Autobiografía - Juan Vicente Melo - E-Book

Autobiografía E-Book

Juan Vicente Melo

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Beschreibung

Miembro de la llamada Generación del Medio Siglo, Juan Vicente Melo (1932-1996) se forjó un lugar indiscutible en la literatura mexicana de la segunda mitad del siglo pasado. El universo creativo de Melo no ha hecho más que expandirse con el tiempo tocando a las actuales generaciones de lectores, que podrán apreciar en esta serie su obra narrativa, una aldea minúscula en dimensiones aunque potenciada por su capacidad de trascender el tiempo y el espacio, representada en Autobiografía, Cuentos completos y La obediencia nocturna.

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Juan Vicente Melo

Autobiografía

Luis Arturo Ramos

Prólogo

 

Universidad Veracruzana

Martín Gerardo Aguilar Sánchez

Rector

Juan Ortiz Escamilla

Secretario Académico

Lizbeth Margarita Viveros Cancino

Secretaria de Administración y Finanzas

Jaqueline del Carmen Jongitud Zamora

Secretaria de Desarrollo Institucional

Agustín del Moral Tejeda

Director Editorial

 

Maquetación y diseño de forros: Enriqueta del Rosario López Andrade, a partir de una fotografía de autor desconocido perteneciente al archivo familiar Melo Guzmán.

Fotografía de Juan Vicente Melo: Autor anónimo/cnl-inba

Primera edición: x de agosto de 2023

D. R. © Universidad Veracruzana

Dirección Editorial

Nogueira núm. 7, Centro, CP 91000

Xalapa, Veracruz, México

Tels. 228 818 59 80; 818 13 88

ISBN (epub): 978-607-8858-xx-x

Cuidado de la edición: Nina Crangle

Producción de ePub: Aída Pozos Villanueva

 

 

La vida a mitad de la vida: una autobiografía incompleta (1932-1966)

Quien escribe de sí mismo no puede sino verse en tercera persona; esto es: como personaje sometido a la auscultación impuesta por la voz narrativa. Aunque su Autobiografía aparece escrita por exigencia canónica desde ese Yo imperativo, que a mi juicio determina su obra completa, Juan Vicente Melo prefiere mirarse desde las orillas de sus treinta y dos años cumplidos, convenientemente amparado en la fingida distancia implícita en los relatos en tercera persona.

Publicada en 1966, justo al principio de la segunda mitad de su vida (Juan Vicente Melo muere en 1996, a los sesenta y cuatro años de edad) y apoyado apenas en tres volúmenes de cuentos, Melo explora aquí sus motivaciones escriturales y adelanta proyectos, muchos de ellos, por desgracia, incumplidos; los más, ni siquiera previstos y otros recopilados después, como es el caso de algunos textos reunidos ahora bajo el título de Al aire libre. Me refiero a los titulados “El hilo de la estrella” y “Los signos oscuros”, aparecidos en publicaciones periódicas en 1960 y 1962, respectivamente. Ignoro la razón (aunque valdría la pena investigarlo) por la cual Melo decidió no incluirlos en libros posteriores, a pesar de que el tiempo se lo hubiera permitido. Mas ahora los tendremos a la vista gracias a la publicación en esta casa editorial de sus Cuentos completos, y habrán de añadir lo que les corresponda al esfuerzo de iluminar las insoslayables aproximaciones a su obra total. En su Autobiografía, Melo se confiesa por voluntad, aunque no por iniciativa propia. Sus memorias no derivan de una inquietud personal ni de un desplante pretensioso; sino que forman parte de una serie que invitaba a un grupo de jóvenes escritores promesas de la literatura nacional. El proyecto fue impulsado por Rafael Giménez Siles y Emmanuel Carballo (quien escribe los prólogos respectivos) y lo constituían autores tales como Juan García Ponce, Sergio Pitol, Salvador Elizondo, Gustavo Sainz, Vicente Leñero, José Agustín, entre otros que aceptaron la temeraria y tentadora propuesta.

Toda generación cuenta con sus figuras prometedoras y la de Melo lo confirma. Más todavía, Melo se reconoce en una de ellas y acepta la invitación con un retintín entre incrédulo y malicioso, a juzgar por el tono lúdico y en ocasiones mordaz de su autorrelato, el cual aligera por fortuna sus párrafos más solemnes y elocuentes. Cabe la aclaración, porque en ese México de principios de la segunda mitad del siglo xx, actividades y proyectos como el de Giménez Siles representaban una forma de esa modernidad largamente anhelada por los intelectuales emergentes que ofrecía la posibilidad de autorarse a uno mismo. Comenzaba el descaro (lo digo sin afán peyorativo), ese hermano citadino del recato provinciano, que ahora inunda buena parte de la narrativa actual.

Mas su Autobiografía resulta importante, no porque constituya un arrebato precoz (así se adjetivó el proyecto de Giménez Siles), sino porque corrobora en los textos ya escritos, y anticipa en los que habrían de publicarse, la presencia de su vida y persona en sus actos de ficción. Para Melo, toda invención, traducida a cualesquier código artístico, forma parte implícita y explícita de la existencia real del espíritu humano.

