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Esta obra es la segunda parte de la biografía de Hugo Chávez, que se completará con una tercera entrega. Abarca desde el 2 de febrero de 1999, día en que recibe la banda presidencial, hasta el 2 de febrero de 2003, en que es derrotado el golpe petrolero y la Revolución Bolivariana inicia una fase de acelerado avance. Estos primeros cuatro años de la revolución muestran al rojo vivo el progreso del liderazgo de Chávez y el despliegue de sus virtudes. Entre ellas, la capacidad política y emocional para emprender los grandes cambios que ha ideado, encarar errores, sobreponerse a las vicisitudes y seguir el viaje hacia la conquista de la "patria bonita" y la unión plena de nuestra América. La obra ofrece una visión integral del personaje, incluso pensamientos y sentimientos íntimos.
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Edición y conversión a ebook:Ana Molina González
Edición base: Gladys Estrada
Diseño de cubierta y fotografías: Ernesto Niebla Chalita
Diseño interior: Ileana Fernández Alfonso
Corrección: Liliam Rodríguez Berlanga
Composición: Irina Borrero Kindelán
© Germán Sánchez Otero, 2016
© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2017
ISBN 978-959-06-1886-4
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.
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RUTH CASA EDITORIAL
Calle 38 y ave. Cuba, Edif. Los Cristales, oficina no. 6 Apartado 2235, zona 9A, Panamá
www.ruthcasaeditorial.org
Me pides que jure. Aquí está el corazón, este es mi corazón. Yo juro. Y juro que daré mi vida entera por el destino de un pueblo.
Hugo Chávez
Entrevista concedida al periodista Carlos Croes, de Televen, víspera de su primera victoria electoral el 6 de diciembre de 1998.
El afecto y apoyo de mi familia, han sido vitales en este nuevo parto feliz.
Nicolás Maduro Moros estuvo al día de nuestra labor, leyó el borrador y ofreció útiles comentarios; dedicó seis horas a una entrevista memorable, y una parte de ella devino Introducción a la obra.
Adán Chávez, además de su estímulo amistoso y respaldo permanente, me aportó testimonios y reflexiones de un gran valor, durante tres encuentros.
Tarek William Saab y Elías Jaua, hermanos de peleas y utopías emancipadoras, me entregaron con generosidad sus recuerdos y reflexiones.
A Teresa Maniglia agradezco las narraciones de vivencias suyas junto a Chávez y las transcripciones de los discursos, entrevistas de prensa y de losAló Presidente, así como cronologías y más de mil fotos —casi todas inéditas—, realizadas por excelentes fotógrafos de la Dirección de Comunicación de la Presidencia.
También han sido indispensables numerosas entrevistas realizadas por el autor a más de setenta personas de Venezuela —dirigentes políticos, obreros, militares, periodistas…—, entre ellas a Alí Rodríguez, Rafael Ramírez, los generales retirados Carlos Martínez Mendoza, Jorge L. García Carneiro y Henry Rangel Silva, Fredy Bernal, Roy Chaderton, Julio Montes, Ernesto Villegas, Jesús Montilla, Miguel Pérez Abad y Lucía Longa.
De Venezuela agradezco su interés y apoyo a mi amigo José Vicente Rangel, al ministro de Cultura, Freddy Náñez, a la canciller Delcy Rodríguez, al director del despacho de esta, Rolando Corao, y al equipo auxiliar y, en especial, a Carmen Bohórquez por sus atinados aportes a la segunda edición.
El embajador de Cuba en Venezuela, Rogelio Polanco, amigo fraterno y cómplice de mi empeño de escribir esta biografía, leyó el borrador ofreciéndome valiosas sugerencias y avaló mi labor con eficientes e indispensables gestiones. También recibí el respaldo de los funcionarios de la Embajada de Cuba Enilda Ginarte, Niurka Duménigo y Jorge Luis Mayo.
Juan Valdés Paz, colega y amigo entrañable, realizó una lectura a fondo del borrador y me trasladó atinadas opiniones. Agradezco de igual modo las sensibles impresiones y sugerencias que me ofreciera Loly Ginarte.
Jorge Arias, Alberto Alvariño, Elena Díaz, Francisco Delgado, Ana María Pellón, Omar García y Rafael Hidalgo, me brindaron colaboración y aliento.
Por segunda vez expreso un especial agradecimiento a Zuleica Romay y a Juan Rodríguez Cabrera, presidenta y vicepresidente respectivamente del Instituto Cubano del Libro y al director de la Editorial de Ciencias Sociales, Juan Carlos Santana. Y al laborioso y eficiente equipo que encabeza María de los Ángeles Navarro, integrado por la editora Gladys Estrada, Liliam Rodríguez, Irina Borrero e Idalmis Valdés.
Y por último, gracias al leal amigo Ernesto Niebla, quien por quinta ocasión me honra con una espléndida cubierta y una galería de fotos de alta calidad.
* Ideas, informaciones y testimonios tomados de la entrevista realizada por el autor a Nicolás Maduro Moros, presidente de la República Bolivariana de Venezuela, el 19 de junio de 2016, en Caracas.
1
¿Cuáles son los antecedentes que explican el proceso bolivariano entre febrero de 1999 y febrero de 2003? En estos primeros cuatro años que expone Hugo Chávez y el destino de un pueblo, comienza la Revolución y surge su contrapartida, la contrarrevolución. Se trata de una etapa decisiva. La revolución es la única vía posible para encarar el modelo puntofijista de dominación política, que se ha agotado. Es la respuesta al fracaso del patrón neoliberal, que privatizó todos los derechos sociales y la vida del país.
El llamado puntofijismo duró exactamente cuarenta años, de 1958 a 1998. Se sustentó en un creciente ingreso petrolero, en dos poderosos partidos políticos con fuertes liderazgos —Acción Democrática (AD) y COPEI—, en una alianza de clase con la burguesía comercial parasitaria, con Fedecámaras y el imperialismo, con la cúpula de la Iglesia Católica y con los medios de comunicación. Mantuvo durante tres décadas una ascendente inversión social en educación, salud, en subsidio de alimentos y en una organización sindical populista, muy corrompida pero que supo controlar al movimiento obrero.
En diciembre de 1998 cuando Chávez es electo Presidente, ha transcurrido más de una década del agotamiento del modelo neoliberal en Venezuela. Ocurre el desmontaje de todos los derechos sociales, se empieza a privatizar la educación, la salud, a desregular los derechos laborales y la inversión social se vino a nada. La pobreza supera 70 % y la miseria desborda 30 %, el desempleo formal abierto es superior a 20 % y más de 60 % de la población económicamente activa labora en el sector informal, gente que salía a la calle cada día a ver que conseguía para poder sobrevivir. Pasamos de una Venezuela petrolera con un alto nivel de inversión social, a otra decadente y en crisis total, donde acontece el desmontaje del Estado populista sustentado en el ingreso petrolero.
¿Por qué se impone en nuestro país la variante de un Estado populista? Se explica por las condiciones históricas del momento, donde se privilegia el papel del Estado para el desarrollo del capitalismo; y, en segundo lugar, porque era la doctrina de la socialdemocracia y del socialcristianismo que gobernaban, el desarrollismo. AD tenía la visión de que el Estado debía atender la educación y la salud pública, los derechos laborales de los trabajadores, la inversión social y el subsidio por parte del Estado para que el pueblo tuviera acceso a la alimentación. Es un partido que se configura en los años cuarenta y cincuenta en base a tesis. Y en todas ellas hay fórmulas avanzadas, populares, nacionalistas, algunas revolucionarias, incluso socialistas y antiimperialistas.
