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En casi todos los guiones hay palabras que expresan lo que dicen, y palabras que no. A veces son mentiras, y otras un modo alternativo de comunicación, indispensable para construir un guion excelente. Pero cabe también expresar ese mismo contenido mediante asociaciones de imágenes, objetos, nombres y evocaciones, que proporcionan al espectador la información que necesita para sospechar, alegrarse y amar, desconfiar o sorprenderse con los personajes, que adquieren una realidad inesperada. El subtexto constituye un lenguaje indispensable para el gran cine, y también para la novela. Linda Seger elabora, como siempre de un modo sintético, un magnífico manual divulgativo para amantes del cine y de la creación literararia, novelistas y guionistas, pero también para academias y universidades, y para todo aquel que busca disfrutar y aprender con el buen cine.
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LINDA SEGER
EL SECRETO DEL MEJOR CINE
El subtexto en el guion y en la novela
EDICIONES RIALP, S. A.
MADRID
Título original: Writing Subtext publicado por Michael Wiese Productions
© 2018 by LINDA SEGER
© 2018 de la versión española, realizada por ANGEL BLASCO,
by EDICIONES RIALP, S. A.,
Colombia, 63. 28016 Madrid
(www.rialp.com)
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Realización ePub: produccioneditorial.com
ISBN: 978-84-321-4997-9
ÍNDICE
PORTADA
PORTADA INTERIOR
CRÉDITOS
CAPÍTULO 1. SUBTEXTO. ¿QUÉ ES? ¿CÓMO LO ENCUENTRAS
¿Qué son el texto y el subtexto?
Evitar el diálogo de obviedades
¿Cómo sabemos que hay subtexto?
Aprender subtexto
Subtexto consciente e Inconsciente
Expresar el subtexto
Busca el subtexto en los puntos de crisis
Cómo encontrar el subtexto cultural
Confía en tus intuiciones acerca del subtexto
Fíjate en las pausas
Fíjate en los desvíos de la conversación
Lectura de significados ocultos
Escribir el subtexto
Aprender a escribir subtexto
EJERCICIOS Y PREGUNTAS PARA DISCUSIÓN 36
CAPÍTULO 2. EL HISTORIAL (LA HISTORIA PRECEDENTE). ¿QUÉ HAY DETRÁS? ¿QUÉ HAY DELANTE?
¿Cuál es la biografía de tu personaje?
Edad del personaje
Habilidades, talento y capacidades
¿Cuánto dinero tienen?
¿Cuál es su religión, o cómo es la falta de ella?
Mostrando el lado oculto
El subtexto muestra negación, actitudes y coberturas
EJERCICIOS Y PREGUNTAS PARA DISCUSIÓN 55
CAPÍTULO 3. LAS PALABRAS. NO DECIR LAS COSAS TAL COMO SON
Implicar, y después establecer el subtexto
Detener la frase para implicar subtexto
Interpretación errónea del subtexto
La elección de la palabra oportuna para la resonancia
Repetir una palabra para obtener mayor resonancia
Utilizar la insinuación
Hablar de algo refiriéndose a otra cosa
Elegir la descripción
La elección de nombres
ESTUDIO DE CASO: Perdición(Double Indemnity, 1944)
EJERCICIOS Y PREGUNTAS PARA LA DISCUSIÓN 82
CAPÍTULO 4. JUGANDO CON ANALOGÍAS
Uso de símiles
ESTUDIO DE CASO: La gran apuesta (The Big Short)
EJERCICIOS Y PREGUNTAS PARA LA DISCUSIÓN 91
CAPÍTULO 5. DESTELLOS DE AMOR BAJO EL TEXTO
Coqueteos
Atracción
Subtexto a través de la sexualidad implícita
El doble sentido
