El Seminario 11 y su epílogo de 1973. Lecturas - Carmen González Táboas - E-Book

El Seminario 11 y su epílogo de 1973. Lecturas E-Book

Carmen González Táboas

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Beschreibung

En la "Reseña del Seminario 11" Lacan habla de los cuatro conceptos freudianos, inconsciente y repetición, transferencia y pulsión, y de su deseo de "redefinirlos y mostrarlos anudados por una topologia". La marcha del Seminario 11 es un desafío para cualquiera. Mi decisión, la de extraer lo posible de cada clase en cada una de las reuniones, puede parecer un desatino. Salvo que en mi seminario diurno nunca había hecho otra cosa: intentar trayectos posibles en un texto lacaniano. Inventar recorridos. Leer, manteniendo la Orientación milleriana del primado de la práctica. Recibir las intervenciones de los participantes. Obtuvimos algunas luces, nuevas preguntas y una alegría que se colaba en la "seriedad" de la lectura –lo serio es la serie, como precisa Lacan.

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EL SEMINARIO 11 Y SU EPÍLOGO DE 1973

Lecturas

Carmen González Táboas

El Seminario 11 y su Epílogo de 1973

Lecturas

© Grama ediciones, 2022.

Manuel Ugarte 2548 4to B (1428) CABA

Tel.: 4781-5034 • [email protected]

http://www.gramaediciones.com.ar

© Carmen González Táboas, 2022.

[email protected]

González Taboás, Carmen

El seminario 11 y su epílogo de 1973 : lecturas / Carmen González Taboás. - 1a ed. - Olivos : Grama Ediciones, 2022.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-8941-45-5

1. Clínica Psicoanalítica. I. Título.

CDD 150.195

Primera edición en formato digital: diciembre de 2022

Versión: 1.0

Digitalización: Proyecto 451

Diseño de tapa: HERNÁN CAMBIASSO

Hecho el depósito que determina la ley 11.723

Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por medios gráficos, fotostáticos, electrónico o cualquier otro sin permiso del editor.

Índice
Portada
Portadilla
Legales
Agradecimientos
Un marco para los trayectos en el seminario 11 de lacan
Clase I. La excomunión
El inconsciente y la repetición
Clase II. El inconsciente freudiano y el nuestro
Clase III. Del sujeto de la certeza
Clase IV. La red de los significantes
Clase V. Tyche y automaton
De la mirada como objeto a minúscula
Clase VI. La esquizia del ojo y la mirada
Clase VII. La anamorfosis
Clase VIII. La línea y la luz
Clase IX. ¿Qué es un cuadro?
La transferencia y la pulsión
Clase X. Presencia del analsita
Clase XI. Análisis y verdad o el cierre del inconsciente
Clase XII. La sexualidad en los desfiladeros del significante
Clase XIII. Desmontaje de la pulsión
Clase XIV. La pulsión y su circuito
Clase XV. Del amor a la libido
El campo del Otro, y retorno a la transferencia
Clase XVI. El sujeto y el Otro: La alineación
Clase XVII. El sujeto y el Otro (II). La afánisis
Clase XVIII. Del sujeto al que se supone saber, de la primera díada y del bien
Clase XIX. De la interpretación a la transferencia
Queda por concluir
Clase XX, En ti más que tu
Bibliografia

AGRADECIMIENTOS

Este libro no existiría sin el deseo y la generosidad de Ana Preiti, colega de Neuquén a quien debemos la grabación y la desgrabación de cada encuentro.

Para Ana mi afecto y mi agradecimiento.

También para Laura Arias, por el entusiasmo con el que tomó a su cargo la compleja tarea de una primera lectura. Como dice Jacques-Alain Miller de su tarea de transcripción del Seminario 11, el original no existe, pues atravesar los ríos de la oralidad es transformarlo. Nada reemplaza la expresión, ni el tono, ni el gesto; no es fácil adivinar una puntuación, elegir los puntos y las comas que deciden el sentido. Esa tarea facilitó mucho la mía.

Debí acercar mis exposiciones a la letra del Seminario, releerlo, y esbozar un libro que diera acceso a su lectura. Para lo cual también hemos anotado –entre paréntesis– la numeración de las páginas del texto establecido.

Nuevamente debo expresar mi gratitud a María Magdalena, por su atenta lectura, sus indispensables observaciones y su paciente armado del nuevo libro.

He confiado la publicación, una vez más, a Grama ediciones. Son muchas las cuidadas ediciones de mis libros que he agradecido y agradezco a mi apreciada colega Alejandra Glaze, su directora editorial.

UN MARCO PARA LOS TRAYECTOS EN EL SEMINARIO 11 DE LACAN

Mi seminario, iniciado en 1998 en el marco de las Actividades diurnas de la Escuela de la Orientación Lacaniana (EOL), –una enseñanza “a riesgo propio”– se proponía recorridos de lectura, siempre a libro abierto. Así leímos Los signos del goce y algunos otros cursos de Jacques-Alain Miller, que poco a poco se publicaban. Deseábamos leer a Lacan, y en la enseñanza milleriana encontrábamos “los planos de la casa”. Lo hicimos durante varios años, hasta que decidí iniciar la lectura del Seminario 20 de Lacan, Aún. Fue el primero. La vida de la Escuela contribuía a la orientación de las lecturas.

Mientras avanzábamos en los cursos de Jacques-Alain Miller, yo leía el Seminario 11. Me desvelaba, había momentos extraños; al principio la lectura avanza, parece que todo se articula y de golpe empieza a trabarse, se vuelve complicada, como algo ilegible. Lacan mismo, con ocasión de la publicación de este en París, en 1973, había hecho algo tan inesperado como agregarle –“para que se lo relea”– un Epílogo, ¡cuya fecha lo reúne con la clase III del Seminario 20, “Función del escrito”! Cuesta comprender la articulación del Epílogo, que refleja los fuertes giros de su enseñanza a través de nueve años en los que no cesó en su interrogación de un real para el psicoanálisis, que no es el de la ciencia. Este es el nexo con el Seminario 11; la topologización introducida por Lacan en los cuatro conceptos de Freud.

