La justicia curricular - Jurjo Torres Santomé - E-Book

La justicia curricular E-Book

Jurjo Torres Santomé

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Beschreibung

Educar implica ayudar a alumnos y alumnas a que construyan su propia visión del mundo sobre la base de una adecuada organización de la información con la que puedan comprender cómo las sociedades y los distintos colectivos sociales han alcanzado los grandes logros políticos, sociales, culturales y científicos, y cuáles son los que hoy se están consiguiendo. Las instituciones escolares tienen el encargo político de educar; en consecuencia, pueden y deben desempeñar un papel mucho más activo como espacio de resistencia y de denuncia de los discursos y prácticas que en el mundo de hoy continúan legitimando diferentes modalidades de discriminación. A lo largo de los distintos capítulos de este libro se ofrece un minucioso análisis de las principales transformaciones que están aconteciendo en la actualidad, pero con la mirada puesta en las repercusiones, condiciones, obligaciones y dilemas que cada una de ellas plantea a los sistemas educativos y, por tanto, al trabajo que la sociedad encomienda a las instituciones escolares. La justicia curricular es el resultado de analizar críticamente los contenidos de las distintas disciplinas y propuestas de enseñanza y aprendizaje con las que se pretende educar a las nuevas generaciones. Obliga a tomar conciencia para que cuanto se decida y realice en las aulas sea respetuoso y atienda a las necesidades y urgencias de todos los colectivos sociales. Un proyecto curricular justo tiene que ayudar a las ciudadanas y ciudadanos más jóvenes y especialmente a los que pertenecen a los colectivos sociales más desfavorecidos, a verse, analizarse, comprenderse y juzgarse en cuanto personas éticas, solidarias, colaborativas y corresponsables de un proyecto más amplio de intervención sociopolítica destinado a construir un mundo más humano, justo y democrático Jurjo Torres Santomé es Catedrático de Universidad de Didáctica y Organización Escolar en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de A Coruña.

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Jurjo TORRES SANTOMÉ

La justicia curricular

El caballo de Troya de la cultura escolar

Ediciones Morata, S. L.

Fundada por Javier Morata, Editor, en 1920

C/ Mejía Lequerica, 12 28004 MADRID

[email protected] www.edmorata.es

La justicia curricular

El caballo de Troya de la cultura escolar

Por

Jurjo TORRES SANTOMÉ

© Jurjo TORRES SANTOMÉ

Esta obra ha sido publicada con una subvención de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura para su préstamo público en Bibliotecas Públicas, de acuerdo a lo previsto en el artículo 37.2 de la Ley de Propiedad Intelectual.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

© EDICIONES MORATA, S. L. (2012)

Mejía Lequerica, 12. 28004 Madrid

www.edmorata.es [email protected]

Derechos reservados

ISBN: 978-84-7112-697-9

Compuesto por: Sagrario Gallego Simón

Cuadro de la cubierta: Composición suprematista, 1923 por Ilyá CHASHNIK. Óleo sobre lienzo. 183 × 112 cm. Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid. Reproducido con autorización

Contenido

Portada

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Introducción

CAPÍTULO PRIMERO: Siglo XXI: Revoluciones del presente y conocimientos necesarios para entender y participar en la sociedad

1. Revolución de las tecnologías de la información

2. Revolución en las comunicaciones

3. Revoluciones científicas

4. Revolución en la estructura de las poblaciones de las Naciones y Estados

Construcción de la marginalidad y pánico moral

La contribución del sistema educativo a la “desruralización”

5. Revolución en las Relaciones Sociales

6. Revoluciones económicas

Pero hay alternativas a la globalización neoliberal

La educación en un contexto de economía neoliberal

7. Revoluciones ecologistas

Los sistemas educativos y la educación ecológica

8. Revoluciones políticas

La formación política de la ciudadanía

9. Revoluciones estéticas

10. Revolución en los valores

11. Revolución en las relaciones laborales y en el tiempo de ocio

12. Revoluciones educativas

Los intereses ocultos de los diferentes diagnósticos de lo que acontece en las aulas

La OCDE como vigía de las políticas educativas

La definición y localización de “buenas prácticas”

¿Qué significa educar, hoy?

CAPÍTULO II: La finalidad de los contenidos escolares. Intervenciones curriculares inadecuadas

Intervenciones curriculares inadecuadas

1. Segregación

Agrupamientos y contenidos escolares por sexos

Agrupamientos y contenidos escolares por etnias

Agrupamientos y contenidos escolares por clases sociales

Agrupamientos y contenidos escolares por capacidades

2. Exclusión

Culturas silenciadas

3. Desconexión

“El día de ...”

Asignaturización

4. Tergiversación

Naturalización

Estrategia “ ni ... ni”

5. Psicologización

6. Paternalismo y Pseudotolerancia

Tratamiento Benetton

7. Infantilización

Waltdisneización

Currículum de turistas

8. Como realidad ajena o extraña

9. Presentismo - Sin historia

Algunos obstáculos para una educación anti-discriminación

CAPÍTULO III: Los centros escolares y las familias en las sociedades democráticas

La familia y su implicación en las instituciones escolares

Modelos de relación entre instituciones escolares y familias

Propuesta de Decálogo para Instituciones Escolares del siglo XXI

CAPÍTULO IV: Instituciones escolares en el marco de sociedades educadoras: La necesidad de estructuras flexibles y de vertebración entre actividades escolares y extraescolares

Recursos educativos de la comunidad e instituciones de enseñanza

Bibliografía

Otras obras sobre Política educativa y reformas educativas

Jurjo TORRES SANTOMÉ

A Montse y a Hoki

Prior to and during World War II, Hitler’s genocidal Nazi party used variations

on the triangle to identify citizens and concentration camp prisoners

according to religion, ideology, sexual preference and numerous

other categories.

Some of the symbols were:

Yellow on Yellow (Star of David): Jew

Pink triangle: Homosexual

Brown: Gypsies

Purple: Jehovah’s Witnesses

Red: German Political Prisoners Communist

Black: Vagrants and lesbians

Green: Habitual criminals

Blue: Emigrants

Introducción

“Primero vinieron por los comunistas,

y no dije nada porque yo no era comunista.

Luego vinieron por los sindicalistas,

y no dije nada porque yo no era sindicalista.

Luego vinieron por los judíos,

y no dije nada porque yo no era judío.

Luego vinieron por mí, pero para entonces

ya no quedaba nadie para protestar”

Martin Niemöller (1892-1984)

La justicia curricular es el resultado de analizar el currículum que se diseña, pone en acción, evalúa e investiga tomando en consideración el grado en el que todo lo que se decide y hace en las aulas es respetuoso y atiende a las necesidades y urgencias de todos los colectivos sociales; les ayuda a verse, analizarse, comprenderse y juzgarse en cuanto personas éticas, solidarias, colaborativas y corresponsables de un proyecto más amplio de intervención sociopolítica destinado a construir un mundo más humano, justo y democrático.

Comprometerse con una educación crítica y liberadora obliga a investigar en qué medida los objetivos, contenidos, materiales curriculares, metodologías didácticas y modelos de organización escolar son respetuosos con las necesidades de los distintos colectivos sociales que conviven en cada sociedad. Requiere indagar si las interacciones personales en las aulas y en el centro escolar, así como los modelos de participación están condicionados por prejuicios y falsas expectativas; si las estrategias de evaluación sirven para diagnosticar cuanto antes los problemas y mantenernos alerta ante las dificultades que tiene cada estudiante, pero en especial las de aquellos que pertenecen a colectivos sociales en situaciones de riesgo, o a minorías que sufren toda clase de marginaciones. De igual manera, exige juzgar el grado en que las teorías educativas que subyacen en las propuestas curriculares con las que se trabaja, son el resultado de tener en cuenta las voces de los “otros”, sus necesidades, perspectivas y esperanzas.

A lo largo de los distintos capítulos de este libro iré tratando de ofrecer un análisis de las doce principales transformaciones que están aconteciendo en la mayoría de los países desarrollados en la actualidad, pero con la mirada puesta en las tensiones, repercusiones, condiciones, obligaciones y dilemas que cada una de ellas plantea a los sistemas educativos y, por tanto, al trabajo que la sociedad encomienda a las instituciones escolares.

