Londres Decamerone - Heinz Landon-Burgher - E-Book

Londres Decamerone E-Book

Heinz Landon-Burgher

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Beschreibung

Este libro es un homenaje para Londres, la capital del imperio mas grande antiguamente. Esta ciudad es la decoracion para mil cuentos de la historia moderna.

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Indice

Un día en Londres

I like London (1.1)

Conversaciones políticas (1.2)

Costa Azul (1.3)

Pubs londinenses (1.4)

El segundo día

La casa en East End (2.1)

Múnich (2.2)

Terrazas del Támesis (2.3)

Tower (2.4)

Reencuentro después de largos años (2.5)

Una familia extraordinaria (2.6)

Preparativos para la guerra (2.7)

Realidad alemana (2.8)

Política del Secret Intelligence Service (2.9)

Primeras acciones de combate (2.10)

Drôle de Guerre (2.11)

Blitz (2.12)

Gobierno francés en el exilio (2.13)

Después de la guerra (2.14)

Separación (2.15)

El tercer día

Crucero por el Támesis (3.1)

Nancy Astor (3.2)

Westminster Abbey (3.3)

War rooms (3.4)

Cuartos de mapas (3.5)

Museo (3.6)

Caricaturas (3.7)

Pintura (3.8)

Frases (3.9)

Línea de vida (3.10)

La guerra de los Bóers (3.11)

La importancia de la mujer (3.12)

Blow up (3.13)

Ministro de Hacienda (3.13)

French House (3.14)

El cuarto día (4)

Art Gallery (4.1)

Lunch (4.2)

British Museum (4.3)

Buckingham Palace (4.4)

Eaton Square (4.5)

La guerra parallela (4.6)

El quinto día (5)

St. Paul´s (5.1)

City of London (5.2)

Temple Avenue (5.3)

Comienzos de la aviación (5.4)

Leak (5.7)

La prensa inglesa (5.8)

Jorge, 1er duque de Kent (5.9)

Especulación (5.10)

Un día en Londres

I like London (1.1)

Esta es una ciudad en la cual la historia está presente como en ninguna otra.

El primer día de mi estancia fui a dar un paseo por Hyde Park. Empecé caminando por Lancaster Gate, pues había alquilado un apartamento cerca de allí. Londres se destaca por sus parques. Yo solo había visto este verde exuberante, fruto del clima húmedo, en los alrededores de los Alpes. En el parque abundaban atletas y corredoras atléticas; casi todos corrían con las piernas al descubierto pues, si bien el otoño ya estaba avanzado, la temperatura era muy suave.

Los londinenses adoran a los perros; pueden llevar hasta seis perros, de a tres en cada mano. Sin embargo, en ningún lugar se ven excrementos. Así de disciplinados son los ingleses. Todo lo contrario a los franceses; en el sur de Francia, en la Costa Azul, uno camina esquivando excrementos al andar por entre los complejos vacacionales más prestigiosos.

El follaje todavía colgaba de los árboles, muchos arbustos estaban en flor y el ciclamen silvestre crecía a sus alrededores. Y así, paseando por jardines italianos maravillosos y lagos encantadores, llegué finalmente al Speaker's Corner. Me habría encantado ser fotógrafo para poder retratar tanta belleza y luego publicarla como “Impresiones de Londres”. Todo aquello que había visto hasta entonces en televisión me pareció incapaz de alcanzar la grandeza que experimenté aquí, en directo.

Speaker's Corner

Él llamó mi atención enseguida. Estaba parado junto a un pequeño grupo de gente que oía y miraba a un hombre tatuado por todo el cuerpo; este último se iba quitando lentamente la ropa, señalando y contando la historia de cada tatuaje, al tiempo que gritaba: “I’m a human being” –aunque nadie lo había puesto en duda.

