Shambhala - Chögyam Trungpa - E-Book

Shambhala E-Book

Chögyam Trungpa

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Beschreibung

Dentro de la más profunda tradición budista, con una inmensa libertad de espíritu, y una cierta afinidad con la idea del guerrero de Castaneda, el presente libro utiliza la imagen del Reino de Shambhala para representar el ideal de la iluminación secular, la universalidad de una experiencia liberadora sin ayuda de ninguna actividad religiosa. A lo largo de los últimos años, las enseñanzas Shambhala se han hecho famosas por su simplicidad y su eficacia. Más allá de las barreras de las sectas y de los círculos cerrados de los dogmas, las enseñanzas Shambhala parecen inspiradas en el famoso verso de Antonio Machado: «se hace camino al andar». Las enseñanzas Shambhala ponen a nuestro alcance una existencia sana e íntegra.

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CHÖGYAM TRUNGPA

SHAMBHALA

La senda del guerrero

Traducción de Marta Guastavino y Ricardo Gravel

Título original: SHAMBHALA. The Sacred Path of the Warrior

Foto portada: Russell Johnson

Foto autor: M. Lang

© 1984 Chögyam Trungpa

© de la edición española para todos los países:

1986 Editorial Kairós, S.A.

www.editorialkairos.com

Composición: Pablo Barrio

Primera edición en papel: Mayo 1986

Primera edición en digital: Noviembre 2021

ISBN papel: 978-84-7245-282-4

ISBN epub: 978-84-9988-995-5

ISBN kindle: 978-84-9988-996-2

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita algún fragmento de esta obra.

SUMARIO

PrefacioPrólogoPRIMERA PARTE. CÓMO SER UN GUERRERO1. Crear una sociedad iluminada2. Descubrir la bondad fundamental3. El auténtico corazón de la tristeza4. El miedo y la intrepidez5. Sincronizar mente y cuerpo6. El despuntar del Sol del Gran Este7. El capullo8. Renuncia y osadía9. Celebrar el viaje10. SoltarSEGUNDA PARTE. LA CONDICIÓN SAGRADA: EL MUNDO DEL GUERRERO11. El ahora12. Descubrir la magia13. Cómo invocar la magia14. Superar la arrogancia15. Superar las tendencias habituales16. El mundo sagrado17. La jerarquía natural18. Cómo gobernarTERCERA PARTE. LA PRESENCIA AUTÉNTICA19. El monarca universal20. La presencia auténtica21. El linaje de shambhalaApéndice. El aprendizaje shambhala

A GESAR DE LING

A quien no tiene principio ni finy posee la gloria de Tigre León Garuda Dragóny posee la confianza que trasciende palabrasrindo homenaje a los pies del Rey Rigden

PREFACIO

Chögyam Trungpa se ha dado a conocer entre los lectores occidentales como autor de varios libros populares sobre las enseñanzas budistas, entre los cuales se cuentan Más allá del materialismo espiritual, El mito de la libertad y Meditación en acción. Shambhala, el volumen que presentamos, se aparta en importantes aspectos de aquellas primeras obras. Aunque el autor reconoce la relación de las enseñanzas shambhala con los principios budistas, y aunque analiza con cierto detalle la práctica de la meditación –que es casi idéntica a la práctica de meditación budista–, este libro presenta, sin embargo, una perspectiva inconfundiblemente secular, más bien que religiosa. Apenas aparecen en el texto una media docena de términos extranjeros y, por lo que respecta a su tono y contenido, el libro aborda en forma directa –a veces dolorosamente directa– la experiencia y la aventura del ser humano.

Incluso en el nombre con que firma el Prólogo –Dorje1 Drádul de Mukpo–, el autor distingue este libro del resto de sus obras. Shambhala se centra en la senda del guerrero, o el camino de la valentía, que está abierto a todo ser humano que procure una existencia auténtica que trascienda el miedo. El título de Dorje Drádul significa «guerrero indestructible o diamantino». Mukpo es el apellido del autor, que desde muy temprana edad fue reemplazado por su título budista, Chögyam Trungpa, Rinpoche. En el capítulo once, «El ahora», el autor describe la importancia que tiene para él el apellido Mukpo, y nos deja entrever las razones por las que prefirió usarlo en el contexto de este libro.

