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¡Bestseller internacional! ¡Miles de ejemplares vendidos!
«Libro ideal para el Día Internacional de los Vuelos Espaciales Tripulados».
● Recomendado por UNAL (Universidad Nacional de Colombia) y Better Read (Australia).
● Utilizado en la enseñanza de español por sistemas educativos americanos.
● Incluido en bibliotecas de Canadá, Colombia y Estados Unidos.
El mono Aurelio se convirtió en una leyenda de la sabana africana: ¡fue el único que consiguió regresar de entre los humanos! Todo comenzó cuando quiso regalarle unas flores a la monita de la que estaba enamorado, y eso lo llevó muy, muy lejos, incluso ¡a viajar a las estrellas!
TÍTULOS DE LA SERIE
LIBROS INFANTILES (a partir de 8 años):
1.
La maldición del castillo desencantado
2.
Cabeza Nublada y Pies Ligeros
3.
Este circo es un desastre
4.
El mono Aurelio viaja a Marte
5.
Narsú y el collar mágico
OTRAS SERIES INFANTILES (a partir de 8 años):
•
Las preguntas de Nair (serie
Las preguntas de Nair)
•
Kundali: La ciudad perdida (serie
Aventura)
AUTOR
Miguel Ángel Villar Pinto (España, 1977) es escritor de literatura infantil y juvenil, narrativa y ensayo. Con millones de lectores en todo el mundo, sus obras han sido
bestsellers internacionales, utilizadas por diversas instituciones como lectura obligatoria en la enseñanza, citadas en diccionarios como referencias literarias e incluidas en el patrimonio cultural europeo e iberoamericano.
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EL MONO AURELIO
VIAJA A MARTE
Miguel Ángel Villar Pinto
© Texto: Miguel Ángel Villar Pinto
© De esta edición: Miguel Ángel Villar Pinto
Segunda edición: Independently Published, 2019
Primera edición: Independently Published, 2018
Más información: villarpinto.com
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de su titular, salvo excepción prevista en la ley.»
ÍNDICE
1 Humanos
2 El programa de entrenamiento
3 Darwin
4 Aurelio el astronauta
5 Día previo
6 El lanzamiento
7 El simulador
8 Medio año
9 La promesa
10 El aterrizaje
11 Marte
12 Regreso a la Tierra
13 La negativa
14 Nancy
15 La fuga
16 África
17 Aurelio, la leyenda
1
Humanos
Aquel no era un día como otro cualquiera en la sabana africana, no lo era, al menos, para el mono Aurelio: se había adentrado en el territorio de los seres más peligrosos del mundo. Los demás animales los llaman de muchas formas, tantas que, si empezáramos a enumerarlas, no acabaríamos nunca; y, además, serían un montón de palabrotas juntas; digamos que... rara vez pasa algo bueno cuando están cerca.
Entonces, ¿por qué Aurelio se arriesgó a encontrarse con ellos? Era joven y atrevido, y también estaba enamorado. Molly ¡era tan guapa!... Y allí crecían unas flores tan bonitas... En fin, es frecuente hacer locuras por amor, y Aurelio no era una excepción...
Y así fue como, cuando quiso darse cuenta, era demasiado tarde. Sucedió. Algo cayó sobre él, dejándolo encerrado y, al poco, fue llevado dentro hacia algún lugar, lejos de todo cuanto conocía. De allí, a otro, y otros más, muchos, demasiados, ya no podía contarlos, igual que los nuevos apelativos que inventó para quienes lo habían capturado.
No obstante, dentro de lo malo, Aurelio tuvo más suerte que otros; al final, acabó en un zoológico en el que estaba bien atendido y cuidado, en especial, por una bióloga amante de los animales. Aunque el asunto se complicó no mucho después, cuando descubrieron que era un mono extraordinario: entre otras cosas, ¡había aprendido a comunicarse con los «humanos»!, y con extrema facilidad. No tardaron en comenzar a denominarlo «el chimpancé más listo del mundo» en la prensa y televisión.
Esto llamó la atención de la NASA, la Agencia Espacial Estadounidense; estaban preparando un programa para enviar personas a Marte, pero a alguien allí se le ocurrió que, tal vez, sería buena idea mandar primero a algún otro ser vivo inteligente. Y en cuanto supieron de Aurelio...
