para el desarrollo de la técnica en sí, sino también para el uso inteligente de las instrucciones contenidas en los capítulos siguientes.

Por lo tanto, describiremos otros ejemplos de respuestas condicionadas en animales, e ilustraremos la importancia de aplicar estos principios en relación con el comportamiento humano.

Consideremos primero los efectos que los distintos tipos de condicionamiento tendrán en un gato doméstico normal, un gato sociable, sano y, en general, bastante satisfecho con su vida.

Supongamos ahora que nuestro gato está colocado en una jaula grande con mucho espacio para moverse, y que se le da de comer todos los días desde una caja colocada en una esquina concreta de la jaula. Si la alimentación tiene lugar todos los días más o menos a la misma hora, pronto observará en el gato un mayor interés por ese rincón en particular, todos los días a esa hora. Tenderá a ir a ese rincón y se quedará allí con un aire de expectación. Además, se acercará a la caja sin prisas si la cantidad de comida es adecuada, o apresuradamente si es escasa.

Ahora bien, si la cantidad de comida se mantiene intencionadamente por debajo de un nivel satisfactorio, y si se hace sonar una campana unos momentos antes de la hora de la comida cada día, el gato se precipitará invariablemente al rincón. El proceso de acondicionamiento comienza a funcionar. Pronto el gato responderá al toque de la campana a cualquier hora del día o de la noche, haya o no comida.

La respuesta que lleva al gato al rincón al sonido de la campana puede condicionarse mejor con la aplicación de un estímulo doloroso. Imaginemos colocar en el fondo de la jaula una rejilla metálica atravesada por una ligera corriente eléctrica. Si cada día, inmediatamente después de tocar la campana, se administra una descarga eléctrica durante un tiempo igual al que tarda el gato en llegar a la esquina, la respuesta del animal pronto asumirá un carácter de gran urgencia. Después de un número limitado de experimentos con esta técnica de condicionamiento, el gato tendrá serias razones para volar literalmente a la esquina cada vez que oiga el sonido de la campana... incluso cuando el sonido no vaya seguido de la descarga eléctrica. En este punto, el gato reaccionará sólo al sonido de la campana con reacciones que serían mucho más apropiadas a la aplicación del choque. (Estas medidas pueden parecer algo excesivas para utilizarlas contra un pobre animal indefenso que antes era tan sociable, pero son el tipo de experimentos que han aumentado en gran medida nuestra comprensión del comportamiento humano, por lo que quizás sean excusables).

Este condicionamiento puede llevar a consecuencias mucho más extremas para el pobre gato, provocando que se vuelva neurótico o incluso, según parece, psicótico.

Supongamos que el gato, después de haber sido perfectamente condicionado para responder a la campana corriendo a la esquina, está igualmente bien condicionado para responder al sonido de una campana diferente corriendo con la misma rapidez a la esquina opuesta. ¿Qué ocurrirá si la primera y la segunda campana suenan simultáneamente? El gato tendrá que tomar una difícil decisión: se verá dividido entre dos respuestas urgentes. Si se continúa el condicionamiento aplicando descargas eléctricas en todas las zonas de la jaula al mismo tiempo que suenan las dos campanas, privando así al gato de cualquier posibilidad de evitar el estímulo desagradable, pronto se pondrá nervioso y más tarde neurótico.

El aumento de la intensidad y la frecuencia de los estímulos condicionantes puede hacer que el gato se comporte como un animal rabioso. Perderá todo el interés por la comida y, al tocar la campana simultáneamente, maullará y temblará, dejando de actuar de la manera esperada en un gato normal.

Esta condición adversa puede hacerse permanente de forma intencionada y con un propósito específico. Lo que antes era un malvado anís dócil y sociable será ahora un manojo psicótico de nervios y carne. Su peso disminuirá porque rechazará la comida; temblará y arqueará la espalda a la menor provocación y no responderá en absoluto de forma racional a los intentos de acercarse a él o de alimentarlo.

A menos que se tomen medidas para desensibilizar o desacondicionar al animal, éste tendrá pocas posibilidades de recuperarse. Seguirá reaccionando de la manera anormal descrita anteriormente ante cualquier estímulo incluso remotamente asociado con el entorno en el que se produjo el condicionamiento. Sin embargo, si se coloca en otro entorno, lo más diferente posible de aquel en el que se produjo el condicionamiento, habrá una buena posibilidad de recuperación. Si conseguimos que el gato vuelva a comer y si se evitan cuidadosamente los estímulos como las descargas eléctricas y los timbres, el gato mostrará un mayor interés por la comida y, con el tiempo, se calmará.