Jugar con el doble significado de las palabras
Hablar de una cosa que significa otra distinta
ESTUDIO DE CASO: “Psicología anormal” de Cheers
EJERCICIOS Y PREGUNTAS PARA LA DISCUSIÓN 120
CAPÍTULO 6. GESTOS Y ACCIÓN. CÓMO MOSTRARLOS ENTRE LÍNEAS
Fíjate en los gestos
Mira el lenguaje corporal
Fíjate en el ritmo y en el paso del personaje
Fíjate en los comportamientos habituales
Fíjate en las decisiones y en las opciones
EJERCICIOS Y PREGUNTAS PARA LA DISCUSIÓN 136
CAPÍTULO 7. IMÁGENES Y METÁFORAS. LO QUE VES NO ES TODO LO QUE CONSIGUES
Fíjate en la estación, la meteorología y la hora para el subtexto
Creación de contexto
Crear una imagen visual fuerte
Metáforas de sonido
Creación de metáforas a través de objetos
Metáforas eróticas
Expresión de subtexto mediante metáforas de personaje
EJERCICIOS Y PREGUNTAS PARA LA DISCUSIÓN 165
CAPÍTULO 8. LO QUE ACECHA EN EL GÉNERO
Subtexto en películas de horror
Expresar subtexto a través de películas deportivas
Expresión de subtexto a través de la comedia
Subtexto a través de metáforas políticas y sociales
Subtexto en ciencia ficción
Subtexto en la comedia negra
ESTUDIO DE CASO: Avatar
EJERCICIOS Y PREGUNTAS PARA LA DISCUSIÓN 189
CAPÍTULO 9. EL SÚPER-OBJETIVO. ¿DÓNDE Y CÓMO HA SIDO EL FLUJO SUBTEXTUAL?
ESTUDIO DE CASO: Gente corriente (Ordinary People)
EJERCICIOS Y PREGUNTAS PARA LA DISCUSIÓN 199
CAPÍTULO 10. EL ESCRITOR ALVIN SARGENT REFLEXIONA SOBRE EL SUBTEXTO
EPÍLOGO
FILMOGRAFÍA
SOBRE LA AUTORA
Capítulo 1
Subtexto.
¿Qué es? ¿Cómo lo encuentras?
EN DRAMA, MÁS QUE EN CUALQUIER OTRA FORMA de expresión artística, los personajes ni dicen siempre lo que piensan, ni dicen siempre la verdad. Esto no significa que la eludan, o la nieguen, o que mientan siempre. A veces sí, y a veces ni ellos mismos se creen lo que dicen. Puede que ni siquiera sepan cuál es la verdad. O que les resulte incómoda. En el buen drama, encontramos las palabras «en sí mismas» y «la verdad que esconden debajo». ¿Dónde está el texto y dónde el subtexto? No es lo mismo. No debería serlo.
¿Qué son el texto y el subtexto?
El texto está compuesto por las palabras y los gestos que vemos. En principio es algo expresado de manera directa, honesta y en plan «di-las-cosas-como-son». Si te pregunto: «¿Cómo voy de San Francisco a Chicago?», me dirás con claridad, sin subtexto: «Tomas la autopista 80 Este, sales en la Avenida Michigan, y llegas al centro de Chicago». No existe un sentido oculto; solo una respuesta adecuada y directa.
Pero si la pregunta se la haces a un bomboncito y ella te contesta, con un guiño: «¿Y para qué quieres ir a Chicago con la cantidad de diversión que tenemos por aquí?», ya no estaremos ante una respuesta directa. Todo un mar de posibles significados yace bajo la superficie de la inocente respuesta. Te está ofreciendo un plan: Tiene cosas en la cabeza que no te está diciendo. Si lo pillas, dirás: «No, gracias», o decidirás quedarte un rato más con ella.
Encontramos «subtexto» continuamente en la vida diaria. El subtexto vende automóviles y lavadoras, inscripciones universitarias y cerveza. «Compra nuestro producto y serás feliz, rico y atractivo, como los del anuncio».
