Desde el amor hasta la guerra - Gustavo Castro Caycedo - E-Book

Desde el amor hasta la guerra E-Book

Gustavo Castro Caycedo

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Beschreibung

Desde el amor hasta la guerra: 60 años de periodismo en 60 grandes crónicas Desde el amor hasta la guerra reúne los mejores escritos de Gustavo Castro Caycedo, quien ha cultivado una excepcional carrera periodística durante más de sesenta años, manteniendo durante todo este tiempo su estilo narrativo claro, y su mirada aguda y reflexiva sobre cada uno de los temas. A través de crónicas, reportajes y entrevistas que traspasan fronteras, épocas y temas, Castro Caycedo demuestra su maestría en contar historias que capturan la esencia de la experiencia humana. Este libro es tanto un tributo a una carrera periodística sin igual, como una fuente de inspiración y aprendizaje para quienes aspiran a seguir sus pasos en el oficio de narrar la realidad. Un libro que todos los periodistas deberían leer.

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DESDEEL AMORHASTA LAGUERRA

© 2024, Gustavo Castro Caycedo

© 2024, Sin Fronteras Grupo Editorial

ISBN: 978-628-7667-68-6

Edición:

Isabela Cantos Vallecilla

Diseño y diagramación:

Paula Andrea Gutiérrez R.

Reservados todos los derechos. No se permite reproducir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado (impresión, fotocopia, etc.), sin el permiso previo del editor.

Sin Fronteras Grupo Editorial apoya la protección del copyright.

Diseño epub:Hipertexto – Netizen Digital Solutions

A mis hijos Gustavo Adolfo y Luz Helena Castro Herrera, quienes desde cuando eran niños soportaron los desvelos, privaciones e incomodidades surgidas durante mi ejercicio periodístico y quienes han compartido íntimamente y con alegría la compensación de sus logros.

CONTENIDO

PRÓLOGO I

UN TIPO ÚNICO

PRÓLOGO II

Y LA RADIO RESURGIÓ DE SUS CENIZAS

PRÓLOGO III

“¿Y QUÉ TRATA EN ESTE NUEVO LIBRO?”

LA PRENSA, ENTRE EL HEROÍSMO Y SU DEBER CON LA PAZ (2023)

VERSOS SIN FECHA, PUES CUALQUIER DÍA ES BUENO PARA SENTIR AMOR

PARTE I: CRÓNICAS Y REPORTAJES

EL DE PERETZ Y LA BELLA CECILIA (RACHEL), UN AMOR FUERA DE SERIE (2010 Y 2023)

CHIGÜIRO, EL GATO MÁS FAMOSO DE COLOMBIA (2012 Y 2019)

DON GATO LLEGÓ A LLENAR EL VACÍO DE CHIGÜIRO (2019)

“COCHISE” Y SUS 61.720.016 PEDALAZOS: MÁS DE UN AÑO SOBRE UNA BICICLETA (1978)

AL “CULEBRERITO DE ARMERO” LO ARRASTRÓ LA AVALANCHA POR AYUDAR A LA CRUZ ROJA (1985)

COLOMBIA, SOS: EN ARMERO. LA MAYOR OPERACIÓN DE RESCATE DEL MUNDO (1985)

LAIKA, LA PERRITA QUE LOS SOVIÉTICOS CONDENARON A MORIR CRUELMENTE EN EL ESPACIO (2011 Y 2023)

AL SALIR TRUMP Y ENTRAR BIDEN, LAS MASCOTAS PUDIERON VOLVER A LA CASA BLANCA (2021)

CUANDO NOS LLEVÓ EL M-19, YO ERA EL PERIODISTA MÁS ASUSTADO (1981)

DE ESTE AVIÓN NOS BAJAN… PERO ¡MUERTOS! (1979)

LOS SEIS COLOMBIANOS QUE DESAFIARON AL “INFIERNO VERDE” DEL DARIÉN (1973 Y 2023)

EL AVIÓN CAYÓ EN ALTA MAR, RICARDO INVOCÓ A DIOS Y A SU MADRE… ¡Y SE SALVÓ! (2012)

EL BUS EMBISTIÓ SU CARRO Y CRISTINA SE SALVÓ, PERO MURIERON TRES HIJOS Y SU ESPOSO (2013)

CUANDO A GABO LE QUEMARON SU GACETA, GRITÓ: “ALCALDE HP…” (2012)

EL TERRIBLE TERREMOTO QUE DESTRUYÓ MANAGUA EN NAVIDAD (1972)

EN LA GUERRA, BAJO LAS BALAS Y LAS BOMBAS, NO DAN RECIBOS (1989)

LA ENTREGA DEL NOBEL A GABO QUE FRUSTRÓ A COLOMBIA EN 1982 (2022)

LA PAZ DEL GENERAL ROJAS PINILLA Y GUADALUPE SALCEDO (2010)

MARÍA ISABEL TRUJILLO, NUESTRA HEROÍNA EN EL DESIERTO DEL SAHARA (2002)

POLICÍA COLOMBIANO WILLIAM LOZANO, “CHIVO EXPIATORIO” EN MIAMI (1989)

POR LA SAL DE ZIPAQUIRÁ, JIMÉNEZ DE QUESADA FUNDÓ A BOGOTÁ (2012)

TERROR POR BOMBARDEO SOMOCISTA QUE FRUSTRÓ RUEDA DE PRENSA (1979)

TRAS DIEZ AÑOS DE INMENSA INJUSTICIA, ABSUELTA MARÍA PIEDAD MOSQUERA (2021)

PEDRO RAMOS: “YO NO LO MANDÉ A MATAR”. EN COSTA RICA PLANEARON LA MUERTE DE PEDRO JOAQUÍN CHAMORRO (1978)

HISTORIA DE UNA LOCURA: TRAER A ALI, “EL MÁS GRANDE”, A BOXEAR EN BOGOTÁ (2018)

Y GABO DIJO: “PAOLO LUGARI ES EL INVENTOR DEL MUNDO” (2018)

CUÁNDO Y POR QUÉ COLOMBIA LE DECLARÓ LA GUERRA A ALEMANIA (2008)

PARTE II: PERFILES Y ENTREVISTAS

LA “RESURRECCIÓN” DE PEDRO GÓMEZ BARRERO (2023)

TRUMP NO DEBE QUERERNOS: TRES COLOMBIANOS LO HAN JUZGADO (2023)

EL OLÍMPICO JORGE PERRY, PROFESOR ‘ALCAHUETE’ DE GABO (2018)

EL COLOMBIANO CARLOS HOYOS: PIONERO DE LOS DRONES DESDE EL SIGLO XX (1994)

EL CORSARIO LOUIS AURY, LIBERTADOR DEL ARCHIPIÉLAGO DE SAN ANDRÉS Y PROVIDENCIA (2008)

CARLOS MUÑOZ, EL MEJOR ACTOR QUE HA TENIDO COLOMBIA (2010 Y 2017)

EN 1944, CARLOS JULIO RAMÍREZ LES ABRIÓ EL CAMINO A NUESTROS ARTISTAS EN HOLLYWOOD (1988)

JORGE BARÓN, RÉCORD GUINNESS, FENÓMENO DE MASAS Y APÓSTOL DE LA PAZ (2022)

JOSÉ RICARDO TORRES, EL NIÑO COLOMBIANO QUE CONMOVIÓ A MIAMI (1977)

LA PAISA MARGARITA CORREA SALVA VIDAS EN LA INDIA… Y MÁS ALLÁ (2003)

LA BOGOTANA TATIANA CALDERÓN ES LA MUJER MÁS VELOZ DEL MUNDO (2020)

LA COLOMBIANA MARTHA GÓMEZ, LÍDER MUNDIAL EN CLONACIÓN FELINA (2011 Y 2021)

ADRIANA OCAMPO, CON SITIO EN LA HISTORIA DE LA CONQUISTA DEL ESPACIO (2011 Y 2016)

LA FAMA LE CAUSÓ A JOTA MARIO VALENCIA LA RUINA Y SU EXILIO (2014)

LUIS CARLOS GALÁN: “LÓPEZ ES EL PASADO QUE EL PAÍS NO QUIERE REVIVIR” (1981)

BELISARIO BETANCUR: “ME DICEN POPULISTA, PERO TAMBIÉN ME DICEN CAVERNARIO” (1981)