Los participantes del seminario mostraron notable entusiasmo ante la idea de leer Los cuatro conceptos… para tomar la enseñanza de Lacan donde sus anteriores Seminarios –La ética, La transferencia, La identificación,La angustia y Los nombres del Padre (de solo una sesión, su despedida de la IPA)– daban sus inesperados y numerosos frutos. Ya iniciada la lectura descubrimos a Lacan en su búsqueda de un real para el psicoanálisis. ¿Qué debe ser el deseo del analista para que un análisis se dirija a lo real del síntoma? Era lo que hacía del psicoanálisis una experiencia ética, y lo que exigía de Lacan una interrogación de la libertad y del acto que la funda. Se verá en las Lecturas que publicamos, no sin el intento de aproximarnos al Epílogo de 1973. Obtuvimos algunas luces, nuevas preguntas y una alegría que se colaba en la “seriedad” de la lectura –lo serio es la serie, como precisa Lacan en Aún.(1)

Un feriado y el Congreso de la AMP –inesperadamente suspendido– determinaron el comienzo de la lecturadel El Seminario, Libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis y su Epílogo de 1973, el 30 de abril de 2020. La impredecible pandemia le impuso a la práctica analítica y a la transmisión del psicoanálisis entrar en la órbita de los medios virtuales de comunicación. Los Seminarios se iniciaron, dimos comienzo a la travesía de los conceptos freudianos. Lacan tenía ante sí el problema de la práctica analítica, a veces reducida a burdo empirismo o simple ceremonia. Poner en su lugar el deseo del analista le exigía, en efecto, encontrar las vías de lo real del psicoanálisis; sin saberlo, su enseñanza se encaminaba hacia la función del escrito, presente en la fuerte torsión de su Epílogo.

¿Estaremos a la altura de “unir nuestro horizonte a la subjetividad de una época” que ya ni siquiera es la de Lacan, que hoy parece trastabillar de desastre en desastre? Pero, ¿cuál es nuestro horizonte? Cuando nos dispusimos a leer el Seminario 11, vimos que, tres años más tarde, en la “Proposición del 9 de octubre de 1967”, Lacan mostraba su preocupación por los inminentes procesos de segregación anunciados por un porvenir de mercados comunes. Se situaba en las coordenadas geográficas de la Europa central. Es un europeo. Lacan jamás habló de esta América, ¡nosotros tampoco! ¿Esperamos que vengan otros a recordarnos que existimos en un lugar, en una lengua, en unas condiciones, en cierto acontecer de las cosas? Lacan dijo: “hablo en francés e intento aprovechar muy bien mi lengua, porque si hablara otra lengua diría otra cosa”. Sin duda eso pasaría, diría otra cosa. Es lo que no hacemos nosotros. Intento abrir ese surco.

En la “Reseña del Seminario 11”(2) Lacan habla de los cuatro conceptos freudianos, inconsciente y repetición, transferencia y pulsión, y de su deseo de “redefinirlos y mostrarlos anudados por una topología…”. La marcha del Seminario 11 es un desafío para cualquiera. Mi decisión, la de extraer lo posible de cada clase en cada una de las reuniones, puede parecer un desatino. Salvo que en mi seminario diurno nunca había hecho otra cosa: intentar trayectos posibles en un texto lacaniano. Inventar recorridos. Leer, manteniendo la Orientación milleriana del primado de la práctica. Recibir las intervenciones y las preguntas. (3) He sugerido y vuelvo a sugerir ahora que, durante la marcha de un seminario de lectura, cada uno busque y señale –en la clase que lee–, un párrafo propio, bien localizado; un lugar donde algo los llame a detenerse. Ese simple recorte puede conducir a que se tome parte activa en el recorrido de la lectura.

1. “Los efectos de significado parecen no tener nada que ver con lo que los causa” (p. 29), sin embargo tienen su causa en “lo real serio”, que exige la serie, “un largo tiempo de extracción”… no toda.

2. Lacan, J., Otros escritos (1965), Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 205.

3. También fue necesario acotar las intervenciones y precisar las preguntas.

Clase I

LA EXCOMUNIÓN

Pandemia. Estado de cosas inquietante. Una joven exclama: “ahora no te conducen por donde pensar, vivimos en otra sustancia, nos llevan otras energías, estamos a oscuras luchando con un fantasma, este virus tan desconocido”. Yo diferenciaba entre esta lúcida mirada sobre la situación, y lo que a nosotros nos exige el discurso analítico; ir más allá de la situación, de lo que se da a ver, de lo que nos afecta en la vida cotidiana, del sentido en el que se vive. Hoy abordamos la práctica analítica con el Seminario 11, un momento crucial de la enseñanza de Lacan, quien alguna vez dijo que el discurso analítico es tan contrario al discurso común, tan ajeno al discurso universitario, tan opuesto a algo que se pueda memorizar, que hasta lo que les hablaba en ese momento iba a ser enseguida olvidado. Sin embargo, insistimos; leemos, padecemos, gozamos del saber. Lacan dice en el Seminario 20, el saber es costoso, “vale tanto como cuesta”.

Vengamos al seminario. No a buscar claridades sino a entrar en una lógica que Lacan va indagando desesperadamente, porque el lamentable estado de la episteme del psicoanálisis y sus propias avanzadas así lo exigían. En Argentina es frecuente acudir al psicoanálisis, tal vez sin saberlo. Tal vez sin encontrarlo. Tal vez con una pregunta sobre “qué me pasa”, quizás solo buscando soluciones o consuelo. En la “Proposición…” de 1967 Lacan sitúa la práctica analítica –lo que cada uno hace como practicante del dispositivo analítico– como intensión, lugar vacío porque el orden de lo que acontece en el dispositivo (cuyos lugares están lógicamente predeterminados), no admite forma alguna de juicio universal. Freud le dice al analista “hay que ir a ver” qué hay en el doblez; abrir, cuando vienen a hablarnos, otra dimensión de la palabra. Pero Lacan anuda la intensión a la extensión; recibimos en la práctica lo que viene a ella desde los discursos que corren por las calles. Intensión y extensión son elementos heterogéneos anudados realmente mediante la topología del cross cap.(4) En la “Proposición…” (5) Lacan daba las coordenadas de su Escuela y al mismo tiempo anunciaba un porvenir de mercados comunes; sabía que el discurso analítico debía resonar en los malestares de la cultura.

SIN FREUD NO HAY LACAN

Vamos a abordar con el Seminario 11 los cuatro conceptos freudianos, inconsciente, repetición, transferencia, pulsión. Lacan dice enseguida que Freud es nuestra guía, nuestro mástil; sin Freud no hay Lacan. Los conceptos toman su función en la intensión del psicoanálisis. Nuestra lectura se implica en la extensión, forma parte de ella. Un colega escribía en su tesis, “el psicoanálisis que se enseña en la universidad parece eterno, carece de localización en el tiempo y en el espacio, parece una nube teórica”; se ve ahí que el discurso universitario es el que más se opone al discurso analítico. Y el neurótico que inscribe su práctica en el discurso del psicoanálisis, se equivoca mucho si cree que el saber del psicoanálisis está en los libros; que va a saber más si entiende más, si sabe más, si le preguntan por un concepto y enseguida puede contestar. El psicoanálisis se concibe desde la experiencia analizante, y si esta no conmueve las estructuras mentales, las fijezas que insisten en el “no entiendo, no soy, no existo”, algo no está bien; la experiencia debe atravesar, comprometer las evidencias del yo y los espejismos del ser.