Referirse a la justicia curricular compromete a considerar las necesidades del presente para seguidamente analizar críticamente los contenidos de las distintas disciplinas y las propuestas de enseñanza y aprendizaje con las que se pretende educar y preparar para la vida a las nuevas generaciones. Meta que, lógicamente, preocupa a aquel profesorado comprometido con el empoderamiento de los colectivos sociales más desfavorecidos y, por tanto, con la construcción de un mundo mejor y más justo.

Todavía en la actualidad en nuestras instituciones escolares nos encontramos con estudiantes que cada día del curso, desde que entran hasta que salen, se sienten extraños. Fuera de alguna que otra amistad construida al margen de la institución, no encuentran nada ni a nadie que les entienda, que hable de sus problemas, preocupaciones, necesidades, de las cosas que acontecen en la barriada en la que tienen su casa, de las razones por las que su vida es como es y por qué no es mejor.

La educación no puede ser un instrumento que genere autoodio y, por tanto, que sirva para romper los lazos tanto con la propia familia como con la comunidad de origen. Debemos ser conscientes de que en muchos momentos la educación produjo, y lo sigue haciendo, confusión y extrañamiento, pero además una asimilación no consentida, o más claramente, des-culturización. Educar es todo lo contrario de formar seres desvinculados socialmente, personas sin raíces ni tradiciones culturales.

Una situación semejante es la mejor prueba de un sistema educativo alienante, pero dado que no existe en la mente del profesorado ninguna intención de causar tal malestar, prefiero calificarlo de sistema desorientado. Tratamos y nos esforzamos por educar, pero no acabamos de tener el éxito que nos gustaría. El

problema puede estar en que no son realmente pertinentes las direcciones de nuestras miradas. Procuramos atender muchas cosas al mismo tiempo, pero al parecer nos quedan zonas en las que nuestros ojos no se detienen con la debida atención.

Durante las últimas décadas los sistemas educativos están siendo objeto de marcos legislativos y de la imposición de filosofías educativas y de orientaciones prácticas que descuidan aspectos que son de crucial importancia, como es la selección de la cultura con la que se puede llegar a comprender mejor un mundo cada vez más global y en el que se producen demasiadas transformaciones y —lo que suele causar más ansiedad— de manera simultánea.

Resituar en su debido lugar la importancia de los contenidos que deben ser objeto de atención prioritaria en las instituciones escolares exige contemplar aspectos como la inclusión, representación, el reconocimiento, aportaciones y valoraciones de las personas, colectivos, grupos y culturas que están presentes en las aulas y en la sociedad más amplia en la que está ubicado el centro escolar.

En un mundo en el que el miedo ante las personas desconocidas parece ir en aumento, en el que escuchamos con demasiada frecuencia hablar a nuestro alrededor de recortes en los derechos conquistados, de pérdida o menoscabo de valores como la solidaridad, el respeto, la ayuda, el apoyo, la igualdad, la austeridad..., es nuestra obligación detenernos a analizar con cuáles se pretende que los sustituyamos, y con que razonamientos se intenta lograr nuestro consentimiento.

Vivimos en un mundo complejo que requiere personas que sepan discutir con rigor, pero que también sepan dudar y, por tanto, mantengan siempre viva su curiosidad intelectual, pues la nueva ciudadanía democrática del siglo XXI precisa desarrollar una comprensión de la realidad más racional y argumentable; permanentemente sometida a reflexión y a debate. En un planeta tradicionalmente organizado cual teselas, sin consciencia del lugar y de las interacciones que cada una de ellas mantenía en el conjunto del mosaico del que formaba parte, es indispensable una mayor apertura de mente y de corazón hacia las distintas culturas, las ideas e ideales de los distintos colectivos sociales que habitan en un mismo país, así como de aquellos otros con los que nos relacionamos de manera directa o indirecta.

Una educación reflexiva en la que el marco de las distintas convenciones sobre los Derechos Humanos nos posibilite arriesgarnos a hacer valoraciones sobre realidades culturales muy diferentes de las nuestras, es una necesidad urgente en las actuales sociedades abiertas de hoy en día, en las que existe el riesgo de caer en un peligroso escepticismo normativo, reforzador de situaciones tremendamente injustas y que ninguna de las cartas de Derechos Humanos, aprobadas y en vigor en el momento presente, aceptaría. Un escepticismo consistente de valorar positivamente cualquier comportamiento o rito diferencial de una cultura, solo por el hecho de ser diferente; aludiendo a que, como no es típico de nuestro ambiente, no podemos ni debemos valorar. Este es uno de los peligros que acecha en algunos proyectos de educación multicultural que se le ofrecen a los centros, en los que da la sensación de que se quiere introducir al alumnado en una especie de feria de culturas; compitiendo entre ellas para ver cuál es más pura, inocente y antigua.

En un mundo cada vez más despolitizado y un tanto pasota corremos el riesgo de caer en un multiculturalismo anecdótico, limitado exclusivamente a incluir píldoras informativas descontextualizadas para dar sensación de prestar atención a la diversidad. Una estrategia en la que es muy fácil incurrir cuando se hace referencia a datos, imágenes aisladas y confusas, así como distorsionadas acerca de la historia, cultura y situación actual de algunos colectivos culturales marginados o pertenecientes a minoritarios sin poder.

Una garantía de éxito en la educación se basa en que el alumnado no precise abandonar sus identidades culturales para aprender, sino que el profesorado las contemple como un activo del que partir, con el que empezar la construcción y remodelación de nuevos conocimientos, más que tratarlas como un obstáculo o un freno a salvar o a ignorar (Gloria LADSON-BILLINGS, 1994).

Es preciso estar dispuesto a cuestionarse en qué medida la selección de contenidos culturales con la que se trabaja en las aulas tiene como objetivo fundamental preservar los intereses de determinados colectivos hegemónicos, construir relaciones de poder a su servicio, antes que promover aprendizajes liberadores en contextos de enseñanza y aprendizaje democráticos.

Una educación que abra puertas, que genere optimismo en el presente y ante el futuro, requiere, asimismo, de una tarea prospectiva que, a su vez, necesita tener presentes los cambios que están teniendo lugar en nuestras sociedades, las oportunidades que se abren así como los peligros que acechan, para poder imaginar con algo más de rigor el mundo del futuro y, por consiguiente, las probables necesidades del alumnado que ahora está en las aulas.

En consecuencia, educar personas solidarias, autónomas, democráticas y libres obliga a hacerles conscientes de que precisan un amplio bagaje cultural que les facilite entender cómo es el mundo actual y, por supuesto, ayudarles a convencerse de que deben ser respetuosos con la autonomía y libertad de pensamiento a la que cada ser humano tiene derecho; hacerles conscientes de que hay realidades e ideas que son y deben ser defendidas y otras, por el contrario, indefendibles. Como subraya Martha C. NUSSBAUM (2005, pág. 324), “la gente que nunca ha aprendido a usar la razón y la imaginación para ingresar en un mundo más amplio capaz de acoger distintas culturas, grupos e ideas, se empobrece personal y políticamente, a pesar de lo exitosa que sea su preparación profesional”.

Una institución escolar comprometida con la justicia curricular obliga, además, a que el ejercicio profesional del profesorado se rija activa y reflexivamente con principios éticos como: Integridad e imparcialidad intelectual, coraje moral, respeto, humildad, tolerancia, confianza, responsabilidad, justicia, sinceridad y solidaridad (Jurjo TORRES, 2009, pág. 74).

Asegurar y perfeccionar la democracia conquistada es un proceso permanentemente abierto y que requiere de una ciudadanía informada, educada, alerta y utópica, con fe en el futuro porque desde hoy trabajamos para garantizarlo.