Aunque el autor se vale de la leyenda y de la imagen del reino de Shambhala como base para su presentación, expresa con toda claridad que lo que presenta no son las enseñanzas budistas del Kalacakra2 sobre Shambhala. Este libro se nutre en cambio de la sabiduría y de principios de conducta humana antiquísimos, quizás incluso primordiales, tal como se manifestaron en las sociedades tradicionales y preindustriales del Tíbet, la India, China, Japón y Corea. Las imágenes y la inspiración del autor provienen sobre todo de la cultura guerrera del Tíbet, que se remonta a una época previa al budismo y que siguió siendo una influencia fundamental en la sociedad tibetana hasta la invasión comunista china en 1959. Sin embargo, sean cuales fueren sus fuentes, la visión que aquí se presenta no ha encontrado antes expresión alguna. Se trata de una visión peculiar de la condición y del potencial humanos, cuyo rasgo más notable es quizá la persistencia en ella de una resonancia familiar, algo así como si hubiéramos sabido de siempre las verdades aquí contenidas.

El interés del autor por el reino de Shambhala se remonta a los años que pasó en el Tíbet, donde era el abad supremo de los monasterios de Súrmang. De joven había estudiado algunos textos tántricos que hablan del lengendario reino de Shambhala, de la ruta que conduce a él y de su significado interno. En 1959, mientras atravesaba los Himalayas huyendo de los comunistas chinos, Chögyam Trungpa escribió una síntesis espiritual de la historia de Shambhala, que lamentablemente se perdió durante el viaje. James George, un amigo personal del autor que había sido alto comisionado canadiense en la India, consigna que en 1968 Chögyam Trungpa le dijo que «por más que nunca hubiera estado allí, en Shambhala, creía en su existencia y siempre que entraba en meditación profunda podía ver el reino en su espejo». Y nos cuenta que tiempo después fue testigo de cómo el autor, con la vista fija en un pequeño espejo de mano, describía detalladamente el reino de Shambhala. Como él mismo dice: «... ahí estaba Trungpa en nuestro estudio, describiendo lo que veía como si estuviera mirando por la ventana».

Pese a la antigüedad de su interés por el reino de Shambhala, Chögyam Trungpa evitó al parecer, cuando llegó a Occidente, cualquier referencia explícita que fuera más allá de una mención de pasada. Sólo en 1976, pocos meses antes de comenzar un retiro de un año, empezó a subrayar la importancia de las enseñanzas shambhala. Ese año, en el Seminario Vajradhatu, un curso de estudios superiores de tres meses, Chögyam Trungpa dio a los doscientos participantes una serie de charlas sobre los principios shambhala. Después, durante su retiro de 1977, empezó a escribir textos sobre Shambhala y pidió a sus estudiantes que lanzaran un programa público de meditación secular al que bautizó con el nombre de «Aprendizaje shambhala».

Desde aquella época, el autor ha dictado más de un centenar de conferencias sobre temas relacionados con la visión shambhaliana, algunas de ellas a los alumnos del Aprendizaje shambhala, muchas a los directores o maestros de dicho programa; unas pocas fueron charlas públicas ofrecidas en importantes ciudades de los Estados Unidos, y un grupo de ellas constituyó un seminario que, bajo el título «El guerrero de Shambhala», enseñaron Chögyam Trungpa y Ösel Tendzin, en el verano de 1979, en el Instituto Naropa de Boulder, Colorado.

Para preparar este volumen hemos pasado revista, bajo la dirección del autor, a todas las conferencias sobre el tema, en busca de las formas mejores o más adecuadas de encarar determinados aspectos. Además, el autor escribió para este libro páginas originales, principalmente las que en el capítulo veinte, «La presencia auténtica», analizan las dignidades de lo manso, lo vivaz y lo desmesurado. El material sobre lo insondable ya había recibido forma de ensayo durante su retiro de 1977, y la presentación de las otras tres dignidades fue escrita para este libro en un estilo compatible con el del artículo original.

