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Cada cual con su razón es una comedia en verso de José Zorrilla, dividida en tres actos. El célebre escritor y poeta español se distinguió por su contribución fundamental al Romanticismo en la literatura española. Esta obra, uno de los tres dramas que Zorrilla escribió y representó en 1840, es una evidencia más de su impresionante producción y creatividad. La trama, al estilo de muchas comedias clásicas, gira en torno a equívocos amorosos y situaciones de enredo. Cada personaje aporta su propia 'razón' o perspectiva, enriqueciendo la trama y dando profundidad y matices a la narrativa. Entre los personajes se encuentra el rey Felipe IV, cuya inclusión aporta un elemento de realidad a la obra. Otros personajes son el Marqués de Vélez, don Pedro, Doña Elvira, Inés y el conde don Guillén. Este variado elenco, en combinación con la habilidad de Zorrilla para construir personajes y diálogos ingeniosos, asegura una experiencia teatral dinámica y enriquecedora. Aunque Zorrilla es más conocido por su obra Don Juan Tenorio, en Cada cual con su razón muestra su capacidad para manejar la comedia y el verso, demostrando la versatilidad de su talento literario. El título de la obra en sí refleja la esencia de su trama: la convivencia de diferentes perspectivas y 'razones' dentro de una sociedad, entrelazándose y chocando entre sí. Cada cual con su razón es, en última instancia, una prueba más del genio literario de Zorrilla, un autor capaz de explorar magistralmente la diversidad y la complejidad de la experiencia humana a través de su arte. Una obra que merece ser redescubierta y apreciada tanto por su destreza poética como por su penetrante mirada sobre la condición humana.
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Seitenzahl: 72
Veröffentlichungsjahr: 2010
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José Zorrilla
Cada cual con su razón
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Cada cual con su razón.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Linkgua
ISBN tapa dura: 978-84-9897-297-9.
ISBN rústica: 978-84-9816-277-6.
ISBN ebook: 978-84-9897-133-0.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Acto I 9
Escena I 9
Escena II 17
Escena III 20
Escena IV 22
Escena V 24
Escena VI 34
Escena VII 36
Escena VIII 38
Escena IX 39
Escena X 41
Acto II 43
Escena I 43
Escena II 45
Escena III 55
Escena IV 60
Escena V 67
Escena VI 67
Escena VII 68
Escena VIII 69
Escena IX 70
Escena X 77
Acto III 85
Escena I 85
Escena II 93
Escena III 99
Escena IV 102
Escena V 104
Escena VI 105
Escena VII 109
Escena VIII 111
Escena IX 116
Libros a la carta 121
José Zorrilla (Valladolid, 1817-Madrid, 1893). España.
Tras estudiar en el Seminario de Nobles de Madrid, fue a las universidades de Toledo y Valladolid a estudiar leyes. Poco después abandonó los estudios y se fue a Madrid. Las penurias económicas le hicieron a vender a perpetuidad los derechos de Don Juan Tenorio (1844), la más célebre de sus obras. En 1846 viajó a París y conoció a Alejandro Dumas, padre, George Sand y Teophile Gautier que influyeron en su obra. Tras una breve estancia en Madrid, regresó a Francia y de ahí, en 1855, marchó a México donde el emperador Maximiliano lo nombró director del teatro Nacional. Publicó un libro de memorias a su regreso a España.
Don Pedro
Doña Elvira
El conde don Guillén
El marqués de Vélez
El rey don Felipe IV
Inés
Un alcalde de corte, ronda y soldados
Comedia en tres actos y en verso
Aprobada para su representación por la Junta de Censura de los Teatros del Reino, en 14 de julio de 1849
La Escena en Madrid. El acto primero en el jardín de doña Elvira; el segundo y tercero en la antesala de su habitación. La acción empieza el 21 de septiembre del..., a las once de la noche, y concluye al día siguiente a la misma hora.
(Noche, y jardín de doña Elvira. A un lado un asiento de piedra. En el fondo la casa de doña Elvira con rejas y balcones, y más a la derecha una puertecilla que da del jardín a la calle.)
(Doña Elvira y don Pedro.)
Pedro Decidme al menos su nombre.
Elvira No le debéis conocer.
Pedro Y eso, ¿no es darme a entender
que amáis, Elvira, a ese hombre?
Elvira Ya dije que es un secreto.
Pedro Mas si el secreto no sé,
¿cómo de él me fiaré?
Elvira Por mi palabra sujeto.
Yo os amo, don Pedro, a vos;
mas creedme, y no os asombre,
os juro a Dios que de ese hombre
necesitamos los dos.
Pedro No lo comprendo, señora;
quién soy yo, dónde he nacido,
quiénes mis padres han sido,
estoy ignorando ahora.
Vivo desde que nací
acaso a merced ajena,
sin que pudiera mi pena
llegar a costumbre en mí.
Siempre (¡inocente quizás!),
tan negro destino lloro,
mas cuando sé que os adoro
no necesito yo más.
Elvira Don Pedro, sin freno vais
buscando mi perdición.
Pedro Me haréis perder la razón.
Elvira Nada de ese hombre temáis.
Pedro ¿Que nada tema decís
de un hombre que os enamora,
cuando estoy viendo, señora,
que favores le admitís?
Elvira ¡Hay, don Pedro, tal afán!
Pues ¿yo misma no os lo digo?
Puede ese hombre ser mi amigo;
pero nunca mi galán.
Pedro Y ¿cómo creeros puedo
si sé que os habla de amor?
No dudo de vuestro honor,
mas tengo a su audacia miedo.
