El trauma visto por los niños - Peter A. Levine - E-Book

El trauma visto por los niños E-Book

Peter A. Levine

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Beschreibung

El trauma visto por los niños describe paso por paso la aplicación práctica de los "primeros auxilios emocionales" en las secuelas de heridas y traumas emocionales en los niños. Se ha escrito para un público general e incluye capítulos específicos que resultarán de especial interés a padres, educadores y profesionales de la salud. Al comprender que el trauma engendra violencia y la violencia engendra trauma, la intención de los autores es proveer información, ejemplos y actividades que romperán el círculo vicioso. Los niños tienen la libertad de desarrollar un fuerte sentido de identidad cuando la agitación interna se transforma en paz interior, preparando el camino para que sean todo lo que pueden ser. En esta guía completa, Peter Levine y Maggie Kline te invitan amablemente a que te unas a ellos en el sueño colectivo de tejer una nueva tela social a través de las poderosas herramientas de intervención de trauma aquí ofrecidas, para que los niños a través del mundo puedan realmente contar con la libertad de ser niños.

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Elogio para El trauma visto por los niños

«Este trabajo es el método más valioso que he encontrado para que los niños recuperen su vitalidad, alivien síntomas y desarrollen resiliencia contra futuras amenazas Hubiera deseado poseer estas habilidades cuando la Cruz Roja Americana me asignó al equipo especial de respuesta rápida del Pentágono en Washington D. C. después del 11-S».

–Lisa R. LaDue, maestría en Trabajo Social, trabajadora social independiente, consejera, cofundadora y antigua directora del National Mass Fatalities Institute. Universidad de Iowa

«Este libro es uno de los regalos más valiosos que uno puede ofrecer a sus amigos, colegas, padres de familia, conocidos y a todas las personas a quienes les importan los niños; lo hemos elegido como libro del año».

–The International Society for the Scientific Prevention of Violence

«Finalmente tenemos un libro completo e inspirador que cambiará la percepción sobre lo que se necesita para criar a niños sanos. Peter Levine y Maggie Kline nos abren los ojos y los corazones para sanar a nuestras familias, escuelas y a nuestro deficiente sistema de asistencia sanitaria al considerar el problema más grave de nuestros tiempos. Es una lectura indispensable».

–Ray Castellino, DC, director de Building and Enhancing Bonding and Attachment

«¿Qué podría ser más fortalecedor que enseñarles a nuestros niños a cómo desatar su resiliencia innata, liberar traumas y regresar a un estado de tranquilidad? Le doy gracias a los autores por las vidas de los niños que se verían beneficiadas por su gran trabajo».

–Pepper Black, director de programas de la Oficina para el Desarrollo Estudiantil en la Universidad de California, Berkeley

«Durante muchos, se ha necesitado (y se ha echado en falta) el enfoque en el trabajo sobre el trauma que aquí presentado. A medida que los jóvenes se sienten abrumados, nosotros necesitamos ofrecerles más para así ayudarlos a construir los recursos necesarios para responder. Este libro provee tanto entendimiento como estrategia para que los educadores apoyen a los niños de este milenio. Aplaudo la previsión y el esfuerzo».

–Tiffany Brown, doctora en Educación, psicóloga principal de las escuelas primarias de Long Beach Unified School District y profesora de Psicología Educativa, Chapman University

«Este libro es la guía esencial de primeros auxilios emocional para ayudar a niños de todas edades empoderando a todos para apoyar de manera eficaz a los niños utilizando estos pasos que ¡además son fáciles de usar!».

–Wendy Anne McCarty, doctorada, enfermera, autora de La consciencia del bebé antes de nacer, y presidenta fundadora del Programa de Psicología Prenatal y Perinatal del Santa Barbara Graduate Institute

El trauma visto por los niños

Despertar el milagro cotidiano de la curación desde la infancia hasta la adolescencia

Peter A. Levine, Ph.D.

Maggie Kline, MS, MFT

(Terapia familiar y de pareja y psicóloga escolar)

Traducción de Mª José Coutiño Bosch

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

Título original: Trauma Through a Child’s Eyes: Awakening the Ordinary Miracle of Healing

Copyright © 2006, Peter A. Levine Ph.D. and Maggie Kline

Publicado originalmente en inglés en EE.UU. por North Atlantic Books

© de la presente edición: 2016 EDITORIAL ELEFTHERIA, S.L.

Olivella, Barcelona, España

www.editorialeleftheria.com

Primera edición: Abril de 2016

© De la traducción: Mª José Coutiño Bosch

Ilustración de cubierta: iStock.com/RobinOlimb

Maquetación y diseño: Rebeca Podio

ISBN: 978-84-945477-5-1

DL B 6479-2016

Dedicatoria

Dedicamos este libro a todos los niños de todas partes del mundo, a los que ya están aquí y a los que todavía están por nacer. Que sus vidas sean un poco más fáciles, que sufran menos porque han crecido libres de las cargas de la sombra del trauma. Que sean bendecidos con resiliencia, paz interior y la alegría de vivir completamente imbuidos en la riqueza de su sabiduría instintiva. Y que todos nosotros seamos bendecidos, dado que son nuestra esperanza para el futuro.

– Peter y Maggie

Agradecimientos

De Peter A. Levine

De mis maestros, ninguno ha sido tan importante como los niños con los que he trabajado a lo largo de los años. Me han mostrado, a través de su valentía, entusiasmo, espontaneidad, vitalidad y espíritus transparentes cómo evocar el milagro ordinario de la sanación. Agradezco a Maggie por su perseverante colaboración, su imperecedera coparticipación creativa y por su apasionada dedicación a la sanación y el bienestar de los niños. También agradezco a Lorin Hager por su ayuda desarrollando los ritmos usados en las secciones posteriores del libro y a Juliana DoValle quien, con once años, dibujó las ilustraciones para esos poemas. Profesionalmente, quiero agradecer a Richard Grosinger, a todo el equipo creativo de North Atlantic Books y, especialmente, a Kathy Glass y a Shannon Kelly por su talentoso y diligente trabajo editorial. Finalmente, me agradezco a mí mismo por confiar en mis sueños e intuiciones; y a mis padres, quienes, a pesar de los defectos debidos a su propio sufrimiento, siempre lo han hecho lo mejor que han podido, han apoyado mi crecimiento y educación y han alimentado los regalos de la curiosidad y la creatividad.

