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Tras llevarnos de la mano por los senderos mágicos de los cuentos ancestrales de Déjame que te cuente... Jorge Bucay, nos ofrece ahora estas historias, fruto de su propia inventiva. Su objetivo es crear un vínculo con el lector en el que el cuento se convierta en un lazo único con el escritor. Bucay, ante todo, hace una apología de la solidez y la fiabilidad de la indiscutible mirada del sentido común.
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Portadilla
Legales
Dedicatoria
Prólogo
Introducción
El buscador
El temido enemigo
Sin querer saber
Juan Sinpiernas
Darse cuenta
El cuento dentro del cuento
Codicia
El oso
Sólo por amor
Ceremonia del té
Obstáculos
Había una vez
Joroska
Brevedad
La ciudad de los pozos
Animarse a volar
Cuento sin “U”
Quiero
Pequeña historia autobiográfica
La tristeza y la furia
Carta de un asesino confeso
Ilusión
El guerrero
Rebelión
Sueños semilla
Obituario para un hombre singular
Un lugar en el bosque
Jorge Bucay
Cuentos para pensar
Bucay, Jorge
Cuentos para pensar / Jorge Bucay ; coordinado por Mónica Piacentini ; dirigido por Tomás Lambré. - 1a ed. - Buenos Aires : Del Nuevo Extremo, 2014.
E-Book.
ISBN 978-987-609-386-6
1. Psicología. 2. Superación Personal. I. Piacentini, Mónica, coord. II. Lambré, Tomás, dir.
CDD 158.1
© Jorge Bucay, 1997
© de esta edición: Editorial del Nuevo Extremo S.A., 2010
A. J. Carranza 1852 (C1414COV) Buenos Aires, Argentina
Tel/Fax: (54-11) 4773-3228
e-mail: [email protected]
www.delnuevoextremo.com
Fecha de catalogación: 22/04/2013
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor. Hecho el depósito que marca la ley 11.723
Inscripción ley 11.723 en trámite
ISBN edición digital (ePub): 978-987-609-386-6
A mi esposa Perla con amor y gratitud
Prólogo
Buenos Aires, marzo 27 de 1997
PARADÓJICAMENTE, éste, mi tercer libro, no es mi tercer libro.
Hace casi veinte años, cuando jugaba a escribir y martirizaba a mis pacientes de entonces con mis delirios, no sospechaba que alguno de aquellos textos iba a transformarse en parte de un libro, o mejor dicho de dos.
Tanto Cartas para Claudia como Recuentos para Demián tienen un antecedente en común: El cuaderno de apuntes, de hojas cuadriculadas, donde un atrevido (¡y mucho más joven!) Jorge Bucay garabateaba sus notas entre 1978 y 1989.
Fueron estos apuntes los que, tipeados a máquina, fotocopiados luego y abrochados después, tomaron en manos de mis amigos y pacientes la forma de un “libro casero” que comenzó a circular entre ellos bajo el nombre de “los cuentos para pensar”.
Si bien es cierto que había entre esos escritos muchos breves relatos salidos de mi imaginación, la mayoría de los textos no eran “cuentos”. Vagaban por sus hojas, en desorden, algunos apuntes técnicos, textos de ensueños dirigidos y exploraciones personales; varios poemas en verso libre y, por fin, algunos escritos que tenían la forma de cartas dirigidas a mis pacientes intentando aportar datos que sirvieran para su crecimiento (1).
Todo entremezclado, en realidad, con un único fin: el de recordarme a mí mismo tal o cual manera de ver las cosas.
En 1991 se publicó Recuentos... -mi segundo libro-y yo extraje de mi viejo cuaderno dos cuentos: “Joroska” y “Las alas son para volar”.
En las últimas páginas de ese libro había un índice alfabético bibliográfico, donde se citaba la fuente de cada relato. Para esos dos figuró, naturalmente, “Cuentos para pensar de Jorge Bucay”...
Y entonces sucedió algo insólito: muchos lectores fueron a las librerías a preguntar por aquel libro anterior.
Los libreros, que poco sabían de mí y mucho menos de estos “Cuentos...”, llamaron a mi editor para pedirlo...
Y la editorial empezó a reclamarme un ejemplar del libro inexistente para “re-editarlo”(?)...
Y yo... Yo... ¡¡no lo podía creer!!
Esto que tenés en tus manos es la primera edición comercial de la mayoría de aquellos textos de “Los cuentos para pensar” (2), además de algunos otros escritos un poco más recientes, que no pude resistirme a incluir.
