Entre la obligación y el deseo - Christina Hollis - E-Book
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Entre la obligación y el deseo E-Book

Christina Hollis

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Beschreibung

Iba a tener que debatirse entre sus obligaciones públicas y sus deseos privados... Para el príncipe y conocido playboy Lysander Kahani, las diversiones se habían acabado. Tenía que gobernar un país, además de cuidar de su sobrino huérfano. Para ello, decidió contratar una niñera. Nada más ver a Alyssa Dene, su lado más travieso volvió a aparecer. Prevenida por su reputación, Alyssa intentó mantener las distancias, pero acabó cayendo en sus redes.

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2011 Christina Hollis. Todos los derechos reservados.

ENTRE LA OBLIGACIÓN Y EL DESEO, N.º 2166 - julio 2012

Título original: Weight of the Crown

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2012

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Bianca son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-0655-9

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

Prólogo

LYSANDER estaba volando. Abajo, las brillantes luces de la ciudad parecían un collar de diamantes envuelto en el terciopelo de la noche. Sus labios sonrieron con malicia. Había llegado a lo más alto y volvía para ser recibido como un héroe. Nada podía detenerlo ya, por muy cansado que estuviera. Llevaba el cuello del uniforme abierto, las mangas subidas y necesitaba un afeitado. Se pasó una mano por el pelo alborotado, en un intento por evitar que el cansancio ensombreciera sus ojos. Para él, dormir esa noche suponía una pérdida de tiempo. Tenía muchas cosas que hacer y todas tenían que ver con una persona a la que hacía que no veía seis días, cuatro horas y dieciocho minutos.

Alyssa…

Su nombre daba vueltas en su cabeza como cantos rodados mientras atravesaba la durmiente campiña inglesa. Varias veces se llevó la mano al bolsillo del pecho como si quisiera sacarse algo. Todas las veces se quedó pensativo. El recuerdo era suficiente. Aquella fotografía no podía seguir afectándole.

El interfono sonó.

–Ya podéis aterrizar, Alteza –le informó una voz.

–Está bien.

Lysander sonrió. Por primera vez en su vida se sentía cómodo con el título. Estaba volando en mitad de la noche para reclamar lo que era suyo. Había nacido para eso. Lo había conseguido todo y se había sentido bien.

Pero la sensación no había durado mucho.

Se le pusieron blancos los nudillos al apretar los mandos de su jet privado, anticipándose a los problemas.

Era un error dar algo por sentado en relación a Alyssa. No había conseguido todo lo que deseaba, al menos no todavía. Ese pensamiento lo incomodó. Miró la hora en su reloj de oro. Era muy importante controlar el tiempo en aquel próximo paso. Se mordió el labio inferior. El motivo de todas sus noches de desvelo estaría en el dormitorio de Ra’id en aquel momento. Su habitual rutina nocturna estaría a punto de terminar. Todo sería previsible y las cosas estarían en calma hasta que él apareciera.

En cuestión de segundos, la tranquilidad de aquella mujer se tornaría en un caos.

Lysander se rio. La adrenalina se disparó por todo su cuerpo, preparándolo. La cálida bienvenida que había soñado desde niño estaba a punto de llegar, aunque no estaba garantizada. Todavía tenía cosas que hacer. Alyssa Dene no era suya aún. Lysander era un triunfador en su país, pero en aquel momento tenía otra preocupación en la cabeza. Tenía que enfrentarse a Alyssa por lo que había hecho.

Lysander frunció los labios mientras valoraba el problema. Aquella iba a ser su batalla más dura. En sus treinta y dos años había visto dos tragedias, pero no iba a haber una tercera. De eso estaba seguro. De momento, las cosas estaban saliendo conforme a lo que había planeado. Pero ¿durante cuánto tiempo más?

Volvió a dirigir la mano hacia el bolsillo. Sacudió la cabeza y volvió a tomar los mandos del avión. Regresaba triunfante, seguro en su puesto de líder del país. No quería estropear eso. Así que la foto se quedó guardada en su bolsillo. Sabía perfectamente el aspecto que la señorita Alyssa Dene tendría en aquel momento, moviéndose entre las cálidas habitaciones que había hecho suyas. Así era como quería recordarla hasta el final, fuera el que fuera.