ÁLVARO GÓMEZ HURTADO: “BETANCUR Y SANTOFIMIO SON MISERABILISTAS” (1981)

DISGUSTO EN VENEZUELA POR DECLARACIONES QUE ME DIO CARLOS ANDRÉS PÉREZ (1980)

PRESIDENTE CARAZO: “ME PRESIONARON PARA QUE INTERVINIERA EN NICARAGUA” (1982)

PACHO HACHE, “EL PAPÁ DE TAL CUAL”, ES UN GENIO CON PERFIL BAJO (2021)

PARTE III: OPINIÓN Y ANÁLISIS

LÁSTIMA QUE EN LA TELEVISIÓN NO HAYA MÁS GLORIAS (2011)

A MÍ SÍ NO ME DA VERGÜENZA SER COLOMBIANO, ¡NI MÁS FALTABA! (2023)

“¡COLOMBIA: EL PAÍS MÁS FELIZ DEL MUNDO!”. ¡MENTIRA! (2023)

COLOMBIA 5-0 ARGENTINA: CADA GOL COSTÓ 17 MUERTOS Y 140 HERIDOS (1995)

NO DIGA ‘GOLFO DE VENEZUELA’, DIGA ‘GOLFO DE COQUIBACOA’ (1995)

DIEGO MOLANO: EL PEOR MINISTRO DE LA HISTORIA MILITAR COLOMBIANA (2021)

EL INVIMA, “ALIADO DEL DEMONIO DIMINUTO” (2020)

¡COLOMBIA SE HA SALVADO GRACIAS A LAS MUJERES! (2013)

FERNANDO GAITÁN Y YO SOY BETTY, LA FEA CONQUISTARON MÁS DE CIEN PAÍSES (2019)

LOS MILAGROS INÉDITOS DEL PAPA FRANCISCO EN COLOMBIA (2017)

LOS PERIODISTAS Y LOS CHIGÜIROS AGONIZANTES DE PAZ DE ARIPORO (2014)

SI EXISTIERA ESE PREMIO, FERNANDO BOTERO YA HABRÍA SIDO NOBEL DE BELLAS ARTES (2023)

PRÓLOGO I

UN TIPO ÚNICO

Por: Gustavo Gómez Córdoba.

El autor de este libro lo ha sido todo porque, como notable periodista, ha superado el récord de las seis décadas metiéndose en docenas de mundos para entenderlos y contarlos, que es lo que, en términos sencillos (que nos encanta enredar), es el periodismo: contar, pero no contar de cualquier manera.

Gustavo Castro Caycedo ha contado las cosas con apego a la búsqueda de la verdad y, sobre todo, con un respeto por los protagonistas de sus trabajos y una rectitud impecable. Lo sé porque lo conozco. Sé de lo que está hecho y ojalá vendieran la receta de la masa con que lo metieron al horno.

Hoy, como nunca, en tiempos de incertidumbre universal (cósmica, dirían algunos), el país necesita de más periodistas como él: probados en todas las pistas, sumergidos en todas las aguas, pasados por todas las llamas. Periodistas que se resistan a las veleidades del poder, que se alejen de la militancia, que separen sus pasiones del trabajo, que no crean que los éxitos digitales son el fin del camino y que no sucumban a las tentaciones de lo exprés.

El periodismo es un oficio, lo que quiere decir que se aprende y perfecciona con la práctica y teniendo buenos maestros como ejemplos a seguir. Por eso Gustavo Castro Caycedo es un maestro. Quienes han tenido el privilegio de trabajar a su lado han aprendido en semanas lo que otros aprenden en una cascada de semestres universitarios. Es un maestro en materia de la técnica, pero, sobre todo, de la ética, que es una de las herramientas infaltables del periodista.

Sesenta y dos años, la edad de jubilación, son una vida y son la carrera periodística de un colega que, a estas alturas, ya estaría, como porcelana fina, resguardado en algún mueble de abuela. No es así. Este libro, para que ustedes estén preparados, revela sutilmente la fórmula de su eterna juventud. Lo que no pudo Ponce de León, lo ha logrado este zipaquireño imbatible.

El misterio de estas páginas no lo es tanto porque lo había explicado otro maestro, Ryszard Kapuściński: “creo que para ejercer el periodismo, ante todo, hay que ser un buen hombre o una buena mujer: buenos seres humanos. Las malas personas no pueden ser buenos periodistas. Si se es una buena persona, se puede intentar comprender a los demás, sus intenciones, su fe, sus intereses, sus dificultades, sus tragedias, y convertirse, inmediatamente, desde el primer momento, en parte de su destino”.

Las malas personas pueden ser periodistas exitosos, pero solo las buenas personas pueden ser buenos periodistas. Y Gustavo Castro Caycedo, siempre envuelto en su sensata humildad, está en el Olimpo del buen periodismo de este país.

PRÓLOGO II

Y LA RADIO RESURGIÓ DE SUS CENIZAS

Por: Ignacio Ramírez Pinzón(11 de febrero de 1984).

Un buen día, como quienes se deciden por el seminario, por el arte o por volar una cometa, Gustavo Castro Caycedo dio el paso: se retiró del mundo tenso de los ejecutivos (IBM) e ingresó definitivamente al mundo intenso de los reporteros que frecuentaba desde 1961.

Al lado de Augusto Calderón en Cromos, hizo su primera escuela, combatió armoniosamente con el fantasma deslumbrante de su hermano estrella (Germán) y por sí solo se ganó todos los galardones que lo llevaron a ser director de HIT, para la que se apuntó la chiva doble de idear y traer a Muhammad Ali a Colombia y volver serio y darle credibilidad al sórdido mundo del espectáculo.

Dirigió Elenco, la revista especializada de El Tiempo, tras haber puesto orden en la programación de Punch. Estando allí, el 12 de julio de 1979, el periódico La Prensa Libre, de Costa Rica, informó: “treinta minutos de terror. Conferencia de prensa con aviación somocista”. Y en Colombia: “a punto de morir dos periodistas colombianos en Nicaragua”. Gustavo Castro Caycedo y Gustavo Barrera.

Gustavo descolló como cronista en el diario de los Santos y alternó con la cátedra en una carrera vertiginosa, notable y válida.

En “tiempitos libres” y en una temporada de paz, se metió a la guerra y escribió varios libros sobre televisión con los cuales sorprendió hasta a los más eruditos del tema, pues hacía en ellos gala de conocer profundamente un fenómeno que hasta entonces había sido objeto de la “pura paja” y de los sabelotodos que no sabían nada.

Esto, tal vez, más su condición independiente y seria, fue un factor fundamental para que el presidente Belisario Betancur lo pusiera al frente de Inravisión, donde su paso ha sido el más notorio y significativo de toda la historia del Instituto de Radio y TV.

Los trabajadores del organismo y los televidentes (como si fuera poco) respaldaron la gestión de Gustavo y se lamentan aún de que la rastrera politiquería y la vergonzosa cuota de influencias políticas propias de la deplorable atmósfera nacional lo hubieran llevado a renunciar, con suma dignidad, porque no quiso dejarse manejar por una viceministra marioneta y tampoco “venderle el alma al diablo” por las lentejas del cargo.

Toda Colombia se enteró, en esa oportunidad, de que Gustavo Castro Caycedo renunció irrevocablemente a Inravisión por honesto y digno. Y también sabe que, si hubiera seguido allí, la programación de los tres canales no sería ese triste despelote que muchos hoy lamentan y otros apagan o archivan.

El fundador de la televisión colombiana, Fernando Gómez Agudelo (ejecutivo riguroso), le dijo a la revista Cromos: “Gustavo Castro Caycedo ha sido el mejor director en la historia de Inravisión”. El 23 de marzo de 1983, un comunicado de Palacio, reproducido por los medios de comunicación, informó: “el presidente Betancur elogia labor de Castro Caycedo”.

En una carta, firmada el mismo día, centenares de empleados de Inravisión le pidieron al presidente que no aceptara su renuncia. “El temido sindicato de ese instituto se tomó esa noche los canales 7, 9 y 11 y leyó una arenga en la que le pedían al presidente Betancur retener a Castro en el cargo”.