Para decidir cuál sería la secuencia de los capítulos y la progresión lógica de los temas, la guía principal fueron las propias conferencias originales. Al estudiar este material nos encontramos con que las enseñanzas shambhala no sólo presentan la lógica de la mente, sino también la del corazón. Basadas tanto en la intuición como en el intelecto, estas enseñanzas pintan un cuadro complejo y a veces intrincado de la experiencia humana. Para preservar esta característica, preferimos que la estructura del libro emergiera de la propia estructura de las conferencias originales. Necesariamente, en ocasiones esto dio como resultado tratamientos paradójicos, o incluso aparentemente contradictorios, de un mismo tema. Sin embargo, nos pareció que la elegancia y la integridad del material en su totalidad quedaban mejor servidas si manteníamos la lógica inherente en la presentación original, con todas sus complejidades.

En el tratamiento del lenguaje, tomamos como principio directivo el respeto por la integridad de las conferencias originales. En su presentación de los principios shambhala, el autor usa palabras comunes del lenguaje cotidiano, tales como «bondad», para darles significados atípicos, e incluso a menudo extraordinarios. De esta manera, Chögyam Trungpa eleva la experiencia cotidiana al nivel de la sacralidad, al mismo tiempo que hace entrar conceptos esotéricos como el de magia en el ámbito del entendimiento y la percepción comunes. Esto se logra con frecuencia «estirando» el lenguaje –tanto en el original inglés como en la traducción– para así dar cabida a un entendimiento sutil dentro de una simplicidad aparente. En la preparación del texto hemos intentado retener y destacar la voz del autor en vez de suprimirla, porque nos parece que esta manera de abordar el tema es la que mejor transmite la fuerza del material.

Antes de que se empezara a trabajar sobre este libro, ya se había hecho una publicación restringida de muchas de las charlas del autor, para que estuvieran al alcance de maestros y alumnos del Aprendizaje shambhala. Estos primeros esfuerzos editoriales, debidos a Michael Kohn, Judith Lief, Sarah Levy, David Rome, Barbara Blouin y Frank Berliner merecen todo nuestro agradecimiento, en cuanto redujeron considerablemente la tarea de preparación del libro.

El plan de estudios que se usa en el Aprendizaje shambhala fue utilísimo para organizar el material para este libro, y agradecemos a todos los que durante los seis últimos años han colaborado con el autor en la elaboración y revisión del programa: a David Rome, secretario particular del autor y editor adjunto de Shocken Books; a Jeremy Hayward, vicepresidente de la Fundación Nalanda; a Lila Rich, directora ejecutiva del Aprendizaje shambhala, lo mismo que al personal que participó en el programa y especialmente a Frank Berliner, Christie Baker y Dan Holmes.

Una guía continua durante el trabajo fue la de Ösel Tendzin, cofundador del Aprendizaje shambhala y heredero del dharma de Chögyam Trungpa, quien revisó el formato original del libro y ofreció sus críticas y comentarios durante las sucesivas etapas de preparación del manuscrito. Le estamos sumamente agradecidos por su participación.

Un papel similar jugó Samuel Bercholz, director de la editorial Shambhala Publications. Tal como lo demuestra el nombre que ya en 1968 le diera a su compañía, el señor Bercholz mantiene una profunda relación con Shambhala y su sabiduría. Su fe en el proyecto y su constante interés por él fueron una de las fuerzas que más contribuyeron a que el trabajo llegara a completarse.

Dos de las colaboradoras de Vajradhatu merecen especial mención por su excelente trabajo en el manuscrito: Sarah Levy y Donna Holm. Quisiéramos además expresar nuestro especial agradecimiento a Ken Wilber, director de la New Science Library y autor de Después del Edén y otros libros, que leyó las versiones finales del manuscrito. Sus comentarios, detallados y agudos, nos movieron a introducir importantes cambios en el texto final.

Robert Walker trabajó como asistente administrativo de los encargados de la edición, y sin el apoyo que nos prestó jamás habríamos podido terminar el libro. Por su excelente y bien dispuesta contribución merece todo nuestro agradecimiento. También agradecemos su dedicación a Rachel Anderson, que actuó durante varios meses como asistente administrativa. No es posible mencionar aquí a todos los voluntarios que nos ofrecieron las transcripciones ya existentes cuando empezamos a trabajar en el libro, pero a todos ellos expresamos nuestro reconocimiento por sus esfuerzos.

