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A buen juez mejor testigo, de José Zorrilla, empieza en las afueras de Toledo.Ante un Cristo enclavado en un madero, la bella Inés de Vargas hace jurar a Diego Martínez, que a su vuelta de Flandes, la desposará. Pero pasan tres años y Diego no vuelve. Regresan varios hombres de Flandes, y entre ellos Inés cree avistar a Diego, que no la reconoce. Resulta que Diego ha sido hecho capitán por el rey, y los humos se le han subido a la cabeza, y porfía que en ningún momento prometió casarse.
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Seitenzahl: 19
Veröffentlichungsjahr: 2010
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José Zorrilla
A buen juez, mejor testigo
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: A buen juez, mejor testigo.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9816-276-9.
ISBN ebook: 978-84-9816-992-8.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
A buen juez, mejor testigo 9
I 11
II 15
III 21
IV 27
V 31
VI 37
Libros a la carta 43
José Zorrilla (Valladolid, 1817-Madrid, 1893). España.
Tras estudiar en el Seminario de Nobles de Madrid, fue a las universidades de Toledo y Valladolid a estudiar leyes. Poco después abandonó los estudios y se fue a Madrid. Las penurias económicas le hicieron a vender a perpetuidad los derechos de Don Juan Tenorio (1844), la más célebre de sus obras. En 1846 viajó a París y conoció a Alejandro Dumas, padre, George Sand y Teophile Gautier que influyeron en su obra. Tras una breve estancia en Madrid, regresó a Francia y de ahí, en 1855, marchó a México donde el emperador Maximiliano lo nombró director del teatro Nacional. Publicó un libro de memorias a su regreso a España.
Entre pardos nubarrones
pasando la blanca Luna,
con resplandor fugitivo,
la baja tierra no alumbra.
La brisa con frescas alas
juguetona no murmura,
y las veletas no giran
entre la cruz y la cúpula.
Tal vez un pálido rayo
la opaca atmósfera cruza,
y unas en otras las sombras
confundidas se dibujan.
Las almenas de las torres
un momento se columbran,
como lanzas de soldados
apostados en la altura.
Reverberan los cristales
la trémula llama turbia,
y un instante entre las rocas
riela la fuente oculta.
Los álamos de la vega
parecen en la espesura
de fantasmas apiñados
medrosa y gigante turba;
y alguna vez desprendida
gotea pesada lluvia,
que no despierta a quien duerme,
ni a quien medita importuna.
Yace Toledo en el sueño
entre las sombras confusas.
y el Tajo a sus pies pasando
con pardas ondas lo arrulla.
El monótono murmullo
sonar perdido se escucha,
cual si por las hondas calles