El editorial de El Tiempo del 29 de marzo, Guerra de papel, expresó: “en un acto de resistencia que no se veía hace mucho, el tema de la renuncia del exdirector de Inravisión, Gustavo Castro Caycedo, sigue acaparando, después de una semana, las primeras e interiores de los distintos diarios. La controversia persiste en los medios”.

Con la televisión en tales condiciones, Gustavo vio en la radio su gran meta y aprovechó la oportunidad que le sirvieron. Ingresó como asesor de la presidencia de RCN al finalizar 1983 y, a los diez días, ya había llamado a brillantes periodistas especializados con quienes conformó un equipo de batalladores que le pusieron la cascarita a Caracol.

Primero les mostró que la pelea era peleando: reconstruyó en cuestión de horas las más trascendentales noticias de los últimos veinte años, montó con ellas un espléndido programa gigantesco de comienzos de año e hizo de RCN-84 la imagen de los verdaderamente nuevo y bueno. Los especiales ideados por él, que no solo hacía de presidente de la cadena, sino de director del noticiero, se sucedieron semana a semana y le dieron audiencia a RCN.

En octubre de 1983, llevó a su lado al general Álvaro Valencia Tovar como comentarista internacional, a Alberto Dangond Uribe y a periodistas como Antonio José Caballero, Jorge Graciano, Jota Mario Valencia, Alfonso Morillo, Germán Manga, José Vicente Arizmendi, Judith Sarmiento, Eduardo Aponte, Ernesto Rojas, Amparo Figueroa, Rosario del Castillo, entre otros muchos idóneos y “echa’os pa’lante”, con quienes puso a RCN-84 en plan real de competencia con Caracol, que antes era única y que tuvo conciencia de que existía ahora sí la competencia leal, seria y profesional.

Y luego de levantar a la cadena y la audiencia y de conformar ese gran equipo periodístico, en abril de 1984 contrató a Juan Gossaín, figura popular de Caracol, y lo integró como director nacional de noticias de RCN.

No suele suceder que los medios de comunicación den noticias de sí mismos y mucho menos de sus colegas, pero, en este caso, la prensa nacional, la televisión y la propia radio hicieron un despliegue considerable del hecho de que la presencia de Gustavo Castro Caycedo en RCN había puesto en un plan de nuevo ciclo de altura a la radio colombiana.

Fue tal lo que logró que, a los pocos días de estar en la cadena a la que entró como asesor, fue promovido a la presidencia, marcando un hito en la historia de ejecutivos de las grandes potencias financieras y de opiniones nacionales.

Las cosas van muy bien y no porque lo digamos aquí. Usted puede encender su radio y darse cuenta de que el milagro se logró: en menos de dos meses, estuvo plenamente consolidada una programación profesional que tuvo en cuenta una encuesta nacional de radioescuchas ideada, promovida y coordinada también por el cerebro de esta historia para identificar las prioridades, expectativas, necesidades, problemas y gustos populares con respecto a los espacios radiales.

El 28 de agosto de 1984, un título lo destacó en página completa como: “el hombre que le puso el cascabel a Caracol”. El 18 de abril, El Tiempo había titulado Récord de RCN y dijo: “nunca una cadena acumuló tantos éxitos en tan poco tiempo. Por primera vez en la historia de la radio, un periodista ha sido nombrado como presidente de una cadena. RCN, bajo el comando de Gustavo Castro Caycedo, exdirector de Inravisión, ha dado un vuelco total. Castro no solo está dedicado a las gestiones de su carrera, sino que también, al ejercer su profesión periodística, crea y planea los grandes especiales que, como el que se inicia hoy, se suceden mes a mes con exitosos resultados”.

PRÓLOGO III

“¿Y QUÉ TRATA EN ESTE NUEVO LIBRO?”

¡De todo! Es periodismo sin límites

“¿Y qué trata en este nuevo libro?”, me han preguntado. Y para explicar respondo: ¡de todo! Porque es periodismo sin límites que pretende satisfacer todos los gustos con temas de interés general. Calculo que, en 62 años como periodista (desde el 11 de septiembre de 1961, cuando publiqué mi primera nota, hasta hoy), he escrito más de dos mil crónicas, entrevistas, relatos, columnas, artículos, reportajes, investigaciones y notas impregnadas de los riesgos del periodismo. Además, con este, he escrito cuarenta libros.

Los textos que seleccioné para este no son necesariamente “los mejores” que pude haber escrito, sino más bien los que me generaron un interés periodístico especial por su tema, sus características y su contenido humano, los cuales guardo en mi memoria con un recuerdo muy especial. La guerra de Nicaragua, vista desde distintos ángulos, es el más importante para mí, por ser el hecho histórico que más intensamente he vivido durante mi vida periodística, al igual que entrevistas importantes en su momento a líderes colombianos y latinoamericanos.

Un periodismo sin límites, pero responsable y comprometido con la verdad me ha permitido escribir durante tantos años, desde el amor hasta la guerra, pasando por magníficas historias de vida, aventuras y actos heroicos, de superación personal y de milagrosa supervivencia apoyada en la autoestima. También he abocado dramas, retazos de la historia, triunfos de ídolos deportivos, actos de solidaridad “contagiosa”, casos únicos y temas de vidas ejemplares, de sueños, de esperanzas de la gente y de amor a Colombia.

Como periodista, he tenido el privilegio de conocer y poder contar todo tipo de historias que reflejan vivencias humanas únicas, dignas de ser divulgadas y leídas. La mayoría con final feliz y algunas tristes, reflejo de los extremos de la realidad.

Cuando uno, como periodista, transita un mundo informativo tan amplio como la vida misma y tiene la suerte de acceder a historias inagotables, desde el amor, que todo lo puede, hasta las tragedias humanas y las víctimas indefensas, las amables y apasionantes historias con final feliz, las aventuras con sello de increíbles o fantásticas, las conquistas deportivas inéditas, las entrevistas a mujeres y hombres de señalada inteligencia, los testimonios de actos de fe de mujeres maravillosas que salvan a Colombia, los apasionantes hechos históricos poco conocidos, los temas donde prima el buen humor y las ocasiones protagonizadas por animales magníficos. En fin, lo dicho ya: ¡de todo!

Pero ese “¡de todo!” implica consciencia periodística, independencia, respeto por las personas y por la democracia. Lo verdaderamente importante de mi profesión es practicar el principio inalterable de ejercer un periodismo ético, útil a la sociedad, que sea independiente y fiscalizador de los abusos de todo tipo de poderes, así como investigador y denunciante de lo que afecta a los ciudadanos. Es un periodismo con respeto por el derecho al dolor en la intimidad y la dignidad de las personas, en sus trances de luto o de tragedia, contando las historias sin sensacionalismo, resaltando los valores humanos ejemplares y multiplicadores y estando siempre del lado de las víctimas.

Eso representa no practicar un periodismo que destaque lo malo o minimice lo positivo, así como que desbalancee el ejercicio de la profesión con una visión negativa que hace daño, que contagia y que genera pesimismo.

Disfruto de la satisfacción de haber sido un periodista consecuente con el reclamo de los colombianos a los medios, de que exalten lo positivo y destacable del país, para que traten de contrarrestar el lastre que generan sus peores hijos.

A mí sí no me da vergüenza ser colombiano… ¡Ni más faltaba! Por el contrario, durante décadas, como periodista, he resaltado las grandes fortalezas y las riquezas de nuestro país, en especial la humana. Pero algunos colombianos le endilgan todo lo peor y se confiesan “avergonzados” de Colombia, sin reflexionar en que su motivo real de pena no es el país, que es maravilloso, sino los actos indignos de “malos hijos” de la patria, una minoría de colombianos corruptos, violentos, criminales y hasta de mercenarios internacionales, de quienes sí debemos avergonzarnos porque deshonran al país y lesionan su imagen.

Durante mi vida periodística he sido estricto en dar a conocer a los lectores solo verdades y a tener respeto por los derechos de los protagonistas en sus alegrías o en su dolor. He sido independiente sin temores, pero, sobre todo, persistente en resaltar la inmensa riqueza humana de nuestro país.