Igualmente deseamos agradecer a Traducciones Nalanda las traducciones del tibetano que aquí aparecen, y en especial a Ugyen Shenpen, que caligrafió los escritos tibetanos originales. Agradecemos también al equipo editorial y de producción de Shambhala Publications, en especial a Larry Mermelstein, Emily Hilburn y Hazel Bercholz.

No es menor nuestro reconocimiento a los muchos otros lectores que invirtieron su tiempo en leer y comentar el manuscrito final: Marvin Casper, Michael Chender, Lodrö Dorje, Larry Dossey, Wendy Goble, James Green, Lynn Hildebrand, Lynn Milot, Susan Purdy, Eric Skjei, Susan Niemack Skjei, Joseph Spieler, Jeff Stone y Joshua Zim. Agradecemos especialmente a la señora Goble su cuidadosa revisión del texto final.

Es imposible expresar adecuadamente nuestro agradecimiento al autor, tanto por la visión que le llevó a presentar las enseñanzas shambhala como por el privilegio de poder ayudarle en la preparación de este libro. Además de trabajar en estrecho contacto con quienes nos ocupábamos del proceso editorial, supo conseguir una atmósfera de magia y de poder que penetró e inspiró todo el proyecto. Decir algo así puede parecer un tanto desmesurado, pero es posible que tras haber leído el libro, nuestra afirmación no parezca tan extraña. La sensación era como si el autor insuflara en el texto una potencia que le permitía elevarse más allá de la pobre visión que de él teníamos para proclamar su propia sabiduría. Esperamos no haber obstruido ni debilitado el poder de estas enseñanzas, que ojalá ayuden a liberar a todos los seres de la enconada malignidad del sol poniente.

CAROLYN ROSE GIMIAN

Boulder, Colorado

Octubre 1983

PRÓLOGO

Me complace sobremanera poder presentar en este libro la visión de lo que es Shambhala. Es lo que el mundo necesita, algo de lo que ha sido privado. Quisiera, sin embargo, dejar en claro que este libro no revela ninguno de los secretos de la tradición tántrica budista de las enseñanzas shambhala, ni presenta tampoco la filosofía del Kalachakra. Este libro es más bien un manual para quienes en su vida han perdido los principios de lo sagrado, lo digno y lo guerrero. Se basa sobre todo en los principios del espíritu guerrero, tal como los encarnaron las antiguas civilizaciones de la India, el Tíbet, China, Japón y Corea. El libro nos enseña a refinar nuestro modo de vida y a difundir el verdadero significado de la condición de guerrero. Se inspira en el ejemplo y en la sabiduría del gran rey tibetano Gesar1 de Ling: en su insondabilidad e intrepidez, y en la forma en que venció a la barbarie valiéndose de los principios del Tigre, el León, el Garuda y el Dragón (Tak, Seng, Khyung, Druk), presentados en este libro como las cuatro dignidades.

Para mí es un honor que agradezco el haber podido presentar antes la sabiduría y la dignidad de la vida humana en el contexto de las enseñanzas religiosas del budismo. Ahora, siento profundo júbilo al presentar los principios de la condición del guerrero shambhala, y al enseñar de qué manera podemos vivir nuestra vida como queremos con intrepidez y regocijo, sin destruirnos los unos a los otros. De este modo, se promoverá la visión del Sol del Gran Este (Sharchen —ima) y podrá realizarse, sin lugar a dudas, la bondad que reside en el corazón de cada uno.

DORJE DRADUL DE MUKPO

Boulder, Colorado

Agosto 1983

PRIMERA PARTECÓMO SER UN GUERRERO

Desde el gran espejo cósmico,sin comienzo y sin final,se manifestó la sociedad humana.En aquel momento surgieron liberación y confusión.Cuando aparecieron el temor y la dudafrente a la confianza que es primordialmente libre,se alzaron innumerables multitudes de cobardes.Cuando en la confianza que es primordialmente librese halló ejemplo a seguir y deleite,se alzaron innumerables huestes de guerreros.Y las multitudes innumerables de cobardesse ocultaron en cavernas y selvas.Mataron a sus hermanos para comerse su carne,siguieron el ejemplo de las bestias,provocaron el terror unos en otros;se quitaron así la propia vida.Atizaron un inmenso fuego de odio,enturbiaron sin cesar el río de la lujuria,se sumieron en el fango de la pereza:así apareció la edad del hambre y las plagas.

