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La acción transcurre en la Sevilla de 1545, en los últimos años del rey Carlos I de España.La acción transcurre en la noche del Carnaval. Hace un tiempo don Juan y don Luis Mejía habían hecho una apuesta doble, la cual trataba sobre «quién de ambos sabía obrar peor, con mejor fortuna, en el término de un año» y «quien de los dos se batía en más duelos y quien seducía a más doncellas».Cinco años después de la acción anterior, don Juan vuelve a Sevilla, buscando el antiguo palacio de la familia de los Tenorio y encontrando en su lugar el cementerio donde están enterrados don Luis y el Comendador, además del resto de las víctimas muertas a manos de él.
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Veröffentlichungsjahr: 2016
Don Juan Tenorio es un drama romántico en dos partes publicado en 1844 por José Zorrilla. Constituye, junto con El burlador de Sevilla y convidado de piedra, atribuida a Tirso de Molina y de la que Don Juan Tenorio es deudora, una de las dos principales materializaciones literarias en lengua española del mito de Don Juan.
José Zorrilla
AL SEÑOR
DON FRANCISCO LUIS DE VALLEJO
EN PRENDA DE BUENA MEMORIA
Su mejor amigo,
JOSÉ ZORRILLA.
DON JUAN TENORIO.
DON LUIS MEJÍA.
DON GONZALO DE ULLOA, comendador de Calatrava.
DON DIEGO TENORIO.
DOÑA INÉS DE ULLOA.
DOÑA ANA DE PANTOJA.
CRISTÓFANO BUTTARELLI.
MARCOS CIUTTI.
BRÍGIDA.
PASCUAL.
EL CAPITÁN CENTELLAS.
DON RAFAEL DE AVELLANEDA.
LUCÍA.
LA ABADESA DE LAS CALATRAVAS DE SEVILLA.
LA TORNERA DE ÍDEM.
GASTÓN.
MIGUEL.
UN ESCULTOR.
ALGUACIL 1º.
ALGUACIL 2º.
UN PAJE (que no habla).
LA ESTATUA DE DON GONZALO (él mismo).
LA SOMBRA DE DOÑA INÉS (ella misma).
Caballeros, sevillanos, encubiertos, curiosos, esqueletos, estatuas, ángeles, sombras, justicia y pueblo.
La acción en Sevilla, por los años de 1545, últimos del emperador Carlos V. Los cuatro primeros actos pasan en una sola noche. Los tres restantes, cinco años después y en otra noche.
DON JUAN, DON LUIS, DON DIEGO, DON GONZALO, BUTTARELLI, CIUTTI, CENTELLAS, AVELLANEDA, GASTÓN, MIGUEL. Caballeros, curiosos, enmascarados, rondas.
Hostería de Cristófano BUTTARELLI. Puerta en el fondo que da a la calle; mesas, jarros y demás utensilios propios de semejante lugar.
DON JUAN, con antifaz, sentado a una mesa escribiendo, CIUTTI y BUTTARELLI, a un lado esperando. Al levantarse el telón, se ven pasar por la puerta del fondo máscaras, estudiantes y pueblo con hachones, músicas, etc.
DON JUAN.—¡Cuál gritan esos malditos!
¡Pero mal rayo me parta
si en concluyendo la carta
no pagan caros sus gritos!
(Sigue escribiendo.)
BUTTARELLI (A CIUTTI.).—Buen Carnaval.
CIUTTI (A BUTTARELLI.).—Buen agosto
para rellenar la arquilla.
BUTTARELLI.—¡Quiá! Corre ahora por Sevilla
poco gusto y mucho mosto.
Ni caen aquí buenos peces,
que son casas mal miradas
por gentes acomodadas,
y atropelladas a veces.
CIUTTI.—Pero hoy…
BUTTARELLI.—Hoy no entra en la cuenta,
Ciutti; se ha hecho buen trabajo.
CIUTTI.—¡Chist! habla un poco más bajo,
que mi señor se impacienta
pronto.
BUTTARELLI.—¿A su servicio estás?
CIUTTI.—Ya ha un año.
BUTTARELLI.—¿Y qué tal te sale?
CIUTTI.—No hay prior que se me iguale;
tengo cuanto quiero, y más.
Tiempo libre, bolsa llena,
buenas mozas y buen vino.
BUTTARELLI.—Cuerpo de tal, ¡qué destino!
CIUTTI.—(Señalando a DON JUAN.) Y todo ello a costa ajena.
BUTTARELLI.—Rico, ¿eh?
