Jóvenes - Jesús Martín-Barbero - E-Book

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Jesús Martín-Barbero

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Beschreibung

Jesús Martín-Barbero es conocido como el "maestro" de los estudios sobre Juventud y el gran especialista en cultura popular. Además, es considerado uno de los mayores expertos a nivel internacional en temas de comunicación, unos de los principales fundadores de los estudios comunicacionales y el autor de la "Teoría de la mediación". Es el autor de referencia internacional para los análisis sobre sujetos juveniles y protagonismo social, palimpsestos de identidad, desafíos de la juventud, educación de los jóvenes, mundo digital y transformaciones de la subjetividad. Sus aportes en los estudios sobre la globalización y en la relación entre medios de comunicación y público le han proyectado como uno de los autores más sugestivos y relevantes de la intelectualidad crítica latinoamericana. En las dos últimas décadas, Jesús Martín-Barbero ha recopilado una serie de estimulantes textos sobre los jóvenes, reunidos ahora en este libro. La mayor parte de ellos giran en torno a dos conceptos centrales que el autor utiliza de manera metafórica y que se reflejan en el título. El palimpsesto hace referencia a los antiguos pergaminos y remite a la constante re-escritura y reciclaje que las culturas juveniles hacen del pasado. El hipertexto, por el contrario, nos conduce a las modernas ciberculturas y a las novedosas formas de comunicación a través de las cuales los jóvenes imaginan el futuro. Este uso creativo sobre ambos conceptos ha tenido un gran impacto en los estudios culturales y sobre la juventud en el ámbito iberoamericano.

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© Jesús Martín-Barbero, 2017

© De la edición y presentación: Carles Feixa y Mònica Figueras

© Del prólogo: Néstor García Canclini

© Del epílogo: Rossana Reguillo

© De los textos: Nilda Jacks, Daniela Schmitz y Omar Rincón

Montaje de cubierta: Juan Pablo Venditti

© 2017, Nuevos Emprendimientos Editoriales, S. L., Barcelona

Primera edición: octubre de 2017, Barcelona

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

Preimpresión: Editor Service, S.L.

http://www.editorservice.net

ISBN: 978-84-16737-26-0

Queda prohibida la reproducción parcial o total por cualquier medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, de esta versión castellana de la obra.

Ned Ediciones

http://www.nedediciones.com

Índice

PRESENTACIÓN

Carles Feixa y Mònica Figueras

PRÓLOGO. OTRO CONOCIMIENTO PARA OTRA POLÍTICA

Néstor García Canclini

INTRODUCCIÓN. ENTRE JÓVENES Y ADOLESCENTES

Jesús Martín-Barbero

1 DEL PALIMPSESTO AL HIPERTEXTO

2 JÓVENES, DES-ORDEN CULTURAL Y PALIMPSESTOS DE IDENTIDAD

3 CAMBIOS CULTURALES, DESAFÍOS Y JUVENTUD

4 JÓVENES: COMUNICACIÓN E IDENTIDAD

5 CIUDAD, JÓVENES Y ESCUELA: UNA ESCUELA CIUDADANA PARA UNA CIUDAD-ESCUELA

6 CRISIS IDENTITARIAS Y TRANSFORMACIONES DE LA SUBJETIVIDAD

7 JÓVENES: ENTRE LA CIUDAD LETRADA Y EL MUNDO DIGITAL

8 MEMORIAS JÓVENES, ESTÉTICAS POLÍTICAS Y CIUDADANÍAS MESTIZAS

9 JÓVENES, SOCIEDADES Y TECNICIDADES

10 JÓVENES: UNA CIUDADANÍA DE RAÍCES MÓVILES

SUJETOS JUVENILES Y PROTAGONISMO SOCIAL EN JESÚS MARTÍN-BARBERO

Nilda Jacks y Daniela Schmitz

JESÚS MARTÍN-BARBERO, EL MAESTRO

Omar Rincón

EPÍLOGO

Rossana Reguillo

PRESENTACIÓN

Carles Feixa y Mònica Figueras

El presente libro recopila diez textos sobre los jóvenes escritos por Jesús Martín-Barbero a lo largo de las dos últimas décadas, textos que hasta ahora permanecían dispersos en distintas publicaciones (revistas, capítulos de libro o actas de congresos), algunas de difícil acceso, e incluso algunos eran inéditos. La mayor parte de ellos giran en torno a dos conceptos centrales que el autor utiliza de manera metafórica y que se reflejan en el título: palimpsesto e hipertexto. El primero hace referencia a los antiguos pergaminos reaprovechados mediante nuevas escrituras que no borran completamente las anteriores, y remite a la constante rescritura y reciclaje que las culturas juveniles hacen del pasado. El segundo hace referencia a las técnicas de escritura multidimensional (y multimedia) que surgen con las modernas ciberculturas y remite a las nuevas formas de comunicación digitales a través de las cuales los jóvenes imaginan el futuro. El uso creativo que el autor hace de ambos conceptos ha tenido un gran impacto en los estudios culturales y en los estudios sobre la juventud en el ámbito iberoamericano, por lo que hemos pedido a dos de los referentes en este campo —además de amigos personales del autor— que redactaran el prólogo —Néstor García Canclini— y el epílogo —Rossana Reguillo— precisamente sobre las contribuciones de Martín-Barbero a ambos campos de estudio, que en este libro se hibridan a través de la comunicación.

