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Vincent Van Gogh le escribió a su hermano Theo más de seiscientas cincuenta cartas. En este epistolario, un testimonio desgarrado frente a la vida, Vincent no solo volcó sus ideas sobre la pintura sino también sobre al realidad que lo rodeaba. Las cartas que Vincent Van Gogh le escribió a su hermano Theo desde 1872 en adelante, constituyen una fuente biográfica única e invalorable para conocer los objetivos, pasiones, esperanzas y desilusiones del pintor. Son un testimonio vivido, casi al modo de un diario, en el que el gran artista da cuenta de su cotidianidad así como de su inestable salud física y mental. Después de haber inspirado biografías, películas, obras de teatro, documentales, estudios académicos y miniseries televisivas, estas cartas extraordinarias y conmovedoras se han transformado, a través de los años, en un grito desgarrado frente a la vida, en una utopía sobre la comunidad de artistas, en un gran documento humano que muestra al verdadero Van Gogh, por él mismo.
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Van Gogh, Vincent
Cartas a Theo / Vincent Van Gogh
1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires:
Adriana Hidalgo editora, 2023
Libro digital, EPUB - (Biografías y testimonios)
Archivo Digital: descarga
Traducción de: Víctor Goldstein
ISBN 978-987-8969-50-3
1. Biografías. 2. Artes Plásticas. 3. Pintura. I. Goldstein, Víctor, trad. II. Título
CDD 759.9492
Biografías y testimonios
Título original: Lettres à son frère Théo
Traducción: Víctor Goldstein
Diseño e identidad de colecciones: Vanina Scolavino
Imagen de tapa: Gabriel Altamirano
© Adriana Hidalgo editora S.A., 2023
www.adrianahidalgo.es
www.adrianahidalgo.com
ISBN: 978-987-8969-50-3
Prohibida la reproducción parcial o total sin permiso escrito de la editorial. Todos los derechos reservados.
Disponible en papel
Al lector
El primer problema que se me planteó al leer las cartas de Van Gogh a su hermano Theo apareció casi de inmediato; se trataba de la dificultad de encontrar un criterio válido de selección. Esto resultaba imperioso, por la razón de que, tan solo a Theo, Vincent le escribió más de seiscientas cincuenta cartas, muchas de ellas de una extensión de varias páginas. Vincent y Theo, que vivieron separados prácticamente toda su vida de adultos, sentían un profundo afecto mutuo, que jamás se vio empañado por las ocasionales disputas que a veces se producían entre ellos (y que, por supuesto, aquí se reflejan). Ambos hermanos sentían la enorme necesidad de reemplazar con cartas los interminables diálogos que se hubieran establecido entre ellos de haber vivido juntos. Lo prueba el hecho de que esta correspondencia se interrumpe durante los meses que Vincent pasa junto a Theo en París, entre 1887 y 1888.
Una solución posible –y sencilla– de este problema era transcribir solo las opiniones de Vincent sobre la pintura, que por cierto son de un innegable valor, pero en ese caso ¿qué hacer con el resto, con su grito desgarrado frente a la vida, con su utopía sobre la comunidad de pintores, con sus opiniones sobre la realidad cotidiana que lo rodeaba?
Cualquier reduccionismo es negativo, pero una simple ojeada a la evolución pictórica de Van Gogh, sumada a la progresión dramática de su correspondencia, nos muestra que todo cuanto él pinta, hace o dice es producto de una misma sensibilidad, que es la que está continuamente en juego y en obra.
Finalmente me incliné por transcribir lo que, a mi juicio, consideraba importante. Por ejemplo, descarté algunos de sus problemas familiares, y solo algunos, debido a que estos alteraron en gran medida su existencia.
Obviamente, mi selección adolece de muchos defectos. Ruego que me sean disculpados con indulgencia.
En otro orden de cosas –el de la traducción propiamente dicha, y los problemas con que me he enfrentado en este nivel–, el lenguaje de Van Gogh es a menudo irregular y antojadizo. A esto se añade el hecho de que si bien Vincent escribía corrientemente en tres idiomas (holandés, francés e inglés), no lo hacía perfectamente bien en ninguna de las tres lenguas. En cuanto a las cartas escritas originalmente en holandés (no he traducido ninguna del inglés, salvo pasajes aislados en algunas otras), he debido remitirme a la traducción que de ellas hicieron los señores Beerblock y Roelandt. Solo las cartas en francés han llegado a mí tal y como él las escribió, fundamentalmente en el período que abarca desde febrero de 1888 hasta julio de 1890, es decir, Arlés, Saint-Rémy y Auvers-sur-Oise, escritas en esta lengua seguramente por encontrarse ambos hermanos en suelo francés.
En estas cartas, su lenguaje es a menudo duro, poblado de errores de construcción y puntuación, amén de los ortográficos, nada “literario”, en suma –en el sentido general de este término–, pero absolutamente auténtico y de una extraordinaria fuerza.
Sea como fuere, si bien he tratado de aligerar su “estilo” para una mayor facilidad de lectura, en lo posible he intentado respetar tales incorrecciones. El lenguaje de Vincent es el de un hombre que escribe como habla, y que dice las cosas tal y como las siente, sin rodeos ni circunloquios.
Esta selección fue hecha tomando como base la Correspondance complète de Vincent van Gogh, editada en 1960 por Gallimard/Grasset. Los números que se encuentran al comienzo de cada carta, a la izquierda, son los de la monumental edición holandesa, en cuatro volúmenes, hecha en 1952 en ocasión del centenario del nacimiento de V. van Gogh por su sobrino, Vincent Willem van Gogh, hijo de Theo y Johanna Bonger.
La letra que se encuentra a la derecha de dicho número indica la lengua en la que fue escrita la mayor parte de la carta (ya que Vincent mezcla los tres idiomas): H: holandés, F: francés.
Cuando la fecha está colocada entre paréntesis significa que esta no figura en la carta original, cosa que sucede en numerosas misivas.
Víctor Goldstein
La Haya
Agosto 1872 - Mayo 1873
4 H La Haya, 28 de enero de 1873
[...] Tío [1] se fue a París. Se llevó pinturas y dibujos magníficos. El lunes a la mañana me quedé en Ámsterdam y volví a los museos. ¿Sabes que van a construir un gran edificio en Ámsterdam en el terreno de Trippenhuis? Es una buena idea. Trippenhuis es pequeño y hay muchos cuadros colgados, de tal modo que es imposible verlos bien.
¡Cómo me gustaría ver ese cuadro de Cluysenaer! Hasta ahora he visto muy pocos cuadros suyos y me parecen muy hermosos. Escríbeme también si el otro cuadro es de Alfred Stevens, o si no es Alfred, cuál es el verdadero nombre. La fotografía hecha por Rotta la conozco; hasta vi el cuadro en la exposición, en Bruselas. Sobre todo tenme siempre al corriente de lo que tú ves, eso siempre me agrada. El álbum cuyo título me has propuesto no es el que yo decía, que contiene únicamente litografías de Corot.
5 H La Haya, 17 de marzo de 1873
[...] Hace quince días, un domingo, fui a Ámsterdam a ver la exposición de cuadros de aquí que van a ir a Viena.
Era muy interesante, y siento mucha curiosidad por ver el papel que van a hacer los holandeses en Viena.
Tengo muchos deseos de conocer a los pintores ingleses. ¡Vemos tan pocos aquí! Casi todas sus obras se quedan en Inglaterra.
Goupil no tiene negocio en Londres. [2] Allí no se vende más que a los marchands, no a los particulares.
Londres [3]
13 de junio de 1873 - 15 de mayo de 1875
10 H Londres, 20 de julio de 1873
[...] Ese cuadro de Linder es muy hermoso.
