La profesional - Kris Buendía - E-Book

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Kris Buendía

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Beschreibung

 Me llaman "La profesional".  Aleksei Ivanović, un ruso de 34 años, abogado, analista, empresario filántropo, billonario, fuerte, inteligente, calculador y sobre todo uno de los hombres más deseables, envidiado y temido por donde quiera que vaya.  Se presume que el señor Ivanović ha sido uno de los protagonistas en mercado negro de armas, tráfico de materiales nucleares, y demás delitos. Temido por la mafia italiana y alemana por no dejar huella donde quiera que vaya, lograr su propósito y desaparecer a quien se interponga en su camino sin ensuciarse las manos.  Él es el Playboy de la mafia. Le gustan las mujeres, en especial las que aparecen en las portadas de las revistas, los autos de lujo, viajar y conquistar. Es un hombre que siempre obtiene lo que quiere sin ayuda de nadie en concreto.  Las grandes empresas que ha formado Ivanović alrededor del mundo lo prueban, con tan sólo 34 años es propietario de un sinfín de "máscaras" con las que se limpian a cada segundo sus billones. Ahora su imperio se le conoce como La Mafia Inc.  Aleksei sigue tomando su champagne favorita en las calles rusas. No hay pista de todo lo que se le acusa y se teme. Es un hombre que limpia cada paso que da... Pero eso acabará pronto. Mi misión es incitarlo, fascinarlo y rendirlo ante su propia debilidad.  No será nada fácil. Puedo decir que es una de las misiones más peligrosas que me han asignado, pero no es porque no sepa pelear, disparar o desactivar una bomba.  Es porque en cuestiones del corazón no se manda.     ¿Si Aleksei Ivanović tiene debilidades, qué impide que yo no las tenga también?  Para eso no hay entrenamiento especial.  Una vez descubra que es verdad todo lo que la CIA y el FBI dicen del señor Ivanović, empezaré a verlo como uno más a la lista por la que fui nombrada La profesional.  Pero si hablamos de ser profesional, temo que ése definitivamente sea él.    

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Copyright © 2019 Kris Buendia.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

1ra Edición, Febrero, 2019.

LA PROFESIONAL

LIBRO 1 y 2

ISBN DIGITAL978-99979-0-284-9

Diseño y Portada: EDICIONES K.

Maquetación y Corrección: EDICIONES K.

 

 

 

 

 

INCITACIÓN

 

 

 

 

 

 

 

KRIS BUENDIA

 

 

 

 

 

Quiero expresar mis agradecimientos desde el fondo de mi corazón a todas las soñadoras que siempre me acompañan en mis sueños y son parte de cada una de mis historias. Espero seguirlas enamorando, aunque ahora es momento de Incitar, Fascinar y Redimir en este nuevo viaje que vamos a emprender.

Para mí es maravilloso compartirles la novela de La profesional. Una historia llena de suspenso, intriga y mucha, pero mucha ACCIÓN. Espero que les guste y nuevamente nos enamoremos ahora de un enigmático caballero irracional.

Él las espera del otro lado… y yo también.

 

 

 

 

 

 

La Agencia Central de Inteligencia (CIA) fue creada para realizar diferentes misiones y se compromete en la investigación, el desarrollo y el despliegue de alta tecnología con propósitos de trabajos de inteligencia.

Me llaman “LA PROFESIONAL”

He sido una de las más jóvenes mujeres en capturar a los más temidos hombres del mundo, con sólo 30 años mi lista ha sido muy larga.

Narcotráfico.

Tráfico de Armas.

Trata de mujeres.

Genocidio.

Fraude.

Terrorismo.

Ahora me encuentro lista para una nueva misión. Una muy peligrosa, adictiva, probatoria y muy, pero muy diferente a todas.

Aleksei Ivanović, un ruso de 34 años, abogado, analista, empresario filántropo, billonario, fuerte, inteligente, calculador y sobre todo uno de los hombres más deseables, envidiado y temido por donde quiera que vaya.

Se presume que el señor Ivanović ha sido uno de los protagonistas en mercado negro de armas, tráfico de materiales nucleares, y demás delitos. Temido por la mafia italiana y alemana por no dejar huella donde quiera que vaya, lograr su propósito y desaparecer a quien se interponga en su camino sin ensuciarse las manos.

Él es el Playboy de la mafia. Le gustan las mujeres, en especial las que aparecen en las portadas de las revistas, los autos de lujo, viajar y conquistar. Es un hombre que siempre obtiene lo que quiere sin ayuda de nadie en concreto.

Las grandes empresas que ha formado Ivanović alrededor del mundo lo prueban, con tan sólo 34 años es propietario de un sinfín de “máscaras” con las que se limpian a cada segundo sus billones. Ahora su imperio se le conoce como La Mafia Inc.

Aleksei sigue tomando su champagne favorita en las calles rusas. No hay pista de todo lo que se le acusa y se teme. Es un hombre que limpia cada paso que da... Pero eso acabará pronto.

Mi misión es incitarlo, fascinarlo y rendirlo ante su propia debilidad.

No será nada fácil. Puedo decir que es una de las misiones más peligrosas que me han asignado, pero no es porque no sepa pelear, disparar o desactivar una bomba.

Es porque en cuestiones del corazón no se manda.

¿Si Aleksei Ivanović tiene debilidades, qué impide que yo no las tenga también?

Para eso no hay entrenamiento especial.

Una vez descubra que es verdad todo lo que la CIA y el FBI dicen del señor Ivanović, empezaré a verlo como uno más a la lista por la que fui nombrada La profesional.

Pero si hablamos de ser profesional, temo que ése definitivamente sea él.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

¿Te enamorarías del hombre más peligroso y buscado del mundo?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No te enamores del hombre más peligroso y buscado del mundo.

 

PRÓLOGO

 

La Agencia Central de Inteligencia (CIA) fue creada en 1947 con la firma del Acta de Seguridad Nacional. Para realizar cada una de las diferentes misiones de la CIA, se compromete en la investigación, el desarrollo y el despliegue de alta tecnología con propósitos de trabajos de inteligencia. Como una agencia separada, la CIA sirve como una fuente independiente de análisis de tópicos de interés, y también trabaja de cerca con las otras organizaciones de la Comunidad de Inteligencia–ya sean los funcionarios que dictan las políticas de Washington o el comandante en el campo de batalla- que reciba la mejor inteligencia posible.

El equipo de trabajo siempre ha sido unido como solidarios. Pero a su vez, hemos encontrado manchas o como digo yo embusteros, mentirosos, charlatanes, falsos, y un sinfín de sinónimos que no terminaría hoy.

Cuando descubrimos al exfuncionario de la CIA que reveló el sistema de espionaje electrónico de Estados Unidos, se convirtió en "el hombre más buscado del mundo”. No es que ser un agente de la CIA sea algo fácil al contrario, a mis casi 11 años de entrenamiento, pruebas y poner mi vida en peligro bajo un perfil “encubierto y/o clandestino” ha sido la maratón de nunca acabar.

Me llaman “LA PROFESIONAL”

He sido una de las más jóvenes mujeres en capturar a los más temidos hombres del mundo con sólo 30 años mi lista ha sido muy larga.

Narcotráfico.

Tráfico de Armas.

Trata de mujeres.

Genocidio.

Fraude.

Terrorismo.

Ahora me encuentro lista para una nueva misión. Una muy peligrosa, adictiva, probatoria y muy, pero muy diferente a todas.

Aleksei Ivanović, Ruso de 34 años, abogado, analista, empresario filántropo, billonario, fuerte, inteligente, calculador y sobre todo uno de los hombres más cotizados, envidiados, y deseado por donde quiera que vaya.