Parece que yo también desperté la atención de este oyente destacado, pues él vino hacia mí y me habló directamente. No dijo “Where are you from”, ni tampoco “What's your name”; no, él quiso saber cómo juzgaba yo al orador. Y bueno, para ser sincero, no soy amigo de los tatuajes. No entiendo cómo alguien puede desfigurar su cuerpo de esta manera. Sobre los comentarios no pude decir gran cosa. El hombre tatuado hablaba de las cuatro libertades que, según el presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt, todo hombre debía tener, y por las cuales los soldados estadounidenses entraron en la Segunda Guerra Mundial.

Bohemians of Bigger London

El hombre que se me había acercado –y todavía era desconocido– lo sabía mejor que yo; me explicó que los tatuajes grabados en la piel estaban inspirados en los cuadros del pintor estadounidense Norman Rockwell. También me contó que el hombre de los tatuajes lleva años haciendo el mismo espectáculo y que él lo conocía personalmente. Ambos formaban parte de un grupo vagamente unido, los “Bohemians of Bigger London”, quienes a veces también trabajaban juntos y organizaban actuaciones y eventos en bares y cafés.

El papel de la persona que acababa de conocer consistía, sobre todo, en contar historias, anécdotas, chistes e historias particularmente extrañas. Tenía mucho talento lingüístico, era un políglota y podía contar historias en casi todos los idiomas. Por eso su apodo era “Tusitala, el que cuenta miles de historias”. Ese era el nombre que los samoanos una vez dieron al autor de “La isla del tesoro”, cuando aquel pasó sus últimos días en Samoa.

Hyde Park

Mientras conversábamos caminamos por el Lago Serpentine, llegamos hasta el Albert Memorial y continuamos hacia el magnífico palacio de Kensington, donde una vez residió la reina Victoria –la misma que dio su nombre a una época entera– y pasamos por el monumento a la princesa Diana. También vimos el monumento a Peter Pan, lleno de fantasía, y terminamos finalmente en mi punto de partida: la puerta de Lancaster. Nos entretuvimos tanto al conversar que al final terminamos de nuevo en Speaker's Corner.

Conversaciones políticas (1.2)

Freedom from fear

Nuestra conversación giró en torno a las cuatro libertades. Freedom of speech, freedom of worship, freedom from want y freedom from fear, la cuarta libertad. Esta cuarta libertad fue una promesa que el presidente estadounidense hizo a la humanidad: crear un mundo libre de miedo una vez que se hubiese restablecido la paz después de la Segunda Guerra Mundial. Él había prometido al mundo esta Pax Americana cuando los Estados Unidos todavía no habían entrado en la guerra. La promesa era la siguiente: nunca volvería a haber guerra, la paz mundial debería reinar y Hitler sería eliminado; una paz mundial bajo el liderazgo estadounidense. Ahora bien, Estados Unidos debía primero entrar a la guerra.

Entrada en la guerra

Churchill no podía desear más este momento, pues Inglaterra, tras la derrota en Dunkerque y la rendición de Francia, no podría haber continuado sin la ayuda estadounidense. Sin embargo, el pueblo de Estados Unidos no tenía ningún deseo de volver a participar en una guerra mundial después de la Primera Guerra Mundial. Ahora bien, Churchill tenía muy claro que Inglaterra no podría ganar ninguna guerra europea; solo podía ganar una guerra mundial junto a los Estados Unidos. Es más, Roosevelt ya se lo había prometido en 1932: “Vamos a destruir a Alemania, y esta vez será para siempre”.

Norman Rockwell

El pintor norteamericano ilustró esta cuarta libertad en un cuadro misterioso. El hombre de los tatuajes lo llevaba en su pecho; en la parte más visible, por así decirlo. Un niño y su hermanita yacen enfermos en camitas, uno junto al otro. El padre y la madre, parados junto a ellos, se preocupan por los niños dormidos.