En lo que concierne a los fotograbados, sé más o menos cómo se hacen, pero no los he visto hacer, y lo que sé no es lo suficientemente claro como para que hable de ellos.
Al principio el arte inglés no me atraía demasiado; hay que acostumbrarse. Sin embargo, aquí hay pintores muy hábiles, entre otros Millais, que pintó El hugonote, Ofelia, etcétera, cuyas reproducciones en grabados tendrías que conocer. Todo es muy hermoso. También está Boughton, de quien conoces Los puritanos yendo a la iglesia, que se encuentra en nuestra galería fotográfica. He visto cosas suyas muy lindas. Y también, entre los viejos, Constable, un paisajista que vivía hace unos treinta años. Es magnífico; tiene a la vez algo de Díaz y de Daubigny. Luego, Reynolds y Gainsborough, que sobre todo pintaron hermosos retratos de mujeres; y finalmente Turner, de quien seguramente has visto reproducciones grabadas.
Aquí viven algunos buenos pintores franceses, aislados; entre otros, Tissot –de quien hay muchas reproducciones en nuestra galería fotográfica–, Otto Weber y Heilbuth. En estos momentos, este último realiza hermosas pinturas a la manera de Van Linder. Si la ocasión se presenta, escríbeme si hay fotografías de Wauters además de aquellas de Hugo van der Goes y Marie de Bourgogne; y también si conoces fotografías de los cuadros de Lagye y de De Braekeleer.
No del viejo De Braekeleer, sino de un De Braekeleer que creo es su hijo, y de quien había, en la última exposición de Bruselas, tres cuadros magníficos titulados Amberes, Laescuela y Atlas. [4] Gracias por lo que me has escrito acerca de las pinturas. Si también vieras cosas de Lagye, De Braekeleer, Wauters, Maris, Tissot, George Saal, Jundt, Ziem, Mauve, [5] no dejes de escribirme. Son pintores que me gustan mucho y de quienes probablemente algún día veas algo.
[...] Y ahora, viejo, buena suerte, piensa en mí de vez en cuando y apúrate en escribirme. Una carta es un gran consuelo para mí.
11 H Londres, 13 de septiembre de 1873
[...] Ayer fui a una exposición de cuadros belgas, entre los cuales encontré algunos viejos conocidos de la última exposición de Bruselas. Había muchas cosas lindas, de Albrecht y Julien de Vriendt, por ejemplo, de Cluysenaer, de Wauters, de Coosemans, de Gabriel, de De Schampheleer, etcétera.
¿Viste alguna vez algo de Terlinde? Si es así, cuéntame en alguna de tus cartas. Para mí fue un verdadero alivio ver esas pinturas belgas. Con algunas excepciones, los ingleses son tristes y de pocos recursos. Hace algún tiempo vi un cuadro en el que se veía una especie de pez, o de dragón volante, de pongamos seis metros de largo. Era horrible. Y al lado del dragón, un hombrecito, que se disponía a matar al animal mencionado. Eso representaba, creo, El arcángel Miguel vencedor de Satán. Hasta la próxima, viejo, buena suerte. Escribe pronto.
Vincent
Otro cuadro inglés: El diablo llevando la manada de cerdos a lo largo del lago de Gadara. Representaba unos cincuenta chanchos y cerditos negros que caían dando tumbos, en gran desorden, de una ladera de montaña, y rodando, uno encima del otro, al mar. Y sin embargo era un cuadro pintado muy hábilmente, por Prinsep.
13 H Londres, enero de 1874
[...] Tu carta me prueba que te interesas en las bellas artes de todo corazón, y eso, viejo, es muy bueno. Me pone contento que te guste Millet, Jacque, Schreyer, Lambinet, Frans Hals, etcétera, porque, como dice Mauve: “¡Eso es algo!”
Sí, ese cuadro de Millet, El ángelus de la noche, ¡es algo! Es poderoso, es poesía. ¡Cómo me gustaría hablar de arte contigo! Lo que ahora debemos hacer es escribirnos a menudo. Encuentra las cosas bellas, lo más a menudo que puedas. La mayoría de la gente no encuentra las cosas lo bastante bellas.
Te escribo los nombres de los pintores que me gustan especialmente:
Scheffer, Delaroche, Hébert, Hamon, Leys, Tissot, Lagye, Boughton, Millais, Thijs Maris, De Groux, De Braekeleer junior, Millet, Jules Breton, Feyen-Perrin, Eugène Feyen, Brion, Jundt, George Saal, Israëls, Anker, Knaus, Vautier, Jourdan, Compte-Calix, Rouchussen, Meissonier, Madrazo, Ziem, Boudin, Gérôme, Fromentin, Decamps, Bonington, Díaz, Th. Rousseau, Troyon, Dupré, Corot, Paul Huet, Jacque, Otto Weber, Daubigny, Bernier, Emile Breton, Chenu, César de Cock, la Srta. Collart, Bodmer, Koekkoek, Schelfhout, Weissenbruch y, últimos, pero no menores, Maris y Mauve.
Pero podría continuar así durante no sé cuánto tiempo; luego estarían también todos los viejos; y estoy seguro de haber olvidado muchos de los mejores entre los nuevos.
Sigue paseando mucho, queriendo mucho la naturaleza, ya que es la verdadera manera de aprender a comprender el arte cada vez más.
Los pintores comprenden la naturaleza; la quieren y nos enseñan a ver. Y existen pintores que no hacen más que cosas buenas, que no pueden hacer nada que sea malo, así como hay hombres ordinarios que no pueden hacer nada que sea bueno.
Yo estoy bien; tengo una casa magnífica, y me alegra mucho observar Londres, el tipo de vida de los ingleses, y los mismos ingleses. Y, además, tengo la naturaleza, el arte y la poesía; si eso no basta, ¿qué es entonces lo que se necesita?
16 H Londres, 30 de abril de 1874
[...] El cuadro de Van Gorkom no es realmente obsceno. Entre nosotros, no lo he visto, pero dile que te he escrito que no es realmente sucio.
20 H Londres, 31 de julio de 1874
Querido Theo:
Me pone contento que hayas leído a Michelet y que lo comprendas así. Un libro como ese al menos enseña a ver que hay muchas más cosas en el amor de lo que la gente acostumbra a buscar.
Para mí, ese libro ha sido una revelación, y al mismo tiempo un evangelio. “¡No hay mujeres viejas!” no quiere decir que no haya mujeres de edad, sino que una mujer no envejece mientras ame y sea amada.
Y, además, ¡qué riqueza en un capítulo como “Las aspiraciones de otoño”! Creo firmemente que una mujer es un ser totalmente diferente a un hombre (y un ser que todavía no conocemos, o al menos que solo conocemos superficialmente), como tú dices.
Y también creo que un hombre y una mujer puedan formar uno, convertirse en uno, digamos formar un todo, y no dos mitades.
Las ganas de dibujar, que me habían venido aquí, en Inglaterra, desaparecieron nuevamente. Pero quizás el capricho se despierte un día de estos. De nuevo me puse a leer mucho.
24 H Londres, 25 Bedford Street, Strand,
6 de abril de 1875
Querido Theo:
Gracias por tu carta. ¿Acaso copié “El silencio del mar”, de Heine, en tu cuadernito? [6] Hace algún tiempo vi una pintura de Thijs Maris que me hizo pensar en él.
Una vieja ciudad de Holanda, con filas de casas de un rojo pardo, salientes, altas escalinatas, techos grises, puertas blancas o amarillas, antepechos de ventanas y cornisas, canales con barcos y un gran puente levadizo bajo el que pasa una barcaza con un hombre en el timón, la casita del encargado, y el encargado mismo, que se ve por la ventana, sentado en su escritorio.
