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Contaba Antoni Tàpies una anécdota bastante graciosa. Ocurrió que, en una visita de Franco a la Bienal Hispanoamericana de arte, alguien le advirtió que se encontraba en la sala de los pintores modernos. Eran los sauras, los tàpies, los oteizas… Artistas que encarnaban la idea de una España nueva, en proceso de modernización, familiarizados con una abstracción made in USA que era sinónimo de sofisticación y de vanguardia. "Excelencia —le dijeron al caudillo—, esta es la sala de los revolucionarios", a lo que Franco respondió: "Mientras hagan la revolución así…". Alberto Santamaría sondea algunas preguntas necesarias para entender nuestra historia del arte reciente. Por ejemplo, ¿en qué momento empezamos a obsesionarnos con separar la política y la creatividad, "como si la política fuese un charco de heces y la creatividad un tipo hipersensible y de olfato refinado"?, ¿por qué se anatematizó el concepto "propaganda"?, ¿es posible un arte sin propaganda? Y, sí, hemos oído hablar del arte "panfletario" de izquierdas, ¿pero qué hay de la otra propaganda?; ¿cómo opera "el activismo de la derecha"? Zigzagueando de Adam Smith a Pollock, de Rembrandt a Emilio Botín o de Nelson Rockefeller a Spinoza, con un humor sutil y una escritura lucidísima, Santamaría explica bien cómo todo ese arte presuntamente libre también está lleno de doctrina.
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VIII. ARTE (ES) PROPAGANDA
Reflexiones sobre arte e ideología
Alberto Santamaría
MUCKRAKER es la colección digital de Capitán Swing dedicada a la no ficción contemporánea, en un formato que hoy puede sonar disparatado como es el reportaje largo, y con un interés especialmente orientado a escritores locales y actuales. Por eso tu apoyo a estas obras es definitivo: con él avivamos la mejor tradición de periodismo crítico e inteligente, y al mismo tiempo aupamos voces nuevas en el terreno de la no ficción. A todos los lectores y lectoras que hacéis esto posible: gracias.
© De Arte (es) propaganda: Alberto Santamaría
Edición en ebook: marzo de 2016
© De esta edición:
Capitán Swing Libros, S.L.
Rafael Finat 58, 2º4 - 28044 Madrid
Tlf: 630 022 531
www.capitanswinglibros.com
ISBN DIGITAL: 978-84-945043-7-2
© Diseño gráfico:
Filo Estudio www.filoestudio.com
Corrección ortotipográfica: Carlos Vidania
Maquetación ebook: Caurina Diseño Gráfico www.caurina.com
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Contenido
Portadilla
Créditos
Sinopsis
Cita
01. ¿Otra propaganda es posible?
02. ¿Y los niños? Y los niños
03. Propagarse
04. El origen de la propaganda y las frases ocupadas
05. Una pregunta. Una respuesta. Contra-propaganda
06. La propaganda que reclama tu cuerpo
07. Spinoza, padre de la contra-propaganda
08. La mujer trabajadora y un ejercicio de contra-propaganda
09. ¿Y tú que opinas, Mark Rothko?
10. ¿Y tú qué opinas, Hans Haacke?
11. ¿Y tú qué opinas, Francisco Franco?
12. Banca y propaganda. O el día que Botín conoció a Grosz
13. Creatividad, política y contra-propaganda
14. Ante el activismo de la derecha
SINOPSIS
Contaba Antoni Tàpies una anécdota bastante graciosa. Ocurrió que, en una visita de Franco a la Bienal Hispanoamericana de arte, alguien le advirtió que se encontraba en la sala de los pintores modernos. Eran los sauras, los tàpies, los oteizas… Artistas que encarnaban la idea de una España nueva, en proceso de modernización, familiarizados con una abstracción made in USA que era sinónimo de sofisticación y de vanguardia. «Excelencia —le dijeron al caudillo—, esta es la sala de los revolucionarios», a lo que Franco respondió: «Mientras hagan la revolución así…».
Alberto Santamaría sondea algunas preguntas necesarias para entender nuestra historia del arte reciente. Por ejemplo, ¿en qué momento empezamos a obsesionarnos con separar la política y la creatividad, «como si la política fuese un charco de heces y la creatividad un tipo hipersensible y de olfato refinado»?, ¿por qué se anatematizó el concepto «propaganda»?, ¿es posible un arte sin propaganda? Y, sí, hemos oído hablar del arte «panfletario» de izquierdas, ¿pero qué hay de la otra propaganda?; ¿cómo opera «el activismo de la derecha»?
Zigzagueando de Adam Smith a Pollock, de Rembrandt a Emilio Botín o de Nelson Rockefeller a Spinoza, con un humor sutil y una escritura lucidísima, Santamaría explica bien cómo todo ese arte presuntamente libre también está lleno de doctrina.
