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Este libro es la tercera parte de una biografía que el autor saldará en la cuarta entrega y recorre la vida de Chávez desde el 3 de febrero de 2003 hasta diciembre de 2006. En el segundo cuatrienio del proceso revolucionario ocurren avances y nuevas definiciones medulares, en especial su rumbo socialista de sello bolivariano. Se trata de una fase expansiva cuyo punto culminante es el triunfo del biografiado en los comicios presidenciales del 3 de diciembre de 2006. ¿Cuánto logra adelantar Chávez en el novedoso derrotero socialista que ha concebido y qué contribuciones realiza en esos cuatro años de ofensiva ininterrumpida de la Revolución? Esas dos preguntas esenciales subyacen a lo largo del texto.
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Edición: Ernesto Pérez Castillo
Diseño de cubierta: Ernesto Niebla Chalita
Diseño interior:Ileana Fernández Alfonso
Fotos: Ministerio del Poder Popular para la Comunicación y la Información
y Prensa Presidencial de la República Bolivariana de Venezuela
Corrección: Ricardo Luis Hernández Otero
Composición: Madeline Martí del Sol
© Germán Sánchez Otero, 2022
© Sobre la presente edición:
Editorial de Ciencias Sociales, 2022
ISBN 9789590624278
Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.
Instituto Cubano del Libro
Editorial de Ciencias Sociales
Calle 14 no. 4104, entre 41 y 43 Playa, La Habana, Cuba
www.nuevomilenio.cult.cu
El sistema de gobierno más perfecto, es aquel que produce mayor suma de felicidad posible, mayor suma de seguridad social y mayor suma de estabilidad política.
Dignaos conceder a Venezuela un gobierno eminentemente popular, eminentemente justo, eminentemente moral, que encadene la opresión, la anarquía y la culpa. Un gobierno que haga reinar la inocencia, la humanidad y la paz. Un gobierno que haga triunfar bajo el imperio de leyes inexorables, la Igualdad y la Libertad.
Simón Bolívar
Discurso de Angostura, 15 de febrero de 1819
Yo, cada día me convenzo más, capitalismo y socialismo. No tengo la menor duda. (…) Al capitalismo hay que transcenderlo por la vía del socialismo. ¡Por esa vía es que hay que trascender el modelo capitalista!
Hugo Chávez
Discurso en el Foro Social Mundial en Porto Alegre,
30 de enero de 2005
(…) nuestro socialismo, un socialismo profundamente democrático, profundamente venezolanista, un socialismo bolivariano, un socialismo incluyente, que nos permitirá construir ese país que Bolívar soñó y queBolívar lloró, y que nos permitirá cumplir el mandato de Bolívar en Angostura (…).
Hugo Chávez
Juramentación del Comando Nacional Zamora,
6 de noviembre de 2007
Hugo Chávez y el socialismo bolivarianoes la tercera parte de una aproximación a su biografía, que saldaré con la cuarta entrega.
El primer tomo abarca desde que nace el 28 de julio de 1954, hasta su triunfo electoral en diciembre de 1998, lapso en que se forja el líder y comienza a impactar el curso histórico de Venezuela. El segundo libro expone los decisivos años iniciales de la Revolución Bolivariana: entre el 2 de febrero de 1999, fecha en que Chávez asume como presidente, y el 2 de febrero de 2003, día en que anuncia la derrota del golpe petrolero, cerrándose de tal modo la intensa y fecunda etapa inicial de la Revolución.
La presente obra recorre su vida desde el 3 de febrero de 2003 hasta diciembre de 2006. En este segundo cuatrienio del proceso revolucionario ocurren medulares avances y nuevas definiciones estratégicas, en especial su intención socialista de sello bolivariano. Es esta una fase expansiva, cuyo punto culminante es el triunfo de Chávez en los comicios presidenciales del 3 de diciembre de 2006, en que obtiene 63 % de los sufragios, el más alto de su historia.
Eventos y procesos acontecen sin pausa: misiones sociales; referendo revocatorio –que deviene confirmatorio–; proclamación del carácter antimperialista de la Revolución; esgrimas frente al imperio y la contrarrevolución “pitiyanqui”; definición inicial del proyecto de cambios orientado a crear el socialismo bolivariano, cristiano, indoamericano, marxista…, del sigloxxi;amplias cosechas sociales, económicas y políticas; consolidación de la unión cívico-militar; avance de la hegemonía revolucionaria en los poderes del Estado e intenso despliegue internacional del Comandante-Presidente, que incrementa su influencia mundial.
Deseo contribuir a que este momento de la vida del líder bolivariano y de la Revolución, sea comprendido en su esplendor y también se avisten los desatinos, obstáculos y acechanzas externas e internas. El insigne barinés sigue inmerso en un remolino histórico, que él contribuye como nadie a desatar y a encauzar. Por tal razón, su quehacer es inseparable de la Revolución Bolivariana, aunque el libro no pretende ser la historia de ella.
¿Cuánto logra adelantar Chávez en el novedoso rumbo socialista bolivariano que ha concebido y qué aportes realiza en esos cuatro años de ofensiva ininterrumpida de la Revolución? Esas son dos preguntas que subyacen a lo largo del texto.
El método que empleo armoniza la narración sobre la vida del biografiado, incluidas sus facetas humanas, con el análisis de los procesos en curso. Busco mostrar así, al rojo vivo, las diversas virtudes de Chávez y su liderazgo, sin ocultar deslices o flaquezas asociadas al ejercicio multidimensional del poder. Aunque en ocasiones el lector podría suponer que uno u otro pasaje es fruto de la imaginación del autor, todos ellos son verídicos. En muy pocos casos añado matices, palabras o gestos, necesarios para facilitar la comprensión.
Tomo de hilo conductor la interacción de Chávez y el entorno nacional e internacional. Realzo sus ideas y conductas públicas y privadas, pues los lectores suelen conocer el desenlace de los principales sucesos, mas desean ponderar los procesos menos visibles.
Empleo tres puntos de vista para exponer e interpretar lo que acontece: el del protagonista –la mirada principal–; la percepción de quienes le rodean –amigos, familiares, compañeros, gente común, adversarios políticos–; y mi propio enfoque. Intento ofrecer de tal manera una visión exhaustiva del biografiado, incluso, si es necesario y ajustándome siempre a la realidad, mostrando el flujo interior de sus pensamientos y sentimientos.
Las fuentes son diversas. Utilizo en especial sus discursos, entrevistas de prensa y los programas de televisión y radio Aló Presidente, realizados en el período; también, los testimonios entregados al autor por amigos, familiares y compañeros de Chávez, y por disímiles ciudadanos. Otro insumo es la prensa escrita y materiales audiovisuales de esos años, en los que viví en Venezuela. Todas las referencias se indican como parte de la narrativa; tal es el caso de las numerosas citas de discursos, entrevistas de prensa y programas Aló Presidente. Además, empleo una amplia gama de libros, documentos, folletos e informaciones de Internet, referida al final de la obra.
Muy útiles resultaron las vivencias dentro del “huracán” revolucionario, en ese período donde las relaciones entre Cuba y Venezuela alcanzan el más elevado relieve. Fui beneficiado por la sabiduría de innúmeras personas del pueblo venezolano, con quienes sostuve espontáneos contactos y varias amistades. Pude apreciar mejor los complejos procesos de cambio en desarrollo, favorecido por los frecuentes nexos de trabajo y personales con el biografiado, otros dirigentes bolivarianos y varios militares. Fueron provechosos los intercambios con los colegas del cuerpo diplomático, periodistas y diversas figuras de la vida cultural, económica y de otros ámbitos venezolanos, incluso de manera ocasional con miembros de la oposición.