Un poco más lejos, un puente de piedra franquea el canal, sobre el que pasa gente y un carro arrastrado por caballos blancos.
En todas partes hay movimiento: un muchacho con su carretilla, un hombre que mira el agua, apoyado en el parapeto, mujeres de negro con gorros blancos. En primer plano, un muelle con adoquines negros y una rampa. A lo lejos, una torre detrás de las casas; por encima de todo, un cielo gris pálido.
Es un pequeño cuadro, más alto que ancho.
El tema es casi el mismo que el grande de J. Maris de Ámsterdam, que quizá conozcas; pero este tiene talento; el otro, genio.
[1] El tío Cornelius Marinus, hermano del padre de Vincent, Theodore, quien además tiene otros tres hermanos: el mayor, Johannes, será vicealmirante; Hendrick (tío Hein), Vincent (tío Cent) y Cornelius harán una brillante carrera en el comercio de objetos de arte.
[2] El tío Vincent es dueño de una galería de cuadros establecida en La Haya, cedida luego a la casa Goupil & Cie. de París, convirtiéndose así en su sucursal holandesa, cuyo director es Tersteeg. Allí es donde Vincent entra como empleado, interesándose especialmente en la venta de reproducciones de cuadros.
Vincent es un empleado modelo, y no deja de recibir elogios por parte de su jefe.
[3] Los resultados obtenidos por Vincent durante los cuatro años que trabaja en La Haya, sumados al gran interés que demuestra en su empleo, satisfacen tanto a los directores de la casa Goupil & Cie. que, en junio de 1873, estos deciden mandarlo a su sucursal en Londres. Theo, que había sido recomendado por su tío a la casa Goupil & Cie. en Bruselas, es transferido a La Haya, donde va a ocupar el puesto que Vincent deja vacante.
En sus cartas, Vincent no hace ninguna alusión a una crisis que dejará profundas marcas en él. Rudo, pelirrojo, posee un físico ingrato que aleja de él a todas las mujeres que ama. Cuando declara su amor a Ursula Loyer, esta le dice que ya está comprometida secretamente. Vincent no se resigna y su melancolía va en aumento. Rápidamente deja de ser el empleado modelo que había sido hasta ese momento.
Los únicos ecos de estos acontecimientos que se pueden encontrar en sus cartas son citas de Michelet y alusiones al amor, las primeras que se encuentran en su correspondencia.
[4] Henri de Braekeleer (1840-1888), pintor belga.
[5] Anton Mauve (1838-1888), primo de Vincent, pintor de paisajes y animales, gran admirador de Millet.
[6] Se trata de un cuaderno donde Vincent copiaba poemas para Theo.
París [7]
15 de mayo de 1875 - 28 de marzo de 1876
27 H París, 31 de mayo de 1875
Querido Theo:
Gracias por tu carta de esta mañana.
Ayer vi la exposición de Corot. Entre otras cosas había un cuadro llamado El jardín de los olivos. Me pone feliz que haya pintado eso.
Se ve, a la derecha, un grupo de olivos, oscuros sobre un cielo azul crepuscular. Al fondo, colinas cubiertas de arbustos y plantadas de algunos árboles grandes, por encima de los cuales brilla la estrella del atardecer.
Hay tres Corot en el Salón; el más hermoso es Las leñadoras pintado poco tiempo antes de su muerte; un grabado sobre madera aparecerá probablemente en la Illustration o en el Monde Illustré.
Como bien puedes imaginarlo, también vi el Louvre y el Luxemburgo.
Los Ruysdael del Louvre son magníficos, sobre todo La zarza, La estacada y La insolación.
Me gustaría que algún día pudieras ver los pequeños Rembrandt que están allí: Los peregrinos de Emaús y los dos compañeros, Los filósofos.
Hace poco vi a Jules Breton en compañía de su mujer y de sus dos hijas. Su rostro me recordó el de J. Maris, pero él tiene el pelo más oscuro.
Tal vez te envíe un libro suyo: Los campos y el mar, donde están reunidos todos sus poemas.
Tiene un hermoso cuadro en el Salón, La fiesta de San Juan. En una tarde de verano, jóvenes campesinas bailan alrededor de los fuegos de San Juan. En el fondo, el pueblo, con la iglesia, y por encima de todo eso, la luna.
Dansez, dansez, ô jeunes filles,
En chantant vos chansons d’amour.
Demain pour courir aux faucilles
Vous sortirez au petit jour. [8]
Tiene tres cuadros en el Luxemburgo: Una procesión en los trigales, Las espigadoras y Sola. Hasta pronto.
Vincent
30 H París, 6 de julio de 1875
[...] Alquilé una piecita en Montmartre donde tú estarías muy bien.
Pequeña, pero con vistas a un jardincito lleno de hiedras y viñas. Te diré qué grabados he puesto en la pared:
Ruysdael: La zarza.
Ídem: Lavanderías.
Rembrandt: Lectura de la Biblia (una gran pieza, en Holanda de hace mucho tiempo, de noche; sobre la mesa, una vela; una joven madre está sentada leyendo la Biblia cerca de la cuna de su hijito; también sentada, una mujer de edad escucha. Es una escena que hace pensar en las palabras: “En verdad os digo, cuando dos o tres seres están reunidos en mi nombre, yo estoy en medio de ellos”. Se trata de un viejo grabado sobre cobre, tan grande como La zarza, y soberbio).
Ph. de Champaigne: Retrato de una señora.
Corot: Atardecer.
Ídem: Ídem.
Bodmer: Fontainebleau.
Bonington: Una ruta.
Troyon: La mañana.
Jules Dupré: La tarde (El camino).
Maris: Lavandera.
Ídem: Un bautismo.
Millet: Las horas de la jornada (grabados sobre madera, 4 hojas).
Van der Maaten: Entierro en los trigales.
Daubigny: La aurora (Gallo cantando).
Charlet: La hospitalidad (Granja rodeada de abetos, en invierno, en la nieve; un campesino y un soldado delante de la puerta.)
Éd. Frère: Costureras.
Ídem: Un tonelero.
31 H París, 15 de julio de 1875
[...] ¿Tienes en el negocio las fotografías de Meissonier? Míralas a menudo; Meissonier ha pintado hombres. Quizá conozcas: El fumador en la ventana y El joven almorzando.
33 H París, 13 de agosto de 1875
En la lista de las cosas que colgué en las paredes de mi pieza, me olvidé de las siguientes:
N. Maes: La natividad.
Hamon: Si yo fuera el invierno sombrío.
Français: Últimos días lindos.
Ruipérez: La imitación de Jesucristo.
Bosboom: Cantabimus y Psallemus.
36 H [9] 8 de septiembre
Theo, quisiera decirte algo que quizá te sorprenda: deja de leer a Michelet, o cualquier otro libro (excepto la Biblia) hasta que nos volvamos a ver en Navidad.
Sé prudente en lo que concierne a las palabras que he subrayado en tu carta. [10] Por supuesto hay, gracias a Dios, una dulce melancolía, pero no sé si todos somos capaces de conocerla. Ya ves que digo: nosotros; tanto yo como tú.
Pa [11] me escribía hace poco:
“La tristeza no hace mal, al contrario, ella nos hace considerar las cosas con una mirada impregnada de santidad”. Esa es la verdadera “dulce melancolía”, el oro fino, el oro puro; pero todavía no la hemos alcanzado, estamos lejos de ella. Tengamos esperanza y roguemos para poder alcanzarla.
38 H París, 17 de septiembre de 1875
Querido Theo:
El sentimiento, hasta un sentimiento puro, delicado, por las bellezas de la naturaleza, no es la misma cosa que el sentimiento religioso, aunque pienso que entre ellos hay una especie de inteligencia.