De Maggie Kline

Primero, quisiera dar las gracias a Peter Levine, mi mentor desde 1994 y quien ha sido mi inspiración y la inquebrantable luz que ha guiado mi camino. Me enseñó cómo acceder a mi propia sabiduría instintiva y mis flujos creativos. Los regalos que me ha hecho han sido transmitidos multiplicados por cien a los niños y a las familias con las que trabajo y a los profesionales a quienes enseño. Agradezco a mis padres, Marge y Jim, por darme estos regalos: mi padre me demostró que el trabajo es otra manera de amar; mi madre me dijo que yo era una escritora. También quisiera expresar mi gratitud a los valientes niños que me han enseñado tanto con su franqueza, curiosidad, valentía y espontaneidad y que me dieron permiso para escribir sus historias para que otros pudieran beneficiarse de ellas. Sería un descuido de mi parte no darles las gracias a sus padres también, quienes están dispuestos a crecer al lado de ellos. Considero que fue una bendición haber trabajado en las escuelas de las zonas marginales de Long Beach, California, la ciudad más étnicamente diversa de la nación. Adquirí fuerza al observar a mis estudiantes afrontar obstáculos que ningún niño debería padecer. Me siento bendecida por haber conocido a tantos profesores, consejeros y directores dedicados que hicieron que mi trabajo fuera un verdadero placer. Agradezco poder haber llevado a Beijo, mi perro de terapia, a la escuela para consolar a adolescentes destrozados por la violencia de pandillas. Quisiera agradecer a Kathy Glass, nuestra editora, por su talento, tenacidad y diligencia en lograr que este libro brillara con su abrillantador especial. Estoy agradecida a los muchos profesionales a los que les he enseñado los principios de Somatic Experiencing® por su since-ro entusiasmo, talento y sabiduría, que ha enriquecido mi aprendizaje. Le doy las gracias a mis muchos amigos por su apoyo y su buen humor, especialmente a Carolyn por compartir su historia, la cual se convirtió en «El poder de la serenidad» en estas páginas. Hay muchos amigos de SE® a los que quisiera dar las gracias de manera particular: Alexandre Duarte, Patti Elledge y Karen Schanche por sus contribuciones directas al libro; Abi Blakeslee, Sara Petit, Melinda Maxwell‐Smith y John Amodeo por sus astutas sugerencias editoriales; y a los asistentes de mis formaciones de SE®, quienes se han dedicado a sanar traumas. Por último, si bien no menos importante, quisiera expresar mi más profundo agradecimiento a mi hijo, Jake, por exigirme que siempre dé lo mejor de mí misma, tenga paciencia y que perdone mis faltas. Me ha mostrado lo que un niño necesita y me ha enseñado cómo ser una mejor madre. También quisiera darle las gracias por tomar el papel de mi «asistente» al hacer recados, cocinar y brindarme apoyo tecnológico durante mis crisis de ordenador en cualquier día de la semana a lo largo de la escritura de este libro.

Índice

Prólogo de Gabor Maté, doctor en Medicina

Introducción

Resumen del libro

PARTE I: Comprender el Trauma

CAPÍTULO UNO: ¿Qué es el trauma? Una definición funcional

- El trauma se encuentra en el sistema nervioso, ¡no en el suceso!

- La razón por la cual nuestros cuerpos no olvidan: lo que la investigación cerebral nos ha enseñado

CAPÍTULO DOS: El alcance del trauma: causas que van desde lo ordinario hasta lo extraordinario

- Causas comunes de trauma en la infancia

- La impactante prevalencia de la violencia en la familia y en la comunidad

- Algunas palabras sobre los nonatos, bebés y niños pequeños

- Cuando la causa del trauma sigue siendo un misterio

CAPÍTULO TRES: Señales y síntomas de trauma en los niños

- Síntomas universales de trauma

- Reconocer los síntomas en los más pequeños: de bebés a niños en edad preescolar

- Reconocer los síntomas en niños en edad escolar

- Síntomas de trauma durante la adolescencia

- Reacciones traumáticas retardadas

- Síntomas de un trauma sexual

- Comprender por qué algunos niños tienen síntomas de trauma y otros no

- Cuando los síntomas persisten: comprender cómo el trauma afecta el cerebro de un niño

- Agrupaciones de síntomas de traumas secundarios: un resumen

- Conclusión

PARTE II: Guía general para la prevencióndel trauma en la niñez

CAPÍTULO CUATRO: Primeros auxilios emocionales o cómo ser un «un buen vendaje»

- Dar el apoyo apropiado a un niño abrumado

- El cerebro triúnico simplificado

- Familiarizarse con las sensaciones de uno mismo

- Sintonizar con los ritmos, sensaciones y emociones del niño

- Primeros auxilios para la prevención del trauma: una guía paso a paso

- Involucrar al cerebro reptiliano: las habilidades del lenguaje

- No tiene por qué doler para siempre

- ¡Las sensaciones y las emociones no son lo mismo!

- Atender las necesidades emocionales al seguir la iniciativa de los niños

- Ayudar al niño traumatizado a través del juego

- Conclusión

CAPÍTULO CINCO: Sensaciones, imágenes y sentimientos: usar imágenes de animales y rimas para restablecer, empoderar y transformar los síntomas de trauma

- ¿Qué son los «recursos» y de dónde provienen?

- Usar rimas y cuentos para prevenir y sanar traumas

- Conclusión

PARTE III: Libro de ejercicios paralas situaciones comunes

CAPÍTULO SEIS: Primeros auxilios para accidentes y caídas

- Primeros auxilios para accidentes y caídas: guías básicas

- El poder del lenguaje para aliviar y sanar

- Tratar las emociones a través de la escucha y la narración

- Trabajar con los accidentes y las caídas cuando los síntomas están presentes

- Usar música para sanar traumas

- Resumen

CAPÍTULO SIETE: Herramientas de prevención para padres y profesionales de la salud

- La importancia de una preparación cuando se necesitan procedimientos médicos

- Pautas para preparar a un niño para una cirugía u otros procedimientos médicos

- Cirugías electivas

- Sensibilidad hacia el dolor de los niños

CAPÍTULO OCHO: Divorcio, muerte y separación: ayudar a los niños a vivir los duelos de sus pérdidas

- Distinguir las emociones

- Dos puntos de vista sobre el divorcio: ¿es color de rosa u oscuro?

- Conclusión

- Ayudar al niño a vivir duelos

CAPÍTULO NUEVE: Prevenir y sanar la herida sagrada de un abuso sexual

- Salvaguardar a los niños contra la herida de un trauma sexual

- Pasos que los cuidadores pueden dar para disminuir la susceptibilidad de los niños

- La poco tratada emoción de la repugnancia

- Las repercusiones frecuentemente pasadas por alto del abuso sexual antes de la pubertad

- Ecos hacia la siguiente generación: transformar el legado

PARTE IV: Hacia una mirada humanista del trauma

Introducción: La esperanza para el futuro a través de la prevención y el cambio social

CAPÍTULO DIEZ: Sobre la llegada al mundo: el parto y los bebés

- Una mujer embarazada contenta proporciona una matriz ideal

- Los nonatos y los bebés son seres sensibles y conscientes

- Honrar el milagro del nacimiento

- El parto a la hora prevista: inducción y cesárea

- Los primeros tres meses

- Lo que todos los bebés necesitan para un desarrollo sano

- El maravilloso mundo de los bebés

CAPÍTULO ONCE: Eliminar las barreras para el aprendizaje y el autocontrol en el aula del siglo XXI

- Nuestros estudiantes incomprendidos

- Evitar y reconocer un diagnóstico erróneo: ¿es autismo o trastorno por estrés postraumático?

- El enfado en las escuelas

- La violencia en nuestras escuelas

- Grupos de apoyo y duelo para niños dentro del ámbito escolar

- Recomendaciones para profesores

- Actividades para profesores y terapeutas: más herramientas para el aula

- Juegos y actividades físicas que fomentan respuestas de defensa sanas, el establecimiento de límites y la cohesión del grupo

- Actividades equilibradoras que restauran los reflejos de protección, la confianza y la resiliencia

- Conclusión

CAPÍTULO DOCE: Responder a los desastres naturales y los ocasionados por el hombre: intervención en casos de crisis en la escuela y más allá

- Primero que nada, ¡no hagas daño!

- Un enfoque alternativo a la intervención en caso de crisis

- Restaurar la resiliencia en los niños en las escuelas después de desastres: más lecciones de Tailandia

- Nuestra nueva realidad

- ¿Epílogo o epitafio?

