2,99 €
Niedrigster Preis in 30 Tagen: 2,99 €
¿Podría ella mantener alejadas las manos de un marido tan sexy? Jianne Xang-Bennett necesitaba protección desesperadamente, por lo que, de mala gana, pidió ayuda a su esposo, el experto en artes marciales Jacob Bennett, del que había estado alejada mucho tiempo. Sin embargo, el hecho de que hubieran estado separados doce años no implicaba que pudieran estar en la misma habitación sin discutir o arrancarse la ropa el uno al otro. Sin embargo, Jacob era capaz de hacer cualquier cosa por las personas a las que amaba y Jianne era la única mujer que podía poner de rodillas a tan noble guerrero.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 214
Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2010 Kelly Hunter. Todos los derechos reservados.
AVENTURA EN SINGAPUR, Nº 1924 - enero 2012
Título original: Red-Hot Renegade
Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.
Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.
® Harlequin, logotipo Harlequin y Julia son marcas registradas por Harlequin Books S.A.
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
I.S.B.N.: 978-84-9010-420-0
Editor responsable: Luis Pugni
ePub: Publidisa
HABÍA que guardar las apariencias. Desde el traje hecho a medida y la elegante pero austera camisa blanca que vestía, pasando por los gemelos de oro que llevaba en los puños hasta el aire de indiferencia. Cada aliento que Jake Bennett tomaba aquella tarde, tenía como objetivo ayudarlo a superar la fiesta de compromiso de su hermano sin incidentes, además de salir de ella con el honor intacto.
—¿Dónde está tu corbata? —murmuró la que muy pronto iba a ser su cuñada cuando se detuvo a su lado para observarlo con ojos agudos y triste sonrisa—. La que te di hace un rato. La que no llevas puesta.
—En mi bolsillo —respondió él. Donde iba a quedarse.
Aquello no era lo que Madeline Mercy Delacourte quería escuchar.
—¿Tiene algo de malo? —le preguntó ella con voz dulce.
—Maddy, es de color lila.
Le gustaba Madeline. De verdad. Sin embargo, en los últimos tiempos había perdido un poco la cabeza.
—Es lila por una razón, Jacob. En serio, si tuvieras un aspecto más formidable esta noche, yo me quedaría sin invitados.
—Bueno, lo intento —murmuró él—. Y deja de intentar corromper a mi aprendiz.
—¿A Po? —replicó Maddy mientras entornaba los ojos con preocupación—. ¿Qué es lo que ha hecho?
—¿Quieres saber lo que he encontrado en las duchas del dojo esta tarde?
—No sé… ¿A Xena la princesa guerrera?
—Jabón.
—Ay, qué horror.
—Jabón de lavanda. Pastillas pequeñitas, que llevaban grabadas querubines regordetes y completamente desnudos. ¿Te has parado a pensar en la clase de mensaje que ese jabón transmite a una clase llena de cinturones negros? —preguntó Jake.
Maddy sonrió ligeramente. Evidentemente sí lo sabía. Evidentemente, la formidable fachada de Jake necesitaba algo más de trabajo.
—Y Po me dijo que se las habías dado tú —añadió él.
Maddy no pudo contener una carcajada.
—Lo siento —se disculpó ella cuando logró recuperar la compostura—. ¿Le has explicado a Po lo poco adecuado que resulta ese jabón para ese bastión de masculinidad en particular?
—Pensé que se lo podrías explicar tú.
—¿Cómo? ¿Y negarte a ti la oportunidad de hacerlo? ¿Qué clase de futura cuñada sería yo si hiciera algo así?
—¿Una que ayuda?
—Ésa soy yo. Me encanta ayudar. A ver qué te parece. Si consigues sonreír en los próximos veinte minutos, iré a buscar a Po y le hablaré del jabón. ¿Trato hecho?
—Trato hecho —repuso él con una sonrisa.
—Maldita sea —susurró ella. La sonrisa de Jake se hizo más amplia.
