Negocios y pasión - Ann Major - E-Book
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Ann Major

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Beschreibung

"Conocer a mi hijo lo cambia todo" El adinerado ranchero Luke Kilgore había vuelto a Texas por negocios. Eso era lo que creía, hasta que vio a su antigua amante. Caitlyn Wakefield lo necesitaba para salvar su rancho, así que ¿por qué estaba tan nerviosa al aceptar su ayuda? Luke lo supo en cuanto vio al hijo de Caitlyn… su propio hijo. Aunque ella le había mentido, Luke aún la deseaba, pero sólo se conformaría si lo tenía todo. Tenían que casarse. Sería un padre para su hijo y no volvería a confiar en ella… sin importar lo mucho que lo tentara.

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2011 Ann Major. Todos los derechos reservados.

NEGOCIOS Y PASIÓN, N.º 1838 - febrero 2012

Título original: Marriage at the Cowboy’s Command

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Publicada en español en 2012

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-9010-480-4

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

Capítulo Uno

Caitlyn Wakefield se quedó mirando sus libros de contabilidad. Estaba cada vez más desesperada. No había manera de pagar al jeque Hassan Bin Najjar el próximo vencimiento de la hipoteca.

¿Y qué le iba a decir al misterioso hijo de Hassan, Raffi Bin Najjar, cuando se pasara por allí ese mismo día a ver qué tal iba el rancho?

Había repasado los libros varias veces con la esperanza de hallar la forma de realizar el siguiente pago y conseguir que su rancho saliera bien parado, pero lo único que veía eran demasiado gastos fijos y pocos ingresos.

Aunque le pidiera a Hassan más tiempo, y estaba segura de que se lo concedería, iba a tener que realizar una serie de ajustes muy serios y dolorosos si no quería seguir cayendo en barrena.

Veía las cifras borrosas y le dolía la cabeza.

No le gustaba nada la idea de no cumplir con Hassan. Quería que se sintiera orgulloso de ella, pero las ventas que había anticipado no se habían producido y volvía a estar a punto de perder el rancho, exactamente igual que hacía seis meses, cuando Hassan la había rescatado del abismo al hacerse cargo de su hipoteca.

Era un milagro que Hassan, uno de los jeques más ricos del mundo, se hubiera convertido en su amigo, benefactor y banquero. El hecho de que él fuera rico y ella no y de que él hubiera pasado casi toda su vida en Europa y el Medio Oeste y ella en Texas habría sido más que suficiente para que jamás se hubieran conocido, pero su pasión por los purasangres los había unido.

Se habían conocido en la feria de potros que se había celebrado en septiembre en Keeneland, Virginia, hacía más de un año. Caitlyn le había aconsejado que no comprara un animal muy caro que, efectivamente, se lesionó cuatro meses después en una carrera. Como resultado de la caída, su jinete había muerto y el animal había quedado destrozado. El jeque le había escrito entonces para agradecerle su consejo, pues no habría podido soportar verse implicado en una tragedia de aquella magnitud.

Seis meses después, la volvió a llamar porque Sahara, uno de sus mejores caballos, estaba teniendo problemas, estaba tomándole miedo a las puertas de los boxes de salida en las carreras. Caitlyn se había quedado anonadada cuando el jeque le había ofrecido ir a verlo a su cuadra de Deauville pagándole tres veces más de lo que cobraba habitualmente.

Tras solucionar el problema de Sahara, la había invitado a cenar y, durante aquella cena habían salido a colación sus problemas económicos. Poco después, Hassan fue a su banco y se hizo cargo de su hipoteca.

Hassan había hecho mucho por ella y no le hacía ninguna gracia decepcionarlo. ¿Qué le podía decir a su hijo Raffi para que el jeque se quedara tranquilo?

Caitlyn cerró los libros. Estaba muy enfadada. Al posar la mirada en una fotografía de su hijo Daniel montando a caballo, su estado de ánimo mejoró. Tenía cinco años y, aunque la volvía loca porque era un chiquillo muy curioso con mucha energía, llenaba sus días de alegría.

Daniel la había acompañado a Keeneland y había conocido a Hassan, que había quedado tan impresionado con él que le había hablado de su único hijo, Kalil, a quien había estado a punto de perder en un secuestro en París hacía unos años.

–Fue entonces cuando nombré a Raffi mi hijo honorífico, por salvar a Kalil. Tu hijo me recuerda a él. Raffi también tiene mucha energía e incluso tienen los mismos ojos verdes, un color nada normal en mi país.