He sido persistente en descubrir, investigar y exaltar historias de colombianos talentosos con proyección internacional, pero poco o nada conocidos en Colombia. En estas páginas incluyo capítulos de vida de los dos grandes, Fernando Botero y Gabriel García Márquez, pero también de muchos otros valiosos científicos, ingenieros, artistas, deportistas, selectos de la música y el canto y de otras figuras que han sido ejemplo de vida para los colombianos y cuyas ejecutorias han mitigado un poco las desdichas de la nación causadas por apátridas.

Algunos ejemplos son: Martha Gómez, la líder mundial en clonación felina; la paisa Margarita Correa, quien salva vidas, ríos y plantas en la India y más allá; Tatiana Calderón, la mujer más veloz del mundo; María Isabel Trujillo, la heroína colombiana en el desierto del Sahara; la barranquillera Adriana Ocampo Uría, que tiene un sitio en lo alto de la historia de la conquista del espacio, y Carlos Hoyos, pionero mundial de los drones.

He tenido la fortuna de realizar entrevistas internacionales exclusivas y cargadas de historia al expresidente Rodrigo Carazo, al también expresidente Carlos Andrés Pérez y al médico Pedro Ramos. Y otras, descarnadas, con líderes colombianos como Álvaro Gómez, Belisario Betancur o Luis Carlos Galán.

Así mismo, hay historias dramáticas como la del “Culebrerito” de Armero, la del amerizaje de un avión de la Fuerza Aérea Colombiana, la de la cantidad de muertos que nos costó el Colombia 5-0 Argentina y la de cómo el INVIMA se convirtió en un aliado del COVID-19.

Además, hay otras historias que han sido intermedias entre el amor y la guerra, como la de los jueces colombianos encargados de los juicios de Trump, la del exilio de Jota Mario Valencia, la de los milagros inéditos del papa Francisco en Colombia, la de la sufrida transmisión de la entrega del Nobel a Gabriel García Márquez y la de un policía y un niño colombianos que conmovieron a Miami en años diferentes.

No me he caracterizado por ser un periodista valiente, pues en varias ocasiones el miedo paralizante (por no decir el terror) ha aparecido súbitamente cuando, por informar, surgieron riesgos que amenazaron mi integridad. Sí, he sentido miedo de perder la vida cubriendo noticias en Nicaragua, Costa Rica, Colombia y en Ecuador, pero por fortuna he podido superarlo. Dios me ha dado varias segundas oportunidades que me enseñaron a comprender el verdadero valor de la vida y esos hechos que me templaron el espíritu, y que en su momento me angustiaron, hoy son apenas anécdotas.

En Nicaragua viví mis experiencias periodísticas más dramáticas: una en el terrible terremoto que asoló a Managua en la Navidad de 1972 y otras relacionadas con la deuda al cónsul colombiano y el bombardeo somocista al que sobreviví. En este libro, como no podía ser de otra manera, recupero la historia del día en el que el M-19 me llevó y sentí miedo.

También incluí en el libro escritos sobre Fernando Botero, Fernando Gaitán y su Yo soy Betty, la fea, el barítono Carlos Julio Ramírez, el constructor Pedro Gómez Barrero, Jorge Barón y El show de las estrellas y Jorge Perry Villate, el profesor “alcahuete” de García Márquez.

Otra de mis pasiones es la historia, así que registro algunos momentos particulares en este volumen sobre el papel de la sal en la decisión de Gonzalo Jiménez de Quesada de fundar Bogotá, el desconocido corsario libertador del archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina y la paz del general Gustavo Rojas Pinilla y Guadalupe Salcedo.

Tras 62 años de periodismo, sigo siendo joven por dentro y tengo el deseo intacto de seguir escribiendo y contando historias sobre colombianos con valores, de denunciar lo que otros callan, de resaltar a las víctimas y no a los victimarios y de exaltar a quienes se lo merecen. Y, para eso, gozo el privilegio de ser un periodista con las ilusiones y los sueños intactos.

Gustavo Castro Caycedo.

LA PRENSA, ENTRE EL HEROÍSMO Y SU DEBER CON LA PAZ

21 de mayo del 2023

Ponencia de Gustavo Castro Caycedo en el Simposio Colombiano por la Paz

La prensa, el periodismo y los medios de comunicación tienen una mayor exigencia con la convivencia y con la paz que la de cualquier otro sector de la vida nacional dado su inmenso poder de crear opinión, convencer, estimular modelos de comportamiento y educar. Las noticias y la información que difundimos los periodistas crean opinión y ejercen un papel formador y culturizador. Tenemos el poder privilegiado de influir en el pensamiento, en los conceptos, el comportamiento social, las costumbres, el lenguaje y hasta en los amores y los odios de la sociedad. ¡Inmensa responsabilidad esta!

Nos corresponde orientar a la opinión pública con honestidad, ser imparciales, contrastar las noticias y hacer que se conozca la verdad sin atenuantes para que la gente pueda pensar y actuar con libertad. Desperdician ese magnífico poder de construir quienes desinforman, callan, incitan a la polarización y a la discordia, aprovechándose de su condición con fines personales o limitados y afectando, con su falta de independencia, la democracia.

Este simposio propone reflexiones patrióticas por la paz, incluyendo la de la prensa, frente a la violencia que desangra al país, en el que se cambió la muerte por “la ofensa” liberal-conservadora del siglo pasado por el pecado de vestir una prenda roja o azul, por el actual de lucir la camiseta de un equipo contrario y, sobre todo, por el “imperdonable delito” de pensar distinto.

Es claro que la prensa rechaza los conflictos y la guerra, pero algunos de sus miembros se convierten en aliados de esto con lenguajes, su silencio o sus narrativas, que estimulan el conflicto. El periodismo es sinónimo de libertad, de verdad, de independencia, de responsabilidad, de denuncia, de valentía y de dignidad. Y por ser Colombia uno de los países más violentos de la Tierra, requiere de la prensa más responsable del mundo, que no polarice, que no le eche leña al fuego, que no incentive los desencuentros de los colombianos o de un periodismo sin intereses limitados, cuyos deberes ineludibles son la verdad, la ética y la imparcialidad. El compromiso con la paz.

Según Reporteros sin Fronteras, Colombia ocupa el desafortunado puesto 139 en el índice mundial de libertad de prensa; no obstante, la acción valiente del periodismo colombiano responsable e independiente fue y ha sido ejemplo de verdaderos héroes, algunos de ellos mártires. Pero, en contraste, hay una versión opuesta a esos periodistas dignos, que es la de algunos que afectan el buen nombre del periodismo y, lo más grave, la paz.

Por defender la verdad, la libertad y la paz, muchos periodistas han sido amenazados, perseguidos, censurados, satanizados o han tenido que irse al exilio.

“Bien arriba en la lista de los héroes deben estar tantos valientes periodistas colombianos”

La encuesta nacional de libertad de expresión y acceso a la información de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), el CPB, la Fundación Gabo y Fecolpe, con participación de la Fundación Friedrich Ebert, la AMI y Asomedios, ejecutada por Cifras y Conceptos, consultó la opinión de 585 periodistas, directores y columnistas y ellos concluyeron que el periodismo “está mal pago y es blanco de amenazas, presiones y estigmatización”.

Y marcó algunos de sus errores, como el de “tomar posiciones por una pauta publicitaria, dando información interesada”. La FLIP también denunció que hay impunidad en 127 de 161 asesinatos de periodistas cometidos, entre otros, por paramilitares, bandas criminales y narcotraficantes.

Además, en franca autocrítica, señalaron los “errores que se cometen hoy en el periodismo colombiano”. Establecieron faltas puntuales y concluyeron: “los medios y los periodistas no pueden olvidar su responsabilidad social, informativa, orientadora y formativa. Deben trabajar con ética, garantizar la transparencia y la alta calidad en los contenidos informativos, así como no pasar por alto que las informaciones tienen que contrastarse y abrir más los canales de participación ciudadana, incentivando la retroalimentación”. Y criticaron que “se modifiquen posiciones por una pauta publicitaria, dar información interesada o redactar titulares engañosos”.

Bill Emmott, editor en jefe del periódico The Economist, afirmó: “bien arriba en la lista de los héroes deben estar tantos valientes periodistas colombianos”. Es indigno e injusto que, por el mal comportamiento de algunos periodistas irresponsables y mal comprometidos, se estigmatice al periodismo en general y que ello propicie que se afecte la libertad de prensa, de información, de opinión, de expresión.