Se presume que el señor Ivanović ha sido uno de los protagonistas en mercado negro de armas, tráfico de materiales nucleares, y demás delitos. Temido por la mafia italiana y alemana por no dejar huella donde quiera que vaya, lograr su propósito y desaparecer a quien se interponga en su camino sin ensuciarse las manos.

Él es el Playboy de la mafia. Le gustan las mujeres, en especial las que aparecen en las portadas de las revistas, los autos de lujo, viajar y conquistar. Es un hombre que siempre obtiene lo que quiere sin ayuda de nadie en concreto.

Las grandes empresas que ha formado Ivanović alrededor del mundo lo prueban, con tan sólo 34 años es propietario de: Firmas jurídicas, hoteles (cinco estrellas), casinos, bares, agencias de modelaje, disqueras, industrias de automotriz y un sinfín de “máscaras” con las que se limpian a cada segundo sus billones. Con todo esto ha hecho que ahora su organización se conozca como La Mafia Inc. Por ahora las autoridades sólo han podido capturar a su hermano.       Nikolai Ivanović, el responsable del genocidio que acabó con la muerte de 200.000 mujeres, hombres y niños en Alemania en el 2000, según lo llamó “Excavación Nazi.”

Aleksei sigue tomando champagne—Cristal su bebida favorita—en las calles rusas. No hay rastro de todo lo que se le acusa y se teme. Es un hombre que limpia cada paso que da. Pero eso acabará pronto.

Mi misión es incitarlo, fascinarlo y rendirlo ante su propia debilidad.

No será nada fácil. Puedo decir que es una de las misiones más peligrosas que me han asignado, pero no es porque no sepa pelear, disparar o desactivar una bomba.

Es porque en cuestiones del corazón no se manda.

Yo también tengo debilidades después de todo.

Y para eso no hay entrenamiento especial.

 

 

 

CAPÍTULO UNO

 

A mis 30 años, he tenido cinco carreras separadas, cada una edificada sobre la experiencia desarrollada en las asignaciones previas. He vivido en el extranjero, trabajé en el Salón de Asuntos de Estado de la Casa Blanca, extensivamente investigado sobre tópicos fascinantes, y he tenido tanto a diseñadores de política como a colegas, interesados en lo que he descubierto.

He aprendido enormemente acerca del campo que estudié en la universidad; Periodismo. Me especialicé bajo perfil en criminología y otras ciencias sociales. Pero he aprendido también mucho acerca de la gente, sistemas, políticas, pensamiento crítico, escritura, presentaciones; y temas tan diversos como sanciones, biografías, y hasta satélites.

No tengo un yate o una casa que valga millones pero nunca me he aburrido en el trabajo. Siempre se me ha retado a pensar y trabajar a los niveles más sofisticados y también peligrosos. Sé que lo que he hecho ha ayudado a mi país a prosperar y a estar seguro. La gente con la que trabajo es intelectualmente curiosa, tiene intereses vastos y sorprendentes. Posee estándares de pensamiento dinámico, riguroso y sofisticado.

También, demuestra los más altos patrones éticos y personales; es un placer trabajar diariamente con gente tan impresionante. Aunque mi ex esposo no me la pone fácil, intento que su maldita obsesión conmigo no interfiera en mi diario laboral.

Y qué decir sobre mi jefe.

 

—Agente Croft—Levanto mi mirada hacia mi jefe, el agente Stoner, todos le temen a éste, pero parece que con el sexo opuesto es más duro. Hace dos años estuve a punto de morir por su culpa, pero eso es otra historia que no vale la pena recordar.

—Agente Stoner.—me pongo de pie y le tiendo la mano, él la sujeta firme y sin parpadear.

—Tenemos una junta, necesito hablar con usted sobre la operación que tenemos para esta semana, no llevará mucho—Esboza lo que parece una sonrisa pero no me fío—Además, se viene uno grande y usted será la protagonista.

—Claro, señor.—Maldito idiota, yo lo admiraba, es un hombre frío y muy inteligente, pero después de haberme arriesgado de esa manera no puedo verlo de la misma manera. Lo he tenido que soportar por los últimos cuatro años.

Se da la vuelta sin decir nada y vuelvo a dejarme caer en mi silla. La mañana ha sido un poco cansada, sobre todo después de enterarnos que uno de nuestros agentes y única persona que puedo llamar «amigo» después del trabajo estuvo a punto de morir.

El agente Donovan. Fue herido mientras ponían bajo custodia a uno de los narcotraficantes de Italia, él y varios de los agentes fueron sorprendidos por una ola de balas, y para terminar de cerrar, había una tonelada de explosivos.

Por suerte, Donovan no murió, aunque estuvo a punto de hacerlo, no se puede decir lo mismo del maldito hijo de perra traficante. Fue capturado, al menos lo que quedaba de su cuerpo.

—Hola, cariño.

Se me revuelve el estómago al escuchar su voz, como siempre es mejor ignorarlo.

—Vamos, cariño, no me ignores—Pone su mano sobre mi hombro y mientras ésta empieza su recorrido, la tomo enseguida sin hacer mucho ruido y le doblo sus cuatro dedos hacia arriba.

—¡Basta, basta!—Me pide viendo a su alrededor.

— ¿Vas a seguir con tu juego?—Lo estoy torturando y hasta ya se encuentra de rodillas.

—¡No, no! —Jadea—¡Suelta, suelta!

Lo suelto y de inmediato empieza a recuperar el color de sus dedos. Siempre es lo mismo, la próxima vez lo tomaré de las bolas y no me detendré tan rápido.

—Demonios, Elaine—Se queja riendo—Eres una sádica.

—Para lo que tengo pensado hacerte la próxima vez que pongas tus manos en mí, la palabra sádica no te bastará.

Como lo dije antes, el idiota de mi ex esposo y compañero de trabajo, el agente Ford se empeña en hacer todo un juego para él. Incluso nuestro matrimonio lo fue, después de encontrarlo (más de una vez) con una de sus ex novias y viejas conquistas, ya nada podía detenerme.

Nos habíamos casado por las razones equivocadas, él me juraba amor, yo necesitaba un cambio. Se mostraba un hombre atento, dulce y detallista, pero se me olvidó que también lo que le colgaba entre las piernas es tan suelto como él.

Después de tres años de matrimonio no había marcha atrás, el divorcio le cayó como balde de agua fría. Me pidió perdón de todas las maneras posibles, incluso me prometió hijos, una vida nueva, pero en nuestro caso una «vida nueva» es algo que nunca va a existir, corremos peligro todos los días y jamás me perdonaría poner en peligro a un hijo.

Pero a ver, nunca he deseado uno, aunque cuando me lo propuso, pude ver en sus ojos que él sí quería ser padre. Otro tema más a la lista para poder separarnos.

Duncan Ford no es un mal hombre, es un maldito buen hombre, amigo, pero es follador de primera—Eso no lo puedo negar—. Solamente que no juego para ese lado, yo no comparto, y aunque no me casé enamorada, tampoco soy fanática de los cuernos como lo era mi madre.

—Te has quedado callada, ¿Estabas pensando en mí? —Soy la primera en mofarme por su comentario.             En realidad sí, pero no de esa forma en que lo piensa.

—¿Qué quieres, Duncan?

Hoy no quiero discutir con él, solamente quiero salir de aquí e ir a ver a mi amigo al hospital.

—Me enteré de lo que le pasó al agente Donovan—De pronto su cara de cómico cambia a empatía, él sabe que el agente Donovan es muy importante para mí.

—Sí, es una pena.