Su biografía atesora un inventario de temas; una bodega donde respiran y pulsan los ya explorados y los que habría de explorar en la segunda mitad de su vida. Aquella trasladada a La obediencia nocturna (1969)y a los cuentos aparecidos en revistas y suplementos literarios en los años posteriores a la aparición de su novela. A juzgar por las fechas de publicación de sus relatos, Melo dedicó toda su voluntad y empeño a la consumación de un texto de largo aliento que no era el arriba citado, sino La rueca de Onfalia (aparecida de manera póstuma, en 1996) y de cuyo primer capítulo da cuenta el ejemplar número uno de Juglar, revista editada en 1970 por los alumnos de la Facultad de Letras Españolas de la Universidad Veracruzana. Melo habría de posponer su escritura para dedicarse de lleno a la novela que, para mi gusto, constituye lo mejor de su trabajo literario. Al margen de todo lo anterior, su temprana Autobiografía permite confirmar el cruce entre ficción y experiencia vivida, ambas comunicadas mediante el estilo y la sintaxis que caracterizan sus empeños narrativos.

Si bien acepto que toda lectura debe respetar la inmanencia de la obra literaria en cuestión, también insisto en que la mayoría potencia sus propuestas tanto estilísticas como temáticas a partir de los datos arrebatados por los investigadores o confiados al mundo por la indiscreción de sus autores. Y para fortuna de su público, Juan Vicente Melo fue un delicioso y arrebatado indiscreto, ya en charlas con los amigos o, como resulta el caso de su Autobiografía, mediante palabras constantes y sonantes.

La obra de Melo es una constatación de mi aserto. Su biografía, a pesar de haber sido escrita al comienzo de su carrera y a la mitad de su existencia física, constituye un espejo en el que se reflejan las dos vertientes de su vida con insistente osadía. En el México de aquellos años (las encomiendas del mercado al parecer ahora lo exigen), pocos escritores se atrevían a dejar evidencia clara o a confirmar sus experiencias vitales en las entre líneas de su ficción, aunque aceptaran la premisa de que escribir equivalga, gloso a un clásico, transitar las calles sin otro cobijo que la epidermis. Y Juan Vicente Melo estudió medicina y se especializó en dermatología. Sabía de padecimientos a flor de piel y de que muchas dolencias internas se manifiestan en la epidermis a modo de estigma distintivo. En este caso, su caso, sinónimo del estilo que lo distingue. Melo es su prosa: una sintaxis que revela y traslada a la superficie esa pulsión interior que nutre su caudal literario desde los cuentos de La noche alucinada (1956).

Transitar de su Autobiografía a su obra de ficción, y discurrir luego el camino a la inversa, implica un viaje inagotable y enriquecedor; la maleta recargada con el sobrepeso de atisbos, datos y descubrimientos que recrean esta para potenciar aquella. Queda a cargo del lector referenciar los pronombres relativos. El ejercicio sobrecoge pero también revela: la vida personal, tanto como la ajena, es la fuente de la literatura; al menos de la que realmente importa. Quien no sepa nutrirse de estos afluentes fundamentales e ignore cómo volverlos uno, descalifica los atributos que significan el oficio de escribir.

Sea pues la lectura de esta Autobiografía una invitación a adentrarse en la obra literaria de Juan Vicente Melo a pesar de que, como él mismo advirtió, “esta autobiografía solo será posible cuando mis libros, lo que orgullosamente podré llamar mi obra, consigan contar de mí más de lo que puedo hacerlo personalmente”. Por desgracia para mí, ya no pude comprobar esta aseveración.

Luis Arturo Ramos

 

Para María Elena, Beatriz y Guillermo, mis hermanos

Hablar de mí mismo me resulta el género literario más difícil. Más aún que escribir un cuento o redactar un capítulo de esa novela en la que actualmente trabajo; inclusive más difícil que establecer juicios críticos en las notas sobre libros o conciertos que entrego en el momento en que se cierra la edición de las revistas o suplementos culturales en que periódicamente colaboro. Aparentemente, esto resulta una contradicción: por una parte, amigos y críticos aseguran, repetidamente, que “tengo facilidad para escribir”. Así lo han dicho, entre otros, Emmanuel Carballo, Rubén Salazar Mallén, Elena Poniatowska, José de la Colina y Federico Álvarez en generosas líneas hablando de mis libros de cuentos; en largas y repetidas pláticas, Juan García Ponce se asombra de que pueda escribir un capítulo de una “sentada”, de mi indudable “don” de escritor, mientras que a él le resulta doloroso gestar una frase. (En este sentido estimo, sin falsa modestia, que, en lo que a mí respecta, se trata de una falta de rigor, de una “inspiración” o, si se quiere, una “facilidad” que ha conseguido, felizmente, establecer un estilo basado en mis limitaciones.) Por otra parte, siempre hablo de mí mismo