En Cuba y Venezuela, tuve el privilegio de compartir y aprender lo indecible con Fidel y miles de compatriotas, entre ellos, de modo especial, colaboradores cubanos de la salud, la cultura, el deporte y de otras áreas.
Este libro, por consiguiente, es una obra colectiva y su primer actor, el biografiado, es también el principal autor. A todos y todas: gracias. Y anticipo que soy el único responsable de las insuficiencias.
Vislumbro en los aportes del proceso bolivariano y de su líder durante los cuatro años aquí aludidos, un tesoro de enseñanzas para nuestra América, tan necesitada de auténticas alternativas anticapitalistas que adelanten proyectos de emancipación plena.
La Habana, mayo de 2022
5 de febrero, 2003. Al finalizar una extensa alocución de radio y televisión en el Palacio de Miraflores, Chávez observa que se acerca de buen ánimo el ministro de Defensa.
–Presidente, buenas noches, le traigo un regalo –dice el general y exhibe un portafolios que el barinés reconoce en un segundo.
–¡Apareció! –reacciona estupefacto, al percibir que es su viejo maletín de comandante del batallón de paracaidistas. Y, mientras agradece el gesto, observa de soslayo a dos edecanes que se acercan intrigados.
–Muchachos, este es el maletín que entregué el 4 de febrero de 1992, cuando estuve preso en el Fuerte Tiuna y nunca más supe de él –dice y levanta orgulloso el trofeo–. Es el mejor obsequio que he recibido en estos años –confiesa en voz baja y sus pequeños ojos pardos brillan, moteados de cierta nostalgia.
Mira el reloj, es casi medianoche y decide subir a su área privada del Palacio Presidencial, donde vive desde hace varios meses. Tiene ahí su habitación íntima, un comedor, una modesta oficina y un diminuto patio al aire libre. Lee de prisa papeles urgentes, ingiere una comida frugal a base de pescado, vegetales y arepas, paladea su último café guayoyo y va feliz para la alcoba, “como un niño con maletín viejo”, bromea a los subalternos.
A las dos de la madrugada, sin premura y vestido con la ropa de dormir, comienza a disfrutar el tesoro: fotos de sus dos hijas y del hijo, 12 años atrás, documentos del batallón de paracaidistas, un cuaderno de notas, el brazalete tricolor que usara durante la rebelión, mapas de la operación militar y, de modo destacado, elLibro azul, llamado así por el color de la carátula, que se ha desteñido al pasar de los años.
Rememora ese folleto, que concluyó a pocos días de la rebelión militar, e imagina ante sí al teniente Lugo Salas quien, con la única computadora del batallón, transcribe los textos que élredacta. Hasta que una madrugada, entre ambos, imprimen eldocumento donde se exponen las razones históricas y el programa político de la operación Ezequiel Zamora.
Revive instantes de aquel sábado 1 de febrero de 1992, en los que goza viendo jugar pelota a su vástago Huguito en una liga de béisbol pre infantil, junto a su entonces esposa Nancy y las dos hijas adolescentes, Rosa Virginia y María Gabriela. Desde el estrado sonríe, vocifera y aplaude y, sin dejar de mirar el partido, lleno de soterrada ansiedad, relee los papeles de la insurrección bolivariana que ya tiene encima.
¿Exagera acaso el filósofo galo Jean Paul Sartre, al afirmar que los seres humanos suelen vivir más plenamente sus actos cuando los recuerdan?
Un enjambre de sucesos fluye por su mente, mientras revisa el contenido del maletín. Evoca hechos cruciales y elucida detalles que antes no percibiera, hasta que, de súbito, oye cantar a sus dos gallos giros en el patio aledaño y cae rendido en brazos de Morfeo.
Tenía 28 cumplidos en la tarde del 17 de diciembre de 1982, cuando junto a otros tres jóvenes oficiales, hace un juramento bolivariano a la sombra del legendario Samán de Güere, en el estado Aragua, inspirado en el que realizara el mozalbete Simón en el Monte Sacro, el 15 de agosto de 1805.
Nueve años y 49 días después, dirige la rebelión militar más célebre de la historia venezolana, al convertir el revés bélico del 4 de febrero de 1992 en un laurel político que abre la puerta a la revolución.
Al salir de la cárcel, 25 meses y 22 días después, el sábado 26 de marzo de 1994, vísperas de Semana Santa, sin recursos materiales y de frente al régimen putrefacto, se lanza a las catacumbas del pueblo, organiza y une fuerzas, rechaza a quienes intentan doblegarlo mediante diferentes artificios o por medio de prebendas, y tantea la mejor manera de alcanzar el poder.
Tres años más tarde, en abril de 1997, logra madurar una estrategia revolucionaria pacífica y democrática, que desconcierta a los adversarios y los derrota en su propio terreno electoral, el 6 de diciembre de 1998.
Luego de recibir la banda presidencial el 2 de febrero de 1999, logra cambiar en diez meses las matrices del sistema estatal, en nexo fecundo con el pueblo civil y castrense. Primero, la mayoría de la gente avala a través de su voto que se convoque una Asamblea Constituyente, y la alianza que apoya a Chávez obtiene el 96 % de los escaños. En 120 días, el ente soberano elabora la nueva Carta Magna, muy avanzada e impregnada de ideas bolivarianas, y el 15 de diciembre de 1999 el pueblo la aprueba en referendo.
Siete meses después, en julio de 2000, los poderes se relegitiman en las urnas en el marco de la nueva Constitución. Él es reelecto con 59 % de los sufragios y crece el dominio y la hegemonía de la Revolución en todas las instancias del Estado y de la sociedad, aunque los adversarios aún dominan importantes estructuras y palancas de poder.
Desde febrero de 1999, el flamante presidente ha comenzado las acciones sociales y económicas a favor de los humildes y de la clase media empobrecida: articula la alianza cívico-militar en torno al Plan Bolívar 2000, de beneficios sociales directos e inmediatos para el pueblo, avanza en estabilizar la maltrecha economía y pone las primeras piedras de su desarrollo ulterior.Con tal fin, da un paso audaz en 2001 al aprobar 49 leyes, algunas muy relevantes como la de Hidrocarburos y la de Tierras. Además, a partir de 1999 emprende su estrategia petrolera y de política internacional, que depara a Venezuela un inédito rumbo independiente y soberano.
Una especie de ley de gravedad hemisférica hace que pronto Washington decida derrocar al culpable de tantas herejías: el 11 de abril de 2002, los acólitos venezolanos del imperio lanzan el zarpazo, mientras este actúa a la sombra. Y acontece lo que no imaginan: en menos de 48 horas la Revolución logra pulverizar la acometida.
Pero ocurre algo inesperado. Días después, en vez de aprovechar ese formidable triunfo para ahondar el proceso, Chávez decide acumular fuerzas y realizar una maniobra de engaño que confunde por igual a los enemigos, a varios de sus seguidores en Venezuela y a no pocos aliados y simpatizantes en el exterior.
Adopta una táctica de ganar tiempo y perder espacio de poder, a fin de consolidar las fuerzas cívico-militares, pues está seguro de que ellas deberán encarar pronto otra embestida adversaria. Esgrime la batuta del diálogo con todos los sectores, y se afana en mantener la paz y el respeto a la Constitución. Incluso, en gesto de buena voluntad, repone en sus cargos a los gerentes de Pdvsa cómplices del golpe de abril.