Interpretación

Los padres preocupados son las dos potencias mundiales: el tío Sam y Britannia. Los niños confían plenamente en ellos y la sociedad, de manera similar, no debe tener miedo de estas dos potencias mundiales. Ellos cuidarán y protegerán a todos los pueblos. Sin embargo, primero hay que desarmarlos, para que así no hagan guerras entre sí. Un mundo sin armas ya no podría iniciar guerras y, además, la salvación y el bienestar estarían garantizados exclusivamente por Estados Unidos y el Reino Unido. El desarme afectaría en primer lugar a Alemania: “Nunca más un alemán tendrá un arma en la mano”. Después Japón tendría que rendirse incondicionalmente y renunciar a cualquier armamento militar.

Gradualmente, todas las demás potencias tendrían que ser desmilitarizadas.

Carta de las Naciones Unidas

Esta idea también se expresa en la Carta de las Naciones Unidas, concebida por Churchill y Roosevelt en 1941. Churchill y Roosevelt se reunieron del 9 al 12 de agosto de 1941 con el mayor sigilo en el acorazado británico HMS Prince of Wales en Placenta Bay, frente a la Isla de Terranova. Hitler había atacado recientemente a la Unión Soviética y los dos políticos asumieron que Hitler ganaría; luego de esto, podrían derrotar fácilmente a un ejército alemán debilitado, pues Estados Unidos contaba con el ejército más poderoso que cualquier estado había visto jamás; el ejército estadounidense estaba preparándose desde 1932 con la “Regla de los Diez Años” y ahora, en 1942, estaba listo para la acción. En el octavo punto de la carta del Atlántico dice lo siguiente: “Nosotros tenemos la convicción de que todas las naciones del mundo, tanto por razones de orden práctico como de carácter espiritual, deben renunciar totalmente al uso de la fuerza. Puesto que ninguna paz futura puede ser mantenida si las armas terrestres, navales o aéreas continúan siendo empleadas por las naciones que la amenazan, o son susceptibles de amenazarla con agresiones fuera de sus fronteras, nosotros consideramos que, en espera de poder establecer un sistema de seguridad general, amplio y permanente, el desarme de tales naciones es esencial. Igualmente ayudaremos y fomentaremos todo tipo de medidas prácticas que alivien el pesado fardo de los armamentos que abruma a los pueblos pacíficos.”1

Apolítico

Yo solo podía escuchar a Houston. Me contaba tantas cosas nuevas. Yo, al igual que todos en mi generación, me había criado completamente alejado de la política. Lo único que yo sabía es que, después de la derrota de Hitler, nunca más debería haber guerra. De eso estaba plenamente convencido. Era imposible imaginar que por segunda vez pudiera haber alguien así de maniático que, al igual que Hitler, quisiera hundir al mundo en semejante guerra de exterminio. Hitler era un caso absolutamente único, eso era evidente. Todos en mi escuela pensaban igual que yo, e incluso mis profesores también lo decían.

Me parecía muy altruista que los estadounidenses quisieran protegernos desinteresadamente y asumir toda la carga del armamento. Compartí estos pensamientos con mi nuevo amigo, pero él no estaba de acuerdo conmigo, pero a día de hoy he cambiado de opinión. Ese lema de “no más guerra” fue una promesa vacía de las potencias ganadoras. Con ello simplemente ocultaban su intención de dominar el mundo.

Sueño y realidad

Además, la guerra fue algo completamente diferente a lo que Churchill y Roosevelt habían imaginado. El bolchevismo no fue aplastado, sino todo lo contrario: Stalin se fortaleció e, incluso, salió victorioso de esta guerra. Él fue quien ocupó Berlín; no fueron los estadounidenses, ni los ingleses. Él se tomó el centro de la capital y cedió voluntariamente apenas unos pocos sectores al occidente de la ciudad.

