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Ésta es la aventura apasionante de Alberto y Carlota. Aquel día en que todo empezó a romperse a su alrededor. ¿Queréis que os cuente la apasionante aventura de Alberto y Carlota? Si no queréis que os la cuente, ya podéis dejar de leer e iros a jugar a otra parte. Si queréis conocerla, tendréis que continuar leyendo. Una nueva y emocionante entrega de la saga del Mago Sí, de Andreu Martín.-
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Seitenzahl: 30
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Andreu Martín
Ilustraciones de Francesc Rovira con la colaboración de Oriol Rovira Música de Saki
Saga
Todo se rompe
Copyright © 1994, 2021 Andreu Martín and SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726962406
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
y a todos aquellos niños y niñas que alguna vez han sobrevivido a un terremoto cotidiano.
Hoy os contaré la extraordinaria aventura que vivieron Alberto y Carlota aquel día en que se rompió el mundo.
Alberto y Carlota eran los hijos normales de una familia normal que vivía en un piso normal de una ciudad normal, más o menos como debe sucederos a todos vosotros.
Sus padres tenían la edad que suelen tener los padres y resultaban bastante divertidos.
Les gustaba bailar y hacer excursiones y recibir amigos a cenar y, por regla general, los chistes que contaban eran de esos que los niños pueden entender y daban mucha risa.
O sea, que bien.
De los dos hermanos, Alberto era el mayor, lo que significa que era ordenado, valiente y un poco autoritario.
Carlota era más pequeña y, por tanto, más ingenua, más atolondrada y más desordenada que su hermano.
La aventura de estos dos hermanos empezó el día en que sus padres discutieron.
Antes de aquel día, nunca les habían visto discutir.
Alberto y Carlota sabían lo que significaba discutir porque de vez en cuando se peleaban, y entonces mamá les decía: «¡Niños! ¡No discutáis!»
Solía suceder cuando los dos querían el mismo juguete. Uno tiraba del juguete por aquí, el otro tiraba por allá, chillaban, se tiraban de los pelos y se daban puntapiés.
—¡Eso de discutir no se hace! —les reñía mamá—. Está muy feo.
De manera que siempre habían creído que eso de discutir era cosa de niños. No se podían imaginar a sus padres haciendo algo parecido.
Y mira por dónde, un día sus padres discutieron.
Tanto Alberto como Carlota pensaron que había sido por su culpa.
Porque habían estado enredando toda la tarde, y mamá tenía mucho trabajo y no sabía qué hacer para que la dejaran tranquila y, por fin, les dio los lápices de colores de papá y unos cuantos papeles para que hicieran dibujos y los coloreasen.
¡Los lápices de colores de papá! ¡Casi nada! ¡Eso sí que era pistonudo! ¡Eso sí que era un regalo!
Porque, ¿sabéis?, el padre de Alberto y Carlota era dibujante y tenía mucho aprecio por sus lápices de colores. Decía que eran un instrumento de trabajo, y que no eran para jugar.
Como quien dice que trabajar es más importante que jugar.
De manera que Alberto y Carlota hicieron las paces y se pusieron a dibujar sobre la mesa grande del comedor.
Carlota dibujaba una casa, del estilo de ésta:
Y Alberto dibujaba un señor y una señora cogiditos de la mano, como estos dos:
(Él pensaba que eran papá y mamá.)
Entonces, llegó papá a casa, entró en el comedor y se puso a gritar:
—¡¡¡¿¿¿Se puede saber qué hacen estos críos con mis lápices???!!!