¿Cómo reaccionan sus antagonistas ante estas decisiones? Sucede una paradoja. Tales esfuerzos de paz son boicoteados por el gobierno de los Estados Unidos y por la contrarrevolución interna, al interpretar esa generosa postura como si fuera la crisis terminal del proceso bolivariano. Envalentonados, el 2 de diciembre inician la segunda acción golpista de 2002: paralizan el corazón económico venezolano, seguros de que disfrutarán la Navidad sin Chávez.
¿Solo los mueve el botín petrolero? En verdad, sus motivaciones son más amplias. Quieren abortar además el rumbo anti neoliberal iniciado por el audaz bolivariano, y derrotar sus posturas a favor de la unión regional y de un orbe multipolar. Han comprendido algo esencial en breve tiempo, incluso antes que buena parte de la izquierda de muchos países: la Revolución Bolivariana es un inesperado suceso global en los albores del siglo xxi, que rasga la hegemonía del capital transnacional y del poder imperialista en el “traspatio” del águila y deviene paradigma de emancipación.
El nuevo plan subversivo suma al paro empresarial el freno de la entidad petrolera estatal y el sabotaje a sus instalaciones. Y es avalado por casi todos los medios de comunicación privados, que despliegan una guerra sicológica con tintes fascistas. Buscan suscitar un escenario de caos y desasosiego –que logran en parte– y persisten en exigir la renuncia del presidente, estimular un golpe de Estado, y/o forzar el adelanto de elecciones presidenciales. ¿Acaso los sacrílegos de la estirpe de Chávez, pueden ser quemados en semejantes hogueras?
Esta vez en libertad, a diferencia de abril en que fue secuestrado, el Comandante-Presidente puede conducir de modo personal el contraataque del pueblo civil y uniformado. Y lo hace de manera impecable.
“Un día pasa, pero un momento no”, reza el proverbio indio. Así sucede entre el 2 de diciembre de 2002, día en que se inicia el paro subversivo, y el 2 de febrero de 2003, fecha en que el líder de la boina roja anuncia la victoria contra el golpe petrolero: otro momento crucial de la Revolución Bolivariana, en el que obtiene su segunda corona no electoral en menos de diez meses.
Tales desenlaces de abril y diciembre de 2002 hacen fraguar con más solidez los éxitos obtenidos por la Revolución en las urnas: Chávez consolida su liderazgo en la Fuerza Armada Nacional, afianza la alianza cívico-militar y consigue el mando de la industria petrolera, pilar de la economía. Un formidable triángulo de poder, cuya fórmula el barinés –amante de las matemáticas y de las ciencias políticas y militares– es diestro en despejar.
Comienza así en febrero de 2003 el segundo tiempo histórico de la Revolución Bolivariana, que se extiende hasta la desaparición física de su líder el 5 de marzo de 2013. Década vertiginosa de inmensos logros, a pesar de las vicisitudes creadas por los adversarios, de los escollos del sistema neocolonial heredado y de las debilidades y pifias de los dirigentes. Y también, debido al modelo político adoptado, que obliga muchas veces a un proceso de ensayo-error atestado de sorpresas y peligros.
¿Podría la Revolución progresar de otro modo? Chávez está persuadido de que no existe otra vía. El 12 de noviembre de 2004, en un taller de reflexión sobre el nuevo mapa estratégico del devenir bolivariano, lo expresa mediante un símil: “Una revolución avanza en medio de un caos. Claro, dentro del caos debe haber un orden, el caos tiene su propio orden, como la corriente de un río. El río choca, se devuelve, pero todo va en un orden. Así son las revoluciones”.
¿Qué enseñanzas es factible deducir de los quehaceres de Chávez inmerso en tales remolinos, entre febrero de 2003 y diciembre de 2006?
“El socialismo no ha muerto, estaba de parranda…”, proclamó con su alegría contagiosa al visualizar, entre escombros y cenizas, brasas del ideal socialista, y decidir reanimar la utopía insuflándole energías e ideas renovadas.
¿Cuánto logra adelantar junto a su pueblo en el ignoto derrotero emancipador de orientación socialista, durante esos cuatro años de ofensiva ininterrumpida de la Revolución Bolivariana?
Por iniciativa suya y de mutuo acuerdo, en los últimos meses de 2002 ha abierto un trámite de divorcio con Marisabel. Al despuntar 2003, acorde a la ley venezolana, discurre la fase de separación de cuerpos por 12 meses. Luego de convivir siete años, este segundo matrimonio de ambos les deja a Rosinés, un adorado retoño que ha cumplido cinco primaveras y acompañaa su madre en la ciudad de Barquisimeto, estado Lara.
Chávez no cesa de añorar a la niña. Ella le ha expresado por teléfono que en Caracas “hay candela”, al ver en la televisióntantas imágenes de violencia durante la coyuntura del golpe petrolero. Conversan a diario y él goza su ingenuidad y fantasía, como si estuvieran juntos. Saca tiempo para visitarla en Barquisimeto. La busca en casa de Marisabel, en un discreto barrio de clase media, y la lleva consigo a la morada de sus entrañables amigos, el gobernador del estado, Luis Reyes Reyes y su esposa, Marisol. Casi siempre se queda a dormir allí, para gozarla en la noche y parte de la mañana; le place jugar con la niña en el piso, hacer travesuras y responder sus ocurrentes preguntas.
Una vez, mientras observan las estrellas, le habla del universoy la niña comenta: “El universo sí es grande, papá, ¿y, quién hizoel universo?” Él le explica algunas ideas, y una es que Dios lo creó. Ella indaga: “¿Y eso es verdad?” Chávez balbucea: “Sí, creo quesí, pero nadie lo vio”. Y Rosinés: “Pero,¡qué trabajo le daría a Dios hacer todas esas matas y tantas estrellas!”. Él sonríe: “Sí,trabajómucho”. Hasta que la pequeña lo estremece con un reclamo: “Sí, pero Dios descansó el domingo, ¿verdad? Pero tú ni siquiera lo haces el domingo, porque estás enAló Presidente…”.
Ha cumplido 48 años y su salud es buena, salvo algo elevado el colesterol debido la ingesta de alimentos con excesiva grasa porque, a pesar de las indicaciones médicas, no pocas veces cede a las tentaciones. También es permeable a gripes y dolencias estomacales, en cuyo origen influyen momentos depresivos, lógicos en muchos seres humanos. La zozobra de los últimos meses le ha impedido hacer ejercicios físicos. Eso, unido a cierto desorden en su dieta, lo lleva a subir de peso y ya supera los 90 kilogramos, aunque no ha perdido su agilidad corporal.
El desborde de odio y violencia en grupos de opositores que habitan en el este de Caracas –donde se encuentra la Residencia Presidencial– hizo aconsejable a mediados de 2002 que se instalara en una pequeña área privada que existe encima de la planta baja de Miraflores. Concebida solo para pequeños descansos del presidente de turno, él acondicionó allí un minúsculo patio al aire libre, donde a veces juega chapitas conamigos y subordinados o lo utiliza para disfrutar de Rosinés y de su nieta Gaby, de similar edad, por ejemplo, enseñándolas a pintar.
En la azotea del Palacio trota y realiza otros ejercicios, para mantenerse en forma y bajar algunas libras, mas no logra hacerlo de manera estable, incluso después de los sobresaltos del año 2002. Más adelante, pide que le construyan una churuata en una parte del patiecito del área privada, con horcones de madera y techo de pencas de palma, igual a las moradas indígenas pero sin paredes. Convierte el peculiar sitio aireado en su ambiente de labor predilecto, donde lee documentos y libros, departe con sus hijos y sostiene reuniones con subordinados y extranjeros de cercanía personal. Crea así un espacio fresco y relajante, a su imagen y semejanza, especie de sucursal del llano: sencillo, diáfano y matizado por efluvios naturales.