Casi todos tenemos en nosotros el sentimiento de la naturaleza, algunos más, otros menos. Más raros son aquellos que sienten que Dios es espíritu, y aquellos que lo adoran deben adorarlo como espíritu y como verdad.
39 H París, 25 de septiembre de 1875
Querido Theo:
El camino es estrecho, y por eso hay que ser prudente. Tú sabes de qué manera han llegado otros adonde nosotros queremos ir. Sigamos, también nosotros, el humilde camino. Ora et labora.
Voy a deshacerme de todos mis libros de Michelet, etcétera, etcétera. Haz lo mismo.
42 H París, 11 de octubre de 1875
[...] ¿Has hecho lo que te aconsejé que hicieras? ¿Has abandonado los libros de Michelet, de Renan, etcétera? Creo que eso te hará descansar. Pero la página de Michelet sobre ese retrato de mujer de Ph. de Champaigne no hay que olvidarla. No olvides tampoco a Renan, pero abandona su libro. “Has encontrado miel, trata de no comer demasiado, para que la miel no termine por asquearte”. Se lee eso, o más o menos, en los Proverbios.
¿Conoces de Erckmann Chatrian: El conscripto, Waterloo y sobre todo El amigo Fritz? ¿Y Madame Thérèse? Lee esos libros si puedes encontrarlos. El cambio de comida estimula el apetito. El arco no puede permanecer siempre tendido. No creas que todo es bueno. Es preciso aprender por ti mismo a sentir la diferencia entre lo que es casi bueno y lo que es malo.
50 H París, 10 de enero de 1876
[...] Cuando vi al señor Boussod, le pregunté si al honorable director le parecía bien que yo siguiera trabajando aquí este año, agregando que el honorable director no tenía sin duda nada demasiado grave que reprocharme.
Esta última hipótesis era sin embargo buena, y el honorable director me sacó las palabras de la boca, por así decirlo, y me hizo decir que dejaría la casa el 1° de abril, sugiriéndome que agradeciera a esos señores por lo que pude aprender durante mi permanencia en el negocio.
Cuando la manzana está madura, el menor viento la hace caer del árbol. Este es el caso. Es cierto que hice cosas que, en cierto sentido, fueron errores. Por eso no tengo gran cosa que decir.
59 H Etten, 4 de abril de 1876
Querido Theo:
La mañana del día en que partí de París, recibí una carta de un instructor de Ramsgate. Me propone ir a pasar un mes allí sin salario y dice que verá, al cabo de ese tiempo, si puede emplearme.
Puedes figurarte lo contento que estoy de haber encontrado eso. En todo caso tendré comida y alojamiento gratis.
[7] La segunda estadía de Vincent en París es más fructífera que la primera. A pesar de la depresión que se acrecienta cada vez más y de la que deja huellas en sus cartas, este año pasado en París será determinante para su evolución futura. Vincent visita los salones y los museos, sobre todo el Louvre.
Al nombrarlo en la casa central en París, los Goupil esperan ayudarlo a restablecerse, pero su creciente falta de interés por su trabajo lleva a Boussod y Valadon, sucesores de Goupil, a desprenderse de Vincent. A comienzos de enero de 1876, él mismo se da cuenta de que su posición en Goupil se ha vuelto insostenible, y en el curso de una conversación con Boussod presenta su dimisión. Tres meses más tarde debe dejar París.
[8] Bailen, bailen, oh muchachas, /Cantando sus canciones de amor. /Mañana para correr a la cosecha /Saldrán al romper el día.
[9] Carta escrita en el mismo papel donde Theo escribió la suya para Vincent.
[10] En su carta, Theo dice: “Él (Weehuizen) había leído L’Amour de Michelet, y hablamos largo tiempo de él. Ese libro le había parecido muy hermoso, y le gustaba mucho la naturaleza; en ella buscaba la dulce melancolía”. Estas tres últimas palabras están subrayadas por la mano de Vincent.
[11] “Pa” es el apelativo que Vincent le da a su padre, Theodore.
Ámsterdam [12]
9 de mayo de 1877 - julio de 1878
103 H Ámsterdam, 27 de julio de 1877
[...] Con la ayuda de Dios, también pasaré los exámenes siguientes, Mendes me dio esperanzas. Me dijo que dentro de tres meses estaríamos en el punto que él había esperado alcanzar si todo andaba bien. Pero las lecciones de griego en el corazón de Ámsterdam, en el corazón del barrio judío, en una tarde muy calurosa y oprimente de verano, con el sentimiento de que muchos exámenes difíciles, hechos por profesores muy sabios y astutos, están colgados sobre la cabeza de uno, las lecciones de griego, digo, son más sofocantes que los campos de trigo del Brabante, que deben estar muy hermosos ahora, en un día como este.
106 H Ámsterdam, 18 de agosto de 1877
[...] Me levanté temprano y vi llegar a los obreros al astillero, mientras el sol se levantaba, magnífico. Estoy seguro de que ese cuadro curioso te gustaría, esa oleada de siluetas negras, grandes y pequeñas, primero en la calle estrecha donde el sol penetra muy poco, luego sobre el astillero. Luego almorcé con un pedazo de pan seco y un vaso de cerveza, medio que aconseja Dickens como muy eficaz para aquellos que están a punto de suicidarse, para desviarlos durante algún tiempo de su proyecto. Y aunque uno no esté precisamente en tal estado de ánimo, es bueno seguir el consejo de tiempo en tiempo y, por ejemplo, pensar en el cuadro de Rembrandt: Los peregrinos de Emaús.
110 H Ámsterdam, 18 de septiembre de 1877
No puedo ver nada, sobre todo cuadros, sin que piense en ti y en nuestros padres en casa.
Fuera de eso, el trabajo está empezando a cansarme, porque comienzo a ver claramente lo que es preciso que sepa, lo que ellos saben, y por qué cosa ellos fueron inspirados, aquellos cuyo camino yo quiero seguir: “Sondead las escrituras”.
117 H Ámsterdam, 9 de enero de 1878
[...] C.M. [13] me preguntó hoy si no me parecía hermosa la Friné, de Gérôme. Le dije que prefería de lejos una mujer fea de Israëls o de Millet, o una viejita de Éd. Frère. Porque ¿qué significa, hablando con propiedad, un bello cuerpo como el de esta Friné? También los animales tienen un cuerpo hermoso, y quizá más bello que el de los hombres; pero lo que los animales no tienen es un alma como la que se ve en los seres que Israëls o Millet o Frère han pintado. ¿Y acaso la vida no nos fue dada para volvernos ricos en nuestro corazón, aunque eso oculte el sufrimiento?
Ante esta imagen de Gérôme, por lo que a mí respecta siento muy poca simpatía, porque no veo nada en ella, para mí no tiene sentido. Manos que muestran que han trabajado son más hermosas que las que se ven en ese cuadro.
Mucho más grande todavía es la diferencia entre una muchacha tan linda y un hombre como Parker, o como Thomas à Kempis, o como aquellas que pintaba Meissonier, y, así como no se puede servir a dos amos a la vez, menos aún se pueden querer cosas tan diferentes y sentir por todas un sentimiento de simpatía. C. M. me preguntó luego si no sentiría nada por una mujer o por una muchacha que fuera linda; dije que tendría más sentimiento, que prefería vérmelas con una que fuera fea, o vieja, o pobre, o que fuera desdichada de una u otra manera, una a quien la experiencia de la vida o las penas hubieran dado razón y alma.