Me ve serio, conozco esa mirada, joder. ¿Nunca se cansará?

—Suéltalo.

—Puedo llevarte para que lo veas—Su amabilidad es una característica muy de él, siempre está cuando lo necesito, cuando no lo necesito y cuando cree que lo necesito.

—Duncan…

—Por favor, quiero hacerlo—Ha puesto la cara de cachorro que no quiebra ningún plato de nuevo—Tu auto sigue en el taller y sé que no te gusta tomar uno de la agencia, así que yo puedo llevarte.

—No creo que sea buena idea—Me limito a decir—Tú sabes que no es problema tomar el metro.

—Elaine, por favor.

Hace que lo vea, su maldita cara de modelo de revista tiene la culpa, no puedo negarlo, está como quiere y pensé que con el tiempo nuestra conexión física iría creciendo a convertirse en… amor.

Pero qué mierda digo.

—De acuerdo—Me levanto de la silla y de inmediato levanto mi dedo para señalarlo—Espero no sea otra de tus jodidas movidas, Ford.

Se ríe.

—No, te prometo que no.

—Ya he escuchado ese tipo de promesas antes.

Tomo mi bolso, mi arma y salgo con él al estacionamiento.

No puedo negarme, no solamente por ver esa cara de idiota que pone siempre, sino que quiero ver a mi amigo, y no me puedo exponer a tomar el transporte público.

Es una de las reglas, y mi vestimenta no es típica de una oficina, por lo que no sería normal que alguien que vista traje formal, tacones de aguja y cabello perfectamente recogido en un moño, tome el transporte sin más.

A no decir que también ando armada.

Una vez llegamos al auto, me froto las rodillas, fue una caída fea la que tuve ayer en uno de los operativos, pensé que al caer desde muy alto los huesos de las rodillas se saldrían, pero tantos años de entrenamiento, no quedó más que un dolor agudo e incómodo.

—No te ves bien—Escucho que dice Duncan, él tiene una manera de leerme impresionante, por un tiempo hizo su tarea en llegar a conocerme un poco, aunque no mucho, lo que sabe me impresiona y con eso debe de bastar.

—Estoy bien.

—¿Tienes hambre?

De inmediato lo veo, sabía que no se quedaría en esa movida de llevarme solamente al hospital.

—Mierda, Duncan—Niego con la cabeza riendo—Nunca te cansarás.

Escucho una carcajada de él. Hasta su maldita risa es bonita, es una lástima que no haya funcionado, en realidad todavía no entiendo por qué se empeña en conquistarme, jugarme malas bromas, estar más atento todavía. Él sabe que lo nuestro no puede ser.

A excepción de…

—Anoche estuviste increíble—Esa voz cargada de deseo hace que me ría, buen movimiento el que tuvo anoche cuando llegó a mi apartamento.

Después de que se enterara de que me caí desde una ridícula altura, no regresé a la oficina para recuperar el movimiento de mis piernas y él se aprovechó del momento. Haciéndome un colosal sexo oral, sus palabras eran:

—Déjame saborearte, caramelo—mientras escarbaba con su lengua y ponía hielo en mis rodillas elevadas—Siempre sabes a caramelo.

El sexo fue incómodo para él, ya que no me podía mover mucho, pero eso no le impidió que ambos nos corriéramos al mismo tiempo. Después me di una bofetada mental y una en la vida real a él, por haberse metido ahí abajo.

—Lo estás pensando, ¿Cierto?

—Vete a la mierda, Duncan—Le veo seria—Eso no volverá a pasar, fue un error y lo sabes.

—Sé que lo disfrutaste, caramelo—Que me llame así me hace trasladarme a tres años atrás, esa era su forma de llamarme fuera de la oficina, todavía sigo sin entenderlo.

—No me llames así, ya no soy tu esposa.

—Tienes razón—Es la primera vez que lo admite—Pero anoche me di cuenta de que sigues sabiendo… a caramelo.

Es increíble, definitivamente no debí aceptar que me trajera, pero después de todo, si de confiar se trata, sólo hay dos hombres, y ese desgraciadamente es él y Donovan.

No confío en él como pareja, pero como persona es de fiar, nunca se deja engañar y tiene un ojo de halcón y un tímpano de ballena que nada se le escapa.

Nunca ha trabajado de encubierto como yo, pero sabe descifrar las cosas que para otros simplemente ignoramos y eso es lo que me gustó y me gusta de él.

Sabe lo que hace… en todos los aspectos.

—¿Sabes?—Esta vez soy yo—Todavía me pregunto ¿Por qué nos casamos? Los rubios nunca han sido mi fuerte, y tampoco los risueños como tú. Creo que me casé contigo porque estaba cansada de jugar con mi vibrador en forma de caramelo.

Después de escucharte decir sobre mi sabor creo que es gracias a él, hasta podría decirte que hace mejor trabajo que tú, no habla, solamente se limita a hacer su jodido trabajo.

La cara de Duncan es todo un poema, que machaque su virilidad y su hombría es un golpe muy fuerte para él, es un hombre muy seguro de sí mismo, sabe perfectamente que una de sus debilidades conmigo eran esas, le gustaba disfrutarme, dejarme exhausta y aun así pidiendo más.

—¿Qué dices?—Se mofa inquieto, ahora se las cobrará—Si fui yo el que te lo regaló cuando éramos novios.

Mi sonrisa se esfuma de inmediato. Lo había olvidado por completo, él me regaló ese vibrador y sabe que no es gracias a él mi sabor, de hecho me lo obsequió por esa misma razón, para recordarlo mientras lo usaba.

Y lo peor es que sucede, a veces lo recuerdo.

—Creo que me lo regalaste porque sabes que no hacías bien tu trabajo.

Provocar a Duncan siempre ha sido fácil, pobrecito, nunca me lo perdonará. Empiezo a reírme a todo pulmón después de ver cómo ha empezado a ruborizarse del enfado.

Pero cuando veo que se ha desviado del camino a uno no tan transitado, estaciona el auto y me ve con esos grandes ojos verdes inyectados de puro deseo y de ira por haberlo atacado de esa forma.

—Retráctate—me exige con voz ronca y con los ojos cerrados.

—No lo hare, es mejor que me vaya.

Cuando pongo una mano en la puerta del auto para abrirla me detiene de inmediato y ahogo un grito del susto. Jamás lo había visto tan enfadado en todo el tiempo que llevo de conocerlo.

—¿¡Qué haces!?

—¿Entonces no hago bien mi trabajo?

De acuerdo, que lo llame trabajo es algo sucio, aunque le da. Parece que follar es su trabajo porque no le bastaba sólo hacerlo conmigo sino que también con las tres mujeres diferentes que lo encontré haciéndole una mamada.

—¿Estás haciendo una encuesta?

—No me provoques, Elaine.

He vuelto a ser su Elaine y no su caramelo. Puntos a mi favor.

—Debería de hacerte una yo ya que estamos en ello—Lo veo que me ve atento y continúo— ¿Tan mala era en la cama que no te bastó una sino que tres mujeres?

Se ha quedado callado, antes estaba rojo y ahora está sin color, es la primera vez que me muestro enfadada o una mujer celosa y despechada ante él. Tarde o temprano tenía que decírselo.

Cuando lo encontré con ellas, solamente me disculpé.

—Continúen en lo suyo—les dije—les recomiendo un vaso bien cargado de agua cuando terminen.

Las tres mujeres y él se quedaron perplejos cuando me fui sin más. Ya lo veía venir, pero haberlo visto fue todo un fiasco. Las otras veces no habían sido así de descaradas pero siempre lo encontré en la misma posición.

Mamadas.

Fanático de las mamadas.