Sin embargo, cuando Rómulo Betancourt toma las riendas de AD en 1958 imprime una práctica negadora del proyecto y de la doctrina originales de ese partido. A pesar de que en el exilio él es fundador del Partido Comunista de Costa Rica, luego resulta captado por los Estados Unidos y es convencido de que si volviera al poder —es un imperio que trabaja con tiempo y previsión— solo podría gobernar con el apoyo de los yanquis. En 1958 primero hace el pacto de Nueva York con Rafael Caldera y Jóvito Villalba, y después que regresa a Venezuela los tres suscribenç el Pacto de Punto Fijo. Ambos acuerdos traen la versión de la Guerra Fría a Venezuela: excluyen al prestigioso y poderoso Partido Comunista y a las corrientes de izquierda de Acción Democrática, que estaban en las cárceles de la dictadura de Pérez Jiménez o en el exilio. Al caer esta, el 23 de enero de 1958, el primer secretario general que asume el liderazgo de Acción Democrática días antes, es el profesor Simón Sáez Mérida, quien más tarde sería comandante guerrillero y fundador del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR).
Betancourt viene con la tesis de que la única forma que tiene AD para gobernar es aliándose con los Estados Unidos, Fedecámaras y con la cúpula de la Iglesia Católica, las tres patas a la cual le faltaba una cuarta: la alianza AD-COPEI. En una primera etapa el puntofijismo incluye a Unión Republicana Democrática (URD), hasta que las corrientes de izquierda de este partido logran que rompa tal alianza. AD es el factor dominante de los cuarenta años del puntofijismo. De ahí surgen los líderes, el proyecto y la principal fuerza popular y política, que es hegemónica durante treinta años. Pero empieza a hacer agua en la década de los ochenta y con el Caracazo, el 27 de febrero de 1989, se da una expresión espontánea muy profunda de malestar del pueblo y de ruptura social con el régimen establecido. En medio de la crisis del puntofijismo surgen las condiciones, por primera vez, para que emerja algún liderazgo y una fuerza alternativa.
2
Al nacer el movimiento y el proyecto bolivariano de Chávez, comienza a llenarse el inmenso vacío social y político que ha ocurrido: florece un ideal. Con Chávez brota un sueño, una identidad nacional, una fuerza de lucha que se distingue desde el primer momento por su carácter histórico, patriótico, por el mito nacional de Bolívar y exalta y moviliza esos valores. Es como el regreso de los libertadores de la época heroica. La rebelión del 4 de Febrero de 1992 ocurre en el peor momento de la vida de toda una generación y de mayor orfandad del pueblo; sucede además en la coyuntura del reino global del imperio, pues unas semanas antes ha caído la Unión Soviética.
Durante los noventa el neoliberalismo transita una fase de crisis, y eso impacta mucho a las fuerzas de izquierda en el mundo: ¿Qué puede tener como reserva moral un país que está en aprietos, si no son sus liderazgos sociales y políticos? Y en el caso de la América Latina y el Caribe, como en ningún otro lado, tales liderazgos son de izquierda. La llegada del nuevo bolivarianismo a través de Chávez viene con el encanto del proceso histórico, y, además, con un nuevo lenguaje y una flamante manera de hacer política. Y toma de la mano la reserva moral del país, que es el ejército.
Venezuela estaba cundida de pudrición, todos los factores políticos, económicos, mediáticos, sindicales, toda la actividad pública y política eran una sentina, una robadera. Y entretanto, el pueblo abandonado y desesperanzado. Así que el bolivarianismo y el liderazgo de Chávez activan la reserva moral de la generación más joven de militares en la Fuerza Armada, y se conectan con los deseos y la energía de cambio que ya iba corriendo dentro del pueblo, y hacen combustión. Eso explica que todas las fuerzas se conjugaran para poder arribar a un punto de victoria, bajo el liderazgo emergente de Chávez. El triunfo suyo el 6 de diciembre de 1998 expresa una realización casi milagrosa de la estrategia que logró hilvanar, para emprender una revolución pacífica y democrática. Fue capaz de hacerlo de modo coherente con la fuerza insurgente que nació de los partos violentos del 27 de febrero de 1989 y el 4 de Febrero de 1992, que conmovieron a la sociedad y marcaron el inicio de una nueva etapa de nuestra historia, signada todo el siglo xix y buena parte del xx por la violencia política.
Uno de sus grandes aportes es haber evitado que se condujera la solución de la crisis por la vía de choques sangrientos. Cuando nosotros recorríamos las calles junto a él, después que sale de la cárcel el 26 de marzo de 1994, la gente le decía: “Ya, Chávez, da el golpe otra vez”. Porque el pueblo lo veía como el líder para una insurrección. Nosotros somos un pueblo guerrero, dispuesto a no permitir que se nos quite la Revolución. Nuestro ejército surgió en condiciones históricas que lo obligaron a forjarse en derrotas y victorias en varios siglos, y de haber enfrentado a las tropas más sanguinarias del imperio español, de haber soportado, enfrentado y derrotado el ejército más poderoso que jamás se haya visto aquí en estas tierras, que es el ejército de Boves. Y cuando iban a otros campos de batalla, casi era un paseo.
3
Chávez logra conjugar entre 1994 y 1999 una amplia alianza social, política y económica de alcance nacional, con una gran habilidad, una profunda visión y un fino olfato de poder. Él siempre insistió en el tema del poder y yo lo entiendo hoy aún más. Lamentablemente los pueblos, aunque posean valores y sueños, no siempre tienen la visión del poder político. Sin embargo, las clases dominantes y el imperio, sobre todo el imperio estadounidense, tienen muy claro la visión del poder político, de la toma, el ejercicio y la conservación del poder. Lo tienen muy claro y lo buscan siempre, por todas las vías: el poder económico, el poder político, el mando de los países. El líder bolivariano fue muy lúcido en su visión del poder, un notable aporte suyo al movimiento progresista de izquierda y revolucionario de América Latina: hay que luchar por el poder y no quedarse solamente en luchas de carácter defensivo o luchas parciales, locales y reivindicativas. O testimoniales: alguien que es muy valioso, hace un buen gobierno no sé dónde, o es un gran líder, pero no transforma nada.
Él abrazó un proyecto revolucionario, adaptado a las circunstancias venezolanas. Y la tesis del proceso popular constituyente sirvió para poder darle viabilidad histórica, convertirlo en una idea movilizadora de nuestra sociedad, que se hizo hegemónica. Lo primero que hacen los puntofijistas es tratar de detener el proceso constituyente. En 1998 adelantan dos meses las elecciones del Congreso, de las gobernaciones y las alcaldías, antes de las presidenciales, para alcanzar la mayoría de esos poderes y maniatar a Chávez. Pero él tenía una carta: el proceso popular constituyente, basándose en la soberanía popular, como única forma de iniciar una transformación de la estructura política y tomar el poder del Estado. Fue un aporte estratégico de Chávez. Se dice fácil, pero no era una Asamblea Constituyente cualquiera: formaba parte de un proyecto revolucionario transformador de largo aliento, con un concepto bolivariano. Bolívar solía convocar a un Congreso Constituyente y en Venezuela siempre hubo la tradición de tales asambleas, desde el 19 de abril de 1810.
Lo primero que hace es convocar el Congreso Constituyente de 1811 que funda la República, crea todos los símbolos, redacta el Acta de Independencia, y es objeto de la disputa entre quienes solo querían autonomía y seguir dependiendo del rey y los que, como Bolívar y Miranda, llaman a la ruptura total y a la creación de la República; una osadía, porque todavía son reinos en España doscientos años después. Hay una tradición de congresos constituyentes en toda la lucha por la independencia. Bolívar en 1816 llega a Margarita de regreso de Haití, donde recibió apoyo de Petión, y lo primero que hace es convocar a un Congreso Constituyente, y toda la campaña militar y política suya uniendo ejércitos, el Ejército de Oriente, el Ejército de los Llanos y después estableciendo una base sólida del sur, en Angostura, en el Orinoco, tiene como objetivo instalar el Congreso Constituyente de Angostura, el 15 de febrero de 1819, el más luminoso de todos, pues deja marcado su proyecto para siempre. Quien estudie el discurso de Angostura, verá que ahí está el pensamiento bolivariano que Chávez reivindica.
