Recuperar el amor - Rebecca Winters - E-Book

Recuperar el amor E-Book

Rebecca Winters

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Beschreibung

Cord y Ashley McKnight tuvieron el placer de comunicar el nacimiento de su hijo Cabe. Los médicos habían dicho que Cord nunca podría tener hijos; pero se habían equivocado, porque durante la última noche que había pasado con Ashley, había sucedido un milagro y la joven se había quedado embarazada. Sin embargo, Ashley llevaba ocho meses separada de su marido... y con razón: ¡pensaba que Cord estaba teniendo una aventura! Él estaba decidido a luchar por su hijo, aunque para ello tuviera que hacer otro milagro: recuperar a su mujer.

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización

de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos 8B

Planta 18

28036 Madrid

 

© 1997 Rebecca Winters

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Recuperar el amor, n.º 1379 - junio 2022

Título original: Baby in a Million

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.:978-84-1105-718-9

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

Ashley McKnight se levantó de la mesa de la cocina al oír el teléfono. Dejó de doblar la ropa que acababa de sacar de la secadora y salió corriendo a responder, temerosa de que la señorita Bromwell se despertara con el ruido, después de que por fin hubiera logrado dormirse.

Aunque Ashley desconectaba todas las noches el supletorio que había cerca de la habitación de la anciana, no quería arriesgarse a perturbarle el sueño, pues la mujer tenía artritis y los calmantes que tomaba no siempre le aliviaban el dolor. Con todo, era tan encantadora que nunca se quejaba de nada.

A las horas que eran, sólo podía tratarse de algún familiar de la señorita Brown, el cual preguntaría por ésta y se interesaría por qué tal le iba a la propia Ashley… que no podría seguir cuidando a la señorita Brown por mucho tiempo.

El médico le había dicho que aún le quedaban otras cuatro semanas para que el bebé estuviera listo; cuatro semanas para ganar un poco más de dinero. Además de la ropa para el recién nacido, tenía que pagar los honorarios de un abogado: había firmado los papeles. Ya sólo quedaba que los firmara Cord y el divorcio sería una realidad.

Se echó la mano a la oreja para apartarse el pelo, sin acordarse de que el mes anterior se había cortado su larga y morena melena. Le sentaba de maravilla llevar el pelo tan corto, el cual, además, sería mejor para arreglárselas con el bebé y para pasar el verano.

—¿Diga? —respondió por fin.

—¿Ashley?

Contuvo la respiración y se quedó sin aliento. Hacía ocho meses que no oía aquella voz, el mismo tiempo que había pasado desde la última vez que se habían visto.

Dado que había obligado a su abogado a que jurase guardar el secreto, Cord sólo podía haberse enterado de dónde estaba viviendo preguntando a Greg Ferris, su mejor amigo, dueño de una empresa de equipamiento deportivo en la que Ashley había trabajado hasta dejar a su esposo.

Pero él también le había prometido que no le daría su dirección ni le contaría que estaba embarazada. Prefería no informar a Cord al respecto hasta que el bebé no hubiera nacido.

Después de siete años intentando quedarse embarazada, se habían hecho unas pruebas y habían descubierto que Cord tenía un problema que, prácticamente, anulaba cualquier posibilidad de tener hijos.

Cuando Ashley se había marchado de la casa de su esposo, ni siquiera sospechaba, por tanto, que estaba en estado. Y no sólo por cuestiones médicas, sino porque los últimos meses de su doloroso matrimonio habían sido tan desastrosos que los habían pasado durmiendo en habitaciones separadas.

Desde el día en que le habían presentado a Sheila, madrastra de Cord, ésta había insinuado, cuando él no estaba presente, que había tenido una aventura con su hijastro, antes de casarse, finalmente, con su padre.

Ashley había preferido no pensar en el tema y, en gran parte, lo había conseguido.

Al principio, Cord y ella no podían ir de Wyoming a Salt Lake muy a menudo, ya que el trabajo de su esposo no le dejaba mucho tiempo libre. Y cuando iban, para hacer alguna visita a Greg y a su mujer, apenas se acercaban a ver al padre y a la madrastra de Cord.

De alguna manera, Sheila se las arreglaba siempre para decirle a Ashley algo en privado acerca de la relación que aquélla había mantenido con Cord en el pasado. Pero hasta la muerte del padre, Ashley no creyó realmente que Cord pudiera estar interesado en su madrastra.