Este Seminario es de 1964. Estuvo precedido por el de la angustia (de noviembre de 1962 a julio de 1963) y por el Seminario “de los nombres del padre” (de un solo día, el 20 de noviembre del ‘63), que Jacques-Alain Miller llamó “El Seminario inexistente”. Fue anticipado por Lacan al final del Seminario de la angustia, el último de sus Seminarios como didacta de la IPA; lo había sido durante 10 años. ¿Qué pasó en el ‘63? Fue un año en extremo convulso; hubo graves tensiones entre EE.UU. y Rusia, se produjo el asesinato de Kennedy. Desde el oscuro fin de la ignominiosa guerra mundial, se evocaba el “Dios ha muerto” de Nietzsche. A la vez, la física nuclear conmovía el edificio de la física clásica y de la biología humana. Rajaba la estructura patriarcal.

Las preguntas de Lacan sobre el lenguaje no son las freudianas. El estallido de la contracultura de la posguerra tomó diferentes dimensiones en Gran Bretaña, en Estados Unidos, en Francia. En París implicó la eclosión de todo, desde el surrealismo hasta la antropología, la lingüística, la filosofía, la sociología, la filosofía. El psicoanálisis no podía permanecer ajeno. En la mira de Lacan estaban los trabajos de Ferdinad de Saussure, que Claude Lévi-Strauss trasladaba de la lingüística a la antropología. Pero en este Seminario el objeto a cobrará una nueva dimensión. Elobjeto a es lo no especularizable, lo que anima la imagen especular según los goces y las fantasías; dice una mujer de la otra: “ella es exitosa, a ella le va bien”. Lacan ha avanzado mucho con la topología; necesitaba ir más allá de la lógica fálica freudiana. En el Seminario 10 se había producido un vuelco. En La angustia refiere la castración a lo que le pasa al varón con su órgano (erección, detumescencia), sin que haga falta imaginar un padre castrador u otro fenómeno extraordinario. No; la castración es dictada por la naturaleza del órgano, y ella le acarrea sus perturbaciones entre erección y detumescencia. Se introduce otra idea de la castración; ya no es: tengo o no tengo pene. La naturaleza misma está castrada (más adelante dirá: no hay relación sexual).

Todo lo que hace la naturaleza es producir dos cuerpos diferentes; se verá después qué hace cada uno con esos cuerpos diferentes; “las mujeres son más verdaderas, no tienen la carga del órgano”. Dice Miller, Lacan aún buscaba un objeto a palpitante, vivo. Al final del Seminario de La angustia dice, “es tu corazón lo que quiero, el deseo sigue siendo deseo de un cuerpo; ese corazón no deja de ser una tripa, el deseo es deseo del cuerpo del otro”. Se ve el viraje hacia lo más vivo, que no es sin un cuerpo. Aparece en el significante una falta irreductible; está constantemente agujereado por algo vivo y palpitante. Al final de su Seminario de La angustia, en la Internacional freudiana se estaba tramando la inminente excomunión de Lacan. El Seminario 11 inscribirá la búsqueda de lo que debe vivificar la práctica analítica.

¿EL ELEMENTO DE LO CÓMICO PURO?

En este momentoLacan acaba de ser despachado de la IPA, ha sido objeto de una negociación, de negociaciones políticas, de luchas de poder. Lacan hace su lectura; el verdadero problema no estaba ahí, se jugaba “el elemento de lo cómico puro”. Creo que lo cómico puro se reconoce del lado de Lacan; había jugado la carta de su deseo hasta convertirse en el objeto rechazado; sin pensarlo, les facilitó que lo echen, forzó la salida, se les puso al alcance; quería terminar con su desierto, nada más tenía que hacer en ese ámbito donde el descubrimiento freudiano quedaba reducido a la herencia del Padre; mientras se la dilapidaba, lo nuevo de su fulgor caía en el olvido.

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¿Qué es el psicoanálisis? Era la pregunta que Lacan quería examinar “a la luz del día”. La organización internacional creada por Freud había proscrito su enseñanza, como la Sinagoga había castigado a Spinoza con la excomunión mayor. A Lacan no se le escapa que durante dos años se lo habían estado negociando entre sus colegas y sus alumnos. Solo un psicoanalista puede percibir ahí la dimensión de lo cómico. Leo: “Si la verdad del sujeto no está en él, sino en un objeto por naturaleza velado, hacer surgir ese objeto es el elemento de lo cómico puro” y si el objeto a empieza a ser algo muy vivo, que me anima a nivel de la tripa, si empieza a ser algo que más tarde Lacan llamará plus de goce, lo que me hará gozar, ¿por qué sería lo cómico puro? Porque el objeto nos maneja a nosotros, sencillamente. Si estamos enfermos de neurosis, nos maneja a través del fantasma, nos inhibe, nos reprime, nos guarda, nos acobarda y nos encierra, pero si podemos estar afuera de la neurosis de alguna manera, resulta que de ahí sale nuestra palabra, ahí goza ese objeto causa de deseo que animó a Lacan cuando empezó a sacar del encuadre fijo el tiempo de las sesiones. Ese no fue el motivo porque lo echaron, fue porque ese hombre tan vivo ponía en evidencia la inmovilidad de la IPA. Un sujeto vivaracho no le conviene a la institución; más tarde Lacan deseó crear su Escuela, deseaba las cosas de otro modo; no sabemos si tuvo éxito.