121 H Ámsterdam, 3 de abril de 1878
[...] Estuve reflexionando acerca de lo que hablamos y pensé instintivamente en la frase: “Somos hoy lo que éramos ayer”. Esto no significa que uno deba permanecer estacionario, que no pueda tratar de desarrollarse; por el contrario, hay una razón imperiosa para hacerlo y para descubrir los medios de lograrlo.
Pero, para permanecer fieles a la frase, uno no puede retroceder, y cuando se ha comenzado a considerar las cosas con una mirada libre y confiada, ya no se puede volver atrás, o abandonar.
Aquellos que han dicho: “Somos hoy lo que éramos ayer” eran “hombres honestos”, cosa que es evidente en los términos de la ley fundamental que ellos han redactado, ley que por cierto seguirá siendo válida en todos los tiempos, y de la que se ha dicho que fue escrita “con el rayo de lo alto” y “con un dedo de fuego”. Es bueno ser un “hombre honesto”, tratar efectivamente de convertirse en algo mejor; y cuando uno cree que eso significa ser un “hombre interior y espiritual”, uno tiene razón.
Si uno supiera, de manera segura y cierta, que es de esos, debería siempre proseguir tranquila, plácidamente su camino, sin dudar de que el fin será favorable. Había una vez un hombre que, al entrar un día en una iglesia, preguntó: “¿Es posible que mi celo me haya extraviado, que haya tomado el camino que no había que tomar y que esté mal encaminado? ¡Oh, por qué no podré salir de esta incertidumbre, tener la firme convicción de que terminaré por vencer y triunfar!” Y una voz le respondió: “Si estuvieras seguro de eso, ¿qué harías? Haz como si lo supieras, y dejarás de sentirte confundido”. El hombre, entonces, prosiguió su camino, ya no incrédulo, sino creyente; volvió a su trabajo, y ya no volvió a dudar ni a vacilar.
En lo que concierne al hecho de ser el “hombre interior y espiritual” ¿acaso no podría uno desarrollarlo dentro de uno por medio del conocimiento de la historia en general, y en particular por la de personas determinadas en todos los tiempos, desde la de la Historia Santa hasta la de la Revolución, y desde la Odisea hasta los libros de Dickens y de Michelet? ¿Y no se podría sacar una lección de obras tales como la de Rembrandt, o de las Malas hierbas de Breton, o de las Horas de la jornada de Millet, o del Benedicite de De Groux o de Brion, o del Recluta de De Groux (o, de otra manera, de Conscience), o de los Grandes robles de Dupré, hasta de los molinos y arenales de Michel? Ya hemos hablado mucho de lo que es para nosotros el deber, y de qué manera podríamos llegar a algo bueno, y llegamos a la conclusión de que, primero, debemos tener como meta la elección de una profesión determinada, una rama de la actividad a la cual podamos consagrarnos por entero.
Creo que también estábamos de acuerdo acerca de este punto: que sobre todo hay que apuntar al objetivo, y que una victoria ganada por toda una vida de trabajos y esfuerzos es preferible a la que se obtuvo más rápidamente.
Quien vive una vida íntegra y no conoce más que esfuerzo y decepciones, y sin embargo no se deja abatir, es más digno que aquel que tiene viento en popa y no conoce sino una prosperidad relativa. Porque ¿quiénes son aquellos en quienes se observa más claramente algo elevado? Son aquellos a quienes se aplican las palabras “Labradores, vuestra vida es triste; labradores, vosotros sufrís en la vida; labradores, sois muy felices”; son aquellos que llevan los signos de “toda una vida de lucha y de trabajo sostenido sin doblegarse jamás”. Es bueno esforzarse en ser como ellos.
Avancemos entonces en nuestro camino, indefessi favente Deo. [14] En lo que me concierne, es preciso que me convierta en un buen predicador, un hombre que tenga algo que decir que sea bueno, algo que pueda ser útil en el mundo, y quizá no es malo que deba pasar por una preparación relativamente larga, que esté fuertemente instalado en una convicción sólida, antes de ser llamado a hablar a otros [...]. Si nos esforzamos en vivir una vida recta, las cosas irán bien para nosotros; sin duda también sufriremos inevitables penas verdaderas, verdaderas desilusiones; hasta cometeremos grandes errores, probablemente, haremos cosas malas; pero es verdad que más vale poseer sangre caliente, aun si de ese modo también se cometen más faltas, que ser mezquino y limitado.
Es bueno amar tantas cosas como uno pueda; es allí donde está la verdadera fuerza; quien ama mucho hace mucho, puede mucho, y aquello que está hecho con amor está bien hecho; si uno se conmueve por algún libro (por ejemplo, para nombrar algunos: La golondrina, La alondra, El ruiseñor, Las aspiraciones del otoño, Veo de aquí una mujer, Me gustaba ese pueblo singular, de Michelet) es porque han sido escritos con el corazón, con sencillez, con humildad. Decir pocas palabras, pero que tengan un sentido, es mejor que decir muchas que no sean más que sonidos huecos, aunque fueran más fáciles de pronunciar, ya que serían de poca utilidad. Si se quiere fielmente aquello que es digno de ser amado, si uno no malgasta su afecto acordándolo a cosas insignificantes, frívolas y ligeras, en el curso de su camino encontrará siempre más luz, y será más fuerte.
Cuanto más pronto se trate de ser hábil en el dominio preciso de una actividad, en un oficio dado, adoptando una manera de pensar y de actuar relativamente independiente, cuanto más se atenga uno a reglas firmes, más firme también será el carácter que se adquiera. Para ello no es preciso limitarse.
Es sabio actuar de ese modo, considerando que la vida es corta, que el tiempo pasa rápido; cuando uno es hábil en un oficio, y comprende bien algo, al mismo tiempo se tiene comprensión y conocimiento de muchas otras por añadidura.
A veces es bueno andar mucho por el mundo, frecuentar gente; a veces uno está obligado, llamado a hacerlo; pero aquel que se quedara totalmente solo, consagrado a su trabajo, y no quisiera tener más que pocos amigos, es quien circularía con mayor seguridad entre los hombres y por el mundo.
No hay que fiarse nunca de un estado en el que uno no tiene dificultades, alguna preocupación u obstáculo; es preciso actuar de manera que no se tenga la vida fácil. Incluso en los medios cultivados, en las mejores compañías, en las circunstancias más favorables, hay que conservar algo de la naturaleza instintiva de un Robinson Crusoe o de un hombre de la naturaleza; si se carece de eso las raíces no arraigarán en uno mismo; nunca dejar que se consuma el fuego del alma, sino mantenerlo, por el contrario. Y aquel que guarda dentro de sí la pobreza, y la quiere, ese posee un gran tesoro y siempre oirá hablar claramente la voz de su conciencia; quien entiende y escucha esta voz interior, que es el mejor don de Dios, termina por encontrar en ella a un amigo, y nunca estará solo.
Nuestro deber es volvernos hacia las profundidades, si queremos tener una buena pesca; y, si hace falta trabajar toda la noche sin pescar nada, es bueno no renunciar por eso, y echar una vez más la red a la aurora.
[12] Incapaz de plegarse a las exigencias del comercio, Vincent intenta entonces ganar su pan como maestro de escuela en Inglaterra, en Ramsgate, luego como predicador adjunto en Isleworth, luego como empleado en una librería de Dordrecht, fracasando en todas partes. En una carta a su hermano, fechada en Isleworth el 5 de julio de 1876, Vincent dice:
“Tengo el sentimiento de que para mí no existe sobre la tierra otra actividad que la que va del oficio de maestro de escuela al de pastor, con todo lo que se sitúa entre los dos, es decir: misionero, asistente parroquial en Londres, etcétera”.
