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El volumen Cuerpos extra/ordinarios. Discursos y prácticas somáticas en América Latina y España reflexiona sobre la imbricación cuerpo-desvío poniendo a debate la condición cultural y politizada de todo cuerpo y partiendo de la centralidad de lo corpóreo como artefacto idóneo para leer las culturas que lo producen. Los ensayos aquí reunidos exploran la puesta en escena de lo extra/ordinario como morfología opuesta y (des) conectada de la normalidad, sus funciones y sus limitaciones. La idea de la transgresión —de una norma, de lo ordinario— supone el punto de partida, desde el cual parten los ensayos de este volumen para indagar tanto sobre la hibridez de los relatos de dicha transgresión, como sobre la rearticulación de otras narrativas (de piedad, de exhibición y de exotización, de corrección e incluso de aniquilación) que tradicionalmente acompañan a lo extra/ordinario. Explorar los horizontes de posibilidad de las narraciones en torno a estas figuras nómadas, en su constante oscilación entre lo familiar y lo extraño, entre lo desagradable y lo atractivo, entre lo interior y lo exterior, abre además nuevos caminos para el análisis de las estrategias discursivas, performativas y representacionales a través de las cuales dichas figuras proponen y al mismo tiempo impugnan ciertas nociones de identidad y alteridad. Cuerpos extra/ordinarios permite entonces repensar los modos en que la enfermedad y la fragmentación, la desviación y la transgresión, la debilidad y los agenciamientos van conformando una narrativa que nos enfrenta a la fragilidad y a la potencialidad de todo cuerpo. Autores: - Adriana López-Labourdette - Claudia Gronemann - Cornelia Sieber - Anne Brüske - Erna Pfeiffer - Carina González - Ana Figueroa - Annina Clerici - Valeria Sanhueza - Cornelia Ruhe - Fabiola Zambrano Alvarado - Kristine Hempel - Yvette Sánchez - Hendrik Schlieper - Julia González de Canales - Nina Preyer - Claudia Leitner
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Autores varios
Cuerpos extra/ordinarios. Discursos y prácticas somáticas en América Latina y España
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Cuerpos extra/ordinarios. Discursos y prácticas somáticas en América Latina y España.
© Autores varios.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Imagen de portada: Creación de las aves, de Remedios Varo.
Diseño de cubierta: Red ediciones.
ISBN tapa dura: 978-84-1126-557-7.
ISBN rústica: 978-84-9007-420-6.
ISBN ebook: 978-84-9007-780-1.
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.
Sumario
Créditos 4
Nota aclaratoria 11
Cuerpos extra/ordinarios, una aproximación Adriana López-Labourdette, Claudia Gronemann y Cornelia Sieber 13
Cuerpos en disputa 16
Incorporaciones extra/ordinarias 20
Bibliografía 34
MORFOLOGÍAS DE GÉNEROCuerpos recalcitrantes en la literatura domínico-estadounidense: Identidad y género en Soledad (2001) y Geographies of Home (1999) Anne Brüske 37
1. Introducción 37
2. Migración — literatura diaspórica hispano-caribeña — literatura étnica 38
3. Geographies of Home (1999) y Soledad (2001) 39
4. Marco teórico: Cuerpos sexuados, diáspora y literatura 41
5. Cuerpo, género y origen en el barrio 44
Sexualidad y violencia: Marina y Olivia 47
¿Protagonistas recalcitrantes, cuerpos recalcitrantes? 50
6. Conclusión: ¿Dentro o fuera del barrio? 52
7. Bibliografía 52
Del erotismo al goce: el cuerpo poseído de la abyección Carina González 55
El cuerpo orgánico 57
El cuerpo erotizado 61
El cuerpo abyecto 67
El cuerpo político 69
El cuerpo social 73
Bibliografía 78
Tiempo y travestismo en la creación de un cuerpo. Sueño y muerte en la novela Duerme, de Carmen Boullosa Ana Figueroa 79
Bibliografía 97
The mad woman in the attic y la figura del «opa» en la narrativa argentina Annina Clerici 99
Introducción 99
1. La locura como símbolo de la decadencia 101
2. Entrampada en una identidad escindida 106
A modo de conclusión 113
Bibliografía 115
POLÍTICAS SOMÁTICAS ¿Belleza o monstruosidad? La descripción e interpretación del físico de los indios brasileños en las cartas de Pêro Vaz de Caminha (1500) y Amerigo Vespucci (1502) Cornelia Sieber 117
