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Un año y un día, de José Zorrilla, es una obra de teatro en tres actos situada en Cabrera, una de las islas baleares. El mar empieza a calmarse después de una tempestad, y la noche va cerrando. Don Pedro aparece bajando por los peñascos a la playa, desde donde contempla el mar, sentándose en una piedra...
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Seitenzahl: 76
Veröffentlichungsjahr: 2010
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José Zorrilla
Un año y un día
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Créditos
Título original: Un año y un día.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9953-660-6.
ISBN rústica: 978-84-9816-286-8.
ISBN ebook: 978-84-9897-900-8.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Acto I 9
Escena I 9
Escena II 11
Escena III 15
Escena IV 16
Escena V 18
Escena VI 19
Escena VII 19
Escena VIII 25
Escena IX 32
Escena X 32
Escena XI 37
Escena XII 39
Escena XIII 39
Escena XIV 45
Escena XV 47
Escena XVI 52
Escena XVII 52
Escena XVIII 53
Escena XIX 55
Escena XX 56
Acto II 59
Escena I 59
Escena II 59
Escena III 67
Escena IV 68
Escena V 68
Escena VI 74
Escena VII 74
Escena VIII 77
Escena IX 84
Escena X 91
Escena XI 94
Acto III 97
Escena I 97
Escena II 98
Escena III 104
Escena IV 106
Escena V 109
Escena VI 111
Escena VII 114
Escena VIII 114
Escena IX 124
Libros a la carta 129
Brevísima presentación
La vida
José Zorrilla (Valladolid, 1817-Madrid, 1893). España.
Tras estudiar en el Seminario de Nobles de Madrid, fue a las universidades de Toledo y Valladolid a estudiar leyes. Abandonó los estudios y se fue a Madrid. Las penurias económicas le hicieron a vender a perpetuidad los derechos de Don Juan Tenorio (1844), la más célebre de sus obras. En 1846, viajó a París y conoció a Alejandro Dumas, padre, George Sand y Teophile Gautier que influyeron en su obra. Tras una breve estancia en Madrid, regresó a Francia y de ahí, en 1855, marchó a México donde el emperador Maximiliano lo nombró director del teatro Nacional. Publicó un libro de memorias a su regreso a España.
Personajes
Caín, Capitán pirata
Don Pedro
Dos marineros piratas
Elena
Rodulfo
Tomás
Un marinero de la Marina Real
Acto I
La Escena es en la isla Cabrera, una de las Baleares. Siglo XVII.
Introducción
Playa desierta en la isla Cabrera. Mar en el fondo. Rocas a la derecha. La acción empieza al anochecer de un día de Junio.
Escena I
El mar empieza a calmarse después de una tempestad, y la noche va cerrando. Don Pedro aparece bajando por los peñascos a la playa, desde donde contempla el mar, sentándose en una piedra.
Don Pedro ¡Esto va malo, Perico!
No es esta vida salvaje
para quien ha estado siempre
entre seres racionales.
Ello es verdad que no habiéndolos
aquí, tampoco hay percances
de escribanos ni alguaciles...,
y esto ¡qué diablo! algo vale.
Aquí nadie me pregunta
ni exige pruebas legales
que acrediten que soy Pedro,
Diego, Juan, Antonio o Jaime;
mi oficio, mi ocupación,
qué casa vivo y qué calle.
Todo eso es verdad, sin duda,
y una ventaja muy grande
para hombres que, como yo,
no gustan de que se hable
mucho de ellos: mis asuntos,
al cabo a nadie le atañen.
Pero ajustando las cuentas
en limpio, y por otra parte
viendo el negocio, es muy duro
que un hombre la vida pase
como un lobo entre las peñas,
los espinos y los árboles,
durmiendo en una caverna,
de peces alimentándose,
y esperando a que la mar
le arroje algo que le cuadre,
presa arrancada a otro pobre
por traidores temporales.
¡Oh, y el de hoy fue cosa horrenda,
hizo noche a media tarde!
Esto va malo, Perico...;
mas de la vista al alcance
flota en el agua un objeto,
dos, tres... ¡Bah! Dios te lo pague,
Levante amigo, que empujas
hacia tierra el oleaje,
Y es un barril... ¡Haga el diablo
que no sea de vinagre,
que a fe que no necesito
ácidos que abran el hambre!
¡Hola, hola, y cómo pesa!
y allí viene un cajón grande
y más allá veo un fardo
y otro barril: ¡oh, santo ángel
de mi guarda! y esto es vino,
y esto pólvora.
Voz en el mar ¡Amparadme,
Santo Dios!
Don Pedro ¡Cielos, qué acento!
Voz ¡Ay de mí!
Don Pedro (Mirando.)
Del agua sale:
¡oh, sí, lo veo, es un náufrago!
(Haciendo seña con las manos.)
¡Eh, buen hombre, ánimo; nade
un poco más, y está en salvo!
No me escucha... ¡Oh! se desase
del palo a que se agarraba;
no puede más..., a salvarle
voy, si es que alcanza su vida
hasta que llegue a esperarme.
(Se arroja al mar, y queda un momento sola la Escena.)
Escena II
Don Pedro y Elena
(Pedro trae a Elena desmayada y la pone sobre las piedras.)
Don Pedro Dios quiera que aun sea tiempo
de salvarla... ¡Oh! Hubo un instante
en que temí por los dos,
del agua con los embates.