Cuando le llegó la demanda del divorcio, o es más, no le llegó simplemente moví cielo y tierra y di por anulado el matrimonio sin que él lo supiera, al final lo había firmado él mismo, engañado por mí. Estaba tan idiotizado y culpable que ni siquiera se fijó en lo que estaba firmando.

Papeles de divorcio.

—¿Por qué hasta ahora reaccionas?—La pesadez de su voz me dicen una cosa. Está arrepentido. Lo sé, lleva diciéndomelo casi un año después de nuestra separación, pero en realidad el engaño no fue lo que me dolió.

—Tarde o temprano tenía que hacerte la pregunta, no tengo el ego tan inflado como tú, así que responde.

—Elaine…

Suspira con dificultad y niega con la cabeza para verme, ya no está enfadado, parece que hasta quisiera llorar después de haberme escuchado explotar de esa manera, ahora mismo no soy la mujer que él conoció siete diez atrás.

—Eres una mujer completa—Me sonríe con timidez y continúa—Eres perfecta dentro y fuera de la cama, yo fui el idiota.

—Gracias por la aclaración—La frialdad de mi voz hace que cierre los ojos de nuevo—Ahora, llévame a ver a mi amigo o me bajaré de tu coche y esta vez no dejaré que me lo impidas.

No dice nada, ni siquiera se ha movido. Sigue observándome perplejo hasta que se rinde y da marcha de nuevo al auto.

Dejo salir un gran suspiro. No me gusta discutir de esta manera tan personal. Por supuesto que no lo odio, lo he perdonado, pero estoy a punto de odiarlo cada vez que recuerdo en lo que me convertí gracias a él.

 

 

 

CAPÍTULO DOS

En todo el trayecto no dijo nada y tampoco dije nada, era lo mejor, una bomba estaba a punto de estallar y no era buena, él sabía perfectamente que verme enfadada era lo peor. Mi cuerpo me traiciona y es como si rechazara el aire que respiro.

Una vez llegamos al hospital, bajamos juntos del auto y nos dirigimos a la sala privada donde estaba el agente Donovan, sabía que no me dejaría y se iría, es tan terco como una mula que a veces lo odio por ello.       Ni siquiera merezco tanta atención de él, pero de alguna manera siempre, siempre está ahí.

—Me dijeron que por aquí estaba el paciente más latoso del mundo.

Al escuchar mi voz se voltea y me sonríe. Joder, todavía puede sonreírme después de haber recibido más de diez impactos de bala en su chaleco y haber estado inconsciente gracias a la bomba que explotó cerca de donde estaban.

Me entran ganas de llorar al verlo así pero me contengo, no soy una mujer que llora, no doy aires de brava o de ser una roca, soy una mujer fuerte que se da a respetar, pero tampoco soy un iceberg cuando se trata de ser humana con la gente que quiero.

—Lara Croft —Amo y odio que me llame así.

—Agente colores—me burlo de inmediato y me acerco para darle un fuerte abrazo. —No vuelvas a asustarme así, maldito cabrón.

Se ríe con dificultad y hace que lo vea.

—Mala hierba nunca muere.

—Lo que tú tienes de hierba mala, lo tengo yo de historieta infantil.

Eso siempre lo hace reír. Dorian Donovan es una persona muy importante para mí, perderlo sería devastador para mí y para el equipo, lo necesitamos, pero más lo necesito yo en mi vida, ha sido el único hombre que no me ha fallado, más allá de su preferencia sexual, es todo un hombre.

—Cambia esa cara, Lara Croft. Estoy bien.

—Sé que lo estás, pero quería asegurarme.

Ambos nos quedamos en silencio y odio cuando empieza a ver mis ojos, tratando de ver más allá.

—No empieces—Soy la primera en romper el silencio.

—Tu esquivo sólo me dice una cosa—Se incorpora más para estar al nivel mío y ya estoy lista para el sermón, aun fuera de la oficina y adolorido, siempre tiene un sermón. — ¿Qué te hizo el idiota del agente Ford y para terminar de zanjar, tu ex marido?

Rio a carcajadas, no sin antes escuchar que alguien carraspea la garganta detrás de mí.

—Es mejor que el idiota agente y ex, se vaya—Nos avisa Duncan cerrando la puerta.

A Dorian nunca le ha importado insultarlo fuera de la oficina, nunca ha sido santo de su devoción, pero le atrae, malditamente le atrae y es por eso que lo odia.

—Anoche…

— ¡Oh, por Dios! —su voz ronca y varonil me da gracia, es muy varonil, pero cuando se trata del cotilleo es toda una chica. —Dime que no se metió entre tus piernas.

—Bien, no se metió entre mis piernas.

—Mierda, El. ¿No juegues con fuego o te vas a quemar?

— ¿Más?

—Sé que no lo amas, ese hombre terminará matándose por tu rechazo de un día, y al siguiente se ponen a follar como dos perros en celo.

—De acuerdo, parece que alguien necesita un supositorio.

Me quedo viendo a la nada mientras Dorian acaricia mi mano, solamente espero que no me juzgue, aunque nunca lo ha hecho.

—Nena—me toca la barbilla para que lo vea—Hay algo más ¿Cierto?

Niego con la cabeza e intento sonreír. No vale la pena, recordar el pasado, he perdonado. Al menos eso creo.

—No te dejaré ir de aquí—Me advierte—Así tenga que encerrarte y colgar tu pierna a la par de la mía, dime la verdad.

Resoplo y resoplo. Cuando tiene que ser tan terco no lo es, es un condenado que se sale con la suya siempre. No me extraña que sea el mejor agente de Ciencia y Tecnología de la CIA. A sus 34 años nada se le escapa, ni siquiera las mujeres y mucho menos los hombres.

—Exploté mientras veníamos para acá—empiezo a decirle sin verlo a los ojos—Le dije que si era tan mala en la cama para que me haya engañado más de una vez con tantas mujeres.

—Nena…

—Sé que es estúpido, tú sabes que no lo amo, lo quiero como un amigo, pero no sé, estos últimos días han sido difíciles, escuchar tu noticia fue lo peor del día.

—Ven aquí, nena—Lo abrazo fuerte mientras el masajea mi espalda. Sabe confortarme siempre, en otra vida hubiese sido la mejor madre, pero en ésta le tocó ser un Agente de la CIA, y gay.

O bisexual, ya con él no se sabe.

—Estoy bien—Digo con franqueza, en realidad fue un momento de debilidad. No todo el tiempo tengo que mantener mi cara de soldado.

—Sé que lo estás.—Me dice en mi cuello, haciéndome cosquillas—Tienes que estarlo, se te viene encima una de las misiones más importantes de la agencia, tienes que dejar tu mierda a un lado, no sólo te eligieron, tú misma te ofreciste.

—Lo sé.

—Bueno, una vez salga de aquí vamos a tener una conversación muy seria tú y yo.

—¿Seria?—Lo reto con la mirada.

—Muy seria, Lara Croft.

—Odio que me llames así, ¿Por qué todos tienen un sobrenombre para mí?

—Nena, llevas el apellido de una de las mujeres más sexys, audaces y peligrosas de la televisión.

—¿Te refieres a un personaje, caricatura o a Angelina Jolie?

—Eres más sexy que Angelina Jolie.

Me hace reír a carcajadas sus explicaciones tan detalladas, pero es hora de irme, tengo que regresar a la oficina.

Todavía me queda uno que otro pendiente para estar preparada y estudiar a mi objetivo.

Me despido de Dorian con un beso en la boca y un abrazo y me dirijo a la puerta, no sin antes detenerme cuando escucho que dice:

—Compórtate, Lara Croft.