CAPÍTULO TRECE: Transformar el cuidado médico para el futuro: un plan para minimizar el trauma pediátrico

- La historia de Peter

- La situación actual en la industria de la asistencia sanitaria

- La visión de la medicina alternativa e integrativa para el siglo siglo xxi

- Resumen

Apéndice: Primeros auxilios para accidentes y caídas: una guía de referencia rápida

- Hoja de trabajo para anotar síntomas

Notas

Bibliografía

Sobre los autores

Prólogo

Cada año, más de cuatro millones de niños en los Estados Unidos se exponen a un evento traumático.1 Esa cifra es una subestimación, sólo válida si restringimos estrechamente nuestra definición de trauma a circunstancias claramente adversas como el abuso sexual o físico, heridas serias o la pérdida de un ser querido. Como lo muestran Peter Levine y Maggie Kline en este revolucionario volumen, el trauma no sólo reside en el evento externo, sino en cómo el sistema nervioso del niño procesa ese evento. Basado en el trabajo pionero de varias décadas del doctor Levine, los autores dejan en claro que el almacenamiento y la congelación de emociones no resueltas disparadas por eventos adversos es lo que crea el impacto negativo a largo plazo.

Como médico que trabaja actualmente con drogadictos, todos los días veo cómo las experiencias traumáticas antiguas se almacenan en los cerebros y cuerpos de las personas y «se representan hacia afuera» en forma de violencia hacia otros, o «se representan hacia adentro» en forma de creencias y comportamientos dañinos hacia uno mismo.

La prevención o el manejo compasivo y astuto de influencias potencialmente traumáticas son fundamentales. Ahora sabemos que las experiencias negativas hacen mucho más que ocasionar sólo recuerdos perjudiciales o dinámicas negativas inconscientes: pueden provocar alternaciones para toda la vida en la química del cerebro y la fisiología del cuerpo. Tales experiencias incluso pueden afectar a los niños nonatos. Un estudio reciente descubrió que, al cumplir un año de edad, los niños de mujeres que fueron traumatizadas durante sus embarazos por la tragedia del 11-S tenían niveles anormales de cortisol, la hormona del estrés en la sangre.2 Según un gran número de estudios en animales y humanos, las experiencias adversas tempranas pueden conducir a desequilibrios permanentes de las sustancias químicas esenciales del cerebro que modulan el humor y el comportamiento.

Muchos sucesos «ordinarios» y cotidianos que damos por sentado como hechos inevitables de la vida pueden volverse traumáticos; y entre más pequeño es el niño, menos obviamente dañinas tienen que ser las experiencias para dejar un impacto traumático. Por ejemplo, una caída «menor» puede volverse traumática si el niño no recibe apoyo para procesarla de manera saludable, y especialmente si lo avergüenzan por «reaccionar exageradamente» o si lo etiquetan como «demasiado sensible». Un procedimiento médico electivo también puede tener efectos negativos a largo plazo si el niño no recibe apoyo ni una preparación adecuada y si sus reacciones no son recibidas de manera empática. Como Levine y Kline argumentan de manera convincente, nuestra sociedad impone el trauma en los niños de muchas maneras inconscientes, desde las prácticas innecesariamente intrusivas al dar a luz y las técnicas pedagógicas institucionalizadas y mecánicas hasta los casos de divorcio en los que las necesidades emocionales del niño se pierden entre la angustia mutua de sus padres. El mensaje positivo de este libro es que muchos de esos traumas pueden prevenirse, y en los casos en los que los eventos mismos son inevitables, su impacto traumático puede evitarse o por lo menos minimizarse. La clave es permitir y animar a los niños a que fluyan a través de la trayectoria natural de las reacciones de sus choques emocionales frente a eventos difíciles sin intentar censurar o controlar estas reacciones, sin sermonear a nuestros niños o proyectar nuestros propios miedos y angustias.

La verdad fundamental impartida por los autores es que la primera tarea del adulto es prestarle atención a su propio estado emocional, dado que solamente en la presencia tranquila, competente y reconfortante del adulto el niño encontrará el espacio para resolver sus tensiones. Quiénes estamos siendo es más importante que lo que estamos haciendo. Para ser más exactos, quiénes somos al enfrentarnos a una situación inquietante dictará tanto la forma como el impacto de lo que hagamos. Levine y Kline nos permiten practicar nuestro papel de sanadores de traumas al usar los mejores instructores posibles: nuestros propios cuerpos y sentimientos.

Las técnicas «a prueba de trauma» que Levine y Kline han descrito en este libro son magistrales en su sabiduría y simplicidad, en su atención secuencial al detalle y en la lógica clara de su aplicación. Los autores se aseguran de aplicar sus principios de maneras prácticas según las necesidades específicas de las diferentes etapas de la infancia, desde la niñez hasta la adolescencia.

El trauma a través de los ojos de un niño no es ni un libro de texto académico –aunque podría útilmente reemplazar a muchos– ni tampoco una obra de autoayuda sobre cómo resolver un trauma. Es una enseñanza escrita para despertar el amoroso discernimiento de un adulto afectuoso que busca brindar apoyo al niño, ya sea padre de familia o profesional, y un manual que nos guía para apoyar a los niños a través de dificultades que, sin nuestra intervención compasiva y habilidosa, podrían marcarlos de por vida.

No sabría con qué otro trabajo comparar este libro. Se dice que algunos libros, por su originalidad, «rompen el molde». El trauma visto por los niños va aún más allá: crea su propio molde de una manera en la que todos aquéllos preocupados por la salud y la felicidad de los niños estarán muy agradecidos.

- Gabor Maté, doctor en Medicina

Autor deHold On To Your Kids: Why Parents

Need to Matter More Than Peers y El precio del estrés: cuando el cuerpo dice no.

Introducción

Este libro tiene la intención de ser una guía accesible y concreta para la prevención y la sanación del trauma en la infancia. Este volumen ilustrado incluye herramientas esenciales para padres, cuidadores y profesionales de diversas disciplinas que se han dedicado a trabajar con niños en entornos cotidianos como escuelas, hospitales, instalaciones médicas y oficinas de terapia. Además de las sugerencias fáciles de seguir para hacer la vida un poco más fácil y segura para todos en estos tiempos difíciles, también se incluyen muchos ejemplos de casos de la vasta experiencia de ambos autores.

El trabajo del doctor Peter A. Levine está influenciado por su experiencia en biofísica médica, en psicofisiología y psicología, con teorías innovadoras que provienen de su aguda observación del comportamiento instintivo de los animales salvajes en sus ambientes naturales. Se dio cuenta de su inmunidad innata a síntomas traumáticos y pasó treinta y cinco años desarrollando y refinando un método llamado Somatic Experiencing® (SE) o Experiencia Somática® basado en sus descubrimientos en el mundo natural.

El enfoque único del doctor Levine hacia el trauma ha logrado un reconocimiento general nacional e internacional tanto en círculos profesionales como no especializados. Su exitoso libro Curar el trauma ha sido publicado en dieciocho lenguas (fue publicado originalmente en inglés por North Atlantic Books en 1997). También ha publicado Sanar el trauma: un programa pionero para restaurar la sabiduría de tu cuerpo (libro/CD); It Won’t Hurt Forever: Guiding Your Child Through Trauma [No dolerá para siempre: guiar a tu hijo a través del trauma] y Sexual Healing: Transforming the Sacred Wound [Sanación sexual: transformar la herida sagrada], ambos programas de audio de la empresa Sounds True. El doctor Levine es un cotizado orador, profesor y consejero. Funge como consejero en un destacado centro residencial para la rehabilitación de adictos llamado The Meadows, ubicado en Arizona. Ha proporcionado liderato en el trabajo de movimientos comunitarios con comunidades traumatizadas por la guerra o por desastres naturales. Su programa de formación profesional crece con rapidez a través del mundo.