Frunció las cejas. Por primera vez en su vida, había una pequeña probabilidad de que las cosas no salieran a su manera, pero Lysander estaba decidido. Los recuerdos de lo que había hecho en el pasado y de cómo ella había reaccionado, lo habían torturado durante demasiado tiempo. Volvía para ofrecerle una oportunidad única en la vida.

Sintió que sus rasgos reaccionaban a sus sentimientos y se contuvo. Le ocurría lo mismo cada vez que recordaba las duras palabras que le había dicho la noche en que se había marchado para asegurar el trono de Rosara: «No tengo nada que demostrar. Tú eres el que se juega el futuro».

Lysander apretó las mandíbulas hasta que le dolieron. Sacó la maldita fotografía del bolsillo del pecho y la colocó frente a él. Al dejarla ante el panel, sus emociones amenazaron con abrumarlo. Sus mejores propósitos se habían desvanecido. Cada vez que miraba aquella foto, el tiempo se detenía.

De repente, volvía a ser verano en su corazón. Su cabeza se llenó de imágenes de la mujer con cuya sola presencia se excitaba. Había tenido que elegir entre su país y ella. Ella le había dado la espalda y nunca olvidaría la razón de por qué lo había hecho. A los ojos de los demás, Lysander era un hombre afortunado. Eso había sido verdad hasta hacía poco. Se había ganado el corazón de su gente, pero la única batalla que verdaderamente le importaba todavía no había comenzado. Exhaló tratando de no mirar la fotografía que tenía ante él. No podía mirarla a los ojos.

Alyssa… Saboreaba su nombre a la vez que la visión de aquel cuerpo tentador. La suavidad de su sedoso pelo rubio era un sueño lejano que aquella foto le hacía recordar.

Aquel traje de baño verde se suponía que era discreto, pero el brillo resaltaba sus generosos pechos a la vez que marcaba su fina cintura y sus redondeadas caderas.

Lysander respiró hondo. Sus manos podían reconocer aquel cuerpo en una noche oscura, pero la expresión que tenía en aquella foto, le helaba la sangre.

«Se la ve tan manipuladora como cuando me dio la espalda la última vez», pensó con el brillo de un halcón en los ojos.

En los últimos días había tenido muy poco tiempo para pensar, pero cada segundo libre, no había dejado de recordarla. Ahora había tomado una decisión e iba a cumplirla.

Lysander intentó concentrarse en el cuadro de mandos que tenía ante él y no en la mujer que le había mandado al infierno la última vez que se habían visto. Le resultaba imposible quitársela de la cabeza. Tomó con fuerza los mandos. Había pasado demasiado tiempo lejos, librando batallas públicas y negociaciones privadas. Ahora solo quedaba una cosa por hacer. Una mujer provocadora había entrado en su vida privada y esa noche iba a enfrentarse a ella.

De nuevo, se pasó la mano por el pelo y trató de colocarse bien el uniforme. Luego, volvió a fijar la vista en el cuadro de mandos. A punto estuvo de volver a sonreír. Al fin. Con un ligero movimiento de sus manos aterrizó el avión. Iba a buscar a la mujer que podía cambiar su vida para siempre.

Capítulo 1

Un mes antes

Se suponía que esto iba a ser divertido», se recordó Alyssa.

Debería haber sido ideal. Todo lo que adoraba estaba allí en un solo sitio, en un entorno bonito y solitario, y tenía tiempo para pensar. El único inconveniente era el clima. Seguían cayendo gotas de los árboles, pero el cielo se estaba despejando. Así era el verano en Inglaterra. El tiempo inestable era parte de la «diversión».

Sonrió. Era la segunda vez que maldecía en los últimos treinta segundos y eso no le hacía sentirse mejor. Si al menos pudiera dejar de recordar… Se estremeció.

Rehacer su vida no iba a ser fácil. Se había tomado aquellas vacaciones para darse tiempo y planear su futuro. Allí en el bosque tenía la oportunidad de pensar, pero lo único que hacía era dar vueltas a lo que había pasado en vez de idear cómo salir adelante.