Bibliografía 126
Un indígena sin higiene: relatos de viaje sobre la Patagonia en el siglo XIX Valeria Sanhueza 129
Bibliografía 136
Después de la batalla. Cervantes, Carmen Boullosa y el cuerpo nacional Cornelia Ruhe 139
1. Mano/Manco 139
2. Las dos Españas 141
3. Olvidar y recordar 143
4. Los libros plúmbeos 146
5. A Premodernist Event 148
6. Un pícaro, un perro y un capellán 150
7. Convivencia despedazada 153
Cuerpo y dolor en Jamás el fuego nunca de Diamela Eltit Fabiola Zambrano Alvarado 157
Introducción 157
La persistencia del dolor 157
Los cuerpos de la derrota 159
El dolor de la memoria 161
Apreciaciones finales 167
Bibliografía 168
MEDIACIONES Y MEDIATIZACIONES DEL CUERPO EXTRA/ORDINARIOEl cuerpo perverso: La destrucción del estereotipo en El lugar sin límites (Ripstein, 1977) Kristine Hempel 169
El cuerpo perverso en el Cine de ficheras 170
Crítica sobre la confusión de los límites de Ripstein 172
La otra perspectiva 174
El hombre macho homosexual 179
La destrucción del estereotipo 181
Apéndice: Ilustraciones 183
Visiones carnales en la pantalla: Los cuerpos extra/ordinarios de Cabeza de Vaca desde su desnudez a la piel del espectador Claudia Gronemann 189
Introducción 189
Del texto a la pantalla 190
Pensar y repensar el cuerpo de Cabeza de Vaca 192
Escenificar el cuerpo desnudo en la pantalla 197
Percibir: de la pantalla a la piel del espectador 200
Visión carnal: La escena de transformación revisada 202
Coda 204
Filmografía 205
Bibliografía 205
«La muñeca viviente» y su abanico de interfaces (Antonio Orlando Rodríguez: Chiquita) Yvette Sánchez 209
Anomalía física 212
Personalidad 222
Complementos intertextuales 224
Conclusiones heterotópicas 227
POÉTICAS ENCARNADASLos cuerpos católicos y la novela del naturalismo radical de Eduardo López Bago Hendrik Schlieper 231
I. Introducción 231
II. La codificación católica del cuerpo 232
III. Confesión y anamnesia: el cuerpo y la «guerra cultural» 237
IV. La «bifurcación» del naturalismo español 241
V. Othering y resacralización 243
VI. Conclusión 247
El Nosferatu de Enrique Vila-Matas Júlia González de Canales Carcereny 251
El cuerpo enfermo y monstruoso en la obra de Elena Poniatowska, María Luisa Puga y Alicia Kozameh Erna Pfeiffer 265
1. Introducción: el cuerpo grotesco en la literatura española y latinoamericana 265
2. La visión de las mujeres: variantes de «Some Body Memoir» en México y Argentina 269
3. Conclusiones y perspectivas 280
Bibliografía 282
Cuerpo y psique en crisis. Un año sin amor. Diario del sida (1998) de Pablo Pérez como cura escrita Nina Preyer 285
1. VIH/sida e identidad 285
2. Hipotextos: la constitución escrita del yo 289
3. El cuerpo de texto: el acto del escribir como experiencia corporal externalizada 296
4. El diario literario como laboratorio social del yo 299
De Macondo a McOnco: Cuerpos extraordinarios, genética y elocuencia de la enfermedad en la narrativa de Fernando Vallejo, Margo Glantz y Mario Bellatin Claudia Leitner 305
Borrador de genes: Fernando Vallejo 308
Definir lo deforme: Margo Glantz 314
Proliferaciones: Mario Bellatin 323
Hacia los lugares comunes 335
Cuando el autor deviene monstruo. Escritura, autoficción y capitalización del cuerpo extra/ordinario en Wasabi (Alan Pauls) Adriana López-Labourdette 343
Alan Pauls, constructor de monstruos 344
Del enfermo al monstruo: el devenir monstruo de un escritor 347
Cuerpo extra/ordinario y escritura 349
De la excarnación a la escritura reencarnada 350
Autoficciones monstruosas 352
Autor, autoría y monstruosidad 357
La rentabilidad del monstruo 358
Bibliografía 361
Sobre las editoras y los colaboradores 365
Américas entre comillas. Crítica, cultura y pensamiento interamericanos 373
El presente volumen es el resultado del trabajo conjunto de autores y editoras durante la sección «Cuerpos extra/ordinarios como interfaz de fuerzas materiales y simbólicas» [Außer/gewöhnliche Körper als Schnittstelle von materiellen und symbolischen Kräften] que tuvo lugar en el marco del 18. Hispanistentag, realizado en la ciudad alemana de Passau en el 2011.
