Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
De la caída del muro de Berlín al día de hoy han transcurrido más de veinte años. El objetivo de este pequeño libro consiste en pensar la evolución que se ha llevado a cabo en el campo del pensamiento durante este período. Se estudian tres ámbitos: el discurso político, el social y el utópico. Este sugerente libro puede ayudar a comprender mejor los signos de los tiempos y a aventurar, con acierto, los itinerarios de construcción del futuro.
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 109
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
De la caída del muro de Berlín al día de hoy han transcurrido más de veinte años. El objetivo de este pequeño libro consiste en pensar la evolución que se ha llevado a cabo en el campo del pensamiento durante este período. Se estudian tres ámbitos: el discurso político, el social y el utópico. Este sugerente libro puede ayudar a comprender mejor los signos de los tiempos y a aventurar, con acierto, los itinerarios de construcción del futuro.
Joan Rigol(1943) es un político catalán que ha sido presidente del Parlament de Catalunya. Doctor en Teología por la Facultat de Teologia de Catalunya. Hombre de formación humanística y filosófica.
Arcadi Oliveres(1945) es economista catalán y reconocido activista por la justicia social y la paz. Ha sido colaborador regular de las revistas Canigó y Serra d’Or y el Diari de la Pau, y ha participado en más de 60 libros o publicaciones.
Francesc Torralba, doctor en filosofía y teología, es catedrático de filosofía y dirige la Cátedra Ethos, dedicada a la ética de las organizaciones y profesiones. Ha escrito más de cuarenta libros de ensayo.
© Joan Rigol, Arcadi Oliveres
y Francesc Torralba Roselló, 2010
© del proemio: Joan-Enric Vives i Sicília, 2010
© de la edición impresa: Editorial Milenio, SL, 2010
Sant Salvador, 8 – 25005 Lleida (España)
www.edmilenio.com
Primera edición: mayo de 2010
ISBN: 978-84-9743-388-4
DL L 707-2010
Impreso en Arts Gràfiques Bobalà, SL
© de la edición digital: Milenio Publicaciones, SL, 2013
www.edmilenio.com
Primera edición digital (epub): abril de 2013
ISBN (epub): 978-84-9743-547-5
Conversión digital: Arts Gràfiques Bobalà, SL
www.bobala.cat
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, <www.cedro.org>) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Índice
SINOPSIS Y BIOGRAFÍA
PORTADILLA
CRÉDITOS
PROEMIO
PRÓLOGO
DEL DESENCANTO IDEOLÓGICO A LA POLÍTICA-ESPECTÁCULO
INTRODUCCIÓN
EL PORQUÉ DEL DESPRESTIGIO DE LA POLÍTICA
CARENCIAS DE NUESTRA SOCIEDAD
FUNDAMENTOS DEL REGENERACIONISMO POLÍTICO
CRISIS Y DESAFECCIÓN
La crisis económica
La desafección política
Conclusión
EL FUTURO QUE IMAGINO
LAS DESIGUALDADES EN EUROPA Y EN EL MUNDO VEINTE AÑOS DESPUÉS DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN
UN CAPITALISMO APARENTEMENTE TRIUNFANTE
EL EQUÍVOCO PROCESO DE CONSTRUCCIÓN EUROPEA
LAS BASES PARA EL ESTABLECIMIENTO DE UN MODELO TRANSFORMADOR
ALGUNAS PROPUESTAS CONCRETAS
De carácter socioeconómico
De carácter político
UNA BREVE REFLEXIÓN FINAL
UTOPÍAS, CONTRAUTOPÍAS Y QUIMERAS. LA ESPERANZA QUE NO SE RINDE
EL SER HUMANO, FORJADOR DE UTOPÍAS
UTOPÍAS MODERNAS
LAS GRANDES UTOPÍAS SOCIALES Y POLÍTICAS DEL SIGLO XIX
CONTRAUTOPÍAS DEL SIGLO XX
Un mundo feliz (1931)
1984 (1949)
Fahrenheit 451 (1950)
EL CINISMO POSTMODERNO O LA CREACIÓN DE QUIMERAS
LA FUNCIÓN SOCIAL DE LA UTOPÍA
Hacia la civilización del amor. Apostillas de Caritas in veritate
PROEMIO
El 9 de noviembre de 1989 cayó el muro de Berlín. Esa fecha adquirió un valor histórico: representaba el final de la lucha ideológica entre dos modelos contrapuestos que se habían articulado a lo largo del siglo XIX: el marxismo-leninismo y el capitalismo liberal. Algunos intelectuales llegaron, incluso, a augurar que la historia había llegado a su fin. Era el año que se cumplía medio siglo de la invasión alemana de Polonia y del inicio de la Segunda Guerra Mundial, quizás el evento más violento y mortífero que ha sufrido la humanidad, debido a la inhumanidad del hombre para con el hombre, evento que generó crueldades de todo tipo, la muerte de millones de inocentes, vejaciones de pueblos y de razas y negaciones de las libertades y de los derechos más básicos, con unos cincuenta y cinco millones de muertos y un inmenso número de heridos, con una destrucción terrible en todos los niveles… Sólo debemos pensar en los devastadores efectos de las dos bombas atómicas lanzadas sobre Japón. Como consecuencia de todo ello, emergió un mundo dividido en dos grandes bloques ideológicos que mantuvieron sus enfrentamientos aunque fuera bajo la denominada forma de la guerra “fría”.