A continuación, Lacan dice “no necesito recordar la cábala, ella designa los modos de la manifestación divina en el registro del pudendum” [14]; para la cábala hay una ley de la mente que se llama “vina”, ley de la mente que mira con recelo la ley de la carne. Para la cábala lo que tiene más importancia es el árbol de la vida, donde hay una parte que se llama las regiones inferiores, y ahí están los genitales, las piernas, lo que sostiene, lo que tiene fuerza. La materialidad de la existencia descansa en esas zonas inferiores. Lacan dice que sería de veras extraordinario, si con el discurso analítico nos parásemos justamente en el pudendum, si aceptáramos bajar a la materialidad de las cosas, a la realidad de la práctica. Esa práctica que Lacan no vaciló en conmover, que ha podido ser materia de escándalo (sesiones sin tiempo fijado, movimientos y giros de Lacan en la teoría de Freud), es la que intenta “ceñir de manera precisa en el llamado psicoanálisis didáctico”. En este contexto el psicoanálisis didáctico no es sino el análisis de los supuestos analistas, “esa praxis a la que todo lo que estos publican deja en la sombra”. Lacan quiere aportar unas luces sobre ella, sobre sus metas sus límites y sus efectos. “Al psicoanálisis ¿qué lo funda como praxis?”.

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¿Qué es una praxis? Una acción humana que permite tratar lo real por lo simbólico, y que a veces tropieza en lo imaginario, pero esto es secundario al asunto. ¿Que sea una praxis supone “al menos un canal de comunicación entre el psicoanálisis y el registro religioso”? Es cierto que se dice: “No me buscarías si no me hubieses encontrado”. Pero Lacandice que el encontrado está antes; el sujeto del lenguaje (como se verá a lo largo del Seminario) nace de la parte perdida de sí. Lo cual no es del registro religioso sino efecto del significante. Para que el psicoanálisis fuese religioso bastaría con poner todo el peso en la interpretación, tomada en el sentido de las significaciones de una hermenéutica, donde no hay otro sujeto que el del conocimiento.

EL ENVÉS DEL ANÁLISIS DIDÁCTICO

Si pasamos a hablar de experiencia, nos sale al cruce la alquimia, pero el psicoanálisis es una praxis que no pone en juego la pureza del alma del operador como lo hace la alquimia; pasa por un deseo inédito. Lacan continúa: “El punto central que pongo en tela de juicio es ¿cuál es el deseo del analista?” [17]. El analista es analista en su acto, ¡si este en efecto conmueve algo! ¿Qué lleva a alguien a operar con ese acto que lo hace analista? Nadie es analista de un día para otro. Las operaciones del analista son muchas. Lo que sea que digamos con palabras venidas del campo del Otro serán significantes. Podemos eternizarnos hablando sin decir nada. Solo el analizante practicante puede hacerse esa pregunta, ¿qué lo llevó a tomar en cierto momento ese lugar?, ¿cómo encontró la osadía necesaria para sentarse en ese sillón, tal vez preguntándose qué hace ahí? Este Seminario abrirá la vía práctica de los cuatro conceptos, pero estos dejarán de ser conceptos, perderán su aire de saberes que se definen y se articulan sin mezclarse. Estos conceptos se mueven, se cruzan, se transforman, entran en relaciones topológicas, modifican, interrogan y determinan la acción propiamente analítica.

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“¿Qué ha de ser el deseo del analista para que opere de manera correcta? Esta pregunta, ¿puede quedar fuera de los límites de nuestro campo, como en efecto pasa en las ciencias –las ciencias modernas de tipo más asegurado– en las que nadie se pregunta nada respecto al deseo del físico, por ejemplo?” [18]. “Se necesita de veras una crisis para que el señor Oppenheimer nos pregunte a todos sobre el deseo que está en el trasfondo de la física moderna. Nadie, por lo demás, le presta atención. Se cree que es un incidente político. Este deseo, ¿será algo que pertenece al mismo orden de lo que se le exige al adepto de la alquimia?”.

Si bien Lacan habla del análisis del analista en los términos usuales de análisis didáctico, dice, este “no puede servir para otra cosa que para llevar al analista a ese punto que mi álgebra designa como el deseo del analista”. Entonces el del analista es un deseo inédito cuya condición es el análisis del analista, y su campo debe ser definido por una formalización; Lacan trae aquí la diferencia entre la agricultura práctica en su inmediatez con la tierra, definida por su objeto, y la agronomía en tanto investiga y determina un campo que debe formalizar. Sin embargo, bien se puede formalizar una falsa ciencia.

En el psicoanálisis hay algo tan enigmático como el deseo del analista, que empezó siendo el deseo de Freud, que quería ir más allá, con un anhelo que el psicoanálisis decepcionará. Fue el pecado de Freud, su deseo de apremiar al inconsciente hasta ese “grano del ser”, hasta el agujero de un sistema de pensamiento inconsciente y activo en cuyas manifestaciones veía escaparse un ombligo que, si algo entrega, a la vez se cierra sobre sí mismo. El Seminario 11 enseña que el síntoma es en primer lugar “el mutismo en el sujeto que se supone que habla” [19]. ¿El psicoanálisis es una ciencia? No. No consiste en encontrar el rasgo diferencial de la teoría y en creer que puede explicar por qué su hija está muda (aquí el guiño de Lacan alude a una comedia de Molière), sino que el asunto pasa por una intervención cuyo efecto sea hacerla hablar. Lo que está en cuestión es el síntoma, ¡sí! “el mutismo en el sujeto que se supone que habla”.

¿Qué función cumplen las fórmulas que Lacan ha ido escribiendo a lo largo de su enseñanza? Piensen en el Grafo, tal como lo despliega en los Escritos.(6) Las fórmulas jalonan la práctica, en la medida que el practicante esté dispuesto a leerlas a partir del inédito deseo que lo anima. En una fórmula no hay nada vivo, y sin embargo las necesitamos. ¿A qué se debe “el mantenimiento casi religioso de los términos utilizados por Freud para estructurar la experiencia analítica”? ¿Se trata de un hecho muy sorprendente en la historia de la ciencia, quizás se trata de que Freud fue el primero y seguiría siendo el único? No, Freud descubrió, nos ha dado los cuatro conceptos y ahora ¿qué hacemos con ellos? Amasarlos, pero en el sentido de darles una vuelta y luego todas las que haga falta. Es lo que hace Lacan.

“Lo que tenía que decir sobre los nombres del padre, en efecto, no intentaba otra cosa que el cuestionamiento del origen, es decir, averiguar mediante qué privilegio pudo encontrar el deseo de Freud, en el campo de la experiencia que designa como el inconsciente, la puerta de entrada”. Ahí tenemos la definición del lugar de Freud para Lacan: la puerta de entrada a toda la elaboración lacaniana, una vez que Freud abrió la puerta con esos cuatro conceptos que Lacan ha encontrado “falseados, adulterados, quebrados y los que son demasiado difíciles, simplemente dejados en un cajón” [19]. Son nombres del padre; aproximaciones, versiones, teorías, casi mitos cristalizados que sostienen diferentes prácticas. No es casual si en este Seminario Lacan vuelve una y otra vez al problema de la transferencia.