CAPÍTULO PRIMERO

Siglo XXI: Revoluciones del presente y conocimientos necesarios para entender y participar en la sociedad

Vivimos en momentos históricos de grandes y continuos cambios fruto de 12 tipos de revoluciones que, en mayor o menor medida, afectan a la vida cotidiana de todas las personas. Por ello, debemos tomarlas en consideración a la hora de reflexionar y decidir sobre el tipo de educación que deben recibir las nuevas generaciones. Todas las áreas de conocimiento, asignaturas y, por supuesto, sus contenidos van a sufrir modificaciones en mayor o menor grado según el análisis que se realice de las grandes transformaciones que están propiciando en las sociedades del presente estas doce revoluciones de nuestro tiempo que enunciamos a continuación, y de cuyo desarrollo trata el presente capítulo:

12 REVOLUCIONES EN NUESTRO TIEMPO

1) REVOLUCIÓN DE LAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN

2) REVOLUCIÓN EN LAS COMUNICACIONES

3) REVOLUCIONES CIENTÍFICAS

4) REVOLUCIÓN EN LA ESTRUCTURA DE LAS POBLACIONES

5) REVOLUCIÓN EN LAS RELACIONES SOCIALES

6) REVOLUCIONES ECONÓMICAS

7) REVOLUCIONES ECOLOGISTAS

8) REVOLUCIONES POLÍTICAS

9) REVOLUCIONES ESTÉTICAS

10) REVOLUCIONES EN LOS VALORES

11) REVOLUCIÓN EN LAS RELACIONES LABORALES Y EN EL TIEMPO DE OCIO

12) REVOLUCIONES EN EL SISTEMA EDUCATIVO

1. Revolución de las tecnologías de la información

Es fundamentalmente a partir de mediados de la década de los setenta del siglo XX cuando podemos fechar el nacimiento de una nueva era, la era digital. No obstante, es preciso reconocer que ya desde finales del siglo xix se estaban produciendo grandes desarrollos en el ámbito de la física que posibilitaron esta enorme explosión de las tecnologías de la información. De ahí que debamos mantener una cierta cautela cuando se trata de fijar fechas demasiado concretas al nacimiento de esta nueva era, ya que una transformación de tanto calado como ésta precisa de mucho tiempo hasta que se logra percibir como tal. Los conocimientos y tecnologías imprescindibles, así como sus primeros desarrollos prácticos se fueron gestando en las décadas anteriores.

El motor de esta revolución digital viene de la mano de la digitalización binaria, el nuevo lenguaje universal en el que la información es generada, almacenada, recuperada, procesada y retransmitida. Basándonos en las investigaciones de Manuel CASTELLS, lo que caracteriza a la gran revolución de las tecnologías de la información es la aparición de este nuevo lenguaje digital que posibilita que cualquier información se pueda traducir en una combinación de secuencias de dos signos fundamentales, y que permita su puesta en acción mediante el conjunto convergente de tecnologías de la microelectrónica, la informática (máquinas y software), las telecomunicaciones (televisión y radio) y la optoelectrónica. Asimismo, incluso podemos incorporar bajo este rótulo de la era digital el ámbito de la ingeniería genética y el conjunto de sus desarrollos y aplicaciones, día a día en expansión. Tengamos presente que la ingeniería genética se centra en la decodificación, manipulación y reprogramación final de los códigos de información de la materia viva (Manuel CASTELLS, 1997, pág. 56).

Este conjunto de tecnologías posibilitan importantes descubrimientos y aplicaciones prácticas en todos los ámbitos de nuestra vida: en la sanidad, comercio, industria, transportes, educación, ocio y tiempo libre, etc. Utilizadas en campos de conocimiento como la química, física, biología molecular y matemáticas, a su vez, permitieron la aparición de nuevos campos científicos como, por ejemplo, la nanotecnología. Ámbito en el que contribuyen a hacer realidad y a perfeccionar avances con enormes posibilidades prácticas como las nanopartículas, nanotubos, nanorobots, etc. Nanotecnologías que están impulsando todo un enorme abanico de aplicaciones muy prometedoras en el campo del almacenamiento, producción y conversión de energías, en el diagnóstico de enfermedades, intervenciones quirúrgicas, en el mundo de la construcción, la producción agrícola, la vigilancia e intervención en procesos de contaminación ambiental, etc.

También los modos de comunicar y de gestionar la información se ven afectados por estas nuevas tecnologías, ya que permiten la inmediatez en las transmisiones y recepciones; hacen que sea posible que se pueda consultar y emitir información en cualquier lugar y a cualquier hora.

En los últimos años estamos constatando cómo propiciaron el surgimiento de nuevos soportes, como por ejemplo, los libros, revistas y periódicos electrónicos. Igualmente, otro de los beneficios de esta revolución tecnológica, y que en el momento presente es ya de uso muy común, es la hipertextualidad, o sea, la construcción de hipervínculos o de referencias cruzadas entre documentos. Proceso que permite enriquecer cualquier texto al facilitar interacciones con otros documentos, combinar la escritura con otros formatos audiovisuales (fotografías, dibujos, sonidos, películas, gráficos, diaporamas, ...). Las nuevas tecnologías de la información permiten que cualquier persona pueda acceder con toda facilidad a cantidades ilimitadas de documentos y en diferentes soportes (la multimodalidad).

En los últimos años, Internet, mediante la web 2.0, marcó el inicio a una segunda nueva era de posibilidades en el seno de la revolución digital. En la actualidad somos ya conscientes de las profundas transformaciones que originaron los nuevos modos de comunicarse a través de RSS, sms, blogs, wikis, podcast, foros, etc. Estas nuevas innovaciones tecnológicas contribuyeron a producir un gran cambio, consistente en que los receptores desempeñan un nuevo y poderoso rol: se transformaron en emisores y receptores de manera simultánea. Según Manuel CASTELLS, la “autocomunicación de masas” es una de las consecuencias del “desarrollo de las llamadas Web 2.0 y Web 3.0, o el grupo de tecnologías, dispositivos y aplicaciones que sustentan la proliferación de espacios sociales en Internet gracias a la mayor capacidad de la banda ancha, el revolucionario software de código abierto y la mejor calidad de los gráficos y el interfaz, incluyendo la interacción de avatares en espacios virtuales tridimensionales” (Manuel CASTELLS, 2009, pág. 101).

No obstante, es preciso ser conscientes de que cualquier innovación en la red origina nuevas posibilidades para un número cada vez mayor de personas, pero también nuevos problemas, generadores, a su vez, de nuevas formas de exclusión, de nuevos tipos de brechas digitales y brechas sociales.

Todas las tecnologías funcionan como mecanismos de inclusión pero, simultáneamente, se convierten en recursos de exclusión. Permiten realizar nuevas tareas, acceder a informaciones, instituciones y personas; abren nuevas posibilidades de empoderamiento a aquellos colectivos sociales que saben aprovecharse de ellas. No obstante, como toda tecnología, al mismo tiempo que nos muestran este enorme potencial, dejan descolocados, perdidos, aislados a aquellos colectivos y personas que no las incorporan en sus hábitos cotidianos.

Desde que van surgiendo las primeras tecnologías digitales, los criterios de éxito y fracaso de todas las organizaciones e instituciones van estando cada vez más en relación con su capacidad para adaptarse a la más actuales innovaciones tecnológicas del momento y, asimismo, con el desarrollo de las imprescindibles destrezas de las personas que integran esos organismos para utilizar y explotar tales recursos.

El mundo de los aparatos y recursos que esta revolución hace posible, en la medida en que cada vez su manejo se hace más sencillo y su coste se va haciendo más accesible, penetra con enorme rapidez en todas las esferas de la vida de las personas. A medida que van apareciendo en el mercado nuevas máquinas, dispositivos y software, y en el grado en que su uso se extiende, los modos de vivir de sus usuarios y usuarias sufren grandes transformaciones y de manera continuada. Se originan nuevas formas de acceder a la información, de relacionarse, de verse, de comportarse, de aprender, de trabajar, de divertirse, de pensar y de ser.

Pero no olvidemos que uno de los motores de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación y, en concreto, del software informático, es el mundo de la producción industrial civil y militar. Es el ámbito empresarial el que realiza más demandas y con mayor urgencia y, en consecuencia, al que las empresas informáticas dedican grandes esfuerzos. Por el contrario, es en el mundo de la educación institucionalizada y de las estructuras dedicadas a la formación y actualización permanente donde los déficit son mucho más notables. Aunque las empresas dedicadas al hardware tienen al sistema educativo en su punto de mira, pues saben que es uno de los mercados que siempre están en auge, existe una menor preocupación por generar software explícitamente pensado para ser empleado en el ámbito de la educación, en los distintos niveles del sistema escolar: infantil, primaria, secundaria y formación profesional.