A los autores y a la Hispanistenverband, va nuestro especial agradecimiento.
En 1988, el colectivo artístico «Las Yeguas del Apocalipsis» (Francisco Casas y Pedro Lemebel) lleva a cabo en Santiago de Chile una performance titulada Refundación de la Universidad de Chile que consistía en entrar al espacio universitario desnudos y montados sobre una yegua. El cuerpo del animal sin montura y los cuerpos de ambos hombres sin ropa volvían a encarnar ese «cuerpo des-generado» al que recurrían una y otra vez «Las Yeguas».1 En esa «puesta en escena de la montura»,2 en el sentido militar y sexual, se fundían en un único cuerpo biopolítico que irrumpía —penetraba— alegre e irreverente en el recinto sagrado del saber. El saber académico, históricamente desencarnado y a prudente distancia del cuerpo y de las cuestiones corpóreas, se veía así investido por una acción «amenazadoramente lumpen»,3 que demandaba la entrada de los cuerpos fuera del orden —cuerpos extra/ordinarios— a la cultura letrada, y reclamaba, desde la alteridad, ese «poner el cuerpo en la letra» que desde otros horizontes otrora exigiera la crítica feminista, desde Hélène Cixous hasta Rosi Braidotti. Al mismo tiempo, dicha acción conminaba a aceptar dentro del foro universitario aquellos saberes somáticos minoritarios (sexuales,4 étnicos, animales, etc.), históricamente excluidos, ignorados o reducidos a objeto de análisis. Espacios en tensión y saberes encarnados accionados a partir de la agencia de cuerpos no normados, deseantes y desestabilizadores.
Por otra parte, y siguiendo una trayectoria de interconexión entre pasado dictatorial y presente postcolonial, recurrente en la obra performática de «Las Yeguas»,5 Refundación de la Universidad de Chile aludía, resemantizándola en clave queer, a la entrada de Pedro de Valdivia a la Capitanía chilena en 1541.6 Al repetir y subvertir la histórica acción caudillesca —inscrita en la fundación de Santiago de Chile y reiterada en el golpe de estado de Pinochet— de la entrada de una cofradía masculina, blanca y heteronormativa a un espacio que ha de ser conquistado, Las Yeguas enlazan dictadura y colonización, y sustituyen poder por deseo. No solo el cuerpo militar del conquistador/dictador entra en escena, también lo hacen, indirectamente, los cuerpos conquistados, cuerpos vistos y aprehendidos a la altura del caballo que ahora, desde el suelo, reivindicaban su «derecho a la mirada» (Mirzoeff 2011).7 A esa tensión entre observar y ser observado común al régimen colonial de visualidad, se le sumaba ahora la fuerza de esos cuerpos «amenazantemente desnudos», que articulaban una contraescenificación del poder, logrando subvertir las estructuras étnicas y sexogenéricas de la sociedad chilena y de su centro de producción de saber, la Universidad.
Casas y Lemebel desplazan ese (doble) momento fundacional del colonialismo/terrorismo de Estado, que crea distinciones, separa y jerarquiza, hacia la construcción de una comunión —carnal, inmediata, irresistible— de hombres y animales. Hacen (re)aparecer así una forma común de lo viviente (Giorgi 2014),8 umbral en el que se encuentran lo humano y lo animal, y que había sido clave en las reparticiones de territorios y cuerpos. Ese «devenir animal», devenir «centauro homosexual» (Casas 2000: 201) constituye una figuración inédita de cuerpos en agenciamiento, dentro de la cual la distribución de sensibilidades y poderes encarnados funciona como contestación (también) ante un imperante régimen de violencia sexual y de género. Ilumina así una configuración alternativa de lo corporal, entendidos estos en tanto nudos de condensación de sentidos y contrasentidos, poniendo en juego una nueva política de la diferencia y la diferancia basada en cuerpos extra/ordinarios.
