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Suetonio y san Jerónimo retratan desde dos universos morales contrapuestos a poetas, historiadores y gramáticos de la Antigüedad. Este volumen incluye varios textos dedicados a la vida y la obra de poetas, gramáticos, oradores e historiadores, escritos a su vez por autores de la Antigüedad. En realidad, son dos los textos fundamentales que con el mismo título, De viris illustribus (Sobre hombres ilustres), enfocan la materia desde dos puntos de vista casi opuestos: el romano y el cristiano. Por una parte, Suetonio se ocupa de los hechos y escritos de los poetas Terencio, Virgilio, Tibulo y Lucano, de los historiadores Salustio y Plinio el Viejo y de varios gramáticos y rétores. Por otra parte, san Jerónimo, en una obra homónima pero desde un universo moral distinto, compiló 135 notas sobre escritores cristianos en griego y en latín, que comienzan con san Pedro y concluyen con el propio san Jerónimo, y acepta a judíos y herejes –cosa que san Agustín deploró–; es un primer manual de patrología escrito con estilo sencillo y sin adornos, una preciosa fuente de información y una obra pionera que abrió nuevos caminos. Este volumen se completa con unos breves textos de Valerio Probo (sobre Lucrecio, Virgilio y Persio), Servio y Focas (ambos dedicados a Virgilio), Vacca (sobre Lucano) y un anónimo sobre Juvenal.
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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 81
BIOGRAFÍAS
LITERARIAS LATINAS
SUETONIO•VALERIO PROBO•SERVIO•
FOCAS•VACCA•JERÓNIMO
INTRODUCCIONES POR
YOLANDA GARCÍA
TRADUCCIONES Y NOTAS DE
JOSÉ ABEAL LÓPEZ - PILAR ADRIO FERNÁNDEZ
M.A LUISA ANTÓN PRADO - JOSÉ CARBALLUDE
BLANCO - IRENE DOVAL REIJA - M.A JESÚS FREY
COLLAZO - YOLANDA GARCÍA LÓPEZ
M.A DOLORES GÓMEZ QUINTAS - AMELIA
PEDREIRO SERANTES - FERNANDO SANTAMARÍA
LOZANO
Asesor para la sección griega: SEBASTIÁN MARINER BIGORRA .
Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por MANUEL C. DÍAZ Y DÍAZ .
© EDITORIAL GREDOS, S. A.
Sánchez Pacheco, 81, Madrid. España, 1985.
REF. GEBO199
ISBN 9788424930974 .
Presentamos en este volumen todos los textos que han sobrevivido de la Antigüedad —poniendo a este término el límite convencional, y aquí en ciertos casos, conjetural, de la quinta centuria— encuadrables en el rótulo «Biografía literaria», bajo el que los antiguos sintieron algo muy definido que da unidad a piezas de espíritu tan diferente como son los De uiris illustribus de Suetonio y Jerónimo.
Al interés que por sí misma tiene siempre la visión global de un género y su desarrollo en el tiempo, se añade en este caso el de reunir unas fuentes constantemente referidas en las Historias de Literatura pagana o cristiana y que en ellas aparecen diseminadas en juego combinatorio con hipótesis modernas o testigos de otro cariz.
Tras la reunión, traducción y anotación de estas páginas hay una labor individual pero sobre todo un debate colectivo fielmente continuado durante los cursos de 1978 a 1981 por un grupo de alumnos de Filología Clásica de la Universidad de Santiago, en los Seminarios con que el Profesor Díaz y Díaz logró dar un provechoso y entretenido complemento a sus clases de textos latinos.
A él tenemos que agradecer la iniciativa, colaboración y más que nada los renuevos de entusiasmo que impulsaron el trabajo hasta darle remate.
Tal como se indica, todos los traductores han participado en mayor o menor grado en todos los puntos de la obra; sin embargo, las introducciones general y a cada escritor son obra de Yolanda García o han sido refundidas por ella; por lo demás, los autores con mayor responsabilidad para cada parte van indicados en el lugar correspondiente.
Los primeros productos biográficos resultaron en Grecia en el s. IV de la fusión de una costumbre ancestral —cantar las hazañas de los héroes nacionales— con el desarrollo simultáneo del individualismo y la prosa. Paralelamente en Roma, el hábito autóctono que consistía en el elogio del miembro de la gens recien fallecido (laudatio funebris) por sus descendientes, fue impulsado más tarde por las técnicas del discurso dando lugar a la oratoria panegírica y a formaciones prosísticas como el Agrícola de Tácito o, en escala menor, el Atico de Nepote.
Pero la llamada biografía literaria, que es biografía de los hombres que ejercieron en el campo de la cultura, nace de un impulso más racionalista que la encomiástica, y no en balde por obra de Aristóteles y sus discípulos. Bajo el nuevo principio científico del empirismo deductivo, el Liceo se dedicó a la recopilación exhaustiva de datos en todos los ámbitos de la vida y la cultura, y a su sistematización en historias de las ciencias: para ello se ordenaban los hechos temporalmente, poniendo especial relieve en los «hallazgos» (eurḗmata) y en los «inventores» que señalaban el progreso en cada rama del saber. Para la historia de la literatura, Aristóteles mismo montó sobre las didascalias una armazón cronológica, y escribió una obra Acerca de los poetas (Perì poiētôn) que, por lo que dejan ver los fragmentos, tuvo también carácter historicista 1 . Seguramente él la concibió como base necesaria para su Poética . Del mismo modo que en la busca de leyes psicológicas y sociales para la Política y los escritos éticos, se observaron las conductas de los individuos y los hábitos de los pueblos, resultando lateralmente géneros literarios como el de las tipologías humanas, iniciado por los Caracteres éticos de Teofrasto, o los tratados Sobrė formas de vida (Perì bíon) , en los que personajes históricos (especialmente filósofos, representantes por antonomasia de un modus uiuendi) , o naciones enteras, servían para ejemplificar los bíoi teóricos según los matices que la ética, entendida como ars uitae , había cargado sobre el término. Sus conclusiones están en la base de la antigua biografía: los actos como reflejo del ser interior 2 .