—De acuerdo, Dorian Gray.

Soy la primera en reír a carcajadas y salir corriendo no sin antes escuchar cuando me grita:

—¡Vete a la mierda!

Regresé a la oficina con el agente Ford. Se limitó a conducir y yo a comer goma de mascar y a hacer bombas en todo el camino. No tenía ánimos de seguir discutiendo, ver a Dorian me había servido de mucho, él tenía razón, debo tener mi mierda bien clara para prepararme con ésta nueva misión.

Siempre me gustó trabajar de encubierto, fuera de la oficina y de una computadora llenando informes para el agente Stoner.

Mi padre fue uno de los mejores agentes de encubierto, gracias a él y su experiencia es que pude ganar méritos en el rápido aprendizaje en la agencia.       Ser hija del agente y jefe August Croft, era lo mejor que me pudo haber pasado en la vida, y ser su hija, uno de los hombres más leales y comprometidos con su trabajo, a veces hasta mucho.

Un hombre respetado, admirado y envidiado.       Cuando mi padre murió, quien tomó su lugar fue el Agente Stoner, ya nada volvió a ser igual, pero no era que ser la hija del jefe tenía sus cosas buenas, al contrario, mi padre era más exigente, perfeccionista y detallista a la hora de trabajar conmigo y con el resto del equipo.

No era un hombre perfecto, pero fue el padre perfecto para mí.

Después de su trágica muerte cuando uno de sus hombres lo vendió con la mafia alemana, mi vida no volvió a ser la misma, pensaba y pienso que atrapando a cada mafioso que se me ponía enfrente de mí, estaba vengando la muerte de mi padre. Yo misma me encargué de matar al responsable y a atrapar al hombre en el que mi padre desgraciadamente confió. Quería matarlo a él también, pero me iba a costar mi carrera.       No me importó e intenté hacerlo, pero un mes después él mismo me hizo el favor y se colgó en su propia celda.

Fueron momentos duros, mi padre era el primero en ir a mi habitación a velar mi sueño, las pesadillas eran todos los días, bombas, disparos, voces, gritos de las personas a las cuales tenía que rescatar más de una vez cuando me encontraba en África o al otro lado mundo. Él siempre estaba ahí.

Al final del día. Ver a todos esos niños y mujeres fuera del peligro, de ser vendidos y obligados a matar a sus padres para pertenecer a este grupo de monstruos, era lo que me quitaba y a la vez me hacía dormir en paz.

Pero mi padre ya no estaba.

Nunca supe lo que mi padre hacía hasta que una vez, en una de mis tantas rabietas, me obligó a ver un vídeo donde él estaba enfrentando a uno de los hombres más peligros del mundo, lo veía en las noticias y jamás me imaginé a lo que mi padre se enfrentaba.

Cuando me explicó de lo que se trataba su trabajo con el propósito de apreciar y valorar lo que él arriesgaba día a día por mi madre, mi hermana y yo, no había marcha atrás, yo quería ser como él.

Cuando cumplí los dieciocho había cobrado la primera vida. Ni siquiera había empezado mi entrenamiento. Estaba tomando un café con mi padre, le contaba del sueño que tenía de ser como él pero también de convertirme en una gran periodista y cubrir las noticias más importantes y peligrosas del día.

Alguien estaba vigilando a mi padre y él ni siquiera se daba cuenta. El hombre daba por sentado que era demasiado ingenua para darme cuenta que tenía más de una hora vigilándolo y preparando su ataque. Cuando vi que él hombre se acercaba, tomé el arma que mi padre llevaba detrás de su cintura y le disparé sin pestañear.

Desde ese momento mi padre vio algo en mí y yo me sentí otra, ya el periodismo no me apasionada, pero igual me convertí en una. Lo único que quería era defender, pelear y muchas veces matar, pero no porque tenía la sangre fría, sino matar a aquellos que no merecían respirar el mismo aire que yo.

Me estaba convirtiendo en una persona adicta al peligro, hasta que mi padre me puso los pies en la tierra. Cuando viví el primer genocidio , fue cuando el alma llegó a mi cuerpo de nuevo. No todo era matar, también era de vivir y ayudar a otros a que también vivieran.

Desde ese momento ya no pensaba con la mente fría todo el tiempo.

Me convertí en alguien atenta, demostraba empatía, sigilosa, perfeccionista igual que él, pero sobre todo leal.

Han pasado casi 4 años desde que murió, pero para mí sigue siendo como si fuese ayer. Al recibir la noticia de que habían descubierto su coartada. No solamente me desplomé, estuve sin hablar, sin llorar o siquiera moverme por todo un mes.

En cualquier momento el grifo sería abierto, o quizás no. Quiero pensar en que antes de su muerte, su entrenamiento para mí, como padre, héroe y ser humano, me ayudó a convertirme en la mujer fuerte que siempre quiso que fuese.

 

CAPÍTULO TRES

 

Cuando salí de la oficina, tomé un taxi a hurtadillas del idiota de mi ex y me dirigí al bar de siempre. No me caía mal un par de tragos, había sido un día muy duro, pero más que todo. Necesitaba despejar un poco la mente y prepararme para lo que se avecinaba.

—¿Lo mismo de siempre, agente?—Me pregunta Cedric, un bombón de piel morena que siempre me atiende en la barra del bar que está a la vuelta de mi casa.

Asiento con la cabeza y enseguida me sirve un poco de Whisky en las rocas y una rebanada de limón.       Le doy mi primer trago y de inmediato se me abre la garganta y pide por más. Hoy no quiero pensar, después de este día, el ataque que tuve con Duncan y enterarme que pude haber perdido a mi mejor amigo, me bastaba para merecerme un par de tragos.

—¿Un día difícil?—Levanto la mirada y veo que Cedric limpia la barra con una franela que desprende un olor a limón.

—Más bien largo—Le hago señal de que llene el vaso de nuevo—Pero también difícil.

—He tenido día de esos, ¿Sabe lo que me ayuda?

Siempre entabla una conversación, de hecho es agradable conversar con él mientras me emborracho.       Solamente una vez estuve tan topada que tuvo que llevarme él mismo a mi casa, fue ahí cuando se dio cuenta a qué me dedicaba.

—¿Si te digo que sí, prometes que dejarás de tratarme de usted de una vez por todas?

Me enseña un par de dientes perfectos y blancos y asiente con la cabeza.

—Cuando he tenido un día largo y difícil, lo que hago es cantar.

—¿Cantar?

—Sí—Parece divertirle mi cara—Me gusta cantar, y el otro día la escuché que cantaba mientras la… te llevaba a tu casa, y no cantas mal. De hecho lo haces muy bien.

Era lo que mi padre me decía. Los clásicos eran mis favoritos, pero sobre todo le gustaba escucharme cantar los grandes éxitos de Mariah Carey, Etta Jones, Katie Melua, Adele, Amy Winehouse. Pero sobre todo de Carey. Decía que mi voz era la perfecta combinación de ella y de una diosa clásica del Blues, así era mi padre de adulador.

—Gracias, Cedric—Levanto mi vaso y doy por cerrada la noche de copas—Lo tomaré en cuenta. No vas a necesitar llevarme a mi casa de nuevo, pondré en práctica tu consejo.

Le guiño un ojo y le doy una buena propina antes de salir.

Camino por la avenida Georgia, ya no me deleito viendo los alrededores, parece mentira que ahora no signifique mucho para mí. Solamente me limito a ver la punta de mis zapatos que ahora mismo están matándome. Antes veía cada árbol, cada rostro, cada sonido llamaba mi atención.