Tras lanzarle una mirada, Madeline se marchó para mezclarse con los elegantes invitados que se habían reunido en el espectacular bar del Singapur Delacourte Hotel. El hecho de que el compromiso de Madeline y Luke tuviera que celebrarse de una manera tan ostentosa tenía que ver con la increíble riqueza de Madeline y con una sociedad que esperaba una presentación de su prometido de tal magnitud. La orgullosa exhibición de familia, los grandes negocios y, más importante aún, la forja de beneficiosas alianzas… Todo esto y mucho más tendría lugar allí aquella noche. Singapur demandaba esto de sus habitantes y, por tener la oportunidad de hacer negocios y de hacerse ricos allí, sus habitantes pagaban gustosamente el precio.
En lo que se refería a la orgullosa presentación de la familia, los hermanos Bennett estaban allí en su totalidad con sus parejas. Tristan y Erin habían acudido en avión desde Sídney. Hallie y Nick habían llegado aquella mañana desde Londres acompañados de su hija de un mes. Serena y Pete desde Grecia a primera hora de la tarde. Serena estaba en algún lugar entre los invitados. En cuanto a Pete, acababa de colocarse silenciosamente al lado de Jake.
¿Acaso creían que él no se había dado cuenta del modo en el que lo estaban protegiendo? ¿Del modo en el que se turnaban para hacerle compañía todo el rato, como si no pudieran confiar que él pudiera cuidar de sí mismo?
Esto sólo era suficiente para darle al hombre un terrible dolor de cabeza.
—Mira —le dijo a Pete mientras llegaban más invitados—. Estoy bien. Todo está bajo control. Ella ni siquiera está aquí.
—Eso estaría bien si tuvieras razón —suspiró Pete—, pero no es así. Jianne acaba de llegar acompañada de sus tíos, si nos podemos fiar de la descripción que de ellos ha hecho Luke.
La tía de Jianne estaba casada con el socio de negocios más poderoso de Madeline.
Jianne recientemente se había instalado en Singapur y Madeline la había conocido y ambas se habían caído muy bien.
Jianne Xang-Bennett.
La que, a pesar de los años separados, seguía siendo la esposa de Jake.
—¿Quieres una cerveza? —le preguntó Pete.
—No.
—¿Algo más fuerte?
—Más tarde.
Un hormigueo en la nuca estuvo a punto de hacer que Jake se diera la vuelta y viera por sí mismo el efecto que aquellos doce años de distancia habían tenido en su esposa, pero se resistió igual que se resistió al apoyo que pudiera darle el alcohol e igual que había resistido la sensación de sentirse observado.
Pete asintió. Su penetrante mirada azul pareció clavarse en algún lugar por encima del hombro de Jake.
—Nos ha visto.
Jake ya lo sabía.
—Madeline se la lleva hacia Hallie y el bebé— añadió Pete mientras el hormigueo que Jake había sentido en la nuca remitía—. ¿Qué es lo que tienen las mujeres con los bebés?
—Y eso lo dice el hombre al que tuvieron que arrancarle a su sobrina de los brazos una hora después de que la pequeña se hubiera quedado dormida.
—Eh, sólo porque se durmió conmigo y no contigo, ¿verdad? —dijo Pete—. Reconócelo. Tú no tienes ese toque. Además, me tocaba a mí —añadió. Una deliciosa carcajada femenina resonó a las espaldas de los dos hombres—. Jianne está congeniando muy bien con nuestra sobrina. En realidad, también es su sobrina, ahora que lo pienso. Seguramente no quieres mirar.
—Seguramente tienes razón.
Sin embargo, Jake se dio la vuelta y miró. Entonces, se maldijo por aquella debilidad cuando su mirada captó la imagen de una Jianne más madura, pero impresionantemente hermosa.
Seguía siendo la mujer más hermosa que él había visto nunca. Piel impecable. Una abundancia de sedoso cabello negro que llevaba recogido en lo alto de la cabeza. Jianne era una mujer esbelta, con un aire de inocente dulzura que Jake se había esforzado mucho por olvidar. Dejando la belleza a un lado, Jianne Xang había nacido en una familia cuya riqueza personal sobrepasaba la de muchos países pequeños. Un detalle sin importancia que a ella se le había olvidado mencionar hasta después de que estuvieran casados.