Mientras eso sucede, otros son estigmatizados o asesinados por su independencia, por decir la verdad que “hiere vanidades violentas”, por su honestidad y su coraje de atreverse a denunciar la corrupción y los componentes políticos que afectan la paz. Algunos de esos periodistas mártires son: Guillermo Cano, Silvia Duzán, Jorge Enrique Pulido, Julio Daniel Chaparro, Eustorgio Colmenares, Nelson Amaya, César Augusto López Arias, Carlos Castillo, Raúl Echavarría Barrientos, Fernando Bahamón, Luis Roberto Camacho, Héctor Abad Gómez, Héctor Giraldo y Raúl Mora.

Gracias a muchos periodistas valientes se ha destapado la corrupción en casos emblemáticos para mal, como el de la Dirección Nacional de Estupefacientes, Odebrecht, Centros Poblados (que le costó setenta billones al Estado), Reficar, Interbolsa, SaludCoop, Agro Ingreso Seguro, Fidupetrol, Ecopetrol, El Guavio o los de los carteles “de la toga”, del sida, de la chatarra, de la hemofilia y muchos otros.

Parte de la desorientación y desinformación se debe a periodistas que insólitamente confunden dar noticias con dar opiniones y también a columnistas demasiado sesgados y parcializados, pero, por fortuna, independientemente de su ideología política o social, la mayoría son críticos imparciales y practican un franco y sano equilibrio editorial.

Personalmente, he señalado algunas de nuestras fallas con relación a la paz, compartidas en el medio por muchos periodistas y comunicadores responsables, y muy especialmente en seis de mis libros, en mis columnas y en mi tesis de grado que titulé: Administración de televisión para la paz. Siempre que dirigí medios, fui autónomo, y si me hubieran marcado una ruta “con camisa de fuerza”, habría renunciado. Decenas de periodistas que comenzaron conmigo conocen bien mi respeto por la profesión. Como ejemplo, el día que llegué a dirigir Inravisión, restituí los programas de opinión censurados y proscritos por el Gobierno anterior.

Como lo hacen infinidad de periodistas, he defendido siempre la libertad de prensa que debemos resguardar de tantos riesgos que la acechan, pero defenderla no significa disculpar a quienes defraudan a la sociedad a la que se deben, ejerciendo indignamente la profesión. Alberto Zalamea dijo en Cromos: “es bueno que los periodistas nos acostumbremos a que se nos puede y debe criticar por la manera de ejercer la profesión”. La prensa está sometida a la ley y no tiene privilegios para obrar como quiera, y así lo entienden en el medio. Es de exaltar la independencia y el reiterado pronunciamiento de los defensores de los televidentes de los canales de TV en favor de la paz.

Es claro que la prensa no desea la guerra y que quiere la paz, pero también que la irreflexión de algunos en los medios incentiva la intolerancia política, la polarización y el culto al conflicto.

Convierten la libertad de información en libertad de conducta

La Constitución establece que en Colombia no hay censura y garantiza la libertad de expresar y difundir el pensamiento y opiniones. Hago énfasis en “la libertad de informar y recibir información veraz e imparcial”. Pero esa libertad no puede ser convertida en libertad de conducta que habilite para decir lo que nos viene en gana.

No son secretas algunas prácticas de la minoría del periodismo, como el amarillismo; suplantar a la justicia condenando y absolviendo sumariamente, como si fueran jueces y anticipadamente; dar menos oportunidad de expresarse a las víctimas que a los victimarios, para que estos cuenten en detalle sus crímenes y pidan perdón hipócritamente; poner en peligro a testigos de delitos al identificarlos; violar la reserva del sumario, del Código del Menor y del derecho a la intimidad; sembrar pesimismo, confusión y miedo; trivializar la violencia; avalar fuentes sin contrastarlas o valorar su credibilidad y redactar titulares engañosos.

Como si fueran columnistas de opinión, algunos periodistas editorializan las noticias, inculpan con grandes titulares y hacen rectificaciones minúsculas, acosan a entrevistados y explotan mediáticamente la tragedia humana para ganar audiencia. Claro, hay que informar, pero para contar que hubo un muerto no es válido mostrar un charco de sangre ni acosar con micrófonos o cámaras que violan el derecho al dolor en la intimidad de los deudos ante los féretros de las víctimas, a los heridos sobrevivientes o a los familiares, preguntando, indolentes, ¡qué piensan o sienten!

Enrique Santos Calderón escribió: “a veces me pregunto si no estamos intoxicando al país, acentuando odios y temores, sus facetas pesimistas y autodestructivas, mientras a la vez menospreciamos y subvaloramos todo lo que en medio de la adversidad y la lluvia de balas hace este país, que construye y crea en los más diversos campos de la actividad cotidiana”.

Mi conciencia de la paz nació cuando era niño aún. Por mi madre supe de la llamada “noche de los cristales rotos”, de linchamientos y violencia contra los judíos en Alemania y Austria en 1938. Y de los trenes que los llevaban sin regreso a los campos de concentración. Por esa época, la más oscura de Europa, entendí el horror de la guerra. Luego viví de cerca la violencia, por eso sé la responsabilidad que tiene la prensa con la paz. Tenía ocho años cuando usar ropa de color rojo o azul era un “pecado político” que podía pagarse con la muerte por el odio irracional entre conservadores y liberales, lo que se está reeditando hoy peligrosamente entre quienes tienen ideas políticas diferentes o entre quienes usan camisetas de distintos equipos de fútbol.

Agresiones y disparos al aire como en las películas mexicanas

Donde nací, fui testigo tempranero del inmisericorde desplazamiento forzado y de unas cabalgatas nocturnas de matones montados a caballo, llegados de Cogua, Nemocón y Ubaté a dar golpizas y amedrentar con gritos, agresiones y disparos al aire a familias pacíficas. ¡Como en las películas mexicanas! Y presencié la “invasión” de ancianos desolados, niños aterrados y madres embarazadas sin esposo porque se los mataron, todos desplazados de Topaipí, Caparrapí, La Palma y El Peñón (Cundinamarca), hambrientos y exhaustos, pues debieron abandonar los cadáveres de sus familiares y huir, dejándolo todo. Tenía catorce años cuando, en unas vacaciones en Florida, Valle, vi en un cañadulzal a catorce campesinos asesinados la noche anterior: les hicieron el terrible “corte de franela”.

Cumplí 62 años de periodismo siendo testigo de atentados, ranchos incendiados, campesinos despojados de sus tierras y huyendo, extorsiones, amenazas, secuestros a gente inocente e indefensa, asesinato de periodistas, la Colombia bárbara, el terrorismo y las masacres a las que quisieron negarles su nombre legítimo, bautizándolas “homicidios colectivos”, como si así se minimizara su horror. Todo eso que he vivido me concientizó de ejercer, como la mayoría de los periodistas, el supremo deber de asumir la profesión de forma responsable, ética, independiente, crítica y que repudia la violencia, así como comprometido con la paz y consciente del gran poder de informar e influir sobre el pensamiento de la gente.

Que la sensatez de la prensa sea directamente proporcional al horror

Cuando a los dieciocho años me inicié como periodista, me comprometí a contar la verdad, a denunciar y a no callar porque “si los periodistas callamos, nadie escucha nuestro silencio”. Entendí mi obligación moral de respetar el derecho a la esperanza y el anhelo de esa paz que sigue embolatada. Aprendí que Colombia no es un país cualquiera, que la sensatez de la prensa debe ser directamente proporcional al horror del odio político y social que cunde entre hermanos, que la pesadilla de centenares de miles de víctimas inocentes no combatientes demanda una inmensa responsabilidad de toda la prensa, sin excepción.

Ojalá quienes de lado y lado alientan hoy una confrontación civil no tengan que vivir el horror de una guerra como la de los Mil Días, que dejó más de cien mil muertos, miles de viudas, huérfanos, heridos y lisiados, así como un país devastado y en la ruina. Contienda inútil y vana, como las cuarenta guerras que en doscientos años han enlutado a la nación. O como la de Nicaragua, que cubrí periodísticamente. La prensa y ustedes, como yo, no queremos que Colombia viva más guerras y ello nos compromete.