Con el tiempo, y a medida que su matrimonio se había ido deshaciendo, el recelo de Ashley hacia Sheila fue yendo en aumento.

Sólo una vez, la noche antes de marcharse, Cord la había intentado convencer de que lo creyera, de que se quedara allí, diciéndole que Sheila no significaba nada para él; que era a Ashley a quien quería.

Ésta había sucumbido tontamente, pues hacía mucho tiempo que no estaban juntos y, en el fondo, seguía enamorada de Cord.

Cuando, al amanecer, se despertó sola en la cama y fue a buscarlo a su habitación, deseó que la noche anterior no hubiera sido un simple espejismo.

En efecto, lo había encontrado allí… con Sheila. Luego los temores de Ashley no habían sido injustificados.

Después de una noche tan apasionada, ver a su marido junto a la viuda de su padre le había roto el corazón. Ashley había hecho la maleta y se había escapado, dolorida, sin tener la menor idea de que estaba embarazada.

Si Cord se enterara de tal circunstancia, seguro que conseguiría retrasar el divorcio, lo cual aumentaría la minuta del abogado; seguro que insistiría en cuidarla, y Ashley no podría soportarlo, con lo doloroso que le resultaba estar cerca de él.

El mero hecho de volver a oír su voz le había acelerado el ritmo cardiaco. Por un lado, estaba más sensible con el embarazo y, por otro, era el hombre al que amaba el que estaba al otro lado de la línea.

—Hola, Cord —lo saludó. Aunque había procurado mantenerse firme, su voz reveló lo nerviosa que estaba.

—Me alegra saber que aún te acuerdas de mí —contestó él.

¿Acordarse de él? Aunque la separación había acabado con seis años de matrimonio y de problemas irresolubles, una parte de ella no lo había dejado marchar nunca. Aunque no hubiera estado embarazada, jamás habría superado haber tenido que alejarse de Cord.

¿Cuántas veces había fantaseado con que el teléfono sonaba y Cord le demostraba que todo había sido un malentendido y que nunca había sucedido nada con Sheila?, ¿que todavía la amaba y quería que regresara a su lado?

Pero no se trataba de una llamada ficticia y el tono sarcástico que había intuido en la voz de su marido, la devolvió al clima bélico que habían compartido en los últimos tiempos, antes de separarse.

—Si no me llamas para decir que ya has firmado los papeles del divorcio, no sé para qué te has molestado en descolgar el teléfono —replicó con hostilidad.

No había pretendido sonar tan agresiva, pero era su única forma de defenderse ante la marejada de emociones que la invadía. Aunque él no se lo había pedido, Ashley sabía que Cord quería el divorcio para poder estar junto a la viuda de su padre… junto a esa mujer que formaba ahora parte de la junta directiva de la empresa McKnight.

—Estoy bien. Gracias por preguntar —respondió él con sarcasmo.

—¿Para qué me llamas? Estoy muy ocupada y es tarde —replicó Ashley con voz trémula. Le daba muchísima rabia que Cord se diera cuenta de lo mucho que la descomponía su llamada.

—Pues…

—Si has leído los papeles que mi abogado le ha enviado al tuyo, verás que no me interesa nada de tu dinero —lo interrumpió—. Puedo arreglármelas sola perfectamente.

El silencio que sobrevino era señal de que aquel comentario había enfurecido a Cord.

—Esto no tiene nada que ver con el dinero —contestó él, después de respirar profundamente.

Ashley se mordió un labio: ¿le diría que se había enterado de que estaba embarazada?

Si Greg no le había contado lo del embarazo, entonces sí que no sabía por qué podía estar llamándola, a no ser que se hubiera enterado de que, en realidad, sí estaba pasando apuros económicos.

De no ser porque estaba interna en casa de la señorita Bromwell, haciéndola compañía y ocupándose un poco de la casa, no habría tenido un sitio decente donde dormir. La familia de la anciana le pagaba a Ashley un dinerillo, el cual ahorraba para cuando tuviera que marcharse a vivir a otro sitio, una vez que el bebé naciera.

No tardaría en mudarse a un pequeño estudio que había cerca de allí, para preparar las cosas para el bebé.

Y aunque era lo último que quería hacer, se vería obligada a vender su anillo de bodas para ayudar a pagar la mudanza. Con ese dinero y el que venía ahorrando, se las apañaría para salir adelante hasta que el bebé naciera y ella pudiera buscar algún trabajo que le permitiera cuidar de él.