Maggie Kline, maestra en Ciencias y terapeuta familiar y de pareja, se ha dedicado a ayudar a niños de todas las edades durante casi treinta años como profesora, psicoterapeuta y psicóloga escolar. Lo que aprendió del doctor Levine hace una década proporcionó la pieza faltante del rompecabezas de la eficaz pero suave resolución de un trauma que cruza barreras culturales, étnicas, religiosas y socioeconómicas. Integra de manera creativa el arte, el juego, la poesía y los cuentos con Somatic Experiencing®. Maggie utiliza el conocimiento que ha adquirido de SE® en su práctica privada, en el sistema de escuelas públicas y con padres de familia. También ofrece formaciones en Somatic Experiencing® como miembro superior de la facultad para el programa de certificación profesional de la Foundation for Human Enrichment [Fundación para el enriquecimiento humano, FHE por sus siglas en inglés] del doctor Levine. Además, Maggie participó en la ayuda humanitaria en el área del trauma en Tailandia después del devastador tsunami de 2004. Colaboró con Peter Levine en los programas de aprendizaje en audio de Sounds True y escribió en conjunto con él «It Won’t Hurt Forever—Guiding Your Child Through Trauma», que apareció en la edición enero/febrero 2002 de la revista Mothering.

Tanto Peter como Maggie han sentido el impulso de sus corazones para aliviar el sufrimiento innecesario de tantos niños alrededor del mundo cuyas valiosas y jóvenes vidas fueron destruidas por experiencias demasiado traumáticas y abrumadoras para poder ser manejadas por la mayoría de los adultos. Al comprender que el trauma engendra violencia y la violencia engendra trauma, la intención de los autores es proveer información, ejemplos y actividades que romperán el círculo vicioso. Los niños tienen la libertad de desarrollar un fuerte sentido de identidad cuando la agitación interna se transforma en paz interior, preparando el camino para que sean todo lo que pueden ser. En esta guía completa, los autores nos incitan a crear «comunidades afectuosas» que fomenten y amplifiquen la resiliencia natural de los niños. Se guían barrios, escuelas, hospitales y clínicas para así aportar la «pizca de prevención» necesaria para llevar la actual corriente de desesperanza hacia una nueva dirección.

Este libro ofrece una esperanzadora alternativa para la «mala conducta interna» (con uno mismo) en la forma de ansiedad o enfermedad, o la «mala conducta externa» (con otros) como la hiperactividad y la violencia, lo que hoy es dolorosamente prevalente en la comunidad tras tanta estimulación traumática. Peter y Maggie te invitan gentilmente a que te unas a ellos en el sueño colectivo de tejer una nueva tela social a través de las poderosas herramientas de intervención de trauma aquí ofrecidas, para que los niños a través del mundo puedan realmente contar con la libertad de ser niños.

El sitio web de la Foundation for Human Enrichment es:www.traumahealing.org

Resumen del libro

El trauma visto por los niños describe paso por paso la aplicación práctica de los «primeros auxilios emocionales» en las secuelas de heridas y agobios emocionales en los niños. Se ha escrito para un público general, e incluye capítulos específicos que resultarán de especial interés a padres, educadores y profesionales de la salud.

El trauma puede resultar no sólo de eventos catastróficos tales como el abuso infantil y la violencia, sino también de incidentes que generan efectos que a menudo se minimizan, como accidentes de coche menores, procedimientos médicos y quirúrgicos invasivos, divorcio, separaciones y caídas –¡incluso de algo tan aparentemente benigno como una bicicleta!–. Estas experiencias comunes a menudo se descartan como eventos ordinarios, sin considerar la posibilidad de sus consecuencias traumáticas. Independientemente de la causa, las buenas noticias son que no sólo se puede sanar un trauma, sino que con frecuencia también se puede prevenir al usar las herramientas que aprenderás en este libro.

Esta obra surgió del deseo de los autores de reducir el sufrimiento innecesario al proporcionar métodos concretos que pueden usar los adultos comprometidos tanto para prevenir como para sanar los efectos del trauma en un niño. Haciendo uso de casi cuarenta años de investigación y experiencia en el área, el doctor Levine afirma que la base del trauma es fisiológica. Dicho simplemente, esto significa que como a menudo no hay tiempo para pensar en el momento en el que uno se enfrenta a una amenaza, nuestra respuesta primaria es instintiva. Nacemos con mecanismos de supervivencia específicos. Esta perspectiva deriva en gran medida de los antecedentes del doctor Levine en las ciencias biológicas, pero la singularidad de su enfoque proviene del estudio del comportamiento de los animales en estado salvaje. Esta información se resume en el capítulo uno y se trata en detalle en el libro Curar el Trauma.

El vínculo entre el comportamiento animal y el fenómeno del trauma humano lo descubrió por primera vez el doctor Levine a finales de la década de los sesenta, cuando observó que los animales de presa en estado salvaje, a pesar de que son amenazados de manera frecuente, raramente están traumatizados. Una investigación más extensa sobre este fenómeno lo llevó al descubrimiento de la capacidad innata de los animales para «sacudirse» literalmente las consecuencias de encuentros que constituyen una amenaza para la vida sin efectos secundarios residuales. Una investigación sobre el cerebro humano le hizo preguntarse si las personas poseerían la misma capacidad innata que los animales, y que, de alguna manera, no la estuvieran utilizando (o bien la hubieran invalidado). Una extensa práctica clínica indicaba claramente que esta teoría es correcta. El doctor Levine se dio cuenta de que, con una guía apropiada, los seres humanos también podían «sacudirse» los efectos de eventos potencialmente abrumadores para así regresar a sus vidas normales. Descubrió que si estos eventos se dejan sin resolver, los síntomas debilitantes de un trauma pueden acumularse con el tiempo, y a menudo no surgen hasta mucho después de que un incidente abrumador se haya olvidado. Se dio cuenta de que está situación se manifiesta frecuentemente como un debilitamiento lento pero constante del sentido de poder y bienestar de un niño. Al comprender y trabajar con los aspectos fisiológicos (y psicológicos, en menor medida) del trauma, los eventos dañinos que a menudo limitan el potencial de realización de los niños pueden transformarse en experiencias que expanden su habilidad, para así obtener un sentido de dominio, resiliencia, poder y posibilidad.

Que éste es un libro necesario lo reafirma el hecho de que en los círculos profesionales no se considera verdaderamente que el efecto acumulativo de los eventos «ordinarios» no resueltos puede ser tan dañino como el de los catastróficos, y con demasiada frecuencia se ignora. Pese a que existen unos cuantos volúmenes sobre primeros auxilios médicos para niños, no hay ninguno que trate los primeros auxilios «emocionales» para hechos potencialmente traumáticos. El libro A Parents’ Guide to Medical Emergencies: First Aid for Your Child de los exitosos autores Zand, Walton y Roundtree (Avery Publishing Group, 1997) contiene un capítulo titulado «Understanding Childhood Trauma» [Comprender el trauma en la infancia] escrito por el doctor Levine.

A pesar de que se han escrito varios libros para el público general que tratan la pérdida, el divorcio, el luto y las reacciones emocionales los acompañan en la infancia, no existen manuales completos disponibles que enseñen a padres y profesionales cómo guiar gradualmente a los niños a través del choque inicial experimentado en las secuelas de los diversos eventos en la vida. Incluso los volúmenes escritos para profesionales durante las últimas dos décadas han pasado por alto el fundamental componente psicológico y no verbal que hace que el trabajo del doctor Levine (y este manual) sea único. Sanar las heridas de un trauma desde una perspectiva psicológica traslada el énfasis de la historia que rodea el evento hacia la «historia» del cuerpo mismo, la cual había sido previamente ignorada.

