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Una vez, conocí a un niño que metió la cabeza dentro de una revista de historietas... ¡Y después no podía sacarla! ¿Queréis que os cuente la historia de ese niño, que se llamaba Adrián? Si no queréis que os la cuente, ya podéis dejar de leer e iros a jugar a otra parte. Si la queréis conocer, tendréis que seguir leyendo. Una nueva aventura de nuestro querido Mago Sí, experto que ayudar a los niños a descubrir las mejores cosas de la vida. -
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Seitenzahl: 29
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Andreu Martín
Ilustraciones de Francesc Rovira
Saga
El prisionero de la fantasía
Copyright © 1991, 2021 Andreu Martín and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726962345
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Una vez, conocí a un niño que metió la cabeza dentro de una revista de historietas...
¡...Y después no podía sacarla!
¿Queréis que os cuente la historia de ese niño, que se llamaba Adrián?
Si no queréis que os la cuente, ya podéis soltar el libro e iros a jugar a otra parte.
Si la queréis conocer, tendréis que seguir leyendo.
A un niño que conocí
hace mucho tiempo,
y que era experto
en el arte de leer
cualquier cosa
mientras hacía
cualquier otra cosa.
Este es Adrián.
Igual que «La Burbuja Enmascarada» se cubría con una máscara, y«El Buzón Encapuchado»se tapaba con una capucha, y«La Furia Sin Rostro»ni siquiera tenía un rostro que esconder, siempre que vi a Adrián llevaba su cara totalmente oculta tras una revista de historietas.
Resultaba muy difícil decir si Adrián estaba contento o enfadado, o preocupado, o ilusionado, o triste, o pensativo.
En fin, como mucho, podíamos decir que ahora estaba alegre.
ahora estaba alegre, ahora estaba enfadado,
ahora estaba triste, o ahora se encontraba de un humor soñador y fantasioso.
Siempre, siempre, siempre, siempre, iba leyendo.
Era capaz de hacer cualquier cosa sin levantar la vista de sus historietas.
En la escuela, leía mientras sus amigos jugaban al fútbol.
En casa, leía mientras sus padres hablaban o miraban la televisión.
Tenía tanta práctica en eso de leer constantemente, que incluso podía hacerlo por la calle sin dar ni un solo tropezón, sin chocar con los transeúntes que venían en dirección contraria, ni pisar ninguna cagada de perro, ni tragarse ningún árbol, ni dejarse atropellar por ningún camión.
Posiblemente, esta habilidad hubiera sido muy apreciada en un circo, pero representaba un incordio para las personas que convivían con él.
Imaginaos a Adrián leyendo y caminando tan campante, en línea recta, como una locomotora por su vía, tan decidido que parecía que nada ni nadie pudiera detenerlo.
Una viejecita que venía del súper, de comprar garbanzos y cebollas, guisantes, patatas y una sandía bien gorda, al verlo venir...
...(¿cómo podía imaginar ella que el chico tuviera desarrollada semejante habilidad?)...
...se aparta precipitadamente de su paso... ...choca con el digno hombre de negocios atildado, remilgado y esmerado y todo tieso...
...y se van al suelo garbanzos y cebollas y guisantes y patatas y sandía y viejecita y hombre de negocios, que pierde instantáneamente su tiesura, su remilgo y su esmero.
Y sale rodando la sandía al centro de la calzada, redonda como un balón de fútbol...
...y el camionero, rey del asfalto, que iba a toda pastilla, pie a fondo sobre el acelerador, la confunde con una pelota y se asusta, porque«detrás de una pelota siempre va un niño»...
...Y clava el freno, tuerce rápidamente el volante y se va directo contra un árbol de la acera...
...El árbol de la acera trepa por las ramas del árbol vecino para eludir la embestida del camión...