–Daniel los heredó de su padre –había comentado Caitlyn.

Luego habían hablado de Texas y de su rancho y Hassan le había pedido su tarjeta de visita.

–Raffi ha vivido en Texas… cerca de donde está tu rancho –había comentado mirando a Daniel con más interés todavía.

Desde entonces, siempre que llamaba, preguntaba por él con mucho cariño, como un abuelo, y eso había sido una de las razones por las que Caitlyn quería tanto al jeque.

No podía soportar que no se le ocurriera nada para sacar el rancho adelante. Estaba acostumbrada a no tener dinero. Ya de niña, sus padres estaban siempre preocupados con las hipotecas y los proveedores. Nunca olvidaría el día que su padre les había anunciado a su madre y a ella que habían perdido el rancho. Se tuvieron que ir a vivir a la ciudad y alquilar tierras para seguir con sus actividades. Aquello fue horrible.

Tenía que conseguir que Raffi se apiadara de ella.

Caitlyn se puso en pie y fue hacia la ventana. Estaban a principios de diciembre y hacía frío. ¿Qué le podía contar a un hombre al que no conocía de nada? ¿Cómo explicarle en qué consistían las tareas de un rancho a una persona que no tenía nada que ver con aquel mundo? ¿Cómo iba a calibrar un rico que vivía en Londres la calamidad que la peor sequía en décadas había supuesto para su rancho y sus caballos? ¿Cómo iba a comprender un soltero su dolor tras la muerte de su marido, cuando se había tenido que hacer ella cargo de todo sola? ¿Cómo iba a comprender un millonario el efecto de la recesión si nunca la habría sufrido en sus propias carnes? Todo el mundo quería vender sus caballos, nadie quería comprar. Así había sido cómo sus ingresos habían menguado y sus gastos se habían mantenido igual. El negocio estaba remontando, pero no a suficiente velocidad.

Mientras se terminaba el café, intentó no pensar en que podía ser la segunda Cooper en perder su rancho a pesar de los sacrificios que había hecho para salvarlo. El mayor de ellos había sido casarse con Robert hacía seis años, cuando se había enterado de que estaba embarazada. Caitlyn no quería recordar aquel momento, así que se fue a las cuadras a dar de comer a sus queridos caballos.

Al oír sus botas en el camino, Angel y los demás caballos se volvieron hacia ella y la miraron, movieron las colas y esperaron. Caitlyn se sentía de maravilla en las cuadras.

–Robert no fue un buen director y yo no soy mejor –murmuró acariciando a Angel, que buscó su mano por si había alguna golosina–. Me gasto demasiado dinero en vosotros, preciosos.

Angel asintió, como si la entendiera.

–Necesito un milagro y lo necesito ya. Angel relinchó.

–¡Pues claro que se puede producir! Hassan me ha dicho que su hijo es millonario y puede solucionarlo todo. Raffi se hizo rico en sólo cinco años comprando empresas con problemas económicos.

Quizás pudiera convencerlo de que un rancho con problemas económicos era lo mismo.

–Es un hombre muy inteligente. Seguro que se le ocurre algo.

Caitlyn había buscado información sobre él, pero no había encontrado mucha y ni una sola fotografía. Casi lo único que había sobre él era la historia que los había unido, y eso ya se lo había contado Hassan.

Hacía cinco años, Raffi se había enfrentado a tres terroristas para salvar a Kalil. Hassan lo había contratado entonces y Raffi había sabido aprovechar la oportunidad. Con el respaldo del jeque, había empezado a hacer mucho dinero. Entonces, Hassan lo había nombrado su hijo honorífico. Durante la cena en Deauville le había confesado que le encantaría que se casara y formara una familia.

El más joven de los Bin Najjar coleccionaba mujeres como si fueran camisas, así que era imposible que se fijara en ella, una domadora de caballos que siempre iba en vaqueros y sin maquillaje.

–¿Qué te parece, Angel? ¿Me pinto los labios?

La yegua relinchó emocionada.

–Muy bien, pues me los pinto. A ver si el señor Raffi Bin Najjar hace un milagro –sonrió acariciando a su yegua y tranquilizándose.

¿Cómo no se dio cuenta entonces de que Raffi Bin Najjar conocía perfectamente su rancho y a ella?