Así quedan abiertos los dos cauces por los que fluye la biografía peripatética: el técnico-erudito y el moral, pero uno y otro entremezclados y enturbiados desde las primeras generaciones de discípulos por un signo que caracterizó la época, el gusto por lo novelesco y sensacionalista, y el predominio, en una literatura destinada a la divulgación, de los valores formales sobre la especulación abstracta 3 .
Aunque de los artífices de esta biografía sólo (salvo una excepción, v. pág. 12) conservamos citas en misceláneas y literatura biográfica tardía (Ateneo, Plutarco, Diógenes Laercio), éstas arrojan bastante luz sobre algunos de ellos, sobre las distintas corrientes y los rasgos comunes que las reunieron finalmente en un género. Así, ya sea defendiendo como Aristoxeno (hacia 375 a. C.) —el llamado padre de la biografía literaria— una postura ética concreta («la mejor forma de vida es la pitagórica»), ya sea en el acopio de datos histórico-literarios como Camaleon (350-281?), se escogen personajes remotos (Arquitas, Pitágoras, Platón, Homero, Hesíodo, Tespis, etc.), cuya fisonomía corría ya desfigurada por la leyenda en virtud de la paulatina atribución de sentencias, chrías , anécdotas…, y se pintan minucias de la personalidad y del carácter con más agrado que las peculiaridades intelectuales o artísticas. Ellos mismos contribuyen a engrosar el material tradicional con la invención idealizadora o la calumnia 4 en función de polémicas de escuela, o utilizando abusivamente los versos de los poetas y el chismorreo paródico de la Comedia Antigua como fuentes biográficas 5 . Por la misma época los historiadores —dentro o fuera del Peripatos— comienzan a aplicar el mismo tratamiento individualista, moralizante y escandaloso a sus personajes, con lo que una biografía política, surgida dentro de la historia, vino a confluir con la de poetas y filósofos.
A fines del s. III , algunos autores de bíoi , al parecer sólo por ese hecho, son apodados «el peripatético», y uno de ellos, Sátiro, incluye hombres de acción y de letras en una misma obra: ello significa el reconocimiento de un género con una forma y un enfoque determinados. Leo dedujo lo que pudieron ser éstos comparando los fragmentos de los antiguos con Plutarco, su presunto continuador; compartiría con ellos la prosa artística y amena y la intención edificante: no se trata de contar la vida y milagros de un personaje, sino de trazar el cuadro de su personalidad, teñida previamente de un cierto color moral. Por eso y según el postulado aristotélico de que el éthos sólo puede captarse en los modos «habituales» de conducta, para el biógrafo hechos históricos trascendentales son historia áchreston , relato inútil, mientras una anécdota pasajera, un chiste pueden ser reveladores 6 . Así quedaron excluidos de la biografía antigua el entorno social, el político y otros, telón de fondo que hoy parece tan esencial.
Con el hallazgo en 1912 del papiro de Oxirrinco 9 n.° 1176, se tuvo el primer documento directo de uno de estos escritores: un fragmento considerable del Bíos de Eurípides de Sátiro. La reconstrucción de Leo sólo tropezó en un punto llamativo, su carácter dialógico 7 . Pero nos interesa especialmente la subscriptio: Catálogo (anagraphḗ) de los bíoi de Sátiro , que evoca las fórmulas con que se citará la obra de Suetonio (cf. pág. 28): estamos probablemente ante una colección de vidas con engarce cronológico. La organización interna por campos culturales está más clara en algunos subtítulos («Médicos ilustres», «Los legisladores», etc.) de otro coetáneo, Hermipo de Esmirna, llamado por Jerónimo «el Peripatético» y por Ateneo «el Calimaqueo», o sea el discípulo de Calímaco: la lista de obras y el testamento que incorporó en sus Bíoi veremos que cuadran mejor con el segundo apodo 8 .
Por esta misma época los filólogos alejandrinos habían desviado otra vez una parte del caudal biográfico de la literatura y la moral al terreno científico. El interés por restablecer los textos clásicos que se almacenaban confusos en la Biblioteca de Alejandría, condujo a grandes obras de sistematización: Calímaco escribe en 120 volúmenes Índices (Pinakes) de todos los que se distinguieron en cada sector de la cultura y de sus escritos , con el fin de catalogar las existencias distribuyendo por categorías los autores: poetas, filósofos, historiadores, oradores, gramáticos, médicos, músicos. Aunque obra en esencia bibliográfica, dejó sentada la clasificación que seguirán sus colaboradores en el terreno biográfico, así como el epígrafe englobador que deriva en el cliché Perì endóxón andrôn (de uiris illustribus) , y que se pudo aplicar desde entonces con exclusividad a los «varones que brillaron en las letras» 9 .