La mayoría de los textos fueron originalmente conferencias impartidas en distintas ciudades y universidades iberoamericanas. Aunque luego se convirtieron en artículos de revistas o de libros colectivos, conservan el tono oral original, que para los que hemos tenido el privilegio de escuchar en boca del autor, resulta inconfundible, lo que les da fuerza y vigor. Se ha optado por ordenarlos de manera cronológica según la fecha de la publicación original, para poner de manifiesto la evolución del pensamiento del Martín-Barbero (en una nota al pie al principio de cada capítulo se cita la referencia original). No por casualidad la mayor parte se publicaron entre fines de la década de 1990 y principios de la del 2000, coincidiendo con la expansión de la cultura digital y la emergencia de la generación de la red, que constituyen el marco de análisis temporal de los textos.

Tras nuestra presentación y el sugerente prólogo de Néstor García Canclini, el libro se abre con una introducción inédita de Jesús Martín-Barbero —lo último que ha escrito—, en la que explica desde donde fueron pensados, hablados, o escritos dichos textos. A continuación aparecen los dos capítulos centrales que desarrollan las ideas del palimpsesto y del hipertexto: una conferencia de 1996 (que se reproduce en el capítulo 1), y el ensayo seminal publicado en 1998 en el libro colectivo Viviendo a toda. Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades (que se reproduce en el capítulo 2). Los siguientes siete capítulos constituyen aplicaciones de dichos conceptos a la comprensión de los distintos mundos de vida juveniles —la cultura, la comunicación, la educación, el trabajo, la lectura, la memoria, la tecnología—; se basan en encuentros y publicaciones que tuvieron lugar en la década que va del 2000 al 2010. El último capítulo —el 10— es una conferencia pronunciada en 2015 en Medellín, que vuelve al pasado para reconstruir la memoria de la guerra y de la paz en Colombia y para reflexionar sobre el papel de la juventud en la construcción de la ciudadanía. El libro se completa con un artículo de las comunicólogas brasileñas Nilda Jacks y Daniela Schmitz, que analiza de manera muy completa las contribuciones del autor a los estudios sobre juventud y que dialoga con los capítulos del volumen; con un texto de su discípulo y colaborador, el comunicólogo colombiano Omar Rincón, que se centra en las contribuciones del autor a los estudios sobre juventud y comunicación; y finalmente con el Epílogo de una de sus almas gemelas, la antropóloga mexicana Rossana Reguillo.

La tarea de edición de los textos es fruto de un trabajo colaborativo de Carles Feixa y Mònica Figueras, a caballo de la antropología y la comunicación, con la cultura juvenil en el punto de mira. En total hemos seleccionado diez textos que, aunque no son los únicos en los que el autor ha hablado —pues la mayoría fueron inicialmente conferencias— y escrito sobre la juventud, consideramos que son los más significativos. Como criterio general se ha intentado respetar en su integridad la primera versión de los textos incluidos en el volumen, para mostrar la formulación original y su evolución en el pensamiento del autor. Por ejemplo, el capítulo 1 se mantiene íntegro pese a su redacción esquemática porque se trata de la primera formulación de los dos conceptos centrales del libro: palimpsesto e hipertexto; el capítulo 2 también se mantiene íntegro, porque es uno de los más conocidos y citados del autor, pese a que sus ideas fueron reformuladas y reaprovechadas en textos posteriores. En los capítulos siguientes, cuando hay pasajes reiterativos, hemos optado por suprimirlos, incluyendo una Nota de los Editores (NdE) a pie de página, indicando en qué parte del libro pueden encontrarse. En realidad, dichos textos pueden leerse como si fueran hipertextos, pues a través de esos pasajes las ideas centrales remiten unas a otras y provocan diálogos intertextuales.

La mayoría de los textos proviene de las versiones en formato word facilitadas por el autor y en algún caso se han adaptado a partir de publicaciones escaneadas o de transcripción de conferencias, por lo que contenían errores. Hemos optado por adaptar la redacción para hacerla comprensible a un lector internacional, aunque se han mantenido expresiones del castellano de Latinoamérica («computadora» en lugar de «ordenador») y palabras de argot de los dos lugares donde ha vivido (Colombia y México); también se han respetado algunos modismos del autor, como por ejemplo el uso de guiones en algunos sufijos («des-territorizado»); muchas palabras en cursiva, entrecomilladas o incluso en mayúsculas son también del autor.

En cuanto a la bibliografía, se ha unificado el sistema y se han trasladado las citas al pie de página que contenían referencias bibliográficas al final de cada capítulo; así se han reservado las citas al pie para comentarios, referencias al margen o las citadas NdE. En algunos capítulos falta la página de las citas literales, que no hemos podido localizar, pero se ha mantenido el entrecomillado para dejar claro que se trata de referencias textuales; en otros los editores han añadido las obras referenciadas, por lo que puede que en algún caso no sea la correcta.

Creemos que el libro se publica en una coyuntura muy oportuna. En unos momentos en que los Millennials son retratados en base a estereotipos y generalizaciones, caricaturizando en forma idealizada o alarmista el uso y abuso que hacen de las TIC, rescatar el pensamiento precursor de Martín-Barbero, formulado en los albores de la emergencia de la cultura digital, puede ser un antídoto crítico contra toda forma de pensamiento único o de pensamiento débil. Es un honor para la Biblioteca de Infancia y Juventud haber podido recopilar los textos de este autor fundamental, que esperamos tengan un largo recorrido.