2
El programa de entrenamiento
En la sabana, suele decirse que a «un león no le importa la opinión de las gacelas» y, desde luego, sería una manera muy exacta de resumir cómo trataba Aurelio a los humanos desde que había llegado a aquel lugar tan extraño, «Centro Espacial» lo llamaban.
Allí había otros chimpancés, aunque más complacientes, seducidos por las recompensas. Él, en cambio, solo quería regresar con Molly.
Así que, mientras los demás —y, en concreto, uno de ellos, Darwin—, se esforzaban en seguir las instrucciones que les daban, Aurelio mostraba una total y absoluta indiferencia: en la «cámara» en la que flotaban en el aire, dormía y roncaba; en la «piscina», con sus trajes, equipos y aparatos de «astronautas», lo único que hacía era burbujas; cuando los ponían en la «silla» giratoria, se aseguraba de haber comido mucho, justo antes, para dejarlo todo perdido...
A ver si entendían de una vez que no quería estar allí, que no iba a realizar nada de lo que le pedían, que lo mejor sería devolverlo a «casa».
Sin embargo, su rebeldía cesó cuando comprendió el porqué de todo aquello: iban a enviar a uno de ellos en una «nave» al cielo, más allá de donde vuelan las aves, al lugar donde solo habitan las estrellas del firmamento.
3
Darwin
Aurelio intentó hacerle entender al resto de chimpancés el peligro en el que se encontraban pero, todos ellos, confiaban más en los humanos que en él, con lo que ninguno quiso unirse a su plan de sabotear la misión imitando su comportamiento.
Es más, Darwin lo delató y Aurelio tuvo que dar explicaciones al instructor jefe del programa. Este se sorprendió muchísimo al comprobar cuán consciente era de la situación y, más aún, al conocer sus motivaciones. No cabía duda: el «más listo del mundo», habían afirmado los medios de comunicación. Era cierto.
—No, Aurelio, no podemos enviarte a casa —le dijo—, no todavía; pero te prometo que, si eres tú el que va a Marte, haré todo lo posible cuando vuelvas.
Una esperanza ambigua y difusa, pero la única existente, lo supo de inmediato en aquel momento.
Aurelio miró a su alrededor. Estaban en el «simulador», en el que había una gran cantidad de botones. Rara vez los demás sabían bien qué hacer para desesperación de los instructores.
—Esto nos va a llevar mucho tiempo —comentó uno de ellos.
Sin embargo, Aurelio sí lo entendía y, por primera vez, lo demostró. Uno tras otro, fue activando los controles sin error alguno. Repasaron el proceso varias veces con idéntico resultado. Darwin veía peligrar su primacía, pero seguía fallando mucho y, frustrado, se enzarzó en una pelea con Aurelio.
—A veces, parecen tan humanos —dijo uno de los instructores.
—Supongo que hasta ellos se han dado cuenta —indicó el jefe—. Ya tenemos a nuestro astronauta.
4
Aurelio el astronauta
Repitieron todas las pruebas para asegurarse de que Aurelio, tal como sospechaban, las podía resolver sin problema. Así fue, y en la NASA, hubo una gran celebración. En una ceremonia oficial, le impusieron las alas de astronauta en su traje espacial, convirtiéndose en comandante. De nuevo, Aurelio volvía a ser noticia: ¡iba a ser el primer ser vivo inteligente que viajaría a Marte!
Todos estaban muy ilusionados y contentos por ello, todos menos los chimpancés: Aurelio disimulaba sus sentimientos ante las cámaras, no así el resto; era evidente que hubieran querido ser ellos los elegidos. Pero, incluso eso, fue destacado por los periodistas como positivo: «los primates ha demostrado tener una alta competitividad e implicación», dijeron.
En las fotos, Aurelio salía saludando; los otros, mirándolo de reojo o hacia otro lado; Darwin, con cara de malas pulgas. A los humanos les hizo mucha gracia. Aurelio, en cambio, se compadecía de sus semejantes: los habían privado de su libertad, y él era el único que quería recuperarla.
Ellos nunca lo entendieron y, en parte, era lógico: siempre habían vivido entre los humanos.