Quiero confesarte que publicar este libro generó en mí no pocas resistencias:
La mayoría de ellas porque me avergüenza un poco editar cosas escritas hace tanto tiempo por un Jorge Bucay que ya no soy.
Algunas otras, las más perturbadoras, porque hay, en estos textos, algunos párrafos (en “Obituario”, por ejemplo), que pensé que nunca me iba a animar a mostrar.
Y muchas más por fin, porque estos cuentos no salen de historias traídas “de los tiempos de los tiempos” (como en Recuentos para Demián)... casi todos estos relatos me pertenecen y por ello tengo, aún hoy, muchas dudas sobre su verdadero valor o utilidad.
Todas estas resistencias se balancearon con un solo sentimiento, el halago que me produjo la búsqueda que algunas personas hicieron de este Cuentos para pensar...
Este libro no existe, pues, porque yo lo haya escrito, existe, básica y principalmente, por la fuerza generadora del deseo de algunos de ustedes.
El prólogo de Cartas para Claudia terminaba con esta frase:
“...Si leíste hasta aquí, ya sos parte de este libro y tu opinión me importa”...
Hoy puedo cerrar este prólogo diciéndote:
Si contestaste, como muchos otros, a aquella invitación de entonces, escribiéndome, ...si lo pensaste, aunque todavía no te hayas animado a hacerlo, ...si leíste hasta aquí, sintiendo que te escribo a vos, quiero que sepas que te agradezco haber ayudado en gran medida a que yo sea este que soy hoy ...y que tu opinión ¡me sigue importando!
NOTA PARA LA PRESENTE EDICIÓN
Siento ahora un deseo más. Me gustaría que te atrevas a enviarme algún cuento corto, escrito por vos, o que alguien te haya contado.
Quizá, quién sabe, algún día podamos publicarlo juntos.
1. Idea-origen de las Cartas... de mi primer libro editado.
2. Así como entre los gemelos el último en nacer es el primero en gestarse y desde el punto de vista jurídico el mayor, así también éste, hasta hoy mi último y recién nacido libro, es en realidad el primero.
Introducción
(las tres verdades)
TODOS los que hemos vivido buscando la verdad, nos hemos encontrado en el camino con muchas ideas que nos sedujeron y habitaron en nosotros con la fuerza suficiente como para condicionar nuestro sistema de creencias.
Sin embargo, pasado un tiempo, muchas de las verdades terminaban siendo descartadas porque no soportaban nuestros cuestionamientos internos, o porque una “nueva verdad”, incompatible con aquellas, competía en nosotros por los mismos espacios, o simplemente, porque estas verdades dejaban de serlo.
En cualquier caso, aquellos conceptos que habíamos tenido como referentes dejaban de ser tales y nos encontrábamos, de pronto, a la deriva. Dueños del timón de nuestro barco y conscientes de nuestras posibilidades, pero incapaces de trazar un rumbo confiable.
Mientras escribo esto, recuerdo de pronto El Principito de Antoine de Saint-Exupéry:
“...En sus viajes por los pequeños planetas de su galaxia se encontró con un geógrafo que anotaba, en un gran libro de registro: montañas, ríos y estrellas.
El Principito quiso registrar a su flor (aquella que había dejado en su planeta), pero el geógrafo le dijo:
-No registramos flores, porque no se puede tomar como referencia a las cosas efímeras.
Y el geógrafo le explicó al Principito que efímero quiere decir amenazado de pronta desaparición.
Cuando el Principito escuchó esto, se entristeció mucho. Se había dado cuenta de que su rosa era efímera...”
Y entonces me pregunto, por un lado: ¿Existirán las verdades sólidas como rocas e imperturbables como accidentes geográficos?, ¿o será la verdad sólo un concepto que lleva en sí mismo la esencia de lo transitorio y frágil de las flores?
Y por otro lado, desde una perspectiva macrocósmica:
¿Es que acaso las montañas, los ríos y las estrellas no están también amenazadas de pronta desaparición?
¿Cuánto es “pronto” comparado con “siempre”?
¿No son, desde esta mirada, las montañas también efímeras?
Creo que lo que me gustaría hoy es intentar escribir sobre algunas ideas-montaña, ideas-río, ideas-estrella con las que me fui cruzando en mi camino.