Barcelona-Buenos Aires, julio de 2017

PRÓLOGO. OTRO CONOCIMIENTO PARA OTRA POLÍTICA

Néstor García Canclini

Nada más desacertado al encarar este libro que mirarlo como una recolección de textos que empiezan en 1996, o sea que vienen del siglo pasado. Quizá uno se dispone a ver cómo pensaba hace dos décadas un fundador de los estudios comunicacionales, y desde las primeras páginas nos cuenta que en aquellos años se hablaba de los jóvenes como «agentes de la inseguridad»: «pandillas, bandas, parches, asociadas al lumpen, al sicariato, la guerrilla». Los «rituales de violencia y muerte de los jóvenes» junto «a rituales de solidaridad y de expresividad estética»: es lo que se estudia sobre las nuevas generaciones en los años más recientes.

Entonces se me ocurre que habría que escribir con otra lógica el género de las semblanzas con que se anuncia a un conferencista: en qué universidad estudió y en cuál enseña, los títulos de sus libros y sus premios. Está bien: de Martín-Barbero pueden decirse estas cosas, pero habría que comenzar nombrando el país y la ciudad donde fueron concebidas. Colombia era hace dos décadas el futuro de América Latina. En México batallábamos por lograr el tránsito del monopartidismo al multipartidismo, creyendo que de eso dependía llegar a vivir en un país democrático; en Argentina y las naciones del cono sur se averiguaba cómo acabar de salir de las dictaduras y sobrellevar las privatizaciones, el desmantelamiento del Estado, ir hacia el nuevo siglo con agendas políticas adecuadas a los giros tecnológicos y la industrialización de la cultura. Cuando aparecían cerca, con demasiada frecuencia, las violencias que nos alarmaban en Bogotá o Medellín, tendíamos a ver más la diferencia de no tener en nuestros países a las FARC y los paramilitares que a registrar los signos de lo que ya devastaba el futuro de las nuevas generaciones. Cuando las evidencias arreciaban, algunos políticos y periodistas avisaban del riesgo de que México se colombianizara. Pasaron pocos años para que en Argentina y varias sociedades más comenzáramos a temer que se mexicanizaran.

Así como Alonso Salazar fue precursor al explorar de cerca las pandillas urbanas, Jesús percibió que su país daba a los jóvenes el protagonismo trágico y emprendedor que hoy es un lugar común en los estudios sobre ellos. Cada sociedad tuvo o no tuvo sus guerrillas, su transición deficiente desde los autoritarismos a esto en que estamos, pero Colombia anticipó la ruda descomposición que hoy hace dudar en todo occidente de que esta forma de gobierno que aún se llama democracia sea la que nos distinga de otras zonas del mundo. En todas partes estamos aprendiendo que lo que sucede es más complejo y denso que lo que se atribuía a las drogas, las mafias o el desorden posmoderno.

Si Martín-Barbero se dio cuenta en conferencias de 2000 o 2004 de lo que se insinuaba en los usos nuevos de las tecnologías digitales, la desestructuración de lo urbano y la desubicación de las escuelas ante estas mutaciones, fue porque viajó por muchos países donde las señales coincidían y también por la conmoción colombiana que nos incitó a varios mexicanos (notoriamente a Rossana Reguillo) a convencerlo de hacer una pausa en Guadalajara, y porque él y Elvira, después de esa experiencia, sintieron que Bogotá era su hogar y, como hoy es claro para todos, fueron quedando cada vez menos islas.

La identificación de los jóvenes con lo moderno, por la cual ya no son ellos quienes imitan a los adultos sino los adultos los que sueñan con parecerse a los jóvenes, está trabajada en estos textos deslindando sus variaciones. Lo joven es visto como emblema de modernidad «en su sentido fuerte, el de la innovación»; también «en su sentido débil, post o tardo-moderno, de la actualidad y lo actual, que es el que corresponde a la percepción de una realidad aligerada». No se trata sólo de operaciones de mercado, ese gran descifrador del sentido de los cambios. Para comprenderlo hay que explorar, muestra Martín-Barbero, cómo se enlazan la destrucción de la memoria de nuestras ciudades, la acelerada obsolescencia de objetos cotidianos, le hegemonía del cuerpo, la empatía con los juegos de interfaz en los aparatos tecnológicos, la plasticidad camaleónica de las generaciones recientes en los nuevos contextos.

Porque el protagonismo de lo joven se entrelaza con estas transformaciones, la sociedad (quiero precisar: el capitalismo electrónico o informático neoliberal) les devuelve a las generaciones que irrumpen una terca precariedad, los riesgos constantes de la extinción. «Escribiendo desde Colombia no puedo soslayar lo que ese lugar de enunciación implica al haber sido el país en el que por primera vez se adoptó la palabra desechables para nombrar a los jóvenes sicarios».

Otras asociaciones precursoras indagadas por Jesús están en estas páginas: la combinación del anonimato urbano y los flujos comunicacionales, las tareas de las escuelas ante las ciudadanías mestizas, los jóvenes como exploradores de lo que viene en un planeta que ahora vive por primera vez el sentimiento de ausencia de futuro. Y, por supuesto, que «si la televisión atrae es porque la calle expulsa, es de los miedos que viven los medios».

¿Cómo se forma este pensamiento de las paradojas? Además del procedimiento de hacerse cargo de tensiones incómodas, nutriéndose en autores de varios países y disciplinas. Manuel Castells junto a Jacques Rancière, Beatriz Sarlo cerca de María Teresa Uribe, Margaret Mead y en seguida Carlos Monsiváis o Michel Foucault. La vecindad entre ellos está pensada sin ocultar las divergencias. ¿Enciclopedismo del filósofo que se nutre en todos los saberes? Más bien, otro modo de reflexionar indisciplinadamente, pero con el rigor y la perspicacia aprendido en la filosofía y la semiótica. Los riesgos aumentan cuando no se trata sólo de hacer conversar a departamentos universitarios encantados de desconocerse, sino de reconocer también saberes habitualmente desvalorizados: los de las músicas y las creencias populares, los provistos por el juego con las imágenes y no sólo por la cultura letrada.