Mi catálogo de ropa favorito, el de la compañía J. Peterman, etiqueta cada prenda con un texto que sugiere en qué tipo de persona te puedes convertir si la usas. Si usas los «Pantalones de la Gloria»[1], acabarás por ser intrépido. Si llevas la «Camisa de Montaña de Otavalo», te convertirás en «un cachas, audaz y secretamente seductor». Un vestido lleva el nombre de «Andiamo a Ballare», en italiano, «Vámonos a bailar». Peterman explica que su sentido real es: «¿Estás lista para la oportunidad de tu vida?». Y continúa, «Los italianos tienen una manera de impregnar de subtexto los comentarios aparentemente directos. Y por impregnar me refiero a dosificar, sugerir, e infundir algo más, a través de la expresión facial, del tono, o de un destello travieso en el ojo. Lo estático se transforma en dinámico. Lo inocente se convierte en cualquier cosa menos eso. Como este vestido». Si no te entran ganas incontenibles de pedirlo ya, es que te has perdido el subtexto.
El subtexto no es solo el significado que yace bajo las palabras, sino también las asociaciones que evocan el diálogo y las imágenes. Tú, como escritor, elijes las palabras: el diálogo y la descripción. Pero buscas unas palabras y acciones que reflejen y evoquen un significado alternativo.
El texto es la punta del iceberg, pero el subtexto es todo lo que hay debajo, lo que empuja hacia arriba al texto y le da forma. Es el sentido implícito, no el explícito. La gran literatura, y el gran drama, son subterráneos. Son subtexto todas las capas que enriquecen el texto. Las grandes historias y los grandes personajes cobran vida precisamente por debajo de las palabras del texto.
Evitar el diálogo de obviedades
Cuando un escritor escribe un diálogo excesivamente obvio decimos que es un diálogo “on the nose”[2], nos cuenta en cada momento lo que ya sabemos. Los personajes dicen exactamente lo que quieren decir, en frases ordenadas y lógicas. Resulta aburrido. Soso. Suena como una conferencia, o un sermón, o un tratado, o un currículum vitae. Le falta vida emocional. Se pierde el sentido de una persona concreta que habla con todos los matices y detalles que forman parte de la vida real. Nosotros, como público o como lectores, solo nos quedamos con lo que escuchamos. Sin nada más que debatir o pensar o ponderar, salvo lo superficial. Sin profundidad ni intriga. Los personajes dan la información, recitan la historia y la exposición, y comentan cosas sin importancia. Hablan y hablan, y nada más.
En un diálogo obvio, los personajes son rectilíneos. Lo saben todo, y lo entienden todo tan bien que lo explican todo. Nos cuentan sus problemas psicológicos; se conocen perfectamente y tienen total clarividencia. Nos pueden contar exactamente todo lo que pasa y por qué. Nos dicen con precisión por qué son como son, y qué traumas infantiles les causaron sus problemas psicológicos. Nada hay oculto.
Cuando todo está en el texto, todo lo que pasa está «en» las líneas, no «entre» las líneas, como debe suceder en la buena escritura. Pero falta la parte más importante: los motivos y pensamientos ocultos, las emociones y verdades humanas hacen que adquiera significados múltiples.
Si, por el contrario, un escritor señala el camino, si sugiere, si apunta hacia donde se dirige una historia realmente, entonces el público obtiene mucha más información de la que obtendría de una simple línea de diálogo.
¿Cómo sabemos que hay subtexto?
En este libro, utilizo una definición relativamente amplia de «subtexto», porque «lo que está debajo» no se refiere solo a las palabras. El «subtexto» también se encuentra debajo de los gestos, comportamientos, acciones, imágenes, y del propio género en que un texto está escrito.
Por lo general el subtexto no es algo que se pueda señalar con el dedo. Es algo que se siente. Lo sientes, aunque no lo veas ni lo escuches.
Sabemos que encontramos subtexto por los sentimientos de incertidumbre que nos produce y las preguntas que nos suscita. Escuchamos el texto, pero algo nos llama la atención. Nos topamos con el subtexto cuando decimos: «Vamos a ver..., eso no tiene mucho sentido. ¿Qué ha querido decir realmente esta persona?». O, pensamos: «¡Venga ya!, ¡No me creo una palabra de lo que está diciendo!». O sentimos una inquietud, y dudamos: «Aquí hay más de lo que parece. Me pregunto qué está tramando realmente este personaje, y por qué está haciendo eso».