4. Los de la topología son objetos abstractos, definidos matemáticamente antes de intentar su imposible representación. El cross cap, superficie sin bordes y unilátera, se define por la inclusión de un punto al infinito (así llamado por convención) al plano cartesiano; el corte crea ese punto agujero.

5. Lacan, J., “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 261.

6. Lacan, J., “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano” (1960), en Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 1985, p. 773.

El inconsciente y la repetición

Clase II

EL INCONSCIENTE FREUDIANO Y EL NUESTRO

A la gran cultura de Lacan se agrega su estilo, el gusto por hacer resonar su lengua francesa. En París, cuando Kojève leía a Hegel en una contracultura de la posguerra tan diferente de las de Londres o Nueva York, el talento especulativo de los franceses atraía todo lo nuevo, hasta las teorías de los juegos que le interesaron especialmente a Lacan. (7)

Nada de eso hemos vivido en la región afro indo luso hispana cuyas lalenguas (como llamará Lacan a las fijezas que las lenguas transportan de sus viejos sedimentos), hacen la experiencia inconsciente de los pueblos. Solo en el siglo XVII, los letrados independentistas antiespañoles y afrancesados leyeron a los Ilustrados de la otra Europa, y el injerto tardío tuvo sus retoños. Para nosotros leer a Lacan es difícil. Leemos traducciones; el dicho: “traductores traidores” deja ver solo un lado del asunto. Por suerte Jacques-Alain Miller llegó a Argentina y nos habló en lengua castellana; su enseñanza nos conducía a Lacan, y este era el deseo o el entusiasmo de muchos, cada uno según su goce del saber. Gozamos del saber y con gusto pagamos el precio, es lo que nos anima. Es la relación al saber propio de los seres de lenguaje, pero enseñados por Freud y por Lacan sobre un saber que nada tiene que ver con el conocimiento.

LA CRECIENTE INJERENCIA DE LA BIOPOLÍTICA

Escribí sobre la práctica analítica en Argentina: “Cómo no van a llegar al consultorio del analista los sobresaltos de la vida, los derrapes de la economía, los pánicos, las alteraciones de una vida donde siempre se puede tropezar con una calle cerrada, un vuelo cancelado, el embotellamiento, el accidente, el despido, la marcha el piquete, el drama y la tragedia, el ajuste, el abuso, la muerte, el delincuente el policía la violencia. Los cambios inopinados de la reglamentación, la aumentada y oscura injerencia de la biopolítica”. (8) Cada vez más números, más cuentas, más registros, más controles siempre fallidos. Los pacientes vienen de estos mundos, no de otros. Entonces no podemos obviarlo cuando pensamos en la praxis del campo freudiano. Lacan dice: “el campo es freudiano, el inconsciente es lacaniano”. No es tan simple la idea del inconsciente de Lacan, ni tan parecida a la de Freud. En cada Seminario de Lacan hay lo que permanece y lo que muta, y nosotros vamos a atrapar lo que permanece, pero bien abiertos a lo que cambia. Lacan no cesó de aproximarse al real de la práctica analítica, un real que no cesa de sustraerse; lo cual lo llevó a reinventar los hallazgos de Freud.

Lacan habla de la mudez del síntoma; Freud hacía hablar a las histéricas y a las histéricas no les cuesta hablar. Aparecía la pregunta, ¿por qué el sujeto histérico no puede sustentar su deseo más que como insatisfecho? [20]. Dice Lacan, ¡ella constituye “su deseo mientras habla”! ¿Qué quiere decir? El deseo, “como el hurón”, mueve la cadena significante; metonímico, hace hablar, impulsa cada palabra, cada frase; desconcierta el campo de la demanda del Otro y al Otro. El sujeto histérico se pega a la demanda para agujerearla con su insatisfacción; el sujeto obsesivo la inmoviliza con el pensamiento. Para el discurso analítico el deseo no es transitivo (“deseo eso”). No. Tiene su fondo de angustia por ser lo que el sujeto en vano intenta alcanzar, la parte perdida de sí por haber respondido a la intimación del Otro: ¡me hablarás! El deseo es lo abierto del ser forzado a hablar y que existe hablando. No sabe nada de lo que, hablando, satisface.

Antes de Freud había ideas sobre lo inconsciente, literarias, poéticas, filosóficas. La demostración del inconsciente como función de una lógica rigurosa, es freudiano; el síntoma esconde y revela su lógica. Dice Lacan en la Ética, todo eso “quedaría sin acceso para el sujeto de faltar su confesión. Por tanto, satisface el deseo del Otro dándole esta confesión”. (9) El analista puede quedar atrapado en esa economía, salvo que se sitúe en la ficción del sujeto supuesto saber, para que el pensamiento proliferante del inconsciente, aun si se disfraza de reflexión, permita la manifestación del sujeto en su división. El pecado de Freud, según Breuer, era “su deseo fáustico” de vencer a las fuerzas subterráneas, para lo cual contaba con una noción masiva del amor de transferencia. Pero la mirada freudiana descubrió ese ombligo de los sueños, “el centro desconocido” [31], el inconsciente como algo que está a la espera, del orden de lo no nacido, donde la represión “echa cosas”. Es la hiancia que los psicoanalistas se habían dedicado a cerrar y que Lacan reabre. Hace mucho tiempo que trabaja reabriendo los surcos freudianos.

EL OBJETO MISTERIOSO

En este Seminario, Lacan ya cuenta con un trayecto enorme. Se refleja bien en su Escrito de 1960, “Subversión del sujeto…”. (10) Lacan cuenta con la topología de superficies, con la escritura del rasgo unario diferencial, ese uno que se repite como los palotes que se cuentan, soporte de la lengua y su gramática. Preceden los Seminarios de La transferencia, La identificación, La angustia. Ahora podemos tomar el texto de la clase II, iniciado con un poema [25] expresión de las posibilidades de una cultura; se trata de una joya de la literatura de los años 60. ¿Cómo se lee? Lo veremos en la clase VI en relación con el objeto a mirada, pero ya podemos decir que el espejo es ciego para la ausencia; que nada del hueco de una ausencia, de una verdadera ausencia, puede reflejarse en el espejo, aun si algo en lo reflejado la simboliza. Lacan alude a su Seminario 10, donde establecía la correspondencia [26] entre las intrusiones del objeto a, inespecularizable, sin representación, con la función , que en el campo simbólico imaginario de las relaciones especulares se presenta como falta.Queda dicho que el más escondido de los objetos misteriosos es el de la pulsión escópica [25].