¿Los jóvenes ya no leen? No es así, dice Martin-Barbero. Lo que ocurre es que quienes hicimos ciencia como si se tratara de «traducir/sustituir el mundo cualitativo de las percepciones sensibles por la cuantificación y la abstracción lógico-numérica» llegamos al punto en que se necesita reincorporar al saber el valor informativo de lo sensible y lo visible. Los jóvenes expandieron la capacidad de leer de los libros a la publicidad, el comic, el videoclip y el hipertexto.

Destaco unos fragmentos de las contribuciones de este autor para celebrar que por fin se reúnan en un libro. Permite compendiar lo que iluminó sobre la condición joven y al mismo tiempo las muchas entradas con que habilitó un pensamiento entre disciplinas. ¿Es necesario recordar que esta reformulación en los modos de conocer y comunicar lo que hacemos en las islas universitarias es indispensable, una de las condiciones primeras, para hacer política y una sociedad donde los jóvenes —y tantos más— no sigan tratados como desechos, para que entendamos qué puede ser la democracia en vez de esta confusión de violencias?

Ciudad de México, julio de 2017

INTRODUCCIÓN. ENTRE JÓVENES Y ADOLESCENTES

Jesús Martín-Barbero

Nuestro pensamiento nos ata todavía al pasado, al mundo tal como existía en la época de nuestra infancia y juventud. Nacidos y criados antes de la revolución electrónica, la mayoría de nosotros no entiende lo que ésta significa. Los jóvenes de la nueva generación, en cambio, se asemejan a los miembros de la primera generación nacida en un país nuevo. Debemos aprender junto con los jóvenes la forma de dar los próximos pasos. Pero para proceder así debemos reubicar el futuro. A juicio de los occidentales el futuro está delante de nosotros. A juicio de muchos pueblos de Oceanía el futuro reside atrás, no adelante. Para construir una cultura en la que el pasado sea útil y no coactivo, debemos ubicar el futuro entre nosotros, como algo que está aquí, listo para que lo ayudemos y protejamos antes de que nazca, porque de lo contrario sería demasiado tarde.

Margaret Mead

Lo que estamos viendo no es simplemente otro trazado del mapa cultural —el movimiento de unas pocas fronteras en disputa, el dibujo de algunos pintorescos lagos de montaña— sino una alteración de los principios mismos del mapeado. La situación es fluida, plural, descentrada. Las cuestiones no son ni tan estables ni tan consensuales, y no parece que vayan a serlo pronto. El problema más interesante no es cómo arreglar todo este enredo sino qué significa todo este fermento.

Clifford Geertz

El intercambio es bastante revelador de los supuestos que juegan en el cruce de la música y las identidades juveniles: desde el punto de vista de las clases medias habría una realidad de desorden, suciedad, propia de los que escuchan cierta música y tienen cierta pertenencia social. Y si en el intercambio de mensajes que estamos analizando la referencia se hace en relación explícita al rock escuchado en los sectores populares, y sobre todo a la realidad social que ese rock espeja y retrata, algo semejante ocurre con las manifestaciones de jóvenes de clases medias que admiten cualquier tipo de música, menos la cumbia. Más allá de lo que se elige como género enemigo se antagoniza socialmente a través de su denostación. Desde el punto de vista de las clases populares ciertas preferencias y evaluaciones musicales revelan una orientación moral y social.

Pablo Semán y Pablo Vila

1. ¿Cuándo y por qué comencé a interesarme en la vida de los jóvenes hasta el punto de volvérseme un estratégico campo de investigación, casi obsesivo, durante bastantes años? La respuesta no la tengo clara pero lo cierto es que bien pronto en la juventud encontré una veta clave de comprensión de los cambios que atravesaba la sociedad entera. Y ello hasta el punto de que fue esa trama la que me abrió conexiones tanto en lo que para mí empezaban a significar los medios como en la otra dimensión más larga y ancha de las mediaciones sociales, culturales y políticas. Y fue esa doble entrada al campo-de-la-comunicación lo que me suscitó las más arriesgadas preguntas, las que transformaron el tema de los jóvenes en una de las vetas más preciosas tanto de los programas de mis cursos como de las pistas que me iban abriendo a la investigación.Una investigación a la que me llevó, casi de la mano, Margaret Mead: «Cultura prefigurativa es aquella en que los pares reemplazan a los padres instaurando una ruptura generacional, que es la que vivimos hoy, sin parangón en la historia, pues señala un cambio en la naturaleza misma del proceso: hombres de tradiciones culturales muy diversas emigran en el tiempo, inmigrantes que llegan a una nueva era: algunos como refugiados y otros como proscritos, pero todos compartiendo las mismas leyendas y sin modelos para el futuro». Pues el futuro había escogido otro modo de manifestarse, incluso para mí.

Fueron los jóvenes colombianos con los que aprendí a descifrar la temporalidad moderna: aquella en la que la dinámica y el peso de la historia se hallan enteramente volcados hacia el futuro en detrimento del pasado. Y es a Walter Benjamin al que debo el haberme alertado pioneramente del agujero negro que succionaba a esa temporalidad: «La representación de un progreso del género humano en la historia es inseparable de la representación de la prosecución de ésta a lo largo de un tiempo homogéneo y vacío». La experiencia de ese «tiempo homogéneo y vacío» fue la que Gianni Vattimo develó después como el ahora de la propia sociedad tardomoderna: la del progreso convertido en rutina por hallarse «fisiológicamente ligado a la supervivencia del sistema, haciendo que la novedad no tenga ya nada de revolucionario ni turbador». Estamos anclados en un progreso vacío cuya realidad se confunde con la apariencia del cambio que producen las imágenes. Hasta Martin Heidegger habló de ligazón de la técnica con un mundo que se constituye en imágenes, y Vattimo lo recalcaría planteando que «el sentido en que se mueve la tecnología ya no es tanto el dominio de la naturaleza por las máquinas sino el específico desarrollo de la información y la comunicación del mundo como imagen».