En resumen, el performance de Las Yeguas, moviliza una serie de políticas somáticas, agencias morfologizadas y saberes encarnados que abren campos de indagación estética y política a través de la articulación del cuerpo. Es por ello que hemos querido ponerlo como punto de partida de este volumen.
A modo de aproximación a esos cuerpos extra/ordinarios quisiéramos primero que todo bordear9 el concepto, aproximarnos y abrir sendas para algunas de las interrogantes que lo acompañan. Su presencia nos sitúa ante dos problemáticas, a la vez centrales y estrechamente vinculadas. La primera: el cuerpo, su materialidad y su performatividad; la otra, lo extra/ordinario, o sea, aquello que está más allá de y en contacto con lo ordinario, no en su acepción de «vulgaridad», sino en cuanto a cercanía y ruptura de una norma, de un(a) orden.
Como es bien sabido, las últimas décadas se caracterizan por una marcada inclinación tanto teórica como artística hacia las corporalidades y encarnaciones, en las que el cuerpo humano emerge como interfaz o campo de intersección de fuerzas materiales y simbólicas, que ocupan un lugar privilegiado en infinidad de acciones políticas, económicas y culturales, toda vez que constituye un privilegiado objeto de reflexión en numerosas disciplinas, desde la genética o la ética, hasta los estudios literarios, mediáticos y culturales. Con ello parecería definitivamente superado la reflexión sobre el cuerpo como lo otro, como el afuera especular y desvirtuado de la dicotomía cartesiana, para establecerse como materialización de códigos cruzados de raza, género, generación, religión, sexo o clase.
La idea de un sujeto más allá del cuerpo —tradición que Elisabeth Groz (1994) denomina somatofobia— puede ser rastreada, en la filosofía, desde Platón hasta nuestros días. Platón, en Crátilo, consideraba que el término soma había sido introducido por seguidores de Orfeo para quienes el hombre era un ser humano espiritual e incorpóreo atrapado en el cuerpo como en un sepulcro (sema). Asimismo, el cuerpo, por ser materia, era considerado ajeno a la razón —el centro del ser— la cual, además, habría de reinar sobre el cuerpo. Esta política del cuerpo (ordinario) y política, también, de la diferencia va ganando fuerza, con matices —claro está— hasta la conocida dicotomía de Descartes, mente versus cuerpo.10 Ella venía a estatuir simultáneamente la naturaleza del cuerpo, la del saber, y la de la relación entre cuerpo y conocimiento. Y sería precisamente sobre ese saber desencarnado —contra el cual se alzaba el performance de Las Yeguas— sobre el que se fundaría el amplio aparato epistemológico occidental. Dona Haraway llama la atención sobre un constante no reconocimiento, fundado en la feminización o racialización de los cuerpos, de ciertos saberes encarnados, culminando en una renovada «naturalización» y legitimación de un saber sin cuerpo.
This kind of visibility —of the body— that women retained glides into being perceived as «subjectives», that is, reporting only on the self, biased, opaque, no objective. Gentlemen’s epistemological agency involved a special kind of transparency. Colored, sexed, and laboring persons still have to do a lot of work to become similarly transparent to count as objective, modest witnesses to the world rather than to their «bias» or «special interest». To be the object of vision, rather than the «modest», self-invisible source of vision, is to be evacuated of agency (Haraway 1997, 32).