Aunque tales obras proliferaron, el único ejemplo clásico que deja distinguir su forma externa es el de Suetonio (v. pág. 29). No era nueva, como vimos, la presentación de biografías seriadas, pero sí el fin «filológico» para el que se utilizaron las investigaciones reunidas en esas obras de conjunto: la edición de textos. Según los exégetas antiguos requería ésta, junto al comentario, unos apuntes sobre la vida del autor para ayudar a la comprensión de su libro (v. pág. 167). En los manuscritos de los escolios, o en ediciones sin comentario, aparecen estos bosquejos con el título de Génos , o Génos kaì Bíos: proceden de sucesivas generaciones de gramáticos que fueron copiando, ya como anónimos, tanto las enarrationes como los bíoi de los primeros alejandrinos 10 . Es el mismo proceso por el que conservamos en Donato y Servio los fragmentos importantes del De poetis suetoniano, o las vidas de Tibulo y Plinio junto al texto desnudo. Al margen de esta biografía quedó el prodesse y el delectare , y prevaleció el docere: la información. Se consignan las variantes eruditas con intentos de resolución crítica, se pone el énfasis en la obra —no en el carácter— aunque en sus aspectos más externos: falsas atribuciones, cronología, etc. Calímaco mismo continúa la labor de Aristóteles con las didascalias. Ahora bien, la novedad en este campo corresponde a Eratóstenes (275-195), que utiliza los indicios históricos de los textos, diferencia los personajes homónimos 11 , fija el cómputo por Olimpíadas, etc. Sus progresos fueron desvirtuados por Apolodoro (s. II a. C.), culpable de muchos errores en la historia literaria con sus «sincronismos» 12 y la localización sistemática del acmé —cuyo uso establece— a los 40 años. Vemos, pues, cómo los nuevos métodos degeneran; pero es que además los alejandrinos operaron en gran medida sobre el material trasmitido, incluidas las fabulaciones, sólo que ahora todo ello envuelto en el estilo seco de la erudición y la crítica. Si admitimos la división formal entre Bíos peripatético y Bíos gramatical, la narración hilada de nacimiento a muerte se sustituye por una sucesión de epígrafes sueltos (non per tempora sed per species)13 según este esquema-modelo (por la variedad en el orden y división del encasillado sería mejor hablar de apartados característicos):
1) el génos (antepasados, padre y circunstancias en torno al nacimiento);
2) infancia y juventud, destacando la educación, maestros, precocidad que delata al genio;
3) en el centro, la producción que, en un escritor, representa su floruit ;
4) personalidad, carácter, modo de vida, aspecto físico, relaciones con otros personajes famosos, y algún que otro hecho relevante, que se deshilvanan en breves apartados, sin intento de integrarlos en un cuadro armónico;
5) forma de muerte, testamento, tumba, fortuna en la posteridad (lo que no cerraba necesariamente la biografía).
Los latinos pusieron los ojos en su propia literatura —según cuenta Suetonio, v. pág. 41— a imitación de uno de estos filólogos griegos, Crates de Malos. A pesar de la simplificación del biógrafo, es un reflejo a posteriori de cómo se asimilaron los métodos de enseñanza helenísticos y, en consecuencia, del puesto privilegiado que tendría la literatura dentro de la cultura romana. Para la biografía supone entrar en Roma de la mano del «gramático», por el conducto de lo libresco y no de la estética ni de la ética. En el s. II a. C. había ya escritores y textos suficientemente antiguos para promover estudios históricos: el himno de los Salios, las XII Tablas, la cuestión cronológica de los orígenes con Livio Andronico, los apócrifos de Plauto, entre otros 14 .
Pero sólo en época de Cicerón, y en gran parte por obra suya, los latinos se vuelven hacia su pasado político y cultural con orgullo nacionalista que halla la mejor forma de expresarse, también dentro de la biografía, en la equiparación con los griegos. El afán por reconstruir el pasado de su patria usando los moldes tomados a Alejandría, sirve de presentación al polígrafo Varrón (116-27). Este, dentro de la literatura, trabaja en cronología teatral (De rebus scaenicis) y en las vidas de escritores: datos sobre Plauto, Ennio, Nevio aparecen en Gelio (XVII 21; 1 24.3) recogidos de su obra De poetis . En sus últimos años (v. GELIO III 10.17) concluyó una recopilación en 15 libros de 700 Semblanzas (Imagines) —incluidos retratos— de personajes ilustres de las dos naciones. Parece que además de la bibliografía griega, escudriñó archivos, didascalias, y sacó conclusiones de los mismos textos, por ejemplo en la exclusión de los pseudoplautinos 15 ; pero no está tan claro —como quiere Leo— que de este modo forjara «con buena intención» capítulos enteros de sus biografías 16 . Para los antiguos fue un investigador modelo; hoy, en las noticias sobre autores arcaicos, es norma remitir a él como la fuente más probable de los eruditos posteriores, en concreto de Suetonio.
En Nepote (ca. 99-24) tenemos el primer testimonio del título De uiris illustribus ; en él se repite la agrupación de los dos pueblos 17 y la intención de sýnkrisis18 , y, como en las Imagines de Varrón, se alinean generales y reyes junto a historiadores, poetas y, tal vez, oradores. No sólo por ello se aleja de la línea de investigación alejandrina representada por el De poetis varroniano; es que además Nepote trabaja, si puede, con material ya elaborado: compendios de la literatura Perì endóxōn andrōn , panegíricos, o biografías amplias que abrevia para el artículo correspondiente de la obra general. El resultado, en función de la fuente, es una gran desigualdad en el tamaño, estructura y tono de las vidas 19 . Nepote se dirige a un público profano, no a un grupo de eruditos, al que intenta recrear con historietas e instruir con moralejas, para el que romaniza, con flagrantes anacronismos, las instituciones extranjeras. En parte evoca lo que serán las Vidas paralelas de Plutarco, pero con una gran diferencia de nivel artístico en la forma y de fiabilidad en el fondo 20 .
En el prefacio a su De uiris Jerónimo (v. pág. 219) menciona también como predecesores del género a Santra (gramático del tiempo de Cicerón) y a Higino (liberto de Augusto). Ahora bien, los fragmentos biográficos del primero —que muestran un enfoque erudito y crítico, y se refieren todos a literatos— se reducen prácticamente 21 a las citas que de él hace Suetonio; y los del segundo, aunque bajo el rótulo tradicional, o similares (v. GELIO , I 14 y Asc. PED . pág. 12), contienen sólo materiales novelescos y anticuarios, pero nada que se refiera a biografías literarias 22 .
Durante el reinado de Tiberio decae el interés por la literatura del pasado, y cuando Probo —ya en edad neroniana— se pone a desempolvar «libros viejos» (v. pág. 61), resulta a sus contemporáneos de la Urbe un extravagante. Sus estudios se centraron en la restauración filológica y gramatical, pero, siguiendo el hábito editorial de los alejandrinos, es posible que antepusiera a los textos el bosquejo biográfico 23 . Hay que esperar, no obstante, al s. II d. C. para que Suetonio revitalice la historia literaria (o sea, la biografía literaria) como tal, y aguardar otras dos centurias para la cristianización del género de los De uiris illustribus en manos de S. Jerónimo.