Parece que ahora cada ruido y movimiento extraño es mi enemigo.

Echo mucho de menos a la loca de mi hermana y también a mi madre, aunque ésta última no volvió a ser la misma después de la muerte de mi padre. No la juzgo, fue el amor de su vida, aunque la cruda verdad viniera después para mí.

Se escondió bajo la placa de mi padre, ella sabía o sospechaba a lo que se dedicaba él y a lo que me dedico yo. Pero para ellas soy una simple periodista amateur que nunca ha querido salir en la televisión.

La CIA me ha permitido ser un fantasma hasta con mi propia familia. Y así debe de ser, perder a otro miembro de mi familia no sería lo mismo.

Yo no sería la misma.

Mi hermana es una de las personas favoritas en mi vida. Su vida ha sido vivir, más no caer, ni siquiera la muerte de mi padre la detuvo por un momento.

Es una de las juezas más respetadas de Washington y aunque también su trabajo requiera de cuidarse la espalda. Tengo mi propia seguridad vigilándola día y noche.

Mi madre por otro lado, es una mujer solitaria, ermitaña que se dedica a cuidar sus plantas, cocinar un buen guisado y adoptar muchos gatos.

Esto último me encanta, gracias a su último regalo de adoptar un gato para que me hiciera compañía, he tenido miedo de llegar a convertirme también en esa parte de su triste vida.

La amo, no me mal entiendan. Pero creo que perdí a mi madre el día en que perdí a mi padre.

Rara vez me llama, extraña vez me recibe con una sonrisa y ni siquiera mantiene una conversación de más de tres preguntas. Solamente espero algún día recuperar a la vieja Liz Croft que solía ser.

La madre alegre, la que me reprendía por comer solamente papas fritas y donas, la que me decía constantemente que tenía que casarme—no solamente yo, también a mi hermana mayor— y tener hijos.

Por suerte para mi hermana y para mí lo de casarnos y tener hijos está en último plano. A pesar de que me casé, creo que lo hice más para complacerla, para que sintiera que no todo estaba perdido, que podía darle lo que tanto esperaba de mí. Pero al final… Me convertí en mi madre.

—¡Ayuda!

El alarido de una mujer me hace levantar la mirada y mi instinto de agente empieza a trabajar.

—¡Cállate, maldita!

Me quedo de pie y atisbo de dónde vienen los gritos, es lógico que una mujer está siendo agredida por un hombre. Su pesada y áspera voz me indican también que se trata de un hombre no mayor de los veinticinco. ¿Cómo lo sé?

Soy la profesional.

Me acerco al callejón una vez escucho más de cerca el jadeo y forcejeo de ambos. Preparo mi arma y camino a paso sigiloso y calculador. En efecto. Es un hombre que está en pleno asalto a altas horas de la noche, acechando a su presa en un callejón oscuro bajo las amenazas de un arma blanca.

—Suelta la navaja y déjala ir—No necesito levantar mi voz, escondo mi arma detrás de mi chaqueta para darle una oportunidad que seguramente no se merece.

El hombre con ojos vidriosos me fulmina con la mirada, mientras que la chica de unos veintidós años llora sin parar, y mirarme le ha devuelto el color a su rostro.

—Vete de aquí, perra—Me escupe—También tengo algo para ti.

—Te lo diré una vez más, no me gusta repetirme—Lo amenazo preparando mi arma, aún sin que la vea—Déjala.ir.ahora.

El maldito empieza a reírse y la chica lo ve tímidamente frunciendo el entrecejo. Ambas nos damos cuenta que su atacante está bajo los efectos de algo más que la adrenalina de apresar.

Cuando doy un paso hacia adelante, él empuja la chica hacia un lado y está listo para hacerme daño.

—Ven aquí, perra.

—No me llames perra—Le advierto una vez, solamente una vez—Si vuelves a decirme así, te vas a arrepentir.

De nuevo empieza a reírse, pero esa risa es diferente, es de pura ira de escuchar que una mujer lo está amenazando mientras es él quien está armado. Pero él no lo sabe, yo no llevo arma blanca. La mía es letal.

—Perr…

Y no le da tiempo de terminar cuando ve que le apunto con mi Walter p99 y como lo sospeché, su sonrisa se esfuma en un instante y la chica silencia un fuerte grito llevando sus manos a la boca.

—Sé que no es la primera vez que haces esto—digo tranquilamente mientras él se ha quedado estupefacto—pero será la última.

Cuando parece que se ha rendido, él idiota se me lanza en un abrir y cerrar de ojos, haciéndome una pequeña cortadura en mi brazo derecho. Para mí no es nada, pero la chica ha empezado a gritar de nuevo pidiendo ayuda esta vez saliendo del callejón.

Mientras yo, respiro hondo, tomo del cuello a mi ahora atacante, el arma blanca la pateo con mis pies y de inmediato lo noqueo golpeándolo en la nuca con la cacha de mi pistola.

—Te lo dije—digo una vez yace en el suelo desmayado.

Cuando pienso que mi noche no puede ser más interesante, rápidamente escucho las sirenas, la chica ha hecho un buen trabajo pidiendo ayuda. Una vez la policía prepara su arma y entra a la escena patética de un asalto fallido, los tranquilizo cuando les digo:

—Tranquilos, oficiales—levanto una mano guardando mi arma y mostrando mi identificación—El bello durmiente aquí estaba asaltando a la señorita—La veo que está temblando y le pregunto: — ¿Estás bien?

Ella asiente con la cabeza aún con su rostro lleno de lágrimas y me acerco para masajear su hombro.

—Todo está bien, no deberías de caminar tú sola por esta calle.

Ella apenas me sonríe y los oficiales levantan del suelo al pequeño delincuente y lo ingresan en la parte de atrás de la patrulla.

—Podemos llevarla algún lugar, agente Croft—Me dice uno de los policías preocupado—Está herida, debería de hacerse revisar eso.

—Estaré bien—Les digo recordando que yo misma me he curado heridas peores—Me deja tranquila que la lleven a ella a su casa.

Ambos policías asienten y la joven me da un abrazo que me toma por sorpresa.

—Gracias—Dice sonriendo por primera vez después de que el peligro ya pasó.—No sé cómo agradecerle lo que ha hecho por mí.

—Con que no vuelvas a andar por ahí tú sola, es suficiente.

—Lo haré.—mueve la cabeza asintiendo y entra a otra de las patrullas.

Me despido de los oficiales y cuando veo que han cruzado por diferentes direcciones. Me detengo a ver mi brazo.

—Mierda—Digo por lo bajo—Menudo corte me ha hecho el cabrón.

Niego con la cabeza y mantengo firme mi brazo hasta llegar a mi destino.

 

 

 

 

CAPÍTULO CUATRO

 

Al llegar a mi casa, me despojo de toda mi ropa y camino desnuda hasta mi gran cuarto de baño, saco el no tan pequeño botiquín especial de primeros auxilios y limpio la herida. Va a necesitar sutura, así que yo misma empiezo a preparar la aguja luego de desinfectar.

Si hay algo a lo que odio, son las malditas agujas, por no hablar de mis dos fobias.

—Mierda—Gruño—Debí hacerle caso al oficial.

Mantengo la aguja lista para meterla en mi piel, pero me tiemblan las manos.

Mierda, mierda, mierda.

No puedo ir al hospital, apenas y puedo mantenerme de pie, parece que los tragos que me tomé empiezan a hacer efecto. Es increíble que haya podido esquivar un poco la navaja en este estado.

Me veo al espejo y es como si mi reflejo me hablara.

—Tienes que hablarle—Me digo a mí misma.

Sí, definitivamente tengo que hacerlo.