Cuando haya reanudado sus hábitos alimentarios normales, se puede privar al gato gradualmente de la comida para que el deseo de ésta sea tan fuerte que domine todas las demás respuestas. En este punto, el débil sonido de una campana a la hora de comer sólo causará una ligera ansiedad que tiende a disminuir rápidamente, e incluso aumentando gradualmente el volumen del sonido en cada comida, las respuestas de ansiedad pueden ser eliminadas por completo. Adoptando el mismo procedimiento para el sonido de la segunda campana se eliminará la ansiedad relacionada con ella.

Ahora que hemos visto cómo se aplica el proceso de condicionamiento, provocando respuestas tanto negativas como positivas en los animales, podemos proceder a examinar qué reacción pueden tener procesos similares con el comportamiento humano.

Supongamos que, por razones experimentales, queremos condicionar a una persona para que parpadee el párpado de su ojo izquierdo cada vez que escuche la palabra "rojo". Se ha comprobado que en el ser humano, a diferencia de los animales, una idea o un símbolo mental tiene, al menos dentro de ciertos límites, la misma eficacia que un estímulo sensorial. En otras palabras, una idea tiende a generar la realidad de lo que representa. Lo que intentamos determinar es si esta idea o símbolo puede provocar una respuesta predecible.

En primer lugar, debemos encontrar la manera de hacer que nuestro sujeto parpadee mediante la aplicación de un estímulo controlado que no le perjudique en absoluto. Puede tratarse de un soplo de aire emitido en dirección al ojo abierto a través de un tubo, como una pajita común. La corriente de aire se considerará el estímulo no condicionado (S I), ya que se espera que produzca la respuesta deseada. Después de determinar la cantidad o la intensidad de aire necesaria para obligar al sujeto a parpadear cada vez, podemos decir la palabra "rojo" (el estímulo condicionante o S C) y hacer que le siga inmediatamente el soplo de aire. Se ha descubierto que el condicionamiento es más eficaz cuando el estímulo condicionado precede al estímulo incondicionado por un intervalo corto. Tras numerosos ensayos se observa que la palabra "rojo", aunque no vaya seguida de la bocanada de aire, induce a la persona a parpadear. Ocho o diez pruebas suelen ser suficientes; si no, otras diez más o menos obtendrán seguramente el resultado deseado.

El acondicionamiento realizado de esta manera no será permanente. Será necesario reforzarlo periódicamente o idear una forma de "generalizarlo" con algo a lo que el sujeto esté expuesto con frecuencia. Hasta ahora hemos condicionado la respuesta a un estímulo sensorial, el sonido de la palabra "rojo". Podemos completar el experimento pidiendo al sujeto que piense en la palabra "rojo" en cada ensayo inmediatamente antes de la entrada de aire en el ojo. Pronto responderá correctamente a la idea misma. En lugar de la palabra "rojo" podemos utilizar la idea de un alimento, o de una acción como coger una cuchara. Cuanto más intensa y frecuente sea la aplicación del estímulo incondicionado, más se establecerá la respuesta al estímulo condicionado.

El condicionamiento a estímulos adicionales a los originales se denomina generalización. Esto puede ocurrir a veces de forma inesperada. Si uno de estos estímulos es algo que la persona hace, piensa o a lo que se expone con frecuencia, la respuesta se reforzará automáticamente y se hará relativamente estable.

Por otro lado, si el estímulo condicionado se aplica con frecuencia sin el estímulo incondicionado, la respuesta puede disminuir y, con el tiempo, desaparecer.

De este modo, un individuo puede estar condicionado (o autocondicionado) para responder a una imagen mental o símbolo con los pensamientos, sentimientos o acciones deseados. Además, las respuestas deseables así condicionadas pueden obtenerse para dominar o reemplazar las respuestas indeseables previamente provocadas por el mismo estímulo o uno similar.

En la vida cotidiana, los individuos están expuestos a estímulos condicionantes. Desde el nacimiento, y a partir de entonces, esos estímulos, estrechamente relacionados con los inevitables estímulos incondicionados, condicionan, generalizan y extinguen constantemente sus respuestas, tanto negativas como positivas. En algunos individuos, muchas respuestas sólo están ligeramente condicionadas y se extinguen fácilmente. En muchos otros, por supuesto, están intensamente condicionados, y a menos que haya una exposición igualmente intensa a estímulos negativos, el condicionamiento siempre existirá como parte de la personalidad.