Se abrazó las rodillas, intentando disfrutar de la sensación de comodidad en su tienda de campaña. Era inútil. Aquello no estaba funcionando. Con el murmullo del agua de un manantial cercano, cerró los ojos e intentó despejarse la mente. Aquel lugar era perfecto. Estaba a kilómetros de la ruta principal, en un valle oculto que hacía años que no conocía la mano del hombre. Solo había vida salvaje, flores y paz… hasta que su teléfono sonó.

–Hola, soy yo.

Alyssa se esforzó por esbozar una sonrisa. Karen, la directora de la agencia, era una buena amiga, aunque eso no siempre era algo bueno.

–Por favor, Karen, no te lo tomes a mal, pero te agradecería que me dieras un respiro. No necesito que insistas con mi trabajo. Se supone que tengo que alejarme del cuidado de niños por un tiempo.

–¿Quién ha dicho que esto sea una oferta de trabajo? –preguntó su jefa–. Tan solo llamo para asegurarme de que estás bien. Dios mío, ¿pensabas que te había llamado para ofrecerte una oportunidad de trabajo que se ha presentado esta mañana? Créeme, te alegrarás de no estar disponible cuando te lo cuente. Quieren a la mejor, y la necesitan, pero es una trampa.

Alyssa se irguió.

–Suena a problemas.

–No, no es que el niño en cuestión esté en apuros…

Alyssa sintió que se le helaba la sangre.

–Bueno, ¿cómo te sientes, Alyssa? ¿Estás mejor? ¿Qué estabas haciendo ahora mismo? –continuó Karen, sin detenerse a tomar aire.

–Eso no importa. Estoy más interesada en ese nuevo trabajo. Algo no va bien, puedo adivinarlo en tu voz.

–¡Tonterías! El nuevo regente de Rosara quiere lo mejor para su sobrino, eso es todo.

–¿Eso es todo?

Los titulares de los periódicos habían sido horribles durante los últimos días. Era terrible que un niño se hubiera quedado huérfano en un accidente de coche durante unas vacaciones familiares. Cuando el glamuroso príncipe Lysander Kahani había sido nombrado su tutor, la historia había llamado la atención de Alyssa.

–La gente del príncipe ha preguntado directamente por ti, Alyssa. Alguien te ha recomendado porque quieren a la mejor.

–Van a necesitarla, con ese casanova poniendo patas arriba la vida de ese niño –murmuró Alyssa recordando las historias amorosas del príncipe.

–Voy a decirles que no estás disponible –continuó Karen–. Probablemente sea lo mejor.

A Alyssa no le gustó cómo había sonado lo que la directora de la agencia le acababa de decir.

–¿Qué quiere decir eso?

–No digas tonterías, Alyssa, ¿de veras te gustaría trabajar en ese ambiente? Todo el mundo sabe que eres la mejor cuidando niños, pero, seamos realistas, ¿encajarías en el modo de vida del príncipe Lysander? Tiene muy mala reputación. Sé que no aceptarías este trabajo ni en un millón de años.

Alyssa se dio cuenta de que estaba poniéndola a prueba y eso no le gustó, pero no podía negar que era trabajo. Quizá aquellas vacaciones le estuvieran viniendo bien después de todo. Lo único que había decidido en los últimos días era que su vida tenía que cambiar. ¿Podía ser ese un nuevo comienzo?

Aquel niño necesitaba tener una buena influencia en su vida. Ni en sus peores momentos, Alyssa había sido capaz de ignorar a un niño necesitado. Además, tenía que admitir que sentía curiosidad. ¿Cómo sería el palacio? ¿Cómo se le daría ayudar al niño?

«Después de todo, si digo que no estoy disponible, quizá acaben contratando a la primera descerebrada que encuentren, alguien interesado en ocuparse del pobre niño solo para intimar con el príncipe Lysander».

Aquel pensamiento fue decisivo.

–¿Les has dicho ya que no, Karen?

Era difícil mostrarse indiferente cuando su corazón latía acelerado. El mostrarse reservada había destrozado su vida. Convencida de que lo único que importaba era el sufrimiento del niño, decidió aceptar el empleo. Se aseguraría de que el pequeño Ra’id Kahani estuviera seguro y bien cuidado, y después se preocuparía de sus sentimientos.

–No, todavía no. Quería intentar encontrar a alguien antes de decirles que no hay nadie tan buena como tú.