2.Fue en París en el otoño del año 69, a medias entre el entusiasmo y la resaca del mayo del 68. Trabajaba yo en Bruselas y estudiaba en Lovaina, pero en los fines de semana me escapaba con frecuencia a respirar el aire aun libertario de las avenidas con huecos que habían dejado las barricadas de adoquines construidas por los estudiantes en su afán de cambiar al mismo tiempo el mundo y la vida: pues «la barricada cierra la calle pero abre el camino», que se hace al andar, que esel vivir. Y en los sótanos de la librería Maspero, entre periódicos y boletines de todas las guerrillas y movimientos subversivos del mundo, desde Angola a Camboya pasando por Bilbao y Montevideo, encontré un pequeño libro «rojo» de un tal Walter Benjamin, editado por la propia Maspero: Essais sur Bertolt Brecht.

Salí a la calle buscando una silla en un café, y cuando me senté me topé con «L’auteur comme producteur», una conferencia dictada por Benjamin en París el año 1934. Trabajaba yo entonces en una tesina de maestría sobre el debate marxista en «Occidente» —Adam Schaff, Karel Kosic, Louis Althusser y Lucien Goldmann— cuando en el texto de W. Benjamin era donde habitaba el verdadero otro marxismo, el más otro de todos ya que en una conferencia para obreros había afirmado «en lugar de preguntarse cuál es el lugar de una obra frente a las relaciones de producción de una época [...] yo quiero proponeros una pregunta: ¿cuál es su lugar en esas relaciones?».

El desplazamiento de la mirada crítica propuesto por W. Benjamin fue de 180 grados, y del afuera al adentro, de lo que la obra dice acerca de las relaciones de producción a los procesos de construcción de la obra, y su específica función en la transformación de las relaciones sociales. ¡Y eso dicho y escrito en el año 1934! Era «el derecho a la existencia del poeta en el socialismo» que, para W. Benjamin, era el derecho a su autonomía. Y una autonomía ligada ya no a la ideología sino a la técnica, como mediación capaz de superar la estéril oposición entre fondo y forma. La libertad de pensar, según W. Benjamin, iba aún mucho más lejos: se trataba de liberase de las «ideas hechas» sobre las formas y los géneros literarios a finde liberar las energías literarias de la época, pues «nos hallamos en el corazón de un enorme proceso de refundición de las formas de literatura, en el que numerosas oposiciones —desde las cuales estamos habituados a pensar— pueden estar perdiendo vigencia».

3. De regresoa mi análisis sobre los cambios de vida entre los jóvenes me topé con el chileno Martín Hopenhayn, que planteaba una educación expandida por el ecosistema comunicativo y rearticulando el lugar de la escuela desde tres objetivos: formar recursos humanos, construir ciudadanos y desarrollar sujetos autónomos. En primer lugar, la educación no puede seguir de espaldas a las transformaciones del mundo del trabajo, de los nuevos saberes que la producción moviliza, de los nuevas figuras que recomponen aceleradamente el campo y el mercado de las profesiones. No se trata de supeditar la formación a la adecuación de recursos humanos para la producción, sino de que la escuela asuma los retos que la innovaciones tecno-productivas y laborales le plantean al ciudadano en términos de nuevos lenguajes y saberes. Pues sería suicida para una sociedad alfabetizarse sin tener en cuenta el nuevo país que productivamente está apareciendo.

En segundo lugar, construcción de ciudadanos significa que la educación tiene que enseñar a leer ciudadanamente el mundo, es decir tiene que ayudar a crear en los jóvenes una mentalidad crítica, cuestionadora, desajustadora de la inercia en que la gente vive, desajustadora del acomodamiento en la riqueza y de la resignación en la pobreza. Es mucho lo que queda por movilizar desde la educación para renovar la cultura política, de manera que la sociedad no busque salvadores sino genere sociabilidades para convivir, concertar, respetar las reglas del juego ciudadano, desde las de tráfico hasta las del pago de impuestos.

Y en tercer lugar la educación es realmente moderna en la medida en que sea capaz de desarrollar sujetos autónomos. Frente a una sociedad que masifica estructuralmente, que tiende a homogenizar incluso cuando crea posibilidades de diferenciación, la posibilidad de ser ciudadanos es directamente proporcional al desarrollo de sujetos autónomos, es decir de gente libre tanto interiormente como en sus tomas de posición. Y libre significa gente capaz de saber leer la publicidad y para qué sirve, y no dejarse masajear el cerebro, gente que sea capaz de tomar distancia del arte de moda, de los libros de moda, gente que piense con su cabeza y no con las ideas que circulan a su alrededor.

