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Un regalo de la cigüeña Aquel bebé de mofletes blanditos y sonrisa de ángel era capaz de derretirle el corazón hasta al frío Tony Marino. Por muy insoportable que fuera trabajar con él, Michelle Rozanski no podía dejar que criara al niño solo; sobre todo después de que hubiera hecho hueco al pequeño abandonado en su casa... y en su corazón. Lo que no esperaba Michelle era que ella también iba a encontrar su hogar allí. Pero el sueño acabaría cuando terminaran las vacaciones de Navidad... A menos que el testarudo de Tony se diera cuenta de cuál era su otro regalo... ¡una esposa perfecta para él!
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Seitenzahl: 186
Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 1999 Marie Rydzynski-Ferrarella
© 2015 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Sueño de Navidad, n.º 1333 - septiembre 2015
Título original: The Baby Beneath the Mistletoe
Publicada originalmente por Silhouette® Books.
Publicada en español en 2002
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited
® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.
Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.
I.S.B.N.: 978-84-687-7211-0
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Portadilla
Créditos
Índice
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Epílogo
Si te ha gustado este libro…
ME está volviendo completamente loco —dijo Tony Marino.
Shad McClellan y Angelo Marino, las dos terceras partes de la Constructora Marino, McClellan & Conrad, se miraron con una sonrisa burlona al oír las quejas de su primo. Angelo pensó que Tony por fin tenía un poco de color en la cara y se le notaba algo de emoción en la voz. Aquello era muy buena señal.
En realidad, Antonio Marino solamente era primo de Angelo, por lo menos de sangre. Pero hacía mucho tiempo que los padres de Angelo habían abierto las puertas de su casa y de su corazón a dos huérfanos, Shad y su hermana Dottie, y Angelo los había aceptado como si fueran sus hermanos en todo el sentido de la palabra. Había ciertas cosas que transcendían la mera legalidad, como por ejemplo el amor.
Angelo sabía que Tony tenía poco amor que dar en ese momento. O quizás mucho, se corrigió Angelo, teniendo en cuenta la situación que había atravesado durante el último año.
—Te está volviendo loco, ¿eh? Me parece que no lo dices en el buen sentido.
—¿En el buen sentido? —repitió Tony con incredulidad.
Intentó tranquilizarse y se retiró el mechón de pelo negro que le caía sobre la cara como cuando era niño. Solo que aquel niño nunca habría imaginado que en el futuro se le partiría el corazón de dolor.
Las arrugas que tenía alrededor de la boca, que reflejaban los arañazos de su alma, se acentuaron mientras pensaba en aquella arquitecta de opiniones inflexibles que tenía la capacidad de hacerse oír por encima del estruendo de un huracán. En muy poco tiempo se había convertido en su cruz, y Tony tenía suficiente con enfrentarse a su tristeza y conseguir pasar los días. Además, estaba supervisando un proyecto de construcción lo bastante complicado como para tener que luchar con ella también.
—«Bueno» y Michelle Rozanski no pueden estar en la misma frase.
Entonces empezó a buscar, en medio del desorden caótico de su escritorio, los planos del que iba a ser el nuevo instituto de Bedford.
Shad y Angelo se miraron otra vez. Aquella era la mayor demostración de emociones que Tony había hecho desde que lo había convencido para que se trasladase desde Denver a Bedford para estar con ellos. Su hermana había tenido razón cuando propuso meter a Tony de cabeza en un proyecto nuevo, para que ocupase la mente en algo distinto al dolor que sentía.
—No es posible que sea tan mala como dices —comentó Shad.
«No tienes ni idea», pensó Tony. Shad y Angelo solo habían intercambiado unas palabras con ella en la primera reunión que habían tenido en el Ayuntamiento, y no tenían que soportar que los contradijera a la más mínima ocasión. En el día al día del trabajo libraban una guerra en la que él parecía llevar la peor parte. Nunca sabía cuándo iba a aparecer esa mujer para ajustar alguna cuenta pendiente o para discutir de lo que fuese. Tony había optado por cerrar la puerta para conseguir un poco de paz.
—Es peor de lo que te imaginas —le contestó de mal humor. ¿Dónde demonios estaban los planos? Acababa de tenerlos en la mano—. Tiene que opinar sobre todo.
—Como la mayoría de las mujeres —contestó Shad, y se quedó pensativo. Aquello le parecía un progreso prometedor.