A la vista, en otra reducida área, disfruta su jardín, donde enseña a un loro a hablar y hasta logra que repita “¡uh, ah, Chávez no se va!”, consigna que el pueblo reitera por doquier en esos días. Y le regalan y cría dos gallos finos de pelea, que lo deleitan cantando en las tardes.
Como gusta hacer desde niño, en ocasiones mira las estrellas y trata de desentrañar sus destellos y el entorno infinito de perpetua oscuridad. Marte es su planeta dilecto. Una noche en que después de varios años este se encuentra más próximo a la Tierra que lo usual, estira los brazos en dirección al astro. Así, de pie, metido en sí mismo, dialoga varios minutos con su yo profundo mientras enfoca al enigmático vecino espacial.
Fui testigo, en silencio, de esa especie de ritual, minutos antes de iniciar un encuentro de trabajo con él en la churuata. De súbito, sentí que estaba como poseído por una energía inusitada, acaso procedente del planeta rojo. ¿Sugestión suya, mía, o de ambos? Al concluir su trance, enfocó mis ojos, serio primero y radiante después, luego me saludó con el afecto de siempre y comenzamos a trabajar.
No pocas veces y casi siempre lleva razón, se deprime o molesta, incluso en extremo, debido a las complejidades y problemas del ejercicio del poder. Disfruta su ámbito familiar y de amistades pese a todo, y en ese universo íntimo es el ser humano de siempre: entrega su alma a quienes ama y hace suyos los problemas y dolores de los demás.
Sus dos hijas, Rosa Virginia y María Gabriela, y el varón, Hugo, siguen habitando en la residencia oficial. Él dialoga con ellos a través del celular, los ve a menudo en Miraflores o los incorpora a sus actividades, sobre todo a las hembras que son más apegadas. Sufre y asume los avatares de los tres, y es el cómplice más fiel y el principal aliado de cada uno. A veces se entristece, cuando alguno presenta problemas que él asocia casi siempre a falta de atención suya, debido al giro de su vida después del 4 de febrero de 1992. Es una cruz que arrastra y no puede soltar, tal vez de modo inconsciente, para exigirse tenerlos siempre cerca en cualquier circunstancia y porque los necesita para palpitar.
En ocasiones, luego de amainar las aguas turbulentas del golpe petrolero, en la noche ingresa a La Casona con una pequeña escolta –para no llamar la atención–, disfruta onomásticos y otros momentos de distensión junto a sus afectos y, de vez en vez, además de compartir con ellos, celebra reuniones de trabajo que pueden ser acompañadas de cena. Mas, el destino lo confinó a un pequeño espacio del Palacio Presidencial, que devino hogar permanente.
Siempre lo acompañan en Miraflores y en todas sus actividades, algunos jóvenes oficiales y otros edecanes más diestros. Estos últimos son casi todos participantes en la rebelión del 4 de febrero de 1992 y fungen como ayudantes principales y escoltas. Él se esmera en mantener cohesionado el grupo y lograr hasta donde puede que sea eficiente. Les exige por cada detalle y con frecuencia hace críticas fuertes a uno u otro miembro en un clima familiar, cual si fueran sus hijos e hijas. Suele renovarlos por razones diversas, salvo a unos pocos muy allegados y eficientes, casi todos subordinados suyos en el MBR-200, aunque también se ocupa de que ellos continúen su carrera militar.
A partir de mayo de 2003, debido a una circunstancia fortuita que relataré después, un pequeño equipo de médicos y otros especialistas de salud cubanos estarán siempre junto a él, en el Palacio y durante todos sus movimientos.
Dos sonoras bombas estallan el 25 de febrero de 2003 –en el consulado de Colombia y en la Embajada de España– y una tercera detona el 12 de marzo, en el edificio donde dialogan el gobierno y la oposición. Son las últimas patadas de ahogado lanzadas por los más violentos de la contrarrevolución, luego de fracasar el golpe petrolero.
Por su parte, los principales actores visibles de tal intento golpista –Carlos Fernández, presidente de Fedecámaras, Carlos Ortega, secretario general de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) y Juan Fernández, vocero de Gente del Petróleo– se dan a la fuga y salen del país.
Los dos Carlos son objeto de una orden de detención, acusados por la Fiscalía de cometer los delitos de rebelión civil, instigación a delinquir, conspiración, traición a la patria y devastación. El primero es arrestado, un juez lo envía a su casa por supuesta falta de pruebas, logra asilarse en una embajada y después salir de Venezuela. Ortega evade a la policía, también se asila y parte al exterior. Juan Fernández viaja sin problemas, al igual que los demás gerentes golpistas de Pdvsa.
De manera que los causantes de los muertos y cuantiosos daños a la industria petrolera y al país por el paro, los sabotajes y las acciones terroristas, quedan casi todos sin castigar, como ocurriera con los culpables del golpe de abril de 2002.
Chávez se convierte en la caja de resonancia de la indignación popular y de manera reiterada expresa críticas al poder judicial y exige rigor. Sabe que los tribunales a todos los niveles y buena parte de los fiscales, están copados por la corrupción y el compromiso con la IV República. Sin embargo, da pelea, a fin de restarles fuerzas y mantener movilizado al pueblo bolivariano para que se haga justicia, además de acelerar los cambios del sistema. Son instancias que no dependen de su arbitrio y está consciente de que la renovación de tales instituciones llevará algún tiempo.
Dice el 5 de febrero, durante su alocución para anunciar el control cambiario y de precios: “Yo recojo la voz de los venezolanos, de la gran mayoría: ‘No a la impunidad, que se imponga la justicia’. Bolívar decía que la justicia debe ser: ‘La reina de todas las virtudes republicanas’”. Y agrega: “Este Gobierno ha mantenido la ponderación, el apego estricto a la Constitución y a las leyes, pero que no se equivoquen los golpistas, (…) suficientes daños le han hecho a la población”.
El 22 de marzo, en el Foro Pensar la Revolución, en la Casa de Andrés Bello, califica de bandidos a los jueces corruptos y expresa que el Poder Judicial hay que refundarlo hasta la médula. Anuncia que ello va a comenzar en el año 2003 y que corresponde a la Asamblea Nacional aprobar las leyes. Exhorta a que el pueblo denuncie a los jueces corruptos, donde quiera que estén: “aquí los jueces toman decisiones y están tranquilitos en sus casas”. Y clama: “Esto no puede pasar de este año, es una necesidadapremiante para la vida de la República, para la paz nacional incluso”.
Evoca de modo reiterado a Bolívar en el Manifiesto de Cartagena, cuando explica a los habitantes de la Nueva Granada las causas de la caída de la Primera República y, entre otras cosas, alerta contra la impunidad. Cita al Libertador: “A cada conspiración sucedía un perdón y a cada perdón sucedía una nueva conspiración y ésta volvía a ser perdonada, y así fuimos cayendo en la clemencia criminal”. Clemencia criminal, subraya Chávez, que acabó con la Primera República.
A sus oídos han llegado criterios del pueblo y de cuadros de la Revolución sobre su benevolencia excesiva con los golpistas el año anterior y no quiere dejar dudas: esta vez no actuará como lo hiciera en los días y meses posteriores al 13 de abril.
