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Clara está muy entusiasmada por las vacaciones que disfrutará con su amiga Minna. El plan es atravesar Europa en tren en dirección a la casa que los padres de Minna tienen en el sur de Francia, ahí se tumbarán junto a la piscina bebiendo rosé. Desgraciadamente, Minna cancela el viaje en el último momento. Clara se siente traicionada, además no sabe qué hacer. ¿Será mejor quedarse en casa? Sin embargo el billete ya está comprado y al final decide recorrer Italia por su cuenta para explorar Venecia, Cinque Terre y Roma.Clara está a punto de emprender un viaje cultural y sensual que jamás olvidará.Esta es la quinta entrega de la serie El Viaje en Tren.-
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Seitenzahl: 47
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Barbara Nordström
Translated by Javier Orozco Mora
Lust
El Viaje en Tren 5: Tren Nocturno a Berlín - un relato corto erótico
Translated by Javier Orozco Mora
Original title: Togrejsen 5 - Nattog til Berlin
Original language: Danish
Copyright © 2020, 2021 Barbara Nordström and LUST
All rights reserved
ISBN: 9788726825299
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
Me subí al autobús hacia la estación de trenes de Marsella muy temprano por la mañana. Iba sola y sin planes ni obligaciones, simplemente un billete de interrail y dos semanas más de vacaciones.
La ciudad todavía no había despertado, estaba en silencio. Pensé en las personas detrás de los muros anónimos, durmiendo, amando, bostezando y dándose un beso de buenos días. Todas esas vidas y cuerpos extendiéndose hacia otros, en la lujuria y la necesidad, en la búsqueda de consuelo y alegría. Ese pensamiento me hizo sonreír, en el fondo las personas no éramos tan distintas entre nosotras.
Me senté en el tren rápido TGV hacia Aviñón. El recorrido llevaría una media hora, se pasaría rápido escuchando música y mirando por la ventana. Había algo con los tonos verde mate y los acantilados amarillos del sur de Francia que me fascinaba: era algo bello y agreste, exuberante y árido a la vez. El cielo me pareció más alto y claro extendiéndose como una carpa sobre la tierra. El interior del vagón estaba fresco y casi vacío. Sentí bienestar, como si todo en el mundo estuviera en una perfecta sintonía, mi cuerpo también en armonía, fuerte y vivo. Cerré los ojos reviviendo las sensaciones de los dedos de otros en mis muslos, besos firmes en mis labios y las nalgas de un hombre estrujadas en mis manos.
Mis recuerdos se fundieron con el zumbido del tren encendiendo mi lujuria. Llevaba puesto un ligero vestido y separé un poco las piernas. Mi propio aroma a sal alcanzó mi nariz. Respiré profundo entregándome a la música en mis oídos, la brasa encendida entre mis piernas y las imágenes candentes proyectándose en mi fuero interno. Cada uno de mis nervios estaba despierto y atento. La tela del sujetador presionaba mis pezones, se endurecieron repletos de placer. Una humedad se extendió entre mis piernas y el vientecillo del aire acondicionado refrescó mi regazo cosquilleando sobre la piel sensible. Suspiré. Ese verano me sentía insaciable.
Bajé del tren cuando se detuvo en Aviñón, quedé deslumbrada por la clara luz de la mañana. Recordaba que era una ciudad medieval a las orillas del Ródano y que en tiempos lejanos el papado gobernó al mundo católico desde aquí. Mi plan consistía en pasar un par de días absorbiendo la historia y la cultura, luego seguiría adelante.
Almacené mi maleta en la estación y salí de ahí con un mapa para visitantes en la mano. No tardé en darme cuenta de que no era la única, las calles empedradas y las construcciones de cuentos de hadas estaban repletas de manadas de turistas moviéndose lentamente. Su languidez y morosidad me resultaron insoportables.
Justo al mediodía me senté en un café en una plaza con vista al palacio papal. Me enfadé conmigo al darme cuenta que había escogido una trampa para turistas. El buen humor de esa mañana se estaba esfumando. Tenía demasiado calor y mi piel se pegaba a la silla de plástico.
Suspiré acechada por las dudas, ¿y si en el fondo no me interesaban ni las ciudades antiguas ni sus edificios ancestrales? De hecho así era, si las hordas de turistas eran tal que impedían sentir las alas de la historia.
Pedí un café y una baguette de jamón con mantequilla. El bocadillo mejoró mi humor. Aunque se tratara de los mismos productos la comida en Francia era simplemente de mejor calidad que en Dinamarca, como pude constatar en ese instante. La mantequilla era dulce y fresca, el jamón sedoso y salado en mi lengua.
Sonreí para mí misma, aunque un hombre en una mesa cercana pensó que el gesto era para él. Me devolvió la sonrisa. Debía rondar los treinta años, sus ojos y cabello eran oscuros, su nariz recta y larga, tal y como las de los dioses griegos representados en los jarrones antiguos. Bajé la mirada sacudiendo la cabeza. En este momento no necesitaba a otro hombre en mi vida, sin embargo su sonrisa me sentó bien, fue como un soplo en la brasa de lujuria que esas vacaciones habían encendido en mí. Había belleza y experiencias placenteras por todas partes y mi cuerpo se había abierto para recibirlas. Miré de reojo hacia arriba, pero el hombre estaba absorto en una conversación y no se dio cuenta.
El camero comenzó a rondar mi mesa como para indicarme que era hora de que me marchara y liberara la mesa para otros potenciales clientes. Tomé mi mapa y me marché en dirección al puente de la edad media. Era una de las atracciones centrales de Aviñón y naturalmente estaba saturada de gente. Rápidamente le di la espalda al puente, ahora estaba desconcertada. ¿Debería seguir viajando o quedarme en esta ciudad? No tenía ganas de tomar otro tren pero tampoco me apetecía seguir en un lugar que parecía el set de una película de Disney.