Cuando Tony había llegado a casa de su tía Bridgette Marino, hacía dos meses, no era ni la sombra del joven que había trabajado durante los veranos a su lado en varios proyectos. Sus ojos verdes habían perdido toda la alegría, y por lo menos en aquel momento estaban empezando a expresar algo. Podía que la ira no fuese el mejor de los sentimientos, pero era mucho mejor que nada, porque significaba que estaba volviendo a la vida y empezando a reaccionar ante las cosas en vez de arrastrarse como un sonámbulo.
Tony los miró por encima del enorme libro de tapas rojas que estaba consultando.
—Pero esta cree que tiene razón en todo —les explicó con frustración. Reprimió una palabrota cuando el libro se le cayó de las manos y casi le aplastó un pie. Nunca había sido una persona organizada, pero en los últimos meses solo encontraba el caos por allí por donde pasaba. Incluso en su alma.
—Aunque me repita —dijo Angelo con paciencia—, como la mayoría de las mujeres.
«La mayoría excepto Teri», pensó Tony, y sintió una punzada de dolor que lo traspasó. Teri, con una modestia y un espíritu tan tranquilo, que a veces tenía que obligarla a que le llevara la contraria, porque siempre estaba dispuesta a complacerlo.
Se había acostumbrado mal, y no estaba preparado para enfrentarse con aquella otra mujer de ojos azules que pensaba que todo lo que decía era como los Diez Mandamientos del Señor.
—Puede ser —le respondió Tony—, pero no como esta.
Encontró los planos e intentó extenderlos sobre su escritorio.
—¿Habéis visto lo que ha proyectado?
Perdió la paciencia y puso los planos en el suelo, haciéndoles señas a sus primos para que se acercaran. Aunque el proyecto era de una estética innovadora, algunos edificios del nuevo instituto desafiaban las leyes de la gravedad. Tony señaló lo que le parecía el problema más grave de todos, una viga de techumbre que soportaba el peso de un techo de cristal.
—¿Veis esto? Pues esa mujer se cree que es posible.
Shad y Angelo constataron que Tony tenía razón, al menos hasta cierto punto. Sabían que su primo podría resolver aquello. Aunque fueran de su familia y estuviesen muy cerca de él en aquel momento tan difícil, ninguno de los dos le habría asignado aquel proyecto si hubieran sabido que no era capaz de llevarlo a cabo. Al fin y al cabo, era un estupendo ingeniero de caminos.
Angelo miró a Tony y movió la cabeza como si lo compadeciera.
—Intenta controlar la situación.
—Ya lo he intentado —él no era de los que respondían a la menor provocación, pero aquella mujer tenía algo que lo sacaba de quicio.
No sabía si era su forma de mirarlo, o que era arrogante y siempre estaba dispuesta a llevarle la contraria, o si era que él siempre entraba en escena cuando no debía. Quizás era un proyecto demasiado complicado y no debería haberlo aceptado. Estaba demasiado cansado como para pensar con sensatez. Seguramente el lunes vería las cosas de otra manera.
—Si sigue así la voy a estrangular.
—He dicho que intentes manejar la situación —le contestó Angelo riéndose.
—Eso significa manejarla a ella.
Tony había dirigido otros proyectos cuando trabajaba para su antigua empresa, así que aquello no era nada nuevo para él, y volver a trabajar para Marino, McClellan & Conrad era como estar en casa otra vez. Pero antes se sentía en la cresta de la ola, y en ese momento, sin embargo, le costaba empezar un nuevo día y llegar hasta el final. Le parecía que las cosas nunca iban a mejorar.
Había vuelto a Bedford, a sus raíces, porque su tía Bridgette se lo había pedido una y otra vez. El resto de la familia se había volcado con él, y todos le habían invitado a sus casas y al final se dejó convencer, en un último intento desesperado por escapar del dolor y volver a la vida.
Había declinado sus ofertas y había alquilado un apartamento. Pero no sentía que aquel fuera su verdadero hogar, ni tampoco Denver, donde había pasado los últimos ocho años de su vida. No se sentía bien en ninguna parte del mundo, ahora que Teri y Justin no estaban en él. De nuevo la desesperación empezaba a atraparlo entre sus dedos, dejando su alma helada.
No quería corresponder a todo el cariño de Angelo y Shad metiendo la pata en aquel asunto. No era justo.
Tony empezó a hablarles a los dos sin mirar a ninguno.
—Quizás sería mejor que yo me retirase de este proyecto —dijo sin fuerzas—. Tengo la sensación de que he abarcado demasiado —estaba casi totalmente seguro de ello—. A lo mejor tú...
Angelo odiaba ver a su primo de aquella manera. Tony siempre había sido capaz de enfrentarse a cualquier desafío, pero aquel terrible golpe lo había derrumbado.