El subtexto nos hace preguntarnos «por qué»; y muchas veces no podemos respondernos, y el escritor nos hace esperar la respuesta mientras sigue sugiriendo implicaciones. Una de mis novelas favoritas de John Grisham es El testamento (The Testament). En el segundo capítulo, un anciano habla con una cámara de video acerca de su testamento, aclarando que está bien de la cabeza. Luego salta por una ventana. Como lectores nos preguntamos «¿Por qué?». Algo extraño está pasando, pero nos llevará la mayor parte de la novela el llegar al fondo de ese porqué.
En Ciudadano Kane(1941), Kane dice la palabra «Rosebud» y muere. ¿Quién o qué es «Rosebud»? La respuesta está en el subtexto de la vida de Charles Foster Kane. La película entera trata de explicar y desvelar el subtexto que da forma al texto conocido de esa vida aparentemente llena de éxito.
Aprender subtexto
La psicoterapeuta Dra. Rachel Ballon dice que, desde niños, comenzamos nuestras vidas con el texto. Los niños suelen ser muy directos, hasta que los adultos les enseñan a ser menos directos para que sepan «adaptarse socialmente». Aprenden subtexto a medida que entienden el comportamiento social, las normas sociales, lo que es aceptable y lo que no. A lo mejor un niño ve a su tía Jenny y grita: «No quiero darle un beso. Es muy fea». Los padres quedan consternados, avergonzados y rápidamente enseñan al niño a alejarse de ese texto. El niño aprende a decir: «Hola, tía Jenny. Estoy resfriado y no puedo darte un beso». El niño aprende a ocultar el texto en el subtexto. Podríamos pensar que el subtexto se genera con más frecuencia en las relaciones familiares y profesionales o en nuevas relaciones amorosas, circunstancias en las que no todo puede expresarse de manera directa. Pero se puede encontrar en todas partes, incluso en eventos nacionales e internacionales.
Un presidente de un país o un dictador dice: «¡Vamos a la guerra para defender la libertad!». Bueno, puede ser. Pero a lo mejor lo estudias con más detalle, y te das cuenta de que el enemigo tiene muchos campos de petróleo o enormes plantaciones de caucho, u otros recursos de riqueza que se convertirán en el botín de la guerra. O, caes en la cuenta de que este gobernante ya ha emprendido varias guerras y la libertad no ha sido el resultado de ninguna de ellas.
Ni siquiera los amigos se dicen siempre la verdad. Cuando le preguntas a una amiga: «¿Crees que este vestido me hace más gorda?», te puede contestar de muchas maneras, unas con subtexto, otras sin él. Podría contestarte con un texto directo: «Sí, pero solo alrededor de la cintura, y algo en torno a las caderas. Y el trasero te sale un pelín más que con tu otra ropa. Por lo demás, tiene un color precioso».
O te contesta: «No, está bien. ¡Es un vestido muy cuco!». Y te quedas pensando: «¿Eso qué quiere decir?». Ya dudas si comprarte o no el vestido. A veces te fijas en lo que no te ha dicho: «¡Estás impresionante con ese vestido! ¡Parece hecho para ti! ¡Van a hacer cola en la calle para verte!». Quizá tu amiga te dice la verdad, y el vestido es cuco y tienes que comprarlo. La respuesta parece directa, sin subtexto. Y tal vez lo es. Pero te quedas preocupada por la palabra «cuco».
O puedes intentar adivinar el subtexto. Tal vez tu amiga piensa en secreto, «¡Qué bien le sienta! ¡Qué buen gusto! ¡Yo quiero uno como ese!». Y los celos aletean en su cabecita. O el atractivo amigo platónico que siempre pensaste que era «solo un amigo», de repente parece que te mira de una manera divertida y desconocida. Quizá esté a punto de decir: «Estás impresionante. ¡Nunca te había visto tan espectacular! ¡Me has conquistado!». O a lo mejor sugiere que no te compres el vestido, pensando que vas demasiado atractiva y no quiere que atraigas a nadie más. O, a lo mejor, incluso te dice: «Es demasiado caro», o: «Bueno, quizá no es tan natural como este otro». Son mareos mentales que te dejan confusa.