El proyecto nuestro de hoy viene de esas determinaciones de avanzada. Bolívar habla de los conceptos fundamentales del mejor sistema de gobierno, que son la estabilidad política, la seguridad social y la felicidad social. Alude a la igualdad y la libertad como dos categorías indisolubles, para fundar la República. Hablar de igualdad en la época de la liberación de los esclavos, del trato digno y la reivindicación de los derechos de los indígenas es como hablar hoy de socialismo.
Aunque en 1993 el llamado grupo de Los Notables —integrado por figuras venezolanas relevantes—, realizan propuestas para enfrentar la crisis en un documento donde mencionan la necesidad de convocar a una constituyente, esto queda en el aire. Es la primera vez que mi generación oye tal idea, que no es asumida después por ninguna fuerza política y pocos la entendían. Es Chávez quien saca la tradición constituyente que viene del bolivarianismo y diseña un camino de transformaciones pacíficas, para hacer una revolución democrática y pasar de un modelo agotado de democracia burguesa a un modelo de democracia participativa, protagónica, de carácter popular. Una alternativa que vaya acumulando fuerza en un nuevo bloque social mayoritario del pueblo y que entienda la sociedad que estábamos viviendo y la encamine hacia grandes mutaciones que de manera definitiva rompan con el modelo económico, social, político, cultural que había llevado al país a una postración de dos siglos prácticamente. Ese es el planteamiento central que Chávez logra tejer y que nos permite transitar 1994, 1995, 1996, años muy difíciles, y en 1997, como elemento central, presenta su candidatura presidencial. Y dijo: “Si no es para una Constituyente no estoy interesado en ser candidato ni en ser presidente”. Y cuando gana, hace la interpretación correcta, sostiene que la gente votó por él porque había propuesto la Constituyente.
Su campaña electoral es eminentemente ideológica, de valores, para despertar y formar conciencia; es una campaña revolucionaria. Poseedor de un enorme carisma, de una plena identidad con la forma de ser del pueblo venezolano, no creo que en el siglo xx ni en este haya habido un líder con la capacidad suya para interpretar el sentimiento popular, no lo hay. Chávez sabía pensar y sentir con la gente. Además, el hecho de venir del llano y ser un defensor de la identidad llanera, donde los Llanos son una marca tan fuerte en la cultura y en la historia nacional, tuvo mucha importancia para la reconexión con los valores y los símbolos de la patria, que estaban muertos. En Venezuela la palabra patria no existía, los símbolos patrios no existían, ni Bolívar, nada; hasta la música venezolana había desaparecido, la tenían silenciada. Nuestro líder logra conformar un hecho único en la historia de Venezuela: unir los símbolos de la patria con un proyecto viable de carácter revolucionario, eso es lo que genera el huracán que nació en Barinas.
Ese Chávez que se juramenta el 2 de febrero de 1999 llega en medio de una fuerza muy heterogénea, donde predomina la carga popular y la energía de los revolucionarios, y eso marca todo el surgimiento de tal fervor popular. Él no descuidó la calidad política de lo que se iba construyendo. Creó una fuerza social muy grande; jamás nadie imaginó que fuera de una envergadura tan poderosa.
4
1999 es el primer año de la revolución. Y está signado por la Constituyente y la definición del carácter del proyecto. ¿Con qué llegamos nosotros a ese momento? Con una alianza política de gran amplitud, el Polo Patriótico, que desempeñaba un papel muy importante en el Congreso de la República elegido en noviembre de 1998, que pretendió ser usado para secuestrarle la Constituyente a Chávez. Porque cuando se va a instalar el Congreso se plantea un acuerdo para que la presidencia del Senado correspondiera al Movimiento V República, del Polo Patriótico. Y Chávez no quería que fuera el excoronel y dirigente del MVR, Alfonso Dávila. Su candidato es Isaías Rodríguez. Pero en una reunión de la dirección del MVR con el voto en contra de algunos de nosotros, imponen a Dávila presidente del Senado y del Congreso, que es la variante defendida por Luis Miquilena, quien tenía un proyecto de cambios gatopardianos.
El Congreso se instala el 23 de enero de 1999, diez días antes de que Chávez tomara posesión, y uno de sus primeros puntos de debate es tomar la iniciativa de convocar el referendo de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC). Y cuando observo tal componenda, sin el voto de los congresistas del MVR, llamo a Chávez y le cuento, porque yo era el jefe de nuestra bancada de diputados. Entonces él me dice: “Bueno, mantente firme ahí. Está bien, le vamos a dar una sorpresita”. Decidimos estirar los debates y eso le permite a él preparar los decretos y presentar la convocatoria el propio día que asume. Los sorprende y casi se desmayan. Porque el objetivo de ellos era quitarle a Chávez la iniciativa del referendo, imponer las condiciones y arrancarle la bandera principal de la transformación.
Tal decreto de Chávez es el primer golpe que propina. Y se abre el debate sobre el proceso constituyente, que comienza a encarar los ataques del viejo régimen. La Corte Suprema de Justicia acepta el referendo. Y esos que hoy son los jefes de la derecha, como Henrique Capriles y Gerardo Blyde ejercen acciones ante la Corte Suprema de Justicia para impedirlo. Eran personas desconocidas que comenzaban a emerger aupados por los grupos mediáticos, financieros y políticos del llamado Grupo Roraima, que se disputaba el poder con la vieja oligarquía adeco-copeyana. Son los padres del partido Primero Justicia, donde también militan Leopoldo López y Julio Borges. Ellos intentan, con sus caras jóvenes, engañar al pueblo y enfrentar con maniobras jurídicas el proceso constituyente. Entonces la Corte Suprema de Justicia avala que se realice el referendo, porque muchos en la oposición temían que se tomara un rumbo no pacífico. Y es que en los momentos de mucha tensión siempre ha estado presente la posibilidad de que la revolución desemboque por algún camino de la insurgencia violenta. Si la Corte Suprema de Justicia no autoriza el referendo para la Constituyente, hay una insurrección popular cívico-militar, y la iba a encabezar Chávez. Nosotros siempre hemos estado debatiéndonos, sobre todo en las situaciones de conflicto extremo, entre las dos probabilidades. En aquel momento estuvimos rozando las dos opciones. Si los magistrados trancaban la ruta constituyente, nuestro líder iba a encabezar una insurrección cívico-militar e iba a imponer el camino constituyente pacífico, por otras vías.
Chávez fue muy hábil e inteligente. Miquilena y José Vicente Rangel actúan como los operadores políticos de Chávez y desempeñan un papel dialogante con la Corte Suprema y con otros factores del viejo régimen. Soy testigo de varias conversaciones con esa gente. Y se logró un punto de equilibrio que permitió que continuara el proceso constituyente. El 25 de abril fue el primer referéndum consultivo en la historia de Venezuela, y es convocado por Chávez.
¿Cuál era el clima social y político en esos primeros meses? Nosotros heredamos una situación social muy grave, que uno dice hoy y quizás pocos la entiendan: una tragedia social que Chávez no exageraba ni un milímetro, estábamos sobre una bomba de tiempo. ¿Y qué hizo la oligarquía? Comienza a estimular el descontento, el malestar y la protesta social, casi responsabilizando a Chávez de la situación del drama social heredado y dice, por ejemplo, que no hace nada para bajar el desempleo. También, busca desestimular la participación popular, afirmando que con la Constituyente no se iba a resolver nada, no se iba a crear un solo empleo, ni a mejorar la situación del país. Fue la primera campaña contra el gobierno.