Esa reflexión me llevó a pensar que el sentido del rechazo entre los jóvenes a dejarse representar debe a la desafección ideológica hacia unas instituciones políticas lastradas por una verdadera incapacidad de representación de la diferencia en el discurso que denuncia la desigualdad. La transferencia del sentido de la democracia desde el ámbito de lo político al ámbito de lo social responde a sus miedos y deseos: la salud, el empleo, la sexualidad. La democracia está necesitada de hablar otros idiomas: el del cuerpo, la salud, el sexo, la subjetividad y la pareja. Y también de la inseguridad colectiva reavivando la necesidad de pertenencia que empuja «en comunidad» estética, barrial o del parche. Pues la gente no puede vivir sin un mínimo de pertenencia y reconocimiento. Ser ciudadano tiene que ver hoy mucho menos con votar y mucho más con ser capaz de asociarse con los vecinos del barrio para reclamar derechos, hacer demandas y defender sus propios estilos de vida.

4. Los adolescentes entre las nuevas generaciones, perciben y asumen la relación socialcomo una experiencia que pasa básicamente por su corporeidad y su sensibilidad, ya que es a través de esa experiencia como ellos —que en su mayoría hablan muy poco con sus padres— les están diciendo muchas cosas a los adultos a través de otros idiomas: losdel vestirse, tatuarse y adornarse, o los de enflaquecerse conforme a los modelos de cuerpo que les propone la sociedad a través de la moda y la publicidad. No son sólo las mujeres pues hoy millones de adolescentes en el mundo sufren gravísimos trastornos orgánicos y psíquicos de anorexia y bulimia. Y mientras la sociedad lo que les exige es que se hagan cargo de sí mismos aunque lo que necesiten sea una mínima claridad sobre su futuro laboral o profesional.

De ahí que los adolescentes se muevan entre el rechazo a la sociedad y su refugio en la fusión tribal. Millones a lo largo del mundo se juntan sin hablar, sólo para compartir la música que los conecta, que los permite estar juntos a través de la empatía corporal que ella genera. Y hay una palabrita que hoy denomina una droga, el éxtasis, convirtiéndose en la metáfora de su situación extática, que es el estar fuera de sí, fuera del yo que le asigna la sociedad y que los jóvenes se niegan a asumir. No porque sean unos desviados sociales sino porque sienten que la sociedad no tiene derecho a pedirles una estabilidad emocional que entre los propios adultos escasea cada día más. Pero tanto el trabajo como la escuela atraviesan una fuerte incapacidad a la hora de hacerse cargo de esa inestabilidad. Lo que está ahí hoy es una ladina corrupción que se presenta bajo las trampas del vacío ideológico, la ausencia de densidad simbólica de los partidos y la incapacidad de convocar. Con demasiada frecuencia el ejemplo que los adolescentes reciben de las generaciones mayores en cuestiones de ética, fidelidad o solidaridad es, por decir lo menos, decepcionante.

La contradicción no puede ser más evidente: mientras el sujeto emerge hoy de un entorno fuertemente imaginal y emocional, la casa, y sobre todo la escuela, se aferran a una racionalidad que, a nombre del principio de realidad, expulsa el cuerpo en el momento de mayor sensibilidad. De ahí que el mundo donde el sujeto adolescente habita sea mayormente el del grupo de pares, la pandilla, el parche,1 o el ghetto y la secta que conectan frecuentemente con el mundo de la droga. Desde ahí nos miran y oyen unos sujetos íntima y corporalmente mediado por sus interacciones desde y con la tecnología.

Se trata de un sujeto ya no pensable de adentro para afuera sino al revés, de afuera para adentro. Un sujeto tanto más formado cuanto más densa y fuerte sea la trama de las interacciones que mantiene con otros sujetos. Y es en esa trama de interacciones donde las mediaciones tecnológicas revelan su potencial: la tendencia de los adolescentes al ensimismamiento ha encontrado en las redes su mundo más propio donde, a la vez que los conecta fomenta una adicción que los aísla. Algo de cierto hay en esos temores, algo dicen de ciertas tendencias, pero lo que revelan las investigaciones sobre los usos que los jóvenes hacen del computador muestran otro panorama. Y me baso la investigación que durante un año dirigí en Guadalajara sobre «Los usos jóvenes de Internet». En ella ni la adicción, ni el aislamiento, ni la pérdida del sentido de la realidad eran la tendencia. Los adolescentes que usan frecuentemente internet siguen igualmente frecuentando la calle, gozando la fiesta de fin de semana y prefiriendo la compañía al aislamiento. Hay una cierta adicción, pero eso no constituía un peligro fuerte, y desde luego no era esa la pasión por la que se muere sino por otras bien distintas. Un ejemplo, entro mucho otros de la sociabilidad no perdida: muchachos que tienen computador en casa y sin embargo van al cibercafé a ver ciertos programas y jugar porque es allí donde pueden compartir los hallazgos de la navegación y las aventuras del juego con los amigos presentes.

5. Bogotá-Jóvenes. «Su situación es crítica: principales víctimas de homicidio y accidentes, de suicidios; con poco acceso a la educación superior, vinculados a bandas criminales. Urge una atención integral para ellos, sobre todo para que dejen de seguir siendo vistos como sinónimo de problemas cuando no lo son»(periódico El Tiempo, 29/07/17).

Esa nota es real y le pone telón, nunca más de-fondo, a la vida y milagros de miles de niños, adolescentes y jóvenes que habitan Colombia, uno de los países más trastornados del mundo hoy y ahora, cuando está comenzando a salir de una guerra civil de más de cincuenta años. Y por eso esta pregunta de entrada: ¿qué tiene que cambiar en el sistema educativo para que los niños y adolescentes (en la Colombia de hoy) puedan comprender e interiorizar lo que su país está viviendo tanto en la superficie (léase la política) como en el fondo-de-la vida social y cultural?

