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Considerado una rareza dentro de la producción del poeta y dramaturgo José Zorrilla, el poema De Murcia al cielo canta las alabanzas de dicha región a modo de sus leyendas.-
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Seitenzahl: 50
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José Zorrilla
Saga
De Murcia al cieloCover image: Shutterstock Copyright © 1888, 2020 José Zorrilla and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726561555
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
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SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Marqués se Willalba se los Llanos,
Conse se Roche,
Don Ricarso Sánchez Masrigal
y Don Qntonio se Sansoval
Mis queridos amigos: Al recibir este librejo que os dedico, puede que se os ocurra que es una parodia profana de la santa parábola de los peces y los panes, puesto que pretendo satisfacer á tantos con tan pocos versos: pero os suplico que tengais presente que esta leyenda, cuento, poema, ó como querais llamarlo, siendo obra de un poeta que ha contado ya sus setenta y un inviernos, es una de las últimas llamaradas de la lamparilla de su ingenio que chisporrotea para apagarse; uno de los últimos suspiros de su cuerpo que va á volverse á la tierra, y una de las postreras aspiraciones de su alma, que va á volverse á Dios.
Debian ir con los vuestros en esta dedicatoria los nombres de mis bnenos parientes los Revengas y el del alegre Nicolás Acero, mi hospedador. Pero á aquellos, que tienen la sangre de mi madre y que saben que por ella llevo sus nombres esculpidos en mi memoria y su cariño infiltrado en mi corazon, no necesito darles públicas pruebas de amistad, ni al público le interesarian mis alardes públicos del cariño que sólo recibe calor en el del hogar doméstico y en la intimidad de la familia; y á Nicolás Acero le guardo su sitio en uno de los rincones de Valladolid deMi última brega ; en el de la casa en que nací, de la cual es hoy propietario.
Decídselo así á Nicolás, si por ahí dais con él, que por ahí debe de andar; y repetídselo á los Revengas, que en Múrcia habitan.
Enviad este librejo á Orihuela, donde la lluvia nos dejó apenas vernos las caras, y á Mula, donde no pude ir á enseñar la mia, por la premura del tiempo, por enojosos negocios y por achaques en mi edad inevitables.
Haced presentes mis recuerdos al Prelado, que tan benévolamente escuchó mis salmodías, al Municipio y á los Institutos, que me honraron con sus invitaciones y obsequios, y haced leer á las murcianas de la ciudad y de la huerta los versos que á ellas y á vosotros os dedica, cumpliendo un deber de gratitud, vuestro viejo poeta que os quiere,
José Zorrilla
Madrid, Mayo 20 de 1888.
De piedra un albo Santuario,
del que hizo la devocion
un valioso relicario
con un ánnuo aniversario
de anual peregrinacion,
de un verde monte en la loma
que de azahar exhala aroma
y tiene á Múrcia á sus piés,
blanquea como paloma
anidada en un ciprés.
Aquel monte es un tesoro
de fé y de vegetacion
desde los tiempos del moro;
rebosa el Santuario en oro
y el monte es de oro un monton.
El monte es de tradiciones
poéticas mi arcano:
dos razas, dos religiones
las sembraron á montones
bajo él con sangrienta mano.
Siete siglos de pelea
costó encender á las dos,
del incendio con la tea,
el faro que hoy centellea
sobre él con la Cruz de Dios.
Huyó la grey musulmana
allende el mar; campa sola
ya en Múrcia la Cruz cristiana,
y alli hace hoy la fé murciana
su romería española.
Original romería
de aquella tierra del sol,
de la fé y de la alegria:
de un pueblo de esos que cría
no más el suelo español.
Pueblo típico y genuino
de la España recobrada
del Tetuaní y Tunecino,
que áun mezcla al ritual divino
los lelís de una algarada.
Pueblo ardiente de huertanos,
que, áun con trajes y usos moros,
dan á los ritos cristianos
remates mahometanos
de fuegos, zambras y toros.
Vencedor establecido
en el hogar del vencido,
áun vive sobre su pista,
á lo ganado adherido
por él en su reconquista.
Vive católico y muere
con católicas exequias;
mas siembra, riega é ingiere
cual moro, de quien prefiere
usos, aperos y acequias.
Y no se deshonra en eso,
ni se atasca en el progreso;
á su conquista se apega,
y el carácter guarda ileso
de su hogar y de su vega.
Pueblo sóbrio, sano y fuerte
aunque entre flores se cria,
mientras vive se divierte;
sin miedo espera á la muerte
y en Dios al morir se fía.
Tierra y gentes son aquellas
de tan bravos caractéres,
que en ella son, ellos y ellas,
los hombres como centellas,
como estrellas las mujeres.
Pueblo es aquel á quien debo
últimas horas tan gratas,
que áun me creí allí mancebo;
y áun en mis oidos llevo
su aplauso y sus serenatas.
Por mí en su amistad extrema
y extrema galantria
hay de un buen libro un buen tema;
mas ya labrar no podria
de gratitud tal poema.
De mi rápido camino
por país tan peregrino,
no puede al pueblo murciano
dar ya más mi ingenio cano
que este recuerdo mezquino.
Volvamos al monte aquél
y al tiempo tradicional,
en que en manas del infiel
áun no blanqueaba sobre él
el rico Santuario actual.
Dejemos para otro dia
y para otra poesía
más realista y más cristiana,
la alegre fiesta murciana,
que va al monte en romeria;
y volvamos mente y ojos
al tiempo ya inmemorial
de cuentos, sueños y antojos,
que da hastío y causa enojos
al filosofismo actual.
Y dejadme aquí ingerir,