Aquella tarde, Caitlyn se había olvidado por completo del pintalabios. Tenía otras cosas en las que pensar. Lisa, su vecina y mejor amiga, la llamó preocupada porque su caballo Ramblin’ Man no se encontraba bien desde que lo habían picado las abejas. Ahora lo quería llevar a casa de su madre para que cubriera a un par de yeguas y el animal no quería acercarse al tráiler.

–¿Puedes venir a verlo, por favor? –le había pedido a Caitlyn por teléfono.

–Esta tarde imposible. Tengo una cita muy importante en casa. ¿Puedes venirte tú?

–Sí, buena idea. Ahora mismo voy.

Así que Caitlyn estaba en el tráiler, intentando que Ramblin’ Man subiera. El caballo estaba aterrorizado y la miraba con los ojos muy abiertos. Caitlyn había conseguido que diera un paso dentro, pero vio que no quería seguir y lo soltó. Ramblin’ Man la miró aliviado y salió corriendo. De momento, era suficiente. En un rato, volverían a intentarlo.

–¿Por qué no me habías dicho que la persona con la que habías quedado era Luke Kilgore? –le preguntó Lisa, que había entrado en la casa a por un vaso de agua.

¿Luke? ¿El Luke que la había dejado embarazada con veintiún años? No, claro que no había quedado con él.

Caitlyn levantó la mirada y se encontró con aquel hombre alto y sombrío ataviado con traje. Su aspecto viril hizo que se le secara la boca. Había soñado muchas veces con su regreso, pero ahora se le antojaba una pesadilla.

Aquellos increíbles ojos verdes, aquella frente despejada, aquellos pómulos altos, aquel mentón bien cincelado, aquella nariz y aquellos labios sensuales que habían recorrido todo su cuerpo no podían pertenecer sino a Luke, efectivamente.

La sorpresa hizo que su cuerpo temblara con recuerdos tórridos. Estaba tan guapo como siempre, pero era imposible que aquel hombre tan elegante fuera el mismo que el vaquero ambicioso y amargado del que había estado enamorada una vez.

–¿Qué haces aquí? –le preguntó.

–Mi chófer me ha dicho que había llamado para confirmar nuestra cita.

–¿Eres Raffi Bin Najjar?

El aludido asintió.

–¿Tienes dos nombres?

–Sí, tengo mi nombre de nacimiento y el que me dio Hassan cuando me hizo su hijo honorífico. Él prefiere llamarme Raffi y yo se lo permito porque me hace feliz ver feliz a las personas a las que quiero.

Caitlyn lo miró anonadada.

–Siento mucho que mi presencia te cause tanto horror.

–Eso no te lo crees ni tú. Me has engañado.

–Piensa lo que quieras.

–No me gusta nada esta situación.

–A lo mejor a mí tampoco.

A pesar del miedo y de otras muchas emociones, Caitlyn se sintió de nuevo atraída por aquella voz, la misma que había oído hacía años cuando un hombre se había acercado a su casa para preguntar si podía hablar con su padre porque nadie quería darle trabajo por ser hijo de Bubba Kilgore. Entonces, apenas era un adolescente atraído por lo prohibido.

Caitlyn había estado enamorada de él varios años, hasta que Luke la había abandonado estando embarazada.

Ahora que tenía veintiséis años y que sabía cómo era aquel hombre, no debería sentirse atraída por sus encantos. Entonces, ¿por qué se le había acelerado el corazón?

Caitlyn miró hacia la casa y se preguntó dónde estaría Daniel. Ojalá no apareciera hasta que hubiera conseguido deshacerse de Luke.

–Tienes buen aspecto, Caitlyn –comentó él.

Pero sus labios no sonrieron tras pronunciar su nombre, como solían hacer.

Tampoco era que ella lo quisiera, claro.

–Tú también –contestó–. ¿Cómo es posible?

–¿A qué te refieres? ¿Te extraña que al hijo del borracho del condado le vaya bien la vida?

Aquello hizo reír a Lisa.

–No te subestimes tanto, Luke. Tú nunca fuiste como tu padre.

–Gracias.

Era obvio que Lisa quería flirtear con él, lo que molestó a Caitlyn.

Caitlyn recordaba perfectamente los comentarios que Luke solía hacer sobre sí mismo. Siempre eran despectivos. Hacían reír a los demás, que era lo que quería, pero Caitlyn sabía que los hacía para tapar la vergüenza que sentía por ser hijo de Bubba. Luke siempre había querido ser más que su padre y lo había conseguido, pero, ¿sería feliz?