Por ejemplo, sacude la mata en Pdvsa. Quedan despedidos más de 19 mil gerentes, empleados y trabajadores al no presentarse a sus puestos de trabajo, luego de tres llamados formales del presidente de la empresa. A diferencia de abril de 2002, Chávez adopta una posición dura: quienes se sumaron al paro sabían lo que hacían y no hay perdón para ninguno. Declara el 6 de marzo, en la juramentación de la nueva junta de Pdvsa: “Nadie puede decir ‘a mí me engañaron’, (…) todo el que abandonó su trabajo lo hizo a conciencia y si alguien viene a decirme que fue que lo amenazaron, entonces no queremos cobardes en una empresa tan estratégica como esta”. Y refiriéndose al nuevo papel de la entidad, afirma: “Esa empresa debe ser ahora y para siempre propiedad de la República y debe existir solo para impulsar el interés de la República y no los intereses personales de nadie, de ningún partido político o grupo social determinado. (...) Pdvsa debe ser mil motores encendidos y engranados con el país nacional”.
Tiene en sus manos las riendas para conducir el país, su pulso es firme y el pueblo bolivariano confía en él. Hasta los grandes sectores empresariales, que han sufrido cuantiosas pérdidas, admiten la derrota y se disponen a insertarse en la reactivación de la economía. Él no emplea en retaliaciones el nuevo laurel que ha conquistado. Al contrario, durante estos primeros meses de 2003 incrementa sus llamados a mantener la paz, el diálogo y el respeto entre todos los sectores del país: el público y el privado; los entes políticos, sociales y religiosos; la clase alta, media y popular.
A la vez, busca contribuir a que nazca una oposición respetuosa de la Constitución. En enero, a solicitud de ellos, se ha reunido en Miraflores con el presidente del partido Copei, Eduardo Fernández, y con el avezado político Teodoro Petkof –un renegado de la izquierda, que nunca es digerido por la derecha–, haciéndolo en presencia de dos obispos. El encuentro ha sido pactado de modo confidencial, mas aquellos lo revelan y él decide entonces comentarlo en su mensaje anual ante la Asamblea Nacional, el 17 de enero de 2003.
Enfatiza: “Con el golpismo, con el terrorismo y con el fascismo ni se dialoga, ni se negocia. ¡Se les derrota!”. A la vez, sostiene que el país necesita una dirigencia opositora democrática y racional: “¡Ojalá! –les decíamos a ellos–, ustedes tengan el coraje y la fuerza y el liderazgo para reasumir la dirección de esa oposición, en el marco de la Constitución y de las leyes”. Quiere reforzar esa variante, para aislar la agresiva política de Estados Unidos, que ha arrastrado a toda la oposición en la vía violenta.
Aclara en ese discurso que no siente rencor hacia los miembros de la clase alta de Venezuela y cuenta un diálogo con una señora que aparenta 50 años, quien se autocalifica de oligarca. Encontrándose en el aeropuerto de Maiquetía, la dama se le planta enfrente y dice: “Presidente, yo soy una oligarca, pero estoy contigo, tú tienes razón”.
Sorprendido, no demora en reaccionar. Le pide permiso para colocar las manos sobre sus hombros y darle un beso, diciéndole: “Mira, mija, tú seguramente perteneces a la clase alta”. Y ella: “Sí, Presidente. Y además estudié en el exterior, conozco el mundo, pero no es mi culpa, heredé riquezas de mi padre, quien era un hombre trabajador y honesto”. Chávez reacciona: “Lo que pasa es que no estamos de acuerdo los dos en lo que significa la palabra oligarca, yo creo que tú no eres oligarca, tú eres una mujer venezolana, eres tan venezolana para mí como Petra Gómez, la lavandera del barrio y tienes sus mismos derechos”.
Mientras la señora lo observa atenta, él sigue: “Yo no la quiero más a ella que a ti, ¡ah!, pero seguramente lo que sí me motiva más para atender como Presidente, son las circunstancias que rodean a Petra Gómez y a sus hijos, porque seguramente tú no tienes problemas en tu casa, ¿es así?” La dama responde: “No, Chávez, no tengo ningún problema, gracias a Dios, no me faltan ni médico ni escuela para mis hijos, ellos viajan, tengo una buena casa, así que por mí no te preocupes”.
Al concluir la anécdota, cierra su idea: “Ah, entonces a lo mejor a Petra Gómez, o cualquiera de los pobres de Venezuela, hay que dedicarles más esfuerzo, más atención, más prioridades, mas asignación de recursos, visitarlos mucho más, pero eso no significa que yo me sienta Presidente solo de los pobres de Venezuela. No. Yo soy Presidente de toda Venezuela y quiero serlo y pido ayuda para serlo”.
Este relato encierra obvias moralejas y una de ellas es trasladar un mensaje atractivo a los sectores medios. Ha dicho varias veces que Venezuela debe ser un país de una gran clase media. Y la define no solo por su nivel de vida material: será “profesional, trabajadora, dinámica, intelectual, estudiosa, con salud física, mental, espiritual y moral”.
También recuerda a los partidos de la oposición, que todos tienen su espacio para hacer política y acceder por la vía constitucional a las instancias del poder estatal. Reclama que lo usen con lealtad a la nación y sin excederse en el beneficio a sus adeptos. A quienes deseen cambiar la Carta Magna, les recuerda que la Constitución “tiene suficientes mecanismos, y bien dinámicos, para ser reformada”.
Sus mensajes de respeto a los que disienten de sus posiciones, no son nuevos. Tampoco su llamado al diálogo y a la cooperación, en el marco de la Constitución. Ni que él se siente Presidente de todos los venezolanos y venezolanas, convicción intrínseca a su filosofía ética y política.
¿Qué frutos darán tales empeños? ¿Cambiarán los oponentes sus formas inmorales de hacer política? ¿Cómo evolucionará el conflicto entre el sector golpista más reaccionario de la oposición, hasta ahora predominante, y el grupo que acepta la vía electoral?
Su recio carácter no solo se potencia durante las pugnas extremas. Es maestro de cultura militar y sabe que cuando se alcanza la victoria,ipso facto, hay que consolidarla y seguir adelante. Por eso ha resuelto que 2003 será un año de ofensiva revolucionaria y que nunca más peleará contra las cuerdas –así, con este símil boxístico, lo confiesa a sus íntimos. Comprende que no debe perder un instante porque, aunque los adversarios no han logrado su objetivo de derrocar la revolución, sí han afectado con severidad al pueblo humilde.
Se despliega en todos los escenarios. El primer aniversario de la victoria contra el golpe fascista del 11 de abril lo emplea para mantener a los antagonistas a la defensiva. Los actos políticos y la movilización popular de esos días son apabullantes y él no pierde un minuto para desmoralizar aún más a la contrarrevolución, envuelta en debates intestinos.
Ante más de un millón de personas congregadas en la avenida Bolívar el 13 de abril de 2003 –primer aniversario de la victoria popular contra el golpe fascista–, luego de dirigir con su recia voz a ese gigantesco coro que acaba de entonar el himno nacional, enciende aún más la llamarada roja:
¡Viva Venezuela! (Público: ¡Que viva!) ¡Viva la revolución bolivariana! (¡Que viva!) ¡Vivan los pueblos del mundo! (¡Que vivan!) ¡Viva Simón Bolívar! (¡Que viva!) ¡Viva el pueblo venezolano! (¡Que viva!).