No era que Jake estuviera molesto o resentido por aquel detalle, sino que, si lo hubiera sabido, se lo habría pensado dos veces antes de pedirle que compartiera su vida con él. Demasiado acomodada para vivir en una casa llena de los hermanos huérfanos y medio salvajes que Jake había tenido a su cuidado. Demasiado dulce para poder soportar la rudeza de los sentimientos de ellos y los del propio Jake. Todos la habían destrozado.
Él la había destrozado.
Jamás había dejado de preguntarse cómo Jianne se había quedado tanto tiempo.
No era la curiosidad lo que obligaba a Jake a seguir observándola. La curiosidad era un sentimiento manso, fácil de controlar. La necesidad de absorber todos los detalles de la apariencia de Jianne, por pequeños que fueran, se había apoderado de él con la fuerza de algo que se le había negado durante mucho tiempo.
Jake observó en silencio como Layla, la bebé, agitaba los puñitos frente al rostro de Jianne desde la seguridad del abrazo de su madre. Los hermosos labios de Jianne se curvaron. Hallie dijo algo y Jianne levantó la mirada, como sorprendida, y negó con la cabeza. No. Fuera cual fuera la pregunta, la respuesta era no.
Jake quería apartar la mirada. La apartaría. Muy pronto.
Entonces, Jianne giró la cabeza y lo miró directamente a él a través de los ojos de una hechicera. Oscuros como la noche y más profundos que los océanos, con una forma muy occidental por una bisabuela que era medio británica, pero que, en su interior, había sido completamente china. Igual que Jianne.
La sonrisa se heló en los labios de Jianne. Jake ni siquiera pudo esbozar la suya. Sólo era vagamente consciente de que a su lado un hermano gruñía en voz muy baja y que al otro lado de la sala otro se había quedado completamente inmóvil.
Entonces, Luke se interpuso entre ambos con un zumo de naranja para Hallie y champán para su invitada. ¿Atento anfitrión o primera línea de defensa? A Jake no le importaba. La maniobra le permitió respirar, reagruparse y sonreír tensamente a Pete, que se negó a devolverle la sonrisa.
¿Cuánto tiempo tendría que soportar aquella fiesta después de que Jianne y su familia hubieran llegado? ¿Quince minutos? ¿Media hora? Él no encajaba en aquel mundo de extrema riqueza, en aquella sociedad de modales corteses. Lo sufría, eso era todo, mientras que la bestia que habitaba en él paseaba de arriba abajo por su celda ansiando fugarse.
Observó los amplios ventanales de la sala, que iban desde el suelo hasta el hecho y deseó tener alas y libertad para escapar de allí. Miró hacia la entrada de servicio, otra salida, aunque sabía que no iba a salir huyendo.
Necesitaba terminar con aquello. Tenía que saludar a Jianne. Conversar con ella. Entablar un diálogo cortés con ella, en el que le preguntaría cómo se encontraba y afirmaría que tenía buen aspecto. Charlarían sobre el tiempo. Algo. Cualquier cosa. Entonces, él le haría la pregunta que se había apoderado de él y que no lo dejaría escapar hasta que obtuviera la respuesta.
—Le dije a Madeline y a Hallie que esto no iba a salir bien —dijo Pete, que seguía al lado de Jake—. Se lo dije varias veces, pero, ¿me escucharon? No.
—Estoy bien —afirmó Jake cuadrándose de hombros cuando volvió a sentir el hormigueo en la nuca—. Todo está bien.
Pete frunció el ceño para mostrar su desacuerdo, pero no articuló palabra.
Todos estaban allí. Los hermanos Bennett a los que Jianne había tratado de cuidar como si fueran los suyos. Todos y cada uno de ellos. Había esperado que el tiempo y la madurez por su parte aminoraran el impacto que tenían sobre ella, pero no iba a ser así. Observó cómo se intercambiaban miradas al verla. Observó cómo se disponían a defender lo que era suyo.
Jacob. El centro. El corazón de su familia. La fuerza. El primogénito.
El primer amor.
El hombre al que le había entregado su cuerpo, y con éste, el alma y el corazón.
Jacob, que estaba de espaldas a ella.
