Sangre Fría 1: Los niños desaparecidos - Jørn Jensen - E-Book

Sangre Fría 1: Los niños desaparecidos E-Book

Jørn Jensen

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Beschreibung

Tobías camina a casa después de la escuela pensando en los nueve niños que han desaparecido. No se sabe qué ha sido de ellos. ¡Es como si se hubieran desvanecido de la faz de la tierra! La situación lo aterra. Sumido en sus preocupaciones, no ha escuchado la furgoneta que avanza justo detrás de él.-

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Jørn Jensen

Sangre Fría 1: Los niños desaparecidos

Translated by Javier Orozco

Saga Kids

Sangre Fría 1: Los niños desaparecidos

 

Translated by Javier Orozco

 

Original title: Koldt blod 1 - De forsvundne børn

 

Original language: Danish

 

Copyright ©2003, 2023 Jørn Jensen and SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788728229170

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrieval system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

[cover]

Si tienes sangre fría y nervios de acero, lee este libro en la serie sobre Tobías y Simone.

 

Tobías camina a casa después de la escuela pensando en los nueve niños que han desaparecido. No se sabe qué ha sido de ellos. ¡Es como si se hubieran desvanecido de la faz de la tierra! La situación lo aterra. Sumido en sus preocupaciones, no ha escuchado la furgoneta que avanza justo detrás de él.

Capítulo 1

Simone deja su taza de té sobre la mesa y toma el periódico. Las nueve pequeñas fotografías de la portada atrapan su mirada. Cada imagen muestra a un niño o niña desaparecido. La mayoría son de su edad, algunos incluso menores. Simone no tiene ganas de leer sobre el tema. Lo aterra que tantos niños hayan desaparecido en su ciudad. Tobías baja las escaleras a toda velocidad.

—Simone —grita—. Alguien se está mudando a la casa de enfrente.

Simone despega la vista del diario.

—¿Tienen niños? —pregunta ella.

—No lo sé aún —responde Tobías—. Solo alcancé a ver el camión de las mudanzas.

Simone y Tobías se acercan a la ventana. Desde ahí observan la casa de enfrente. Ha estado deshabitada un buen tiempo, casi medio año. Ahora, finalmente alguien está por instalarse. Frente a la fechada está estacionado un gran camión amarillo de mudanzas. Tres hombres descargan cajas y muebles.

—No se ve ningún niño —comenta Simone.

—Quizás ya están adentro, vamos a ver.

Simone y Tobías cruzan la calle. Encuentran solo a los tres trabajadores, ocupados transportando las pertenencias al interior. Ni siquiera se han percatado de Tobías y Simone.

—¿Quién va a mudarse? —le pregunta Simone a uno de los hombres.

—Un tipo que se llama Johan Beck —responde el hombre mientras se monta una pesada caja al hombro.

—¿Tiene niños? —pregunta Simone—. ¿Así como de nuestra edad?

—No tengo idea —responde uno de los hombres caminando al interior de la casa.

—Háganse a un costado —ordena otro de los trabajadores—. Están justo en el camino.

Simone y Tobías se hacen a un lado.

—Beck está adentro —agrega el cargador—. Pueden entrar y preguntarle si tiene niños —dice y le da una maceta a Simone y un cuadro enmarcado a Tobías—. Lleven esas cosas, así no van con las manos vacías.

Tobías y Simone entran. Conocen la casa pues allí vivía Tom, que era compañero de clase de Tobías. Se fueron porque su padre obtuvo un trabajo en otra parte. El cuarto de Tom estaba en la primera planta y desde ahí podía ver hacia la habitación de Tobías, que también está en el primer piso. Acostumbraban a saludarse desde sus habitaciones.

La casa tiene dos salones y una cocina en la planta baja, además del sótano donde Tom guardaba su bicicleta y su papá tenía un pequeño taller.

Tobías está absorto en sus pensamientos. Simone lo toca con el codo y entonces él levanta la vista. En medio del salón está un hombre sentado en una amplia silla reclinable. Lleva puestos lentes de sol, a pesar de estar adentro y de que está nublado. Junto a la silla está recostado un gran perro negro sobre una alfombra. El perro se levanta al ver a Simone y Tobías.

—¿Quién anda ahí? —pregunta el hombre sin mirar en la dirección de los chicos, sino hacia la puerta por donde uno de los hombres de la mudanza está entrando con una caja.

—Soy yo —responde el trabajador bajando la caja y estirando la espalda—. Aún no hemos terminado de meter todo. Ah, te referías a ellos, son un niño y una niña que estaban en la entrada, querían saludarte.

—Hola —dice Tobías caminando hacia el hombre con la mano extendida—. Yo me llamo Tobías.

—Hola —responde el hombre—. Mi nombre es Johan.

Tobías aún tiene la mano extendida hacia Johan, pero él no la toma, ni siquiera la mira.

—No puede ver —dice el trabajador—. El chico quiere darte la mano, Johan, quizás quieras devolverle el gesto.

—Hola —dice Johan ofreciendo su mano.

—También deberías saludar a mi hermana —agrega Tobías.

—¿En dónde viven? —pregunta Johan al darle la mano a Simone—. ¿En esta calle?

—Vivimos justo en la casa de enfrente, del otro lado de la acera —responde Tobías—. Hemos vivido ahí muchos años, antes aquí vivía uno de nuestros amigos y por eso conozco esta casa.

—Eso está muy bien —dice Johan—. Quizás puedan ayudarme con algunas cosas, pues yo no puedo ver —agrega señalando sus ojos—. Por ejemplo, no tengo quién me ayude a pasear a Nero. ¿Alguno de ustedes estaría dispuesto?

—Sí, a mí me gustaría —dice Tobías.