CIUTTI.—Varea la plata.
BUTTARELLI.—¿Franco?
CIUTTI.—Como un estudiante.
BUTTARELLI.—¿Y noble?
CIUTTI.—Como un infante.
BUTTARELLI.—¿Y bravo?
CIUTTI.—Como un pirata.
BUTTARELLI.—¿Español?
CIUTTI.—Creo que sí.
BUTTARELLI.—¿Su nombre?
CIUTTI.—Lo ignoro en suma.
BUTTARELLI.—¡Bribón! ¿Y dónde va?
CIUTTI.—Aquí.
BUTTARELLI.—Largo plumea.
CIUTTI.—Es gran pluma.
BUTTARELLI.—¿Y a quién mil diablos escribe
tan cuidadoso y prolijo?
CIUTTI.—A su padre.
BUTTARELLI.—¡Vaya un hijo!
CIUTTI.—Para el tiempo en que se vive,
es un hombre extraordinario.
Pero calla.
DON JUAN.—(Cerrando la carta.) Firmo y plego.
¡Ciutti!
CIUTTI.—Señor.
DON JUAN.—Este pliego
irá, dentro del Horario
en que reza doña Inés,
a sus manos a parar.
CIUTTI.—¿Hay respuesta que aguardar?
DON JUAN.—Del diablo con guardapiés
que la asiste, de su dueña,
que mis intenciones sabe,
recogerás una llave,
una hora y una seña;
y más ligero que el viento,
aquí otra vez.
CIUTTI.—Bien está.
(Vase.)
DON JUAN y BUTTARELLI.
DON JUAN.—Cristófano, vieni quá.
BUTTARELLI.—Eccellenza!
DON JUAN.—Senti.
BUTTARELLI.—Sento.
Ma ho imparato il castigliano,
se è più facile al signor
la sua lingua…
DON JUAN.—Sí, es mejor:
lascia dunque il tuo toscano,
y dime: don Luis Mejía
¿ha venido hoy?
BUTTARELLI.—Excelencia,
no está en Sevilla.
DON JUAN.—¿Su ausencia
dura en verdad todavía?
BUTTARELLI.—Tal creo.
DON JUAN.—¿Y noticia alguna
no tienes de él?
BUTTARELLI.—¡Ah! Una historia
me viene ahora a la memoria
que os podrá dar…
DON JUAN.—¿Oportuna
luz sobre el caso?
BUTTARELLI.—Tal vez.
DON JUAN.—Habla, pues.
BUTTARELLI.—(Hablando consigo mismo.) No, no me engaño;
esta noche cumple el año,
lo había olvidado.
DON JUAN.—¡Pardiez!
¿Acabarás con tu cuento?
BUTTARELLI.—Perdonad, señor; estaba
recordando el hecho.
DON JUAN.—Acaba,
¡vive Dios! que me impaciento.
BUTTARELLI.—Pues es el caso, señor,
que el caballero Mejía,
por quien preguntáis, dio un día
en la ocurrencia peor
que ocurrírsele podía.
DON JUAN.—Suprime lo al hecho extraño;
que apostaron me es notorio
a quién haría en un año,
con más fortuna, más daño,
Luis Mejía y Juan Tenorio.
BUTTARELLI.—¿La historia sabéis?
DON JUAN.—Entera;
por eso te he preguntado
por Mejía.
BUTTARELLI.—¡Oh! me pluguiera
que la apuesta se cumpliera,
que pagan bien y al contado.
DON JUAN.—¿Y no tienes confianza
en que don Luis a esta cita
acuda?
BUTTARELLI.—¡Quiá! ni esperanza;
el fin del plazo se avanza,
y estoy cierto que maldita
la memoria que ninguno
guarda de ello.
DON JUAN.—Basta ya.
Toma.
BUTTARELLI.—Excelencia, ¿y de alguno
de ellos sabéis vos?
DON JUAN.—Quizá.
BUTTARELLI.—¿Vendrán, pues?
DON JUAN.—Al menos uno;
mas por si acaso los dos
dirigen aquí sus huellas
el uno del otro en pos,
tus dos mejores botellas
prevenles.
BUTTARELLI.—Mas…
DON JUAN.—¡Chito…!. Adiós.
BUTTARELLI.
BUTTARELLI.—¡Santa Madona! De vuelta
Mejía y Tenorio están
sin duda… y recogerán
los dos la palabra suelta.
¡Oh! sí; ese hombre tiene traza
de saberlo a fondo.
(Ruido adentro.)