—Tengo que pedirte un favor —anunció Cord.

¿Un favor? Ashley frunció el ceño, sorprendida. ¿Primero le rompía el corazón y ahora le pedía un favor?

—Y si no te lo concedo, no firmarás los papeles, supongo.

—Lo uno no tiene que ver con lo otro. Estoy esperando a oír lo que mi abogado tenga que decirme.

¿Cómo podía mantenerse tan sereno cuando ella estaba al borde de un ataque de nervios?

—Creo que no soy la mujer más indicada para hacerte ahora un favor —comentó Ashley—. ¿Qué quieres de mí? —añadió. La enfureció oír que, sin querer, le había tendido un puente a Cord, se había ofrecido a ayudarlo.

—Que conste que fuiste tú la que decidió marcharse, no yo, pero eso es otra historia —hizo una pausa—. Sólo quiero un poco de tu tiempo.

—¿Y por qué no le pides a Sheila que te ayude ella?

—Dejando de lado que ella no forma parte de mi vida, tú eres la única persona que puede echarme una mano… Te llamo del Hospital Creek —añadió.

—¿Qué te pasa? —se interesó a su pesar, imaginando un sinfín de fatalidades.

—Nada horrible —contestó con sequedad. Ashley respiró, aliviada—. Pero preferiría hablar contigo en persona.

—¡No! —exclamó asustada. Cord no se había enterado aún de su embarazo y si la veía, lo descubriría—. Si no es una situación de vida o muerte, no veo ningún motivo para…

—Tienes razón —la interrumpió él—. Tienes todo el derecho del mundo a no ayudarme.

Cord tenía la desquiciante habilidad de tocarle la fibra sensible y de lograr que acabara compadeciéndose de él, sintiéndose incluso culpable si no lo ayudaba. La conversación y el avanzado estado de su embarazo la habían acalorado.

—A decir verdad —prosiguió él—, me sorprende que no me hayas colgado ya.

Era evidente que no iba a suplicarle. ¿Pero por qué la había llamado?, ¿qué le ocurría en realidad?

—Cord… no logro ver…

—¿Qué sentido tiene? —le completó la frase—. Supongo que debería haber imaginado que contestarías eso. Tranquila, no volveré a molestarte.

Había hablado con un tono tan definitivo y oscuro que, mucho después de que Cord hubiera colgado, Ashley seguía preocupada.

Así, cuando se fue a la cama media hora más tarde, no pudo dejar de dar vueltas y más vueltas, sin conciliar el sueño. El dolor de espalda y las pataditas del bebé no la habrían dejado dormir de todas formas; pero la llamada de Cord la había dejado totalmente insomne.

Se estaban divorciando. Su matrimonio había terminado. Muy pronto, él y Sheila podrían hacer lo que quisieran sin que nadie los molestara. Ashley ya no pintaba nada en la vida de Cord.

Pero, ¿por qué la había llamado? Quizá le habían diagnosticado alguna enfermedad mortal, aunque no inminente.

Por mucho que se hubieran separado, la idea de que Cord pudiera morirse la aterrorizaba.

Al día siguiente, después de prepararle el desayuno a la señorita Bromwell, le puso un audiolibro y la dejó escuchándolo. Luego fue a la frutería y más tarde se dirigió al despacho de Greg, situado a unos diez kilómetros de distancia. Si alguien sabía la verdad, ése era Greg.

—Hola, Sally —Ashley saludó a una de las empleadas de la tienda de Greg, donde ella misma había trabajado. Ahora que la primavera había llegado a Utah, la tienda estaba abarrotada de gente deseosa de comprar tiendas de campañas, aprovechando las rebajas, pensando en las vacaciones de verano.

—¡Caramba! ¡Menudo cambio desde la última vez que te vi! —exclamó Greg cuando Ashley entró en su despacho—. Estás preciosa —añadió. Se puso de pie y le dio un abrazo cariñoso, antes de invitarla a que tomase asiento frente a él.

Estaba felizmente casado con Bonnie y se sentía orgulloso de ser el padre de dos adorables niños. Él había sido la piedra sobre la que se había apoyado Ashley cuando las cosas habían empezado a torcerse.

Ashley no quería creer que Greg había traicionado la confianza que había depositado en él. Pero si le había contado a Cord lo de su embarazo, al menos, necesitaba saberlo en ese mismo momento.