–Entonces, no lo hagas –dijo Alyssa antes de que pudiera arrepentirse–. No hace falta que los llames. Acepto el trabajo, Karen.

Se hizo un silencio al otro lado de la línea y al poco, su jefa se rio.

–¿Qué pasa con el irresistible príncipe Lysander? Al parecer, ninguna mujer está a salvo de sus encantos.

–Después de lo que me ha pasado en los últimos meses, soy completamente inmune a los hombres. No me digas que se te ha olvidado uno de los motivos que me han llevado a tomarme estas vacaciones.

–Claro…

–Sí, él.

Jerry. Alyssa todavía no era capaz de decir su nombre en voz alta. Cada vez que recordaba lo que esa rata le había hecho, se ponía enferma. Ese trabajo en Rosara sería una buena manera de olvidar sus malos recuerdos. Le proporcionaría el nuevo comienzo que tanto ansiaba.

–¿Así que crees que podrás vértelas con un atractivo playboy?

Por su voz, era evidente que Karen estaba sonriendo.

–Lo único que me interesa es su pobre sobrino –dijo Alyssa–. ¿Cuándo puedo empezar?

–Les diré que estás de camino –dijo Karen y volvió a reírse.

Alyssa contuvo los nervios hasta llegar a la caseta de seguridad, a la entrada de Combe House. Había trabajado para muchos millonarios y no le resultaba extraño cruzarse con guardaespaldas dentro de las casas. Pero nunca lo había hecho a la entrada.

«Es algo a lo que tendré que acostumbrarme», pensó mientras conducía por el camino interminable que llevaba a la mansión de los Kahani.

Cada vez que empezaba a trabajar con una nueva familia se ponía nerviosa y aquel entorno no la ayudó a sentirse mejor. A ambos lados se extendía un bosque, mientras la maleza invadía el asfalto.

«Probablemente les gusta la noche y están demasiado ocupados con sus fiestas como para preocuparse por el aspecto de este lugar».

Mientras seguía avanzando, una enorme mansión apareció ante ella. Era la casa más bonita que había visto jamás, y el lugar era precioso a pesar de lo descuidado que se hallaba.

«Este lugar parece sacado del cuento de La bella durmiente».

Un puñado de hombres trajeados estaba charlando ante la puerta principal de la casa. Al bajar la ventanilla para preguntarles dónde podía aparcar, tuvo la primera muestra de lo que iba a ser trabajar para Lysander Kahani. Un hombre tomó las llaves de su coche para evitarle la molestia de aparcar, mientras otro la acompañaba al interior de la casa, hasta una sala de espera tan grande como un salón de baile. La mayor parte del mobiliario estaba oculto bajo sábanas polvorientas. Las cornisas estaban siendo restauradas y resultaban preciosas. Alyssa esperaba que el personal de Combe House tardara en encontrar a alguien que la atendiera. Quería tener la oportunidad de echar un vistazo a solas a la habitación.

No la tuvo. Un gran bullicio se oía por la casa en su dirección. Era un montón de gente hablando entre ellos, acompañados del sonido de sus móviles.

El circo Kahani acababa de llegar.

Alyssa comprobó su aspecto en un espejo cercano. Pero no tenía de qué preocuparse. Una tropa de empleados elegantemente vestida irrumpió en la habitación en la que estaba esperando, pero no dio muestras de reparar en ella. Solo estaban interesados en el hombre alto que iba al frente de ellos. Tenía el aspecto de un ángel justiciero, mientras los demás reclamaban su atención como un puñado de cuervos. El sentido común le decía que aquel debía de ser Lysander Kahani, pero apenas lo reconocía. Aquel hombre no se parecía al príncipe seductor que aparecía en las revistas y periódicos. Parecía enfadado. Tenía el pelo revuelto y llevaba un traje gris claro en lugar del esmoquin con el que solía aparecer en las fotos. No llevaba corbata y tenía el primer botón de la camisa blanca desabrochado. Advirtió un peligroso brillo en sus ojos al mirarla. A pesar de todo aquel ruido y gente, se sintió sola y vulnerable.

«Creía que la familia real estaba de vacaciones, pero por la expresión de su cara no lo parece», pensó.