Cuando estás confusa o confuso, probablemente experimentas el subtexto. Algo sucede bajo la superficie. No sabes qué es, desde luego, ni a dónde te va a llevar. No sabes qué va a entrar en ebullición y qué va a quedarse oculto. Pero algo te incomoda, un posible conflicto olvidado que se te viene a la cabeza. O un problema que surge en tu relación con una determinada persona, o un giro que van a dar los acontecimientos, que te encaminarán en una dirección nueva y maravillosa. Quizá algo que se ha ido filtrando en tus pensamientos ocultos sale a la luz y encuentras que hay como una atracción mutua. Quizá tú también estás tejiendo subtexto, sin querer.
A lo mejor te pones ese vestido para conocer la reacción de un amigo y ver si algo más puede pasar entre los dos. Dejas el botón superior desabrochado para percibir su comprensión del subtexto. Te preguntas si la blusa está suficientemente ajustada al busto porque «tiendes a tenerlo grande» (esperando, por supuesto, que él se dé cuenta). Luego, bajas recatadamente los ojos y miras hacia arriba justo a tiempo para ver que él está tratando de ocultar una sonrisa.
O quizá te pones el vestido para que tu amigo se entere de que ahora estás interesada en otra persona y te preparas para ir a un restaurante elegante —con aquel chico tan majo que conociste la semana pasada—. De cualquier manera, los personajes van adquiriendo diversas capas. Ahora hay subtexto.
Subtexto consciente e Inconsciente
En algunos casos, alguien es consciente de su propio subtexto, pero elige no compartir toda la verdad con los demás. Un personaje puede decir con una mueca: «Sí, a mi esposa le gusta ir de compras», sin decir que ella está arruinando a su familia, que se viste cada prenda una sola vez y luego la dona a una fundación. Pero prefiere mantener la apariencia de que están bien y de que todo marcha bien.
O el subtexto puede arder cuando dos personas se sienten atraídas mutuamente, pero uno decide que la otra no conozca sus verdaderos sentimientos. Quizá siente que es demasiado pronto para expresar sus sentimientos reales, o que es inapropiado porque la otra persona está casada, o porque es el jefe, o es demasiado viejo, o demasiado joven, demasiado rico, demasiado pobre, educado, o no lo suficiente, o de una colectividad indeseable —lo que eso pueda significar para amigos cercanos o parientes—. Así que el subtexto se manifiesta de otras maneras —miradas entre los dos, comentarios como «bonito peinado» o «coche chulo», cuando la persona realmente quiere decir «estás guapísima, me gustas» o «¡estás muy bien!, ¡incluso mejor que tu coche!».
Los Romeos y Julietas no pueden decir públicamente lo que sienten realmente. Saben lo que piensan y sienten, pero cifran sus palabras y acciones para que no sean obvias.
A veces el subtexto no es advertido por una persona porque resulta demasiado doloroso, demasiado vergonzoso, demasiado deshonroso, o demasiado difícil de admitir. El subtexto puede ser invisible y residir profundamente en el inconsciente, pero afecta a las acciones, emociones y decisiones del personaje. A veces el subtexto es también invisible para el propio escritor, que lo va descubriendo en el proceso de escritura.
Las personas que han sufrido abusos siendo niños —incesto, maltrato o negligencia—, no suelen recordar los sucesos que explican gran parte de sus vidas. Es posible que una mujer no sepa por qué tiene miedo de su tío o por qué empuja a su novio cuando este se vuelve romántico. Un hombre puede ignorar por qué se siente incómodo con los afectos de una mujer, si ha olvidado el abuso infantil que sufrió con alguna pariente suya. Después de años de terapia, a veces, el inconsciente recuerda y las capas ocultas de la vida se reconocen lo suficientemente bien como para manifestarse y poder tomar decisiones claras.