Chiang Kai-shek no derrotó a los japoneses en el Pacífico y los estadounidenses tuvieron que intervenir para que cayeran. El generalísimo perdió incluso a la China continental, precisamente aquella que Mao Zedong, el nuevo aliado de Stalin, había conquistado durante “la Gran Marcha”. Y así, por consiguiente, el bolchevismo se impuso también en el oriente. Lo único que quedó al final de la República de China fue la pequeña isla de Taiwán, la antigua Formosa.

Dos nuevas potencias mundiales emergieron después de la guerra. Los Estados Unidos y el Reino Unido tuvieron que compartir el poder mundial con ellos. Tuvieron que concederles a ambos el mismo derecho de veto en la ONU. Ya no eran dos, sino cuatro los que estaban a cargo. Esto significa que la guerra por el poder se mantuvo gracias a la paz eterna.

El único resultado de la guerra fue la destrucción total de Alemania y Japón.

Operation Unthinkable

Churchill reconoció que “mató al cerdo equivocado” y quiso continuar con la guerra un día después del tratado de paz de mayo de 1945. Ordenó reunir las armas pertenecientes a más de cinco millones de soldados alemanes capturados. Estas deberían ser devueltas, para que así los soldados pudieran continuar la guerra contra los rusos junto con los estadounidenses y los ingleses. Ahora bien, los generales estadounidenses no estuvieron de acuerdo. Si bien la superioridad material era enorme, el desembarco en Normandía y las batallas en el occidente fueron mucho más difíciles y desastrosas de lo esperado. La guerra no podría haberse continuado ininterrumpidamente. Se llegó entonces a la Guerra Fría. Todo lo contrario a lo sucedido en el Lejano Oriente.

Una guerra tras otra

La guerra en el Pacífico continuó precisamente en el lugar donde había comenzado, en Corea, donde Estados Unidos había suministrado a Chiang Kai-shek dinero y armamento para luchar contra Japón. Y después, cuando Estados Unidos quiso ocupar estas ricas colonias después de la expulsión de los japoneses, los coreanos se resistieron. El pueblo coreano terminó pagando por las operaciones militares estadounidenses: tres millones de muertos, todos coreanos. Y, además, Corea del Norte permanece invicta hasta hoy. Solo hay una tregua que puede romperse en cualquier momento. De momento, la situación es particularmente delicada.

Después siguió Vietnam, quien no quería permitir que el poder colonial francés volviera a establecerse. Estados Unidos quiso aprovechar esta oportunidad para establecer allí su propio poder. Sin embargo, a pesar de tantas crueldades –como, por ejemplo, las de las bombas de napalm–, Estados Unidos no pudo salir victorioso.

Estados Unidos está implicado en la intervención en Irán, la guerra contra Sadam Hussein en Irak, Serbia, el ataque a Gadafi en Libia, el armamento de la oposición siria que desencadenó la guerra civil y en más de mil doscientas intervenciones militares. Ese fue el resultado de la promesa de un mundo sin miedo y la realización del sueño de una paz eterna.

Podría decirse, al igual que hizo Brecht, que el “sueño de la paz ya no es un sueño, sino una dura realidad”.

Costa Azul (1.3)

Recuerdo

Estas conversaciones permitieron que cogiéramos confianza con una rapidez sorprendente. También aprendí mucho sobre su familia, su infancia y su juventud. Aprendí que él se opuso desde muy temprano a los deseos de sus padres y que, contrariando la tradición familiar, se negó a estudiar en Oxford y a seguir una carrera exitosa, prefiriendo ser primero un vagabundo y trotamundos y luego ser un escritor independiente. Durante la adolescencia disfrutó bastante acampando con amigos en la costa mediterránea francesa. A ambos nos invadieron los recuerdos. Así recordamos que nosotros, apenas unos años después de la Segunda Guerra Mundial, nos encontramos en Niza, en la playa frente al Negresco.