Este libro transmite la información por medio de ilustraciones de casos traumáticos que son parte de la vida cotidiana. Las situaciones comunes que pueden resultar traumatizantes se analizan en términos de prevención de síntomas. Las caídas, los accidentes automovilísticos, los procedimientos quirúrgicos y dentales, haber estado cerca de ahogarse, una separación abrupta (por ejemplo divorcio, muerte, perderse), desastres naturales o ser testigo de violencia tienen el potencial de traumar a los niños. Pese a que algunos de estos eventos ordinarios no suelen ser traumáticos, los adultos comprometidos con el bienestar de los niños deben saber cuándo un niño manifiesta que se siente abrumado por lo que podría parecer un percance menor. Con esta información, los adultos pueden ayudar a guiar a niños «en riesgo» a través de su propio proceso innato de sanación. También se incluye una gran cantidad de información sobre cómo reducir la vulnerabilidad de los niños frente a un asalto sexual.

Además de los ejemplos de los casos, se han diseñado ejercicios para dar a los lectores y sus niños una experiencia directa de los conceptos tratados. Tienen como propósito proporcionar el sentido de libertad y poder que otorga el poder «sintonizar» con los estados internos de uno y sentir cómo ocurre un cambio real. Una vez que los adultos hayan entendido que el mecanismo a través del cual el cambio a partir del choque, miedo y la constricción puede suceder, resulta fácil guiar a los niños.

El papel del adulto en ayudar a los niños resulta similar en varios aspectos a un vendaje. El vendaje no sana la herida, pero la protege, al apoyar la sabiduría del cuerpo para que pueda hacer aquello para lo que está diseñado. Dado que los niños están muy sintonizados con los estados emocionales de los adultos, es muy importante que éstos permanezcan relativamente tranquilos y compuestos para que puedan tener más presentes las necesidades de sus niños. Este libro describe paso por paso los procedimientos que permiten que los padres sean buenos «vendajes».

El trauma visto por los niños también es interactivo, con una sección ilustrada que emplea versos con rima que los padres, profesores, trabajadores sociales, enfermeros y otros profesionales médicos y de la salud mental pueden leer a los niños. Se puede usar para ayudar a los niños a prepararse para procedimientos médicos necesarios, así como para que se recuperen después de eventos abrumadores o perjudiciales, para de esta manera prevenir que se desarrollen reacciones traumáticas. Las actividades se pueden desarrollar individualmente, en grupos pequeños o bien en un aula completa.

Los niños cuentan con una resiliencia innata y enérgica y son capaces de recuperarse de situaciones abrumadoras y de lesiones. Con el apoyo y la guía que este libro proporciona, los padres y otros adultos pueden ayudar a los niños a prevenir que se desarrollen reacciones traumáticas. Además, este libro puede usarse para ayudar a los niños a resolver los efectos residuales de traumas de eventos pasados, tanto conocidos como desconocidos. La prevención y la resolución del trauma, pasado y presente, incrementará la resiliencia natural de los niños, permitiendo que cuenten con más recursos y sean más competentes en futuras situaciones potencialmente dañinas. Cuando los síntomas no se resuelven de inmediato con el apoyo parental, se recomienda buscar ayuda profesional.

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Parte I Comprender El Trauma

CAPÍTULO 1

¿Qué es el trauma? Una definición funcional

La enérgica actitud protectora y territorial del reptil, la orientación afectiva y familiar del mamífero primitivo, y las capacidades lingüísticas y simbólicas de la corteza cerebral pueden multiplicar nuestra perdición o bendecir nuestra salvación.

– Jean Houston

¿Qué es el trauma? Hoy en día la palabra «trauma» surge por doquier. Títulos tales como «Liberar el trauma» y «En las secuelas del abuso» son titulares destacados tanto de revistas profesionales como de revistas para un público general. Algunos programas de televisión como el de Oprah Winfrey intentan hacer entender a millones de espectadores el poderoso efecto del trauma en el cuerpo y el alma. Por fin hoy en día se está sabiendo qué tan devastador puede ser el impacto del trauma en el bienestar emocional y físico de los niños, así como en su desarrollo cognitivo y su comportamiento. Para los profesionales, abundan los foros disponibles que resaltan las estadísticas de los efectos del trauma en los pequeños y jóvenes. Desde el 11 de septiembre de 2011, ha habido un bombardeo de información sobre cómo salir adelante de las secuelas de una catástrofe.

Pese al énfasis puesto en escanear y estudiar el cerebro traumatizado, se ha escrito muy poco sobre las causas comunes, y mucho menos sobre la prevención y el tratamiento del trauma. En su lugar, la atención se ha puesto en el diagnóstico y la medicación de sus distintos síntomas. «El trauma es quizás la causa de sufrimiento humano más evitada, ignorada, menospreciada, negada, incomprendida y sin tratar».2

Afortunadamente ustedes –los padres, educadores y profesionales de la salud que trabajan con niños– pueden prevenir los efectos peligrosos del trauma y hacer el mayor bien posible a aquellos que están bajo su cuidado.

Con el incremento del número de eventos locales y mundiales perturbadores, así como de la posibilidad de observarlos, queda claro que los padres, educadores, profesionales médicos y terapeutas no pueden esperar un momento más para aprender cómo prevenir el trauma de la mejor manera posible. Resulta fundamental reconocer la raíz de este problema para poder restaurar la resiliencia natural del creciente número de niños que ya están sufriendo. En este capítulo esperamos poder cerrar la laguna informativa a medida que miramos detenidamente el trauma, sus mitos y sus realidades.

El trauma se encuentra en el sistema nervioso, ¡no en el suceso!

El trauma sucede cuando cualquier experiencia nos pasma de manera completamente imprevista; nos abruma y nos deja alterados y desconectados de nuestros cuerpos. Cualquier mecanismo de afrontamiento que podamos haber tenido se debilita y nos sentimos completamente indefensos y sin esperanza. Es como si nos dejaran sin estabilidad.

El trauma es la antítesis del empoderamiento. La vulnerabilidad al trauma difiere de persona a persona, lo que depende de distintos factores que tienen que ver especialmente con la edad y el historial de trauma. Entre más pequeño sea el niño, es más probable que se abrume por hechos comunes que podrían no afectar a un niño mayor o a un adulto.

Se ha creído de manera generalizada que los síntomas traumáticos son el resultado del tipo y magnitud de un evento externo y que es equivalente a éste. Aunque la magnitud del factor estresante claramente es un factor importante, no define al trauma. Eso se debe a que «el trauma no está en el suceso en sí; más bien, el trauma reside en el sistema nervioso».3 La base de un «único suceso» traumático (en contraposición a una negligencia o abuso continuo) es fisiológica más que psicológica. Dado que no hay tiempo para pensar cuando nos enfrentamos a una amenaza, nuestras respuestas primarias son instintivas. La función principal de nuestro cerebro ¡es la supervivencia!

Estamos programados para ello. En la raíz de una reacción traumática se encuentra nuestra herencia de 280 millones de años, una herencia que reside en las estructuras más antiguas y profundas del cerebro, conocido como el cerebro reptiliano.