En los textos que se ofrecen al lector en este volumen se emiten con frecuencia juicios de valor sobre autores y su producción.
La crítica se hace de los autores en función de sus obras, y de las obras en función de los autores. Abundan, por tanto, verbos, sustantivos y adjetivos pertenecientes a una terminología técnica bastante precisa.
Los criterios se basan en las exigencias retóricas de la escuela (elegantia «selección» y «claridad», perspicuitas «transparencia»), y no siempre coinciden con los actuales. Se han intentado resolver los problemas de traducción que ello ocasiona, dando, siempre que el contexto lo permita, la misma versión al mismo término. Parece oportuno, pues, brindar unas indicaciones sobre esta problemática; llamamos la atención sobre los términos más importantes y las esferas en que se sitúan.
El objeto de estas notas, con que hemos considerado necesario completar la parte general de nuestra introducción, es ayudar a la comprensión de estos textos y facilitar la lectura de otros análogos. Para mayor claridad se señalan, a veces, las equivalencias o valores más frecuentes, en forma selectiva.
Tenemos, por un lado, verbos alusivos a la actividad que desarrolla el escritor. Merecen destacarse en primer lugar términos genéricos: componere, elaborare, formare , a los que corresponden metafóricamente ludere , propiamente «hacer ensayos»; fingere «modelar»; cudere «forjar»; y con notas más precisas: ornare, emendare, corrigere . Asimismo, a los distintos géneros se refieren términos específicos: a la épica canere , y metafóricamente tonare ; a la poesía, modulare, flectere «plegar versos a la melodía», uiere «trenzar»; a la historia, texere ; a la oratoria corresponde también una serie propia: accusare, coarguere y contradicere «contraargumentar». Por último, dentro de las actividades del gramático vemos aparecer: interpretare, praelegere «comentar», adnotare y distinguere «puntuar».
Para designar la obra se emplean a menudo también términos genéricos o específicos. Entre aquéllos aparecen con frecuencia: opusculum, scriptum, textus, liber/libellus, tomus, uolumen ; específicos son, por ejemplo: fabula «tragedia, comedia», ecloga, satira, sermones , que Suetonio usa con el sentido general de «composición poética»; tractatus, commentarius , etc.
Los elementos constituyentes de la obra se describen, naturalmente, como res (frente a uerba y su campo), materia, argumentum .
La valoración crítica propiamente dicha, iudicium , se ejerce fundamentalmente mediante adjetivos (esporádicamente en correlación con sustantivos y adverbios). Referidos a la obra se establece una distinción entre rasgos positivos, uirtutes , y rasgos negativos, uitia . Como criterios se aducen: el cuidado en la ejecución: accuratus, limatus , frente a mendosus ; la concisión: breuis , frente a longus, prolixus, superfluus ; la claridad: apertus, clarus, nitidus, proprius , frente a latens, obscurus, sordidus .
Si a la claridad se añade la pureza de lenguaje (latinitas, puritas) , la obra es elegans . A la abundancia de elementos exornativos hacen referencia: florens, uarius . Su exceso se convierte en defecto: adfectatio (cacozelia) . Al plano fónico corresponden: sonorus, iucundus, dulcis , frente a durus y acerbus .
Si la conformación de la obra responde a su objetivo es utilis . La calificación global de la producción literaria abarca, como es sabido, tres categorías: el tono elevado, marcado con grandis, augustus, illustris, solemnis, sublimis , y en Suetonio, además, coturnatus y fortis . Cuando este tono no se logra, aunque se pretenda, hallamos tumidus, tumens, inflatus y hordearius «de cebada», esto es, «inflado como el pan de cebada» (Gramm ., 26). El tono medio se califica de mediocris . El tono llano es subtilis, tenuis, exilis .
Tomando en cuenta todos los elementos se llega, por un lado a la valoración conjunta de la obra como pulcher, egregius, insignis, praecipuus, praeclarus , o por el contrario leuis, uilis . Y por otro, a establecer un juicio global sobre el autor, pues se trata de una crítica literaria que tiene como base la historia literaria. Encontramos estas series: por su calidad eximius, egregius, insignis ; en cuanto a su natural (ingenium): acer, ardens, feruens, uehemens, dicax ; por lo que hace a su formación: doctus, eruditus , o bien, indoctus, ineruditus , así como sciens, scholasticus , o bien, rudis ; en cuanto a su dominio del lenguaje: eloquens, facundus, disertus . Finalmente en cuanto a la fama: celeber, clarus, illustris , o por el contrario ignobilis , lo que viene a constituir el resumen final del juicio crítico.
Introducción, traducción y notas de M.a LUISA ANTÓN PRADO , M.a JESÚS FREY COLLAZO , YOLANDA GARCÍA LÓPEZ e IRENE DOVAL REIJA .
La dudosa autenticidad de las biografías que conservamos a nombre de Probo y su escasa representaciÓn son los motivos por los que iniciamos con Suetonio nuestra colección, aunque este escritor sea posterior en el tiempo a aquél. Suetonio representa, además, el apogeo de la biografía latina y, dentro del campo que nos ocupa, su prioridad es tan clara que una recopilación de vidas literarias antiguas coincide prácticamente con la restauración de su obra De uiris illustribus.
Paradójicamente, de su autor —Gayo Suetonio Tranquilo— sólo tenemos noticias dispersas. Algunas alusiones personales en los Césares nos dicen que su padre ofició de tribuno angusticlavo en el bando de Otón (Ot. 10) —pertenecía por tanto al orden ecuestre—, y que su familia, originaria de no se sabe qué parte del imperio 1 , estaba establecida en Roma cuando él era un jovenzuelo (Dom. 12); por ésta y otra referencia en Nerón 57, se ha deducido su nacimiento en torno al 70 d. C. 2 . Un par de recuerdos de su primera juventud, tal vez de su propio aprendizaje con los gramáticos, nos dejó en el De uiris (v. págs. 45 y 105).