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Lacan habla del desdén de los analistas por la palabra. Dice, algunos se inician en mi enseñanza mediante escritos obsoletos; ahora se trata de devolverle al instrumento de la palabra su dignidad. Lo hará abriendo en la articulación significante S1-S2 la hiancia freudiana, la separación, la abertura de la que brota una enunciación. Para incurrir en el desdén por la palabra bastaría reducirla a los enunciados, como lo hace la información, hoy más que nunca. A menos que para un sujeto el malestar del síntoma irrumpa. Si recibimos pacientes o nos analizamos sabemos que hay las orillas de las palabras, que hay la enunciación en el doblez de lo que se dice. Lacan menciona inconsciente y repetición como los primeros conceptos. La pulsión es el territorio freudiano casi inexplorado. Los cuatro conceptos implicados se irán mostrando entretejidos de maneras paradójicas; su lectura necesitará de las letras de una lógica, que por excluir la significación conducirán a ciertos espacios topológicos, entonces irreductibles al plano.

¿Cómo sacar al psicoanálisis de la interpretación que agrega sentido a las palabras con más palabras mientras el síntoma no cese de ofrecer su cara significante? Hay una práctica que no abandona el campo del deseo alienado a la demanda del Otro de la palabra y el lenguaje. En la Reseña del Seminario 13 se lee: “se hace hincapié en el objeto oral o anal, pero ocurre que estos se apoyan directamente en la relación a la demanda, muy propicia a la intervención correctiva”. (11) Lo hacemos en el tramo inicial de un análisis, para despejar el campo de las relaciones especulares, de yo a yo. Un ejemplo muy común; alguien dice empobrecerse por ayudar a su familia; socorre y socorre, puede, puede y puede mientras no puede nada para sí, y ¡oh sorpresa! solo recibe desprecio. Se queja sin detenerse en la lógica que ahí se oculta. Si ejerzo el poder de la donación, soy el que tiene, tengo el poder. Que el otro ayudado oculte su inferioridad en el desprecio cubre la indignidad de su posición. Son lugares por donde circulan los ignorados modos de gozar. Quizás un sujeto pueda detenerse para preguntarse: ¿qué estoy haciendo?

LO INFINITAMENTE PEQUEÑO

Menos visibles, “los otros objetos, la mirada y la voz, requieren una teoría más compleja” (12) porque dividen al sujeto. En el Seminario 11 toma valor paradigmático el objeto a mirada. En el campo de la visión la mirada elige sus medios de satisfacción. Lo que veo no es lo que miro para gozar. Pero entonces Lacan debe relacionar las operaciones analíticas con el cálculo infinitesimal, que opera con lo infinitamente pequeño, casi cero. (Para dar una idea, un milímetro son mil micrones, algo afuera de nuestro campo de percepción). Desde ahora Lacan está buscando la dimensión del acto analítico (13) que “solo se realiza con un salto al límite”. La palabra límite debe ser comprendida. Miquel Bassols ilumina la cuestión: “se trata del límite matemático como empuje al infinito, acá el infinito no es un punto de llegada, es definido desde el punto de partida como aquel elemento que la serie por definición no podría incluir”, (14) la serie será no toda.

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Lacan ha afirmado: “El inconsciente está estructurado como un lenguaje”. Lo hace en el momento histórico de la formación de una ciencia, la lingüística, que se diferencia de toda psicosociología, y presenta al lenguaje como un sistema clasificatorio primario; Claude Lévi-Strauss, en El pensamiento salvaje, señala su acción pre-subjetiva, tanto para el científico como para el salvaje. Hablan; el sistema simbólico mismo impone el trabajo clasificatorio. El salvaje lo hace con lo más inmediato (busca, elige, separa, mezcla, reconoce, desecha) en función de su supervivencia. Quiere decir que la máquina del lenguaje nos viene dada, nos hace humanos. Pero del aparato simbólico que descubre Lévi-Strauss, si bien implica para nosotros al inconsciente freudiano, el antropólogo se separa. En el lenguaje del lingüista no se abre la hendidura, el sujeto del inconsciente no tiene ahí lugar.

LAS MAGNITUDES NEGATIVAS

Lacan trae el ensayo kantiano “Sobre las magnitudes negativas”, (15) texto filosófico con el que mostrará el abismo que existe entre la representación de alguna cosa del mundo y la existencia real de esa cosa. Cada uno cree del mundo lo que se representa del mundo; si la lógica formal inscribe “la mesa”, no toca su existencia de mesa. ¿Qué se vuelve realidad para nosotros? Lo que de algún modo viene a nuestro campo de percepción.

Lacan encuentra la palabra hiancia, abertura, agujero, vacío en Kant. Las magnitudes negativas son las cosas que no se pueden medir. Por ejemplo, el dolor, sin el cual la realidad no llegaría a nosotros. Si un niño se golpea cuando se lanza a gatear, con ese golpe aprende mucho más que con una advertencia. Retomando a Kant: “el dolor es el aguijón de la fuerza vital, un estado de dolor que, abandonado al cinismo, fuera de conflicto acabaría muriendo de placer”.

Con el ensayo kantiano Lacan introduce la función de la causa, una hiancia, un agujero, en toda aprehensión conceptual [29]. La causa no admite la predictibilidad de una ley; no debemos confundirla con la hiancia entre dos significantes, lugar de una enunciación.

La negación interviene en lo que admito como realidad y en lo que no; en lo que veo o no quiero ver; en lo que considero legítimo y en lo que rechazo. La negación es asunto tan esencial que Kant habla en su Ensayo de su uso legítimo o ilegítimo, y de su relación directa con la constitución de la realidad de los objetos. Mi mundo va a depender de mis negaciones. El neurótico usa la negación para proteger el ideal, y se sirve de él para satisfacer exigencias pulsionales de las que hablaremos más adelante.

La posición de Kant es una crítica al poder de la razón; dice: “hay varias maneras de fallar el acceso al objeto de conocimiento”; lo que se puede conocer del mundo bien puede fallar hasta perder todo valor de conocimiento, pues “la intuición, el entendimiento, la imaginación y la razón se articulan mal”. Uno cree conocer, pero conoce mal porque el entendimiento, la imaginación, la intuición y la razón necesariamente exceden la lógica formal. Freud y Lacan han leído a Kant.