Crearon un clima político que llevó a hacer dudar a algunos sectores del pueblo patriótico de si era conveniente hacer el referéndum consultivo o no. Además, colocan el referendo un día laborable, martes, y junto a la campaña aludida y otros factores, ocurre una abstención por encima de 70 %. El pueblo que vota respondió de manera abrumadora que sí quería Constituyente. Se gana ampliamente, pero ellos tratan de deslegitimarlo alegando la alta abstención. Maniobras tras maniobras, emplean su poder, como lo hacen hoy, para confundir al pueblo y derrotar a la revolución. Chávez venció todos esos intentos en medio de una gran movilización permanente de pueblo en su apoyo y a las líneas que presentaba, que es una de las constantes de la Revolución en todas las etapas. También se oponen en el Congreso a la Ley Habilitante que Chávez solicita para adoptar medidas urgentes y bajo el liderazgo de Henry Ramos Allup —quien era el jefe de la mayoritaria fracción de AD— la desfiguran. Pero el pueblo salió a las calles y Chávez logra una versión final decorosa, aceptable.
5
Durante 1999 empiezan a definirse las fuerzas políticas y el liderazgo revolucionario de entonces; se avanza en la construcción del Movimiento V República, aunque todavía con un carácter electoral. Y sobre todo logramos una gran capacidad de movilización en todos los municipios y parroquias del país, participa mucha gente, surgen numerosos cuadros. Todavía es un aluvión heterogéneo, donde hay de todo y el proceso lo va depurando. El MVR se veía como un movimiento social y político, el movimiento de los chavistas, no era una estructura orgánica disciplinada, ideologizada, sino todo el pueblo que quería acompañar a Chávez.
Una vez que se gana el segundo referendo el 25 de julio, cuando queda convocada la Constituyente con amplia mayoría del Polo Patriótico —que también integran el Partido Patria para Todos (PPT), el Partido Comunista de Venezuela (PCV) y el Movimiento al Socialismo (MAS)—, la Revolución toma un respiro, una fuerza y una estabilidad muy grandes. El puntofijismo queda a la deriva; sus partidos caen en un proceso de desorganización y carencia de línea política, y quienes toman el control de la derecha son los dueños de los medios de comunicación. Es un período de gran ebullición popular, de muy elevado nivel de participación y se experimentan hechos que nunca antes habían ocurrido: grandes movilizaciones y consultas públicas para la elaboración de la Constitución. Es un lapso de elevada hegemonía del liderazgo de Chávez y de la Revolución, donde empiezan a desplomarse de modo acelerado todos los supuestos de la vieja democracia.
La Constitución, vista al tiempo, es un documento muy avanzado para la época en que se elabora y aprueba. En aquel momento estábamos apenas rompiendo los dogmas de la democracia burguesa y del neoliberalismo, empezábamos a crear el sendero alternativo. Chávez es el único que tenía claro, absolutamente claro en este país, en qué consistía la nueva democracia y el nuevo período; hasta el nuevo lenguaje era de Chávez, nadie más. Antes que él irrumpiera, los demás éramos más o menos repetidores de un discurso que los medios y la burguesía nos inculcaron, en la forma de expresión y en las formas que hay que guardar incluso para pedir permiso al exponer una idea. Chávez rompe esos paradigmas, los revienta, él, nadie más.
¿Cómo transcurren los debates dentro de la ANC? Hubo varios temas que trataron de ser mediatizados por Miquilena —que era su presidente— y sus equipos. En el caso del nombre de la República y del concepto bolivariano, estando Chávez en el exterior y siendo Miquilena nuestro enlace de más alto nivel con él, nos dijo que el comandante no insistía en el carácter bolivariano de la República. Era falso, y al llegar, Chávez solicita que se revise el acuerdo. En la segunda discusión alcanzamos una mayoría y aunque teníamos 130 constituyentes, solo logramos sumar algo más de 100 votos, porque hubo algunos, como Alfredo Peña y otros, que se fueron por la línea de Miquilena. Y no fue el único tema, como promedio la cuarta o quinta parte de los constituyentes de la alianza bolivariana más amplia, estaban en contra de cosas medulares. Además, en varias ocasiones llevábamos los textos a la plenaria, se aprobaban y cuando mandaban el artículo de la Constitución a Secretaría, tenían ahí un grupo de abogados y cambiaban los textos. Aunque también dimos la batalla y lo impedimos. Miquilena y su grupo se opusieron a las posiciones más avanzadas sobre los derechos laborales y sociales, y nosotros, respaldados por Chávez, logramos que se aprobaran formulaciones excelentes en tales materias, de las mejores de la Carta Magna, incluido el tema de los derechos humanos.
¿Qué hizo el enemigo? Insistir en generar el descontento social. A través de los medios de comunicación montan campaña tras campaña, dicen que el proyecto de Constitución defendía el aborto, que eliminaba la propiedad privada y la libertad de expresión, que era una copia de la cubana… Y hasta Fidel debe convocar una conferencia de prensa en La Habana para desmentirlos.
6
¿Qué no se logró incluir en la Constitución y qué asuntos quedaron fuera desde la visión de poder que Chávez prefiguraba? La Constitución la hicieron sobre todo gente muy perseguida y reprimida durante la IV República, y en algunos casos no avizoramos los conflictos que el ejercicio del poder y el desarrollo de una revolución podrían traer. Por ejemplo, los estados de excepción, que son mecanismos constitucionales centenarios que tienen los Estados, para defender la soberanía, la paz y la integridad en situaciones extremas de índole política, económica, natural, social. En nuestra Constitución los estados de excepción solo tienen el nombre, porque no permiten tomar decisiones en situaciones de peligro, como las que hemos vivido en varias oportunidades.
En ese tiempo floreció un espíritu de optimismo, de avance, de creer que se había acabado la vieja república. Un ambiente de triunfalismo total. Muchos no entendíamos que apenas estaba empezando un largo camino que era más difícil todavía. Chávez se adelantó e hizo varias advertencias de que esa etapa era una panacea en comparación con las transformaciones económicas y otras que son inherentes a una revolución auténtica, que estaban por hacerse. En 1999 apenas echamos las bases de la revolución política, algo esencial, pero, insuficiente.
En lo fundamental, todo lo que llevábamos en el programa político entró en la Carta Magna. La Constituyente se instala el 3 de agosto, y en dos meses y medio se hace la consulta, se redacta, se envía en noviembre y comienza el proceso de la campaña electoral, aprobándose el 15 de diciembre. Fue una Constituyente relámpago. Chávez insistió en conseguir los resultados en corto tiempo.
El enemigo estaba en desbandada y había una oportunidad para avanzar como en las ofensivas militares, rápido, siempre con el pueblo, practicando la democracia directa y con Chávez de Comandante en Jefe. Se incluyó todo lo que entonces pensamos y se perfiló un texto bastante bien hecho. Ha sido una Constitución que ha servido para hacer la Revolución y permite avanzar hacia el socialismo. Es una Constitución con una alta carga bolivariana, antiimperialista y tiene mecanismos para enfrentar las corrientes restauradoras, como la que vivimos ahora. Contempla elementos para proteger y defender la revolución y la soberanía del país. Por ejemplo, en la actual etapa, los otros poderes han actuado ante el tumor maligno que ha surgido en la Asamblea Nacional, protegiendo al conjunto sano del cuerpo del poder.
Es una Constitución avanzada para su momento histórico, que rompió definitivamente la concepción de la vieja república burguesa, de la vieja república oligárquica, de los viejos valores de la democracia representativa. Hoy la democracia no es solo poder votar, la libertad de expresión y el respeto a la propiedad privada. Hoy es decidir, es escuchar y tomar en cuenta la voz del pueblo, es poder revocar a un dirigente, es no ver como un tótem sagrado el poder del dinero y del Estado, sino que el poder le pertenece a la gente, es soberanía popular.