Su esposo, aunque llevaba doce años separada de él.
No sabían, ninguno de ello sabía, lo difícil que le había resultado entrar en aquella sala con compostura. Los tímidos conejillos no tienen lugar en una sala repleta de vigilantes tigres, al menos si querían sobrevivir.
«Yo no soy un tímido conejillo», se dijo. Cerró los ojos y dejó que aquella letanía la recorriera de la cabeza a los pies antes de volver a abrir los ojos y esbozar una sonrisa radiante al ver que Madeline se acercaba a saludarla a ella y a sus tíos. La anfitriona saludó primero a sus tíos. Entonces, se volvió a Jianne y la abrazó cariñosamente.
—Estás guapísima —le dijo, con aprobación.
—Gracias.
El vestido sin tirantes de color marfil y rojo que la cubría hasta los pies en la más fina seda estaba destinado a mujeres extrovertidas, no a las que se comportaban como floreros. La vendedora así se lo había asegurado. Le había dicho que si se ponía aquel vestido, sentiría toda la confianza que necesitara por muy incómoda que fuera aquella reunión social. La vendedora se había equivocado por completo.
—No debería haber venido —murmuró Jianne—. Esto no ha sido buena idea.
—Quédate —replicó Madeline—. A mí me parece una idea buenísima. Ven. Te presentaré al último Bennett. Sus tíos aún están en estado de shock —añadió, con la sonrisa que tan poco le costaba esbozar en aquellos momentos—. Se trata de una niña.
Layla era una encantadora bebé de ojos azules, piel de alabastro y un llamativo cabello rojizo. Resultaba difícil no deshacerse ante una imagen tan maravillosa.
—Layla, te presento a tu tía Jianne —dijo Hallie con una cortesía que Jianne no había esperado—. ¿Te gustaría tomarla en brazos? —le preguntó a Ji.
—¡Me encantaría! —exclamó ella—. Bueno, mejor no. Es decir… ¿Y si llora? Tus hermanos se enfurecerían conmigo.
—No se atreverían —dijo Hallie—. Me prometieron que esta noche se comportarían correctamente y hay esposas suficientes para garantizarlo.
El hecho de pensar que los rebeldes Bennett hubieran podido ser domados por fin atraía profundamente a Jianne, pero al mirar a su alrededor decidió que la afirmación de Hallie se basaba más en el optimismo que en la realidad.
Tristan la observaba fríamente desde la ventana. Pete estaba al lado de Jacob con expresión sombría. En cuanto a Jake… Jacob ni siquiera la estaba mirando. Por esto, Jianne se permitió observarlo durante unos instantes.
El traje se ceñía a sus anchos hombros, poderosas piernas y a un elegante y esbelto torso, una afirmación de las glorias de una vida dedicada a las artes marciales. Aún tenía el cabello negro y espeso, aunque más corto que nunca. Las líneas de su perfil se habían vuelto más afiladas, pero seguía teniendo un rostro capaz de dejar en evidencia al de los mismos ángeles. Emanaba de él un aura casi visible de poder en estado puro que él parecía controlar perfectamente. El poder había formado siempre una parte intrínseca del modo de ser de Jacob.
Aquel control parecía ser completamente nuevo.
Jianne apartó la mirada durante un instante tan sólo para retomar fuerzas. Cuando volvió a mirar a Jacob, los ojos de él se encontraron con los suyos. Aquellos vivaces ojos azules de mirada fría y arrogante apresaron a Jianne, haciendo que se sintiera como una liebre atrapada en el cepo de un cazador. Sabía que no se la quería allí. No pertenecía a aquel lugar. Se había equivocado al asistir.
—Quédate.
Un hombre alto, de anchos hombros, se detuvo delante de ella, rompiendo el contacto visual que tenía con Jacob. Se trataba de Luke Bennett, el futuro esposo de Madeline. Sus ojos dorados transmitían una calidez que la animaba. Le entregó una copa de champán.
—Por favor.
—Por favor —repitió Hallie llena de ansiedad—. Jake necesita volver a verte. De verdad. Simplemente, aún no se ha enterado.