Pero aquí sólo me referiré a la necesidad vital que tiene ese país de una escuela que asuma esa palabra no como un simple tema de —tarea después de unas conferencias— sino como la veta transversal de todas las asignaturas. Y más aún: que la figura del país sea la que le ponga fondo a la mayoría de los trabajos escolares. Pero para que eso sea posible necesitaríamos poder reconstruir la figura misma de un maestro que dicta sus clases pegado a unas fórmulas que le vienen ya listas del Ministerio de Educación.

Este es el momento más propicio que haya tenido Colombia en toda su historia para replantear la relación Escuela/Estado no sólo en términos salariales sino pedagógicos. Lo que ha venido a plantear la verdadera pregunta-del-millón: ¿cómo pueden los niños y jóvenes acceder a una comprensión de su país que les capacite, al menos básicamente, para ayudar a cambiarlo?

Pues hoy es el lugar mismo de la cultura en la sociedad lo que cambia cuando la mediación tecnológica de la comunicación ha dejado de ser meramente instrumental para convertirse en estructural. Fue el antrópologo francés André Leroi-Gourhan quien usó por primera vez la palabra tecnicidad para denominar a la técnica que hace sistema con todas las otras relaciones como las relaciones de parentesco o las que entrelazan los mitos con los ritos, y viceversa.

Es así como la tecnología hoy remite, mucho más que a la novedad de unos aparatos, a nuevos modos de percepción y de lenguaje, a nuevas sensibilidades y escrituras. Y la pregunta por la técnica se nos vuelve cada día más crucial en la medida en que la diversidad cultural de las técnicas, persistentemente testimoniada por los antropólogos, se enfrenta hoy a una tecnicidad-mundo que opera como conector universal en lo global. Una tecnicidad-mundo que ha entrado a trastornar las condiciones mismas de lo que Marx llamara la «producción social», esto es la producción que atañe no sólo al mundo de los objetos sino también de los sujetos y al lazo social que los une. Estamos entonces no ante meros avatares de la tecnicidad que atañen no sólo a las estructuras de la economía sino también a las estratégicas dinámicas de la cultura y a los cambios de sentido que trastornan la vida política.

Es por eso que la reflexión sobre los nuevos sentidos de pertenencia en tiempos de globalización trae al primer plano la paradógica relación entre lo que la mutación tecnológica está pasando a significar en términos culturales y el proceso inverso que atraviesa la política. Pues mientras la tecnología, que durante siglos fue tenida por un mero instrumento, ha pasado a convertirse en razón, y en dimensión constitutiva de los cambios socioculturales, la política ha sufrido el proceso inverso: el de «la pérdida de densidad simbólica» (Paul Ricoeur), que es la pérdida de su capacidad de convocarnos y mantenernos juntos.

6. ¡Bienvenidos al caos! o cuando aún el progreso no nos permite pensar la mutación. Lo que agrava más fuertemente la incertidumbre del presente en que vivimos es la dificultad de nuestras sociedades para asumir que convivimos con una mutación que ha comenzado a transtornar nuestra experiencia del tiempo pues liquida la concepción moderno-hegemónica de un tiempo en secuencia lineal ininterrumpida. Se trata de una concepción compartida por derechas creyentes e izquierdas ateas con la misma convicción ya que se apoya o en la divina providencia o en la más secular de las utopías. Walter Benjamin fue el primero en desafiar esa concepción oponiéndole la tarea de «hacer obrar la experiencia de la historia» mediante «una conciencia del presente que haga deflagrar la continuidad histórica» pues «esa continuidad en la historia no existe sino para los vencedores. Y ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo, si éste vence. Y este enemigo no ha cesado de vencer».

Necesitamos no sólo repensar sino re-hacer el sentido del presente como el tiempo-ahora: esa chispa que conecta el pasado con el futuro, o sea todo lo contrario de nuestra instantánea y aletargada actualidad. El presente es un ahora desde el que nos es posible des-atar el pasado amarrado pues «en él están vivas la confianza, el coraje, el humor y la astucia actuando retroactivamente desde la lejanía de los tiempos» (W. Benjamin). Un replanteamiento radical frente al historicismo, esa ilusa concepción que cree posible resucitar la tradición precisamente porque su fe reside en su contrario, en el progreso que convierte a la historia en «un tiempo homogéneo y vacío».

La memoria que se hace cargo de la tradición no es la que nos traslada a un tiempo inmóvil sino la que hace visibles los destiempos, o sea la que hace presente un pasado que nos desestabiliza. Es la tarea enunciada por Nelly Richard de sacar a flote el montaje de fragmentos y residuos, de arcaismos y modernidades, de los que está hecha nuestra modernidad, cuando en lugar de sucesividad lineal la historia es pensada como «combinatoria de tiempos y secuencias, alternación de pausas y vueltas atrás, anticipación de finales y salto de comienzos». Esto es, la historia como desorganización/reorganización del tiempo que libera las narraciones de su sumisión al progreso posibilitando nuevas, inéditas formas de relación con el pasado, o mejor, con los diversos pasados de que estamos hechos.

NOTA de AGRADECIMIENTO: Este collage de textos entrelazados en libro no puede terminar sin que haga explícito mi agradecimiento más sincero y real a todos los que han colaborado en su publicación: empezando por Carles Feixa quien ideó el libro y lo ha labrado con un montón de horas de trabajo y una fabulosa paciencia. A Néstor García Canclini por un prólogo tan actualizador y abridor, y a Rossana Reguillo por un epílogo que entrevera milagrosamente recuerdos y futuros.

Y a Elvira, Alejandro y Olga por la paciente canción con la que me han ayudado, día tras día, a llegar hasta el hoy de mi epílogo.