¡Arriba esas banderas! ¡Arriba esos puños! ¡Arriba el alma! ¡Arriba el corazón! ¡Arriba pueblo! ¡Siempre arriba! Siempre arriba, nunca más estaremos derribados, ni debajo de la historia.
Anuncia que ha comenzado una cadena nacional de radio y televisión, lo que provoca más algarabía, y disfruta “un cafecito bien bueno” que le ha traído su madre de Barinas. Saluda a todo el pueblo de Venezuela y a todos los pueblos de la América Latina, del Caribe y del mundo. Y continúa, alborozado:
Tengo unos binóculos con visión nocturna. ¿Dónde están las mujeres? ¿Dónde están las mujeres revolucionarias? ¿Dónde están los hombres? ¿Dónde están los niños y las niñas? ¿Dónde están los caraquistas? ¿Y los magallaneros? Los salvaron los golpistas a los caraquistas este año. ¡Viva el Caracas y el Magallanes!
Al cabo de tal paréntesis beisbolero, incita a que comience la “ola bolivariana” y animado como un niño se divierte:
¿Quién comienza la ola? Que comiencen aquí en la tarima. Comienza la ola, Nicolás Maduro, que te estoy viendo allá con Pepe Rangel. Allá va la ola nocturna, se perdió más allá en la curva. Y de allá para acá, que comience allá. Comienza chamo, allá al fondo, allá… el que lanzó el cohete. Ajá. La ola, la ola de allá para acá. ¿Qué pasó? ¿Cómo que no hay sonido allá al fondo? ¿No me oyen al fondo, alláaaa? Ahí viene la ola, ahí viene, ahí viene... Es que es muy larga esa ola. Allá viene. Allá vieneee la ola bolivariana. Esa ola está recorriendo América, porque no solo se trata de la América Latina ya, o del Caribe.
La gente disfruta como siempre el sortilegio del líder, y empieza a corear el sabroso lema del momento: “¡Uh, ah, Chávez no se va! ¡Uh, ah, Chávez no se va! ¡Uh, ah, Chávez no se va!”
Yo les voy a decir algo con ese “Uh, ah”. A mí me gusta mucho ese “Uh, ah, Chávez no se va”, y sobre todo como lo toca el Grupo Madera, y como lo bailan las muchachas del Grupo Madera, y por ahí estaba también la Fosforito bailándolo, pero sabroso. Y por allá estaba la Antonia, la negra Antonia Muñoz bailando, pero de lo bueno. Y vi también a María Cristina dando vueltas, parece un trompo, pero les voy a decir algo, ah, con ese “¡Uh, ah, Chávez no se va!”, a mí ya me está preocupando, porque yo tengo que pedirles permiso por adelantado para irme el 24 de junio del 2021, me tengo que ir, tienen que darme un permiso. Vamos a ver, aclárenme eso porque yo necesito tener claro mi plan de vida. ¿Me van a dar o no me van a dar permiso?
Esta vez el inmenso coro resuena sus voces en impresionante armonía: “¡Nooooo!”, se escucha, y él pareciera que disfruta la imagen del hermoso salto de agua venezolano, el Salto Ángel, el más alto del mundo. Efusivas consignas y mensajes voceados por doquier, coronan el introito del discurso. Y él se carga de más brío, creándose una dialéctica que insufla energía al líder y a su pueblo, y genera un torbellino de emociones y pactos sobrentendidos.
A pesar de los afanes y recursos empleados por el gobierno bolivariano entre 1999 y 2002, que permiten detener el desplome de la economía, crear las bases para el despegue del primer plande desarrollo y mejorar los servicios de educación, salud y otros, el gobierno de Estados Unidos y la oligarquía logran retrotraer con sus dos acciones golpistas los niveles de vida de la gente.
En 2002 el PIB se contrae 8,9 % y sigue en picada: ¡cae 27 % entre enero y marzo de 2003! La tendencia es hacia una lenta recuperación. Febrero comienza con un desempleo superior 20 % (el más alto desde 1967) y los trabajadores del sector informal sobrepasan 50 %. La inflación, que bajó a 12,3 % en 2001, asciende a 31 % al cierre del año 2002, y sigue en aumento.
La salida de capitales pasa de 5044 millones de dólares en 1999a 8 259 millones en 2002, provocándose una estampida en enero de2003 que coloca en un nivel crítico las reservas monetarias del Estado: de 21 000 millones a mediados de 2001, se deslizan hacia los 12mil millones.
Las pérdidas por el paro y el sabotaje de la industria petrolera sobrepasan los 19 000 millones de dólares. Tal realidad provoca más pobreza: de 49 % en 1998, se reduce hasta 39 % en 2001, y en 2002 sube a 41,5 %, alcanzando 54 % en 2003.
La estrategia adversaria consiste en adjudicarle a Chávez la carga del desastre y, a través de encuestas inducidas, pretenden hacer creer que la gente quiere que se vaya. Basándose en el drama económico y social que han forjado, buscan obtener lo que no han conseguido en las urnas. Polarizan más la sociedad y refuerzan su apoyo en los sectores medios y pudientes, inyectándoles rencor, prejuicios ideológicos y hasta racistas.
Los oponentes internos, y el gobierno de Bush, buscan recomponer los instrumentos de subversión y se preparan para la revancha. Mantienen en pie su aparato productivo, financiero y comercial, al igual que los cañones mediáticos para desinformar y sumar adeptos. La Coordinadora Democrática (CD) sigue activa y Estados Unidos crea la fundación Súmate, especializada en el frente electoral y en maniobras para socavar las instituciones del Estado.
El 29 de mayo la Mesa de Diálogo y Negociación, integrada por miembros del gobierno y de la oposición, con el auspicio de la OEA, el Centro Carter y el Pnud, logra por fin un acuerdo al cabo de seis meses de debate. El documento refleja algo esencial: el respeto a la Constitución y, por ende, la aceptación de que la única variante para tratar de sustituir a Chávez tiene que ser por medios pacíficos y democráticos.
Ocurre una aparente paradoja: luego de fracasar en todos los intentos ilegales, el gobierno estadounidense y sus aliados venezolanos comprenden que la única vía inmediata para tratar de derrotar a Chávez es a través de un referendo revocatorio. Y este, de acuerdo con la Constitución, es posible activarlo a partir del 19 de agosto de 2003, al cumplirse la mitad del mandato presidencial.
Vencidos sus ataques antidemocráticos, los rivales del barinés se ven forzados a aceptar la norma constitucional y lo hacen convencidos de que podrán abatirlo. Han logrado retrotraer la economía a los niveles de 1998 y suponen que él no podrá resolver la crisis antes del evento que permitiría revocarlo. Otro duelo aparece en el horizonte cercano, y esta vez a dirimir en las urnas. Además, el sector más reaccionario de la oposición, también en contubernio con Estados Unidos, continúa aferrado a sacarlo con métodos ilegales.
¿Cómo encarar la nueva amenaza electoral y las acciones violentas por venir, en un escenario económico y social tan aciago? Chávez tiene conciencia de que los desafíos son enormes y de que el tiempo para cambiar la adversa situación es muy breve.
En julio de 2003, una encuestadora brasileña confiable –que le recomendara el presidente Lula– le comunica el resultado de su pesquisa: ¡Si el referendo se hiciera ese mes, perdería con un margen superior a 10 puntos!
Él aprecia con realismo la peligrosa situación y nadie lo ve desanimado. Al contrario, despliega sus energías en todos los ámbitos y contagia de optimismo a quienes están cerca y a millones que lo ven en la pantalla del televisor o en cualquier sitio.