Pero
¿qué es esto?
(Se asoma a la puerta.)
¡Anda! el forastero
está riñendo en la plaza.
¡Válgame Dios! ¡Qué bullicio!
¡Cómo se le arremolina
chusma… y cómo la acoquina
él solo! ¡Uf! ¡Qué estropicio!
¡Cuál corren delante de él!
No hay duda, están en Castilla
los dos, y anda ya Sevilla
toda revuelta. ¡Miguel!
BUTTARELLI y MIGUEL.
MIGUEL.—¿Che comanda?
BUTTARELLI.—Presto, qui
servi una tabola, amico,
e del Lacryma più antico
porta due buttiglie.
MIGUEL.—Si,
signor padron.
BUTTARELLI.—Micheletto,
apparechia in carità
lo più ricco, que si fa,
afrettati!
MIGUEL.—Gia mi afretto,
signor padrone.
(Vase.)
BUTTARELLI y DON GONZALO.
DON GONZALO.—Aquí es.
¿Patrón?
BUTTARELLI.—¿Qué se ofrece?
DON GONZALO.—Quiero
hablar con el hostelero.
BUTTARELLI.—Con él habláis; decid, pues.
DON GONZALO.—¿Sois vos?
BUTTARELLI.—Sí, mas despachad,
que estoy de priesa.
DON GONZALO.—En tal caso,
ved si es cabal y de paso
esa dobla, y contestad.
BUTTARELLI.—¡Oh, excelencia!
DON GONZALO.—¿Conocéis
a don Juan Tenorio?
BUTTARELLI.—Sí.
DON GONZALO.—¿Y es cierto que tiene aquí
hoy una cita?
BUTTARELLI.—¡Oh! ¿seréis
vos el otro?
DON GONZALO.—¿Quién?
BUTTARELLI.—Don Luis.
DON GONZALO.—No; pero estar me interesa
en su entrevista.
BUTTARELLI.—Esta mesa
les preparo; si os servís
en esotra colocaros,
podréis presenciar la cena
que les daré… ¡Oh! será escena
que espero que ha de admiraros.
DON GONZALO.—Lo creo.
BUTTARELLI.—Son, sin disputa,
los dos mozos más gentiles
de España.
DON GONZALO.—Sí, y los más viles
también.
BUTTARELLI.—¡Bah! Se les imputa
cuanto malo se hace hoy día;
mas la malicia lo inventa,
pues nadie paga su cuenta
como Tenorio y Mejía.
DON GONZALO.—¡Ya!
BUTTARELLI.—Es afán de murmurar,
porque conmigo, señor,
ninguno lo hace mejor,
y bien lo puedo jurar.
DON GONZALO.—No es necesario más…
BUTTARELLI.—¿Qué?
DON GONZALO.—Quisiera yo ocultamente
verlos, y sin que la gente
me reconociera.
BUTTARELLI.—A fe
que eso es muy fácil, señor.
Las fiestas de Carnaval,
al hombre más principal
permiten sin deshonor
de su linaje, servirse
de un antifaz, y bajo él,
¿quién sabe, hasta descubrirse,
de qué carne es el pastel?
DON GONZALO.—Mejor fuera en aposento
contiguo…
BUTTARELLI.—Ninguno cae
aquí.
DON GONZALO.—Pues entonces trae
el antifaz.
BUTTARELLI.—Al momento.
DON GONZALO.
DON GONZALO.—No cabe en mi corazón
que tal hombre pueda haber,
y no quiero cometer
con él una sinrazón.
Yo mismo indagar prefiero
la verdad… mas, a ser cierta
la apuesta, primero muerta
que esposa suya la quiero.
No hay en la tierra interés
que si la daña me cuadre;
primero seré buen padre,
buen caballero después.
Enlace es de gran ventaja,
mas no quiero que Tenorio
del velo del desposorio
la recorte una mortaja.
DON GONZALO y BUTTARELLI, que trae un antifaz.
BUTTARELLI.—Ya está aquí.
DON GONZALO.—Gracias, patrón;
¿Tardarán mucho en llegar?
BUTTARELLI.—Si vienen, no han de tardar;
cerca de las ocho son.
DON GONZALO.—¿Esa es la hora señalada?
BUTTARELLI.—Cierra el plazo, y es asunto
de perder quien no esté a punto
de la primer campanada.
DON GONZALO.—Quiera Dios que sea una chanza,
y no lo que se murmura.
BUTTARELLI.—No tengo aún por muy segura
de que cumplan, la esperanza;