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Guardar un secreto es siempre difícil pero en este caso Ester se encuentra en una situación donde no sabe dónde encaja ni a quíen contarle sus problemas. Ester se encuentra en una situación difícil que no ha contado a nadie: no quiere hacerse adulta, aunque su madre le diga que ya es mayor y que puede cuidarse sola. Ester añora los días en que siempre estaban juntas y se ayudaban la una a la otra, porque hacerlo todo por ti misma puede acabar haciéndote sentir sola. ¿Podrá Esther quitarse sus preocupaciones y descubrir la parte buena de hacerse mayor?
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Seitenzahl: 33
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Kit A. Rasmussen
Traducción de Begoña Mansilla Sánchez
Saga Kids
Mi gran secreto: Ester
Translated by Begoña Mansilla Sánchez
Original title: Min største hemmelighed - Ester
Original language: Danish
Copyright ©2021, 2023 Kit A. Rasmussen and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788728270622
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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www.sagaegmont.com
Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
—¿Ester? ¿Eres tú de verdad?
Estoy delante de la puerta del aula y me giro hacia Astrid, que está mirándome con los ojos abiertos como platos. Inmediatamente, mis dedos se acercan a mi pelo y empiezan a toquetearlo, para lo que tengo que subir la mano más de lo habitual.
—¡Es brutal! —exclama Astrid.
Me muerdo el labio porque no sé si eso es algo bueno o malo.
—Te queda genial —dice Astrid con una gran sonrisa.
—¿Astrid?
Alguien la está llamando desde el pasillo y Astrid se da media vuelta. Es Basma, que camina hacia nosotras hasta que, de repente, se detiene y me mira fijamente. Tengo que obligarme a no bajar la mirada al suelo; ayer estaba muy contenta con mi nuevo peinado, pero hoy me parece un poco peligroso que lo vean los demás y que tengan su propia opinión sobre cómo me queda.
—Uy, Ester… —dice Basma, y noto como si me hubiera crecido un enorme nudo en el estómago—. Qué bonito. —Se me acerca y me acaricia el pelo—. ¡Y qué suave! ¿Cómo lo haces para que te quede así de suave?
Suelto una risita y me encojo de hombros.
—Debe de ser fácil lavarse el pelo cuando lo tienes tan corto —dice Astrid, y suena como si tuviera un poco de envidia.
—No me lleva nada de tiempo y se seca en un segundo —respondo.
—Ojalá yo tampoco tardara tanto en lavármelo —dice Astrid con un suspiro—. Mi pelo siempre tarda una eternidad en secarse —añade dándose un tirón de la coleta alta que se ha hecho hoy.
—¿Por qué no te lo cortas? —le pregunto, y vuelvo a tocarme el pelo corto y suave.
Astrid se encoge de hombros.
—Podría cortármelo, pero creo que no me quedaría bien. Tu cabeza tiene una forma muy bonita, la mía parece más bien una bandeja de cubitos de hielo.
—¿Una bandeja de… qué? ¿De dónde has sacado eso? —pregunta Basma entre risas.
—Es que tengo la cabeza llena de bultos de todos los tamaños —explica Astrid—, debe ser de todas las veces que me he caído haciendo gimnasia.
Los dedos de Basma vuelven a deslizarse por mi pelo.
—Mi madre se pondría como loca si me cortara el pelo; esto es lo más corto que me deja llevarlo —dice, y mueve la cabeza para sacudir la melena lisa sobre las orejas.
—Mi madre tampoco estaba segura del todo —contesto—, pero el pelo es mío, no suyo, ¿verdad?
—Sí, sí —dice Basma—. Mi madre también diría que puedo cortármelo todo lo que quiera… cuando cumpla dieciocho años.