Bogotá, agosto de 2017

Notas:

1. El grupo, la pandilla (NdE).

1 DEL PALIMPSESTO AL HIPERTEXTO2

Tanto en el terreno de los cambios socioculturales como en el teórico la comunicación se ha convertido en eje de los nuevos modelos de sociedad. A partir de las transformaciones tecnológicas, la información aparece como espacio de punta de la modernización —productiva, administrativa, educativa—, y se enfrenta a la «orfandad epistemológica» dejada por la crisis de los paradigmas de la producción y la representación. La razón comunicativa (Habermas, 1987, 1989) se convierte en eje de las dimensiones liberadoras que aún guarda la modernidad: clave de la renovación del análisis de la acción social, de su agenda y la reformulación de la teoría crítica. Aún más beligerantemente desde la otra vertiente —la que enuncia la crisis y anuncia la formación del sensorium posmoderno—, el relevamiento de la estructura comunicativa de la sociedad aparece ligado a la comprensión del cambio en las condiciones del saber (Lyotard, 1984). Un cambio marcado por la apertura de un horizonte ilimitado de exploración y ruptura con la razón «moderna», ambiciosa de unidad; por la asunción del «irreductible carácter local de los discursos» y de la naturaleza operativa del conocimiento científico; por su ocuparse de inestabilidades; por su producirse y ordenarse como información.

Pertenece también a ese orden de cambios la revalorización de las prácticas y las experiencias en la emergencia de un saber mosaico, hecho de objetos móviles y fronteras difusas, de intertextualidades y bricolajes. Si ya no se escribe ni se lee como antes es porque tampoco se puede ver ni representar como antes. Y ello no es reducible al hecho tecnológico, pues «es toda la axiología de los lugares y las funciones de las prácticas culturales de memoria, de saber, de imaginario y creación la que hoy conoce una seria reestructuración»: la visualidad electrónica ha entrado a formar parte constitutiva de la visualidad cultural, ésa que es a la vez entorno tecnológico y nuevo imaginario «capaz de hablar culturalmente —y no sólo de manipular tecnológicamente—, de abrir nuevos espacios y tiempos para una nueva era de lo sensible» (Renaud, 1990). La del enlace de la televisión con el computador, el videojuego y el hipertexto multimedia en «un aire de familia que vincula la variedad de pantallas que reúnen nuestras experiencias laborales, hogareñas y lúdicas» (Ferrer, 1995).

Hablar de pensamiento visual puede resultar demasiado chocante a los racionalistas y ascéticos oídos que aún ordenan el campo del saber. Y sin embargo hace ya tiempo que Foucault (1966, 1971) señaló los dos dispositivos —economía discursiva y operatividad lógica— que movilizan la nueva discursividad constitutiva de la visibilidad, la lógico-numérica. Estamos ante el surgimiento de «otra figura de la razón» (Renaud, 1995) que exige pensar la imagen, por una parte, desde su nueva configuración sociotécnica: el computador no es un instrumento con el que se producen objetos, sino un nuevo tipo de tecnicidad que posibilita el procesamiento de informaciones y cuya materia prima son abstracciones y símbolos, lo que inaugura una nueva aleación de cerebro e información, que sustituye a la del cuerpo con la máquina; y, por otra parte, desde la emergencia de un nuevo paradigma del pensamiento que rehace las relaciones entre el orden de lo discusivo (la lógica) y de lo visible (la forma), de la intelegibilidad y la sensibilidad. El nuevo estatuto cognitivo de la imagen se produce a partir de su informatización, esto es, de su inscripción en el orden de lo numerizable, que es el orden de cálculo y sus mediaciones lógicas: número, código, modelo. Inscripción que no borra la figura ni los efectos de la imagen pero hace que esa figura y efectos remitan ahora a una economía informacional que reubica la imagen en las antípodas de la ambigüedad estética y la irracionalidad de la magia o la seducción. El proceso que ahí llega entrelaza un doble movimiento. El que prosigue y radicaliza el proyecto de la ciencia moderna—Galileo, Newton— de traducir/sustituir el mundo cualitativo de las percepciones sensibles por la cuantificación y la abstracción lógico-numérica, y el que reincorpora al proceso científico el valor informativo de lo sensible y lo visible. Un nueva episteme cualitativa abre la investigación a la intervención constituyente de la imagen en el proceso del saber: arrancándola a la sospecha racionalista, la imagen es percibida por la nueva episteme como posibilidad de experimentación/simulación, que potencia la velocidad del cálculo y permite inéditos juegos de interfaz, esto es, de arquitecturas de lenguajes. Virilio (1989) denomina «logística visual» a la remoción que las imágenes informáticas hacen de los límites y funciones tradicionalmente asignados a la discursividad y la visibilidad, a la dimensión operatoria (control, cálculo y previsibilidad), la potencia interactiva (juegos de interfaz) y la eficacia metafórica (traslación del dato cuantitativo a una forma perceptible: visual, sonora, táctil). La visibilidad de la imagen deviene legibilidad (Carrascosa, 1992), permitiéndole pasar del estatuto de «obstáculo epistemológico» al de mediación discursiva de la fluidez (flujo) de la información y del poder virtual de lo mental.

Más que un conjunto de nuevos aparatos, de maravillosas máquinas, la comunicación designa hoy un nuevo sensorium (Benjamin, 1980): nuevos modos de percibir, de sentir y relacionarse con el tiempo y el espacio, nuevas maneras de re-conocerse y de juntarse que los adultos tienden a desvalorizar convencidos de que los cambios que viven los jóvenes son, como lo fueron siempre, «una fiebre pasajera