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Había una vez una niña que siempre decía no. Y eso le provocaba muchos problemas. Por ejemplo: no podía pedir ayuda al Mago Sí, por que no sabía decir Sí. ¿Queréis que os cuente la historia de esta niña, que era reina de Pocatarec y a la que llamaban la Reineta Pequeñusa? Si no queréis que os la cuente, ya podéis dejar de leer e iros a jugar a otra parte. Si la queréis conocer, tendréis que seguir leyendo. Una nueva entrega de las aventuras del Mago Sí, que siempre ayuda a los más pequeños a tomar las decisiones importantes.-
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Seitenzahl: 29
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Andreu Martín
Ilustraciones de Francesc Rovira Música de Saki
Saga
La niña que siempre decía no
Copyright © 1992, 2021 Andreu Martín and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726962369
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Dedicado a todos los niños
y niñas que saben decir que Sí
cuando quieren decir que Sí
y que saben decir que No
cuando quieren decir que No.
En el año mil no-sé-cuántos y tantos, el pueblo chanfaniés trató de invadir el Reinín de Pocatacrec por cuarta vez en la historia.
Por el lado del Bosquecillo, donde triscaban los cervatillos, corrían las ardillas, piaban los pajaritos y bostezaban los lirones, el horizonte comenzó a impregnarse de un hedor nauseabundo, anuncio de la sucia y repugnante proximidad de los chanfanieses.
La alarma sacudió a los animalillos del bosque, que en seguida imaginaron que serían las primeras víctimas de la estremecedora invasión.
Todos habían oído hablar de las terribles máquinas de guerra y destrucción que utilizaban los guerreros de Chanfania, y el cervatillo Caramillo se puso a dar saltos arriba y abajo, diciendo:
–¡Socorro, socorro!
Y la ardilla Cosquilla subía y bajaba de los árboles, enloquecida, con la cola electrizada, y chillaba:
–¡Auxilio, auxilio!
Y el jilguero Dominguero hacía las maletas, dispuesto a abandonar rápidamente su nido, mientras piaba:
–¡Vámonos, vámonos!
Y el lirón Dormilón y la marmota Carlota se desperezaban y bostezaban y se decían el uno a la otra, con los ojos entrecerrados:
–Parece que hay jaleo por ahí afuera. ¿Por qué no sales a ver qué pasa?
Fuera, el oso Goloso reaccionaba, tranquilo, reflexivo y sabihondo, y calmaba a los demás animalillos con su voz grave y cargada de razón:
–¡Tranquilos, calmaos, que no pasa nada!
–¿Es que no sabes que, de un momento a otro, caerán sobre nosotros las máquinas destructoras de los chanfanieses?
–¿Y tú no sabes –le replicaba el oso Goloso sin perder la paciencia– que a nosotros nos protege la Reineta Pequeñusa, que es nuestra amiga y que nunca permitirá que nos ocurra nada malo?
–¡Es verdad! –exclamaron los animales del Bosquecillo, aliviados al recordar aquello.
Porque era verdad.
En el Reinín de Pocatacrec gobernaba en aquella época una niña pequeña a quien todos llamaban la Reineta Pequeñusa.
A la Reineta le gustaba mucho ir a jugar al Bosquecillo con sus amigos los animalillos. Quería mucho a los cervatillos, y a las ardillas, y a las ranas, y a los pajaritos, y a los osos, e incluso a las hormigas.
Era ella quien los había bautizado con aquellos nombres tan peculiares:
–Tú serás el oso Goloso. Y tú, el cervatillo Caramillo. Y tú, hormiga... Tú serás... Tú serás Mi Amiga...
–¡Eh! –protestaban los otros animales–. ¡Eso no vale! ¡Todos nosotros queremos ser tus amigos!
–Está bien, está bien. Pues tú serás la hormiga... –no se le ocurría ningún nombre para una homiga–. Vamos a ver... Tú, que no te cansas nunca...
–¡Claro que me canso!
–¡Entonces serás la hormiga Fatiga!
–Y tú serás la Reineta Pequeñusa –la bautizaron ellos.
En el Bosquecillo, la Reineta Pequeñusa jugaba con ellos a mandar (que era su juego preferido) y los animalitos jugaban a obedecer (porque eran muy buenas personas).