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Los dos virreyes es un drama teatral en tres actos de José Zorrilla. Narra el enfrentamiento de dos potentados en la Nápoles de 1653.- José Zorrilla es un autor nacido en Valladolid en 1817 y fallecido en Madrid en 1893. Su obra, repartida entre la poesía y el teatro, es sobre todo conocida por el drama romántico Don Juan Tenorio.
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Seitenzahl: 80
Veröffentlichungsjahr: 2021
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José Zorrilla
DRAMA EN TREE ACTOS
Aprobado para su representación por la Junta de Censura de los Teatros del Reino en 15 de Diciembre de 1849.
Saga
Los dos virreyesCover image: Shutterstock Copyright © 1905, 2020 José Zorrilla and SAGA Egmont All rights reserved ISBN: 9788726561906
1. e-book edition, 2020
Format: EPUB 3.0
All rights reserved. No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
SAGA Egmont www.saga-books.com – a part of Egmont, www.egmont.com
Jueces, soldados españoles, þescadores naþolitanos, miembros del Consejo colateral, etc., etc.
_____________
La escena es en Nápoles, el10 de Noviembre de 1653.
Salón del palacio del Virrey, suntuosamente adornado cuya bóveda está sostenida por dos robustos pilares. Balcón á la derecha, puerta en el fondo y secretas á los lados. Mesa con cubierta de terciopelo blasonada. Sillones, escribanía, etc., etc.
el virrey
Por Cristol Esa vil canalla
no se contenta jamás.
¡Oh! ¡No he de volverme atrás,
ni rehusar la batalla!
¿Qaiere el populacho guerra?
Pues habrá guerra, y cruel.
Con tu sangre, pueblo infiel,
fertilizaré tu tierra.
(Mirando por el balcón.)
Sí; retoñarán tus mieses
granos con tu sangre rojos,
y trocarán mis enojos
tus frutales en cipreses.
Sangre habrá, duelos prolijos,
y ¡vive Dios! que, de hoy más,
en sangre te bañarás,
sangre han de beber tus hijos.
el virrey , varios individuos del Consejo colateral, con togas, etc., y los Síndicos, etc.
el virrey
¡Hola! Adelante, señores;
entrad y dadme noticias
de esa rebelión.
un consejero
Albricias
os damos ya. Los traidores
se han dispersado; está sola
la plaza, y Nápoles todo
se calma del mismo modo
ante la enseña española.
el virrey
¿Conque vuestra fiel ciudad
de Nápoles va ¡pardiez!
por la vigésima vez
contra su Rey? En verdad,
que debiera con más juicio
andar en tales proezas,
y no ofrecer más cabezas
al altar del sacrificio.
consejero
Señor Conde…..
el virrey
Idos de aquí,
señores, y no os dé empacho
en decir al populacho
lo que vais á oir de mí.
Decid que mandé plantar
una horca en esa plaza,
y en vez de azote y mordaza
sus cuerdas mandé emplear.
Decidle que si pensó
escudarse con la ley,
ya no hay más ley, ni más rey,
ni más tribunal, que yo.
Y al que murmure ó se asombre
haré, porque el resto calle,
matarle donde se le halle,
sea mujer, sea hombre.
¿Lo habéis entendido bien?
Pues id al pueblo á decirlo,
y tomadlo, al repetirlo,
para vosotros también.
Si Nápoles no se humilla
de Castilla al blando yugo,
se humillará del verdugo
bajo la corva cuchilla.
Salid, y no os olvidéis
que, si no cesa el tumulto,
hago degollar á bulto
á cuatro por cada seis.
el virrey
Yo pondré esa chusma vil
de pescadores soeces,
como ellos ponen sus peces,
prensados en el barril.
Y si aun me osan levantar
una voz esos infieles,
sobre sus propios bajeles
se los sorberá la mar.
el virrey y diego
el virrey
¡Hola, servidor leal!
Te esperaba con ardor.
¿Qué hay por ahí?
diego
Nada, señor.
Ya está remediado el mal.
el virrey
¿Cuál ha sido la ocasión
de esa bulla?
diego
El santo celo
de pedir de Masanielo
el virrey
¿Qué?
diego
La canonización.
el virrey
¡Diego!
diego
No es más que lo dicho:
esos pescadores ruines,
que han dado en armar motines
con el más terco capricho,
su cadáver exhumaron,
y en procesión funeral,
de su amigo el Cardenal
hasta el palacio llegaron.
Hubo blasfemias atroces;
mendigos, viejos, muchachas,
con faroles y con hachas,
pedían á grandes voces
que declarase por santo
al rebelde Masanielo,
mártir de Dios.
el virrey
Y el Capelo,
¿qué es lo que hacía entretanto?
diego
Estarse como un hurón
encerradito en su alcoba,
que no es Su Eminencia boba,
ni peca de imprevisión.
Ya el populacho impaciente,
al ver señas tan inciertas
en el Cardenal, sus puertas
desvencijaba insolente.
Mas todo ello concluyó,
muriendo sus esperanzas,
cuando con setenta lanzas
metíme en la plaza yo.
El que en sus piernas no puso
su salvación, la cabeza
perdió allí por su torpeza.
Ya sabéis que este es el uso.
Y á los minutos siguientes,
las más bravas, en dos filas,
los tazones y las pilas
festonaban de las fuentes.