De quienes se dedicaron a la confianza primordial,las múltiples huestes de guerreros,algunos fueron a las altas montañasa erigir hermosos castillos de cristal.Otros a comarcas de bellos lagos e islasa levantar palacios fabulosos.Y otros más a las plácidas llanurasfueron a sembrar arroz, cebada y trigo.Siempre sin conflictos ni disputas,amables siempre, y generosos.Sin recibir estímulo, mediante su insondabilidadque por sí sola existe,estuvieron siempre dedicados al Ridgen imperial.

1.CREAR UNA SOCIEDAD ILUMINADA

Las enseñanzas shambhala se fundan sobre la premisa de que hay una sabiduría humana básica que puede ayudarnos a resolver los problemas del mundo. Esta sabiduría no es propia de ninguna cultura o religión determinada, no viene solamente de Oriente ni de Occidente. Es, más bien, una tradición de los seres humanos en su condición de guerreros, que ha existido en muchas culturas y en muchos momentos a lo largo de la historia.

En el Tíbet, lo mismo que en muchos otros países asiáticos, circulan historias sobre un reino legendario que fue fuente de conocimientos y de cultura para las actuales sociedades asiáticas. De acuerdo con las leyendas, era un lugar de paz y prosperidad, regido por gobernantes prudentes y compasivos. Los ciudadanos eran igualmente bondadosos y sabios, de manera que el reino constituía, en general, una sociedad modelo. Aquel lugar se llamaba Shambhala.

Se dice que el budismo desempeñó un papel importante en la evolución de la sociedad shambhala. Las leyendas nos cuentan que el Buda Shakyamuni transmitió enseñanzas tántricas muy altas a Dawa Zangpo, el primer rey de Shambhala. Se considera que esas enseñanzas, que se conservan en el Kalachakra Tantra, son parte de la más profunda sabiduría del budismo tibetano. Cuentan las historias que, después que el rey hubo recibido su instrucción, todo el pueblo de Shambhala comenzó a practicar la meditación y a seguir el camino budista de benevolencia e interés por todos los seres. De esta manera, no solamente los gobernantes, sino todos los súbditos del reino llegaron a ser personas sumamente evolucionadas.

Entre los tibetanos existe la creencia popular de que aún es posible llegar al reino de Shambhala, oculto en algún valle remoto en un rincón de los Himalayas. Hay también cierto número de textos budistas que dan instrucciones, detalladas pero oscuras, sobre cómo llegar a Shambhala, pero las opiniones discrepan en lo que se refiere a si tales instrucciones se deben entender en un sentido real o metafórico. Hay también muchos textos que ofrecen minuciosas descripciones del reino. Por ejemplo, según el Gran comentario sobre el Kalachakra de Mipham, el renombrado maestro budista del siglo XIX, Shambhala se encuentra al norte del río Sita, y al país lo dividen ocho cadenas de montañas. El palacio de los Ridgens, los gobernantes imperiales de Shambhala, está construido en lo alto de una montaña circular, en el centro del país. Según nos cuenta Mipham, la montaña se llama Kailasa. El palacio –el palacio de Kalapa– abarca muchos kilómetros cuadrados. Frente a él, hacia el sur, hay un hermoso parque, llamado Malaya, y en medio del parque se eleva un templo consagrado a Kalachakra, construido por Dawa Zangpo.

Otras leyendas cuentan que el reino de Shambhala desapareció de la tierra hace muchos siglos. En un momento determinado, la sociedad entera había alcanzado la iluminación, y el reino se transfiguró en un ámbito más celestial. De acuerdo con esos relatos, los reyes Rigden de Shambhala continúan velando sobre los asuntos humanos, y algún día retornarán a la tierra para salvar a la humanidad de la destrucción. Muchos tibetanos creen que el rey Gesar de Ling, el gran guerrero tibetano, estuvo inspirado y guiado por los Rigdens y la sabiduría shambhaliana. Esto refleja la creencia en la existencia celestial del reino; como se cree que Gesar no viajó a Shambhala y que su vínculo con el reino era de índole espiritual. Vivió aproximadamente en el siglo XI y fue rey de la provincia de Ling, al este del Tíbet. Al término de su reinado, los relatos y leyendas sobre sus logros en cuanto guerrero y gobernante se difundieron por todo el Tíbet y terminaron por ser la epopeya más importante de la literatura tibetana. Algunas leyendas afirman que Gesar retornará, viniendo de Shambhala, al mando de un ejército, para someter a las fuerzas de la oscuridad en el mundo.