—Lo siento, pero estoy con el proyecto Carmichael.
Tony miró a Shad, que ya había levantado las manos para rechazar la sugerencia.
—Yo estoy con lo de Gaetti en el norte de la ciudad.
Entonces pensó en la tercera socia de la compañía. Como se sentía bloqueado emocionalmente, no había tenido ocasión de conocer mucho a la mujer de Angelo, pero sabía que no se habrían asociado con ella si no fuera una estupenda profesional. Y aquella era precisamente la razón por la cual él no podía permanecer más allí.
Levantó una ceja y miró a Angelo otra vez.
—¿Allison?
Angelo sacudió la cabeza.
—Además de cuidar a los trillizos, se está ocupando de la segunda fase de las viviendas de Winwood —el orgullo y el respeto eran patentes en su voz.
—¿Y no hay nadie a quien se le pueda asignar este proyecto?
—Lo siento, amigo. Mamá y Dottie no entienden de edificios y Frankie está demasiado ocupado con las clases de la universidad y quitándose a las chicas de encima —dijo Angelo. Había sido una desilusión descubrir que Frankie, el hijastro de Shad, aunque era extraordinariamente trabajador, no tenía ninguna intención de unirse a la compañía—. Así que no hay nadie que pueda llevar las riendas de esto, y no tenemos tiempo de andar buscando ningún socio nuevo.
Shad le dio a Tony una palmada en el hombro.
—Me temo que el honor y el buen nombre de la familia están en tus manos.
Notó que Tony se ponía tenso al asumir que no había remedio. No estaba bromeando cuando hablaba sobre las chispas que saltaban entre aquella mujer y él, solo que aquellas chispas podían ser beneficiosas o destructivas, dependiendo de cómo se desarrollasen los acontecimientos. Quizás sería conveniente que lo ayudasen un poco.
Llamaron a la puerta y Angelo se levantó a abrir. Automáticamente sus labios esbozaron una sonrisa. Siempre había admirado la belleza, ya fuera la de un edificio bien construido, la de un amanecer o la de una mujer atractiva, y aquel era el caso.
Alta y esbelta, Michelle Rozanski iluminaba cualquier espacio en el que se encontrara, y, al menos en opinión de Angelo, no se correspondía con la imagen de un arquitecto. Para él, todos tenían gafas y estaban un poco encorvados, y se pasaban la mayor parte del tiempo inclinados sobre grandes tableros y bizqueando con las finísimas líneas de los planos. Lo único que había cambiado con la aparición de los ordenadores era el grado de inclinación que adoptaban.
Mikky, como todos la llamaban, parecía que llevara una pandereta y una falda larga de colores. Aunque llevaba el pelo muy corto, la primera palabra que venía a la mente era zíngara, no arquitecto. Sin embargo lo era, y muy buena, según se decía de ella. Había sido lo suficientemente hábil como para meterse al bolsillo a todos los concejales del Ayuntamiento de Bedford con su proyecto para el nuevo instituto de la ciudad, por delante de otros setenta y cinco proyectos, algunos de ellos presentados por prestigiosos estudios de arquitectos.
Por supuesto, sabía que aunque el diseño fuera estéticamente muy atractivo, el proyecto no tenía porqué ser factible. Lo había visto más de una vez, y el defecto que Tony acababa de señalar era una demostración palpable. Pero estaba seguro de que a su primo le vendría muy bien el reto, porque necesitaba que algo o alguien le hiciera reaccionar y que la sangre le circulara por las venas otra vez.
Mikky se sintió un poco confusa cuando entró en la caravana. Notaba buenas vibraciones de todos los miembros de aquella empresa, lo cual era una novedad. Estaba acostumbrada a entablar verdaderas batallas para que le demostraran el respecto que se merecía como profesional en cada proyecto que empezaba, y por eso en esta ocasión se había quedado sorprendida y encantada con Angelo y Shad. Además sabía que eran muy buenos profesionales, y la tercera socia era una mujer.
Tenía claro que podría trabajar muy bien con ellos. No notaba tensión ni machismo, ni tampoco que la estuvieran desnudando y diseccionando con la mirada. Y aunque Tony Marino le desagradaba mucho, él tampoco actuaba de aquella manera denigrante.
Las ofensas, tanto implícitas como explícitas, eran de otra naturaleza. Tony Marino despreciaba su inteligencia, y para Mikky aquel era el peor de los insultos. Había trabajado mucho para llegar hasta allí, y aunque había alcanzado una posición privilegiada y tenía muy buena reputación, no se daba ni un respiro.