Incluso en los discursos de los opositores, la revolución es hegemónica desde los valores constitucionales. Desde ellos hemos logrado la hegemonía que propugnó Chávez y que dejó como legado en la Constitución de 1999. Es una gran base para el avance en todo lo que es la construcción del modelo social y económico del socialismo.
La derecha tomó desde un principio el camino de los atajos y nunca quiso dialogar con la Revolución. No quisieron aceptar que habían perdido el poder. Y todo el tiempo estuvieron al acecho para acabar con él. A Chávez trataron de demonizarlo siempre. Desde el proceso constituyente y después, no han cesado de tratar de confundir al pueblo, por ejemplo, que le van a quitar la propiedad y a coartar con la libertad de expresión: toda una sarta de mentiras a fin de activar el miedo.
Nuestra campaña hacia la Constituyente y otras después, han sido de movilización del pueblo y aclaratorias, de concientización. La oposición nos ha hecho el favor de poder avanzar junto al pueblo. Si uno revisa los nombres de aquellos años, se encontrará a muchos de los mismos personajes: Antonio Ledesma, Julio Borges, Ramos Allup, Capriles Radonski, y por ahí asomaba la cabeza un tal Leopoldo López. Son los mismos, que entonces intentaron boicotear la Constitución, con campañas de miedo muy poderosas, y casi los mismos medios de la televisión e impresos; es la misma historia.
En el área social Chávez tampoco perdió tiempo y dio los primeros pasos, aunque con muy pocos recursos. Lo más importante fue la presentación el 27 de febrero de 1999, diez años después del Caracazo, del Plan Bolívar 2000. Y comienza a hacerse realidad el nuevo concepto de la unión cívico-militar. Colocó a las fuerzas armadas al lado del pueblo. Se fueron cultivando relaciones, que luego dieron resultados en el contragolpe de abril de 2002 y más tarde, para derrotar el paro golpista petrolero de diciembre de ese año. A pesar del esfuerzo supremo, las medidas sociales no lograron en ese período impactar sobre la miseria.
7
La contrarrevolución inició en 2000 un proceso de reagrupamiento. Con los comicios para relegitimar los poderes, tratan de detener lo inevitable, que era la consolidación del poder político de la revolución por la vía electoral en el marco de la nueva Constitución.
Pero ya el liderazgo de Chávez estaba implantado con fuerza arrolladora, y él venía demostrando la viabilidad del camino y probando con hechos una cosa muy importante en la política venezolana de entonces: cumplir lo que había prometido al pueblo. Era el primer dirigente político que llegaba a la presidencia y era coherente y leal con la oferta que había hecho al país. Y eso tenía un gran peso moral para la nueva política, para la fe de la gente de que se empezaba a hacer algo totalmente distinto; además, cubierto por el mito revolucionario de la historia venezolana: había vuelto la revolución.
Ese era el gran sentimiento, el retorno de la revolución, él era la reencarnación de Bolívar. Chávez nunca cedió ni un milímetro la simbología y el lenguaje revolucionarios, jamás lo hizo. Uno lo vivió, pero lo veo después, al pasar el tiempo, y es admirable, por el peso tremendo que tienen la cultura dominante y los medios de comunicación para impedir una revolución. Ellos suelen imponer sus reglas de juego. Y Chávez les rompió siempre las reglas de juego, muy conectado con la forma rebelde de hacer la política del pueblo en la calle. El pueblo es así: la gente es desobediente, irreverente y le obstinan los protocolos del lenguaje politiquero; desde siempre ha sido así el pueblo. Directo, claro, medular, rompedor, no cree en nadie. Y la fuerza contrarrevolucionaria era agresiva, maniobrera, difícil; después para 2004, 2005, 2006 resultó más sencillo hablar de revolución, de socialismo, de antiimperialismo.
Víspera de las elecciones del 28 de mayo de 2000 surge una amenaza, al tener que postergarse para julio por dificultades técnicas y negligencias en el Consejo Nacional Electoral (CNE). La oposición inculpó a Chávez diciendo que lo había hecho porque sabía que perdería. Y Chávez y todos nosotros nos fuimos a recorrer el país y a movilizar más a la gente. Así, él tuvo una ratificación muy sólida del liderazgo, y además, obtuvimos la mayoría en la Asamblea Nacional, cerca de los dos tercios y ganamos la mayor parte de las gobernaciones y alcaldías. Todo esto fue percibido como una enorme victoria, que mantenía en situación de shock pos nockout a los entes del viejo régimen. Esa victoria fue muy importante, consolidó la estabilidad política y suscitó el único momento después donde se estableció algún nivel de diálogo con la oposición; por ejemplo, uno de sus diputados forma parte de la directiva de la Asamblea Nacional y se alcanzan acuerdos para nombrar a los miembros de los poderes judicial, ciudadano y electoral. Una luna de miel chiquita que dura poco tiempo, hasta que asume George W. Bush en enero de 2001 y comienza un proceso creciente de enfrentamientos.
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2001 marca el inicio de la confrontación estratégica con el adversario. Comienza con los hechos en la Universidad Central de Venezuela (UCV) el 28 de marzo, cuando un grupo de jóvenes toman un local del rectorado, sustituye durante un día al rector de derecha Giuseppi Gianetto con un provocador de máscara izquierdista, Agustín Blanco, y hace declaraciones radicales fuera de contexto, de apariencia socialista. Con tales pretextos, los medios de comunicación desplegaron una campaña que generó pánico en la clase media y sirvió para sacarla después a la calle. Las televisoras lo transmitían todo en vivo. Se trató de una acción detrás de la cual estaba el enemigo con dos o tres infiltrados. Uno de ellos hoy está preso. La Universidad Central de Venezuela reacciona en contra de tal grupo y de la revolución. Por primera vez surge un movimiento opositor que se nutre de modo espontáneo en la UCV con casi todos los estudiantes y profesores, y eso impacta muy fuerte a la clase media caraqueña. Luego esta es manipulada en torno al proyecto de ley de Educación y esgrime en la calle en forma histérica el lema “Con mis hijos no te metas”. Por primera vez sale la clase media a protestar, porque era el asunto de los hijos, que el gobierno iba a controlar las escuelas privadas, a adoctrinar a los muchachos, y hasta echan a rodar que le iban a quitar la patria potestad. Eso pega mucho y posicionan muy fuerte el tema.
El principal factor desencadenante de la pugna ese año fueron las 49 Leyes Habilitantes, en especial, las de Hidrocarburos, Tierras y Pesca. En segundo lugar influyen las exitosas relaciones internacionales que ha ido forjando Chávez, favorables a Venezuela y promotoras de un mundo multipolar, la recuperación de la Opep, el cuestionamiento del Alca en la cumbre de Quebec, la visita de Fidel a Caracas en octubre de 2000 y en agosto de 2001, y la alianza con Cuba. Y el punto de inflexión, que fueron los hechos del 11 de septiembre y el viraje reaccionario de la política exterior de los Estados Unidos, absolutamente irracional, y la posición que adopta Chávez frente al terrorismo y de rechazo a esa conducta guerrerista gringa. Tal política de Bush cambia el panorama de los nexos con los Estados Unidos, porque Chávez se había reunido en dos ocasiones con Clinton y existía un diálogo respetuoso.
Por otra parte, la correlación de fuerzas en América Latina es muy desfavorable. Imperan los gobiernos neoliberales aliados de los Estados Unidos. No se ha iniciado el proceso de ascenso de gobiernos progresistas. Lula empieza a gobernar en enero de 2003 y Kirschner asciende también ese año. Y la izquierda descubre que en Venezuela hay una revolución cuando le dan el golpe fascista a Chávez y el pueblo junto con los militares lo restituyen en cuarenta y ocho horas.