En una memorable y famosa carta del 27 de agosto de 1989, con motivo de la conmemoración de los cincuenta años del inicio de la guerra mundial, el Papa Juan Pablo II lanzaba una llamada a Europa, para que se percatara que el respeto a Dios y el respeto al hombre son inseparables y que constituyen un principio absoluto de referencia para que estados y bloques superen sus antagonismos. Recordaba que Europa está llamada a exportar, no la guerra, sino la paz, porque el humanismo y la liberación que emanan de su herencia cristiana fecunden todavía los pueblos europeos y los otros pueblos del mundo, y añadía: “la verdadera civilización no radica en la fuerza, sino que es fruto de la victoria sobre nosotros mismos, sobre las potencias de la injusticia, del egoísmo y del odio, que pueden desfigurar al hombre”.
Veinte años después de aquel evento, estamos convencidos que todavía tiene sentido proyectar utopías, esperar un mundo mejor, más justo y solidario, más digno y pacífico. Muchos interpretaron la caída del muro como la hecatombe de la última consciencia utópica de la humanidad y como el inicio de la globalización del capitalismo desbocado. Dos años después de aquel suceso, Juan Pablo II publicó Centesimus annus, en conmemoración de los cien años de la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891). En aquella encíclica social identificaba las contradicciones internas del marxismo-leninismo, pero también las estructuras de pecado que dimanan de un capitalismo sin alma.
En este libro, que me complace presentar, se recogen las conferencias que se celebraron el día 3 de julio de 2009 en el Comú de Sant Julià de Lòria (Principado de Andorra) durante la sexta edición del Seminario de la Cátedra de Pensamiento Cristiano de nuestro Obispado que dirige, desde el primer año de su creación, el Dr. Francesc Torralba. Los tres ponentes invitados trataron la cuestión desde distintos ángulos. El M. H. Sr. Joan Rigol, expresidente del Parlament de Catalunya, estudió la evolución que ha experimentado la política en los últimos años a partir de un título muy sugerente: De la descomposición de las ideologías a la política espectáculo; el Dr. Arcadi Oliveres, presidente de Justícia i Pau en Cataluña, disertó sobre Las desigualdades en el mundo y en Europa veinte años después de la caída del muro de Berlín, y, finalmente, el Dr. Francesc Torralba expuso una conferencia que tenía por título Utopías, contrautopías y quimeras. La esperanza que no se rinde.
Aprovechando la ocasión que me brinda este proemio, me gustaría realizar unas breves reflexiones, a modo de introducción, sobre la temática del citado seminario, apostillando algunos pensamientos que se reflejan en la Doctrina Social de la Iglesia, uno de los tesoros que la Iglesia ofrece al mundo entero.
Juan Pablo II, dos años después de la caída del muro de Berlín publicó, como indicaba anteriormente, la encíclica social Centesimus annus. En el epígrafe 35 escribe: “Queda mostrado cuán inaceptable es la afirmación de que la derrota del socialismo deja al capitalismo como único modelo de organización económica. Hay que romper las barreras y los monopolios que colocan a tantos pueblos al margen del desarrollo, y asegurar a todos —individuos y naciones— las condiciones básicas que permitan participar en dicho desarrollo. Este objetivo exige esfuerzos programados y responsables por parte de toda la comunidad internacional. Es necesario que las naciones más fuertes sepan ofrecer a las más débiles oportunidades de inserción en la vida internacional; que las más débiles sepan aceptar estas oportunidades, haciendo los esfuerzos y los sacrificios necesarios para ello, asegurando la estabilidad del marco político y económico, la certeza de perspectivas para el futuro, el desarrollo de las capacidades de los propios trabajadores, la formación de empresarios eficientes y conscientes de sus responsabilidades”.
Con gran lucidez, Juan Pablo II identificó los peligros que se podrían derivar de la caída del muro de Berlín. Intuyó algunas interpretaciones precipitadas del fenómeno y, adelantándose a su tiempo, vio como la derrota del comunismo-leninismo no podía dejar como único modelo de organización económica al capitalismo desbocado, sino que defiende un sistema que respete, por un lado, la libre iniciativa, pero, por el otro, la equidad y la justicia social. Veinte años después, esta visión todavía tiene más consistencia.