Su misticismo se acentúa cada vez más. Es así como, el 9 de mayo de 1877, se dirige a Ámsterdam para preparar el examen de admisión al seminario de teología, y luego de catorce meses de un trabajo tan inútil como encarnizado, debe renunciar a sus estudios.
De cualquier manera parece que es por esta época, a comienzos de 1877, cuando Vincent vuelve a pintar asiduamente; y, en efecto, en sus cartas, cuando deja de hacer citas y comentarios de la Biblia, es en general para describir un paisaje que logró captar con un verdadero ojo de pintor.
[13] C.M. es el tío Cornelius Marinus, designado otras veces como el tío Cor.
[14] Infatigables, con la ayuda de Dios.
Etten. Borinage. Bruselas [15]
Julio de 1878 - Abril de 1881
123 H Etten, 22 de julio de 1878
Como seguramente te lo escribió Pa, la semana pasada fuimos a Bruselas, en compañía del pastor Jones, de Isleworth, que pasó aquí el domingo. [16]
[...] Visitamos la escuela de formación flamenca; esta comprende un curso de tres años, mientras que en Holanda, como sabes, los mismos estudios requieren al menos seis años. Hasta es posible que le confíen a uno una misión de evangelista antes de que los estudios se hayan terminado. Solamente se exige que el candidato sea capaz de dar conferencias populares en un tono afectuoso y dirigir al pueblo arengas breves y bien sentidas, antes que largos y sabios discursos. Se da menos importancia al conocimiento profundizado de las lenguas muertas y a los interminables estudios teológicos (aunque todo lo que uno pueda saber sobre eso sea un buen apoyo) que a las aptitudes para el trabajo práctico y a la vez natural. Evidentemente, aún no he llegado a ese punto, porque no es de golpe, sino luego de numerosos ejercicios, como se adquiere la facultad de hablar al pueblo con ciencia y alma, sin rigidez ni afectación; las palabras deben tener un sentido, expresar una tendencia, de manera que se incite a los auditores a hacer lo mejor que puedan para que sus inclinaciones se arraiguen en el amor. En pocas palabras, es preciso convertirse en predicador popular para tener posibilidades de éxito.
Esos señores de Bruselas han expresado el deseo de que yo pase tres meses allí, para conocernos mejor, pero este proyecto nos costaría demasiado caro, y tenemos que evitar los gastos. Por lo tanto, me quedo provisoriamente en Etten, para trabajar un poco y prepararme. De tanto en tanto iré a visitar al pastor Pietersen, en Malinas, o al pastor De Jonge, en Bruselas, para conocerlos mejor. La duración de este intermedio dependerá de lo que decidan allí.
126 H Laeken, 15 de noviembre de 1878 [17]
[...] En Inglaterra pedí un puesto de evangelista entre los obreros de las minas de carbón; no dieron curso a mi pedido porque debía tener, al parecer, un mínimo de veinticinco años. Tú sabes que uno de los principios, una de las verdades fundamentales, no solo del Evangelio, sino de toda la Biblia, es que la luz brille en las tinieblas. Por las tinieblas hacia la luz. Ahora bien, ¿quién la necesita más en estos momentos? La experiencia ha probado que aquellos que trabajan en las tinieblas, en las entrañas de la tierra, tal como los obreros de las minas, se sienten fuertemente impresionados por la palabra del Evangelio y creen en ella. ¡Y bien! En el sur de Bélgica, en el Henao, de los alrededores de Mons a la frontera francesa y hasta más allá, hay una región que se llama Borinage, donde vive una población de mineros y obreros del carbón.
127 H Petit Wasmes, 26 de diciembre de 1878
Borinage, Henao
[...] Comprenderás que no hay cuadros en el Borinage, y que por regla general hasta se ignora lo que es un cuadro. Es evidente que desde mi partida de Bruselas no he visto ninguna obra de arte. Eso no impide que la región sea típica y pintoresca; todo habla en ella, por así decirlo, y da muestras de un carácter propio.
Antes de Navidad había un tiempo sombrío y nevaba. El lugar me hacía pensar en los cuadros medievales de Brueghel el Campesino y de tantos otros que supieron expresar de manera conmovedora el efecto típico del rojo y el verde, del negro y el blanco. Lo que se ve aquí me recuerda constantemente la obra de Thijs Maris y Alberto Durero, por ejemplo. Hay caminos profundos bordeados de matorrales y árboles retorcidos con raíces enmarañadas, que se asemejan totalmente al camino del aguafuerte de Durero: El caballero y la muerte.
Estos días, a la tarde, a la hora del crepúsculo, era curioso ver pasar a los mineros sobre un fondo de nieve. Están totalmente negros cuando suben de los pozos a la luz del día, parecen deshollinadores. Por regla general, sus casuchas son pequeñas, casi se podría decir chozas; estas están diseminadas a lo largo de caminos profundos, en los bosques o sobre las vertientes de las colinas. De tanto en tanto se divisa un techo recubierto de musgo, y, por la tarde, las ventanas con pequeños vidrios brillan con un resplandor acogedor.
Los jardines y los campos están rodeados de setos de zarzas como en nuestra tierra, en el Brabante, de montes bajos y matorrales de encinas y, en Holanda, de sauces desmochados. La nieve que cayó estos últimos días da al conjunto el aspecto de una hoja de papel blanco cubierta de escritura, como las páginas del Evangelio.
En muchas oportunidades ya, tomé la palabra en público, en un local espacioso especialmente arreglado para reuniones religiosas. Hablé igualmente en reuniones hechas de tarde en casas de obreros. Comenté entre otras cosas la semejanza entre la semilla de cizaña, la higuera estéril y el ciego de nacimiento. En Navidad, hablé evidentemente del retablo de Belén y de la paz sobre la tierra.
[...] Ya tuve ocasión de visitar algunos enfermos; son muy numerosos aquí.
129 H Wasmes, abril de 1879
[...] Hace poco tiempo hice una excursión interesante: pasé seis horas en el fondo de una mina.
Y en una de las más antiguas y peligrosas de los alrededores, llamada “Marcasse”. Esta mina tiene una reputación muy mala porque numerosos mineros encontraron la muerte en ella, ya sea al descender, ya al subir, ya por consecuencias del aire mefítico, de los estallidos del grisú, del agua subterránea o del hundimiento de antiguas galerías, etcétera. Es un lugar lúgubre; a primera vista, todo en estos parajes parece siniestro y fúnebre.
La mayoría de los obreros son flacos y pálidos por la fiebre; tienen un aspecto cansado, agotado; están curtidos y envejecidos antes de tiempo; generalmente, también sus mujeres están lívidas y ajadas. Alrededor de la mina, miserables chozas de mineros y algunos árboles muertos, ennegrecidos por el humo, setos de zarzas, montones de suciedades y cenizas, montañas de carbón inutilizable, etcétera. Maris haría con esto un cuadro admirable.
Dentro de poco trataré de hacer un croquis, para que puedas tener una idea.
[...] Del mismo modo que los marinos sienten nostalgia del mar cuando están en tierra, a despecho de los peligros y las penas que los acechan, el minero prefiere encontrarse bajo la tierra firme que encima de ella.
Los pueblos tienen un aspecto desolado, desierto, muerto, porque la vida está concentrada bajo el suelo y no arriba. Uno podría vivir aquí muchos años sin darse cuenta de este estado de cosas, es preciso comprender la mina para comprender realmente.
130 H Wasmes, junio de 1879
Todavía no conozco mejor definición del “arte” que esta: El arte es el hombre agregado a la naturaleza; la naturaleza, la realidad, la verdad, cuyo sentido el artista destaca, como así también la interpretación, el carácter, que este expresa, despeja, discierne, libera, ilumina.