—Tal vez sería mejor que me llamarais cuando así fuera —afirmó Jianne con una tensa sonrisa—. De verdad que no veo lo que podría conseguir una reunión forzada. Desde luego armonía no.
—Eso de la armonía está sobrevalorado —dijo Luke—. En ocasiones, es mejor dar un paso atrás y dejar que todo explote.
—Luke desactiva bombas —comentó Hallie a modo de explicación—. O no.
—Estoy segura de que sabes lo que estás haciendo —le dijo Jianne a Luke—, igual que yo también estoy segura de que sabes lo que ocurre a los que están en el centro de tales explosiones.
—Nosotros podemos protegerte —afirmó Luke.
—No lo dudo, pero no lo haréis —repuso ella. Estaba segura de que todos actuarían instintivamente para proteger al que querían. Protegerían a Jacob. Y Jianne sería la que terminaría sufriendo.
—Confía en nosotros —dijo Luke.
Sin embargo, Jianne ya no era la joven novia esperanzada que en el pasado se había creído que podía llenar de amor a una familia salvaje y rota y que lo recibiría también a cambio.
—La confianza tiene que ganarse —replicó.
—Está bien, pues no confíes en nosotros —observó Luke—, pero quédate y observa cómo hacemos todo lo que podemos para conseguir que te sientas bienvenida aquí esta noche.
Jianne se quedó. Antes de que hubiera pasado media hora, Tristan la saludó y le presentó a su esposa. Pete había hecho lo mismo. Un pequeño niño chino ataviado con un elegante traje de corte occidental también había logrado llegar a su lado.
—Hola —le dijo ella con cautela.
Después de mirarla cuidadosamente, el muchacho pareció animarse a hablar.
—Me llamo Po. Soy aprendiz del sensei —dijo el niño en impecable cantonés. Cuando ella no respondió inmediatamente, repitió lo mismo en mandarín.
—¿De qué sensei estamos hablando? —le preguntó Jianne. Eligió el inglés para preguntar. El niño no la desilusionó.
—Sensei Jake. Bennett —añadió cuando ella volvió a guardar silencio.
—¿También te enseña el sensei Jake Bennett a hablar inglés?
—Yo ya lo sabía —dijo Po—. Y el tamul. Y un poco de malayo.
—Estoy impresionada. ¿Cómo es que hablas fluidamente tantos idiomas?
En ese momento, las ganas de hablar del muchacho desaparecieron.
—Porque sí.
—Bien, en ese caso, hola, Po. Yo me llamo Jianne —se presentó ella con una sonrisa.
—Hola —dijo el muchacho observándola atentamente con sus ojos oscuros—. Eres más guapa que en la foto.
—Gracias —respondió ella. Entonces, pensó en lo que el niño acababa de decir—. ¿Qué foto?
La luz de una lámpara cercana se hizo más tenue, como si alguien se hubiera interpuesto entre ésta y Jianne. Ella supo antes de mirar que Jacob se había reunido con ellos. Su presencia provocaba una nueva oleada de tensión en el ya tenso cuerpo de Jianne.
—Hola, Jacob —dijo con voz temblorosa. Su cuerpo temblaba por dentro, tal y como era de esperar. Jacob siempre había tenido la facilidad de enervarla—. Estaba charlando con tu aprendiz.
—Ya lo veo —repuso Jacob mientras observaba al muchacho—. ¿De qué foto estás hablando?
Po dudó como si se encontrara en una situación delicada. La mirada de Jacob se endureció.
—¿Po?
—La que tienes en la cartera.
—¿Has estado mirando en mi cartera?
—No he robado nada —se apresuró el muchacho a decir—. Hace mucho tiempo. El día en el que llegué al dojo yo… yo quería saber más. Sobre ti. Las carteras son buenas para ese tipo de cosas.
El niño y el hombre se miraron el uno al otro en tenso silencio.
—Me deshonras —dijo Jacob por fin.
Jianne vio asombrada cómo Po se perdía entre los invitados. Lo vio desaparecer deseando que ella pudiera hacer lo mismo.
—¿Es tuyo? —le preguntó.
—Podríamos decir que sí.