En los últimos años algunos estudiosos occidentales han planteado la posibilidad de que el reino de Shambhala haya sido en realidad uno de los reinos históricamente documentados de épocas muy remotas, como el reino Zhang-Zhung en Asia Central. Por otra parte, muchos estudiosos creen que los relatos referentes a Shambhala son completamente míticos. Si bien es bastante fácil descartar el reino de Shambhala y considerarlo pura ficción, también es posible ver en esta leyenda la expresión de un deseo humano profundamente arraigado y muy anténtico: el de una vida buena y satisfactoria. De hecho, entre muchos maestros del budismo tibetano existe una larga tradición que considera el reino de Shambhala no como un lugar físico, sino como el fundamento o raíz de la cordura y el estado de vigilia que existen en forma potencial en todo ser humano. Desde ese punto de vista no tiene entonces importancia que se sepa con exactitud si el reino de Shambhala es realidad o ficción. Lo que importa es que reconozcamos y emulemos el ideal que representa: el de una sociedad iluminada.

Durante los últimos siete años he venido presentando una serie de enseñanzas shambhala, que se valen de la imagen del reino de Shambhala para representar el ideal de la iluminación secular, la posibilidad de inspirar y elevar tanto nuestra propia existencia como la de los demás, sin ayuda de ninguna actitud religiosa. Pues, aunque la tradición shambhala descansa sobre la cordura y bondad de la tradición budista, no deja de tener su propia base independiente, que es cultivar directamente lo que somos y quienes somos en cuanto seres humanos. Con los grandes problemas a que se enfrenta actualmente la sociedad humana, parece cada vez más importante que encontremos métodos simples y no sectarios de trabajar sobre nosotros mismos y de compartir nuestro entendimiento con los demás. Las enseñanzas shambhala –o la «visión shambhala», que es una denominación más amplia de esta manera de afrontar las cosas– es uno de tales intentos de poner a nuestro alcance, y al de todos, una existencia sana e íntegra.

La situación mundial actual es fuente de preocupación para todos: amenaza una guerra nuclear, la pobreza es grande, hay inestabilidad económica general y caos social y político, y se dan los trastornos psicológicos más diversos. El mundo se encuentra en estos momentos en la confusión más absoluta. Las enseñanzas shambhala se fundan en la premisa de que sí existe una sabiduría humana fundamental que puede ayudarnos a resolver los problemas del mundo. Esta sabiduría no es patrimonio exclusivo de ninguna cultura o religión determinada, no viene solamente de Oriente o de Occidente. Es, más bien, una tradición de los seres humanos en su condición de guerreros, que ha existido en muchas culturas y en muchos momentos a lo largo de la historia.

Al hablar aquí del guerrero no nos referimos a hacer la guerra. La agresión no es la solución, sino el origen de nuestros problemas. Aquí, la palabra «guerrero» traduce el tibetano pawo, que significa literalmente «persona valiente». En este contexto, la condición de guerrero es la tradición de la valentía humana, la tradición de la intrepidez. Los indios norteamericanos tenían una tradición semejante, que existió también en las sociedades indígenas de Sudamérica. El ideal japonés del samurai representaba igualmente una tradición guerrera de sabiduría y el principio del guerrero iluminado también se ha dado en las sociedades cristianas de Occidente. El rey Arturo es un ejemplo legendario del espíritu del guerrero en la tradición occidental, y los grandes reyes bíblicos, como el rey David, son ejemplos de guerreros de la tradición judeocristiana. En nuestro planeta ha habido muchos ejemplos espléndidos del espíritu del guerrero.

La clave del camino del guerrero, y el principio de la visión shambhala, es no tener miedo de ser quienes somos. Ésta es, en última instancia, la definición de la valentía: no tenerse miedo a sí mismo. La visión shambhala es lo opuesto del egoísmo. Al tener miedo de nosotros mismos y de la amenaza aparente que representa el mundo, nos volvemos sumamente egoístas. Queremos construir nuestro nidito, nuestro propio capullo, para poder vivir solos y en seguridad.