Es muy diferente la situación en cuanto al software para el mundo universitario, pues la propia red de centros de investigación que en este nivel se concentran es motor y destino de una parte muy importante de este tipo de tecnologías informáticas.

Incluso los distintos programas para incentivar la presencia de las tecnologías informáticas en los niveles no universitarios siempre incidieron muchísimo más en facilitar la entrada de hardware en los centros y aulas que en estimular la creación de software adecuado a los procesos de enseñanza y aprendizaje que tienen lugar en estos espacios.

Así, los planes de nuevas tecnologías promovidos por el Ministerio de Educación y Ciencia en el Estado español desde la década de los ochenta, al igual que los generados por los gobiernos de las distintas Comunidades Autónomas, han estado casi exclusivamente destinamos a introducir servidores y ordenadores en las instituciones escolares; dedicando mucho menor esfuerzo al software más apropiado para facilitar los aprendizajes del alumnado y las estrategias de enseñanza del profesorado.

Este fue el caso, por ejemplo, del Programa Atenea que impulsó el Ministerio de Educación y Ciencia del gobierno socialista presidido por Felipe González durante toda la segunda mitad de la década de los ochenta, 1985-1991, y que, posteriormente, se integrará en el Programa de Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (PNTIC), también dependiente del MEC; al igual que los que seguidamente fueron desarrollando los gobiernos de las distintas Comunidades Autónomas (Plan de Informática Educativa en Cataluña; programas Abrente y Estrela en Galicia, Ábaco en las Islas Canarias, Zahara en Andalucía, ...) (Manuel AREA MOREIRA, 2002).

Algo semejante ocurrió con los proyectos destinados a introducir los medios audiovisuales en las aulas, como por ejemplo, el Programa Mercurio iniciado en el curso 1985-86, que acabaron reducidos a dotar a los centros escolares de vídeos y televisores, descuidando la dotación de documentales culturales dirigidos a las distintas áreas de conocimiento y asignaturas que componen el currículum escolar. Al igual que se olvidaron o no prestaron la debida atención a la incentivación de programas de formación y actualización del profesorado destinados a promover el uso de esta clase de recursos didácticos en la vida cotidiana en las aulas.

En las décadas siguientes se continuó con esta línea de intervención en el sistema educativo, pero a partir de ese momento con la colaboración de otras instancias de la Unión Europea, mediante programas de rango europeo. Un ejemplo de esta línea de acción son los programas Avanza I (2005-2009) y Avanza II (2010) 1 promovidos por el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio, dirigidos al desarrollo del sector empresarial fabricante de TIC y a la dotación de toda clase de organizaciones e instituciones con equipamiento informático y de la infraestructura necesaria para su mejor rendimiento. El objetivo de estos planes era el de mejorar los índices de productividad de todas las instituciones españolas y, de este modo, colocar al Estado español en una situación de mayor ventaja en el marco de la Sociedad de la Información y del Conocimiento. Los ejes de actuación en las áreas de educación se concentraron principalmente en facilitar la adquisición de ordenadores a un número importante de estudiantes y de profesorado. A estas políticas hay que sumar las acciones de la red Universia 2, red de universidades promovida por el Banco de Santander y que cuenta con la colaboración de la CRUE (Confederación de Rectores de Universidades Españolas), que en estos últimos años está promoviendo el “programa Athenea” (nombre que recuerda al anterior generado por el MEC, sólo que ahora está exclusivamente dirigido a la universidad) que tiene como objetivo facilitar ayudas para la adquisición de ordenadores portátiles para el alumnado universitario.

No obstante, es preciso subrayar que comienzan a existir iniciativas de interés, como es el caso de la creación del Instituto de Tecnologías Educativas (ITE) 3, promovido por el Ministerio de Educación, destinado a potenciar la dimensión di-dáctica de las TIC, buscando incidir mucho más directamente en la formación del profesorado y en recursos didácticos tanto para éste como para el alumnado. Uno de sus últimos proyectos más destacados es el Programa Escuela 2.0, con subprogramas como el Proyecto Gauss, que se desarrollará entre 2009 y 2013. Proyecto dirigido a facilitar la enseñanza y el aprendizaje de las matemáticas para el alumnado de 5º y 6º de Enseñanza Primaria y de 1º y 2º de Educación Secundaria Obligatoria.

En el momento presente, las TIC aún no acaban de tener el acoplamiento debido en el sistema educativo dado que los programas de actualización del profesorado acostumbran a caer en un notable tecnocratismo, y no prestan la debida atención a otros factores determinantes como son, por ejemplo:

• La existencia de una legislación que impone como obligatorios un número excesivo de contenidos para cada área de conocimiento y asignatura, lo que hace que un sector muy importante del profesorado se retraiga a la hora de comprometerse con innovaciones didácticas;

• El fuerte peso de determinadas tradiciones metodológicas controladas por los libros de texto;

• El poder y la presión de las grandes editoriales destinadas a la edición de libros de texto que no dudan en presionar a los gobiernos de turno para que no se ponga en peligro este tipo de mercado y de negocios.

En la introducción de este tipo de tecnologías en el sistema educativo las empresas y grupos destinados a construir software apropiado a las necesidades de este entorno tampoco acostumbran a someterlo previamente a una mínima experimentación en situaciones reales en las aulas, ni a demandar de sus usuarias y usuarios valoraciones y sugerencias para su mejora.

Sobra un exceso de retórica tratando de convencer al profesorado, al alumnado y a sus familias y a la ciudadanía en general de que la simple adquisición de un ordenador personal basta para operar milagros. Para poder beneficiarse de las posibilidades que permiten los ordenadores personales es preciso dominar unos lenguajes, conocimientos y destrezas digitales básicas. Pero, asimismo, urge una alfabetización digital que, conjuntamente con otros saberes y valores que también tiene encomendados el sistema educativo para formar a las nuevas generaciones, permitirá hacer realidad una educación verdaderamente integral: humanística, científica, tecnológica, artística y social.

Tengamos presente que todo este conjunto de tecnologías de la información le otorgan un nuevo papel al conocimiento y a la información que, gobernado bajo modelos capitalistas, dan lugar al surgimiento de las actuales sociedades informacionales, o también del capitalismo cognitivo (Carlo VERCELLONE, 2004). Tecnologías que propician la consolidación de una nueva economía del conocimiento, en la que éste se convierte en el principal motor de la riqueza y competitividad de los países, empresas y personas.

De todos modos, frente a las enormes posibilidades de esta revolución es imprescindible prestar mucha atención al también gigantesco potencial que poseen estas tecnologías digitales de generar mayores desigualdades e injusticias.

No debemos olvidar que las dinámicas economicistas por las que se rigen las sociedades del presente están favoreciendo la concentración de investigadores e investigadoras de prestigio en las instituciones universitarias y de investigación más punteras ubicadas en los países de mayor poder económico y político. Un fenómeno de este calado conlleva afianzar aún más la reproducción y agigantamiento de la brecha entre países ricos y pobres; entre las posibilidades de acceder o no a un conocimiento relevante y que abre posibilidades de crecimiento y de mejora de la calidad de vida de todas las personas y, en especial, de quienes integran aquellos colectivos sociales más desfavorecidos.

Si la fuga de cerebros de los países pobres a los ricos siempre fue una de las señales de las dinámicas de la injusticia, en los actuales momentos este proceso de deslocalización de los recursos humanos más valiosos de la comunidad hacia otros lugares ya de por sí privilegiados no hace más que agravar las dificultades de quienes vienen sufriendo las mayores opresiones y discriminaciones.

En las actuales sociedades informacionales es el conocimiento uno de los principales motores de la economía y de la mejora de las condiciones de vida. En consecuencia, una injusta apropiación de esta clase de tecnologías de la in-formación no hace más que confirmar que el mundo no camina en la dirección adecuada.

Estamos, por tanto, ante tecnologías que, por una parte, generan mayores oportunidades de negocio y de poder a los grupos económicamente más poderosos y a las multinacionales que tratan de controlar su desarrollo y aplicación; pero, simultáneamente abren enormes posibilidades a quienes apuesten por compartir, abrirse a los demás y democratizar la información.