Sabe que, no obstante los estragos provocados por los enemigos, la revolución ha endurecido su base de sustentación principal, la unidad cívico-militar, el pueblo bolivariano ha ganado más conciencia y Pdvsa es ahora un medio formidable para desarrollar la economía y los programas de impacto social. El precio del petróleo, además, va hacia arriba, luego de promediar $ 22.00 por barril en 2002.
Primero es el verbo. Igual que proclama la Biblia, Chávez coloca delante la acción y adopta decisiones de impacto inmediato. Apoyándose en los poderes del Estado y en los entes políticos y de masas, comienza a implementar iniciativas y busca incorporar a todos los sectores de la sociedad. En paralelo, junto a sus colaboradores elabora la Agenda Bolivariana para la Coyuntura (ABC), que explica al pueblo durante los primeros meses del año, y la enriquece mientras la pone en marcha.
La primera medida es para trancar la sangría de las reservas monetarias: el control de cambio (sobre el que ampliaré después). Lo anuncia en cadena nacional de radio y televisión la noche del 5 de febrero, ocasión en que, al finalizar, tiene la dicha de recibir su histórico maletín del 4 de febrero.
Dentro de este, ya vimos, encuentra elLibro Azul, primer programa de la revolución, y redescubre su actualidad a once años de la rebelión militar. Esto lo lleva a releer ¿Cómo salir de este laberinto?, documento forjado en la cárcel de Yare en 1992 y laAgenda Alternativa Bolivariana, elaborada por él junto a un grupo de sus compañeros en julio de 1996 y que sirviera de guía para formular su programa político en las elecciones presidenciales de 1998 y 2000.
¿Por qué realiza en estos días tal ejercicio intelectual? ¿Qué resortes lo mueven a buscar soluciones inmediatas a la crisis, sin abandonar las líneas matrices del proyecto histórico? ¿Cómo actúa para armonizar estas últimas y las faenas coyunturales al comenzar 2003? Un atributo suyo es la capacidad para formular metas de largo y mediano plazo en los ámbitos económico, político y social, y ajustar a la vez el ritmo y los tiempos de ejecución según la dinámica de los escenarios reales. No puede avanzar sin carta de navegación y a la vez está listo para sortear oleajes imprevistos.
Durante los tres primeros años de su gobierno, aunque han existido turbulencias, logra ejecutar con bastante holgura los planes y metas, de una mira cercana o intermedia. El Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social 2001-2007, sin embargo, apenas ha podido emprenderlo. Y ahora comienza 2003 como si el país hubiera sido víctima de una devastadora agresión militar.
Desde sus años mozos, incluso en la cárcel, ha sido un estudioso de las disciplinas económicas y en particular de la planificación. Dos autores latinoamericanos, el argentino Óscar Varsavsky, y el chileno Carlos Matus, han sido una referencia en su formación. También Jorge Giordani, su tutor de la tesis de grado de Maestría –que nunca pudo terminar–, quien ahora lo acompaña como ministro de esa cartera.
Chávez tiene la virtud de que discute con los expertos de igual a igual, porque estudia y conoce de manera creciente los temas económicos. Y cuando adopta una decisión, posee la capacidad para explicarla e implementarla, aunque muchas veces no dispone de tiempo y de medios institucionales efectivos para controlarla hasta el hueso. Este es un déficit que trata de minimizar, y logra avanzar en ello, pero nunca resuelve del todo.
Pese a la grave situación, no se desespera ni pierde el horizonte. Deduce que es necesario disminuir la marcha en determinados planes de largo plazo, o incluso detener algunos. A la vez, comprende que es urgente encarar los terribles impactos humanos que ha tenido la subversión terrorista y fascista sobre la gente humilde. Y se alista para encarar nuevas contingencias.
En el programaAló Presidentedel 9 de febrero, al explicar su agenda de la semana anterior, formula una noción sobre la sinergia que debe existir entre el quehacer diario de un líder y su visión larga, basándose en un símil con un piloto de aviación. Es un retrato de sí mismo:
Bueno, como un piloto de un avión, puede estar pasando por una tormenta y a lo mejor no ve más allá de su nariz y hay rayos y hay centellas y vientos huracanados (…) Pero, si algo debe tener claro el piloto, primero, es mantener la calma (…) y siempre y cuando él esté consciente de que va a la altura adecuada, que lleva la velocidad adecuada, que lleva el rumbo adecuado, pues no importan perturbaciones, ni rayos ni tormentas ni nada. Entonces, esto es muy importante, mantener el rumbo estratégico, por eso la agenda se mueve en esa dirección.
Su actuación durante los meses de febrero y marzo de 2003, muestra tal filosofía “aérea” del ejercicio del poder. Las distancias que necesita recorrer en su imaginario avión son enormes y decide hacerlo a ritmo de ofensiva, con rapidez, para contrarrestar los efectos de las asonadas enemigas en el pueblo humilde.
El 4 de febrero realiza un acto al aire libre en El Calvario, Caracas, en el Arco de la Federación, cerca de Miraflores, para entregar títulos de propiedad de tierra urbana en los barrios populares. Es un programa para beneficiar a 500 mil familias en todo el país, solo en 2003, y lo concibe unido a un plan de créditos para que muchas mejoren sus precarias viviendas. Con ello, además, incentiva el papel de los Comités de Tierra Urbana, una de las organizaciones nacidas al calor de la revolución.
En la noche siguiente, anuncia la primera decisión sustantiva para encarar la crisis: el control del cambio monetario. Agarra ese salvaje toro por los cuernos, y lo doblega. El Decreto establece un sistema de cambio fijo, de 1,6 bs por dólar y crea la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi) como órgano regulador; también incluye sanciones, hasta de privación de libertad, para los transgresores.
Durante su alocución, proclama eufórico: “¡Ni un dólar para los golpistas! ¡Ni un dólar para los desestabilizadores! ¡Ni un dólar para los usureros! ¡Ni un dólar para los especuladores! ¡Ni un dólar para los que se llevan los recursos del país!” Es un contragolpe en el mentón al capital especulativo, a la oligarquía y a los adversarios políticos, que han desangrado de divisas al país y devaluado sin escrúpulos al bolívar.
En lo adelante, dice, las divisas serán para cubrir “las necesidades básicas de compra y de importación, empezando por los alimentos, los medicamentos, bienes de consumo esenciales, insumos para la producción, he allí la prioridad, y así está establecido en el Convenio y además en este Decreto”.
Explica que las reservas internacionales son un indicador por excelencia de la fortaleza económica de un país; por ejemplo, dicen de la capacidad para importar. Venezuela tiene todavía, hasta el momento en que se toma la decisión, reservas internacionales suficientes para sostener diez meses de importación, mientras que hay otros países en la región a los que solo les alcanza para dos meses. Las reservas permiten pagar los compromisos externos y, por ende, inciden en la credibilidad que tenga el país ante el mundo. Por otra parte, garantizan la estabilidad cambiaria.
Tales fondos, insiste, son la única garantía que tiene un Estado para preservar y asegurar el abastecimiento de buena parte de los bienes y servicios de la población. Y aclara que el control de cambios salvaguarda los intereses de todo el pueblo venezolano, “incluso de aquellos que (…) inconscientemente, han sido manipulados por los golpistas, los terroristas, y yo aprovecho para llamarlos una vez más a la reflexión en familia”.