Algunos pensaban que había llegado tan lejos acostándose con la gente adecuada. Había luchado mucho contra esta mentira y finalmente había reunido el valor para despedirse de su antigua empresa, en la que había trabajado muchos años, y empezar su propio negocio. El hecho de que su proyecto para el nuevo instituto hubiera ganado a tantos otros le decía que había acertado al atreverse a defender sus sueños por encima de todo.
Por eso ningún jefe de obra, por muy atractivo que fuera y muy bien que le quedaran los vaqueros, iba a hacerla creer que ella no era inteligente.
Si Tony Marino quería contradecirla en todo lo que se refería a su proyecto, estaba preparada para plantarle cara. Mikky no tenía ningún problema; venía de una familia muy grande en la que las discusiones eran parte del día como lo era el desayuno.
Shad la saludó estrechándole la mano.
—¿A qué se debe tal honor? —le preguntó Angelo amablemente, y oyó a Tony murmurar algo detrás de él.
—He venido porque me han citado aquí. ¿Qué pasa ahora, Marino? Espero que no tardemos mucho. Estaba a punto de irme.
Tony se metió las manos en los bolsillos.
—¿Para siempre?
Había estado intentando librarse de ella desde el principio.
—No, solo el fin de semana.
—Una pena.
—Ahórrate tu pena y yo me ahorraré la mía —vio los planos extendidos en el suelo—. ¿Ahora usas el suelo como mesa? A ver, ¿qué nuevo problema tienes?
Tony tomó el papel del suelo y lo sostuvo delante de la nariz de Mikky.
—A menos que alguien haya escrito las leyes de la física de nuevo y yo no me haya enterado, sigues estando equivocada.
Shad pensó que en aquella habitación había electricidad suficiente para iluminar la ciudad durante un año. Miró a Angelo, que asintió ligeramente. Estaban de acuerdo en que era hora de batirse en retirada, así que se dirigieron hacia la puerta.
—Bueno, os dejamos que discutáis esto entre los dos —dijo Shad.
Tony abrió la boca para protestar, pero no le dieron la oportunidad.
—Nos vemos el domingo en la cena—dijo Angelo. Las cenas dominicales en casa de su madre no se habían quedado en un recuerdo de infancia, sino que la tradición se había fortalecido con el paso del tiempo—. Si no tienes planes —le dijo a Mikky sin poder resistirse—, a lo mejor te apetecería venir también. Mamá dice que siempre hay sitio para alguien más en la mesa. Tony te dará la dirección, ¿verdad, Tony?
Tony se había quedado estupefacto ante lo que consideró una traición en toda regla, y no pudo despegar los labios. ¿Por qué sus primos estaban forzando las cosas así, con aquel aire de suficiencia? ¿No se daban cuenta de que lo último que necesitaba en aquel momento era alguien como Mikky Rozanski?
Menuda familia.
Mikky esperó a que Shad y Angelo hubieran salido para volverse de nuevo hacia Tony.
La invitación la había hecho sentirse bien, pero aquel hombre la ponía nerviosa. Tenía que demostrar que sabía lo que estaba haciendo, porque se jugaba su prestigio. Aunque ya había bastantes arquitectas, todavía no eran las suficientes como para que se sintiera totalmente relajada. Quería dejar el pabellón de las mujeres bien alto en aquella profesión dominada por los hombres.
Sin embargo, estaba muy guapo cuando se enfadaba, pensó mientras le echaba una mirada. No podía evitar preguntarse cómo sería su rostro cuando estaba relajado, o cuando se reía. Algo le decía que aquella sería una visión muy agradable, pero dudaba que ella pudiera ser testigo alguna vez de semejante acontecimiento.
Aunque aquello no importaba. No había ido allí para que se hicieran amigos, sino para proteger su buena reputación. Además, quería terminar lo antes posible porque había quedado con su hermano Johnny para ir al cine.
—¿Y bien?
A Tony no le gustó su tono de voz. Esa mañana ella había aparecido en una reunión que tenía con Mendoza, el capataz de la obra, porque había descubierto que iban a hacer algunos cambios, y le había pedido que le echara otro vistazo antes de alterar una sola línea. Pero había estado toda la mañana al teléfono intentando solucionar un problema con un pedido de cables, y no había tenido tiempo de revisarlo otra vez. Aunque para él no había necesidad de hacerlo, porque los planos no estaban bien.
—Ya sabes lo que tengo que decir.
Dobló el papel para dejar visible el área donde estaba el problema. ¿Cómo es que no podía verlo, si era tan evidente? Empezó a explicárselo como si estuviera hablando con un niño.