Tengamos presente que el acceso a la información en el marco de sociedades regidas por la ideología de mercado, por políticas económicas neoliberales, es muy desigual e injusto; que la sobreabundancia en la oferta informativa no debe confundirse con una real democratización en el acceso. Una sociedad justa y democrática debe garantizar que todos los países y las personas que los habitan dispongan de recursos para acceder a la información verdaderamente valiosa, relevante y significativa; y, al mismo tiempo, que tengan asegurado unos sistemas educativos y redes institucionalizadas para la difusión y divulgación del conocimiento de buena calidad; una educación que facilite que cada ciudadana y ciudadano pueda acceder, comprender, utilizar y evaluar críticamente cualquier información.

Una reorientación radical de este injusto proceso debe posibilitar la cooperación, el trabajo en equipo entre grupos de investigación de las universidades y centros de investigación de los países más desarrollados con aquellos otros ubicados en zonas del planeta que vinieron siendo objeto de las mayores injusticias, y de ahí su actual situación de pobreza. Algo que, por ejemplo, unas redes de comunicación democráticamente controladas y utilizadas puede contribuir decididamente a subsanar.

En este sentido, es importante incidir en la creación de comunidades de investigadoras e investigadores en red, trabajando coordinadamente en equipo en torno a una misma idea, proyecto, una situación problemática, aportando capacidades, conocimientos y experiencias personales; cual se trabaja en un laboratorio ubicado en un espacio físico concreto, pero con la salvedad de que ahora en la red ese espacio ya no tiene limitaciones espaciales, ni está condicionado por unos horarios fijos, ni por la disponibilidad de dinero y tiempo para viajar, etc.

Metidos en esta dinámica, la propia creación de estas comunidades de investigación no será sólo el resultado de los intereses de quienes están ya incardinados en los actuales centros de investigación; sino que ahora también la propia ciudadanía, o grupos de personas que comparten un mismo problema o aspiración, podrán convertirse en promotoras de estos equipos de investigación on line. La red depara la posibilidad de solicitar el apoyo de especialistas o de personas con experiencia para trabajar de manera coordinada en la solución de un problema o de una necesidad específica. Con las tecnologías existentes en el presente, ya es factible que personas físicamente muy distantes o aisladas puedan compartir todo el desarrollo de un proyecto de investigación, desde su fase de diseño, hasta la de su realización, aplicación y evaluación. Es más fácil contar con la colaboración de personas que viven en distintos continentes, países y ciudades. Asimismo, el trabajo on line facilita la formación de equipos con mayores cotas de interdisciplinariedad y, por consiguiente, con mayores probabilidades de tener resultados mucho más satisfactorios, al tomar en consideración un mayor número de perspectivas de análisis y de solución.

Como consecuencia de todo este significativo conjunto de transformaciones que origina la revolución digital se generan nuevas y apremiantes exigencias a las instituciones escolares. A medida que se consolidan esta clase de avances tecnológicos se convierte en más apremiante para toda la población el acceso a los nuevos alfabetismos digitales. Éstos condicionan de un modo decisivo el acceso al conocimiento y, asimismo, los procesos de enseñanza y aprendizaje en las instituciones escolares y en la sociedad en general.

En el ámbito de la educación, las nuevas tecnologías favorecen nuevas formas de presentar, organizar, comunicar, aprender y acceder a la información; al igual que de relacionarse y trabajar con otros compañeros y compañeras, tanto sean estudiantes como docentes o cualquier otra clase de profesionales. Nos dotan de enormes posibilidades para el acceso a cualquier fuente informativa, cualquiera sea el lugar del mundo en la que se encuentre.

Un dominio de las Tecnologías de la Información y de la Comunicación es obligado para un alumnado cuya vida presente le exige no sólo saber acceder a la información en los diversos soportes en los que se presenta, sino también, a su vez, pasar a formar parte de la cadena de creación, intercambio y difusión de documentos y producciones multimedia e hipermedia.

Si en el pasado la lectura y la escritura eran dominios imprescindibles para acceder al conocimiento, para el estudio de las distintas materias que integran el currículum escolar, en la actualidad, la brecha decisiva que antes se establecía entre alfabetizados y analfabetos, pero circunscritos al dominio o no de la lectura y la escritura, se establece a partir de ahora entre quienes están o no alfabetizados digitalmente; condición indispensable para participar en las actuales sociedades informacionales. La alfabetización digital conlleva tanto el dominio de la lectura y comprensión de la información en formato multimedia e hipermedia, como su producción y difusión.

Una máquina del tamaño de un pequeño libro, como es el libro electrónico o e-book puede almacenar miles de libros en formato digital; una importante biblioteca que en formato de papel precisaría de muchas salas para su ubicación. Además, al poder conectarse a Internet permite estar actualizando constantemente sus fondos documentales; facilita la realización de búsquedas con enorme rapidez dentro de grandes extensiones de texto, resaltar frases, hacer anotaciones personalizadas, recomendar o construir links, etc.

Las TIC posibilitan nuevas funcionalidades, como la traducción de un determinado texto a cualquier idioma de forma inmediata (aunque es preciso reconocer que en la actualidad los traductores automáticos todavía precisan de importantes mejoras); permiten que un texto sea reproducido mediante sintetizadores de voz en formato audio, con voces y acentos muy variados, etc. La digitalización permite, asimismo, una mayor facilidad para el acceso a cualquier libro, revista, periódico, etc., mediante su descarga inmediata de la red, sin tener que esperar a que se desarrollen los pasos tradicionales de la mayoría de las compras: el envío desde la editorial a la empresa distribuidora, y desde ésta a la empresa de transporte hasta colocarla en una librería y, finalmente a manos de la persona que lo precisa. Otra cosa diferente son los costes económicos que, aunque más baratos que el propio ejemplar en formato de papel, si es un texto de actualidad generado desde una editorial profesional es muy probable que sea imprescindible abonar alguna cantidad.

La sencillez y facilidad de la edición digital hace que cualquier persona o institución escolar pueda crear, diseñar y distribuir sus propios textos en formato digital. El uso de un ordenador y el acceso a Internet sustituyen ya a los vídeos, retroproyectores, lectores de transparencias, fotocopiadoras, etc.

Asimismo, en los últimos años podemos constatar las grandes potencialidades de las pizarras interactivas digitales conectadas a Internet; permitiendo que en las aulas se pueda controlar, crear y modificar un texto, esquema o dibujo que se proyecte sobre ella o que se baje de la red. Mediante el uso de lápices electrónicos específicos o con los dedos de la mano, el sistema registra la escritura y las anotaciones que se realizan sobre la pantalla, permitiendo almacenarlas, enviarlas por correo electrónico, convertirlas a distintos formatos, imprimirlas, etc.

Incorporar de una manera activa y crítica las nuevas tecnologías a las aulas facilita el acceso a una mayor variedad y número de recursos informativos e interactivos para docentes y alumnado. Permiten, por ejemplo, el acceso a un gran número de bibliotecas de todo el mundo y de bases de datos desde las aulas, desde el propio domicilio del alumnado o desde cualquier otro lugar en el que uno se encuentre, y a las horas del día que desee. Facilitan la puesta en común y los debates tanto presenciales como a distancia, las discusiones mediante foros, blogs, etc.

Las plataformas interactivas posibilitan trabajar con modelos de enseñanza y aprendizaje colaborativos, a la par que permiten el acceso al alumnado a un entorno más rico y variado de materiales informativos y didácticos. También contribuyen a que cada estudiante pueda trabajar más a su ritmo y en los momentos del día que éste prefiera; interaccionar con sus compañeros, compañeras y profesorado con mayor flexibilidad horaria, etc.

La videoconferencia, los programas de simulación, la programación de tareas escolares más adaptadas a las capacidades de cada alumnado, la realización de adaptaciones tecnológicas para compensar determinadas discapacidades físicas, etc., son también algunas de las muchas posibilidades que está originando esta revolución digital.