Con lo cual, los que escaparon
de esta justicia agarena,
sin duda on cabeza ajena
escarmentando, callaron.
el virrey
Tu lealtad no se acrisola
hasta sacar con sigilo
el ovillo por el hilo;
esa hoguera no arde sola.
diego
Tenéis razón; mas espero
que con el cabo en que toco,
tirando poquito á poco,
sacaré el ovillo entero.
el virrey
Veo, Diego, tu destreza.
diego
Y os asombrará algún día;
ó soy ó no soy espía.
el virrey
¡Conque todo!..... Pues empieza.
diego
De esas revueltas el germen
no está en ol pueblo que grita;
el Cardenal, que os evita,
y el viejo Duque, no duermen.
el virrey
¿El de Guisa?
diego
Ó yo estoy ciego,
ó ese ovillo y esa hoguera
atan y soplan de fuera
los dos: escuchadme os ruego.
Hará como unos tres meses
que á una mujer misteriosa
trajo á esta ciudad dichosa
un barco de portugueses.
Tomó esta desconocida
tal precaución en taparse,
que fué inútil afanarse
en averiguar su vida.
Jamás abrió sus balcones,
ni alzó su velo tupido
á un saludo comedido,
ni á las nocturnas canciones.
Y aunque su garbo promete
libertad, nobleza y oro,
no desmintió su decoro
ni un regalo, ni un billete.
Nadie su casa visita;
los nobles más perspicaces,
los mancebos más audaces,
desesperan de una cita.
No pasa por sus dinteles
ni pajecillo ni dueña
á quien el dinero empeña
en dar ó tomar papeles.
Sólo un sombrío escudero,
con traje ó disfraz de España,
en silencio la acompaña,
frío como ella y severo.
Y envuelto en su capa obscura,
con su espadón abrazado,
con militar desenfado,
por donde va la asegura.
Mas, señor, hablando en plata,
jamás se la vió pasar
sino para ir á rezar.
el virrey
¿Adónde?
diego
A la Incoronala.
el virrey
¡A la Incoronatu!
diego
Sí;
es la iglesia más vecina
de la calle Catalina.
el virrey
¿Vive esa mujer allí?
diego
Allí vive.
el virrey
¿En una casa
de seis balcones?
diego
¡Por Dios!
¿La conocíais vos?
el virrey
Tengo una noticia escasa
de esa mujer.
diego
(Con intención.)
No sé cómo,
porque un hombre hay solamente
que logró hablarla audazmente,
y aunque jamás tuvo asomo
de favor con la hermosura,
rondó de noche á sus rejas,
y aunque entonó amantes quejas
bajo de ellas, se asegura….. ;
mas sin duda el escudero
salió una noche al cantor,
porque hubo en una rumor,
tras del cántico, de acero,
y el músico no volvió.
Mas ¿qué tenéis?
el virrey
Impaciencia
de oir tanta incoherencia
como tu labio ensartó.
¿Qné diablos tiene que ver
con esta conspiración
ese paje, esa canción,
ni ese hombre, ni esa mujer?
diego
Idos, señor, poco á poco,
que si os dignáis escuchar,
en ella habréis de encontrar
de esta rebelión el foco.
el virrey
Mujer, tan joven, tan sola….. :
eso es imposible, Diego.
diego
Mudaréis de opinión luego
que sepáis qué es española.
el virrey
¡Española!
diego
Sí; escuchad.
¿Visteis de ayer la horrorosa
tormenta?
el virrey
Sí, sí; espantosa
la mar estuvo, en verdad.
diego
Pues bien; á la hora postrera
de esta noche tan fatal,
víctima del temporal
zozobró aquí una galera.
Toda su tripulación
se hundió en el mar irritado;
sólo un hombre pudo á nado
encontrar su salvación.
Con serena bizarría,
con invencible constancia,
ni le arredró la distancia,
ni temió la mar bravia.
Luchó por más de una hora
contra las ondas, y al cabo
agotó su aliento bravo
al despuntar de la aurora.
Con sus primeros albores,
desde su barca le vieron,
y en ella le recogieron,
unos buenos pescadores.
Este hombre, pues, cuya edad
pasa ya de años cincuenta,
mas que tiene de los treinta
el brío y la agilidad,
traía colgado al cuello
de metal un cajoncillo,
y en un dedo un grueso anillo
con blasones y con sello;
rezó un momento; el tesoro
guardó que en la caja encierra,
y pagó el saltar á tierra
con una cadena de oro.
Desapareció en seguida
por obscura encrucijada,
sin que dejase marcada
su huella desconocida.
Y de mi gente más lista
los ojos más perspicaces
no han sido hasta ahora capaces
de rastrearle la pista.
el virrey
Mas..... ¿qué tiene ¡pesia mí!
todo ese cuento que ver
con aquella otra mujer?
diego
Oid, que vamos ahí.
Por lenguas que una vecina
nos dió, sospecha certera
tuvimos de esa extranjera
de la calle Catalina.
En su casa sospechamos
que estaba el náufrago oculto,
y hace media hora que á bulto
en ella nos presentamos.
Asaltamos con sigilo
su alcoba, tras visto todo.
el virrey
¿Y estaba?
diego
De ningún modo;
reposando muy tranquilo
en su propio lecho hallamos,
no al náufrago misterioso,
sino al mozo más hermoso
que haber visto recordamos.
el virrey
¡Voto va!
diego
Los veinte abriles
contará apenas tal vez;
pero es un mozo ¡pardiez!