Pero nuestra valentía puede ir aún más lejos. Debemos intentar que nuestro pensamiento trascienda nuestro hogar, que vaya más allá del fuego que arde en la chimenea, más allá de enviar nuestros hijos a la escuela o de ir a trabajar por la mañana. Debemos tratar de ver cómo podemos ayudar a este mundo. Si no ayudamos nosotros, nadie lo hará. Nos toca a nosotros ayudar al mundo. Al mismo tiempo, ayudar a los demás no significa abandonar nuestra vida individual. No es necesario empeñarse de repente en ser el alcalde del pueblo o el presidente de los Estados Unidos para ayudar a la gente; se puede empezar por la familia y los amigos y las personas que nos rodean. Es más: se puede empezar por uno mismo. Lo importante es darse cuenta de que jamás se deja de estar de servicio. Jamás puede uno relajarse y nada más, porque el mundo entero necesita ayuda.

Si bien todos tenemos la responsabilidad de ayudar al mundo, es posible que si intentamos imponer nuestras ideas o nuestra ayuda a los demás terminemos por crear aún más caos. Mucha gente tiene teorías sobre lo que necesita el mundo. Algunos creen que el mundo necesita el comunismo, otros que necesita la democracia; hay gente que piensa que la tecnología será la salvación del mundo, y otros piensan que será su destrucción. Las enseñanzas shambhala no se basan en la conversión del mundo a otra teoría más. La premisa de la visión shambhala es que antes de establecer una sociedad iluminada para los demás, necesitamos descubrir qué es lo que, intrínsecamente, tenemos para ofrecer al mundo. De modo que para empezar debemos hacer un esfuerzo y examinar nuestra propia experiencia, ver qué es lo que contiene de valioso para ayudarnos –y ayudar a otros– a inspirar y elevar nuestra existencia.

Si estamos dispuestos a adoptar un punto de vista imparcial nos encontraremos con que, pese a todos nuestros problemas y nuestra confusión, a todos nuestros altibajos emocionales y psicológicos, hay algo fundamentalmente bueno en nuestra existencia de seres humanos. A menos que podamos descubrir ese fundamento de bondad que hay en nuestra propia vida, no podemos abrigar la esperanza de mejorar las vidas ajenas. Si no somos más que seres desdichados y miserables, ¿cómo es posible que imaginemos siquiera, y con mayor razón que llevemos a la práctica, una sociedad iluminada?

Descubrir la bondad auténtica es algo que se logra a partir de vivencias muy simples. No estamos hablando de lo bien que se siente uno si gana una fortuna o termina su carrera universitaria o se compra una casa nueva, sino de lo que hay de básicamente bueno en estar vivo: algo que no depende de nuestros logros ni de la realización de nuestros deseos. Es una bondad de la que continuamente tenemos atisbos, pero con frecuencia no llegamos a reconocerlos. Cuando vemos un color brillante, somos testigos de nuestra propia bondad intrínseca. Cuando escuchamos un sonido melodioso, estamos escuchando nuestra propia bondad fundamental. Cuando salimos de la ducha nos sentimos frescos y limpios, y cuando nos vamos de una habitación sofocante agradecemos la bocanada súbita de aire fresco. Son sucesos que pueden durar una fracción de segundo, pero son auténticas experiencias de bondad. Están sucediéndonos continuamente, pero por lo común las ignoramos, considerándolas triviales o meras coincidencias. Según los principios shambhala, vale la pena, por lo contrario, reconocer y aprovechar esos momentos, porque en ellos se nos revela la no agresión y el frescor –la bondad fundamental– que son la base de nuestra vida.