Entre estos dos extremos hay un número infinito de respuestas y patrones de respuestas sujetos a infinitos grados de modificación y refuerzo. Afortunadamente, la mayoría de ellos son positivos o deseables, es decir, son factores importantes para la supervivencia, el aprendizaje y el disfrute.

Los negativos son importantes detectores de traumas emocionales, como la ansiedad de adaptación, la tensión y la fatiga.

Muchos estudiosos creen que toda sensación o expresión humana implica un condicionamiento. Es probable que esto sea cierto.

Tomemos ahora un ser humano hipotético y veamos cómo, durante un periodo determinado, los principios de las respuestas condicionadas pueden aplicarse a una variedad de situaciones y patrones de comportamiento.

Nuestro sujeto podría ser una niña de tres o cuatro años que vive con sus padres en una típica ciudad estadounidense.

Consideremos ahora lo que suele ocurrir cuando aprende a leer y a hablar. Tal vez el niño tenga un libro con dibujos de animales y sus nombres escritos en letras grandes y, por ejemplo, se le muestre repetidamente el dibujo de una vaca mientras pronuncia simultáneamente la palabra "vaca". Siempre que surja una oportunidad adecuada se le mostrará una vaca real, y de nuevo se repetirá la palabra muchas veces. Tras un número suficiente de estas explicaciones, el niño responderá al sonido de la palabra con una imagen mental de la palabra impresa, la figura de la vaca o el animal real. Logrará un condicionamiento generalizado, de modo que responderá a cualquiera de estos estímulos con imágenes mentales de cada uno o de todos los demás. Será un proceso continuo de refuerzo, y el niño acabará "aprendiendo" mediante respuestas condicionadas la relación de las palabras (símbolos), ya sean impresas o habladas, con las figuras y los objetos.

El aprendizaje es entonces un proceso de respuestas condicionadas.

Muchos psicólogos creen que hay tres métodos por los que aprendemos: la repetición mecánica o memoria, el aprendizaje por intentos sucesivos y la respuesta condicionada.

No es el objetivo de este trabajo discutir cada uno de estos métodos en detalle. Sin embargo, cabe señalar que en cada uno de ellos intervienen estímulos y respuestas, y que, con toda probabilidad, la repetición mecánica y el aprendizaje por intentos sucesivos también pueden explicarse por el aprendizaje por respuesta condicionada. Puede ser, como creen A. y muchos otros estudiosos, que todo el aprendizaje sea resultado del condicionamiento de la respuesta. Con toda probabilidad, podemos decir que el aprendizaje se ha producido cuando una secuencia de estímulo-respuesta se convierte en intercambiable.

Cuando el niño aprendió la palabra "vaca", todos los símbolos relacionados con el concepto de "vaca" pasaron a ser intercambiables como estímulo y/o respuesta. La visión de una vaca real actúa como estímulo para provocar en respuesta la visualización de la palabra impresa. En este caso, una imagen sensorial es el estímulo y la visualización mental, la respuesta. Es evidente que una imagen sensorial de la palabra impresa (o incluso una imagen mental) evocará ahora la visualización de la vaca.

Así, tenemos una característica de "intercambiabilidad" entre el estímulo y la respuesta.

En el aprendizaje del concepto completo de "vaca", esta característica debe ampliarse para incluir el sonido de la palabra y la figura de una vaca que el niño puede describir de palabra, escribiendo, dibujando o señalando el animal. Antes de alcanzar este grado de aprendizaje, el valor de estímulo de la palabra escrita es prácticamente nulo: pertenece a la misma categoría que una sílaba sin sentido y sólo adquiere significado para el niño cuando se condiciona, primero como estímulo, luego como respuesta y, finalmente, como estímulo-respuesta intercambiable.

La generalización comienza cuando se asocian a ella símbolos que no están contenidos en el concepto original. Por ejemplo, cuando la palabra "leche" se asocia a cualquiera de los símbolos del concepto de vaca, no sólo servirá para reforzar cada uno de estos símbolos, sino que se incrustará firmemente en otra constelación de símbolos como los asociados a "botella", "blanco", "comida", etc.

Tenemos aquí una base razonable para considerar el condicionamiento como el proceso que forma el sustrato del aprendizaje y la fijación mnémica. El lector será más consciente de la función de intercambio de estímulo-respuesta realizando él mismo los siguientes ejercicios: analice lo que ocurre en su mente, en los músculos de los labios y en las cuerdas vocales mientras lee la siguiente descripción: Un... animal... blanco... peludo... con... rosa... ojos... y... largas... orejas.