Cuando estas partes primitivas del cerebro perciben un peligro, automáticamente activan una extraordinaria cantidad de energía; como la descarga de adrenalina que permite que una madre levante el coche debajo del cual está atrapado su hijo para, de esta manera, ponerlo a salvo. Esto a su vez provoca la aceleración del corazón junto con más de veinte respuestas fisiológicas diseñadas para prepararnos para defendernos y protegernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos. Estos rápidos cambios involuntarios incluyen la redirección del flujo sanguíneo lejos de los órganos digestivos y de la piel hacia los grandes músculos motores de la huida, junto con una respiración rápida y corta y una disminución de la producción normal de saliva. Las pupilas se dilatan para incrementar la capacidad de los ojos para asimilar más información. La capacidad coagulante de la sangre incrementa mientras que la capacidad verbal disminuye. Las fibras musculares se alteran en gran medida, a menudo hasta temblar. O incluso nuestros músculos pueden colapsarse de miedo mientras que el cuerpo deja de funcionar al sentirse abrumado.

El miedo a nuestras propias reacciones

Cuando una persona no comprende lo que le está sucediendo internamente, las mismas respuestas que tienen el propósito de otorgar una ventaja física pueden volverse completamente aterradoras. Esto es especialmente cierto cuando, debido al tamaño, edad u otras vulnerabilidades, uno es incapaz de moverse, o bien resultaría perjudicial hacerlo. Por ejemplo, un bebé o niño pequeño no tiene la opción de correr. Sin embargo, un niño más grande o un adulto, quienes normalmente podrían correr, también podrían necesitar quedarse muy quietos, como en el caso de una cirugía, una violación o un abuso sexual. No hay elección consciente. Estamos biológicamente programados para paralizarnos (o perder la fuerza del cuerpo) cuando la huida o la lucha son o imposibles o se perciben como imposibles. La parálisis es la última respuesta, o la respuesta «por defecto» a una amenaza ineludible, aun si esa amenaza es un microbio en nuestra sangre. A causa de la capacidad limitada de los bebés y niños para defenderse a sí mismos, éstos son particularmente susceptibles a paralizarse y, por lo tanto, son vulnerables al trauma. Por eso la ayuda de un adulto es tan esencial en la prevención del trauma y para ayudar a los pequeños a sanar.

Bajo la respuesta de parálisis hay distintos efectos fisiológicos. Lo que debe comprenderse sobre la respuesta de parálisis es que, aunque el cuerpo parece inerte, los mecanismos fisiológicos que preparan al cuerpo para huir pueden estar todavía «completamente operativos». Paradójicamente, el patrón sensorial-motor-neuronal que se puso en movimiento en el momento de la amenaza pasa a un estado de inmovilidad o «choque». En estado de choque, la piel está pálida y los ojos parecen vacíos. El sentido del tiempo se distorsiona. Por debajo de esta situación de impotencia yace una enorme energía vital. Esa energía queda en espera de terminar lo que ha comenzado. Además, los niños muy pequeños tienden a saltarse las respuestas activas para ir directamente a la inmovilidad. En cualquier caso, necesitan nuestra guía para volver completamente a la vida. Además, muchos niños pequeños no se protegen a sí mismos huyendo, sino corriendo hacia la figura adulta con la que tienen un vínculo. Por lo tanto, para ayudar al niño a resolver un trauma, debe haber un adulto disponible con el que se sienta seguro.

¿Cómo nos afectan a largo plazo este flujo de energía y estos diversos cambios en la fisiología? La respuesta a esta pregunta resulta importante para comprender el trauma. La respuesta depende de lo que sucede durante y después del suceso potencialmente abrumador. Lo malo es que, para evitar el trauma, el exceso de energía acumulada para nuestra defensa debe «usarse por completo». Cuando la energía no se descarga por completo, en vez de desaparecer queda atrapada y crea así los síntomas traumáticos potenciales.

Entre más pequeño es el niño, menos recursos tiene para protegerse. Por ejemplo, un niño en el preescolar o en la escuela primaria es incapaz de escaparse de o luchar contra un perro violento, mientras que los bebés son incluso incapaces de mantenerse a sí mismos calientes. Por estas razones, en la prevención del trauma es de suma importancia la protección de los adultos respetuosos que perciben y satisfacen las necesidades de los niños de seguridad, calor y tranquilidad. Además, los adultos a menudo pueden proporcionar consuelo y seguridad al introducir un juguete como un animal de peluche, una muñeca, un ángel o incluso un personaje fantástico para que actúe como un amigo suplente. Estos objetos pueden ser especialmente consoladores cuando los niños deben separarse temporalmente de sus padres y también como ayuda para dormir cuando están solos en sus habitaciones por la noche. Recursos como éstos pueden parecer poco importantes para un adulto, pero pueden resultar de vital importancia para prevenir que los niños pequeños se sientan abrumados.

Los adultos que recibieron este tipo de conexión segura cuando sentían miedo de niños pueden pensar que esta información es de «sentido común», lo que implica que es normal que las necesidades de los niños se perciban y se atiendan. Por desgracia, históricamente las necesidades de los niños se han minimizado, e incluso se han ignorado completamente. El psiquiatra del desarrollo Daniel Siegel, autor del aclamado libro La mente en desarrollo, aporta una síntesis de la investigación neurobiológica que subraya exactamente qué tan crucial les resulta a los bebés y a los niños la seguridad y la contención proporcionada por los adultos. El cerebro temprano desarrolla su inteligencia, su resiliencia emocional y su capacidad de regularse a sí mismo por la formación y poda anatómica-neuronal que tiene lugar en el contexto de una relación cara a cara entre un niño y su cuidador. Cuando ocurren eventos traumáticos, la impresión de patrones neurológicos se intensifica radicalmente. Por lo tanto, cuando los adultos aprenden y ponen en práctica las herramientas simples de primeros auxilios que ofrecemos, también están haciendo una contribución fundamental al desarrollo de un cerebro sano y al comportamiento de los niños.

Ingredientes del trauma

La probabilidad de desarrollar síntomas traumáticos está relacionada con el nivel de desconexión del cuerpo en el momento del trauma, así como con el nivel de energía de supervivencia no utilizada y originalmente movilizada para una respuesta de lucha o huida. Ahora, este proceso de autoprotección está colapsado. Los niños necesitan apoyo para liberar este estado de sobrecarga, dado que son muy susceptibles a los efectos del trauma. Hay que terminar con el mito de que los bebés y niños «son demasiado pequeños para verse afectados» o que «no importa porque no lo recordarán». Lo que no era tan obvio se hace aparente a medida que aprendemos que los bebés prenatales, los recién nacidos y los niños muy pequeños son los que corren un mayor riesgo de sufrir estrés y trauma debido al poco desarrollo de sus sistemas nervioso, motor y perceptual. Esta vulnerabilidad también se aplica a los niños mayores con movilidad limitada debido a discapacidades permanentes o temporarias, como por ejemplo cuando se tiene una férula, una ortesis o una escayola por una herida o corrección ortopédica. Veamos un ejemplo de la vida real.

El caso de Jack

Jack, un scout y estudiante sobresaliente de once años, desarrolló una «fobia a la escuela» después de un terremoto menor; un pequeño temblor según los estándares de California. Sus padres no relacionaron el temblor y la fobia, y les pareció que sus síntomas eran bastante extraños. A Jack también lo desconcertaba su miedo extremo a la escuela. Dijo que recientemente había sido operado de la espalda y que estaba agradecido de no tener dolor y con muchas ganas de regresar a la escuela para estar con sus amigos. Sin embargo, literalmente no podía levantarse de la cama porque las «mariposas en el estómago» eran demasiado intensas. Se quedaba paralizado bajo las sábanas mientras soportaba los sentimientos de pánico. Durante la primera de las tres sesiones, surgió una increíble historia mientras trabajábamos con estas «mariposas» enfocándonos en las sensaciones de miedo de Jack (así como en sus recursos). Lo que apareció fue una aterradora imagen de su estantería sacudiéndose durante el temblor. Sin embargo, ya que la estantería no se vino abajo, ¿qué hacía que la experiencia de Jack fuera tan traumática como para alejarlo de sus amigos en la escuela? Continuamos trabajando juntos y el tema pronto se esclareció.

