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Los "Comentarios de la Guerra de España" es un texto anónimo que ofrece una visión aguda y detallada sobre el conflicto armado que asoló España en el siglo XVII. Este libro combina un estilo literario sobrio con elementos descriptivos que permiten al lector adentrarse en la complejidad de la guerra. Su estructura se caracteriza por la organización temática, lo que facilita la comprensión del caos bélico y sus repercusiones sociales y políticas. Contextualmente, el libro surge en un periodo en el que España enfrentaba tanto conflictos internos como externos, reflejando las tensiones de una nación en crisis, así como las narrativas de poder que enmarcaban la época. El autor, cuya identidad permanece en el anonimato, puede haber sido un testigo directo de los eventos descritos, un soldado o un observador perspicaz de la realidad social que lo rodeaba. Su elección de permanecer en el secreto sugiere un deseo de objetividad y una posible crítica a los fervores nacionalistas de su tiempo. Es probable que sus experiencias personales, junto a su formación, lo impulsaran a documentar el sufrimiento y la destrucción sufridos por la población, ofreciendo una visión que contradice las narrativas oficiales. Recomiendo encarecidamente "Comentarios de la Guerra de España" a académicos y lectores interesados en la historia bélica y social de España. Su análisis incisivo no solo permite comprender un evento histórico crucial, sino que también invita a la reflexión sobre las consecuencias de la guerra en la humanidad. Este texto se convierte en una obra indispensable para quienes buscan una interpretación crítica de los ciclos de violencia y resistencia que han forjado la identidad española.
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I. Vencido Farnaces y reconquistada el África, los que escaparon de aquellas derrotas entraron en España con Cn. Pompeyo el mozo, el cual apoderado de la provincia Ulterior, mientras César se detenía repartiendo premios en Italia, empezó a encomendarse a la fidelidad de algunas ciudades, para adquirir más fácilmente tropas con que hacer resistencia. Habiendo, pues, juntado un mediano ejército, parte por ruegos y parte por fuerza, se dio a destruir la provincia. En este estado unas ciudades le enviaban socorros voluntariamente, otras por el contrario le cerraban las puertas. De las cuales si tomaba algunas por fuerza y en ellas encontraba algún ciudadano que hubiese hecho buenos servicios a su padre Cn. Pompeyo, y fuese hombre rico, al instante se le forjaba una causa para quitarle del medio y hacer a su riqueza presa de malvados. Ganando a sus contrarios con algunos provechos de esta clase, cada día se aumentaban más sus tropas; y por lo mismo las ciudades opuestas pedían con continuos correos a la Italia que se acudiese a su socorro.
II. Siendo César dictador tercera vez, y nombrado de nuevo para el año siguiente, después de tantas expediciones, habiendo venido a concluir la guerra de España, salieron a recibirle unos diputados de Córdoba; que habían abandonado la facción de Pompeyo; los cuales le dijeron que aquella misma noche se podría tomar la ciudad, porque aun no sabían sus contrarios que él estaba en la provincia, y habían sido sorprendidos los correos que Pompeyo tenía dispuestos por varias partes para que le avisasen de su venida. Además de éstas le propusieron también otras cosas verosímiles, movido de las cuales hizo saber su llegada a Q. Pedio y a Q. Fabio Máximo, sus lugartenientes, a quienes había dejado el mando de las tropas, con orden de que le enviasen las de a caballo que hubiesen levantado en la provincia; pero vino a incorporarse con ellos más presto de lo que pensaban, y así no tuvo como deseaba la escolta de la caballería.
III. Estaba a la sazón Sexto, hermano de Cn. Pompeyo, con guarnición en Córdoba, que pasaba por capital de la provincia, y Cn. Pompeyo se ocupaba ya hacía algunos meses en el cerco de Montemayor. Luego que se supo aquí la llegada de César, «salieron diputados, burlando las centinelas de Pompeyo, a suplicarle que los socorriese cuanto antes le fuese posible. César, sabiendo que aquella ciudad había servido con mucha lealtad en todos tiempos al Pueblo Romano, mandó a cosa de las nueve de la noche partiesen seis cohortes con igual número de gente de a caballo, a los cuales dio por cabo un oficial conocido en la provincia y muy inteligente, llamado J. Junio Pacieco. Llegó éste con las tropas al campo de Pompeyo, a tiempo que se levantó una gran tempestad, con tan furioso viento, que impedía el verse unos a otros, y aun el conocer cada uno al que iba a su lado. Esta misma incomodidad les fue muy provechosa, porque cuando llegaron, mandó Pacieco que marchasen los caballos de dos en dos, enderezándose derechamente a la ciudad por medio del campo enemigo. Mas como algunos de los cuerpos de guardia les preguntasen quiénes eran, uno de los nuestros les respondió que callasen, que importaba acercarse a la muralla para sorprender la ciudad. Así las centinelas, parte impedidas por la tempestad, no podían observar con atención, parte se aquietaban con esta respuesta. En llegando a las puertas, hicieron una seña, con que fueron introducidos por los ciudadanos. Entonces levantando el grito la infantería y caballería, y dejando parte de los suyos en puestos convenientes, hicieron una salida a los reales contrarios, que como les cogió de sobresalto, se creyeron todos perdidos.
IV. Enviada esta guarnición a Montemayor, para apartar César de este sitio a Pompeyo, dirigió sus pasos a Córdoba. Destacó sobre la marcha con la caballería una partida de gente esforzada de las legiones, los cuales, cuando estuvieron a la vista de la ciudad, se pusieron a las ancas de los caballos. Esto no lo podían advertir los cordobeses. Y así cuando los vieron llegar cerca, salió un número considerable de la ciudad con resolución de deshacer aquella banda de a caballo. En esto echaron pie a tierra los legionarios que dije, y los atacaron con tanta furia, que de una multitud casi innumerable, volvieron muy pocos a la plaza. Conmovido Sexto Pompeyo de esta desgracia, escribió a su hermano que viniese con prontitud a socorrerle, no fuese que tomase César a Córdoba antes de que él llegase. En vista de esta carta de su hermano, Cn. Pompeyo, estando ya a punto de tomar a Montemayor, levantó el cerco, y tomó con sus tropas la vuelta de Córdoba.