¿Se ha formado en su mente una imagen de un animal concreto? ¿Y has dicho mentalmente su nombre? Observa ahora lo que ocurre cuando lees el nombre de este animal.... CONEJO. Quizás hayas dicho el nombre en tu interior y hayas observado que al hacerlo tus labios se mueven imperceptiblemente, también habrás notado una diferencia en la tonicidad de tus cuerdas vocales.

Haz lo mismo con varias palabras como "árbol", "coche", "casa", etc. Prueba con palabras que no describan objetos y cosas, como "triste", "gay", "risa", "rápido", etc. Habla con alguien que sepa un idioma extranjero que tú no conozcas y pídele que elija algunas palabras de ese idioma y las escriba sin decirte al principio qué significan o cómo suenan. Fíjate en el poco valor asociativo que tiene la mera visión de la palabra. A continuación, pida que escuche el sonido de la palabra y considere su reacción al repetirla mientras sigue mirando la palabra escrita. Por último, pregunte el significado de la palabra y observe su reacción. A través de este proceso obtendrá una imagen más clara de cómo se produce el aprendizaje y podrá ver por sí mismo cómo el condicionamiento desempeña el papel principal. También puedes comprobar el tiempo que se tarda y los procesos necesarios para aprender la palabra de forma que seas capaz de escribirla, pronunciarla y definirla sin ayuda de nadie.

El A. a pesar de su investigación en varios textos, nunca ha encontrado mención a la visualización como asociada a los experimentos de tipo pavloviano en perros. A la luz de las observaciones anteriores, se podría concluir, en cambio, que el toque de la campana no es el estímulo directo que provoca la salivación excesiva, sino que es el estímulo que provoca la visualización de la comida. Esto, a su vez, es el estímulo que provoca la salivación.

Hay que entender claramente que la visualización mental no se limita a las percepciones visuales. Aunque éstas son las más comunes, también se pueden visualizar sensaciones auditivas, olfativas, gustativas y otras como el tacto, el dolor, la presión, el cosquilleo, etc.

En los perros, la visualización evocada es probablemente la visualización olfativa, ya que los perros no distinguen los colores. Un perro puede reconocer la diferencia entre ciertos colores, pero esto se debe más a las variaciones de brillo que al tono. También es bastante improbable que los perros puedan concebir ideas.... Esto es evidente cuando incluso los perros mejor entrenados muestran poca o ninguna conciencia del motivo de sus respuestas a determinados estímulos. A. tenía una vez un perro, "Duke", que a la orden (normalmente dada en forma de pregunta), "Duke, ¿qué prefieres ser un vendedor o un perro muerto? "se dejaba caer al suelo jugando a "hacerse el muerto". Se condicionó a Duca a realizar esta divertida comedia respondiendo al estímulo "perro muerto" a cambio de sabrosos bocados por cada respuesta correcta.

Para él, las palabras que precedían inmediatamente al estímulo no tenían ninguna importancia. Duque entre la consternación de oficinistas, médicos, artistas, etc., y entre la diversión de los espectadores, parecía preferir la "muerte" antes que ser clasificado en alguna de las profesiones mencionadas. El comportamiento de Duke no dependía realmente de su poder o capacidad de discriminación. El perro se tiraría al suelo con la misma facilidad cuando se le preguntara: "Si no pudieras ser vendedor, ¿querrías ser un perro vivo o un perro muerto? ».

El adiestramiento de Duke se había perfeccionado gracias a un considerable acondicionamiento y a muchas y deliciosas golosinas. Cuando Duke realizó su breve acto tumbado en el suelo, fue la visualización, con toda probabilidad de naturaleza olfativa -el olor imaginado de una golosina entrante- lo que le mantuvo inmovilizado en el suelo y, desde luego, no la vergüenza de ser o no ser un vendedor.

Encontramos principios similares en el desarrollo de los patrones de comportamiento de nuestro hipotético niño. Ella, sin embargo, dado su sistema nervioso mucho más complejo, será capaz de retener y asociar un mayor número de ideas. Su poder de ideación es mucho mayor que el del perro o cualquier otro animal. Cuando se le castiga por comportarse de una manera determinada o se le premia por ciertos tipos de comportamiento, pronto aprenderá a responder Gon patrones apropiados de acercamiento o escape.