Uniendo retazos de las cartas de Plinio el Joven —amigo íntimo suyo—, se puede forjar una cierta imagen de su personalidad y actividades entre el 90-112. Sabemos por ellas que Suetonio actuó en cierta ocasión en el foro (la ep. I 18 es respuesta a sus intentos de retrasar, por temor a sueños de mal agüero, una defensa); pero si realmente estaba intentando hacer carrera en la abogacía, pronto debió abandonarla, ya que el año 97 Plinio utilizaba su influencia (ep. I 24) para obtener a precio razonable un retiro campestre donde el scholasticus pudiera dedicarse a sus estudios (término que parece emplear en el sentido de «hombre de letras», erudito, y no en los también posibles de grammaticus o rhetor)3. En todo caso, hacia el 101, Suetonio renuncia a la vida pública al declinar en un pariente el tribunado militar que iniciaba el cursus honorum de un eques (ep. III 8); y aún el 111 tiene Plinio que valerse de su posición para mejorar la del amigo, obteniendo de Trajano en su favor el ius trium liberorum4(ep. X 94). En la corte imperial encontramos a Suetonio —tras el vacío que sigue a la muerte del epistológrafo en 113— desempeñando los puestos más importantes de la entonces floreciente burocracia estatal: a studiis, a bibliothecis y ab epistulis5, según la inscripción hallada en 1952 en Hipona la Real (Argelia) dedicada a Suetonius Tranquillus6 . Cualquiera de estos cargos pudo permitir su acceso a los archivos imperiales, fuente —según la opinión más general— de la mayoría de los documentos trascritos en los Césares. Sobre esta base se ha fechado dicha obra (al menos la primera parte) entre el 119-121, período que duró su estancia en palacio, si ésta coincidió, como es muy probable, con la prefectura de Septicio Claro, su protector, destinatario de Las vidas de los Césares7 (y también del epistolario de Plinio), cuya destitución, junto con la del mismo Suetonio, entonces encargado de la correspondencia imperial, atribuye la Historia Augusta (ESPART . I 11, 3) a no haber guardado la debida etiqueta con la emperatriz Sabina (¿?). Nada más sabemos a partir de esa fecha, pero los críticos tienden a situar su muerte bastantes años después juzgando por la cantidad de escritos que llegó a rematar y su morosidad para editarlos 8 .
Un largo catálogo ofrece Suidas, que aún se ha de completar con citas de otros autores 9 . Aunque la mayoría se reducen hoy a poco más que el título, sirven como panorámica reveladora de los intereses y modo de trabajar de Suetonio. Los temas son muy heterogéneos, enfocados desde el punto de vista del anticuario («origen y evolución de…» los juegos, el vestido, el calendario), o del gramático (diferencias entre sinónimos, signos diacríticos); a veces combinados unos y otros en misceláneas (De rebus uariis, Prata) y enlazando casi siempre con tradiciones, incluso títulos alejandrinos; además, Suetonio investiga sobre el mundo griego y redacta en su lengua algunos libros. Aunque original, su obra marca, sin embargo, el tránsito hacia una decadencia: ese gusto por lo helénico, por la reconstrucción arqueológica, por las rarezas más dispares y el detalle personal y escabroso, es tendencia de la época 10 —simbolizada por el propio Adriano, «el pequeño griego»— que acabará sustituyendo al final de la centuria, y en las siguientes, la literatura creativa por compendios y florilegios librescos, la historia política por las vidas de los emperadores 11 . Dentro de este marco se adaptaba perfectamente lo biográfico (que Suetonio ya debió explotar en los tratados perdidos Sobre heteras famosas y Sobre los reyes), y por tanto la historia literaria tal como Grecia la había entendido, y la había trasladado Varrón a Roma: una enciclopedia erudita de vidas de escritores.
Bajo ese doble influjo aparece el De uiris illustribus entre el 106 y 113 según la hipótesis de Roth, basada en el supuesto de que el autor excluyó por norma los personajes vivos 12 . Menos verificable aún es su identificación con la obra que, ya en el 105, Plinio había anunciado «en sonoros endecasílabos», y que Suetonio no se decide a publicar (v. Ep. V 10). Pero se admite generalmente lo que subyace a esta sugerencia, a saber, que el De uiris precedió en el tiempo a los Césares, donde el esquema biográfico está más y mejor desarrollado, y que, si se excluyen éstos, fue la empresa suetoniana de mayor envergadura.
El título se fijó contrastando alusiones y subscriptiones antiguas 13 , y el membrete consagrado en el género (cf. pág. 13). a la idea que del mismo se hacían los antiguos responde también, según vimos, la definición como catalogus, stemma, enumeratio, esto es, biografías en serie sin más engarce que la cronología, clasificadas por áreas culturales. podemos deducir la organización de cada libro por el único que nos ha llegado por vía directa y casi completo: los gramáticos y rétores ilustres. se abre con una nómina de los representantes que van a ser biografiados, sigue una introducción histórica sobre el origen y primeros pasos de la disciplina en roma, y finalmente se engarzan las semblanzas particulares por el orden del índice inicial. no se puede demostrar que ésta era la estructura de los demás libros, pero los editores han trabajado sobre esa hipótesis, por otra parte muy verosímil, al reagrupar los restantes jirones. tampoco es seguro el número de libros ni los personajes que abarcaban. en este punto, contamos con dos clases de apoyos:
a) Un gran número de noticias breves que s. jerónimo diseminó en su traducción de la crónica de eusebio para ilustrar la literatura latina, tomando (v. págs. 127 y sig.) —cuando no se limita a la fecha— una frase, o empalmando varias dispersas en el de uiris. no siempre es significativo el contenido de estas notas, pero nos proporcionan al menos un cuadro de conjunto, pues al lado del nombre del personaje se consigna casi siempre su encuadre literario, seguramente conforme a su lugar en el de uiris. por esta vía se pueden establecer los apartados de poetas, oradores, historiadores, filósofos, gramáticos y rétores 14 .
b) Algunas vidas más o menos extensas que se han trasmitido junto a los escolios, o las ediciones, de ciertos autores: los poetas terencio, horacio, virgilio, lucano y tibulo, plinio el viejo tratado como historiador, y el orador pasieno; más dudoso es el fragmento sobre séneca (v. pág. 135), aunque serviría para confirmar la existencia de un capítulo sobre filósofos muy mal representado por el cronógrafo.