Mientras él desviaba la mirada para atender otro mensaje electrónico, Alyssa aprovechó para estudiar a su nuevo jefe. Lysander Kahani era un hombre imponente de casi dos metros. Su altura era impresionante e intimidatoria. Lo miró desde sus zapatos artesanales hasta su barbilla ensombrecida y de nuevo había abajo. Le resultó agradable, así que volvió a hacerlo. Mientras intentaba mostrarse fría e inaccesible, vio que la ira abandonaba el rostro del príncipe.

Al encontrarse sus miradas, él se dirigió hacia su séquito de seguidores. Alyssa no hablaba su idioma, pero sus palabras tenían un tono interrogante que era fácil de entender. Debía de querer saber quién era y por qué estaba allí. Sus empleados enmudecieron y se giraron para mirarla como si fuera otro mueble más de aquella casa de locos. Alyssa trató de pensar en las borrosas fotografías del pobre niño, el príncipe Ra’id, quien había perdido a sus padres. Unió sus manos ante ella a modo de defensa y respiró hondo.

–Soy Alyssa Dene. Estoy aquí por expresa petición del príncipe Lysander de Rosara para ser la niñera de su sobrino.

Habló más alto y con más altanería de lo que le habría gustado. Antes de poder disculparse, algo cambió en la expresión de Lysander Kahani. Sus facciones se suavizaron y en su rostro apareció una mueca de diversión. Alyssa dejó de pensar con claridad. Al ver su sonrisa, todas las preguntas que tenía preparadas para su nuevo jefe desaparecieron. Era evidente que era consciente del efecto que le estaba provocando. Aquello era para él más diversión que trabajo.

Con unas cuantas palabras se deshizo de sus consejeros. Lysander dejó el puñado de papeles que tenía en la mano sobre la mesa más cercana y los acompañó hasta la puerta, cerrándola tras ellos. Al ver cómo se apoyaba en ella, Alyssa volvió a la realidad. Estaba completamente a solas con un hombre importante. Por si eso no fuera suficiente, resultaba más atractivo al natural que en fotos.

Trató de decir algo, pero no fue capaz de articular palabra. Lysander Kahani parecía estar deleitándose con la situación.

–¡Así está mejor! –dijo con un bonito acento inglés–. Ahora puedo pensar con tranquilidad y dedicarle toda mi atención. Déjeme que le diga que este trabajo está provocando un caos en mi vida.

Alyssa tragó saliva al ver que se acercaba a ella. Su sonrisa traviesa la hizo estremecerse. Era una sensación increíble, pero no podía deleitarse en ella. Un hombre sin la mitad del encanto de Lysander le había destrozado la vida unos meses atrás y todavía seguía intentando recuperarse. Su sentido común le decía que estaba en una situación peligrosa y que tenía que resistirse, pero Lysander la estaba mirando como si fuera la única mujer del mundo. La expresión de sus ojos marrones le hacía difícil no darse por vencida y dejarse llevar por la agradable sensación de sentirse admirada.

–Príncipe Lysander, ¿no preferís ocuparos de esos papeles primero? –preguntó Alyssa mirando el caos de la mesa.

De repente, deseó haber tenido más tiempo para preparar aquel encuentro.

–No –contestó él colocándose entre ella y la mesa.

Las pequeñas arrugas de su traje y el modo en que sus largos y fuertes dedos se agarraron a la mesa llamaron su atención.

–Son solo problemas. Olvídelo. Prefiero hablar con usted, Alyssa.

El modo en que pronunció su nombre la hizo estremecerse. Ya estaba nerviosa por empezar a trabajar para un hombre famoso, y sus técnicas de seducción hicieron que sintiera mariposas en el estómago. Lo último que quería era que aquel guapo desconocido aca- bara aprovechándose de ella antes de estar a salvo en el ala infantil de Combe House. Tenía que demostrarle inmediatamente que había ido allí a trabajar.

–Podría ser importante, Alteza.

–Le gustaría pensar que es así, ¿verdad? Si fuera sobre cosas importantes de la vida podría producirme algún entusiasmo, pero no son más que antecedentes penales, problemas de salud y seguridad y la valoración de los riesgos de un niño al que ni conozco. Pero ¿por qué estamos hablando de eso cuando podíamos estar hablando de usted?