Debemos repetir que la intensidad y la frecuencia de los estímulos condicionantes son directamente proporcionales a la intensidad de la respuesta. Cuando la recompensa es grande o el castigo severo, la respuesta está aún más condicionada.

No es el propósito de este libro dar una descripción detallada de los principios de la crianza de los niños. Sin embargo, queremos dejar claro que cuando un niño es golpeado por ser "travieso" en su mente el dolor de los chivos expiatorios se asocia pronto con la acción realizada antes de recibirlos. El niño aprende pronto que realizar el acto conduce invariablemente a un resultado doloroso, y estará menos inclinado a hacerlo a partir de ese momento.

Por supuesto, si el niño realiza a veces la acción sin ser castigado, tendrá el efecto contrario en proporción al grado de satisfacción que el niño obtenga de la propia acción.

Sin embargo, hay una excepción muy importante que no invalida en absoluto los principios en cuestión. Este es el caso cuando el niño sigue actuando de la misma manera reprochable a pesar del castigo. Cuando esto ocurre, significa simplemente que en él opera un estímulo más fuerte; por ejemplo, el deseo de llamar la atención. Cuando el niño piensa que no es objeto de la atención que siente que necesita, convierte el castigo en "recompensa". Si la única forma de llamar la atención es hacer algo prohibido, la recompensa de la atención recibida puede superar con creces el dolor del castigo, por lo que la acción reprobable se repetirá.

Para condicionar a un niño a dar "buenas" respuestas, es necesario premiarle adecuadamente por las buenas acciones, así como castigarle por las "malas". Cuando intervienen elementos de atención y afecto, lo que al adulto le puede parecer una recompensa o un castigo puede ser visto por el niño de forma totalmente opuesta.

Para seguir tratando los posibles efectos de las respuestas condicionadas en nuestro sujeto hipotético, podríamos considerar cómo el niño aprende a evitar situaciones dolorosas o peligrosas.

Supongamos que en el entorno donde vive hay una gran estufa negra. Sabemos que el tamaño de una estufa, o de cualquier objeto, le parecerá diferente de lo que ve un adulto, simplemente porque el niño es más pequeño que el adulto y observa todo desde un ángulo diferente. Lo que puede parecer normal para un adulto, a menudo parece enorme para un niño. Además, las cosas que no conocemos o entendemos pueden adquirir mayor importancia. El miedo a lo "desconocido" es una experiencia común a muchos de nosotros, adultos o niños, pero en la mayoría de los casos el número de objetos desconocidos para el niño es mayor.

A menudo, el niño habrá oído que la estufa está "caliente" y que tocarla le "dolerá"; sin embargo, como aún no ha experimentado la sensación de "calor", todavía no ha aprendido que puede ser doloroso tocar cosas calientes. La tendencia del niño es explorar y descubrir las cosas por sí mismo.

Esta actitud puede hacer que quiera tocar la estufa a pesar de cualquier advertencia, especialmente si piensa que al hacerlo llamará la atención. Puede ocurrir que toque la estufa cuando está fría, en cuyo caso le espera una desagradable sorpresa. Si la estufa está caliente, el estímulo doloroso puede ser tan fuerte que se condicionará, de una vez por todas, a evitar tocarla. También puede haber aprendido a actuar con una respuesta de huida después de haber sido advertido sobre otros objetos calientes. A la inversa, puede intentar tocar muchas veces antes de que se condicione la respuesta de escape. Si alguien que observa este proceso ha mencionado la palabra "caliente" cada vez, el niño pronto habrá aprendido a evitar otros objetos calientes cuando se le advierte.

Ahora veamos cómo esto puede llevar a situaciones que afectarán al niño en su vida posterior.

Supongamos que se cae accidentalmente contra la estufa y se quema gravemente. Este acontecimiento le afectará tan fuertemente que nadie podrá acercarle a una estufa después. El estímulo de la gran estufa negra puede extenderse tanto que evitará todo lo que sea grande y negro. El condicionamiento también puede ser producido por otros estímulos presentes en el momento del accidente: el color de las paredes, el sonido de la olla hirviendo, el olor de la comida, e incluso las personas presentes en la habitación. Más adelante, el niño puede convertirse en un adulto que entra en un estado de ansiedad al ver un gran coche negro. Este fenómeno puede producirse incluso cuando el incidente de la escaldadura hace tiempo que se ha olvidado y el miedo a las estufas ha pasado. Las respuestas de huida y ansiedad pueden haberse generalizado y reforzado, de modo que la única que queda, relacionada con el incidente original, puede ser la aversión a un color concreto. Sin embargo, la causa determinante de esta reacción puede ser un misterio para el individuo y para cualquier otra persona que haya estado presente en el incidente que la provocó.