Por supuesto que todos tenemos defectos, inseguridades, problemas, pero, para algunos, estos problemas han dejado profundas heridas, algunas de ellas inconscientes. Los incidentes traumáticos de la infancia pueden hacer que un personaje hable, actúe y reaccione de manera que parezca anormal, o dé la impresión de que el personaje está ocultando algo. Tanto en el libro como en la película Sybil, basada en la historia de una mujer con múltiples personalidades, la historia de fondo sale a la luz y nos enteramos de que la madre de Sybil abusó de ella siendo niña y su padre ignoró todos los síntomas. A lo largo de la historia, los temores de Sybil entran en erupción, y le van provocando diversas reacciones. Estímulos sencillos generan un comportamiento extraño, como subirse a una estantería cuando se asusta. Del mismo modo, el afecto sencillo del vecino de al lado le echa para atrás. Sin embargo, ella no sabe por qué le sucede todo esto. A través del trabajo con un terapeuta, los traumas psicológicos subyacentes emergen. Averigua que esas reacciones extremas provienen de traumas de su primera infancia. El subtexto aparece en el texto.
Otras películas sobre personalidad múltiple, como Las tres caras de Eva(Three Faces of Eve, 1957) o películas y libros sobre enfermedades mentales u otros problemas psicológicos, como Nunca te prometí un jardín de rosas (I Never Promised you a Rose Garden, 1971), David y Lisa(David and Lisa, 1962),I’m Dancing as Fast as I Can(Telefilm de 1982), Alguien voló sobre el nido del cuco (Someone flew over the Cuckoo’s nest, 1975), Frances (1982), Inocencia interrumpida (Girl Interupted, 1999), Una mente maravillosa (A Beautiful Mind, 2001), Ni una palabra (Don’t say a Word, 2001), y El solista (The Soloist, 2009), cuentan historias sobre cómo erradicar problemas inconscientes, que pueden resolverse en la medida en que se reconocen como conscientes.
Una mala ruptura, una mala suerte con las relaciones o problemas relacionales no solucionados en el pasado pueden hacer que alguien sea incapaz de amar o rechace involucrarse o comprometerse con alguien: Up in the Air (2009), Novia a la fuga (Runaway Bride, 1999), Alta fidelidad (High Fidelity, 2000), 500 días con ella (500 Days of Summer, 2009), My Fair Lady (1964). La excusa puede ser «estoy muy ocupado», o «no creo que estemos hechos el uno para el otro», o «acabo de conocer a otra persona», pero la cruda realidad suele estar bajo la superficie. Quizás la persona está realmente tratando de decir: «Todavía no he superado mi última relación, pero no quiero hablar de ello con alguien que acabo de conocer», o «no quiero comprometerme después del dolor de la última ruptura, pero eso me hace mostrarme débil, así que no quiero sentirme vulnerable contigo discutiendo esto».
El subtexto puede motivar muchas de nuestras actividades normales. Es posible que no sepas por qué te ves obligado a vender un guion, obtener un título universitario, comprar un coche deportivo de color rojo o alistarte en el ejército para ir a la guerra. Por supuesto, todas estas acciones pueden ser motivadas por razones buenas, sólidas y conscientes, pero no siempre. Si te obsesiona realizar un esfuerzo determinado, y las cosas parecen desproporcionadas en términos de cómo vas a cumplir un objetivo, el subtexto puede explicar tu motivación. Quizás caigas en la cuenta, después de examinar tu obsesión, de que la razón es conseguir la aprobación de tus padres, o compensar una infancia desamparada, o querer que tus compañeros de colegio sepan que conseguiste triunfar, o que salga tu nombre en los periódicos porque cuando tenías diez años quedaste segundo en un concurso de tu pueblo y saliste en la prensa y todo el mundo hablaba muy bien de ti. Esa experiencia motivó tu deseo de aprobación durante toda tu vida y, además, desde entonces, siempre sientes que deberías haber quedado primero.
Sea cual sea la razón, puedes notar que hay algo dentro de ti que te espolea y te empuja, y no se te va de la cabeza. Y si pones este subtexto en tu personaje, el público lo notará también.