Es importante enfatizar que los medios de comunicación privados eran dominantes e imponían sus matrices de opinión, solo contrarrestadas por el verbo de Chávez. Recuerdo, cuando él regresa de una gira internacional en octubre de 2001, proyectamos una gran manifestación frente a Miraflores para recibirlo y cuando hicimos el acto resultó muy pequeño. Había un enfriamiento en el pueblo, estaban explotando mucho las críticas a los viajes del Presidente y logran posicionar eso con mucha fuerza. Él realiza una cadena oficial de radio y televisión para informar sobre la exitosa gira y la contrarrevolución moviliza sus recursos de comunicación y logra esa noche generalizar en los barrios de la clase media el primer cacerolazo de rechazo a Chávez y contra la revolución. Después ocurre una escalada acelerada de declaraciones de la Confederación de Trabajadores de Venzuela (CTV) y de Fedecámaras. Ya se han hecho las elecciones fraudulentas en la CTV y se ha autoproclamado presidente el adeco mafioso Carlos Ortega. Entonces, todos los entes opositores presionan a Chávez para que no apruebe las Leyes Habilitantes y se crea un foco de tensión. Fedecámaras y la CTV, con el aval de la cúpula de la Iglesia Católica llaman al primer paro nacional empresarial para el 10 de diciembre de 2001. Visto ahora es evidente que ya existía el plan del golpe de Estado y lo que hacían era ejecutar las acciones.
Las leyes se convierten en el pretexto para presentar el proyecto contrarrevolucionario. En realidad, Bush ha decidido derrocar a Chávez y esto coincide con el deseo de la oligarquía venezolana que es estimulada y apoyada por el imperio. Ocurre así su reagrupamiento a partir de los medios de comunicación, Globovisión en primer lugar, la CTV, Fedecámaras y la cúpula derechista de la Iglesia Católica. Son los factores que lideran esta nueva etapa.
Nosotros tenemos un debate muy duro con Miquilena en la dirección del MVR. Recuerdo que para el 6 de diciembre de 2001, que se cumplía el tercer aniversario de la elección de Chávez, un señor llamado Alejandro Peña Esclusa, agente de la CIA, convocó a una marcha de ensayo para tomar Miraflores, para que se fuera Chávez y renunciara. Eran jugadas de ensayo. Peña Esclusa es un claro agente de la CIA que cumplía el papel que hoy desempeñan María Corina Machado y Leopoldo López: la vanguardia violenta que hace el trabajo sucio.
Entonces, el Comando Táctico Nacional del MVR dos días antes se reúne en el despacho de Luis Miquilena, tuvimos un debate. No olvido la posición de Elías Jaua y la mía, enfrentados a Miquilena, pues él y su compinche Ernesto Alvarenga sostenían que nosotros no debíamos convocar al pueblo a la calle sino dejar que marcharan y contenerlos entonces en la puerta de Miraflores y que después se retiraran. Tal postura la habían defendido en otras circunstancias cuando se hacían marchas para tratar de asaltar la Asamblea Nacional. Tuvimos un debate muy severo y triunfó la posición que sosteníamos Elías Jaua y yo, de convocar al pueblo, que salió a defender la revolución en la calle. Peña Esclusa no pudo llegar a Miraflores. Era el ensayo para colocar en la mente de la base social opositora el asalto a Palacio, que después ejecutarían el 11 de abril.
Luego realizan el paro empresarial del 10 de diciembre, que fue un fracaso, pero los medios dieron una imagen diferente, que había sido todo un éxito. Ya en ese diciembre el Comandante nos reunió a un grupo en Miraflores; estábamos Elías Jaua, Aurora Morales, Cilia Flores, William Lara, Diosdado Cabello y yo. Nos planteó toda la información que tenía alrededor de Miquilena y su fracción, que definitivamente estaba atemorizado y no quería seguir. Hay que recordar el poder que tenía Miquilena, era el segundo en el MVR, ministro del Interior y jefe de una mafia empresarial mezclada con su grupo político, donde había parlamentarios, jueces, y hasta algún gobernador. Discutimos, hicimos un balance y Chávez dijo: “Bueno, en la masa del MVR no nos llevan a nadie, en el grupo parlamentario pueden hacer un daño, pero mantenemos la mayoría”. Hicimos un balance de fuerzas y nos preparamos para derrotar a la nueva fracción que abandonaba el tren. Porque el objetivo de ellos era quitarnos la mayoría en la Asamblea Nacional el 5 de enero de 2002.
Después del 10 de diciembre se da una definición de la corriente de Miquilena, se desprende paulatinamente y se suman al núcleo golpista que dirigía Fedecámaras, la CTV y la Embajada gringa, junto a Globovisión y las otras televisoras, ese era el núcleo golpista, dinamizador del golpe. La revolución se deslastra y sigue adelante.
Ese 5 de enero, en el debate para elegir al presidente de la Asamblea Nacional, perdemos la mayoría y en medio de la discusión la recuperamos con un diputado. Y así pudimos elegir a William Lara. Después, nos defendimos con los 83 diputados, de mil formas, hasta el último día que terminó esa Asamblea Nacional, el 31 de diciembre de 2005. El objetivo de la contrarrevolución era controlar la Presidencia de la Asamblea Nacional, tener una directiva a su favor con una mayoría y dar el golpe parlamentario, para destituir al presidente con alguna fórmula seudo constitucional respaldada por el Tribunal Supremo, donde Miquilena tenía gran influencia. A partir de ahí arrancan con un proceso de desestabilización total en el país, las televisoras, la radio, los rumores, todo. Noventa días después ejecutan el golpe.
Siembran descontento y miedo en la mayor parte de la clase media, que se convierte en la base social de la contra, a pesar de que la Revolución Bolivariana, y Chávez en particular, siempre la incluyó en el proyecto e hizo todo lo posible, como hoy, para beneficiarla con políticas específicas, basadas en el respeto de sus intereses reales, no aquellos que le han inculcado históricamente.
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Desde la llegada de Bush en enero de 2001 hasta el 2 de febrero de 2003, se configura aún más la contrarrevolución. Es determinante el cambio de la política de los Estados Unidos, porque potencia las tendencias fascistas, intolerantes, todo ese odio que se sembró en la sociedad en 2001 y 2002 de manera terrible. Este último año arranca con el intento de golpe parlamentario aludido y luego se desatan todas las fuerzas reaccionarias nacionales e internacionales. Fracasan en abril y siguieron intentándolo. Emprendieron numerosas acciones para acorralar al Comandante, a fin de que renunciara o destituirlo por medio del Tribunal Supremo, o acortando su tiempo presidencial u otros subterfugios.
Después de pasar el tiempo hemos conocido mejor la obsesión que tenía Bush contra Chávez, todo lo que nos han contado algunos expresidentes latinoamericanos. Uno de ellos me dijo que las dos o tres veces que habló con Bush veía que su rostro y sus ojos cambiaban cuando mencionaba a Chávez, que hablaba con odio y deseos de revancha. Además, Bush y su equipo eran unos locos de la guerra, capaces de destruir a Afganistán e Irak, y venir contra nosotros con esas locuras que ensayaron. En 2002 se aplicaron todas las tácticas de guerras políticas habidas y por haber contra el poder bolivariano. Quizás les faltó utilizar la guerra económica que nos han aplicado ahora, es una guerra de guerrillas de la distribución. Es la última carta que les queda, y se la van a jugar completa y nosotros también nos la vamos a jugar completica. Y vamos a ganar como en 2002, no tenemos dudas. Ese año se demostró la firmeza y la sabiduría de Chávez para manejar todas las circunstancias. Porque realmente estábamos rodeados de gobiernos aliados del imperio y su capacidad de maniobra internacional era muy baja. ¿Con quién contábamos a nivel internacional? Con Fidel, que es bastante.