Lo que decíamos en términos de Kant se traducirá en Lacan: “solo hay causa de lo que cojea”; habla de la causa cuando se desacomoda el orden racional de las cosas; ¿cómo? Yo calculaba hacer algo, pero hice lo contrario. Y ahí, según cojea la causa, se ve afectado el sujeto. El ser que habla más o menos se orienta en la negatividad, con más o menos éxito, más o menos fracaso; el neurótico no. Sufre. Tal vez quiere ser escritor antes de haber escrito, o ser maestro antes de haber aprendido. ¿Cuál es la causa de semejante posición?

El inconsciente es del orden de lo no realizado, de lo no nacido, como algo que está a la espera [31]. Lacan sitúa la proximidad mayor a la causa en lo que Freud llama “el ombligo, –ombligo de los sueños, dice, para designar, en último término, el centro desconocido– que no es otra cosa, igual que el ombligo anatómico que lo representa, sino esa hiancia de la que hablamos”, que agujerea al lenguaje y a la vez se niega a él. Se anuncia en el chiste, el lapsus, el sueño. Pero se encarna de otro modo en la fijeza del pensamiento y en la insistencia del síntoma.

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En este momento Lacan dice: “ahora, a estas alturas, en mi época, estoy ciertamente en posición de introducir en el dominio de la causa la ley del significante, en el lugar donde esta hiancia se produce”. ¿Podrá hacerlo? Tal vez por este imposible deseo de llevar la ley del significante hasta el real donde el significante fracasa, escribía nueve años más tarde en el Epílogo [289] del Seminario que leemos: “lo que me impresiona cuando releo lo que fue mi palabra es la seguridad que me preservó de hacer una necedad respecto a lo que se me dio después”; y prosigue en el Epílogo, “yo sin embargo en vista de a quienes hablo (los analistas) tengo que sacarles de la cabeza lo que creen deber a las horas de escuela, sin duda llamada materna, porque procede precisamente a la desmaternización de la lengua, o sea que se aprende a leer alfa-bestializándose”, es decir reduciendo el saber al esfuerzo epistemológico, donde solo se aprende a desalojar al sujeto hiante de la enunciación y de la causa (en términos del Seminario 11). Es lo que le sucede a los analistas “que escuchan hasta no tenerse en pie”.

EL INCONSCIENTE FREUDIANO Y EL NUESTRO

La cuestión de la causa obsesiona a Lacan, está lejos del espejismo de un psiquismo de envoltura, suerte de doble del organismo, un psiquismo redondo predeterminado al que le pasan cosas predeterminadas. La experiencia del inconsciente introduce “el uno de la ranura, del rasgo, de la ruptura” [33]. Freud situaba al inconsciente en el pasado. Hay cierta fijeza en el inconsciente freudiano; cierta práctica analítica puede buscar las causas en las historias del pasado. Con Lacan de las historias solo importan los efectos de goce que se inscribieron en el cuerpo (las “heridas fechables del goce”), acontecimientos que dejaron una marca. Ahí nos aparece la diferencia fundamental entre el inconsciente freudiano y el de Lacan. Freud funda su teoría en la represión primaria y secundaria. Entonces el inconsciente freudiano va hacia atrás para así poder traer algo de lo reprimido hacia el presente; en cambio, el inconsciente lacaniano es versátil; se presenta en la discontinuidad, en la situación de producir un hallazgo ligado a la causa que le escapa. Lacan cita “El olvido de los sueños” (16) donde Freud no hace sino referirse a los juegos del significante y lo que en ellos es tropiezo, fisura, falla, juegos donde se presentan el acto fallido, el sueño, la agudeza.

El inconsciente se produce como el hallazgo, sorprende, rebasa la comprensión del sujeto; es la práctica analítica cuando hay hallazgo, que es a la vez una solución que no tiene por qué ser explicitada. A veces salimos de la sesión y tenemos que caminar un rato, algo pasó que nos conmovió; no podemos reproducirlo y sin embargo está en mí. Se presenta. El hallazgo es, en realidad, un re-hallazgo, y puede volver a escabullirse instaurando la dimensión de la pérdida. Hubo una experiencia primaria de goce, primer hallazgo, que el inconsciente trae a la rivera estrictamente opuesta a la del amor que, “como todos saben, es siempre único” [33].

El amor es único; puede durar poco tiempo, pero cuando te amo, te amo a ti, encontré algo ahí, no importa si lo inventé, pero el amor es un afecto inequívoco. En cambio, el inconsciente es inatrapable, tiene esa condición de Eurídice. ¿Qué le pasó a Eurídice? En una de esas volteretas de la mitología, picada por una víbora, muere y baja al Hades. Su amante, Orfeo, músico divino, desesperado por encontrarla logra pasar el río que separa los vivos de los muertos. Ya en el Hades, Orfeo seduce a los dioses con su música maravillosa; por fin le dicen: “llévate a Eurídice con una condición, ve delante de ella, y hasta que salgas a la luz no te des vuelta para mirarla”. Le pedían una prueba de fe; pero, ya cerca de la salida, Orfeo temió haber sido engañado, se dio vuelta y volvió a perder a su amada Eurídice; pasó el resto de su vida llorando la pérdida.

¿RANURA, HIANCIA, AGUJERO?

Por ahora los términos vacilan, se deslizan. Lacan transita una búsqueda difícil. El hallazgo abre la hiancia y algo pasa por esa hiancia; algo habla y algo pasa, la discontinuidad es la forma esencial donde el inconsciente muestra su vacilación. No es un fenómeno común de lenguaje, algo toca los cuerpos. Dice Lacan ¿qué es todo esto? “¿Qué uno hay en juego acá?” Es el uno anterior a la discontinuidad del inconsciente, el uno que no es el simple uno de la aritmética, sino el que Lacan buscará desde ahora en el campo de la lógica matemática. “Me concederán que el uno que la experiencia del inconsciente introduce es el uno de la ranura, el uno de la hiancia, del agujero, de la ruptura” [33]. (Lacan intuye el agujero(17) como el lugar de la intrusión del significante en el cuerpo, aún no formulada). En este lugar está tratando sobre el Unbewusste, el uno del inconsciente que no llega a ser un no-concepto (Unbegriff) sino que introduce el concepto de la falta; es lo que siempre faltará en el campo del Otro de la palabra y el lenguaje, en la trama del significante articulado. Es el uno de la ranura que hace surgir cierta ausencia, la hace surgir como silencio en los sentidos comunes de las palabras. Lacan no apunta al sujeto cuyo deseo está alienado en su historia. “Verán que, con más radicalidad, hay que situar al inconsciente en la dimensión de la sincronía – en el plano de un ser, pero en la medida que este puede recaer, sobre todo, en el plano del sujeto de la enunciación, en la medida en que, según las frases, según los modos, este se pierde tanto como se vuelve a encontrar” [34]. La enunciación abre el lugar, aún distante, del agujero de la causa.