Su indiferencia ante algo que a ella le tocaba el corazón fue suficiente para hacerla reaccionar.

–Porque soy la nueva niñera de vuestro sobrino y ahora mismo esos papeles son lo más importante en su vida.

«Estúpido egocéntrico», pensó.

El príncipe Lysander Kahani dejó de sonreír y Alyssa sintió cierta satisfacción. Pero enseguida se desvaneció aquella sensación al ver que sus ojos oscuros seguían recorriéndola como si la acariciaran.

–Parece una mujer que sabe lo que hace y tiene autoridad. Adiós a todas mis ideas de una bruja terrorífica y hola a la bonita visión que es la señorita Alyssa Dene.

Con un gesto extravagante y ridículo, tomó su mano. Luego se la llevó a los labios y rozó sus dedos con un beso largo y lento.

–Por favor, no hagáis eso, Alteza –dijo Alyssa, soltándose, pero incapaz de evitar que sus labios dibujaran una sonrisa.

La miró burlón, fingiendo una mirada de pena.

–No estropee este momento de esperanza, Alyssa. Es mi único rayo de sol, la primera mujer por debajo del rango de ministro con la que me veo a solas en más de tres semanas. ¡Míreme! –exclamó, agitando los brazos al aire–. Antes tenía una vida. Ahora soy un león enjaulado, haciendo cosas en beneficio de los demás.

Alyssa se quedó paralizada. Parecía atrapada por sus encantos. Al percatarse de que seguía mirándolo, sacudió la cabeza como si despertara de un sueño. Enfadada por el efecto que provocaba en ella, soltó un suspiro antes de hablar.

–¿Castigado con una fortuna y obligado a vivir en un sitio como este? Vaya, debe de ser un infierno para vos, Alteza.

En cuanto aquellas palabras salieron de su boca, Alyssa supo que debía haber mantenido la boca cerrada. La expresión de los ojos de Lysander se endureció.

«¿Por qué demonios he dicho eso? Aunque sea un arrogante, sigue siendo miembro de la realeza. ¿Qué pasará con el pobre niño si me despiden antes incluso de conocerlo?».

–En el último mes he perdido a mi hermano, a mi cuñada y mi libertad.

La voz de Lysander Kahani sonó tan fría como el estremecimiento que Alyssa sintió en todo el cuerpo.

Lo único que podía hacer era disculparse.

–Lo sé y lo siento, Alteza, pero me debo al pequeño Ra’id y…

–Me doy cuenta por el modo en que no me ha dejado terminar lo que estaba diciendo. Iba a decir que recoger todas las piezas que mi hermano dejó es un trabajo a tiempo completo. No debería dejarme tiempo para compadecerme de mí mismo –dijo, y esbozó una extraña sonrisa.

A Alyssa no le gustó el modo en que la había interrumpido, pero al menos había entendido por qué había saltado.

–Al menos cuando me haga cargo de vuestro sobrino, os quitaré un peso de los hombros.

Había estado observando su cuerpo de arriba abajo con cuidado, pero sus palabras lo hicieron detenerse. Volvió a fijar la atención en su rostro.

–Lo dice como si realmente le importara, señorita Alyssa Dene.

–Así es. Estoy aquí para asegurarme de que vuestro sobrino esté bien cuidado y se le críe con atención.

–Y para poner un poco de luz en mi vida –dijo él ampliando su sonrisa–. Podemos empezar por olvidarnos de las formalidades. Ya que vamos a trabajar codo con codo, llámame Lysander.

Alyssa se quedó pensativa. Era una petición bastante normal por parte de los jefes que había tenido, pero viniendo de alguien como Lysander Kahani, podía resultar demasiado informal. Hacía desaparecer una barrera entre ellos y eso no era una buena idea. Sabía que era muy importante mantenerse apartada de aquel hombre para que su juicio no se viera afectado. Lo único que le importaba en aquel momento era ir a conocer al pequeño príncipe Ra’id. Si no era capaz de confiar en ella, ¿cómo iba a confiar en un mujeriego como Lysander? Tener al pobre niño en mente era lo que le impedía poner una excusa y escapar de Combe House. Para bien o para mal, aquel hombre era su nuevo jefe. Tenía que establecer una relación laboral con él y eso requeriría dar y recibir.