En aquella época la playa todavía estaba llena de guijarros y grava gruesa. La arena se trajo mucho después. Hoy en día, todos los hoteles y restaurantes pertenecen a ricos jeques petroleros. Él estaba en compañía de sus amigos: la bella Cynthia, Douglas y Charles. Su primer nombre era Houston. Yo fui acogido en ese trébol de cuatro hojas con el nombre de Henry. Yo tenía 16 años, 2 años menos que mis nuevos amigos, y me preguntaba seriamente si no debía abandonar mi casa burguesa para vagar por el mundo con estos cuatro londinenses.

Burguesía educada

Mis padres, amantes de la cultura, visitaron la casa del famoso impresionista Auguste Renoir y el Palacio Grimaldi en Antibes, donde Picasso pintó su famoso cuadro “La Joie de vivre”, además de muchos otros lugares donde pintores famosos habían trabajado. Ellos querían conocer todos los museos y talleres famosos de los grandes pintores. El sur de Francia fue un paraíso para muchos pintores, en particular después de 1945, si bien mucho antes van Gogh y Gauguin vivieron en Arlés, en Provenza.

Artistas callejeros

Mis cuatro amigos no estaban interesados en obras hechas por otros. Ellos eran artistas. Charles esbozaba cuadros maravillosos sobre el pavimento, en su mayoría caricaturas de grandes políticos todavía en vida. El General de Gaulle, con su nariz poderosa, o Churchill, el little fat man con el cigarro. La gente que paseaba por el malecón reconocía las imágenes y arrojaba monedas en la gorra que Charles había dispuesto al lado.

Cynthia podía hacer retratos asombrosos con apenas unos cuantos trazos. Montaba su caballete, pequeño y tambaleante, y casi ninguno de los que pasaba por allí podía evitar comprar uno de sus dibujos. Sus retratos eran muy acertados.

Douglas tenía una voz muy bella y tocaba guitarra estupendamente. Él se sentaba en la pared del muelle y entonaba los éxitos más recientes. También cantaba los éxitos de Edith Piaf, como por ejemplo “Milord”2. Y también cantaba salomas inglesas:

My bonny is over the ocean.

She drank gin. He drank rum.

I'll tell you they had lots of fun.

Y su gorra nunca estaba vacía.

Houston era muy talentoso para los idiomas; él contaba los últimos chistes en italiano, francés o inglés, e incluso en alemán, adaptando el repertorio de acuerdo a su auditorio. Las carcajadas a su alrededor fueron siempre las más fuertes. No sé cómo se las arreglaba para resultar siempre con propinas. Yo creo que se presentaba como perseguido político; lo hacía con tanta gracia que resultaban creyéndole.

Vacaciones no forzadas

Mis cuatro amigos londinenses habían levantado su carpa en el jardín de una casa vacacional deshabitada, propiedad de un millonario. Pasaban todo el día en la playa y, cuando tenían hambre, contaban los francos acumulados y decidían si alcanzaba para una botella de vino Postillon, una baguette, algunos tomates, unas uvas y, eventualmente, un poco de jamón. Si no les alcanzaba, retomaban sus “actividades” en la Promenade des Anglais.

A los cuatro artistas nunca les llevó más de 20 minutos reunir el dinero para una comida. Para ser sincero, ellos eran muy talentosos. Me habría encantado pasear por el mundo con ellos como otro trotamundos. Mi participación en su estilo de vida fracasó, precisamente, porque yo no pude mantenerlo. Para mí era importante tener buenas calificaciones en la escuela. Pero eso era todo entonces.

Origen

Rápidamente pude hacerme también una idea de sus familias. Todos provenían de familias influyentes. Cynthia era incluso noble. Su madre era una dama en la casa real inglesa. Ella estaba emparentada con la esposa de Churchill, Clementine Hozier, quien también era noble.

Douglas estaba emparentado con el gran estadista Hamilton, quien tenía un gran terreno en el castillo de Dungavel, en Escocia, donde incluso tenía su propio aeropuerto. Por cierto, se supone que Rudolf Hess aterrizó allí en 1941.