Resoplo y resoplo y veo que la herida no deja de sangrar. Levanto mi huesudo pero ejercitado culo de la silla y tomo mi teléfono celular. Marco el número de memoria y espero a que suene.

A los dos avisos, responde.

— ¿Elaine? —A mí también me parece extraño, pero no sé a quién más llamar. Mi mejor amigo apenas y puede moverse en el hospital.

—No te hagas ilusiones—Me detengo por un momento para ser un poco cordial con él, después de todo lo necesito.—Estoy… bueno, tengo un puñetero corte en mi brazo y no puedo suturarlo yo sola ya sabes que…

—Voy para allá.

Su interrupción solamente me deja pensando en que está asustado, nunca lo he llamado cuando estoy herida, mi orgullo es demasiado grande como para poder hacerlo, pero mientras veo mi brazo gotear, el orgullo me importa poco. No quiero morir desangrada, aunque sería una exageración de mi parte y es por culpa de esos malditos tragos. No sé si me siento mareada por la sangre o por el alcohol que ha llegado a mi cabeza.

Duncan es un hombre fuerte, ya no recuerdo la última vez que salió herido durante un operativo, siempre admiré eso de él. Cuida a los que están a su alrededor, no le teme al peligro, yo tampoco. Pero soy mujer, no todo el tiempo tengo que ser de palo y si alguien me ha visto llorar desgraciadamente ha sido Duncan después de la muerte de mi padre.

Mi mejor amigo también, aunque éste no solamente me ha visto llorar, también me ha visto ser una mujer patética y sin placa. «Una mujer de verdad», como dice él. Y no la que finge tener dos bolas entre sus piernas para defenderse del mundo entero.

Veo el reloj y apenas han pasado diez minutos cuando escucho que abren la puerta.

—Tienes que devolverme esa llave—Lo amenazo sosteniendo aún mi brazo.

—¡Por Dios, Elaine!—Se espanta al verme en este estado, bueno, ya somos dos—¿Qué fue lo que te pasó?

A grandes zancadas toca mi rostro, y me ve…

Joder.

Pero si estoy desnuda y ni siquiera me había dado cuenta.

—Oye—Le advierto para que me vea a los ojos, pero me sorprende que encontrarme desnuda no lo distraiga, realmente está preocupado y asustado.—Pásame esa bata.

A regañadientes y luchando contra sí, hace lo que le pido y me ayuda a ponérmela. No me importa llenarla de sangre, pero no quiero que me haga una mala sutura porque mis tetas le distraigan.

—Iba caminando por la calle y escuché que alguien pedía ayuda—Mientras le estoy contando todo lo sucedido con lujo de detalle. Cierro mis ojos para no ver cómo hace su trabajo y aprieto muy fuerte mis labios.

—Debiste ir al hospital, tienes suerte de que tengo experiencia en estas cosas. ¿Cómo se te ocurrió actuar tan natural ante alguien así?

Me entra la risa nerviosa. Algo que siempre odió de mí era eso, que me riera de él y sus consejos o cuando me reprendía por ponerme en peligro siempre.       Lo admito, nunca se me ha dado bien eso de seguir órdenes, y por eso eran las peleas con mi padre.

—Duncan, por si no te has dado cuenta, estoy borracha.

—Ya lo sé, creo que de otra forma no me hubieses llamado.

Eso me ofende.

—Sabes que no es cierto—mi risa se ha ido, no tiene porqué castigarse de esa manera.—Te llamé porque no tengo a nadie más.

Me estudia la mirada, sabe que lo que digo es cierto, a veces no merezco nada de lo que hace por mí y otras veces se merece cada una de mis agrias palabras.

—Tienes a tu madre, a tu hermana y—Rechina los dientes y pone los ojos en blanco—A Dorian.

Sé que no lo odia, pero tampoco es su persona favorita en el mundo. Él se ha dado cuenta de cómo lo mira. Se lo come con la mirada no solamente por recelo sino por su atracción extremadamente ridícula.

—Bueno, creo que no estaba preparaba para la cara de leche cortada de mi hermana o las miradas vacías de mi madre, y mi amigo está en el hospital. Si fue un error llamarte, no hubieses venido.

—No te pongas así, solamente estoy tratando de decir que no seas tan orgullosa contigo misma. No estoy hablando sólo de tu herida, para todo eres así, y es un maldito milagro que me hayas llamado, te conozco y sé que hubieses preferido desangrarte y que se te hiciera una horrible cicatriz a llamarme.

—Ya te dije, estoy ebria.

Una vez termina de suturar y vendar mi herida, sale de cuarto de baño para darme un poco de privacidad y me doy una ducha rápida. Seguramente no espera que le dé las gracias, mis palabras no han ayudado en nada y el rechazo por sus consejos tampoco.

Siempre se empeñó a que no fuese dura con nadie, pero sobre todo conmigo misma.

Cierro el grifo del agua fría y me restriego la cara con las manos. Ya no me siento tan mareada, al menos tres de mis sentidos han regresado a mí, así que salgo del cuarto de baño y me sorprende verlo todavía ahí.

—Gracias—digo dirigiéndome a la cocina.

Escucho que viene detrás de mí y me sigue estudiando con la mirada.

—¿Qué?

Está empezando a molestarme. Ya sé el motivo del recelo de su mirada.

—¿Vas a aceptar el caso?

Por Dios. No puede empeñarse a hacerme esto.       Es la primera vez que interviene en mi trabajo de esa forma. Cuando dijeron que se trataba de uno de los grandes y el agente Stoner me lo asignó, él fue uno de los que no estuvo a favor.

—Lo he aceptado, no puedes hacer nada al respecto. Es mi trabajo.

—Es demasiado arriesgado, Elaine.

—Yo no intervengo en tu trabajo, haz el favor de no hacer eso conmigo, ni siquiera cuando eras mi marido te empeñabas en controlarme.

Y es verdad. Era cuando hacíamos un mejor equipo de trabajo, mi marido y yo disparando y estar en el peligro era lo más excitante, cuidaba mi espalda y yo la suya. Pero eso ahora parecía estar lejos. Ahora me quería lejos de todo. Si una simple herida de arma blanca lo hizo reaccionar así, no quiero ni pensar en lo que puede llegar a pasar en esa misión.

—Me preocupas, Elaine.

—Estoy bien, Duncan.—No quiero enfadarme con él, no esta noche.

—No hablo de eso—Aquí vamos otra vez—Después de aquella misión que tuvimos juntos yo…

—¡Basta!

—Me vas a escuchar.

Me sorprende que sea yo la única que alce la voz. Bien dijo alguien una vez, que el que alza la voz discutiendo es porque sabe que está equivocado.

—Estuviste a punto de morir ahí con todos nosotros y parece que no te importaba. Después de que tu padre murió perdiste la sensibilidad de tu propia vida, te sometes al peligro sin necesidad alguna, no estamos hablando de ir tras cualquier hombre, es uno peligroso, aunque no haya pruebas todavía, sigue siendo alguien peligroso.

—¿Has terminado?

—No, ¡Maldita sea!—Rodea la barra de la cocina para estar más cerca de mí—Tienes que valorar tu vida, no puedes actuar por impulso, a la mierda la CIA, tu vida vale más… tú vales más.

— ¿En serio?

Mi insolencia hará por cerrada esta conversación, no puede venir a decirme que valgo mucho para él y para el mundo entero, cuando él fue uno de los que se empeñó en que mi vida fuese una mierda, una mentira, una fachada.

—Cuando te follabas a tantas mujeres como se te ponían enfrente parecía lo contrario.