Alberto Santamaría
ha publicado diversos ensayos y libros
de poesía. Es profesor de Teoría e Historia
del arte en la Universidad de Salamanca.
«mientras hagan las revoluciones así…».
Francisco Franco
«y mi opinión es que la mayoría
de los artistas están mejor al margen de la política. Como tema no merece realmente
la importancia que le dan ustedes».
W. D. Bannard
01
¿OTRA PROPAGANDA
ES POSIBLE?
«El arte abstracto de los últimos años nos parecía falso. Pero no podíamos admitir como revolucionaria, como verdadera, una pintura, por ejemplo, por el solo hecho de que su concreción estuviese referida a pintar a un obrero con el puño levantado, o con una bandera roja, o cualquier otro símbolo, dejando la realidad más esencial sin expresar. Porque de esa manera resultaba que cualquier pintor reaccionario […] podía improvisar, en cualquier momento, una pintura que incluso técnicamente fuese mejor y tan revolucionaria, por lo menos, como la otra, con solo pintar al mismo obrero con el mismo puño levantado. Con solo pintar un símbolo y no una realidad. […] De ahí nuestra actitud ante el arte de propaganda. No lo negamos, pero nos parece, por sí solo, insuficiente. En tanto que la propaganda vale para propagar algo que nos importa, nos importa la propaganda».
Estas palabras, algo confusas, fueron leídas en un congreso de artistas durante la Guerra Civil española, concretamente en Valencia, en julio de 1937. Ellas recogen ya la complejidad global del problema, sus paradojas, pero, en igual medida, muestran cómo en esa fecha el concepto de propaganda portaba ya un serio prejuicio formal y temático y, al mismo tiempo, una potencialidad no desarrollada.
¿Cuál es el medio idóneo para conectar la propagación de las ideas revolucionarias con su ejecución técnica? ¿El uso del arte para la propaganda conlleva necesariamente la subordinación de la calidad estética al mensaje? ¿De qué hablamos cuando hablamos de mensaje?¿Cuál es la relación entre el símbolo y la realidad? ¿Cómo puede afectar ese arte a la realidad? ¿Era exactamente la propaganda un lugar? ¿Era una situación? ¿Una perspectiva? ¿De qué bando estaba la propaganda?
La pregunta que nos planteamos aquí, trasladándonos arqueológicamente incluso hasta ese 1937, es: ¿qué pasa hoy con la propaganda? ¿Cabe interrogarnos por su sentido hoy? ¿Podemos reprogramar la palabra propaganda teniendo en cuenta la mala prensa que actualmente tiene?
Es cierto. La evidencia de su nombre, su sola mención, desplaza todo posible juicio, y sin embargo, aquí, partimos de la siguiente premisa: si nos interesa «propagar ideas», por ello mismo, «nos interesa la propaganda». Ahora bien, parece que nos quedamos habitualmente con la primera parte de la ecuación, es decir, queremos propagar ideas, pero rechazamos decir que eso sea propaganda. No es tan sencillo, seguramente. O dicho en otros términos, ¿y si el arte es necesariamente propaganda y, por lo tanto, también (necesaria) contra-propaganda? Con propaganda, señalo de antemano, no me referiré exclusivamente a cuestiones de cartelería, lugar clásico para el tema, ni mucho menos a la necesidad de situarse a las órdenes de un partido político, sino que más allá de eso trataré de amplificar el concepto llevándolo a su origen como problema de narraciones enfrentadas.
Tal y como solemos escuchar, «la propaganda es un vicio inconcebible para un artista». «El arte es lo opuesto al panfleto», «me interesa el arte y lo político, pero no la propaganda o el panfletarismo». ¿Por qué? Es fácil entender esta postura común si, por un lado, mantenemos la distancia entre un objeto arte, entendido este como un objeto producido por un sujeto especial (llamado artista), quien sitúa ese objeto dentro de las políticas propias del campo artístico, y, por otro, consideramos que estas políticas del arte nada tienen que ver con la relación entre arte y política, entendida esta como la gestión del espacio común. (Las políticas institucionales del arte solo toleran un tipo de arte político: aquel donde lo político se convierta en poético, es decir, un arte que sea capaz de marcar la distancia consigo mismo.) A un artista se le puede perdonar que su obra se venda, se comercialice en chapas o tazas, pero es más difícil que se le perdone un acto de «propaganda», en el sentido de impregnar políticamente su trabajo con una narración visible donde el mensaje vertebre la línea motriz de la obra. Vender o trabajar por dinero es dignificar la obra de arte, pero difundir ideas, es de doctrinarios y enemigos «de todo esto».