Charles estaba emparentado con Lord Halifax, el Ministro de Asuntos Exteriores de Inglaterra, el mismo que fue invitado a cazar en el ostentoso Carinhall y era llamado “Halalifax” por Goering.

Houston estaba incluso emparentado con la importante familia de Chamberlain, la cual produjo grandes políticos y además, de la mano de Nevillle Chamberlain, también tuvo un primer ministro. No era de extrañar que estos cuatro vagabundos fueran también personas excepcionales y para nada normales.

Artistas en la vejez

Houston seguía en contacto con estos amigos; ellos vivían en Londres, al igual que él. Recientemente, Cynthia y Charles habían dado de qué hablar con una de sus imágenes sobre el pavimento de la Trafalgar Square, las cuales derivaron incluso en un juicio en su contra. Por lo demás, tenían un ingreso estable como ilustradores de libros.

Douglas tuvo menos éxito económico con su concierto para oboe y doce máquinas de escribir. Él seguía siendo músico en la calle o solista en bares y cafés.

Houston se describía a sí mismo como escritor, si bien nunca había publicado. Él planeaba una gran obra: Mil años de historia mundial en mil historias cortas. En resumen, podría decirse que a ninguno de los cuatro le iba mal; ahora bien, sin el apoyo y la herencia de sus familias ricas, ninguno de ellos habría podido mantener ese nivel de vida hasta la vejez. Habrían tenido que trabajar, como yo.

Que nuestros caminos se cruzaran fue una casualidad, tanto en Niza, tiempo atrás, como en Speaker's Corner, hoy y con Houston. Que de ahí resultase una larga amistad y un trabajo conjunto, fue parte del destino.

Pubs londinenses (1.4)

The Swan

Era hora de tomarse una cerveza. Justo al otro lado de la calle se veía un pub atractivo y lleno de tradición: “The Swan”. Houston solía visitar este bar, así que allí fuimos. El patio delantero, lleno de bancos y mesas de madera, estaba vacío. Hacía mucho frío como para sentarse afuera. Pero adentro estaba muy lleno. Encontramos una mesa vacía justo detrás de la puerta principal. Una gran mesa estaba llena de compañeros de trabajo almorzando juntos. Se les ocurría todo tipo de bromas. Si el vecino de silla no se fijaba, le cambiaban un vaso lleno por uno vacío; o, si alguien se levantaba brevemente de su puesto, anudaban las mangas de su chaqueta a la silla, haciendo que fuera complicado luego ponérsela. Yo pensaba en qué tan divertido era un día de trabajo para los ingleses. El espacio interior era intrincado y estaba lleno de rincones. Una y otra vez, tumbaban y volvían a construir nuevos balcones. Una mesa llena de mujeres se encontraba a media altura, sobre unas escaleras. Entre diez y doce mujeres estaban allí sentadas y hacían juegos. Daban la impresión de ser muy emancipadas y, obviamente, ninguna de ellas debía cocinar para sus hombres.

How to get a beer

El camarero había pasado varias veces frente a nosotros y parecía no darse cuenta de que ya no teníamos más cerveza; yo estaba empezando a molestarme por eso, pero mi nuevo amigo me explicó que, en los pubs, uno mismo debe traer su cerveza. Me dirigí entonces a la barra, donde servían ocho tipos de cerveza de barril. Houston me dijo: “Tráeme también una cerveza del cuarto barril”. Había que pagar la cerveza en el momento; en Londres no se llevaba la cuenta con rayas en el portavasos. Algo muy práctico, en realidad. Así se evitan problemas al hacer cuentas.