Al poco tiempo, es visible la cosecha. En apenas tres meses, las reservas se recuperan en 3038 millones de dólares, casi 27 %. Y para finales de abril, la producción de petróleo ha alcanzado 3,2 millones de barriles diarios, o sea, ha vuelto a su nivel normal. Ello se logra gracias a un esfuerzo ciclópeo de los gerentes y trabajadores patriotas de Pdvsa y a una política coherente y firme del gobierno y los directivos de esa empresa, que la hacen venezolana por primera vez en su historia.
Con estas dos realidades, mejora el terreno económico en que se mueve, aunque solo ha comenzado el contraataque. Sabe que es necesario redoblar la marcha, para volver a estabilizar la economía y poder recuperar y fortalecer los logros sociales alcanzados hasta mediados de 2002.
Enuncia otro cortafuegos, en la propia cadena de radio y televisión del 5 de febrero: el control de precios de una amplia gama de productos de primera necesidad. Incluye más de 40 alimentos, varios medicamentos y afines; artículos sanitarios y de higiene, textos, uniformes y útiles escolares; cemento, cabilla y bloques. También servicios básicos: suministro de agua, electricidad, gas, teléfono residencial y aseo urbano, alquiler de viviendas; atención médica, paramédica, de apoyo diagnóstico y de hospitalización; transporte público en todas sus modalidades; matrículas y mensualidades escolares para todos los niveles de educación, y estacionamiento. ¡Hasta los servicios funerarios!
Para defender este Decreto, orienta al Instituto de Defensa y Educación del Consumidor (Indecu), que se despliegue en las calles. Y convoca al pueblo a dar la pelea en las cajas registradoras y a denunciar las violaciones. Así ocurre en relativa medida.
La ABC prioriza acciones de efectos inmediatos, sin dejar a un lado otras de tipo estructural. En algunos casos, los pasos estratégicos originan resultados a corto plazo.
Quiere crear nuevas bases económicas y reforzar otras, a fin de erigir un modelo de desarrollo endógeno que retome y acelere la senda del crecimiento y del desarrollo económico y social. Prioriza el cooperativismo, el impulso a núcleos de producción y servicios, así como las cadenas productivas, para añadir valor agregado a las materias primas. Define un espacio relevante para el capital privado nacional y extranjero, que debe sujetarse al papel regulador del Estado, este último garante de la armonía entre el avance económico y el desarrollo social con equidad. También considera vital el autoabastecimiento alimentario.
Desde principios de febrero, lanza una operación vertiginosa y de grandes proporciones para ejecutar la Ley de Tierras. Con su hermano Adán al frente del Instituto Nacional de Tierras (Inti), comienza por Barinas la ejecución de un plan para distribuir 1,5 millones de hectáreas, solo en 2003.
Promueve el cooperativismo de nuevo tipo, al que llama Fundos Zamoranos, sin desatender la entrega de tierra a campesinos autónomos. Distribuye los primeros cientos de tractores, cosechadoras y otros equipos comprados a China y a Brasil, y comienza a asignar créditos ventajosos. Instruye a la Fuerza Armada Nacional (FAN) para que proteja a los labriegos de eventuales agresores que pretendan quitarles la tierra, con el pretexto de que les pertenece. Y llama a todos los entes del Estado a que entreguen al Inti las tierras de propiedad estatal, a fin de distribuirlas a los campesinos.
No se trata de una reforma, dice, sino una revolución agraria y preside entre febrero y marzo ocho actos en sitios del campo, para demostrarlo con acciones.
Respaldado por la FAO, emprende un programa para incentivar entre las familias urbanas y periurbanas el microcultivo de hortalizas. A la vez, expertos cubanos asesoran en la creación de organopónicos. Él los atiende de modo personal y orienta las acciones. Decide comenzar por dos “vitrinas”, ambas en Caracas, una en el Fuerte Tiuna, a cargo de los militares, y la otra en un terreno baldío junto a la popular Avenida Bolívar. Todo ello con amplia divulgación, para incentivar esta nueva manera de obtener alimentos sanos y baratos.
Está consciente de que estas diversas faenas para incrementar la producción de alimentos, demorarán en dar réditos. Resuelve, por ello, garantizar en el corto plazo una canasta básica a los sectores más golpeados por la crisis.
Despliega sus antenas al máximo. Conoce que se encuentra inactiva una empresa del Estado adscrita al Ministerio de Agricultura, destinada a importar alimentos, y orienta reactivarla. Al no disponer de especialistas en importación de esos rubros, pide a Fidel que le envíe algunos técnicos cubanos. Los instala en una oficina dentro de Miraflores a pocos metros de la suya, bajo su atención directa. Esto permite decisiones inmediatas y que los recursos fluyan sin obstáculos burocráticos. Garantiza el dinero para cuantiosas compras a empresas extranjeras, que permitan solventar la demanda del programa subsidiado de alimentos, que ha echado a andar. Este forma parte del Programa Especial de Abastecimiento Alimentario y Seguridad Alimentaria (Pesa), sustentado por las guarniciones militares y el respaldo de otros entes civiles. Define que el Pesa cumpla varios objetivos: producción, importación, bajar los costos, romper las “roscas” de los especuladores y distribuir.
Crea una Comisión Presidencial, encabezada por el general de división Jorge Luis García Carneiro. Incorpora a ella otros altos oficiales, al igual que Carneiro casi todos con experiencias en organizar megamercados en las avenidas Bolívar y Los Próceres,de Caracas. Además de incrementar la frecuencia y el volumende tales mercados, orienta usar camiones del Ejército para llevar los productos a las familias más humildes, a precios solidarios. “Bodegas ambulantes”, les llama.
Solicita apoyo a Fidel, quien le envía algunos expertos dirigidos por la ministra de Comercio Interior, Bárbara Castillo, y decide formar un equipo binacional, que elabore una propuesta para crear un sistema de distribución de alimentos.
A los pocos días, cita a ese grupo para conocer y discutir sus propuestas durante un almuerzo de trabajo en Miraflores, al que me invita. Él escucha atento, formula preguntas y al final retoma el símil del avión. Antes de escucharlos, dice, se sentía como un piloto moviéndose en la dirección correcta, pero con dudas sobre dónde aterrizar. Y mientras disfruta una taza de café humeante, al cabo de encender un cigarro, espeta con su mejor sonrisa: “Ustedes me han iluminado la pista, gracias”.
Seguro de un aterrizaje suave, ahí mismo adopta decisiones. Ordena crear el programa social Mercal (Mercado de Alimentos) que le han propuesto, y nombra a sendos oficiales para que uno presida la nueva empresa y el otro –especialista en logística del Ejército–, garantice la construcción y remodelación de los locales que formarán una red nacional de comercio minorista, con precios de hasta 30 % más bajo.
También dispone incrementar la venta subsidiada, a familias humildes, de bolsas con seis alimentos básicos, por medio de un viejo programa de alimentación popular (Proal) que orienta potenciar. Resuelve, asimismo, hacer compras por el Estado a los productores nacionales y llamar a los empresarios a que se unan al Pesa, con la voluntad de servir a la patria y velar por el futuro de los hijos de todos.
Al cierre de abril es visible, en los anaqueles de las bodegas y de los supermercados, la presencia de casi todos los artículos que han sido objeto del acaparamiento y de la especulación. Otra victoria inmediata. Además –y esto es más importante–, define y crea las bases de un sistema productivo y de comercialización a fin de conseguir, entre el mediano y el largo plazo, la seguridad y la soberanía alimentarias.
En su estilo coloquial, transmite una idea central en el Aló presidente del 2 de marzo de 2003:
No señor, no nos vamos a seguir calando a la oligarquía, el pueblo se va adueñar de los factores de la producción. Una