Es necesario que reflexionemos sobre que la muerte y la violencia han llevado a los colombianos del temor al miedo, del miedo al terror y del terror al horror en el campo, en veredas, pueblos y ciudades. Al salir de su casa, la gente no sabe si regresará viva. Las cifras criminales superan las de cualquier otra nación hasta en corrupción y en la violación de Derechos Humanos. Somos el tercer país en desplazamientos colectivos, el segundo en despojo de tierras, el cuarto en el mundo y el segundo en América con mayor desigualdad. Aquí ocho de cada diez personas no tienen acceso al agua. ¡Colombia no es un país cualquiera!

Es el país más peligroso del mundo para líderes sociales, defensores de derechos humanos y de la naturaleza, sindicalistas, jueces y maestros, que son asesinados por sicarios que desaparecen colombianos, por criminales extorsionadores y autores de la trata de personas. La realidad de los falsos positivos es escabrosa. Según Medicina Legal, “en Colombia, 435 niños fueron asesinados en los ocho primeros meses del 2022”. Otros 308 murieron por desnutrición. Las afecciones de salud mental crecieron en un 41% en los dos últimos años. Según el DANE, el 28% de los colombianos no puede comer tres veces al día y millones lo hacen solo una vez. En la fecha cumbre del amor, el Día de la Madre, es cuando se cometen más homicidios y crecen los desencuentros graves, hasta en las familias, por diferencias de pensamiento político.

Se “exportan” sicarios que cometen magnicidios. Los verdugos asesinan en el campo, en las parcelas, en las calles de los pueblos, en los barrios y en las ciudades. Matan a civiles inocentes, líderes sociales, policías, soldados, indígenas, campesinos y guerrilleros que firmaron la paz. Se reclutan niños para la guerra. Hay veintiséis organizaciones armadas que parecieran tener pacto con el diablo y casi ejércitos, como el ELN, los reincidentes, los paramilitares, bandas del narcotráfico y otros escuadrones de la muerte y algunos agentes del Estado. La gente vive indefensa y con miedo ante el riesgo real de ser víctima de los violentos, de los verdugos de la paz, de asesinos que no perdonan las diferencias. Y de criminales para quienes vale más un celular, una bicicleta o una cartera que la vida de sus víctimas. Y, lo que nos faltaba, las bandas de delincuentes venezolanos impusieron la macabra práctica de asesinar primero y saquear luego a las víctimas porque así no pueden defenderse.

Ante tan terrible realidad, la justicia es impotente por carencia de una política criminal consistente, porque vive amenazada por corruptos como los miembros del cartel de la toga, favorecedores con sus fallos de más corruptos y bandidos.

“Un polvorín llamado Colombia”

Ni censura, ni silencio: imparcialidad, veracidad, responsabilidad y respeto es lo que demandan la democracia y la sociedad a la que tenemos el privilegio de informar. Que la prensa cumpla éticamente no es un favor que le hace al país, sino su supremo deber, entendido por ella misma.

Dada su alta influencia en los modelos sociales que son ejemplo de comportamiento y su poderosa capacidad orientadora, educadora y de convicción, la prensa está llamada a ayudar a desactivar el conflicto, a proponer soluciones pacíficas, a acercar y no a distanciar, a renunciar al lenguaje bélico y al que polariza y desune y a generar conciencia social frente a las causas y consecuencias de la guerra, la tolerancia y las diferencias. ¡Todo por la paz!

Según Gallup Internacional: “Colombia es el país más feliz del mundo y con los más altos índices de expectativas económicas”. ¡Qué gran mentira! El País de España, el 20 de marzo de 2021, tituló: Un polvorín llamado Colombia. Y el poeta social Jorge Robledo Ortiz escribió: “por las ciudades va de overol un río de protestas, en el rancho se maldicen a los palacios y en los palacios se desprecia al rancho”. Pero, por fortuna, a pesar unos pocos, más de cincuenta millones de colombianos son gente buena que valora el heroísmo de sus periodistas, que sueña con la paz y que confía en el apoyo de la prensa para lograrla. ¡Porque Colombia no es una nación cualquiera!

A la prensa, a los medios de comunicación y a los periodistas nos corresponde dar ejemplo de construcción de paz y de trabajar para que algún día, ojalá pronto, podamos hablar de una posguerra, porque esta guerra diabólica que vivimos es absurda.

VERSOS SIN FECHA, PUES CUALQUIER DÍA ES BUENO PARA SENTIR AMOR

La carta de amor que yo tampoco envié

El subtítulo, La carta de amor que yo tampoco envié, que le di deliberadamente a esta especie de prólogo, es motivo para afrontar el tema del amor anónimo en este libro. Sé que suena a plagio, pero no. Es que no podía ser otro. En el mundo maravilloso del amor no hay plagios, no puede haberlos.

El amor se reitera en cada ser humano. Se repite, sí, pero no se plagia. Su expresión en todos, hombres y mujeres, se posiciona en un “breve diccionario del amor”, cuyo vocabulario duplican el corazón y la mente de cada enamorado. De ahí la identificación de los románticos con los poemas, los pensamientos, los versos, las canciones y las poesías, o sea, con lo que otras almas quieren decir. Y también con “las cartas de amor que no se enviaron” o que nunca llegaron, tal vez porque alguien las extravió.

Entre novios, amantes, compañeros o esposos, en cada unión, en cada pareja, en cada relación sentimental, en cada “nido de amor”, en cada hecho y aun en cada aventura amorosa, por pasajera que sea, las expresiones del sentimiento son las mismas sin ser un plagio. Es que el amor es de todos y en su sentimiento lo pronuncian igual en cualquier idioma, con las palabras del corazón que palpita feliz, con la voz del alma que habla de ilusiones y de sueños, con el silencio de los ojos de dos seres que se miran y hacen el amor, de unas manos que acarician y palpan con amor, de los cuerpos que se funden en el amor, de los labios que besan con amor y de los seres que sentimos amor profundo. ¿Se podrían invocar estos actos con un término distinto a la palabra amor?

Pensé mucho antes de decidirme a editar este libro en el que descubro la intimidad, pero finalmente lo hice sin dolor de conciencia y sin vocación de arrepentimiento. Tomé del archivo de mis sentimientos algunos de los versos que escribí como vibrante novato en el amor, cuando, por adolescente, la dicha no me cabía en el alma y ni siquiera sabía cómo se amaba.

Otros los escogí del resto de mi vida, de mi sentimiento maduro en el que he amado con más fuerza y en el que he vivido el amor profundo, más intenso.

En varias ocasiones, cuando seleccionaba mis versos para editar Amor profundo, mi hija, que había leído algunos, animó la inquietud que me sembró una amiga romántica y sentimental que “me empujó” a publicar este libro.

Mi hija me repitió, no como a su padre, sino como a un ser que escribe de amor, que, como ayer, hoy a los jóvenes también les gustan los versos de amor, al igual que las canciones, porque ellos también aman, porque sueñan, porque ríen, porque lloran sus romances “maduros” o recién nacidos y porque llevan a flor de piel los sentimientos. Ojalá algunos enamorados del amor se identifiquen con mis versos y los lean en sus horas de besos y suspiros, de ternura, de nostalgia o de recuerdos y que ellos activen o acompañen sus días románticos.

Aquí registro versos escritos para quienes fueron dulces protagonistas de mi amor profundo desde cuando tatuaba en la tapa de mi pupitre un nombre de una adolescente y marcaba libros y cuadernos con un lápiz rojo, ubicando dentro de un corazón mis iniciales y escribiendo más grandes las de quien, en tránsito de niña a mujer, tenía la fuerza suficiente para hacer que me temblara el alma y se me quisiera salir del pecho el corazón para ir tras de ella o para soñar dormido o despierto con ella.

Y también incluí versos de unos días cuando sentí por primera vez la mezcla de la pasión y la ternura en un lecho tibio, desbordante de amor. Igualmentes, los que acompañaron mi primera serenata y los que envié con rosas y claveles. Y también los que escalaron por mis años plenos de fantasías e ilusiones, incluyendo los que le escribí anoche a quien ilusiona mi madurez y por quien hoy mis latidos brotan con la misma emoción del primer beso y con la fuerza del primer amor.

Muchos de estos versos no fueron leídos nunca por quienes “los causaron”, pero, SI los leen, tal vez evoquen unos momentos de amor profundo. Comparto algunos versos sin fecha, pues cualquier día es bueno para sentir amor.