Cuando Jack sintió el temblor por primera vez, fue incapaz de predecir el nivel preciso de peligro; lo único que se registró en su cerebro reptiliano fue la «bandera roja» de la amenaza. Su sistema nervioso respondió al peligro percibido poniéndose en un estado de alerta completo y continuó sintiendo el pánico mucho después de que el temblor hubiera terminado. La intensidad de su respuesta se explica cuando nos damos cuenta de que cuando Jack era más pequeño había sido confinado a un corsé de escayola después de una primera cirugía de espalda. Asustado por el procedimiento y luego inmovilizado por la escayola, era incapaz de responder a los peligros que sentía que lo acechaban por doquier, como muchos niños lo sienten después de un evento tan aterrador. No podía llevar a cabo el impulso normal de huir; estaba realmente paralizado. En el caso de Jack, era la escayola la que no le permitían moverse.

Cuando el cerebro pone en movimiento un impulso sensomotriz, pero los miembros no pueden moverse (o si el movimiento en sí podría ser peligroso, como ocurre en una cirugía o un abuso sexual), probablemente se desarrollarán síntomas. La molestia se puede experimentar como irritabilidad, ansiedad, «mariposas», insensibilidad, etc. Cuando el cuerpo ya no puede soportar los sentimientos abrumadores, se colapsa resignándose al miedo («impotencia aprendida»), lo que hace cualquier animal en una situación en la que una huida activa de la amenaza resulta imposible. Mientras Jack se hacía mayor, lo que había sido una experiencia terrorífica en su infancia temprana parecía «olvidada» a los once años.

El problema es que, a pesar de que un evento pueda haber desaparecido de la memoria consciente, el cuerpo no olvida. Hay un imperativo fisiológico para completar los impulsos sensomotrices incompletos que se activaron antes de que el cuerpo fuera capaz de regresar a un estado de alerta relajado. Por lo tanto, aun después de que le quitaran la escayola a Jack, la energía no descargada y la «huella» neurológica de la restricción permaneció presente en su sistema nervioso.

La razón por la cual nuestros cuerpos no olvidan: lo que la investigación cerebral nos ha enseñado

¿Por qué no nos liberamos de la amenaza una vez que ésta ha terminado? ¿Por qué se nos quedan, a diferencia de nuestros amigos animales, los vívidos recuerdos y la ansiedad que nos alteran para siempre si no obtenemos la ayuda que necesitamos?

El reputado neurólogo, Antonio Damasio, autor de El error de Descartes y La sensación de lo que ocurre, descubrió que las emociones literalmente tienen un mapeo anatómico en el cerebro necesario para la supervivencia.4 Esto quiere decir que la emoción del miedo tiene un sistema de circuitos neurales muy específico grabado en el cerebro y que corresponde a sensaciones físicas específicas de varias partes del cuerpo. Cuando algo que vemos, escuchamos, olemos, probamos o sentimos da señas de la amenaza original, la experiencia del miedo ayuda al cuerpo a organizar un plan de «huida o parálisis» para así evitar rápidamente el peligro. El detonante produce más que un recuerdo (de hecho, muchas veces no hay un recuerdo consciente del origen, sino solamente una respuesta física). La frecuencia cardíaca se intensifica rápidamente, se produce sudor y aparece angustia porque el cuerpo actúa como si la amenaza todavía estuviera ocurriendo. La fuerte emoción del suceso original dejó una huella igual de fuerte para enseñarnos una lección de supervivencia. Esto resulta útil cuando nos enfrentamos al siguiente peligro. Pero ¿por qué esta respuesta se vuelve inadaptada, apareciendo incluso si no hay un peligro real? Veamos de nuevo la investigación.

Bessel van der Kolk, un destacado investigador del trauma en la Universidad de Boston, ha estudiado la respuesta del miedo a través de una imagen por resonancia magnética (IRM).5 Una pequeña estructura con forma de almendra en el mesencéfalo llamada amígdala es la responsable de activarse rápidamente cuando se percibe una amenaza. Es altamente receptiva a elementos visuales y sonidos y recluta muchas áreas del cerebro para lidiar con la situación. Joseph LeDoux de la Universidad de Nueva York, y autor de El cerebro emocional, lo asemeja a un sistema de alerta temprana que advierte y prepara al cuerpo para el peligro. La corteza frontal, la cual piensa y razona, juega entonces un papel crítico en poder decidir si un perro que ladra es amigo o enemigo, si la sombra es un acosador o un extraño amigable o si el objeto en el camino es una serpiente o una rama. Si resulta que el perro es amigable, el mensaje que la corteza envía de regreso a la amígdala tranquiliza la respuesta de miedo.

Desafortunadamente, en una persona traumatizada, la corteza es incapaz de apaciguar la respuesta de miedo. Con este «desvío cortical» no podemos usar la razón para liberarnos de este miedo e, inadvertidamente, nos quedamos con la opción de exteriorizarlo a través de una emoción extrema, de sufrir en silencio los sentimientos abrumadores o bien quedarnos en blanco a causa de las angustiantes señales de respuesta al miedo. En palabras de Bessel van der Kolk, «En el TEPT [trastorno por estrés postraumático] la corteza frontal es tomada como rehén por una amígdala volátil. El pensamiento es secuestrado por la emoción. Las personas con TEPT están sintonizadas de manera muy sensible para responder a incluso estímulos muy menores como si su vida estuviera en peligro».7

De vuelta a la historia de Jack

La explicación científica precedente facilita la comprensión de cómo fue posible que años después, cuando Jack yacía en su cama poco después de su segunda cirugía, el temblor menor disparara las sensaciones (recordadas por la consciencia corporal) de impotencia del residuo traumático de su cirugía anterior. Su cuerpo respondió al peligro presente como si todavía estuviera confinado a la escayola. Como su cuerpo estaba a merced de una amígdala excesivamente sensible, el estallido adicional de adrenalina disparó un torrente de reacciones tan abrumadora como los sentimientos originales de terror. Estos sentimientos de ansiedad impedían a Jack a salir al mundo, a pesar de que en apariencia no tenían sentido. Sin embargo, las sensaciones recién activadas del «antiguo» suceso, cuando era incapaz de protegerse a sí mismo, se habían grabado en su «memoria corporal», debilitando la confianza en sí mismo. Al no poder descifrar la fuente de las sensaciones paralizantes internas, Jack sintió pánico.

Lo que parecía una fobia a la escuela, en realidad era el «miedo» de la avalancha de sensaciones perturbadoras causadas por la gran cantidad de hormonas de estrés recién liberadas y disparadas por la antigua «huella» de cuando Jack estuvo inmovilizado y era incapaz de correr para ponerse a salvo. Afortunadamente, a medida que Jack aprendía cómo «hacerse amigo» de sus sentimientos aterradores poco a poco, su cuerpo conectaba con el pasado y descargaba las sensaciones paralizantes en sus piernas mientras éstas comenzaban a temblar. Luego, de forma casi milagrosa, ¡Jack sintió que sus piernas querían correr tan rápido como pudieran llevarlo! Para esto precisamente había sido «programado» su sistema sensomotriz en el momento de su primera cirugía, y él no lo había podido hacer.

Muchos de nosotros hemos tenido algún tipo de suceso «ordinario» aterrador del que no nos hemos recuperado por completo. Y algunas de estas experiencias «hace tiempo olvidadas» han creado los cimientos de varios síntomas emocionales y físicos, e incluso nuestras aversiones y «preferencias». El siguiente ejemplo ilustra que normalmente no los cuestionamos.