¡Infeliz! Perdió el sentido
antes de que yo llegase,
y ya, a merced de las olas,
estaba próxima a ahogarse.
Si un sorbo de vino al menos
pudiera hacer que tragase...
¡Vamos a ver!
(Toma una concha, vierte en ella unas gotas del licor que contiene el barril, y se lo hace tragar.)
Elena ¡Ay!
Don Pedro Respira.
Elena ¿Dónde estoy?
Don Pedro En un paraje
seguro ya, aunque no ofrece
sobradas comodidades.
Ea, bebed, que ahora es fuerza
reponerse y calentarse,
porque el baño ha sido largo
y peliagudillo el lance.
Elena Y vos, hombre generoso,
que sin duda por salvarme,
vuestras ropas aun mojadas
muestran que al mar os echasteis,
¿quién sois? ¿Que país es éste?
Don Pedro Contestación no muy fácil
tienen esas dos preguntas,
señora..., mas escuchadme,
aunque no den mis palabras
gran consuelo a vuestros males.
La tierra en que estáis es una
de las islas Baleares.
Elena ¡Oh! ¿Cuál de ellas?
Don Pedro La Cabrera.
Pero no hay más habitantes
que nosotros en su suelo,
y no siendo útil a nadie,
rara vez aporta un buque
a sus riberas salvajes.
Ha tiempo había una torre,
de la cual eran guardianes
diez soldados españoles;
mas dos o tres años hace
que un día los degollaron
unos piratas de Tánger.
Por lo que toca al país
os he dicho lo bastante;
y en cuanto a mí, de mi historia
no habrá mucho que relate.
Soy mallorquín: mis negocios
me hicieron al mar lanzarme
de un pescador en un bote,
y el mar me echó a estos lugares.
Un mes ha que estoy en ellos,
y puesto que a ellos llegasteis,
contándoos cómo vivo
no hay para que más os canse.
Elena ¡Ay de mí! ¿Conque en tal caso
no hay medio de abandonarles?
Don Pedro Ninguno, como algún buque
no nos descubra, que pase,
o algún águila marina
de los pelos no nos saque;
lo cual, señora, ya veis
que sería extraño viaje.
Elena Y ¿qué hacer?
Don Pedro Nada; ponerse
en manos de Dios, estarse
noche y día en atalaya,
por si llegar vemos alguien
que nos socorra, y vivir
en soledad agradable,
como allá en el Paraíso
nuestros primitivos padres.
Elena ¡Misericordia de Dios!
Don Pedro No está de más invocarle.
Mas decidme (esto, señora,
si es que se puede y os place)
cómo llegasteis aquí.
Elena Un barco de catalanes,
a cuyo bordo a Mallorca
pasaba desde Alicante,
naufragó, perdido el rumbo
con la borrasca, y salvarme
logré, asida a ese madero,
luchando toda la tarde
con la mar, desesperada
de lograrlo a cada instante.
Esta es mi historia, buen hombre,
Don Pedro Ea, pues Dios nos depare
buena suerte y buen auxilio.
Entre aquestos peñascales
tengo una mala barraca;
ocupadla, y que descanse
dejad al cuerpo unas horas,
mientras que pongo remate
a la colección de frutos
que la marea nos trae.
Y tiempo hay de discurrir
lo que conviene.
Elena Ayudadme,
que estoy entumida toda.
Don Pedro Dadme el brazo y animarse,
¡voto va el diablo!
(Éntranse por la derecha, y vuelve luego Pedro solo.)
Escena III
Don Pedro Ea, pues,
heme aquí ya, ¡vive Dios!
en medio de este desierto,
y a la tormenta deudor
de una nueva compañera
que en mi soledad me dio.
Vaya, veamos qué es esto.
¡Hola! Barrica de ron,
un baúl...
(Le rompe con una piedra para abrirle.)
Ropa... Pistolas...
Un collar, un libro, dos,
tres, cuatro... Esto era de un sabio.
Veamos qué libros son:
«Historia de Carlo Magno
y los doce Pares...» ¡Oh,
gran libro! Tomo tercero,
«Comedias de Calderón.»
Siempre que no hablen en ellas
más personajes que dos,
bien las podemos hacer
esa compañera y yo.
(Sigue recogiendo cajones y demás objetos que el mar arroja a la playa.)
Escena IV
Don Pedro, y Elena dentro.
Elena ¡Eh! Mirad, mirad.
Don Pedro ¿Qué es ello?
Elena Un barco.
Don Pedro ¡Poder de Dios!
(Aparece a lo lejos un bergantín.)
Y es cierto; hagámosle seña;
ahí tenéis ese jirón
de mi manta... Mas ¿qué es esto?
O veo visiones yo,
o a las velas cogen rizos.
¡Sí, sí, viran a estribor,
dirigen aquí su rumbo!
Elena
(Desde las peñas.) ¡Oh, mis ruegos escuchó
el cielo, y en ese barco
nos envía salvación!
Don Pedro Botan al agua una lancha;
pero ¡válgame el Señor,
buen amparo nos envía!
Elena ¿Qué decís?
Don Pedro Pues ¡ellos son!
Elena ¿Quiénes?
Don Pedro ¿No veis los arreos?
Piratas.
Elena ¿Cielos, hay hoy
más desdichas que apurar?
Don Pedro Pronto ocultaos, si no
queréis que seamos hechos
cautivos ambos a dos.
Meteos entre las peñas;
puede que su expedición
no sea más que hacer agua;
y con prudencia y valor