¿CÓMO ES LA CARTA DE AMOR QUE YO ESCRIBÍ?

¿Cómo es la carta de amor que yo escribí?

Es una carta que tengo bien guardada,

que de vez en cuando releía,

recordando que a mí también un día

la añoranza me dejó un gran amor.

Una carta como la que otros seres

enamorados, hombres y mujeres,

guardan en el cajón de los recuerdos,

copia de cartas que se perdieron

o que con celos alguien destruyó

para evitarle su lectura

a quien las inspiró.

LO QUE OTRAS ALMAS QUIEREN DECIR

Los versos, al igual que las canciones,

se identifican con los corazones

de los enamorados.

O de quienes grabadas llevan

huellas de un desamor.

Hoy mis versos están diciendo

lo que otras almas quieren decir.

¡SI YO PUDIERA NACER DE NUEVO!

La libreta donde escribo tus versos

conoce mis secretos,

tiene de amor todas mis confesiones,

es confidente de mis ilusiones

y sabe que la mitad fría de mi cama,

cuando te ausentas, tu calor reclama.

Ella conoce de memoria

mi camino hacia ti,

sabe que el corazón te di,

que en mi pasión te llevo,

que si pudiera yo nacer de nuevo,

cuando mi vida deje de palpitar,

¡solo renacería para volverte a amar!

TU DESAMOR GRABADO

Mi teléfono, sabes,

conserva en su memoria

el tuyo con dolor.

Él, como yo, grabado

tiene tu desamor.

FABRIQUÉ TU AUSENCIA

Amándote tanto como yo te amaba,

no supe comprenderte,

no logré retenerte

y fabriqué tu ausencia,

que hoy, todo el tiempo,

me hace compañía.

TE AMO DEMASIADO

Anoche, con tus versos alterné

las añoranzas de mis alegrías

y miré sin prisa tus diez fotografías.

Después de tantos años de no verte,

de nuevo he confirmado

que sigue por ti mi amor intacto…

¡que te amo demasiado!

DOS SOLEDADES

¿Y tú quién eres? ¿Qué haces?

¿Dónde estás? Yo quiero descubrirte…

¡Ven, juntemos nuestras dos verdades

y de dos soledades

hagamos juntos una sola vida!

HEMOS HECHO EL AMOR

No hemos hecho el amor físicamente.

Hemos hecho el amor profundamente

con nuestros ojos,

mirándonos el alma,

con nuestras manos entrelazadas juntas.

También con nuestros labios,

que vibran con latidos

de nuestros corazones.

Si hemos hecho el amor profundamente,

cuán profundo será

cuando los dos hagamos el amor

físicamente.

NO DEJEMOS PARA DESPUÉS LA VIDA

Le escribo a tu silencio

versos mensajeros de amor

para decirte

que solo hay una vida para amar.

Quiero saber si ansías volver a amar

y ser amada

y sentir en tu piel el sobresalto

del primer beso que, espontánea, diste

cuando el amor sentiste.

Los dos cargamos pesadas soledades.

Tú puedes rescatar mi esperanza

y yo sanar tu herida.

Ganemos tiempo al tiempo

porque la vida se va en cualquier momento.

¡No dejemos para después la vida!

SÉ QUE EXISTES

No sé quién eres tú, pero te quiero.

No sé dónde estarás

ni se cuándo vendrás,

pero te espero.

Sin tregua te he buscado,

no hay sitio ni rincón,

ni calle ni ocasión,

donde por ti no haya rondado.

Te busco en cada esquina,

entre la gente que camina,

entre la que sonríe o finge una alegría,

o entre la gente sola que tiene compañía.

Sé que también me buscas y me esperas

porque precisas amar y ser amada

y compartir tu vida.

Porque sueñas tener un compañero

para quien tú seas siempre lo primero,

porque vibras de amor, porque meditas

y sabes, de verdad,

que allá, en tu soledad,

me necesitas.

YA NO ME CAUSAS PENAS

Hoy corren nuevos sueños por mis venas,

ya no me causas penas

ni lloran más mis ojos por los tuyos.

Ya cesaron las noches de añoranza,

renació la esperanza

y ya el invierno cambió por primavera.

AMOR PROFUNDO

Mañana o algún día,

cuando camines sola,

teniendo compañía;

cuando tu soledad sin alegría

haga triste tu mundo

y leas estos versos

escritos con amor profundo;

cuando por fin comprendas

que hasta hoy no nació

alguien que a ti te haya querido

como te quiero yo,

no olvides que te sigo esperando

con el amor profundo

que te guardo aun hoy.

FALTARON HORAS, SOBRÓ AMOR

Hoy todo el repertorio de amor

nos entregamos,

pero el tiempo de amarnos se esfumó:

¡faltaron muchas horas, sobró amor!

Hace muy poco te llevé a tu casa

y me traje el olor de tu piel.

Me sobró corazón y me faltaron

más caricias, más besos, más abrazos

y refugiarme un poco más entre tus brazos.

¡Faltaron muchas horas, sobró amor!

PROFUNDAMENTE EN TI

Te dejé hace un momento,

pero te traje en mi alma

y, al llegar a mi casa,

he cerrado los ojos para pensar en ti,

profundamente en ti.

He cerrado los ojos para verte,

pues te veo con mi olfato

al oler tu recuerdo, que está vivo en mis manos,

y siento tu ternura adherida a mis labios.

Tu silueta se alojó aquí, en mis manos,

que con sus huellas se aprendieron

de memoria la superficie de tu rostro,

porque tu piel impresa se quedó en mis dedos.

Te estoy amando con mi amor maduro,

estoy pensando profundamente en ti.

EL DE PERETZ Y LA BELLA CECILIA (RACHEL), UN AMOR FUERA DE SERIE

2 de febrero del 2010 y 26 de diciembre del 2023

Tenía unos doce o trece años cuando, en las noches de vacaciones de diciembre y enero, la bella Cecilia se subía a una pequeña elevación para mirar el cielo y las estrellas. Y, a propósito de los Reyes Magos, con candidez les pedía: “Melchor, Gaspar y Baltasar, háganme soñar con quién me voy a casar”.

En la finca de su familia, La Palestina, ubicada en San Joaquín (Cundinamarca), Cecilia, sus seis hermanas y un hermano (Beatriz, María Elena, María Teresa, Clara Elvira, Adriana y Fernando) y algunos primos tenían garantizadas unas vacaciones alegres, sanas, con calor humano e inolvidables. Eran una familia culta, solidaria y muy unida.

Ella fue muy dulce y delicada desde niña. Su papá, Virgilio Cervantes, y su esposa, Inés del Portillo de Cervantes, educaron a sus hijas para que fueran damas.

Cecilia tenía ya diecisiete años cuando un amigo de la familia le dijo que la veía con talento para ser modelo comercial. Tomadas las precauciones para que no fuera maltratada en ese medio, sus padres aceptaron y en poco tiempo impactó a las principales agencias de publicidad. Sobra decir que muchos jóvenes la pretendían. A los dieciocho años tenía un novio que era un personaje importante. Un día, ella fue a que le leyeran el tarot y, con curiosidad, preguntó: “¿me voy a casar con él?”. La respuesta premonitora del “mediador” fue: “no te va a casar con este señor… pero más allá del océano vas a conocer a alguien más y con él sí”.

Las agencias “se la peleaban”. Era tan destacada que en una ocasión debía grabar un comercial en Cartagena y, como sus padres no le permitieron ir, entonces los publicistas, en lugar de cambiar de modelo, decidieron hacer un montaje y grabaron en la laguna de Guatavita. La acompañaron su hermana Clara y su novio, el destacado publicista Bernardo Ramírez, quien fuera luego el “alter ego” y el ministro más cercano al presidente Belisario Betancur, que también era amigo de la familia Cervantes del Portillo.

Por bella y por culta, a Cecilia la invitaron a que fuera candidata a Señorita Cundinamarca, pero aún era muy niña. Salió del colegio a trabajar y ya se distinguía por sus magníficas relaciones con la gente. Como modelo fue muy destacada. Seguramente algunos lectores la recordarán como protagonista de varias piezas publicitarias en prensa y televisión.