Por supuesto, Po no era hijo biológico de Jacob, pero había otras muchas maneras en las que un niño podría convertirse en la responsabilidad de un hombre. La madre de Po podría estar muerta. Jacob podría haber estado saliendo con ella, incluso viviendo con ella y si ella había muerto sin tener otros parientes, Po podría haber caído bajo la tutela de Jacob.
—¿Cómo?
—Pregúntaselo a Madeline.
No se podía decir que aquello fuera una respuesta.
—¿Vas a castigarlo?
Jacob tensó los labios.
—Me quitó la cartera y estuvo examinándola. Deliberadamente invadió mi intimidad. ¿No te parece que debería ser castigado por eso?
—Sí, pero… Jacob, es sólo un niño.
—¿Y eso qué significa? ¿Que no le pegue? —le espetó él.
Jianne se quedó sin palabras. No podía respirar. Bajó la cabeza y miró la copa de champán sin verla.
—Por el amor de Dios, Jianne. Jamás he pegado te he pegado a ti ni a ninguno de mis alumnos y te aseguro que no tengo intención de empezar ahora. ¿Por qué no te bebes tu champán y dejas de comportarte como si yo estuviera a punto de crucificarte? Te aseguro que no es así. No voy a hacerlo. Cuanto antes te des cuenta de eso tú y todos los que nos observan, mucho mejor.
Jianne se llevó la copa a los labios y dio un sorbo. Otro sorbo y estuvo a punto de terminarse el champán mientras pensaba en un modo de recuperar la conversación.
—Tienes buen aspecto —comentó. Nada más que la verdad—. Más imponente que nunca.
—¿Eso ha sido un cumplido?
—Así quería que sonara.
—No creo que lo fuera. Más champán.
—Enhorabuena por tus éxitos —dijo ella—. Los títulos mundiales. Las clases de maestro. Madeline me ha dicho que vienen alumnos de todo el mundo para aprender de ti.
—Tú odias el kárate.
Eso no era cierto. Jianne odiaba el tiempo que él había dedicado al kárate. No se había dado cuenta de que, para algunos, el kárate era una forma de vida que rayaba con la religión o que, sin él, no había manera en la que Jake pudiera contener el fuego que ardía dentro de él.
—No lo odio. Simplemente nunca lo comprendí. Hay una diferencia.
—¿Acaso lo comprendes ahora?
—Un poco —dijo. Decidió que había llegado el momento de volver a cambiar de tema—. Madeline y Luke parecen estar hechos el uno para el otro.
—Así es.
—Y tus otros hermanos… y Hallie… Todos parecen tan civilizados ahora. Has hecho un buen trabajo con ellos.
—Yo no he hecho nada.
Ciertamente no había sido Jianne quien lo había hecho. Apartó la mirada de Jake y recorrió la sala. Había tantos ojos observándola, pero nadie parecía inclinado a reunirse con ellos.
—Perdona —dijo ella después de lo que pareció un silencio eterno—, creo que mi tía me está buscando —añadió. Con eso, se dispuso a marcharse.
—Espera —le ordenó él.
Una palabra. Nada más. Sin embargo, ella esperó. ¿Se trataba de obediencia o curiosidad? No lo sabía.
—¿Te gusta Singapur? ¿Te estás adaptando bien?
¿Ésa era la pregunta? ¿Por eso la había detenido?
—Singapur es un lugar maravilloso —dijo ella—. Y me estoy adaptando bastante bien.
—Tu tía le dijo a Luke que tenías un pretendiente no deseado.
Su tía había hablado demasiado.
—Dio a entender que él te está presionando para que consideres su oferta de matrimonio.
—Jacob, de verdad que no veo cómo nada de esto puede ser asunto tuyo.
—¿Que no lo sabes? Debes de estar ciega, esposa mía.
Su voz era medida, tranquila, pero no la engañaba. Bajo la tranquila apariencia, Jake Bennett hervía por dentro.
—En realidad, me he enterado a través de otros que tú no tienes interés alguno en casarte con ese hombre, pero tal vez sea mentira y sí que quieras volver a contraer matrimonio. Tal vez yo sea sólo un impedimento para ti —le espetó mirándola con ojos fríos como un glacial—. ¿Quieres el divorcio?