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¿Qué balance tentativo hacemos sobre esta primera etapa de la revolución y cuál es el significado que tiene desde la perspectiva actual? Son los años de definición del carácter revolucionario del proceso bolivariano, y de creación de la fuerza que lo sostiene y desarrolla. Se consolidó una base sólida de apoyo ideológico y político, sin romper totalmente con los métodos de la democracia burguesa y en condiciones de acoso y aislamiento internacional, dada la correlación de fuerza adversa que teníamos y de dominio y hegemonía absoluta de los medios de comunicación por parte de la burguesía y el imperio. Condiciones muy difíciles, que demuestran que solo en un lugar donde se da una ruptura cultural, ideológica y política con los factores dominantes, incluidos los medios de comunicación, se puede avanzar a contracorriente de lo que determinan las recias fuerzas imperiales.
Sin lugar a duda, el imperio dispone de potentes armas políticas, económicas, militares, conspirativas y comunicacionales. Y cuando apunta con todas ellas a un país como Venezuela y a un líder como Chávez, los retos a encarar son complejos. Venezuela demostró tener una fuerza histórica y moral que le permite salir airosa de cualquier forma de agresión. Y ello a pesar de que cuando se cierra este primer ciclo de la revolución en febrero de 2003, todavía el pueblo no ha recibido los beneficios del proceso bolivariano, pues en realidad no había entrado a los hogares, a la familia. Los ataques y conspiraciones permanentes impidieron que la Revolución pudiera desplegar un conjunto de políticas que verdaderamente ayudaran a superar la pobreza y la miseria que seguían pululando de distintas formas. La consigna del pueblo en esa etapa fue muy clara y llena de simbolismo: “Con hambre y sin empleo con Chávez me resteo”.
Nuestro líder nunca se dejaba encasillar en un solo partido, en un solo grupo. Siempre estaba tras la expansión del partido y del movimiento de masas de los distintos sectores. En 2001 se dio un proceso de preparación del MVR para el choque que venía, de reuniones permanentes y, además, de ejercicio político de un equipo, de consulta, de debates intensos en la dirección. Chávez debatía de forma cruda, sin medias tintas, y había confrontación de ideas. Él siempre tuvo la visión del pueblo como gran fuerza transformadora, y de tener a ese pueblo educado, activado, y apoyarse en él, en sus movilizaciones, en su conciencia, y le hablaba a ese pueblo como elemento central. Él no fue un dirigente de partido o para el partido.
También tuvo muy claro la necesidad de fuertes movimientos sociales y que era menester ganar la hegemonía social y cultural en el pueblo, con poderosos movimientos, tanto los tradicionales como otros que surgieran de la nueva realidad.
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Luego del golpe de abril de 2002, el comandante Chávez promueve el diálogo nacional y la oposición lo boicotea, al suponer que lo hacía porque estaba a punto de caer. Pronto inician la conspiración para el nuevo intento golpista, esta vez con el paro petrolero de diciembre de 2002. El 8 de noviembre el Presidente crea una Comisión de Diálogo, Negociación y Acuerdos. Por nuestra parte era presidida por José Vicente Rangel y la integraban Aristóbulo Istúriz, María Cristina Iglesias, Roy Chaderton, y Ronald Blanco la Cruz por los gobernadores, y por los diputados mi persona. Chávez sabe que la contrarrevolución intentaba una nueva insurrección golpista y busca una vía de diálogo para tratar de distender y encontrar un camino de entendimiento, siempre dentro de la firmeza de la revolución. En eso nuestro líder deja como herencia la escuela del diálogo, de buscar acuerdos dentro de la Constitución. Con ellos allá, y nosotros aquí.
La comisión se instala en medio de pronunciamientos de los generales que participaron en el golpe de abril, quienes desde el 22 de octubre montan un show en la plaza Altamira, con el apoyo logístico, político y personal del alcalde Leopoldo López y el respaldo de toda la oposición, que los convierte en sus héroes… En tal escenario, Chávez convoca al Secretario General de la OEA y solicita la presencia técnica del Centro Carter. Nos orienta buscar alguna vía que permita evitar una espiral de violencia, para encaminar de modo pacífico el conflicto y desmontar la movilización en la plaza Altamira. Nos pusimos a trabajar. A finales de noviembre él decide tomar la Policía Metropolitana y desmembrarla, porque la estaban utilizando para atacar al pueblo y esta era la punta de lanza para el nuevo golpe.
Mientras sesiona la Comisión de Diálogo, Negociación y Acuerdos, ellos llaman al paro nacional para el 2 de diciembre, negándose a avanzar en la agenda de paz que nosotros proponíamos en la Mesa. El 4 de diciembre plantean una conversación para suspender el paro, pues se acercaban las Navidades, y su única petición es que retiráramos el ejército de la Policía Metropolitana y se le devolviera al alcalde golpista Alfredo Peña. Y empieza una discusión fuerte sobre eso. El 5 de diciembre llegan con un brillo extraño en la mirada, se despiden y ofrecen apoyo para cualquier cosa que pudiera pasar y desatan el paro petrolero sin aviso, ya lo tenían preparado. Y al día siguiente, el 6 de diciembre, sucede la masacre en la plaza Altamira, provocada por un demente que ha sido manipulado por especialistas con tal fin diabólico. Tiempo después, una periodista de El Universal contó que el traidor Pablo Medina, el mismo día 6 de diciembre en la tarde, dijo: “Pendientes hoy, que va a suceder algo muy grave y ahora sí cae Chávez”. Como en abril, derraman sangre inocente para lograr sus aviesos fines. Y lo hacen la noche en que la Mesa de Diálogo estaba cerca de una acuerdo para levantar el paro. Y desatan la ola más alta de odio e intolerancia que nosotros hemos vivido en todos estos años. Salieron a las calles a buscarnos para matar a cuanto dirigente bolivariano encontraran y acusaron una y otra vez a Chávez de ser el culpable de la vil acción.
Estaba prevista una marcha del pueblo bolivariano para el siguiente día, y luego de ocurrir lo de Altamira varios dirigentes nos reunimos para evaluar la situación. Algunos querían cancelar la marcha y la mayoría saltamos como tigres: “¿Suspender la marcha?”, dijimos. “Lo que hay es que sacar al pueblo para la calle”. Si la suspendemos y nos desmovilizamos asaltan el poder. También recuerdo la impresión que tuve cuando vi a Chávez esa noche en Miraflores. Nosotros, siempre, en momentos difíciles nos íbamos para Palacio, todos. Serían las 10:30 p.m., y mientras estamos en la puerta de Miraflores vemos a Chávez que viene caminando por el pasillo, con una serenidad, una paz, una cosa fuera de este mundo, ¡fuera de este mundo! Entonces, le describimos lo que ha pasado. “¿Y qué opinan ustedes que debemos hacer?”, pregunta él. “¿Ustedes creen que yo debo hablar?”. Y le respondí: “Sí, cómo no, tiene que hablar Comandante, es importante, para que mande un mensaje de paz”. Y de inmediato hizo sus declaraciones al país, ecuánimes, convincentes, y su palabra hace bajar las tensiones. Al siguiente día se da la marcha, gigantesca, y el pueblo levanta su voz de repudio al crimen y a los manipuladores que querían repetir el golpe de abril usando el paro petrolero y el efecto emocional de la masacre. Con la gente en las calles y rodeando las instalaciones de Pdvsa donde los trabajadores y gerentes patriotas resistían el sabotaje, se construye una épica de victorias basada en la alianza estratégica cívico-militar. Por segunda vez en pocos meses esta prueba su eficacia revolucionaria y a fines de diciembre se ha derrotado el intento del golpe petrolero.
El pueblo civil y uniformado cobra más conciencia de su papel y se consolida una poderosa vanguardia que no bajaba de 30 % de la población; una vanguardia vigorosa, amplia y grande, con una alta capacidad de movilización. Y el pueblo cuando tiene un combate y define al enemigo claramente, va y se lo traga.