Junto a las cinco vidas antes mencionadas se extraen de la crónica jeronimiana noticias de 33 personajes que van desde l. andronico a persio y lucano, cerrándose, por tanto, en la misma época en que se sitúa el nacimiento de suetonio. contrastando este límite, y la ausencia de autores importantes como estacio y marcial (de juvenal hay una vida antigua, pero no suetoniana, v. pág. 199), surgió la hipótesis de que, o bien suetonio prescindió de los coetáneos vivos, y de los que murieron antes de publicarse el trabajo, o bien no quiso, como en los césares, sobrepasar el reinado de domiciano. ambas posibilidades chocan con la presencia de quintiliano y julio tirón entre los rétores 15 . a pesar de la sistemática recogida de poetas por parte de s. jerónimo, no se pueden descartar, como demostró la aparición de la vida de tibulo, los vacíos fortuitos, ni las lagunas reales: chocantes sobremanera son las ausencias de afranio y de propercio, corroborada en parte esta última por el silencio de la tradición posterior. la selección de suetonio parece más bien guiada por el interés «subjetivo» de sus materiales que por la exhaustividad enciclopédica; por ello es arriesgada la elaboración de cualquier índice, como lo es la del prefacio. un fragmento, que todos los editores desde casaubon (s. XVI ) han colocado en este lugar, es la explicación sobre el origen de la poesía que isidoro (etim. viii 7, 1-2) dice explícitamente haber tomado de suetonio. siguen a éste unas divagaciones etimológicas cuya fuente —varrón— está bien documentada (v. el mismo isidoro en el lugar mentado y VARRÒN , De ling. lat. VII 36, pág. 323, así como SERVIO , Eneid. III 433). Pero es probable que, siendo los tratados varronianos De poetis y De poematibus las autoridades más seguras, manejadas por Suetonio para este proemio, se fijara (como otras veces, véase la Introducción a los Gramáticos) en el aspecto lingüístico de los orígenes; de ahí que, siguiendo a Rostagni, ofrezcamos el párrafo completo. Prescindimos, sin embargo, del extenso capítulo del libro 3 de la Ars de Diomedes, incorporado por ciertas razones por Reifferscheid en su reconstrucción 16 .
A la introducción siguen las biografías que, a la falta de mayor certeza, suelen ordenarse temporalmente. En algunos escritores se rastrea una agrupación por géneros, pero hoy no se cree fuera éste el principio organizativo general.
Poco se puede decir de la parte introductoria a estos libros: sólo algunos rétores y filósofos griegos (pero con influencia en el área cultural latina) recogidos por Jerónimo, y en un caso por el escoliasta de Juvenal, dejan suponer que, en la oratoria y en la filosofía, se resaltaba, como en la gramática, el influjo heleno (v. año 33 a. C. en la Crónica).
El registro de oradores e historiadores se inicia en S. Jerónimo por la misma época, con Cicerón y Salustio respectivamente. Se ha imputado a la mano del cronógrafo, mucho menos exhaustiva en estos capítulos (15 oradores y sólo 5 historiadores), pero no deja de llamar la atención la coincidencia con el criterio de Quintiliano (otras veces reflejado por Suetonio, v. n. 248) al abrir el catálogo de autores recomendables para la escuela. La misma admiración por el clasicismo, y desdén por lo arcaico y arcaizante, refleja en varios lugares Suetonio 17 : en ellos se basa la afirmación de Reifferscheid de que los proemios resumían la historia de ambas disciplinas hasta empalmar con esos dos nombres (sobre las biografías de Crispo Pasieno y Plinio v. págs. 115 y 123).
No abrimos para los filósofos un capítulo especial, quedando relegados al apéndice de la Crónica (v. años 116, 45 y 28 a. C., 66 y 79 d. C.). Reifferscheid fue el primero en editarlos aparte, junto al párrafo sobre la vida de Séneca procedente de los escolios a Juvenal, por ser éstos los trasmisores de la vida de Pasieno y la nota sobre Iseo (v. Crónica a. 66 d. C. y n. 324). Este escaso material sólo nos enseña que Varrón era tratado como filósofo, relegado de su puesto más natural entre los gramáticos, quizá por no haber ejercitado la docencia, que constituye el criterio establecido como básico al comienzo de dicho tratado. También es llamativo el tinte común —pitagórico-estoico— de los personajes seleccionados, dato a partir del cual Reifferscheid quiso deducir simpatías personales de Suetonio 18 .
Separado del resto ya en fecha antigua, como muestra la tradición manuscrita (v. pág. 39), formaba una especie de apéndice al De uiris, según el criterio de Reifferscheid que cierra con él la reconstrucción de la obra 19 . Su unidad primitiva parece asegurada por el título e índice conjuntos que encabezan algunos códices, e internamente por la introducción a la retórica que se amolda a un inicio de capítulo mejor que al de un libro. Esta segunda parte está truncada a partir de Albucio Silo y faltan, según la nómina inicial, las reseñas de once rétores, siete de ellos con un breve apunte en la Crónica (v. pág. 69). El contenido se centra más en la actividad docente (métodos de enseñanza, o alumnos destacados) que en la creadora, limitada por lo general a la mención de algunos títulos; pero, sobre todo, rige el azar en las noticias novedosas o llamativas que Suetonio pudo reunir.