Todo ser humano tiene una naturaleza básica de bondad, que no sabe de dilución ni de confusiones, y en esa bondad hay un contenido inmenso de aprecio y ternura. En cuanto seres humanos, podemos hacer el amor. Podemos acariciar a alguien con un ademán de ternura; podemos besar a alguien con dulzura y comprensión. Podemos apreciar la belleza, podemos apreciar lo mejor que hay en este mundo. Podemos captar lo que tiene de vívido: la amarillez del amarillo, la rojura del rojo, el verdor del verde. Nuestra experiencia es real. Cuando el amarillo es amarillo, ¿podemos acaso decir que es rojo, si su amarillez no nos gusta? Eso sería contradecir la realidad. Cuando el sol brilla, ¿podemos rechazarlo y decir que es terrible que brille el sol? Realmente, ¿podemos decirlo? Cuando tememos un sol radiante o una nevada maravillosa, lo apreciamos. Y cuando tomamos una actitud así frente a ella, la realidad puede efectivamente actuar sobre nosotros. Quizá tengamos que levantarnos a la mañana tras haber dormido apenas unas pocas horas, pero si miramos por la ventana y vemos brillar el sol, eso puede levantarnos el ánimo. Podemos curarnos realmente de la depresión si reconocemos que el mundo que tenemos es bueno.

Esto de que el mundo es bueno no es simplemente una idea arbitraria: es bueno porque podemos vivenciar su bondad. Podemos vivenciar nuestro mundo como algo sano y directo, honesto y real, porque nuestra naturaleza básica se amolda naturalmente a la bondad de las situaciones. El potencial humano de inteligencia y dignidad armoniza con la vivencia del brillo de un radiante cielo azul, del frescor de los campos verdes y la belleza de los árboles y las montañas. Tenemos un vínculo efectivo con la realidad, que es capaz de despertarnos y hacernos sentir que somos básica y fundamentalmente buenos. La visión shambhala es conectarnos con nuestra capacidad de despertar y reconocer que esa bondad es algo que puede acontecernos y, más aún, que es algo que ya está aconteciendo.

Pero queda aún una cuestión por formular. Quizás haya uno establecido una conexión auténtica con su mundo: quizás haya atisbado un destello de sol, admirado el brillo de un color, escuchado buena música, comido algo bueno o lo que fuere. Pero, ¿qué relación tienen aquellos atisbos de bondad con la experiencia actual? Por una parte, uno podría querer agarrar esa bondad que está en nosotros mismos y en el mundo fenomenal; entonces, se afanaría y correría de un lado a otro tratando de encontrar la manera de apoderarse de ella. A un nivel aún más burdo, uno podría preguntarse: «¿Cuánto cuesta conseguirla? Esa experiencia fue tan fuerte que quiero poseerla». El problema básico de esa manera de ver las cosas es que uno nunca llega a estar satisfecho aunque consiga lo que quiera, porque todavía sigue codiciando con la misma vehemencia. Basta pasearse por la Quinta Avenida de Nueva York para ver esa forma de desesperación. Por un lado se puede decir que la gente que va de compras por esa calle tiene buen gusto y, por consiguiente, que tiene posibilidades de poner en práctica la dignidad humana; pero por otro, es como si estuvieran cubiertos de espinas. Quieren tener más, más, cada vez más.

Están también los que intentan aproximarse a la bondad mediante la entrega o la humillación. Alguien nos dice que puede hacernos felices si consagramos nuestra vida a la causa que nos propone. Si creemos que esa persona tiene la bondad que buscamos, para ponernos en contacto con ella nos afeitaremos la cabeza, vestiremos una túnica, nos arrastraremos por el suelo o comeremos con las manos. Estamos dispuestos a vender nuestra dignidad y a convertirnos en esclavos.

Estas dos situaciones son intentos de recuperar algo que es bueno, algo que es real. Si uno es rico, está dispuesto a gastar en ello muchísimo dinero. Si es pobre, está dispuesto a empeñar su vida. Pero en ambas actitudes hay algo que anda mal.

El problema es que, cuando empezamos a darnos cuenta del potencial de bondad que hay en nosotros mismos, es frecuente que nos tomemos demasiado en serio nuestro descubrimiento. Tanto lo necesitamos, que somos capaces de matar o de morir por eso que es bueno. Lo que nos falta es el sentido del humor. Humor, en este contexto, no se refiere a contar chistes ni divertir a nadie, ni tampoco a criticar a otros y reírse de ellos. Un auténtico sentido del humor es un contacto suave: no andar a golpes con la realidad, sino apreciarla con mano liviana. La base de la visión shambhala es el redescubrimiento de ese sentido del humor verdadero y perfecto, de esa ligereza de toque en la apreciación.