Y tenía que saberlo, pues, si no se lo había contado, no debía estar enfadada con Greg sin que éste se lo mereciera.

—¿Qué te trae por aquí?, ¿quieres recuperar tu trabajo? Aunque estoy contento con Elly, ella nunca podrá sustituirte. No comprende el negocio igual que tú. Todo el mundo te echa muchísimo de menos.

—Gracias, Greg…

—Mira, si vuelves a trabajar aquí, te compraré un asiento reclinable… y podemos poner una cunita en la habitación de atrás para el bebé —añadió con una cálida sonrisa.

—Greg, eres un cielo y te agradezco un montón tus intenciones, pero ya sabes por qué no puedo volver a trabajar aquí.

—Cord no viene nunca, si es eso lo que te preocupa —respondió Greg—. Si quiero hablar con él, soy yo quien lo tiene que llamar. Y ni siquiera entonces es el de antes. Las últimas tres veces que le he dicho de quedar no ha aceptado mi propuesta. En serio, estoy preocupado por él.

Esto, junto con la llamada de Cord desde el hospital, hacía que la situación pareciera muy alarmante.

Era evidente que la ruptura entre ambos había afectado también a la relación entre Cord y Greg, algo que Ashley no había imaginado ni querido. Ellos eran amigos desde hacía años y se querían como si fueran hermanos. Las dos parejas habían salido numerosos fines de semana y lo habían pasado de maravilla los cuatro juntos.

Una vez que el divorcio se hubiera concretado, el matrimonio entre Cord y Sheila sorprendería a muchas personas; pero a Cord sólo le interesaría la opinión de Greg…

Claro que si Cord se había distanciado, entonces es que quería evitar hablar del pasado con él, para no sentirse culpable.

—¿No le habrás dado mi número de teléfono por casualidad? —le preguntó Ashley finalmente.

—¿Te ha llamado?

—Sí, me llamó anoche. Del Hospital Creek.

—¡Santo cielo!

—Entonces, ¿le dijiste cómo ponerse en contacto conmigo? —le preguntó sin querer creérselo.

—Ayer por la mañana —confesó—. Tuve que hacerlo, Ashley. Cord está en serios apuros.

—Me dijo que no era nada grave —comentó ella. Se le había disparado la adrenalina.

—Pues te mintió —replicó Greg—. Estoy convencido de que, en estos momentos, tú eres su único salvavidas. ¿Lo has visto?

—No —contestó con la respiración agitada—. Me temo que la conversación degeneró en seguida. Él insistió en verme en persona. Le dije que no y me colgó —añadió con voz temblorosa.

—¡Vaya! —Greg sonó tan contrariado como había sonado Cord al despedirse.

—¿Le dijiste que estoy embarazada?

—No. No tiene ni idea de que está a punto de convertirse en padre, ni sabe dónde vives, ni cómo te ganas la vida. Creo que está desquiciado. Como te niegas a verlo…

Era la primera vez que Greg la hacía sentirse culpable.

—¿Sabes qué le pasa?

—Lo intuyo, pero no debo entrometerme —la miró a los ojos—. Lo has expulsado totalmente de tu vida, ¿verdad?

—Greg… —se defendió—, si Bonnie te hiciera lo que Cord y Sheila…

—Ashley —atajó él—. No lo he dicho para herirte. Supongo que tenía la esperanza de que el tiempo hubiera curado las heridas; pero parece ser que no es así. Os quiero mucho a los dos y me da pena ver lo mucho que estáis sufriendo. Es difícil estar de brazos cruzados sin hacer nada, pero eso es exactamente lo que he estado haciendo todo este tiempo… hasta ayer, cuando fui a verlo. Sentía que tenía que intervenir.

Ashley no logró articular palabra.

—Lamento que esto haga que pierdas confianza en mí, Ashley, pero no me voy a disculpar por intentar salvarlo. Eso sí, te prometo que no volverá a llamarte. Viendo lo resentida que aún estás, seguro que no reunirá fuerzas para intentarlo de nuevo.

—¿Tan mala persona soy? —preguntó finalmente.

—Sabes que eso es una tontería. No te estoy juzgando, Ashley. No estoy en tu pellejo y no creo que pueda imaginar cómo te sientes. Lo único que sé es que dos personas estupendas que parecían estar hechas la una para la otra están separados y sufriendo mucho, y yo me siento impotente.