Algunas verdades que seguramente son cuestionables para otros y lo serán también para mí, algún día, pero que contienen hoy, me parece, la solidez y la confiabilidad que da la indiscutible mirada del sentido común.
I. El primero de estos pensamientos confiables forma parte inseparable de la filosofía guestáltica y es la idea de saber que
Lo que es, es.
(Escribo esto y pienso en la defraudación de quien me lee:
“¡Lo que es, es!”... ¿¿¿¿esa es la verdad????...)
El concepto, no por obvio menos ignorado, contiene en sí mismo tres implicancias que me parece significativo remarcar:
Saber que “lo que es, es” implica la aceptación de que los hechos, las cosas, las situaciones son como son.
La realidad NO es como a mí me convendría que sea.
NO es como debería ser.
NO es como me dijeron que iba a ser.
NO es como fue.
NO es como será mañana.
La realidad de mi afuera es COMO ES.
Pacientes y alumnos que me escuchan repetir este concepto se empeñan en ver en él un dejo de resignación, de postura lapidaria, de bajar la guardia.
Me parece útil recordar que el cambio sólo puede producirse cuando somos conscientes de la situación presente. ¿Cómo podríamos diagramar nuestra ruta a Nueva York sin saber en qué punto del universo nos hallamos?
Sólo puedo empezar mi camino desde mi punto de partida, y esto es aceptar que las cosas son como son.
La segunda derivación, directamente relacionada con esta idea, es que
yo soy quien soy.
Otra vez
Yo no soy el que quisiera ser.
No soy el que debería ser.
No soy el que mi mamá quería que yo fuese.
Ni siquiera soy el que fui.
Yo soy quien soy.
De paso, para mí, toda nuestra patología psicológica proviene de negar esta frase.
Todas nuestras neurosis empiezan cuando tratamos de ser los que no somos.
En Recuentos para Demián escribí sobre el autorrechazo:
...Todo empezó aquel día gris
en que dejaste de decir orgulloso
YO SOY...
Y entre avergonzado y temeroso
bajaste la cabeza y cambiaste
tus dichos y actitudes
por un terrible pensamiento:
YO DEBERÍA SER...
...Y si es difícil aceptar que yo soy quien soy, cuánto más difícil nos es, a veces, aceptar la tercera derivación de “Lo que es, es”:
Vos... sos quien sos.
Es decir,
Vos no sos quien yo necesito que seas
Vos no sos el que fuiste
Vos no sos como a mí me conviene
Vos no sos como yo quiero
Vos sos como sos
Aceptar esto es respetarte y no pedirte que cambies.
Hace poco empecé a definir al verdadero amor como la desinteresada tarea de crear espacios para que el otro sea quien es.
Esta primera “verdad” es el principio (en sus dos sentidos, de primero y de primordial) de toda relación adulta.
Se materializa cuando yo te acepto como vos sos y percibo que vos también me aceptás tal como yo soy.
II. La segunda verdad que creo imprescindible la tomo de la sabiduría sufí:
Nada que sea bueno... es gratis.
Y de aquí se derivan para mí, por lo menos dos ideas.
La primera: Si deseo algo que es bueno para mí, debería saber que voy a pagar un precio por ello. Por supuesto, ese pago no siempre es en dinero (¡si fuera sólo dinero sería tan fácil!).
Este precio es a veces alto y otras muy pequeño, pero siempre existe. Porque nada que sea bueno, es gratis.
La segunda: Darme cuenta de que si algo recibo del afuera, si algo bueno me está pasando, si vivo situaciones de placer y de goce es porque me las he ganado; he pagado por ellas, me las merezco.
(Sólo para alertar a los pesimistas y desalentar a los aprovechadores quiero aclarar que los pagos son siempre por anticipado; ¡¡¡aquello bueno que vivo ya lo pagué, no hay cuotas posteriores!!!).
Algunos de los que me escuchan decir esto preguntan:
¿Y lo malo?
¿No es cierto que tampoco lo malo es gratis?
¿Si algo malo me pasa no es también por algo que hice,
...porque de alguna forma, me lo merezco?
Quizás sea cierto. Sin embargo, estoy hablando de verdades para mí incuestionables, sin excepciones, universales. Y para mí esta aseveración “me merezco todo lo que me pasa incluido lo malo” no es necesariamente cierta.
Puedo asegurar que conozco a algunas personas a las que les han acontecido hechos desgraciados y dolorosos que, sin ninguna duda, ¡¡¡no merecían!!!