Su felicidad no era asunto suyo. La había abandonado, había estado con otras mujeres. Probablemente, nunca la habría echado de menos… como ella lo había echado de menos a él.

¿O sí? Porque parecía muy contento de verla. Lisa se acercó un poco más y Caitlyn se puso en medio.

–Así que eres Raffi Bin Najjar, ¿eh? He estado buscando información sobre ti y no he encontrado casi nada.

Luke se apartó de la valla. Parecía más alto y corpulento que hacía unos años. Seguro que era puro músculo. La idea de tocarlo hizo que Caitlyn sintiera un calor insoportable.

–Pago a un equipo para que quiten de Internet lo que no me gusta –confesó.

–¿Eso se puede hacer?

–Yo lo hago. No soy un actor ni nada parecido. Sólo escriben sobre mí cuando salgo con alguna mujer famosa.

–Has salido con unas cuantas modelos, ¿no?

–¿Celosa?

–¡Claro que no, pero deberías haberme dicho quién eras y lo sabes!

–¿Por qué? He venido para hacerle un favor a Hassan, no para hacerte la vida más fácil a ti. Por alguna razón, está fascinado contigo y con tus asuntos.

–Me ha ayudado mucho.

–Sí, y me pregunto por qué…

–Me dijo que habías vivido por aquí, pero no caí en que fueras tú…

–Yo tengo tanta curiosidad como tú por saber sus motivos. ¿Hablasteis sobre mí cuando cenaste con él en Francia?

–No.

–¿Sabías que yo también iba a ir a aquella cena?

–Hassan me dijo que su hijo honorífico iba a ir, pero luego me contó que te había surgido negocio y que te habías tenido que ausentar.

–La verdad es que te vi desde lejos, con unos prismáticos, trabajando con Sahara, te reconocí y preferí ausentarme.

De repente, a Caitlyn se le antojó que aquella situación era una encerrona. Recordó el comentario de Hassan sobre el color de los ojos de Daniel. Cuando le había preguntado por el niño en Deauville, Caitlyn, como cualquier madre orgullosa de su retoño, había hablado largo y tendido de él e incluso le había enseñado fotografías.

Hassan había mostrado tanto interés que incluso se había quedado con una.

¿Se habría dado cuenta de que Luke era su padre? Era un hombre muy rico y tenía acceso a todo tipo de información, por supuesto, y era de esperar que le interesara el pasado de su protegido. ¿Habría mandado a Luke para que se enterara de la existencia de Daniel?

Si hubiera estado más atenta, podría haber evitado todo aquello, pero no se le había ocurrido en ningún momento que Hassan pudiera tener un motivo oculto, siempre había creído que se portaba bien con ella porque sí.

–Estuvimos hablando de cosas sin importancia –mintió sin referirse a Daniel.

–Pero, después de aquella cena, se hizo cargo de tu hipoteca –comentó Luke–. ¿Pasó algo después de la cena? –añadió mirándola de arriba abajo.

–No te atrevas a insinuar que tu… «padre» y yo tuvimos una aventura porque no fue así. Siempre se ha portado bien conmigo y eso es todo.

–¿Y por eso se hacer cargo de tu deuda, que asciende a medio millón de dólares?

–Durante la cena, salió a relucir mi rancho, le expliqué que tenía serios problemas económicos y que temía perderlo. Hassan me dijo que apreciaba mucho lo que había hecho por Sahara y que quería ayudarme. Yo fui la primera sorprendida cuando me dijo que se iba a hacer cargo de mi hipoteca y que me iba a ayudar a recuperarme.

–¿De verdad fue sólo eso? ¡Hassan no suele ir por ahí rescatando a todo el mundo!

–¡Pues a ti te adoptó prácticamente!

–Eso fue porque le salvé la vida a su hijo. Me llevé una bala por ello mientras que tú estuviste con Sahara un par de horas. No lo entiendo.

Caitlyn tampoco lo había entendido en su momento, pero ahora comenzaba a sospechar que sabía por qué lo había hecho.

–Necesitaba el dinero y acepté su oferta. ¿Tú no habrías hecho lo mismo en mi lugar? Bueno, de hecho lo hiciste…

–Me ha enseñado mucho y es cierto que me ha abierto muchas puertas –aceptó Luke.