Responde al esquematismo de la biografía gramatical que hemos descrito (v. pág. 15): acumulación de material por rúbricas 20 , sin conexiones internas, y progresión temporal que se rompe en los primeros párrafos, una vez descrito el origen y primeros años del escritor. para esta división per species (que suetonio traslada a la biografía política con los césares), leo 21 vio el eslabón en algunos biógrafos griegos que hicieron uso de la técnica del encomio consistente en adecuar hechos y anécdotas del elogiado a una serie de virtudes, y encabezar con éstas, a modo de lemas, cada tirada de sucesos que las ejemplificaban. sin salir de roma, patrones similares se revelan ya —según stuart 22 — en los epitafios de los escipiones y en la praxis de cualquier gramático, habituado a organizar a base de clasificaciones y subdivisiones. en todo caso, la conciencia y el desarrollo de este método son mucho más claros en los césares: aquí se hacen explícitas y se multiplican las fórmulas de la partitio23 , en contraste con el de uiris, donde hay sólo esbozos de estructuración, muy desiguales. las diferencias de un libro, o de un autor, a otro están en función de su importancia y de lo que la tradición daba de sí. el esquema se reduce al mínimo en numerosos artículos de los gramáticos y rétores (faltan por norma los años de nacimiento y muerte, nombre y oficio de los padres, etc.), o simplemente no existe 24 ; una suma de anécdotas sustituye a los epígrafes corrientes (cf. gramat. 30). no siempre es el motivo la escasez de información; vemos, por ejemplo, en el capítulo citado, cómo suetonio ha resumido un relato de séneca el viejo. es el mismo comportamiento que se da en los césares respecto a tácito: se pasa por alto o se compendia «lo sabido», aun a costa de eliminar lo esencial.
Este, como otros defectos achacables a Suetonio, son fruto de una tradición biográfica que nunca pretendió competir con géneros literarios como lo era la Historiografía, y que se amolda más bien al concepto de erudición, sobre el que trabajaba el gramático antiguo. No vamos a encontrar en el De uiris reflexiones profundas o generalizadoras sobre el devenir literario; tampoco hay un intento de reconstruir la personalidad de los escritores (vedada a priori por esa estructura analítica). El mismo plano ocupan, en un cuadro sin perspectiva, las minucias cotidianas de un personaje y su obra; sirva de ejemplo el proemio de los Gramáticos, donde ya antes de entrar en las biografías se interrumpe la visión histórica para dar cuenta de un apodo, o de la gota de un gramático. Veremos, sin embargo, a Suetonio escudriñar todo tipo de fuentes, y si es verdad que —a diferencia de un historiador— acepta con complacencia el chismorreo escabroso, la historia trivial, acompañados del característico «se dice», al mismo tiempo, sin los prejuicios estilísticos de aquél, puede acotar «verbalmente» 25 documentos fidedignos muy diversos (cartas, testamentos, inscripciones, edictos…), fragmentos literarios —incluidos los del protagonista—, o estudios anteriores cuyos autores cita bastante a menudo, teniendo en cuenta los hábitos de los antiguos en este punto. De este modo Suetonio se alza por encima de la figura del mero refundidor, e inaugura una sana costumbre que seguirán hombres como Gelio o Macrobio. Para el estudioso moderno resulta una fuente objetiva, y con mucha frecuencia única, de multitud de datos.
La forma de presentarlos es acumulativa, aun en caso de informaciones contradictorias; excepcionalmente las contrasta y toma partido. De ahí que sea difícil descubrir por ejemplo sus propias ideas literarias (no obstante, véanse págs. 31 y 105).
Ese carácter impersonal forma con el contenido erudito y la estructura gramatical un conjunto coherente que viene subrayado por un estilo sin preciosismos ni pretensiones: períodos breves y claros normalmente —aunque monótonos—, en función de lo que se cuenta y no del lucimiento retórico. En este aspecto se acerca más al pasado que al futuro decadente cuyo tránsito simboliza.
Mientras los Césares instauraron una moda en la historiografía, el De uiris illustribus, acotado por anticuarios y desgajado por escoliastas, quedó —como obra de conjunto— aislado en la tradición pagana; consecuencia de ello y prueba de su interés es la oscuridad que envuelve a la mayoría de los autores latinos del período que sigue al historiado por Suetonio.
No obstante, la imitación cristiana de S. Jerónimo aseguró una larga vida al género y conservó durante la Edad Media el recuerdo del modelo (véase pág. 219), que se hizo de nuevo realidad en el s. xv con el hallazgo de los Gramáticos, y la incorporación paulatina de las piezas sueltas (véase pág. 128). Menudearon desde entonces las ediciones del tratado recuperado y también de la vida extensa junto a los escolios o textos del autor correspondiente.
El primer intento importante de reunirlos —incluidas algunas notas de la Crónica de Jerónimo— fue obra de I. CASAUBON , Génova, 1595; 2.a ed. París, 1610. Apenas hubo aportaciones hasta las reconstrucciones en época moderna de L. ROTH , Suetonius 2, Leipzig (Teubner), 1858; A. REIFFERSCHEID , Suetonii Tranquilli praeter Caesarum libros reliquiae, Leipzig, 1860; y, limitada al apartado «poetas», A. ROSTAGNI , Suetonio De Poetis e Biografi minori, Turín, 1944, ediciones que hemos utilizado para las vidas extensas de poetas, oradores e historiadores, y en la selección de fragmentos. Para texto y fechas del Cronicón seguimos a R. HELM , Die Chronik des Hieronymus, Berlín, 1956; y a G. BRUGNOLI , C. Suetonius I, De grammaticis et rhetoribus, Leipzig (Teubner), 1972 (= 1960) en los Gramáticos y Rétores.
En cada apartado o vida señalamos las versiones más antiguas o alguna reciente de interés. Son especialmente numerosas las de Virgilio, que cuenta con un tipo de publicación específica, en las colecciones de Vitae uergilianae (véase pág. 85).
No encontramos registro de ninguna traducción española antigua de conjunto o al menos del De Grammaticis. Existe una actual (sin las noticias de S. Jerónimo), poco matizada, dentro del volumen Biógrafos y panegiristas latinos, Madrid (Aguilar), 1969, debido a un grupo de traductores dirigidos por V. J. Herrero.