Las nuevas tecnologías ofrecen al profesorado nuevas alternativas para enriquecer sus modos de trabajo en las aulas, para fomentar la motivación del alumnado, para estimular una mayor interactividad y colaboración en las tareas que se llevan a cabo en las aulas, así como la comunicación con otros docentes y especialistas; facilitan un trabajo más flexible e, incluso, no presencial.

A medida que se avanza en la implementación de estos nuevos recursos tecnológicos en las instituciones escolares, la palabra de la profesora o del profesor y el libro de texto dejan de ser el único soporte de la comunicación educacional. Aunque conviene estar muy alertas para no utilizar las TIC para reproducir los modelos pedagógicos más tradicionales y autoritarios, pues se puede caer únicamente en una especie de lavado de cara de las rutinas didácticas, en cambiar las formas y colores de los textos, pero no la filosofía educativa de fondo de las tareas didácticas, de las interacciones entre estudiantes y docentes, de la variedad y calidad de los recursos informativos, de las modalidades de evaluación, etc.

Es preciso estar siempre alerta para adaptar las TIC a los procesos de enseñanza y aprendizaje, no éstos a las TIC. Igualmente, es de vital importancia evitar los modelos didácticos más tecnocráticos que, sobre la base de la fascinación que este tipo de recursos digitales acostumbra a despertar en el alumnado e incluso entre el profesorado, caen en un activismo irreflexivo, en la realización de una estéril actividad por la actividad, en una especie de síndrome de hiperactividad mecanicista.

Se necesitan recursos para facilitar el acceso a Internet. Recursos económicos para adquirir y promover el diseño de nuevos “interfaces” con mayores posibilidades; pero también, el fomento de proyectos de investigación que desde marcos educativos se preocupen de analizar los nuevos modelos de socialización que se construyen en las redes; que investiguen e incidan en aquellos modelos que ofrecen más ventajas educativas. Precisamos formar un profesorado que al tiempo que se responsabiliza por capacitar a las personas para moverse con autonomía y responsabilidad en estos nuevos entornos, se afana por compartir sus experiencias prácticas con otros colegas; por ofrecer sus aprendizajes y sugerencias a quienes trabajan en el diseño y producción de estas tecnologías, para así poder mejorarlas.

Es decisivo prestar mayor atención a los interfaces que se deberían promover y generar, tanto de hardware como de software. Interfaces que faciliten a toda la ciudadanía, en general, abrir y mejorar nuevas posibilidades a la comunicación, al aprendizaje y a la resolución de problemas pero, asimismo, prestando mayor atención a aquellos colectivos sociales excluidos o con mayores probabilidades de quedar marginados a corto y medio plazo.

La configuración de este tipo de tecnologías facilita su utilización a múltiples personas mas simultáneamente se puede convertir en un importante obstáculo para el acceso a la información y a la comunicación a aquellos colectivos sociales cuyas especiales características no son tomadas en cuenta por quienes las diseñan. Así, por ejemplo, conviene no olvidar que hay muchas personas mayores acostumbradas a otro tipo de rutinas y a aparatos menos complejos en su manipulación y en la comprensión de las instrucciones de funcionamiento; e, igualmente, que existe un importante número de personas con especiales dificultades psicomotrices y/o sensoriales que pueden compensar y amplificar sus posibilidades de acción con estas nuevas tecnologías siempre y cuando se las adapten a sus discapacidades.

Todas las personas tienen que aprender a servirse de esta clase de tecnologías, pero también es preciso impulsar la fabricación de hardware y software que trate de respetar rutinas ya construidas, modos de percepción dominantes; o sea, que suponga una extensión de nuestros sentidos y capacidades, no que seamos los seres humanos quienes tengamos que adaptarnos y someternos a las reglas y modos de funcionamiento que sus diseñadores establecieron siguiendo lógi-cas más mecánicas y técnicas. La tecnología tiene que servir para hacernos la vida más fácil, para resolver nuestros problemas, no para generarnos otros nuevos. No obstante, es de justicia reconocer que, cada vez con mayor frecuencia, quienes diseñan tanto el software como el hardware se esfuerzan, y con éxitos muy notorios, en simplificar más y más sus creaciones destinadas al acceso, divulgación, tratamiento y almacenamiento de información, y a facilitar la comunicación interpersonal y grupal.

La captura de la atención y del tiempo del profesorado para aprender a moverse en este mundo de las nuevas tecnologías de la información no puede servir de coartada para bajar la guardia en la reflexión y la atención a las principales y más urgentes finalidades de los sistemas educativos.

En relación con las instituciones escolares y la educación en general, este nuevo mundo digital precisa de una constante evaluación de las auténticas necesidades educativas del alumnado y de la sociedad; de análisis rigurosos acerca de las posibilidades y limitaciones de cada una de las herramientas TIC para ser utilizadas en las aulas. No hay que ignorar los enormes intereses económicos de las empresas fabricantes de estos recursos digitales a la hora de presionar y obsesionar a las Administraciones educativas y a los propios centros escolares para que inunden las aulas con toda clase de aparatos y con el consiguiente software, hasta agotar los limitados recursos monetarios de estas instituciones y, por tanto, descuidar otras inversiones también imprescindibles.

El consumismo que caracteriza a las sociedades capitalistas y neoliberales tiene entre sus aliados a muchas parcelas del conocimiento que trabajan bajo sus dictados mercantilistas, entre otras cosas para hipnotizarnos y generarnos más y más necesidades; sin darnos respiro y, lo que es más determinante, sin dejarnos tiempo para un análisis más detallado de su verdadera utilidad y ventajas. Los motores de las decisiones en el ámbito de la educación deben ser los intereses y necesidades del alumnado y de toda la sociedad, no únicamente los de las grandes empresas multinacionales.

Es indiscutible que esta revolución digital está obligando a repensar por completo no sólo los contenidos del currículum escolar, sino también los modos de trabajar, las capacidades, hábitos, destrezas y valores a promover, e incluso los espacios donde se producen los procesos de enseñanza y aprendizaje, así como los horarios de estos procesos.

No obstante, es preciso no mitificar Internet; cual si las redes de comunicación que allí operan no tuvieran propietarios o fueran completamente libres y desinteresadas. Estamos ante grandes multinacionales que controlan los servidores y de las que, como es lógico, en principio es conveniente sospechar, pues también tienen sus propios intereses. Los servidores de Internet no son precisamente ONGs generosas que únicamente buscan hacer el bien, ayudar a los pueblos y colectivos sociales más desfavorecidos.

Si los grandes poderes económicos y empresariales en el último siglo se han apropiado o han creado grandes redes de medios de comunicación para proteger y promover sus negocios, sería ingenuo pensar que Internet es un campo neutral, por no decir un mundo donde únicamente reina la democracia, el altruismo, la solidaridad y la generosidad.

Para mantener el actual orden económico, político, militar, social y cultural el propio sistema precisa controlar, censurar, aquella información considerada desde sus atalayas como inadecuada. Existen medios de comunicación de carácter público, pero la inmensa mayoría son privados, aunque aparenten y se publici-ten como grupos de profesionales que trabajan altruistamente cual un servicio público por el bien de la sociedad. Pero, igualmente es decisivo recordar que incluso los medios de comunicación de carácter público, financiados exclusivamente con dinero público, como Radio Nacional de España, TVE, Radio Televisión de Galicia (RTVG), Televisión Vasca (ETB-Euskal Telebista) ..., con demasiada frecuencia se convierten en redes mediáticas propagandísticas, altavoces de manipulación, al servicio de los grupos que en cada momento tienen más peso en los gobiernos de turno e, incluso, los controlan.

Conviene no ignorar que en Internet también existe la posibilidad de censura. Hay países cuyos gobiernos obligan a los grandes servidores a censurar determinados portales o informaciones que no consideren políticamente convenientes. Asimismo, tampoco debemos olvidar que esto sucede incluso en los gobiernos de aquellos países que se consideran los guardianes de la democracia en el planeta, así por ejemplo en EE.UU. una vez que tuvieron lugar los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, obligaron a los grandes servidores de Internet ubicados en su territorio a facilitar a los cuerpos policiales, pero especialmente a la CIA, el acceso a las bases de datos almacenados en ellos, con el fin de controlar, perseguir y prevenir aquellas acciones capaces de generar tragedias semejantes. No obstante, también existen posibilidades reales de burlar la censura que los grandes poderes políticos, económicos y militares tratan continuamente de establecer. Un ejemplo de ello es el portal WikiLeaks (WikiFiltraciones) 4 que, desde 2006 hasta el momento presente, periódicamente publica informes que sacan a la luz aquellos comportamientos inmorales o actividades carentes de ética y generadoras de situaciones de injusticia llevadas a cabo por gobiernos y empresas de todo el mundo, y que éstos poderes tratan de ocultar por todos los medios.

