Título original: Von der
Unbegreiflichkeit GottesTraducción: Constantino Ruiz-GarridoDiseño de la cubierta: Claudio Bado y Mónica BazánEdición digital: Grammata.es
© 2004, Verlag Herder, Freiburg im
Breisgau
© 2005, Herder Editorial, S.L., Barcelona
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978-84-254-2709-1
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INTRODUCCIÓN
Hay textos que, por las circunstancias en que
se publicaron, adquieren una importancia singularísima. Entre ellos
se cuenta la obra de Rahner, titulada «Experiencias de un teólogo
católico».[1]
El hecho de que el autor, poco antes de su
muerte, se expresara de manera tan fundamental sobre aspectos
centrales de su propia teología y de su propia experiencia
teológica concedió una importancia muy peculiar a esta
conferencia.
Desde luego, un discurso en Friburgo para
celebrar su octogésimo cumpleaños permitía esperar de antemano algo
verdaderamente fundamental: a Karl Rahner se le brindó la ocasión
de exponer ante un numeroso público había unos mil oyentes en el
aula magna de la universidad los aspectos esenciales de su
teología. Karl Rahner, en su discurso, habla de «experiencias», y
no se refiere con ello a «vivencias» biográficas o interesantes
para la historia contemporánea.
La selección misma es de sumo interés. De
entre los cuatro ámbitos elegidos, los dos primeros tienen por
objeto el centro de la teología y de la fe cristiana.
En la primera «experiencia», Rahner habla de
«que todos los enunciados teológicos, aunque en forma muy diversa y
en grado distinto, son enunciados análogos». Ahora bien, el
estremecimiento sentido por el teólogo ante lo inadecuado de su
propio lenguaje no es cosa externa, no es algo caprichoso, de lo
cual pueda deducirse luego la consecuencia de que no sea una cosa
que importe demasiado. No, sino que es un efluvio de la «verdadera
condición» del teólogo, que «lo es de veras, cuando no piensa
tranquilamente que habla con claridad y transparencia, sino que
experimenta estremecido el umbral de analogía que existe entre el
"sí" y el "no" al situarse sobre el abismo de la inefabilidad de
Dios y, al mismo tiempo, la experimenta y testifica lleno de
felicidad».[2]
A este «tema», que es el centro de la fe
cristiana, se refiere la segunda «experiencia»: Karl Rahner habla
de la «autocomunicación de Dios» como del núcleo y del corazón del
Cristianismo,[3] que lo diferencia de un
simple Humanismo o también de un Jesuanismo sin reflexión, y que
constituye el fundamento de la enorme pretensión del Cristianismo,
al que sólo puede darse una respuesta: «Nosotros, una de dos: o
podemos quererlo todo, a saber, a Dios mismo en su pura Divinidad,
o bien nos hallamos condenados, es decir, estamos sepultados dentro
de la prisión de nuestra finitud».
Ahora bien, de ahí no se sigue ninguna
limitación de la universal voluntad salvífica de Dios, a la cual
Rahner caracterizó con la expresión que se hizo famosa pero que
para él no es indispensable, y que habla del «cristiano anónimo»,
realidad que Karl Barth expresó con el término «Christianus
designatus»,[4] y que Hans Urs von
Balthasar un crítico del vocablo del «cristiano anónimo» enunció
refiriéndose a los verdaderamente amantes, «a quienes, de una
manera oculta para nosotros, se les ha concedido graciosamente el
Espíritu de la verdad».[5]
En relación con el puesto central de la
«autocomunicación de Dios», Rahner piensa que él ha dejado quizás
un poco en el trasfondo de su teología la temática del pecado y del
perdón. En un teólogo que, así y todo, dedicó un extenso volumen a
la historia de la penitencia,[6] y que en su actividad
docente se ocupó varias veces de este tema,[7] esta afirmación resulta
quizás extraña, y, en todo caso, se halla cuantitativamente
injustificada. Pero nos hace ver tanto más dónde se halla para
Rahner el centro de la fe, a partir del cual él aborda los temas
particulares.
La intensa acentuación de lo que Karl Rahner
consideraba como el centro del Cristianismo, y su empleo con las
dos primeras experiencias, son, en cierto modo, una cosa obvia. Por
el contrario, el hecho de que Rahner eligiera las dos
«experiencias» que siguen a continuación causa más bien
sorpresa.
El fenómeno de una teología en torno a una
orden religiosa la tercera experiencia habla de ella no se da ya,
por lo menos hoy día, de la misma manera directa en que se daba
todavía en el tiempo en que Rahner recibió su formación. Podemos
sospechar que no son demasiados los teólogos actuales,
pertenecientes a órdenes religiosas, que consideren la
«experiencia» de la teología de la propia orden como parte esencial
de su propia existencia teológica. Karl Rahner menciona también las
diferencias por las cuales él mismo, en época ya temprana, se pasó
de la teología escolástica jesuítica de carácter suareciano al
Tomismo. Pero es también digno de tenerse en cuenta el que Rahner
reelaboró la propia espiritualidad jesuítica, procedente de Ignacio
de Loyola,[8] fundador de la orden,
estudiándola en su contenido teológico, y encontró en ella
una inspiración central para su propia teología. Es digno de
consideración el que muchos teólogos de la generación más joven,
que ya no tuvieron una experiencia personal de Rahner, y que, por
tanto, le ven «desde fuera», señalen de manera especial la
espiritualidad ignaciana de Rahner y acentúen el carácter central
de su influencia tanto en el aspecto biográfico como en el
sistemático. La existencia de la orden[9] fue para Rahner una forma
de vida.