1. Los dos tipos de fuentes: en vez de intercalarlas, hemos optado por aislar en cada capítulo los datos de S. Jerónimo y las biografías en sí. Introducimos éstas con una nota histórica y valorativa del texto, y reorganizamos aquéllos en la cronología general de la Crónica por medio de un apéndice (véase págs. 130 ss.) que permite ampliar la perspectiva del De uiris y dar una imagen más clara de la obra de Jerónimo.
2. Fechas del «Cronicón»: van situadas —según los criterios apuntados en pág. 129— al comienzo de cada fragmento, sin especificar a qué punto del informe se refiere. Si hay duda, damos en nota las opiniones al respecto.
3. Suplementos: también en nota se incluyen, para suplir las magras referencias del cronógrafo, algunos párrafos de autores que es seguro que utilizaron el De uiris; Gelio, en especial, coincide varias veces con extractos de la Crónica (v. Poet. 7, 12, y Oradores 1) o con Suetonio directamente (cf. Gramáticos 25).
I. Encuadre de Suetonio en la Biografía Antigua y estudios generales de su obra:
E. CIZEK , Structures et Idéologie dans les Vies des Douze Césars de Suétone, París, 1977 (con bibliografía reciente).
F. DELLA CORTE , Suetonio, eques Romanus, 2.a ed., Florencia, 1967.
F. LEO , Die griechisch-römische Biographie nach ihrer literarischen Form, Leipzig, 1901.
A. MACÉ , Essai sur Suétone, París, 1900.
W. STEIDLE , Sueton und die antike Biographie, 2.a ed., Munich, 1963.
D. R. STUART , Epochs of Greek and Roman Biography, Berkeley, 1928.
G. B. TOWNEND (y otros), Latin Biography, Nueva York, 1967.
II. «De Viris Illustribus»:
V. D’ ANTÒ , «Sviste e errori nei dati cronologici di Suetonio e di altri biografi minori», Annali Facoltà Lettere Università Cagliari, 6 (1957).
G. BRUGNOLI , «Suetoniana I: De Grammaticis et rhetoribus», Annali Fac. Univ. Cagliari, 28 (1960), 337-61; ibid., «Il titolo di viris illustribus», 363-80.
K. BÜCHNER , «Vergilius», Pauly-Wissowa VIII A (1958), cols. 1022 ss.
The Classical World Bibliography of Vergil, Nueva York-Londres, 1978, págs. 24, 61 y 148 (bibliog. sobre las vidas virgilianas, de 1940 a 1973; algunos artículos posteriores en pág. 84 n. 186).
E. FRAENKEL , Horace, 2.a ed., Oxford, 1959, cap. I.
G. FUNAIOLI , «Suetonius», Pauly-Wissowa IV Al (1931), cols. 598-612.
—, Grammaticae Romanae Fragmenta, Stuttgart, 1969 (= Leipzig, 1907).
G. KORTGE , In Suetonii de vir. illust. inquisitionum capita tria, Halle, 1899.
H. MALCOVATI , Oratorum Romanorum Fragmenta, vol. 3.°, Turín, 1930.
W. MOREL , Fragmenta Poetarum Latinorum, 2.a ed., Stuttgart, 1963 (= 1927).
H. NAUMANN , «Lücken und Einfügungen in den Dichter-Viten Suetons», Wiener Studien, 13 (1979), 151-65.
E. PARATORE , Sulla vita Tibulli e le vitae vergilianae, Roma, 1947.
—, Una nuova riconstruzione del ‘De Poetis’ di Suetonio, 2.a ed., Bari, 1950.
H. PETER , Historicorum Romanorum Reliquiae, Stuttgart, 1967 (= 1906, vol. 2).
A. REIFFERSCHEID , ed. cit., págs. 363-425.
F. RITSCHL , «Suetonius. De viris illustribus». Apéndice en Parerga Plautus und Terentius, Leipzig, 1845, págs. 609 y sigs.
A. ROSTAGNI , ed. cit. (introducciones y abundantes notas).
L. ROTH , ed. cit., págs. L-XCI.
L. HELM , Hieronymuszusätze in Eusebius Chronik und ihr Wert für die Literaturgeschichte, Leipzig, 1929.
1 Se han propuesto: Roma misma (A. MACÉ , Essai sur Suétone, París, 1900, pág. 33), África (Hippo Regia) o la Galia Cisalpina (R. SYME , Tacitus, pág. 780).
2 Frente al 75/77 de Mommsen, hoy se acepta esta hipótesis de A. Macé, con un margen 69/72, según el valor que se da al adulescentulus y adulescens de esos pasajes, referidos al año 88 y a la última época de Domiciano respectivamente.
3 Así opinan H. AILLOUD , ed., Césares en Budé, 1931, pág. 5 y G. FUNAIOLI , «Suetonius», Pauly-Wissowa IV A 1 (1931), col. 595; «gramático» significa para MACÉ , Essai…, pág. 55 y G. B. TOWNEND , «Suetonius and his influence», Latin Biography, pág. 79.
4 Según la Lex Papia Poppaea (de Augusto) se otorgaban exenciones y privilegios (por ej. prioridad en las magistraturas) a los padres con tres o más hijos: situación que no es la de Suetonio, y de ahí la mediación de Plinio.
5 Poco documentado el primero, ¿encargado de los archivos? (Ailloud), ¿asesor del césar en materia literaria? (Syme); supervisor de las bibliotecas públicas, el segundo, y del nutrido personal que despachaba la correspondencia y demás documentos imperiales, el tercero (el de más categoría y único confirmado por otra fuente; v. infra).
6 Ed. Compt. Rendus Académ. Inscript., París, 1952, 79. Contiene otras titulaciones poco claras, de carácter sacerdotal al parecer.
7 Según JOHANNES LYDUS , De magistratibus… II 6.
8In edendo haesitator según PLINIO , Epíst. V 10. Aduciendo Tito 10, 2, Syme sugiere como término post quem el 130.
9 Para la reconstrucción y organización del corpus ver SCHANZ -HOSIUS , Geschichte der römischen Literatur III, 3.a