Es obligado tener siempre presente que esta revolución de las tecnologías de la información y de la comunicación viene dando origen a nuevos tipos de delitos, con la consiguiente creación de nuevas mafias, o más modernizadas y, por tanto, con mayores posibilidades delictivas. Hoy en día, a nadie se le escapa la precaución con la que hay que moverse en la red a la hora de facilitar datos de cuentas bancarias, la numeración de tarjetas de crédito, claves personales de acceso al correo electrónico o a otros lugares de acceso restringido; por no hablar del mundo de los peligrosos virus informáticos y las siempre novedosas vías con las que tratan de introducirse y contaminar los ordenadores tanto de empresas, bancos, universidades, departamentos de la Administración Pública y, obviamente, también los personales. Virus que, cual temibles guerreros invisibles, tienen como objetivo dañar de la manera más importante posible a los propietarios de los ordenadores atacados y, simultáneamente enriquecer a sus creadores y manipuladores.

Debemos asumir que las potencialidades de estas nuevas tecnologías nos están cogiendo muy desprevenidos, tanto que ya son bastantes las voces que ponen de manifiesto que este tipo de sociedades informacionales requieren de modificaciones urgentes en la Declaración Universal de los Derechos Humanos para asegurar y velar por el Derecho a no ser engañados y manipulados sobre la base del control y difusión sesgada de información.

Las TIC posibilitan almacenar todo el conocimiento disponible en soporte escrito y audio; distribuirlo, hacerlo accesible a todo el mundo, con lo cual, cualquier intervención o innovación que se desee generar en cualquier parte del mundo, tiene muchas más facilidades para estar fundamentada sobre la base de estudios e investigaciones de gran relevancia y de mayor actualidad. El problema está en que para ello se requiere un fuerte compromiso con la democratización y accesibilidad al conocimiento. En una sociedad donde el conocimiento es una mercancía con la que sus propietarios tratan de hacer el mayor negocio posible la democratización es muy fácil que acabe reducida a un mero eslogan vacío de significado. Ante el dilema de si colocarlo al servicio de los más favorecidos o de los grupos más poderosos no es difícil averiguar que será este último colectivo el que logrará que el fiel de la balanza se incline de su lado. Tengamos presente que, como acertadamente subraya Boaventura de Sousa SANTOS (2007, pág. 29), “la ausencia de este derecho universal ocasionó el masivo epistemicidio sobre el que la modernidad occidental construyó su monumental imperial conocimiento”. Un conocimiento construído y divulgado de manera sesgada y utilizado para beneficiar a los países y grupos sociales más poderosos.

En consecuencia, la elaboración de una Carta de los Derechos de la ciudadanía a la información y al conocimiento, que debería elaborarse bajo los auspicios de la ONU, se convierte en una tarea verdaderamente inaplazable.

Este Derecho a información fidedigna se convierte en básico para cualquier sociedad democrática, pues su funcionamiento requiere de una opinión pública bien informada y educada que cotidianamente debe tomar decisiones y participar en numerosos ámbitos sociales. Asimismo, esta carta de derechos es urgente enun mundo en el que las políticas de capitalismo cognitivo tratan de privatizar la información y convertirla en negocio o, algo que incluso es aún más grave, en derecho a la desinformación; o sea, el comportamiento que suelen manifestar determinadas agencias de noticias, grupos mediáticos, grandes empresas, monopolios e, incluso, servicios secretos de algunos Estados para intentar manipular la realidad y ponerla al servicio de quienes son sus propietarios o les financian.

Ante el crecimiento de los medios de comunicación, del número de portales en Internet destinados a ofrecer toda clase de informaciones, a la complejidad de las redes sociales que constantemente crecen en número de personas a las que interrelacionan, urge una educación destinada a transformar la subjetividad de quienes participan y recurren a estos medios para informarse y comunicarse. Hacerles conscientes de que no deben contentarse con ser espectadores pasivos y silenciosos, sino transformarse en auténticas ciudadanas y ciudadanos; en seres humanos con capacidad para decir, opinar y valorar toda aquella información a la que acceden.

Hay que establecer un estilo ético de utilizar los medios. Al igual que los movimientos sociales de izquierdas y progresistas vienen sirviéndose de Internet para llevar a cabo un trabajo de denuncia y de movilización social, de generación de nuevas propuestas de acción más democráticas y liberadoras, las personas, a título individual o como miembros de colectivos, pueden recurrir a Internet para divulgar informaciones de importancia a las que acceden, para amplificar la voz de aquellos grupos sociales con menor poder, facilitar la divulgación de sus iniciativas, documentos, denuncias y alternativas, ...

Los distintos grupos sociales y colectivos, sean del tipo que sean, tienen en las tecnologías informáticas un campo de posibilidades de acción y de empoderamiento como nunca antes seríamos capaces de imaginar; de acelerar la solución de muchísimos problemas e, indudablemente, de enriquecer el conocimiento disponible, haciéndolo más accesible a un mayor número de personas.

Estamos ante nuevas y más ricas posibilidades para impulsar la participación de la ciudadanía y, lo que es igualmente decisivo, de democratizar mucho más el conocimiento existente, de facilitar su acceso a quienes no se mueven en el entorno físico de sus productores; de que aquellas personas con tradiciones culturales muy diferentes a las hegemónicas puedan acceder a otros saberes, recursos e instituciones a las que antes tenían vetado su acercamiento, tengan posibilidades de evaluar su calidad y la justicia de tales producciones culturales implicándose, asimismo, en su perfeccionamiento y en la apertura y generación de nuevas posibilidades.

Los entornos tecnológicos marcan nuevas formas de estar en el mundo; condicionan nuestros sentidos, imponen rutinas, abren posibilidades antes ni imaginadas. Disponemos de tecnologías muy potentes que facilitan, de manera inimaginable una década atrás, el acceso a la información, pero el problema radica en las posibilidades de que todos los seres humanos puedan aprovecharla, sacarle jugo. De ahí, la importancia de repensar la educación, de actualizar los sistemas educativos prestando mayor atención a las transformaciones que está originando esta revolución tecnológica. Una persona rodeada de la mejor tecnología informática, de las bibliotecas más dotadas y de las bases de datos más completas podrá beneficiarse de ellas, en mayor o menor grado, en función de su nivel educativo, de su bagaje cultural y, obviamente, de sus destrezas técnicas para moverse en la red.

Necesitamos perfeccionar los actuales modelos de gestión del conocimiento, como vía para hacerlo cada vez más accesible y dotarlo así de mayores potencialidades mediante una adecuada política de divulgación, de estrategias para facilitar una mejor comprensión y un óptimo aprovechamiento. Uno de los afanes más urgentes en los actuales modelos de sociedades del conocimiento. Es preciso ser muy conscientes de que el conocimiento es información reflexionada, valorada, sistematizada y puesta en acción para producir o contribuir a la mejora de los procesos y actividades científicas, tecnológicas, económicas, culturales, ...; el mejor camino para la construcción de una sociedad más justa, equitativa, humanista y solidaria.