Fish and chips

Beber te da hambre y Houston sugirió que fuéramos a comer fish and chips. Esto también debía pedirse en la barra y pagarse inmediatamente. Yo quería invitar a Houston, pero me molestó un poco que me dejara pagar por su comida con tanta facilidad. El pescado, sin embargo, era muy bueno, un filete de bacalao fresco; las chips son como las papas a la francesa, algo más anchas y con casi mejor sabor, pues la relación entre blando y crujiente es más equilibrada. Mi pedido tenía un numero; este fue anotado en una banderita y luego se llevó a nuestra mesa. Poco después, el camarero balanceó una bandeja que ostentaba una banderita con el mismo número. Todo salió de maravilla. Una vez más pensé en lo prácticos que son los ingleses. Era imposible marcharse sin pagar.

Fouquet's

Aquello que sucedió en Fouquet's, en París, nunca habría podido pasarme en Londres. Un señor ya mayor, de apariencia seria y respetable, se me acercó frente al restaurante y me preguntó si podía invitarme (yo era, por aquel entonces, un “estudiante pobre”). Me quedé sorprendido, pero muy contento; ambos comimos copiosamente y disfrutamos de la abundante comida. Todo siguió bien, hasta que el generoso donante se retiró brevemente al baño; nunca volvió y yo tuve que pagar toda la cuenta.

Horca

Antes de que Houston y yo saliéramos del Swan, Houston me preguntó: “Por cierto, ¿sabías tú que hace cuatrocientos años, cuando alguien era sentenciado a la horca, recibía acá su última cena?” La horca quedaba al otro lado de la calle, precisamente donde ahora se encuentra el Speaker's Corner.

Es extraño cómo un lugar así puede cambiar su función. Precisamente allí, donde la gente acudía en masa para deleitarse con los movimientos involuntarios de las piernas de los ahorcados, la gente se ríe hoy con charlas confusas y el despliegue voluntario de las personalidades mayormente psicópatas. Es extraño que el genius loci de un lugar siga siendo fiel a sí mismo.

Como Houston es tan versado en historia inglesa y conoce tan bien su ciudad natal, le pedí que me mostrara todos los pubs antiguos y llenos de tradición. Un programa completo. Los dos teníamos tiempo: yo ya había terminado mi vida profesional y mis hijos ya se habían ido de la casa; Houston, por su lado, había persistido en su soltería durante toda su vida.

1 La traducción de la “Carta del Atlántico” fue tomada de la página de wikipedia (https://es.wikipedia.org/wiki/Carta_del_Atl%C3%A1ntico). El autor cambia el pronombre “sie” por el de “wir” del texto original y nosotros adaptamos la traducción a este cambio.

2 El original se refiere a la canción apelando su estribillo, “Allez-venez-Milord”.

El segundo día

La casa en East End (2.1)

Paddington Station

Habíamos planeado que yo lo visitaría en su casa en East End el siguiente día. Como era de esperar, no caí en cuenta del rush hour cuando tomé mi camino. Quería salir desde la estación de Paddington Station, pero el andén estaba tan lleno que no había esperanza de subir al metro. Entonces me senté en uno de los bancos de atrás y contemplé la actividad.

Los trenes llegaban a un ritmo de 2 minutos. Desde atrás empujaba la gente a los que estaban frente a los vagones, apretujándolos tanto que era imposible hacer que cupiera una persona más. El mismo espectáculo en el siguiente tren. Fascinante. Al menos para mí, pero no para esta pobre gente, que a diario debe hacer lo mismo.

Finalmente me sometí al mismo procedimiento. Había mucha gente de pie en los vagones, bloqueando la vista, pero de todas maneras yo alcanzaba a ver algunas fotos de refugios en la parte superior de las paredes laterales: allí aparecían mujeres ayudando y dándole café o pasteles a quienes buscaban refugio. Estas imágenes conmemoran los primeros ataques aéreos de Alemania sobre Londres. Acá, una vez más, se mantenía viva la conciencia histórica. Yo no he visto recordatorios de ataques aéreos en ninguna ciudad alemana, si bien en muchos casos los daños fueron mayores.