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En ese período de 2002-2003 la revolución define su fuerza real y logra prevalecer frente a todos los ataques golpistas. Y Chávez afianza su liderazgo nacional e internacional, un gran líder, el único del país. Y además se robustece frente a la adversidad, que es lo más importante, y logra construir una heroicidad que lo hace un ser único para la gente. Es el héroe del pueblo, y se convierte en la gran motivación de vida de millones de personas, quienes hasta ese momento no han recibido el beneficio de la revolución. Porque no es sino hasta después de mayo de 2003 que comienzan los primeros pasos de Barrio Adentro, la primera misión social donde Chávez puede anunciar de manera sostenida algo bueno para los humildes, una esperanza tangible. En toda la etapa anterior estuvimos solo en resistencia, en combate; pero no había construcción, solo existían ilusiones, y los pueblos se mueven en base a la esperanza y son capaces de resistir por ella, pero necesitan pruebas de que el futuro puede ser mejor. Si estás aferrado a un porvenir justo eres capaz de transitar no sé cuántos desiertos, como decía Chávez.
Esta etapa de resistencia demuestra el desarrollo acelerado de una vanguardia muy sólida, y gradúa a Chávez de héroe y supremo conductor de nuestro pueblo. Antes, solo la Revolución Cubana, en la circunstancia de ser una revolución armada con amplio apoyo popular y un líder excepcional, pudo superar todos los procesos de hostigamiento, bloqueo, agresión, ataques del imperio y de los enemigos internos.
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¿Qué errores y experiencias negativas existieron en esos cuatro años? Siempre he creído que el desliz de aquel momento fue haber sobrestimado nuestras fuerzas, antes de que se produjeran las tensiones y los enfrentamientos fundamentales. Nos creímos invencibles y que la revolución era irreversible, y eso es un error. Ninguna revolución es irreversible, ni es invencible. Eso sucedió porque en apenas año y medio tuvimos siete victorias electorales, trabajadas, pero bastante cómodas, y traíamos el viento a favor. Ese es el primer error.
Lo otro es que subestimamos las intenciones de los enemigos de la patria y también sus fuerzas. Subestimamos, incluso, informaciones fundamentales sobre la conspiración de abril. Tales pifias e ingenuidades se lograron subsanar gracias a la sabia conducción de Chávez. Él lograba armar un sistema de anillos de dirección: políticos, gubernamentales, militares, e iba conduciendo los distintos frentes y las distintas coyunturas. Siempre se apoyaba en equipos, consultaba opiniones, abierto a las distintas opciones, con una gran perspicacia para evaluar las variantes. Tenía plena conciencia de que dirigía una batalla política, porque siempre nos han querido llevar a una guerra de carácter militar, que es el objetivo del Comando Sur y de todo el imperialismo, llevarnos a una guerra militar, obligarnos a transitar ese camino. Algo así como Rómulo Betancourt en los sesenta, que provocó a la izquierda y la lanzó para la guerrilla y esta fue para el monte. Nos quieren sacar de este camino para marcarnos como una revolución violenta, una revolución armada, un estigma para detener lo que creo que es una segunda oleada de transformaciones que vienen en América Latina.
Todas las fases tienen sus características. En 2001-2002 nos sorprendió que el enemigo buscara un atajo violento, porque creíamos que se iba a dar un proceso donde se respetara la democracia, de convivencia y respeto, como nosotros lo hacíamos. Hubo momentos de ingenuidad, que superamos en la pelea. Ganamos las experiencias y también todos los combates. Otra de las enseñanzas de ese período, es que de las pruebas más difíciles que imponen los enemigos de la revolución, surgen los nuevos valores, los nuevos liderazgos y emerge la nueva conciencia. El pueblo en 2003 no es el mismo que aquel que empezó en 1999 la revolución, esperanzado, pero aún inocente. Las luchas que ejercita en esos primeros cuatro años lo apalancan y “restean”, y dice si hay que ir a una guerra, pues vamos para una guerra. De ahí brotan experiencias vitales, una gran escuela, y se forma una auténtica vanguardia revolucionaria popular.
Otra enseñanza es que las derrotas propinadas a la contrarrevolución permitieron la estabilidad económica y política y la expansión social del país en los años siguientes. Fue posible así implementar las políticas trazadas en la Constitución y se encontró el rumbo para el desarrollo del concepto de las misiones y grandes misiones, como reivindicadoras de la igualdad social, de la felicidad del pueblo, de los conceptos bolivarianos. Es esa la conclusión principal.
El dilema de hoy es el mismo de aquellos primeros años: revolución en paz o con violencia, armada. Tal es la disyuntiva, porque los pueblos de América Latina nunca se han entregado, y después de haber vivido esta época progresista, “el velo se ha rasgado; ya hemos visto la luz y se nos quiere volver a las tinieblas”, como expresara el Libertador en la Carta de Jamaica. ¿Acaso luego de vivir esta etapa virtuosa y de avances, creen las oligarquías y el imperialismo que será posible volver a someternos en Venezuela a los esquemas de dominación anteriores de un grupo de improvisados, de los magnates económicos? ¿Piensan que esos grupos fraccionados por sus mezquinos intereses económicos, pueden tomar la dirección política de la patria de Bolívar? Es imposible, ¡imposible! Entrarían en un círculo de caos, que lo resolvería el pueblo con las armas, no podría resolverlo de otra forma. Va a imponer su fuerza y su razón de esa manera.
Y este es un pueblo de guerreros, que ha creído en la palabra de la paz y de los cambios democráticos, porque Chávez demostró que es el camino. Es la misma disyuntiva que resolvimos el 19 de abril de 1997: ¿Por qué sendero nos vamos? Y Chávez nos dijo: “Hay una ventana táctica en la oportunidad electoral, vamos por ahí”. Y nos fuimos. La senda ahora se ha ensanchado y la vía es más clara, y tiene una carta de navegación que es la Constitución, por donde hay que encauzar la revolución; pero la revolución jamás entregará el poder político. No lo hizo en los momentos tan difíciles de 2002 y no lo hará nunca. Y la contrarrevolución interna y la oligarquía internacional y el imperialismo deben saber que tienen que aprender a convivir en Venezuela con una revolución socialista, de carácter bolivariano.
Seguiremos perseverando en el rumbo del diálogo político, como nos enseñara Chávez, el camino de la diplomacia, de la palabra, y sorteando las inmensas arremetidas de la intolerancia y el odio. Fidel lo dice siempre cuando hablamos con él: hay grandes amenazas para la humanidad en este momento y preservar la Revolución Bolivariana y la Revolución Cubana son los dos elementos fundamentales para resguardar el camino de la emancipación de nuestra América.
Cuba en su período largo desde 1959 y después del derrumbe del bloque socialista, fue la única luz que se mantuvo a costa de grandes sacrificios, para ver la llegada de una ola revolucionaria, anunciada por Fidel, luego del desastre del neoliberalismo en América Latina. Casi como un profeta, él anunció la llegada de esta ola. Ahora no es Cuba sola, ahora vamos con Venezuela, Bolivia, Ecuador… Hay un bloque duro en el Alba y hay otros procesos y movimientos sociales en ascenso. Además, con grandes alianzas mundiales, este es otro mundo diferente, ya no es unipolar como en los primeros años que vivió nuestra revolución. Hay una China decidida, fuerte. Esta China de hoy ya ocupa su lugar geopolítico en el mundo, de gran potencia, con conciencia de su rol. Igual que la Federación Rusa, con una economía muy sólida, que posee un gran prestigio en el mundo. Putin tiene un liderazgo definido, muy acosado por el imperialismo, por la OTAN, lo cual lo ha llevado a definiciones más claras.
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La gran lección del período que analiza el libro, Hugo Chávez y el destino de un pueblo, es que las victorias logradas entonces permitieron abrir la posibilidad de una Venezuela del siglo xxi. Lo otro habría sido retroceder al siglo xix