—Greg… yo no pretendía ponerte en esta situación tan delicada. No te culpo por hacer lo que has hecho —le tembló la voz—. De hecho, te agradezco que te preocupes tanto por nosotros. No quiero convertirme en una mujer amargada. No hay nada más destructivo… ¿Sabes el número de su habitación en el hospital?

—Ya no está allí.

—¿Qué quieres decir?

—Como no fuiste a verlo, se marchó a su casa.

—¿Qué? —se puso de pie—. Pero eso no tiene sentido.

—Supongo que para él sí lo tendrá.

—Lo… lo llamaré en cuanto llegue a casa.

—Por favor, Ashley —Greg se levantó, la acompañó a la puerta, la miró sombríamente y susurró—. No hagas nada salvo que lo sientas de verdad.

De vuelta a casa, no paró de escuchar esas últimas palabras una y otra vez en su cabeza: «no hagas nada salvo que lo sientas de verdad», le había dicho.

Después de colocar la fruta y de preparar la comida de la señorita Bromwell, la dejó escuchando la radio y Ashley se dispuso a llamar por teléfono. Sin embargo, tenía tanto miedo de hacerse daño con aquella conversación, que no logró marcar los números.

Pasó una hora intentando decidir qué debía hacer, sintiéndose más nerviosa segundo a segundo. Cuando ya no aguantó más, descolgó el auricular y llamó al despacho de Cord. Normalmente era Sheila la que respondía…

—¿Sí?

—¿Cord? —preguntó Ashley, sorprendida, al oír la voz de su futuro ex marido.

Un silencio ensordecedor la informó de que lo había pillado desprevenido.

—¡Ashley!, ¡gracias a Dios! ¡Eres tú! —exclamó él. Era evidente que aún sentía algo, por poco que fuera, hacia ella.

—Esta mañana he hablado con Greg. Me dijo que habías abandonado el hospital… ¿Por qué?

—¿Qué más da? —le preguntó cortantemente—. Anoche no querías oír nada de lo que tenía que decirte.

—Cord —había temido que la conversación tomara ese rumbo agresivo—, ¿quieres que hablemos o colgamos directamente?

—¡No, no cuelgues! Estaba de mal humor, pero no pretendía pagarlo contigo.

Si no se confundía, daba la sensación de que Cord estaba nervioso, lo cual resultaba muy extraño en él. Muchísimo. Al menos, el Cord al que ella había conocido nunca había sido una persona inquieta. En esos momentos, en cambio, ya no sabía qué pensar.

—Si tienes que estar en el hospital, no entiendo por qué te has vuelto a casa. ¿Qué te pasa?

—Es mi problema, Ashley. Yo lo solucionaré.

Ashley frunció el ceño. Notaba a Cord apagado, le faltaba una chispa que siempre había encendido su carácter. No quería darle importancia, pero el hecho de que Cord no pareciera el mismo la molestaba sobremanera. Sobre todo, teniendo en cuenta que no tardaría en convertirse en el padre de su bebé.

—He tomado una decisión, Cord. Por favor, vuelve al hospital y yo iré a verte allí.

—Estoy muy liado con el trabajo, así que no puedo ingresar hasta el lunes. En cualquier caso, es pedirte demasiado.

Greg le había confesado que Cord estaba muy deprimido y ahora empezaba a darse cuenta de que esa actitud tan extraña de éste podía verificar las palabras de aquél.

—No tanto, según Greg —apuntó Ashley—. Él cree que tienes un problema grave.

—Exagera.

—No lo creo. Dime cuándo vuelves al Hospital Creek y me pasaré a verte.

—No, gracias. No es necesario que hagas ningún sacrificio. Sobre todo, cuando estamos a punto de divorciarnos. No debería haberte llamado. Ya me las arreglaré yo solo.

Ashley sintió que un punzón le desgarraba el corazón. Sonaba como si se hubiera rendido. No podía permitir que se viniera abajo, independientemente de lo que sucediera con Sheila.

—Me… me temo que ya no se trata sólo de tu problema.

—¿Qué diablos quieres decir con eso? —replicó Cord, tras una intensa pausa.

Ashley colgó el teléfono para no darse oportunidad de responder. Sólo entonces empezó a ser consciente de lo que acababa de hacer.

No sólo se sentiría dolido y furioso con ella por haberle ocultado el embarazo, sino que lo dejaría aturdido. De acuerdo con las pruebas que se habían hecho, el que se hubiera quedado embarazada debería entrar en la historia de la medicina, pues era todo un milagro.