Expresar el subtexto
Puedes expresar subtexto de varias maneras. Es posible que el texto diga una cosa y que el subtexto diga lo contrario: el subtexto contradice el texto. Supongamos que le preguntas a tu amigo: «¿Cómo estás?», y él responde: «Bien, muy bien, gracias», mientras recoge sus pertenencias para salir del despacho, porque acaba de ser despedido. Si entiendes la situación real, reconoces el subtexto: no está bien en absoluto, y él lo sabe.
Si alguien dice: «Amo a mi marido» mientras corta agresivamente los tomates rojos para la cena, nos preguntaremos si el marido está en peligro y si su amor es verdadero.
A veces el subtexto implica múltiples significados y permite varias interpretaciones posibles. Si alguien dice: «Me voy. Es que no puedo soportarlo más», podrías preguntarte: ¿se está tomando un fin de semana libre? ¿Se va para siempre? ¿Se va a suicidar? ¿Y a quién se refiere ella con ese «lo» que no puede soportar? ¿Qué capacidad de aguante tiene «él»? ¿Esta reacción guarda alguna relación con que su marido la haya abandonado, o con que hayan acabado en la ruina, o con que su hijo se drogue? Así que comienzas a pensar en diversas asociaciones y posibilidades e interpretaciones. No sabes con certeza lo que está pasando, pero sabes que algo sucede. Y, si sabes que hay subtexto, puedes reconocer el peligro y hacer algunas preguntas a tu amiga. Quizá la acompañes el fin de semana para asegurarte de que no esté sola. Quizá le aconsejes que no se lleve la pistola.
Busca el subtexto en los puntos de crisis
El subtexto es lo más adecuado al pasar por una crisis o en puntos de transición en nuestras vidas —después de la muerte de alguien conocido, al comenzar nuevo trabajo, al iniciar una nueva relación o al romper una vieja—. Cuando lo que está en juego es importante, todo puede depender de que hagamos o digamos lo correcto; a pesar de que no estemos seguros de qué sea «lo correcto». En esos casos, los personajes suelen encubrir sus intenciones reales.
En cualquier tipo de sufrimiento, una miríada de emociones a menudo suele dejarle a uno sin habla, por lo que el subtexto se puede expresar visualmente, en lugar de verbalmente. La mayoría de las personas tienen dificultades para enfrentarse al dolor, o para saber qué hacer ante lo desconocido. Pueden volverse estoicos, negando sus sentimientos y molestias. No quieren mostrarse vulnerables.
Cuando alguien se avergüenza de algo, no puede hablar de eso. Las personas buscan respeto y temen perderlo si esa verdad vergonzante sale a la luz. ¿De qué hablan entonces? Tal vez de nada en absoluto o, quizás, se vuelvan demasiado corteses en sus relaciones con colegas; o recurren a discusiones sobre el clima, a información sobre su trabajo, o a preguntas educadas sobre la familia de algún colega.
Cuando un amigo o un padre se está muriendo, a menudo la gente esconde sus verdaderos sentimientos desviando el tema hacia cualquier asunto que no sea la tragedia que tienen delante. El hijo puede hablar y hablar sobre quién ganó el partido de fútbol, cuando puede estar pensando si su padre será capaz de ganar la partida entre la vida y la muerte. La hija puede estar tratando de hacer que el padre se encuentre a gusto o puede alisarle las sábanas de la cama, a pesar de que su padre esté en su último aliento y tal pulcritud ya no importe. La hermana podrá sentirse indefensa e incómoda, queriendo salir de allí cuanto antes, y se ofrecerá voluntaria para ir a buscar a la enfermera. Inmediatamente, el hermano a lo mejor dice simplemente: «Bueno, ¡eso es todo!». Y lo es. Pero incluso esas palabras encubren vulnerabilidad, incomodidad y quizás un deseo de volver a su vida. ¡Terminemos ya de dar vueltas a la muerte!
En el guion deLo que queda del día(The Remains of the Day, 1993), cuando el padre se está muriendo, trata de sacar a la luz el «texto» real, pero Stevens, el hijo, simplemente no puede lidiar con la realidad emocional.
PADRE
Espero haber sido un buen padre para ti.