—No se puede colocar el vestíbulo así, porque esta estructura debilita mucho las vigas aquí, por no mencionar la viga de carga —y señaló intencionadamente unas líneas que salían del techo—. Esto es la...
Mikky consiguió controlar las ganas de apartarle la mano del plano.
—Sé perfectamente cuál es la viga de carga —tuvo la certidumbre de que si hubiera sido un hombre, Tony Marino nunca le habría hablado así.
—Estupendo. Si eliminamos el vestíbulo...
—No tengo ninguna intención de eliminar el vestíbulo.
Aquel hombre era un auténtico tiburón, pensó Mikky mientras notaba cómo se le iba empeorando el genio por momentos. Había dado en el blanco con puntería certera al mencionar una de las características más importantes de su estilo. Mikky había trabajado mucho para conseguir incorporar aquel vestíbulo a la estructura del edificio. El área de la música y el arte era una de las joyas del conjunto.
Tony la miró y resopló de mal humor.
—¿Para qué necesitan los estudiantes de un instituto un vestíbulo tan enorme?
—¿Para qué necesitan las personas ver formas gráciles y líneas proporcionadas? ¿Para qué cinco edificios? ¿Por qué no construimos uno solo, grande y feo como una caja? —Mikky se dio cuenta de que estaba alzando la voz e intentó controlarse—. Porque es más estético así, por eso.
Tony no tenía ni idea de porqué cuando había oído las palabras formas gráciles y líneas proporcionadas se le habían ido los ojos hacia el cuerpo de su antagonista. Estaban hablando, o mejor dicho, discutiendo, sobre un edificio que no se construiría si tenía que ser de acuerdo con aquellos planos.
No había ninguna razón por la cual él tuviese que darse cuenta de que, cuando ella había alzado la voz una octava, el contorno de sus pechos se había dibujado claramente en el jersey morado que llevaba. Dios Santo, ¿quién llevaba un jersey color ciruela a una obra?
—¿Más estético? —escupió la palabra—. El instituto es para aprender, no para filosofar.
Creía que las construcciones tenían que ser sólidas, no hechas de bizcocho para que se deshiciesen con la primera tormenta. Además, esos edificios no eran adecuados para el público que iba a frecuentar los edificios.
—Los críos a esa edad no tienen nada en la cabeza. Solo piensan en divertirse —los recuerdos le traspasaron el alma y tuvo que darse la vuelta para recobrar el aliento. Todo le llevaba irremediablemente al momento en que su vida se había roto en mil pedazos.
Mikky conocía la historia. Después de la primera reunión había querido enterarse de por qué aquel hombre era como de hielo, así que le pidió a uno de sus hermanos, que trabajaba en el L.A. Times, que investigase. Lo descubrió todo en un ejemplar antiguo del Denver Post. La mujer de Marino y su hijo de tres años habían muerto en el acto en un accidente de tráfico provocado por un adolescente borracho. Podía ser comprensiva incluso con un hombre que la estaba tratando de aquella manera. Sabía que tenía muchos problemas que resolver, pero ella no tenía la culpa. Suavemente, le dijo:
—Siento mucho lo de tu esposa y tu niño...
Tony le dirigió una mirada asesina. Había echado sal en una herida en carne viva, y no tenía ningún derecho a hacerlo.
—Gracias —lo dijo tan fríamente, que Mikky pensó que su vida estaba en peligro—, pero te agradecería que no los mencionases. Esto no tiene nada que ver con ellos —miró de nuevo los planos—. Estamos hablando de adolescentes que van al instituto para aprender, y necesitan clases, no vestíbulos ni cascadas.
Las buenas intenciones de Mikky se esfumaron y reaccionó como una madre que defendía a su hijo. El proyecto pretendía estar a la altura del resto de Bedford, que era un modelo de planificación lleno de armonía, y parecía que él estaba dispuesto a alterar el equilibrio solo por discutir. Estaba segura de que sus cálculos eran correctos e iba a defender su diseño costase lo que costase.
Aunque tuviera que enfrentarse con Tony Marino.
—Muy bien, entonces, ¿por qué no construimos una escuela de color rojo, y terminamos rápido?
—No seas sarcástica.
Mikky sintió que la ira la invadía. Sabía que no era precisamente dócil, pero nunca se había enfurecido con tanta facilidad. Había algo en aquel hombre que la afectaba más de lo normal.
—Entonces no seas agresivo conmigo. Solo estoy intentando hacer bien mi trabajo, igual que tú.
¡Y un cuerno! No había nada igual en ellos y nunca lo habría.
—Lo que estás intentando hacer todo el rato es llevarme la contraria.