Finalmente llegué a East End y, siguiendo las indicaciones de Houston, encontré su casa rápidamente. East End es ahora un barrio chic lleno de artistas, pero antes era el barrio más pobre de Londres. La casa de Houston se remonta a una época en la cual el lugar estaba habitado principalmente por estibadores pobres.

Archivos, notas, manuscritos

Él seguía ocupado intentando llevar algo de orden al caos de su cuarto de libros. Un comportamiento típico, si se esperan “visitas”. “El orden siempre ha sido algo difícil para mí”, comentó él sobre su trabajo de organización. Tal vez por esa misma razón es que yo no he podido poner orden a todas mis historias recopiladas. Eso exige demasiada dedicación. Un gran poeta lo dijo ya: “El genio consta de un 5% de talento y de un 90% de dedicación”. Es posible que yo tenga el 5% de talento, pero lo que sí está claro es que no tengo el 90% de dedicación.

Saludo

Al principio quisimos brindar por nuestro rencuentro con una copa de vino. Houston tenía en su bodega vinos adorados por los ingleses, como el porto y el jerez, y también vinos blancos secos. De California, Chile y Australia. Él era un trotamundos y se desenvolvía bien en estos asuntos. Me sentí realmente cómodo y, obviamente, él también disfrutó poder hablar con alguien sobre sus problemas de escritura.

1932, año del destino

Comenzaré esta colección de relatos fijando el año del destino, 1932, y luego iré desplegando los hechos que acontecieron antes y después de esta fecha. Yo quise saber en qué medida él había elegido este año como punto de intersección, pues para mí este año carecía de todo poder simbólico. Pero él, en cambio, lo ve como un punto de inflexión en la política estadounidense. El establishment norteamericano logró impedir en 1932 la reelección del mejor presidente que jamás haya tenido Estados Unidos: Herbert Hoover; y no solo eso, también le dio el poder a uno de los suyos: Franklin Delano Roosevelt. Este le había prometido paz al pueblo estadounidense, pero su intención era expulsar a los votantes que apoyaban las ideas pacíficas de su competidor. Su verdadera intención era la siguiente: “I need a big war”. Él pensaba en la guerra en el Pacífico, una guerra que Hoover había querido evitar a toda costa, y también en la guerra contra Alemania, país que quería destruir definitivamente.

Hoover

Él opinaba que una guerra de conquista era innecesaria y que no había que sacar ningún botín. “Los Estados Unidos son un país rico”, decía, “solo tendremos una verdadera oportunidad de vencer la pobreza si desarrollamos nuestro campo, construimos calles y ferrocarriles y actualizamos nuestras ricas minas y nuestra industria. La tecnología moderna posibilita que cada estadounidense tenga su propia casa y pueda ser el señor de ella”. Esta idea se opone al establishment, pues la gente pobre y necesitada es mucho más fácil de reprimir que una ciudadanía segura de sí misma, independiente y próspera.

Resultado de las elecciones: 37%

El mismo año en el que F.D. Roosevelt llegó al poder, 1932, el líder del partido nacionalsocialista alemán obtuvo su primera victoria electoral, con un 37% de los votos. A pesar de la oposición de todos los partidos, él fue finalmente comisionado para formar un gobierno dirigido por su partido y, además, fue también nombrado canciller del Reich.

Hitler y Roosevelt fueron grandes adversarios a partir de 1932 y lo siguieron siendo hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Roosevelt fue elegido por segunda vez en 1936; si bien se estipula que un presidente solo tenga dos mandatos, en 1940 fue elegido por tercera vez y, en 1944, por cuarta vez. Algo insólito en la historia de los Estados Unidos. Sin embargo, su salud estaba tan debilitada en aquel momento que no alcanzó a vivir hasta el final de la guerra, el fin de Hitler ni el de la guerra contra Japón.

El dictador