2. Revolución en las comunicaciones

Como resultado de las revoluciones científicas, políticas y sociales, juntamente con la posibilidades que nos ofrecen las tecnologías de la información y de la comunicación, tanto el tiempo como el espacio han sido transformados; lo que está convirtiendo en realidad la aparición de sociedades realmente globalizadas. Las nuevas facilidades de unas mejores comunicaciones tanto físicas como virtuales abren todo un mundo de oportunidades, nunca antes imaginadas, de comunicación, interacción, colaboración y aprendizaje. Es de destacar el enorme impacto de Internet, que acabó por convertir al planeta en una aldea global. No obstante, las dificultades de algunos países y colectivos sociales para acceder tanto a Internet como a las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, contribuyen a generar muchas injusticias. No todas las personas, ni todos los países tienen posibilidades de poseer y usar estas tecnologías. De ahí, que algo que viene siendo objeto de debate y seguimiento con mucha frecuencia es el tema de la brecha digital; o sea, la separación que existe entre las personas, colectivos sociales, países o núcleos de población en función de sus posibilidades económicas para acceder a las Tecnologías de la Información y la Comunicación; del desarrollo tecnológico alcanzado o de las facilidades dadas por otros países más desarrollados, dispuestos a compartir o a ofertar el hardware o el software necesario, pero también de las capacidades de la población y de sus distintos niveles de alfabetización para acceder y manejar este tipo de tecnologías. Asimismo, el discurso de la brecha digital se utiliza para subrayar una tradicional diferencia entre las personas que tienen acceso a más información y de mejor calidad, inforricos, y quienes se sitúan en el otro polo, o sea, que no pueden acceder o lo hacen únicamente a la información basura, infopobres. Esta distinción siempre existió a lo largo de la historia, pero en el momento presente, dadas las potencialidades de las nuevas tecnologías de la información, se ve mucho más agravada.

En general, en los estudios realizados hasta el momento acostumbran a aparecer de manera reiterada dos tipos de brecha digital:

1. Brecha geográfica y económica, que depende de la disponibilidad y facilidad en el acceso al hardware y al software, así como de la infraestructura de las redes, de la calidad y velocidad de las comunicaciones que permiten los anchos de banda disponibles. Hay países y, dentro de éstos, zonas con mejores o peores infraestructuras, dependiendo de su nivel de riqueza y ubicación geográfica. Esta brecha suele delimitarse geográficamente entre quienes habitan en los países económicamente más desarrollados y en el resto del planeta.

2. Brecha social y/o generacional, que depende de las capacidades de cada persona, de su nivel educativo y de la información y grado de dominio de estas tecnologías; del bagaje cultural disponible y del conocimiento básico necesario para desenvolverse en la red y utilizar sus posibilidades de manera eficiente.

Las investigaciones disponibles nos dicen que todavía existe una brecha entre las personas mayores y la juventud; y dentro del primer colectivo, son las mujeres de mayor edad las que están en peores condiciones. No obstante, los datos más recientes parecen resaltar que esta ruptura ya no se constata entre las mujeres jóvenes y los chicos, pues la brecha existente hace unos años está desapareciendo con enorme rapidez (ERT, 2009).

La primera de las brechas, geográfica y económica, no hace más que volver a ponernos delante de los ojos las terribles injusticias humanas a la hora de la distribución de los recursos que existen en nuestro planeta. Es esta una modalidad de brecha directamente vinculada al nivel de riqueza de los distintos países y que permite distinguir a los países del Primer Mundo de los del Tercer Mundo. La segunda brecha tiene causas más complejas, pero fundamentalmente están vinculadas a la educación recibida y a las posibilidades concretas de actualización de la formación, o sea, a que las personas puedan hacer realidad el principio de una educación a lo largo de la vida al garantizársele el acceso a redes institucionalizadas de educación permanente.

Sin embargo, esta misma temática de la brecha digital no es un fenóme-no que sea interpretado y valorado de forma unánime. Este tipo de clasificaciones, que obviamente tiene sus razones de peso, ya que, por ejemplo, los países africanos 5 tienen muchas más dificultades para acceder a estos recursos tecnológicos, se suelen instrumentalizar interesadamente por los grandes monopolios de la industria informática y de telefonía. Entre las principales críticas que se hacen a esta línea divisoria digital, destacan las realizadas por el profesor de la Universidad de Cambridge, Benjamin M. COMPAINE (2001), quien sostiene que se trata de una polémica que suele ser objeto de manipulaciones políticas y económicas; que sirve para ocultar los enormes intereses empresariales que hay detrás del mercado de estas tecnologías.

Es muy llamativa la promoción a través de numerosos medios de comunicación de una especie de “discursos de salvación” vinculados a los múltiples aparatos que se agrupan bajo el epígrafe de Tecnologías de la Información y la Comunicación y a su correspondiente software. Discursos que subrayan un notable determinismo tecnológico al presentar el progreso vinculado de manera exclusiva a la disponibilidad del mayor número posible de aparatos y a un software completamente actualizado; tratando de disimular un mercado en el que se mueven muchísimos millones de euros. Sus bombardeos mediáticos, construidos por apologetas que instrumentalizan aquellas investigaciones y publicaciones que se suman a sus líneas argumentales, machaconamente procuran convencer a toda la población y a sus gobernantes de que la solución a todos sus males está en la compra de este tipo de hardware. A continuación, sus compradores pasan a depender de esas mismas empresas suministradoras para poder tener acceso a las constantes actualizaciones del correspondiente software.

Pero la realidad es que ninguna tecnología puede eliminar las diferencias que se están dando entre quienes poseen mayor bagaje cultural y, por tanto, saben sacarle mejor partido a estas máquinas, y quienes tienen peor formación y más dificultades para la utilización de estos dispositivos tecnológicos. En más de una ocasión podemos ver a personas con aparatos muy sofisticados, dotados con los últimos avances, pero a los que no saben sacarle provecho. Todavía es frecuente encontrar a quienes recurren a un ordenador personal como si fuera una máquina eléctrica de escribir pues el resto de sus funciones les sobran.

Las mismas diferencias que vienen dándose en los sistemas educativos entre el alumnado según sea su clase social y capital cultural de origen, su etnia o su procedencia urbana o rural, seguirán existiendo por mucho que las instituciones escolares en las que estudian dispongan de las tecnologías más vanguardistas del momento, si no se toman simultáneamente otro sinfín de decisiones. Por ejemplo, la revisión del currículum obligatorio, la apuesta por una mejor formación y actualización del profesorado, además de llevar a cabo un importante número de intervenciones en su entorno familiar y vecinal, en el mercado laboral, y en el ambiente en general que rodea y conforma el mundo de los estímulos de cada niña y niño. Eso sí, lo que estas tecnologías están haciendo es acentuando aún más estas diferencias cuando quienes no acceden a ellas son los grupos sociales más desfavorecidos.

En líneas generales, la utilización de las TIC, a título individual, va a estar condicionada por los rasgos siguientes: la motivación personal para acceder, la formación cultural que se posee y las destrezas técnicas desarrolladas, las posibilidades reales de acceso a este tipo de tecnologías y al software apropiado, y la disponibilidad de recursos económicos para su renovación y actualización, cada vez en plazos más cortos.

No obstante, las Tecnologías de la Información y la Comunicación abren las puertas a un mundo con muchísimas posibilidades y oportunidades. No cabe duda que facilitan un mejor y más rápido acceso a la información, mejores posibilidades de divulgar aquella información que cualquier persona produce, de compartir y de trabajar en equipo, salvando las distancias espaciales y temporales.

Esta tarea de compartir información, sin tener que pedir permiso a los propietarios de las empresas mediáticas o a quienes las dirigen, es lo que facilita el surgimiento de las Multitudes inteligentes o “Smart Mobs”, utilizando la expresión de Howard RHEINGOLD (2004); o sea, personas que mediante su acceso a esta clase de tecnologías de la información y de la comunicación pueden actuar de común acuerdo aunque no se conozcan. Recordemos, por ejemplo, movilizaciones sociales que concluyen en enormes manifestaciones políticas que son convocadas recurriendo, principalmente, a los teléfonos móviles y en concreto vía mensajes SMS 6.

Estamos ante transformaciones en las comunicaciones que abren un sinfín de expectativas en cuanto a las posibilidades de construir un mundo mejor; cambios que vienen a insuflar nueva energía en las esperanzas en que “otro mundo es posible”. Las mudanzas en este ámbito de las revoluciones en las comunicaciones están dando lugar a dos dinámicas de un enorme calado. Una, es el fenómeno de las comunidades virtuales y, otra, es la de la creación de un nuevo tipo de conocimiento compartido, más democrático y accesible a todo el mundo.

1. Uno de los frutos realmente interesantes de la revolución digital es la eclosión de las comunidades virtuales