Un cuadro de Mauve o de Israëls nos dice mucho más que la misma naturaleza, y nos lo dice más claramente.
132 H (Agosto de 1879)
Querido Theo:
Te escribo sobre todo para agradecerte tu visita. [18] Hace mucho que no nos veíamos y ni siquiera nos habíamos escrito, como acostumbrábamos en otros tiempos. Más vale, ¿no es cierto?, que sigamos siendo algo el uno para el otro, antes que comportarnos como cadáveres, tanto más cuanto que ello raya en la hipocresía, cuando no en la tontería de hacerse el cadáver antes de haber adquirido el derecho a ese título por medio de un deceso legal. Pienso en la tontería de un chico de catorce años que imaginaría que su dignidad y su rango social lo obligan a llevar un sombrero de copa. Por eso, las horas que pasamos juntos nos convencieron de que todavía pertenecíamos al reino de los vivos.
Cuando te volví a ver y paseé en tu compañía, tuve un sentimiento que otras veces era más intenso que ahora: que la vida nos ofrece algo bueno y precioso que nosotros debemos saber apreciar; yo me sentía tan jovial y alegre como desde hacía largo tiempo no me sentía. Poco a poco, como instintivamente, la vida empezó a parecerme menos preciosa y menos interesante, de alguna manera se me volvía indiferente; al menos tengo la impresión. Pero cuando se tiene la ocasión de vivir entre los suyos, uno se da cuenta de que hay sin embargo en eso una razón de vivir, que uno no es un inservible, un parásito, que hasta uno sirve para algo, puesto que tiene necesidad del otro y que, en el mismo camino, tiene compañeros de ruta. El sentimiento de nuestra dignidad depende en gran parte de nuestras relaciones con los otros.
Un prisionero que fuera condenado a la soledad y que no pudiera trabajar más, etcétera, a la larga se resentiría, sobre todo si ese “a la larga” dura demasiado tiempo, del mismo modo que aquel que padeciera hambre demasiado tiempo. También yo necesito relaciones amigables, afectuosas. No soy una fuente pública, ni un farol de piedra o hierro; por lo tanto, no puedo estar sin ellas, bajo pena de vivir, como todo hombre normal e instruido, con una extraña sensación de vacío, con el sentimiento de faltarme algo. Te digo todo esto para que comprendas el bien que me hizo tu visita.
Espero que nunca seamos extranjeros el uno para el otro, y del mismo modo deseo no distanciarme nunca de los que están en casa.
Sin embargo, volver no me dice nada por el momento, prefiero permanecer aquí. Evidentemente, es muy posible que todo esto sea por mi culpa y que tú tengas razón cuando dices que no veo las cosas con claridad. Por eso no quiero excluir la eventualidad de un regreso a Etten, a pesar de mi aversión y aunque me costaría mucho hacerlo.
Cuando pienso con gratitud en tu visita, rememoro naturalmente nuestras conversaciones. Ya escuché varios discursos de ese tipo, hasta muchos, sí, muy a menudo: proyectos con miras a mejorar mi suerte u orientarme en otro sentido, exhortaciones a la energía, etcétera, pero –temo que te escandalices– mis esperanzas siempre han sido decepcionadas cuando presté atención a tales consejos. La mayoría del tiempo no eran más que proyectos irrealizables. Aún tengo presente en la memoria el tiempo transcurrido en Ámsterdam. Tú fuiste testigo, por lo tanto sabes muy bien cómo pesaron y sopesaron, discutieron y deliberaron, reflexionaron sabiamente, y que no había en todo eso más que las mejores intenciones del mundo. Sin embargo, el resultado fue lamentable; fue una empresa idiota, verdaderamente estúpida. Todavía hay momentos en que me corre frío por la espalda por todo eso.
Fue la peor época de mi vida. En comparación a esos días, la vida difícil y penosa que llevo en este lugar misérrimo, en este medio sin cultura, me parece deseable y seductora. Temería llegar a un resultado tan lamentable si siguiera ciertos consejos distribuidos del mismo modo con la mejor intención del mundo.
¿Acaso las experiencias de este tipo son demasiado fuertes para mí, y los estragos, las penas y los remordimientos demasiado grandes? Los daños padecidos deberían volvernos más sabios. ¿Qué cosa podría hacerlo? No estoy dispuesto a continuar mis esfuerzos con miras a llegar al objetivo que me ha sido asignado, como entonces decían, porque mis ambiciones recibieron una ducha fría y ahora considero las cosas desde otro punto de vista, aunque todo esto suene bien al oído y parezca lindo, y que no sea permitido pensar en ellos lo que la experiencia me ha enseñado.
Sí, eso no está permitido, como muchas otras cosas. Por ejemplo, Frank el evangelista considera que no está permitido que yo afirme que los sermones del pastor Jean Andry están tan en desacuerdo con el espíritu del Evangelio como los sermones de un cura. Prefiero morir de muerte natural antes que dejarme preparar para la muerte por la academia, y ocurre que recibo de un obrero lecciones que me parecen más útiles que las lecciones de griego.
¿Acaso no desearía volverme más perfecto, o bien no lo necesitaría? Aspiro a perfeccionarme. Pero justamente porque aspiro a ello es que tengo miedo del remedio peor que la enfermedad. ¿Acaso puede reprocharse al enfermo que juzgue a su médico y que no acepte ser mal curado o curado por un charlatán?
[...] Si de lo que acabo de escribir dedujeras que yo pretendo que me has dado consejos de charlatán, me habrías entendido al revés, ya que tengo otra opinión de ti.
Por otra parte, si creyeras que por un momento estimé útil y saludable para mí seguir al pie de la letra tus consejos y hacerme litógrafo de encabezamientos para facturas o de tarjetas de visita, o contador, o aprendiz de carpintero o hasta, siempre según lo que tú dices, panadero, y un montón de soluciones de ese tipo, todas notablemente disparatadas y difícilmente realizables, que has puesto entonces en evidencia, igualmente te equivocarías. Me dirás que tus consejos no deben ser seguidos al pie de la letra, que me los has dado porque creíste que me gustaba hacerme el rentista y que tú estimaste que eso había durado bastante.
¿Me atreveré a decirte que mi manera de hacerme el rentista es una manera bastante curiosa de hacerlo? Me resulta difícil defenderme contra esta acusación, pero me apenaría que algún día no modifiques tu punto de vista.
[...] Sinceramente, creo que más vale que nuestras relaciones estén impregnadas de confianza recíproca. Sentir que me he vuelto una carga para ti o para los otros, que no sirvo para nada, que muy pronto seré a tus ojos un intruso y un ocioso, de manera que más valdría que no existiera, saber que tendré que eclipsarme cada vez más delante de los otros, si fuera así y no de otro modo, sería presa de la tristeza y víctima de la desesperación.
Me resulta muy penoso soportar este pensamiento, y más penoso todavía creer que soy la causa de tantas discordias y penas en nuestro medio y en nuestra familia.
Si fuera así, preferiría no quedarme demasiado en este mundo.
133 F Junio de 1880 [19]
Querido Theo:
Es un poco a pesar mío que te escribo, al no haberlo hecho desde hace tanto tiempo, y eso por muchas razones.
Hasta cierto punto te has vuelto para mí un extranjero, y yo también lo soy para ti más de lo que piensas, y quizá valdría más para nosotros no seguir así. Es posible que ni siquiera te hubiera escrito ahora, si no fuera porque me siento en la obligación, en la necesidad de escribirte, si, digo, tú mismo no me hubieras puesto en esa necesidad. Supe en Etten que habías enviado cincuenta francos para mí, y bien, los he aceptado. Ciertamente a pesar mío, ciertamente con un sentimiento bastante melancólico, pero estoy en una especie de callejón sin salida o lío, y ¿cómo hacer otra cosa?