La respuesta inicial de huida puede disminuir con el tiempo a medida que el niño aprende que puede acercarse a una estufa caliente sin tocarla y sin sentir dolor. Sin embargo, cuando la respuesta de escape se ha producido en un nivel alto, el efecto del estímulo-objeto puede haberse generalizado a otras cosas del mismo tamaño, forma, color y sonido. La respuesta de huida en ese momento puede haberse reforzado continuamente a lo largo de los años, de modo que en la vida adulta el individuo se pondrá nervioso, ansioso o deprimido al ver cualquier objeto grande y negro, mientras que no tiene miedo a la estufa que condicionó originalmente la respuesta.

Un adulto puede sentir aversión o reaccionar de forma más violenta ante determinados colores, sonidos, personas o situaciones, sin ser capaz de entender o explicar por qué. Esto se debe, sin duda, a un condicionamiento previo provocado por acontecimientos imposibles de recordar.

Veamos las posibles razones por las que un individuo puede tener miedo al aislamiento, a estar encerrado en un espacio reducido como un ascensor y, sin embargo, no recordar haber tenido nunca miedo por una situación así. Una posibilidad, que no pretendemos aplicar a ningún caso concreto, sino que utilizamos sólo a título ilustrativo, podría ser la de un padre que juega con su hijo pequeño en el suelo de la cocina. Imaginemos que la familia acaba de recibir algo entregado en una gran caja de cartón y que el padre ha deslizado la caja sobre la cabeza del niño, que la levanta de vez en cuando a modo de broma y luego la deja caer sobre él. Una especie de escondite: un juego divertido y un pasatiempo agradable para ambos. Supongamos ahora que suena el timbre de la puerta y el padre se olvida, momentáneamente, del niño en la caja y corre a abrirla. Probablemente piense que no le pasará nada al niño durante unos minutos, o ni siquiera se lo planteará. Mientras tanto, el niño espera que la caja se levante de nuevo, y cuando se da cuenta de que esto no sucede, pronto se cansa de esperar. Intentará levantarlo por sí mismo y no encontrará un punto de apoyo. En esta lucha sus pies pueden tocar un lado de la caja y sus manos el lado opuesto. Puede tener la sensación de estar encerrado, atrapado. Ningún ser humano o animal puede soportar este sentimiento. Cuanto más intente liberarse, más impotente se sentirá. Se asustará, quizá hasta el paroxismo. Cuando el padre regrese por fin, podrá darse cuenta en parte de lo que ha sucedido, pero nunca podrá conjeturar la intensa impresión que siente el niño. Si el niño no deja de llorar inmediatamente, es posible que lo golpee para detener el fenómeno histérico, y esto, por supuesto, sólo reforzará el efecto traumático del evento en la mente del niño.

En los años siguientes pueden ocurrir otros acontecimientos que condicionen estos sentimientos, mientras que el episodio inicial se irá olvidando poco a poco. En el futuro puede encontrarse en un ascensor que se detiene de repente entre dos pisos, y también quedarse sin luz. Su reacción puede ir desde una leve expresión o sensación de nerviosismo hasta una serie de respuestas cada vez más violentas hasta alcanzar proporciones de pánico. Lo más probable es que sea incapaz de explicar sus emociones o su comportamiento, incluso a sí mismo, y se preguntará si es o no un cobarde. Por otro lado, puede superarlo fácilmente, pero seguir agonizando por el contratiempo.

La cuestión es que un adulto puede a menudo comportarse de una manera que resulta de un condicionamiento previo, incluso cuando la conciencia del episodio de condicionamiento ha sido cancelada. Esto es válido para las respuestas positivas y negativas de adaptación y desadaptación; para los patrones de comportamiento constructivos o destructivos, todos ellos condicionados de diversas maneras por experiencias o acontecimientos anteriores; para las respuestas condicionadas a los incesantes estímulos, internos y externos, a los que todos estamos expuestos.

Muchos sufrimientos humanos, miedos, ansiedades, culpas y dolores están condicionados de la misma manera. Y así nacen nuestros placeres. Las lágrimas no son el único fruto de esta extraña cosecha. Las semillas de la alegría, la amistad, el orgullo y la compasión también se siembran y cultivan mediante procesos de condicionamiento.