Cuando os contemplo con él,
Elvira, en conversación,
me rebosa el corazón
en lugar de sangre, hiel.
Vos me lo habéis suplicado
ante mí puesta de hinojos,
y aunque es para darme enojos,
con causa os habréis hallado.
Pues tan liviana no os creo
que para mentir mejor
hicierais mi propio amor
segundo con tal devaneo.
Obedezco, lloro, y callo
sentencias de vuestra boca,
porque al fin solo le toca
obedecer al vasallo.
Mas en causa tan sagrada,
aun siendo mi propio hermano,
echara menos la mano
el gavilán de mi espada.
Elvira Por medio, don Pedro, estoy
en tan espinoso asunto,
y os ruego que en él, ni un punto
os olvidéis de quién soy.
Pedro Eso solo me contiene,
y si es fuerza que os lo diga,
eso tan solo me obliga
a respetar al que viene.
Que os juro que de otro modo,
si en mi razón me fiara,
en la calle le esperara
atropellando por todo.
Elvira Bien; pues os vuelvo a advertir
que en paz a ese hombre dejéis,
y no más me preguntéis,
que no os puedo más decir.
Pedro No más os preguntaré
pues tal es vuestra sentencia,
mas si podrá mi paciencia
tener a raya, no sé.
Elvira Cómo la tenéis mirad,
que porque me importa mucho,
al preveníroslo lucho
con mi propia voluntad.
Mandároslo no quisiera,
mas a faltarme él o vos,
don Pedro, de entre los dos
yo no sé a cuál eligiera.
Pedro ¡Loco me habéis de volver!
¡No es, decís, vuestro galán,
y evitáis con tanto afán
cuanto le puede ofender!
Que me adoráis me decís,
y a vuestro amor siendo fiel,
comparándome con él,
que dudáis me prevenís.
Decidme si podéis, pues,
¿es vuestro padre, señora?
Elvira No, por cierto.
Pedro ¿Es en mal hora
hermano?
Elvira No.
Pedro Pues ¿quién es?
¿Debéisle tantos favores,
vida, hacienda, honor quizás?...
Elvira No le debo a ese hombre más
que penas y sinsabores.
Pedro ¿Y le amáis?
Elvira No, le respeto.
Pedro ¿Y el respeto solamente
puede en vos...
Elvira Andad prudente,
que tocáis en mi secreto.
Pedro ¡Oh! Por cuanto sois y amáis,
fiad el secreto en mí,
que al depositarlo aquí,
en un pozo lo enterráis.
Elvira Díjeos, don Pedro, que no.
Pedro ¡Morir de celos me haréis!
Elvira De celos no os acordéis
mientras os los guarde yo.
Pedro Mas ved que es duro castigo
para un amante, señora,
ser, por secretos que ignora,
de ajenas dichas testigo.
Pensad lo cruel del tormento
de esperar puesto en un potro,
sabiendo que tiene otro
entrada en vuestro aposento.
Elvira ¿En mi aposento? Eso no;
reparad que jardín es.
Pedro Para estar a vuestros pies
por igual lo tengo yo.
Y aun es peor, en verdad,
que un techo de roble o piedra,
un banco de verde hiedra
y un techo de oscuridad.
Elvira Callad ya, que me ofendéis;
pues ¿con sospecha tan ruin
a solas en mi jardín,
que estáis conmigo no veis?
Y si soy quien soy con vos,
con quien a casarme voy,
¿dejaré de ser quien soy
con quien odiamos los dos?
Don Pedro, pensadlo bien,
y no así, de celos loco,
tengáis a una dama en poco
sin razón y sin por quién.
Pedro ¿Sin por quién? Pues ¿y ese hombre
a quien vais a recibir?
Elvira Necio andáis en insistir,
que nunca os dirá su nombre.
Y escuchadme en conclusión,
don Pedro, porque a fe mía
que es ya larga esta porfía
tenga o no tenga razón.
Yo os amo. ¿Qué más queréis?
No hubo jamás hombre alguno
que no me fuera importuno
desque vos me conocéis.
Si cansado de mi amor
me dejarais inconstante,
no fuera un claustro bastante
para enterrar mi dolor.
Por ello en el alma herida,
olvidando al mismo cielo,
osara en mi desconsuelo
atentar contra mi vida.
Mas es, don Pedro, preciso
que a ese hombre reciba aquí,
y ha de ser, don Pedro, así
aunque importe el Paraíso.
Mirad si causa tendré
cuando así ante vos me humillo.
Pedro Asombrado estoy de oillo,
y aun no lo comprendo, a fe.
¿Que murierais me decís
si yo os dejara de amar;
eso debéis esperar,
y sin embargo, insistís?
Elvira Eso esperar no debía;
mas ya que desde hoy lo espero,
espero en Dios, caballero,
que os arrepintáis un día.
Pedro ¡Mas lloráis!... Decidme al fin
el secreto, y concluyamos.
Elvira Mirad, don Pedro, que estamos
a solas en el jardín.
Pedro ¡Oh, tanto dudar me ofende!
¿No puedo ayudaros yo
en ese secreto?
Elvira No,
que si se aclara se vende.
Pedro ¡Señora!
Elvira Que desconfío
de vos nunca imaginéis;
quien le venda no seréis,
seré yo, porque no es mío.
Pedro Una palabra no más,
y perdonádmela, Elvira:
¿desconfianza os inspira
mi nacimiento quizás?
Elvira Don Pedro, yo en vos no amé
la cuna en que habéis nacido;
hidalgo os he conocido,
siempre hidalgo os amaré.
Cuando en mi antigua aflicción
me hallasteis, de amor ajena,
vos consolabais mi pena