Y entonces te escribo para agradecértelos.
Como quizá lo sepas, estoy de regreso en el Borinage; mi padre me hablaba de permanecer mejor en la vecindad de Etten, yo dije no, y de ese modo creo haber actuado lo mejor que podía hacerlo. Involuntariamente me he convertido en la familia en más o menos una especie de personaje imposible y sospechoso; o, de cualquier manera, en alguien a quien no se le tiene confianza; ¿de qué manera y en qué entonces podría ser útil a quien quiera que fuere?
Por eso, antes que nada, me inclino a creerlo, es no solo ventajoso sino también la mejor decisión que se pueda tomar, y la más razonable, que me vaya y me mantenga a distancia conveniente, que esté como si no estuviera.
Lo que es la muda para los pájaros, el tiempo en que cambian de plumaje, es la adversidad o la desdicha, los tiempos difíciles para nosotros los seres humanos. Uno puede quedarse en ese tiempo de muda, también puede salir de él como renovado, pero de todos modos eso no se hace en público, no es nada divertido, por eso entonces la cuestión es eclipsarse. Bueno, está bien.
Pero aunque eso sea de una dificultad más o menos desesperante, eso de volver a ganar la confianza de una familia entera, quizás enteramente desprovista de prejuicios y otras cualidades similarmente honorables y fascinantes, sin embargo no pierdo totalmente las esperanzas de que poco a poco, lenta y seguramente, se restablezca el entendimiento cordial con alguien.
Así es que en primer lugar quisiera ver ese entendimiento cordial, por no decir más, establecido entre mi padre y yo, y luego también me importaría mucho que se restablezca entre nosotros dos.
Entendimiento cordial vale infinitamente más que malentendido.
Ahora debo aburrirte con ciertas cosas abstractas, sin embargo me gustaría que las entiendas con paciencia. Yo soy un hombre apasionado, capaz y sujeto a hacer cosas más o menos insensatas, de las que a veces me arrepiento. De vez en cuando hablo o actúo un poco demasiado rápido, cuando más valdría esperar con mayor paciencia. Pienso que otras personas también pueden hacer imprudencias semejantes algunas veces.
Ahora, teniendo en cuenta lo anterior, ¿qué hay que hacer, uno debe considerarse como un hombre peligroso e incapaz de cualquier cosa? No lo pienso. Pero se trata de intentar por cualquier medio de sacar un buen provecho de esas pasiones. Por ejemplo, para nombrar una pasión entre otras, yo tengo una pasión más o menos irresistible por los libros, y tengo necesidad de instruirme continuamente, estudiar, si quieres, del mismo modo que tengo necesidad de comer mi pan. Tú podrás comprenderlo. Cuando yo estaba en otro medio, en un medio de cuadros y de cosas de arte, bien sabes que tomé entonces por ese medio una violenta pasión, que iba hasta el entusiasmo. Y no me arrepiento por eso, y todavía ahora, lejos de la tierra, siento a menudo nostalgia por la tierra de los cuadros. [20] Quizá te acuerdes que yo sabía bien (y es muy posible que todavía lo sepa), qué era Rembrandt, o qué Millet, o Jules Dupré, o Delacroix, o Millais, o M. Maris. Bueno, ahora ya no estoy en ese medio, sin embargo, ese algo que se llama alma se pretende que no muere nunca, y que vive siempre y busca siempre y siempre, y más aún.
En lugar entonces de sucumbir al mal de la tierra, [21] me dije: la tierra o la patria está en todas partes. En lugar entonces de abandonarme a la desesperación, me decidí por la melancolía activa, por la potencia de actividad que tenía, o en otros términos preferí la melancolía que espera y que aspira y que busca, en lugar de aquella que, sombría y estancada, desespera. Entonces estudié más o menos seriamente los libros a mi alcance, tales como la Biblia y la Revolución francesa de Michelet, y luego, el último invierno, Shakespeare, y un poco V. Hugo, y Dickens, y Beecher Stowe, y además últimamente Esquilo, y también muchos otros, no tan clásicos, varios grandes pequeños maestros. Bien sabes que uno de los que se coloca entre los pequeños (?) maestros se llama Fabritius o Bida.
Ahora, aquel que está absorto en todo esto algunas veces es chocante, shocking, para los otros, y sin quererlo, peca más o menos contra ciertas formas y usos y conveniencias sociales.
Sin embargo es una pena cuando se lo toma de mala manera. Por ejemplo, bien sabes que a menudo descuidé mi aspecto, esto lo admito, y admito que eso es shocking. Pero la penuria y la miseria tienen algo que ver con ello, y además un abatimiento profundo también tiene algo que ver, y además a veces es un buen medio para asegurarse la soledad necesaria para poder profundizar más o menos tal o cual estudio, que lo preocupa a uno. Un estudio muy necesario es la medicina; apenas se es un hombre, que no se trate de saber aunque sea un poco, que no se trate de comprender al menos de qué se trata, y he aquí que yo todavía no sé nada de ella. Pero todo eso absorbe, todo eso preocupa, pero también todo eso da que pensar, da que soñar. Y he aquí ahora que desde hace ya cinco años quizá, no lo sé exactamente, estoy más o menos sin lugar, errando un poco por todos lados; ustedes dicen ahora, desde tal y cual época has declinado, te has apagado, no has hecho nada. ¿Acaso esto es totalmente cierto? Es cierto que a veces gané mi pedazo de pan, a veces un amigo me hizo el favor de dármelo, viví como pude, más o menos, como podía, es cierto que perdí la confianza de muchos, es cierto que mis asuntos pecuniarios están en un triste estado, es cierto que el porvenir es bastante sombrío, es cierto que hubiera podido actuar mejor, es cierto que solo por ganar mi pan perdí tiempo, es cierto que mis mismos estudios están en un estado bastante triste y desesperante, y que me falta más, infinitamente más, de lo que tengo. Pero ¿eso se llama declinar, y eso se llama no hacer nada?
Quizá digas: pero ¿por qué no has continuado, como hubieran querido que continuaras, por el camino de la universidad? No responderé sobre esto nada más que lo siguiente: eso cuesta demasiado caro; y además ese porvenir no era mejor que el de ahora sobre el camino en que estoy.
Pero en el camino en que estoy debo continuar; si no hago nada, si no estudio, si no busco más, entonces estoy perdido. Entonces ¡ay de mí!
Así es como considero la cosa; continuar, continuar, eso es lo necesario.
Pero cuál es tu meta definitiva, me dirás; esa meta se vuelve más definida, se dibujará lenta y seguramente, como el croquis se convierte en bosquejo y el bosquejo en cuadro, a medida que se trabaja más seriamente, que se encara más la idea al principio vaga, el primer pensamiento fugitivo y pasajero, a menos que se vuelva fija.
Debes saber que con los evangelistas pasa lo mismo que con los artistas. Hay una vieja escuela académica a menudo execrable, tiránica, la abominación de la desolación, en fin, hombres que tienen como una coraza, una armadura de acero de prejuicios y de convenciones; cuando estos están a la cabeza de los negocios, disponen de lugares, y por el sistema de circunlocución tratan de mantener a sus protegidos y excluir al hombre natural.
Su Dios es como el dios del borracho Falstaff de Shakespeare “el interior de una iglesia”, the inside of a church; en verdad ciertos señores evangélicos (???), por extraño encuentro, se ven plantados en el mismo punto de vista que el borracho tipo en materia de cosas espirituales (y quizás ellos mismos, si fueran capaces de alguna emoción humana, se sorprenderían de verse). Pero no es de temer que alguna vez su ceguera se convierta en clarividencia en ese aspecto.