Quizás lo que más nos interesa es el hecho de que esas respuestas no sólo están condicionadas, sino que pueden descondicionarse, alterarse o reforzarse; que las respuestas negativas pueden sustituirse por otras positivas; que toda la estructura de la personalidad puede reconstruirse.

Algunos cambios deseables pueden parecer fáciles de hacer, otros difíciles, algunos aparentemente imposibles. Sólo lo sabremos probando.

CAPITULO II - Marco mental

Por desgracia, la historia del hipnotismo es tal que la mera mención de la palabra despierta imágenes de magos, globos de cristal y turbantes. Es cierto que, bajo diferentes formas, el hipnotismo se ha practicado durante miles de años incorporándolo a los ceremoniales y rituales de todo tipo de cultos místicos, congregaciones y religiones. Incluso hoy podemos encontrar los principios básicos del hipnotismo en los factores que subyacen a la mayoría de nuestros conceptos religiosos, pero lo mismo puede decirse de muchas otras verdades psicológicas indiscutibles que estamos dispuestos a aceptar como realidades nada místicas o sobrenaturales.

Desde 1830 hasta 1900, un número creciente de médicos aplicó la hipnosis a campos cada vez más amplios de la terapia médica. Se registraron miles de casos en los que la hipnosis se utilizó con éxito para operaciones indoloras, desde la incisión de forúnculos hasta la amputación de miembros y la extirpación de enormes tumores del escroto, comúnmente considerados como muy dolorosos.

Gracias a los esfuerzos de hombres como Braid, Esdaile, Charcot, Bernheim y Bramwell, el hipnotismo dejó de pertenecer al ámbito de los fenómenos místicos y fue aceptado gradualmente en el campo de la investigación con orientación científica.

Con la llegada de los anestésicos químicos, como el éter, el hipnotismo sufrió un retroceso temporal. Los nuevos procedimientos podían utilizarse en cualquier persona, actuaban con mayor rapidez y requerían un conocimiento psicológico limitado. El interés y la investigación experimental disminuyeron hasta que, durante la Primera Guerra Mundial, el hipnotismo volvió a ser un medio eficaz para combatir las "neurosis de guerra". Desgraciadamente, al mismo tiempo, también se reavivó el interés por estos fenómenos, considerándolos una forma fascinante de pasatiempo, por lo que, una vez más, la medicina ignoró o se mantuvo escéptica sobre sus aplicaciones prácticas.

Finalmente, en 1959, en un Congreso de la Asociación Médica Americana, el hipnotismo recibió el "estatus oficial" en medicina como "herramienta añadida", que ya había sido reconocido desde hacía algunos años por la Sociedad Médica Británica. Por lo tanto, el hipnotismo es ahora generalmente aceptado en los círculos científicos, y se está llevando a cabo de nuevo una intensa investigación. Nunca antes se había aplicado la hipnosis en tantos campos diferentes del comportamiento humano. Hoy en día hay literalmente miles de procedimientos médicos, dentales y psicológicos en los que el hipnotismo es un factor importante. A la vista de estos desarrollos, cualquier actitud de escepticismo o misticismo es más que infundada y errónea.

La investigación en el campo de las respuestas condicionadas es mucho más reciente. El concepto del uso de técnicas hipnóticas como ayuda para condicionar respuestas deseables y para facilitar la desensibilización de las indeseables es aún más reciente. Si la hipnosis sirve para nuevos procedimientos de condicionamiento o si el condicionamiento ayuda a conseguir efectos hipnóticos es una mera cuestión semántica. Los dos conceptos podrían estar en correlación o incluso ser idénticos. Pero evitemos, en aras de la claridad y la conveniencia, crear demasiada confusión con estas diferencias y analogías (como podría ser el caso), ya que estos principios se aplicarán únicamente a efectos prácticos. No debería sorprender que nuestras respuestas sean a menudo negativas. En muchos de nosotros superan con creces en número e intensidad a los positivos. Si nos tomáramos la molestia de interrogar a todas las personas con las que nos encontramos en un día cualquiera, podríamos considerarnos muy afortunados si nos encontramos con dos o tres que no admitieran estar aquejados de algún sufrimiento o problema. Reales o imaginarias, leves o graves, las respuestas negativas serán claramente mayoritarias.