—¡No! —replicó ella. Demasiado rápidamente—. Es decir… ¿Lo quieres tú? Tal vez la madre de Po…
—Se trata de una mujer a la que no he conocido nunca y a la que Po nunca menciona. Po era carterista, uno de los que suele rescatar Madeline. Me lo trajo al dojo para que él al menos tuviera un techo bajo el que cobijarse y algo que aprender.
—Oh…
Se había resuelto el misterio de Po, pero Jianne seguía sin saber nada sobre las relaciones sentimentales que Jake pudiera tener en aquellos momentos.
—Tu tía cree que si este hombre no consigue lo que quiere, podría convertirse en un peligro para ti — añadió Jake—. Madeline piensa lo mismo. Están preocupadas por tu seguridad.
—No debería preocuparse tanto —replicó Jianne. Ya se había preocupado ella lo suficiente por todos en los últimos meses.
—¿Te ha seguido a Singapur?
—No lo he visto aquí.
Todavía. No había necesidad de decirle al que aún era su esposo que Zhi Fu la había localizado. Que seguía recibiendo los regalos que él la enviaba.
—Jianne, ¿significa ese hombre un peligro para ti?
—Si te soy sincera, no lo sé. Jamás ha hecho nada malo. Juega conmigo, eso es todo.
—¿De qué clase de juegos estamos hablando?
Jianne sintió que había hablado demasiado.
—No importa.
—¿Juegos mentales?
—Jacob, esto no es asunto tuyo.
—¿Acaso no crees que sea asunto mío proteger a mi esposa de un acosador?
—Una esposa de la que llevas mucho tiempo separado —dijo ella con voz suave—. Doce años exactamente.
Jacob apretó los labios.
—Es decir, quieres la protección que mi nombre te puede reportar y nada más. Nada más.
Sonaba tan malo cuando él lo pronunciaba de aquel modo, pero eso era exactamente lo que ella quería. Había pensado, había esperado, que todo pudiera seguir igual, incluido aquel matrimonio de apariencias. Nunca se había parado a pensar en las necesidades de Jacob.
—Jacob, si quieres el divorcio, solicítalo. Si hay otra mujer…
Él la miró fijamente.
—¿Y qué haría tu pretendiente si supiera que estás libre?
—No lo sé. No importa. Sea lo que sea, yo me enfrentaré a ello. Si quieres divorciarte, lo haremos. No deberías tener que considerar mis necesidades.
—¿Sabes una cosa? Uno de estos días, Jianne, vas a darte cuenta de que el martirio no es lo que la gente espera de ti —le espetó él con voz tranquila—. Que no importa expresar tus necesidades y esperar que se tengan en cuenta.
—En ese caso, está bien —dijo ella. Respiró profundamente y expuso detalladamente sus necesidades—. Efectivamente, necesito que Zhi Fu deje de perseguirme. El hecho de venir a Singapur me ha ayudado. Me alojo en casa de mis tíos y ellos no tienen intención alguna de alentar sus atenciones. Aquí no podrá acceder a mí como podía hacerlo en Shangai. Estoy segura de que se cansará pronto de sus juegos. Y yo me veré libre de él.
Jake la miró fijamente.
—Jake, preferiría no implicarte a ti. A menos que sea absolutamente necesario.
A Jake no le gustaba aquello. Se metió las manos en los bolsillos de los pantalones y apartó la mirada hacia la ventana. Necesitaba mirar a cualquier parte menos a ella.
—¿Llamarás al menos a alguien si crees que estás en peligro y que necesitas ayuda? —le preguntó por fin.
—Lo haré. Tengo mis primos y mis tíos. Tal vez incluso Madeline y Luke. Sin embargo, preferiría no tener que llamarte a ti. Seguro que entenderás por qué no puedes ser tú.
—¿Porque mi presencia es tan poco deseada como la de él?
—¿Cómo dices? ¡No! Por el amor de Dios, Jacob. Zhi Fu y tú no os parecéis en nada. A él no le quiero ni ver. En cuanto a ti… en una ocasión te quise demasiado…