Henry

La madre de Henry, un niño de cuatro años de edad, empezó a preocuparse cuando él se rehusó a comer (la que había sido) su comida favorita: bocadillo de mantequilla de cacahuate y mermelada con un vaso de leche. Cuando su madre los ponía enfrente de Henry, él se agitaba, se ponía tenso y los apartaba. Lo que resultaba aún más perturbador era el hecho de que comenzaba a temblar y llorar siempre que el perro de la familia ladraba. Nunca se le ocurrió a la madre que esta «manía» por los alimentos y miedo a los ladridos estaban directamente relacionados con un incidente «ordinario» que había ocurrido casi un año antes, cuando Henry todavía usaba la trona.

Mientras estaba sentado en su trona devorando su comida favorita –mantequilla de cacahuate, mermelada y leche– había tendido su vaso medio vacío orgullosamente hacia su madre para que ella lo rellenara. Como estas cosas pasan, a Henry se le resbaló el vaso de la mano, cayó al suelo y causó un estruendo. Esto sobresaltó al perro, haciéndolo saltar hacia atrás, y derribó la trona. Henry se golpeó la cabeza contra el suelo y se quedó ahí, respirando con dificultad y sin poder recuperar el aliento. La madre gritó y el perro comenzó a ladrar fuertemente. Desde la perspectiva de su madre, la aversión por la comida y el miedo aparente hacia el perro de Henry tenían ningún sentido. Sin embargo, desde el punto de vista del trauma, la simple asociación de haber tomado leche y mantequilla de cacahuate justo antes de la caída, junto con el ladrido salvaje del perro, condicionó su miedo y su aversión hacia esa comida como en una respuesta condicionada de Pávlov.

Una vez que Henry «practicó» las caídas controladas sobre almohadas (con las sugerencias detalladas en este libro), aprendió a relajar sus músculos mientras se rendía poco a poco a la gravedad. Antes de esto, «simplemente» no comía esos alimentos y le costaba trabajo dormir cuando los perros del barrio ladraban. Afortunadamente, después de un par de sesiones de juego, este niño pequeño devoraba una vez más sus alimentos favoritos y le ladraba de regreso a su perro con un júbilo juguetón.

Lecciones aprendidas de los animales

¿A qué se debe que los animales de presa no domesticados rara vez se traumaticen? Aunque los animales en su entorno natural no sufran procedimientos quirúrgicos ni lleven escayolas como lo hizo Jack, sus vidas se ven amenazadas de manera rutinaria, a menudo varias veces al día. Sin embargo, cuando están en estado salvaje, los animales raramente se traumatizan. Las observaciones de los animales en estado salvaje condujeron a la premisa de que los animales tienen una capacidad innata para recuperarse de una dosis continuada de peligro.8 Literalmente se «sacuden» la energía residual al temblar, mover rápidamente los ojos, sacudirse, jadear y completar movimientos motores. Mientras el cuerpo comienza a recuperar su equilibrio, se puede observar al animal «respirando» espontáneamente en profundidad. En realidad, si se observa con cuidado, uno se da cuenta de que la respiración proviene desde un lugar profundo de su organismo. Todo esto forma parte del mecanismo normal de autorregulación y homeostasis. La buena noticia es que compartimos esta misma capacidad con nuestros amigos animales.

¿Por qué, entonces, los humanos sufren de síntomas de trauma? Hay varias respuestas a esta pregunta vital. Primero que nada, somos más complejos que otras criaturas. Al estar dotados de un cerebro racional superior, sencillamente pensamos demasiado. El pensamiento se empareja con demasiada frecuencia al juicio. Los animales no tienen palabras para juzgar sus sentimientos y sensaciones. No hay sentimientos de culpa, vergüenza, o reproches. El resultado final es que no impiden el proceso de sanación que lleva de regreso al equilibrio y la homeostasis como lo hacemos nosotros. Otra razón es que no estamos acostumbrados a respuestas físicas tan fuertes. Sin la habilidad de guiar, en vez de impedir, estas reacciones involuntarias, los instintos que los animales dan por hecho pueden ser aterradores, tanto para los niños como para los adultos. Además, nuestros pequeños son dependientes de nosotros en cuanto a seguridad y protección durante mucho más tiempo que las crías de otras especies. Los niños necesitan la seguridad de un cuidador para recuperarse.

La mayoría de los mamíferos jóvenes, y eso por supuesto incluye a los niños humanos, en vez de huir de la amenaza correrán hacia una fuente de protección adulta, normalmente hacia la madre (o hacia otros adultos). De manera similar, los bebés humanos y niños pequeños se aferran a sus figuras de apego cuando se sienten amenazados. De hecho, los humanos de todas las edades buscan el consuelo de otros cuando sienten miedo o estrés. (Esto es lo que sucedió en Nueva York después del 11-S, cuando las personas pasaron horas en el teléfono hablando con sus familiares y amigos). Pensamos que resulta evidente que se produzca un dilema de consecuencias profundas si las personas que se supone que nos quieren y protegen también son las que nos han lastimado, humillado o violado. Este «doble vínculo» socava un sentido básico de identidad y de confianza en los instintos de uno mismo. De esta manera, el sentido de seguridad y estabilidad de uno mismo se debilita. Por esta razón, si tienes un niño con problemas de apego (como puede ocurrir en adopciones, en familias de acogida y cuando ha habido separación o abuso), la ayuda y el apoyo de un profesional cualificado es generalmente aconsejable, si no fundamental.

Afortunadamente, este libro te enseñará cómo ayudar a los niños a sentir y moverse a través de las sensaciones sin una angustia excesiva, ¡igual que los animales! Tu nuevo aprendizaje te ayudará a extraer el miedo de la experiencia de estas reacciones involuntarias. No importa si eres padre, profesor, consejero o enfermero; a través del juego, el arte, y juegos y actividades, te guiaremos para que ayudes a tus propios niños y a otros como Jack y Henry. Se incluyen rimas sencillas que usan imágenes de animales (ver el capítulo cinco). Como los animales no son críticos y son instintivos, pueden ser poderosos recursos para ayudar a los niños a conectar directamente con su propio proceso de sanación innato.

Se incluyen muchos ejemplos de la vida real para ilustrar cómo puedes apoyar a los niños a que se recuperen de experiencias aterradoras y abrumadoras. A pesar de que muchos provienen de sesiones de práctica privada y otros de terapias en entornos escolares, los principios básicos están diseñados como «primeros auxilios emocionales» por cuidadores concienzudos. Este libro está escrito para ayudar a los terapeutas en sus esfuerzos. También tiene el propósito de asistir a los padres y otros cuidadores de niños, como el personal médico, a reconocer las señales de trauma mientras se aprenden habilidades sencillas para aliviar o prevenir síntomas de trauma después de un percance aterrador. Como se mencionó anteriormente, hay situaciones en las que, por supuesto, la terapia profesional es altamente recomendable.

CAPÍTULO 2

El alcance del trauma: causas que van desde lo ordinario hasta lo extraordinario

On and on the rain will fall… like tears from a star… like tears from a star. On and on the rain will say, how fragile we are… how fragile we are.*

– «Fragile» de Sting

Ahora exploraremos los disparadores del trauma, algunos conspicuos, incluso palpables, mientras que otros son hechos ordinarios. Muchas personas, incluyendo los profesionales, han pasado por alto estos disparadores comunes. Nuestros ejemplos ayudarán a aclarar la importancia de ayudar a los pequeños a afrontar los percances cotidianos así como los eventos más extraordinarios.