¿Dónde está el sujeto de la enunciación? “En una interjección, en un imperativo, en una invocación y aun en un desfallecimiento, siempre es él quien le afirma a uno su enigma y quien habla”. Decimos lo que no sabíamos que íbamos a decir, ni sabíamos que estaba en nosotros, ni que quizás nos hacía enmudecer. La enunciación se produce, “en suma, donde el plano de todo lo que se explaya en el inconsciente se difunde, tal el micelio, como dice Freud a propósito del sueño, en torno a un punto central. Se trata siempre del sujeto en tanto indeterminado”. El micelio es lo que crece y se difunde por debajo de los hongos, su secreta vida; eso es el sujeto de la enunciación. Se propaga cada vez que hablamos; surge en una risa, en un disgusto, en una incomodidad. Dice Lacan, aquí opera la censura freudiana; pero en todo caso recae de la manera más eficiente, donde tiene que recaer, es decir en el dinamismo del inconsciente.

Viene al caso un olvido de Freud que hace desaparecer, caer abajo, el término Señor (Signor, Herr) significante del amo absoluto, la muerte. Sorprende el admirable esfuerzo asociativo que necesita Freud para llegar al nombre olvidado, Signorelli (18). No podía analizarse a sí mismo; se le escapaba lo esencial de todo el episodio, ese “Signor” (en alemán, “Herr”) que Lacan refiere al padre, al lugar del padre en la neurosis de Freud. Lo que pasa en el inconsciente es homólogo a lo que pasa a nivel del sujeto, eso habla [32].

PREGUNTA

¿Cuál es el alcance de la frase “solo hay causa de lo que cojea”?

No se refiere a algo que cojea, como cuando el neurótico hace planes, choca y no puede llevar las cosas adelante. Esos tropiezos se pueden ver o interpretar con los medios del lenguaje, se pueden articular en el campo de las significaciones de las que se dispone. Sin embargo, cernir el agujero de la causa, o bordear lo irrepresentable de lo real, o llevar el acto analítico a las astucias del fantasma son operaciones que solo existen en el marco de la experiencia analítica. El discurso analítico (la lógica y la topología que lo sostiene) permite leer los efectos de las operaciones posibles en el dispositivo, bajo transferencia. Más adelante Lacan dirá que “el fantasma empalma con lo real”. Por mucho tiempo todavía el objeto a le parece real. ¿Qué hay en el fantasma? Satisfacción de la pulsión.

PREGUNTA

¿Cuál es el interés de Lacan en el Ensayo “Sobre las magnitudes negativas” de Kant?

Este alemán ilustrado no se deja engañar. Toda la filosofía ignoraba el problema del acceso a la realidad. Por ejemplo, antes de ir a un lugar puedo decir “no, no iré más ahí”. Lo que me excluye es la representación que me hago del lugar. A cada uno su idea, sus impresiones de las cosas, que no caben en ninguna clasificación ni predicción. Las negatividades, lo que no se puede medir, surgen de una representación cualquiera. Eso quizás choca, tropieza, no se entiende: “¿cómo piensa esto de aquello?”.

INTERVENCIÓN (19)

Me parece que algo da vuelta el texto de Lacan bajo distintos términos: tropiezo, falla, ranura, hiancia, sincronía. Sobre el punto sincrónico, es ahí donde uno tiene que ir a buscar en los análisis. Es en la diacronía de la vida donde aparece la sincronía del tropiezo. ¿Por qué le doy un valor singular a ese término? Porque en el Seminario de una sola sesión sobre Los nombres del Padre (1963) Lacan subrayaba con particular énfasis el punto de sincronía en ese tiempo infernal que es el de la angustia. No quería dejar de señalar ese punto brillante para ir al encuentro de los cuerpos en la clínica.

PREGUNTA

Lacan dice que el inconsciente muestra la hiancia por donde la neurosis empalma con un real, es decir, hay un hueco insalvable entre la hiancia y la causa. Mi pregunta es sobre una frase de Lacan. “En esta hiancia sucede algo, una vez tapado el hueco ¿queda curada la neurosis? Después de todo la pregunta sigue en pie. Simplemente la neurosis se hace distinta, se vuelve simple achaque, cicatriz” [30].

Lacan dice: la neurosis empalma con un real; de ese real poco sabe. “No expongo muy sanamente esta topología porque me falta tiempo, me meto en ella de un brinco y creo que podrán sentirse orientados por los términos que introduzco cuando se remitan a los textos de Freud”. Me parece que cuando dice que la neurosis se hace distinta, es porque el inconsciente “no es el lugar de las divinidades de la noche” [32), eso habla. No comprendemos todo lo que Lacan expone, no estamos ante la exposición de una teoría, sino ante el deseo de Lacan de darle a la letra freudiana “el relámpago que ella necesita”. Asistimos a una búsqueda que tiene a Freud como su mástil y su guía.

INTERVENCIÓN (20)

Quiero detenerme en la cuestión, justamente en la orientación por lo obvio, a la luz de lo que se fue aclarando. Freud dice en “Psicopatología de la vida cotidiana”: “Bajo las turbadoras impresiones de la época de guerra nació también el trastrabarse”. ¿Por qué lo traigo? Porque me parece que, para no caer en el orden del dato, nos invitás a ver la diferencia de Lacan con respecto a Freud. Sobre Freud, me parece que se ha perdido la experiencia de leer su propia división y todo cae en el orden del dato e incluso digamos de todo lo que tiene que ver con el significante, lo damos por sentado.

Es una observación a tener en cuenta. Freud no se detuvo en las teorías del lenguaje, porque no era la época ni era su tiempo, ni era su deseo, es decir, Freud no se acercó a la nueva lingüística; sin embargo esa era la materia viva con la que operaba. A Freud lo deslumbró la trama inconsciente, esta lo llevaba a la interpretación; ese es el punto. En la posguerra del ‘14, en Viena, con una burguesía gravemente afectada (recuerden “el hombre de los lobos”), Freud –pese a su límite teórico en la falta, en la castración– agujereó con su posición ética los ideales de la cultura.

PREGUNTA

“Devolver la dignidad a la palabra”, ¿se relaciona con el punto tres donde dice “introducir en el dominio de la causa la ley del significante, en el lugar donde la hiancia se produce”? ¿Se trata de los agujeros en las orillas de la palabra y con la enunciación?

Esta pregunta toca el punto donde el Seminario 11