Tenía la corazonada de que, cuando lo descubriera, todo se complicaría más y los trámites del divorcio se prolongarían. Pero había dado un paso al frente, se había arriesgado, y ahora no podía dejar de cumplir su palabra. No si Cord estaba realmente mal, como de veras creía Ashley. El sábado, cuando la hija de la señorita Bromwell llegó a casa con la mujer que la sustituiría para cuidar a la anciana, Ashley salió a comprar ropa que se adaptara a su nueva línea. No podía gastarse mucho dinero, pero necesitaba algo decente que ponerse para cuando fuera al hospital. Finalmente, se compró varios pares de medias y un par de sujetadores y de vestidos.

El lunes por la mañana, a las seis y cinco, atravesó la entrada del hospital y fue a recepción.

—Soy la señora McKnight. ¿Me puede decir en qué habitación está mi marido, Cord McKnight?

La recepcionista tecleó el nombre de éste y miró la pantalla del ordenador.

—Sí, aquí está… Habitación 521 C. Use los ascensores del ala este, gire a la derecha y pregunte allí a la enfermera de planta. Ella la informará con más detalle.

—Gracias —respondió, aliviada. Se había pasado todo el fin de semana preguntándose si Cord habría accedido o no a ingresar en el hospital.

Ashley echó a andar, con el corazón en un puño, latiéndole sin control. Al entrar en el ascensor con su bolso y el ganchillo, se sintió inquieta e insegura.

En los últimos ochos meses, su físico había cambiado radicalmente. Aunque las extremidades habían enflaquecido, estaba tan embarazada que parecía estar preparada para dar a luz en cualquier momento.

Muchas mujeres no se inflaban tanto en el primer embarazo, pero Ashley, ella era baja, de modo que al bebé no le quedaba más remedio que crecer hacia afuera. No era de extrañar que, el viernes, Greg le hubiera comentado lo mucho que había cambiado desde la anterior vez que la había visto.

Al girar a la derecha por el pasillo, se preguntó si Cord sería siquiera capaz de reconocerla, pues hasta se había cortado el pelo… Amigos y conocidos que la habían visto también con el pelo largo, le habían dicho que les gustaba cómo le sentaba el corte. Decían que, de esa manera, se resaltaba su cara ovalada y destacaban más sus ojos azul verdoso. Cord siempre le había alabado la belleza de su brillo… antes de que su matrimonio empezara la cuesta abajo.

Había estado considerando si debía quitarse el anillo de boda y, en el último momento, había decidido dejárselo puesto. Al fin y al cabo, ella y Cord seguían casados a ojos de la Ley, y tenía la impresión de que a él no le gustaría verla aparecer sin el anillo. Mejor no contrariarlo más de lo necesario. Bastante sorpresa le esperaba ya cuando la viera…

Después de mucho vacilar, había decidido estrenar uno de los vestidos que se había comprado, color turquesa, con mangas hasta el codo, que le caía recto desde los hombros. Unos anillos de oro y unas zapatos de cuero de tacón bajo, cómodos para andar, completaban su vestimenta.

Lo último que quería era violentar a Cord, cuya presencia hacía girar las cabezas de todas las mujeres allá donde fuera. Era alto, moreno, tenía un físico potente, ojos azul oscuro… Era tan guapo y atractivo que Ashley se había visto obligada a acostumbrarse a las miradas de otras mujeres para no morirse de celos.

Además, la había ayudado el simple hecho de que él no era consciente del revuelo que se levantaba a su paso. No era un hombre nada engreído y nunca pensaba en sí mismo. Hasta la irrupción de Sheila, Ashley no había tenido nunca motivo alguno para pensar que Cord podía estar fijándose o pensando en otra mujer.

Porque, desde el primer momento, él la había hecho creer que ella era todo su mundo; por eso, cuando descubrió lo que estaba sucediendo entre Cord y su madrastra, el impacto fue más fuerte incluso de lo habitual en tales casos. Una verdadera pesadilla.

Ashley se obligó a dejar de pensar al respecto. El pasado ya no importaba. Había ido al hospital por el bienestar de Cord. Debía dejar de lado todo lo demás si no quería volverse loca…

—Hola, ¿puede decirme dónde está la habitación 521 C? —le preguntó a la enfermera de planta, después de respirar profundamente tres veces, para tranquilizarse.