Sin embargo, por extraño que parezca, todas las respuestas clasificadas como "negativas" no son necesariamente indeseables. Muchos de ellos son extremadamente importantes para nuestro bienestar y esenciales para nuestra supervivencia. La ansiedad, por ejemplo, puede parecer a primera vista una respuesta de la que nos gustaría prescindir. Muchas ansiedades tienen que ver con la "adaptación". Con esto queremos decir que sirven para un propósito constructivo. La ansiedad que despierta nuestra percepción de situaciones potencialmente peligrosas nos lleva a tomar medidas de protección o prevención. La ansiedad asociada a la idea de caer desde un avión condujo sin duda a la invención del paracaídas. La ansiedad provocada por la visión de un león hambriento nos hará correr en busca de un refugio seguro. La ansiedad provocada por una sensación dolorosa o anormal nos llevará a la sala de espera del médico. Se trata de ansiedades de "adaptación" y tienen un propósito útil.

Si, por el contrario, entramos en un estado de ansiedad ante la mera visión de un gatito, un color determinado o cualquier cosa que evidentemente no puede hacernos daño, la ansiedad deja de tener un propósito constructivo; puede dar lugar a un gasto innecesario de energía física o emocional y, por tanto, no es adaptativa. Puede dar lugar a tensión y fatiga, y si podemos, deberíamos intentar eliminar este tipo de ansiedad.

También hay ansiedades infundadas, o ansiedades que, en muchos individuos, "ensombrecen" cualquier estímulo. Se denominan ansiedades difusas o "flotantes". Este tipo indiferenciado de ansiedad suele asociarse en mayor o menor medida a las ansiedades "específicas" de las que hemos hablado. Un individuo puede estar constantemente en un estado de ansiedad que no podrá asociar con ningún objeto o situación concreta, aunque pueda tener un agravamiento de este estado en circunstancias específicas.

A continuación consideraremos los factores adicionales de la ansiedad. Hay otras respuestas negativas que poseen tanto cualidades de adaptabilidad como de inadecuación que son más relevantes para la presente discusión.

A lo largo de nuestra vida nos enfrentamos constantemente a cuestiones que nos afectan de diversas maneras. Algunos nos intrigan y otros no. Muchos individuos se pasan la vida buscando una respuesta a los problemas que les interesan. Muchos lo encuentran mientras otros mueren de frustración, a veces por los mismos problemas.

Durante la infancia, la mayoría de los problemas a los que nos enfrentamos tienen que ver con cómo y por qué las cosas salen como salen. Los problemas prácticos despiertan más curiosidad que los morales. A medida que maduramos, tendemos a examinar nuestras relaciones con los demás, buscando respuestas a problemas más profundos que incluyen la política, la teología, la filosofía, el infinito, la eternidad y un montón de otras ideas y conceptos. Nuestras actitudes y prejuicios comienzan a formarse. Desarrollamos nuestras propias teorías, escepticismos y rasgos de personalidad. El número y la importancia de estas actitudes y características no sólo cambian continuamente en cada individuo, sino que se podría decir que son tan diferentes en cuanto a su patrón como las huellas dactilares y otros datos personales.

Aunque no queramos admitirlo, un gran número de nuestras características, creencias y actitudes se basan en un concepto erróneo. A menudo pensamos que cuando nosotros mismos vemos o experimentamos algo, sin duda podemos aceptarlo sin reservas. Sin embargo, incluso cuando nuestras conclusiones se basan en nuestra propia experiencia, a menudo, a menos que estemos familiarizados con los métodos científicos, nos equivocamos.

Es muy fácil demostrar que podemos ser engañados al intentar confiar en nuestras propias percepciones. Me gustaría citar numerosos ejemplos que ilustran esta tesis, porque la creencia y la no creencia son factores realmente importantes en el éxito o el fracaso del desarrollo de la autohipnosis. Un conocimiento exacto de los hechos o errores que surgen de nuestras percepciones será de gran ayuda para modificar las creencias e incertidumbres sobre las ideas y observaciones que siguen.

Fatiga de la retina

Observando la figura 1, colocada al principio de este libro, el lector tendrá la demostración de cómo las percepciones cambian sin que el observador sea consciente de ello. Con una cartulina blanca o un trozo de papel cubra aproximadamente la mitad del rectángulo de color, luego mire atentamente la línea que delimita las dos zonas hasta que sus ojos no sientan un ligero cansancio. Unos pocos segundos suelen ser suficientes. Manteniendo la vista fija en el rectángulo, retira el trozo de papel para revelar el resto del área. Notará una intensificación del color en la zona que antes estaba cubierta. En este punto mucha gente dice que "el color es mucho más intenso".