Uno de sus comerciales más exitosos fue en el que ella decía “usted también puede recorrer la costa en carroooo”, haciendo énfasis. “Libreta de plata del Banco de Bogotá: 34 carros gratis”. Y otro, de Desenfriol D, para el cual buscaban una modelo para “doblar” a Elizabeth Taylor. Cecilia fue escogida.

Un joven judío “soñador, sencillo, amable, cálido y muy detallista”

Mientras Cecilia triunfaba como modelo de comerciales, Peretz Saraga, un joven ejecutivo judío “muy bien parecido”, se dedicaba a trabajar con mística en las empresas de la familia: una fábrica llamada Sotextil y otra de construcciones. Se caracterizaba por ser como Cecilia, romántico, soñador, amable y cálido, y también por ser muy detallista. Había tenido un par de relaciones, pero no fueron noviazgos en serio.

Volviendo a Cecilia, como era muy segura, Otto Greiffestein la contrató para realizar comerciales en vivo en sus programas dominicales entre las 7 y las 8 de la noche, Teatro Musical Colseguros y La Hora Diners, que marcaron récord de sintonía nacional.

Protagonizó comerciales de Saltinas Noel, Nescafé, Bom Bril, relojes Omega, BVD y otros. Con Otto protagonizó cinco comerciales de Top, en los que cantaban el estribillo: “con Top, el detergente, su ropa dura más. Si con Top lava, su ropa no acaba, maravilloso para el hogar. ¡Top para la ropa… Top para limpiar!”. Su rostro se volvió famoso y ella se convirtió en una las modelos colombianas más reconocidas en la prensa y la televisión.

Una campaña protagonizada por Cecilia, en la que sostenía un cigarrillo Pielroja y le hablaba a las damas refinadas, se convirtió en un clásico de la publicidad de los años 60. Ella recitaba los eslóganes: “Pielroja: su fama vuela de boca en boca”, “saben mejor y son colombianos”, “Pielroja: el cigarrillo que satisface plenamente el deseo de fumar”. La Compañía Colombiana de Tabaco lanzó al mercado unas cuarenta marcas de cigarrillos, pero solo Pielroja permaneció a través del tiempo en avisos, vallas, propaganda radial y televisiva.

Peretz vio la foto de la bella Cecilia y “ahí mismo se enamoró”

Una tarde en que Peretz pasó frente a la vitrina de Foto Archivo Social de Bogotá, en el centro, vio en ella unas fotografías que lo impactaron de una mujer muy linda. En especial lo cautivó la reproducción de un aviso de Pielroja en el que posaba esa hermosa joven. Cuando Peretz vio la imagen de esa bella mujer, “ahí mismo se enamoró”. Así me lo repitió: “sin más ni más, me enamoré”. En ese instante se dijo a sí mismo: “tengo que conocerla”. Entró al local y habló con el dueño, llamado Carlos Jiménez. Indagó por ella, pero solo consiguió conocer su nombre. Le dijo a este fotógrafo que quería comprar todas las fotos de Cecilia, pero casi no logra que se las vendiera. Lo hizo solo cuando entendió que se las pagaría muy bien.

Peretz estaba hechizado: los minutos, las horas y los días pasaban sin que la imagen de Cecilia se fuera de sus ojos. Investigó incansablemente hasta que un día supo de Matilde, una amiga de ella. Fue un inmenso alivio. Cuando la conoció, ella le contó lo que sabía de Cecilia. Entre otras cosas, que estaba estudiando en Miami y que alternaba sus clases con el cuidado de un niño de tres años, hijo de una judía de apellido Kerstin. Le contó que le gustaban las rancheras y él hasta averiguó el nombre de su perfume preferido. Pero Matilde no sabía ni su teléfono ni su dirección. Peretz decidió que se iría a buscarla, que así tuviera que ir al fin del mundo, no importaba qué tuviera que hacer para encontrar a esa joven que se había posesionado de su corazón con un amor secreto. Su reto era conocer a Cecilia Cervantes del Portillo y, como fuera, iba a hallarla. Ella se había convertido en una verdadera obsesión para Peretz.

Para encontrarla en Miami, fue clave la judía Erika Kerstein. Tras conseguir su teléfono, llamó y contestó Cecilia. Le dio su nombre y le dijo: “mira, vengo de Colombia y tu amiga Matilde te envió una carta y un encargo conmigo. ¿Cuándo y a dónde puedo ir a llevarte eso?”.

Y llegó el día: ¡él sentía que se le iba a salir el corazón!

Ella le dijo: “el martes o miércoles de la semana entrante”. Se pusieron de acuerdo. Peretz estaba feliz y a la vez frustrado, pues esperaba poder conocerla antes. Y llegó el día: ¡él sentía que se le iba a salir el corazón! Para Cecilia no representaba nada especial, amén de que su amiga Matilde se había acordado de ella. Cuando Peretz por fin la tuvo al frente, se enamoró mucho más. “Me parecía un sueño imposible realizado”, me dijo.

Lo primero que hizo fue entregarle un bello ramo que le compró en una floristería muy exclusiva de Miami y, ante el asombro de Cecilia, le dio las fotos que le compró a Jiménez. “Y como sé que te gusta la música mexicana”, dijo, “te traje este disco de José Alfredo Jiménez y también tu perfume favorito: La Chrome”. Cecilia no entendía, estaba abrumada, pero comprendió que el encargo de Matilde era una disculpa. Peretz le pareció un hombre muy original y detallista.

La coincidencia de que él y la señora Erika Kerstein (la mamá del niño) fueran judíos, hizo que esta se entusiasmara con la insólita historia.

Cecilia y Peretz se vieron solo cinco veces antes de que regresara a Bogotá. Salieron a comer y a oír música sin ningún compromiso. Peretz fue muy prudente y no le expresó lo que sentía para no ser inoportuno. Decidió esperar, pues creyó que ese no era el momento. Fue muy paciente. Sí que tenía razón el tarot: “más allá del océano vas a conocer a alguien más y con él sí”.

La necesidad de Peretz Saraga de comunicarse con ella era muy grande. La llamaba seguido y un día le preguntó: “¿cuándo vienes a Colombia?”. Cecilia le respondió que en noviembre y él le dijo: “mira, José Alfredo Jiménez vine a Bogotá y va a presentarse en La Pampa. ¿Quieres ir?”. Claro que quería ir. José Alfredo era uno de sus ídolos y sus canciones la hacían soñar.

Llegó noviembre de 1963 y esa noche se convirtió en una inolvidable para los dos. Ella, como adivinando las intenciones de Peretz, había terminado con un novio que tenía en Miami. Esa noche, Peretz le preguntó: “¿te has dado cuenta de que estoy enamorado de ti?”. “Sí, eso me ha parecido”, dijo Cecilia. Unas palabras más y le planteó lo que había soñado desde cuando la vio en la vitrina de Foto Archivo Social de Bogotá: “¿quieres ser mi novia?”. Al calor de la música mexicana, Cecilia respondió: “sí quiero”. Es que ella poco a poco se había enamorado y había tomado la determinación de no regresar a Miami.

Dejó de ser Cecilia Cervantes y se convirtió en Rachel de Saraga

Rachel me comentó: “desde el día que me visitó por primera vez en mi casa, mi papá y mi mamá lo quisieron mucho. Para ellos fue como otro hijo, un hombre muy cumplido, cálido, amable y culto. Y eso los enamoró a todos en mi casa”.

Se ennoviaron a finales de 1963 y salían los fines de semana a cenar y a bailar. El de Peretz y la bella Cecilia (Rachel) era un amor “fuera de serie”, tanto que él la recogía temprano todos los días y la llevaba a la oficina. Ella trabajaba en Acerías Paz del Río. Al mediodía iban a almorzar al famoso “Crem Helado de la calle 32” y, para completar, le hacía visita en las noches.

Un día, Peretz y Cecilia compraron un billete de lotería y se la ganaron. Como ella era campeona de esquí acuático, decidieron comprar con ese dinero una lancha que disfrutaron mucho.

Él tenía veinticinco años y ella veintiuno y, un muy buen día, Peretz le pidió la mano de su hija a don Virgilio Cervantes. Le dijo: “me quiero casar con Cecilia. Lo único es que no podemos hacerlo aún por mi religión, entonces lo haremos primero por lo civil en Miami”. Ella recuerda: “mi papá me dijo ese día: ‘cásate, sé que vas a ser feliz’”.