Su cara es todo un poema. He dado en el blanco, su punto débil, que yo le siga recordando eso a cada momento es la mejor defensa que tengo.

—¿Qué tengo que hacer para que me perdones, Elaine?

Lastimosamente nada. Porque lo he malditamente perdonado. Es de otra cosa de la que no me puedo olvidar.

—¡Nada!—Le grito de nuevo—A la mierda tu preocupación, Duncan.

—¡Dilo de una jodida vez!—Ahora ya somos dos los que gritamos, nunca me ha gritado, de hecho no es un hombre agresivo con el sexo opuesto pero he llegado a la llaga—¡Dime por qué me odias tanto y por qué no puedes perdonarme!

Se me hace un nudo en la garganta que esté tan desesperado por saber el motivo de mi recelo por su engaño. Un engaño, que te monten los cuernos no es algo para aplaudirle a un hombre, si tengo que decírselo de una buena vez para que lo entienda lo haré.

—¿¡Quieres saberlo!?—Lo empujo sintiendo el ardor en mis ojos—¿¡Quieres saber por qué me odio y odio lo que me hiciste!?

Se ha quedado inmóvil por mi reacción, y no quiero que me detenga, su cara de cachorro arrepentido no funcionará esta vez.

—¡Me convertiste en lo que no quería!—Le gruño cuando las lágrimas se resbalan por mi rostro— ¡Me convertí en mi madre!

Le ha dolido, pero hurgó hasta llegar, ahora que se aguante porque no pienso parar de escupirle en la cara por qué soy como soy.

—Después de que mi padre muriera, me di cuenta de que la engañaba por años, y ella lo sabía.

Mi confesión lo toma por sorpresa y ni siquiera hace el intento de callarme, sabe que necesita entenderlo.

—Siempre lo supo y lo dejó estar.

Era una madre risueña cuando estábamos los cuatro juntos, pero ella ya estaba marchita, por él, y su muerte fue lo que la terminó de destruir, porque fue hasta ese momento en que él le pidió perdón.

Por eso odio lo que me hiciste, te he perdonado. ¡Maldita sea, lo he hecho! Pero no puedo olvidar, es a mi padre al que no puedo perdonar, es por eso que también la perdí a ella.

—Cariño, no…

—No—Lo corto—Necesito sentirme viva, y la única manera de volver a sentirme así es estar en lo que tú y todos llaman peligro, es lo único que me detiene en convertirme en un fantasma, en mi madre.

Ya suficiente me le parezco y hasta el par de cuernos se parecen gracias a ti.

Esto último le duele, sé que le duele y no es mi intención hacerlo sentir de esa manera, pero sólo así podrá entenderme.

—No sabía que me odiabas tanto—dice con voz tan suave y cargada de dolor.

—No te odio, Duncan—me rio limpiando mis lágrimas—Quisiera hacerlo, actuar como una mujer normal, cortarte las bolas y hacértelas tragar.

Pero al final me doy cuenta de que no vale la pena.

—Lo siento, Elaine—Me ve a los ojos de nuevo, sus hermosos ojos verdes me piden a gritos que lo perdone y que olvide.

—Yo me odio cada día por haberte perdido, no te merezco y sé que estoy lejos de merecerte, tuve mi oportunidad contigo, sé que no me amas, que nunca me amaste pero mi trabajo era enamorarte, enamorar a mi esposa, pero fallé.

—No te castigues, ya está hecho.

—Me duele ver en lo que te has convertido por mi culpa, caramelo.

Me hace reír que me llame así, sabe mover bien sus cartas, pero a veces mover las cartas no es suficiente, lo que necesitamos ambos es aceptar en que nuestro matrimonio fue un error, un terrible error.

—Siempre dije a mí no me pasará eso.—Las lágrimas han cesado pero sigo sintiendo la pesadez en mi voz—Y tampoco dañaste mi autoestima, aunque debo admitir en que muchas veces me pregunté si fue mi culpa, por no quererte de la misma manera en que tú me querías.

—Te quiero—Me corrige.—Siempre te he querido y mi engaño no fue por falta de amor, o porque no funcionaras como mujer. Eres una mujer completa, bella y valiente, una maquina en la cama y me siento un idiota al decir que perdí a mi mujer por mi maldito deseo de tenerlo todo.

—Eres hombre, ¿Qué esperabas?

—Te equivocas, Elaine. Ser hombre también significa respetar y cuidar a su mujer, algo que me faltó y que le faltó a tu padre. Sé que está muerto, pero me importaría una mierda decírselo en su cara.

—Lo sé.

Si algo tenían este par, era que a veces no podían ni verse.

Mi padre siempre me dijo que me cuidara de él, que no era perfecto como lo era en su trabajo, que fuera de la oficina podría ser como cualquier otro. Pero después me di cuenta que también hablaba por sí mismo.

—No espero que lo olvides, pero me gustaría que lo hicieras, o al menos que no te olvidaras de lo que eras cuando te conocí. Risueña, testaruda, valiente, pero sobre todo calculadora con un sexto sentido excepcional. No dejes que mi maldito error te convierta en alguien que no eres y termines muerta por buscar sentirte viva. Es algo estúpido si lo vemos de esa manera.

Maldito, Duncan Ford. Siempre tiene la razón.

—Lo intentaré.

Se acerca a mí y me planta un beso en mi frente, sentir su calor me hace sentir bien, el siempre será importante para mí, aunque me cabree, aunque sea un follador y me provoque, sé que intenta que olvide.

—Nos vemos mañana.

—Está bien.

Lo acompaño hasta la puerta, estoy demasiado cansada para procesar todo lo que acaba de pasar, pero es la mejor conversación que pude haber tenido después de un día y noche tan larga.

Una vez le abro la puerta, me ofrece la copia de la llave.

—Quédatela, pero solamente porque sé que siempre estarás ahí cuando te necesite.

—Siempre.

Se acerca y me toma el rostro con sus manos. Me ve serio y me da un breve beso en los labios. No es de deseo. Es diferente, es un beso tierno y al mismo tiempo de arrepentimiento.

Me sonríe y me lanza la misma mirada de siempre y desaparece.

 

 

CAPÍTULO CINCO

 

Cabello oscuro.

Ojos que parecen verdes, pero dan un tono azul y a veces un color grisáceo. Como si se tratara de un camaleón que se acopla a su alrededor.

Mirada hechicera. De esas que no necesitan abrir su boca para decirte lo que desean que hagas…y qué le hagas.

Cuerpo de infarto. Que lo esconde siempre un traje de diseñador de tres piezas.

Nunca sonríe, rara vez habla o da una entrevista, tiene a muchas personas que trabajan para él para que no tenga que acudir a ninguna junta sin importancia.

Para tener 34 años el hombre tiene un imperio que ni en diez vidas lo haría un empresario cualquiera que viene desde abajo.

Cierro el ordenador cuando empiezo a sentir un poco de calor en todo mi cuerpo. ¿Qué fue eso? Llevo una semana observando su fotografía. De hecho me he tomado el tiempo—gustosa— de ver miles de fotografías en san google de él. Casi no se deja fotografiar, pero los fotógrafos han hecho un gran trabajo y no necesita ni siquiera posar. El hombre de cualquier perfil se ve malditamente perfecto.

Me levanto de mi silla y voy por una botella con agua. ¿Desde cuándo me siento tan sedienta?

Concéntrate Croft.

La primera semana pasó volando, cada vez me sentía más preparada y decidida para mi nueva misión.

Hacer caer a uno grande.

Pero la siguiente semana, fue la mejor. El agente Donovan estaba fuera del hospital, recuperado y con pilas nuevas. Ya mis días empezaban a ser cada vez mejor.