En el epígrafe 42 escribe Juan Pablo II: “¿Se puede decir quizá que, después del fracaso del comunismo, el sistema vencedor sea el capitalismo, y que hacia él estén dirigidos los esfuerzos de los países que tratan de reconstruir su economía y su sociedad? ¿Es quizá éste el modelo que es necesario proponer a los países del Tercer Mundo, que buscan la vía del verdadero progreso económico y civil?
“La respuesta obviamente es compleja. Si por «capitalismo» se entiende un sistema económico que reconoce el papel fundamental y positivo de la empresa, del mercado, de la propiedad privada y de la consiguiente responsabilidad para con los medios de producción, de la libre creatividad humana en el sector de la economía, la respuesta ciertamente es positiva, aunque quizá sería más apropiado hablar de «economía de empresa», «economía de mercado», o simplemente de «economía libre». Pero si por «capitalismo» se entiende un sistema en el cual la libertad, en el ámbito económico, no está encuadrada en un sólido contexto jurídico que la ponga al servicio de la libertad humana integral y la considere como una particular dimensión de la misma, cuyo centro es ético y religioso, entonces la respuesta es absolutamente negativa”.
Y añade en el mismo epígrafe: “La solución marxista ha fracasado, pero permanecen en el mundo fenómenos de marginación y explotación, especialmente en el Tercer Mundo, así como fenómenos de alienación humana, especialmente en los países más avanzados; contra tales fenómenos se alza con firmeza la voz de la Iglesia. Ingentes muchedumbres viven aún en condiciones de gran miseria material y moral. El fracaso del sistema comunista en tantos países elimina ciertamente un obstáculo a la hora de afrontar de manera adecuada y realista estos problemas; pero eso no basta para resolverlos. Es más, existe el riesgo de que se difunda una ideología radical de tipo capitalista, que rechaza incluso el tomarlos en consideración, porque a priori considera condenado al fracaso todo intento de afrontarlos y, de forma fideísta, confía su solución al libre desarrollo de las fuerzas de mercado”.
Se impone la necesidad de pensar qué futuro imaginamos. Estamos convencidos que la Doctrina Social de la Iglesia constituye un pilar básico en la construcción de este futuro. Es necesario pensar en la viabilidad de una “civilización del amor”, en una utopía creíble fundada en buenas bases antropológicas. Si es verdad, como dice Max Scheler, que el ser humano es capax amoris, la construcción de un reino fundado en el amor gratuito y generoso no es imposible. Impulsado por el Espíritu del Dios Amor podemos vencer las estructuras de pecados y edificar una comunidad de paz y de fraternidad.
Los problemas que asedian al mundo no pueden ser una excusa para abandonar los horizontes humanos. Es necesario tener presente la virtud de la esperanza y edificar un orden del mundo fundado en los dos vectores esenciales de la filosofía cristiana: el logos, que nos permite pensar y anticipar racionalmente los problemas, y el ágape, que nos hace semejantes a Dios. La razón nos da lucidez y capacidad para progresar en el plano científico y social, pero el amor nos hace generosos en la transmisión de los conocimientos y en la extensión del progreso a todos los hombres y mujeres.
La alternativa al pensamiento utópico no es el cinismo. El declive de las utopías no puede conducirnos al desánimo. Todo lo contrario: la lucha por la justicia social, por la equidad de derechos, por la defensa de un entorno natural habitable son especialmente urgentes en nuestro tiempo presente.
Es verdad que estamos padeciendo una crisis de graves dimensiones que afecta a los grupos más vulnerables de la sociedad y que no sabemos, a partir de los datos, qué profundidad tendrá, ni qué consecuencias tendrá a largo plazo, pero esta situación, lejos de ser un pretexto para el desánimo y la desesperanza, tiene que servir para repensar el modelo económico y social que hemos forjado y corregir sus errores y excesos.
Escribe Benedicto XVI en su última encíclica Caritas in veritate: “La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas. De este modo, la crisis se convierte en ocasión de discernir y proyectar de un modo nuevo. Conviene afrontar las dificultades del presente en esta clave, de manera confiada más que resignada”.1
1. Benedicto XVI, Caritas in veritate, 21.
Este libro que tengo el placer de presentar nos ayudará a buscar las claves del futuro, a mirarlo con esperanza. La crítica de las zonas oscuras del presente no tiene que interpretarse en términos derrotistas, sino todo lo contrario, como un estímulo para mejorar, para hacer de este mundo un hogar donde todos podamos vivir dignamente, con la calidad que corresponde a un ser creado a imagen y semejanza de Dios, gozando, plenamente, del don de la vida que nos ha sido generosamente regalado.
†Joan-Enric Vives i Sicília
Arzobispo de Urgell
y copríncipe de Andorra