–Buenas puertas te ha debido de abrir, sí, porque en cinco años te has hecho millonario.

En aquel momento, Ramblin’ Man se acercó al tráiler y metió el hocico dentro. Caitlyn se dio cuenta, pero no pudo apreciarlo debido a la presencia de Luke.

–Sí, es cierto que se lo debo todo a él. Creo que Hassan decidió ayudarte por mí.

–¿Por ti? No lo entiendo.

–Se ha debido de dar cuenta de alguna manera de que estuvimos juntos. Hassan es un apasionado de la familia y, si le dijiste que habías tenido algo conmigo…

–Pero yo nunca se lo dije –contestó Caitlyn acordándose de nuevo del comentario del jeque sobre los ojos de Daniel–. ¿Por qué no le preguntas a él por qué decidió ayudarme?

–Ya se lo he preguntado y me contestó con evasivas. Por eso he venido, para satisfacer mi curiosidad y porque Hassan me ha insistido mucho. Lo cierto es que el último lugar del mundo al que querría volver es a este rancho y tú eres la última persona sobre la faz de la tierra a la que querría ayudar, pero Hassan quiere ayudarte y me ha pedido que dilucide cómo se puede hacer, así que no tenemos más remedio que cooperar.

–¿Y por qué no te vas?

–¿Y permitir que Hassan te siga pagando todo? No, bonita, he venido a averiguar qué está pasando aquí. Yo lo que quiero es proteger a Hassan –le espetó mirándola con desprecio.

Su mirada y sus palabras la ofendieron. Estaba enfadado, pero, ¿por qué? Había sido él quien había traicionado a su familia, quien había la había dejado embarazada y la había abandonado con un futuro poco halagüeño mientras él se reinventaba como el empresario de éxito que tenía ante sí.

¿Qué motivos podía tener para estar enfadado? A menos que… supiera lo de Daniel, pero no, era imposible. No lo sabía… todavía.

Caitlyn volvió a mirar hacia la casa, rezando para que el niño no apareciera.

«No te pongas nerviosa, muéstrate educada y deshazte de él cuanto antes».

No podía ser tan difícil, acababa de decir que no quería estar allí. Qué lío, estaba en un serio apuro.

Caitlyn se giró hacia Lisa.

–Tengo que hablar con Luke en privado. Sigue trabajando con Ramblin’ Man hasta que vuelva.

–Está bien –contestó Lisa a regañadientes sin quitarle el ojo de encima a Luke.

–Ven conmigo –le dijo Caitlyn a Luke.

Estaba harta de que Lisa lo oyera todo y, además, corría el riesgo de que mencionara a Daniel.

–Si prefieres meter a su caballo en el tráiler antes, adelante. Tengo que leer un informe de uno de mis empleados. Puedo esperar media hora. Lisa me ha contado lo de las abejas.

Así que, antes de ir donde ella estaba, habían tenido tiempo de conversar, ¿eh? Caitlyn se enfureció consigo misma por los celos que sintió. Al llegar junto a las cuadras, se giró bruscamente hacia Luke.

–Nuestra reunión queda cancelada.

–No te lo crees ni tú. He venido desde Londres.

–Me da igual. No tienes derecho a presentarte aquí de esta manera, engañándome.

–Le he prometido a Hassan que encontraría la manera de solucionar tus problemas.

–No quiero tu ayuda. Llegas tarde, Luke Kilgore, demasiado tarde. Hace seis años que me las apaño perfectamente sola, sin ti.

Luke la miró sorprendido y receloso.

–¿Qué demonios quiere decir eso?

Caitlyn se tapó la boca con la mano. Había hablado demasiado.

–Nada –contestó–. ¡Quiero que te vayas ahora mismo! No eres persona grata en esta casa.

–¿Ah, no? Antes no era así, ¿eh? –le dijo mirando hacia el altillo de los establos.

Caitlyn también lo recordaba. Solían hacer el amor allí de manera salvaje. Desde entonces, soñaba con él. A pesar de que la había abandonado, había seguido persiguiéndola en sueños incluso estando casada.

–Cuando eras más jovencita, me seguías a todas partes –le recordó Luke.

–Era una ingenua –admitió Caitlyn.

–Me parece que aquí el único ingenuo soy yo –protestó Luke acercándose y tomándola de la cintura–, pero te aseguro que voy a averiguar por qué me ha enviado Hassan. Creía que quería que me casara con Teresa, la mujer con la que salgo…