El cuerpo entonces, relegado a mera subjetividad, permanecía negado como medio pertinente del conocimiento y poco atendido como objeto de conocimiento (Shilling 1993). Lo que Judith Butler afirmaba para la filosofía —obstinada en una escritura contra el cuerpo— puede ser ampliado a todas las disciplinas académicas.11 No sería hasta la década de los ochenta, en el marco de un giro académico en las humanidades, y particularmente tras la publicación de The Body and the Society de Bryan Turner, que el cuerpo viva un verdadero boom, dando lugar a un vasto corpus de publicaciones dedicadas al cuerpo y a las relaciones entre cuerpos (Fraser/Greco 2005: 2). Convertido primero en objeto de investigaciones empíricas y reflexiones teóricas en el campo de la sociología, el cuerpo se transforma luego, en otras disciplinas, en el eje paradigmático para mapear políticas, prácticas y discursos en cada cultura. Este giro epistemológico fue propiciado, según el propio Turner (1984), por el surgimiento de una sociedad somática; una sociedad «within which our major political and moral problems are expressed through the conduit of the human body» (Turner 1984: 7). No solo los nuevos cambios en las formas de producción (economías posfordistas) han influido en esa morfologización del saber; también lo han hecho las culturas del esparcimiento y el consumo, los avances tecnológicos, la mercantilización de la medicina y el advenimiento de la era virtual. Al mismo tiempo, la nueva somatofilia ha obligado a un repaso de los modos en que, históricamente, ciertas nociones de cuerpos y sus potencialidades han sido diseñadas, impuestas o descartadas. Muchos de los movimientos de activismo y liberación, surgidos en las últimas décadas, han hecho del cuerpo el lugar desde el que se habla y el objetivo de necesarias reivindicaciones. Prácticas y teorías feministas se entrecruzan así con prácticas y teorías subalternas, queers, o postcoloniales. El propio performance que comentábamos al principio, en esa conjunción de posiciones diversas —queer, postcolonial y subalterna—, proponía una reencarnación de los saberes académicos. Desde perspectivas diferentes, con propuestas distintas y desde legados particulares, todas estas teorizaciones de nuevo corte vuelven al cuerpo como medio de saberes otros, retomando y reescribiendo la tradición cartesiana.
Por otra parte, las tensiones entre sujeto y corporalidad, que estas teorías indagan, aluden igualmente a una de las problemáticas centrales a la hora de pensar cuerpos y relaciones entre cuerpos: la condición doble y paradójica del cuerpo en tanto sujeto y en tanto objeto. «¿Tenemos un cuerpo o somos un cuerpo?», se pregunta Meri Torras (2003: 2) en su introducción al dossier «Cuerpos, géneros, tecnologías». Como han demostrado algunas de las feministas desde la década de los ochenta (Teresa de Lauretis, Dona Haraway o Rosi Braidotti, por ejemplo) la disyuntiva que plantea la interrogante es una falsa, pero al mismo tiempo común, contraposición, en la que se engarzan otras dicotomías —hombre/mujer, cultural/natural, eterno/contingente, razón/pasión, etc.—. En sintonía con el pensamiento bipolar, en ella un elemento es considerado primario y activo (el sujeto) y el otro, complemento pasivo (el objeto-cuerpo). Téngase en cuenta, sin embargo, que en paralelo a esta lógica, base tradicional de las reflexiones sobre la relación entre sujeto y cuerpo, este último rehúye el ser tratado como mero objeto. Pese a su innegable materialidad, el hecho de que el cuerpo no pueda dejar de ser percibido, de que su estructura (al contrario, digamos, de la permanencia de facto, de los objetos) cambie desde el lugar de observación (el cuerpo es siempre perspectiva), de que no pueda ser separado del sujeto (su presencia es impensable desde la ausencia, desde un distanciamiento),12 impide pensarlo como mero objeto. Judith Butler en su ya canónico texto Cuerpos que importan (1993) partía precisamente de la imposibilidad de fijar los cuerpos como simples objetos de pensamiento. «Los cuerpos no solo tienden a indicar un mundo que está más allá de ellos mismos; ese movimiento que supera sus propios límites, un movimiento fronterizo en sí mismo, parece ser imprescindible para establecer lo que los cuerpos son» (Butler 2002: 11). Butler propone entonces entender el cuerpo no solo desde una lógica esencialista de lo que se es (el cuerpo como sujeto), sino igualmente —y sobre todo— desde una nueva lógica constructivista de lo que se deviene (el cuerpo como sujeto/objeto de una transformación), en tanto efecto de discursos de poder/saber y resultado de un acto performativo que le da lugar.
Concebir el cuerpo como algo construido exige reconcebir la significación de la construcción misma. Y si ciertas construcciones parecen constitutivas, es decir, si tienen ese carácter de ser aquello «sin lo cual» no podríamos siquiera pensar, podemos sugerir que los cuerpos solo surgen, solo perduran, solo viven dentro de las limitaciones productivas de ciertos esquemas reguladores en algún grado generizados (Butler 2002: 14).
Esta idea coincide con nociones fenomenológicas del cuerpo desarrolladas, por ejemplo, por Merleau-Ponty ([1945] 2002), según las cuales el cuerpo no es ni objeto ni sujeto, sino que se encuentra entre los dos, vinculándolos desde el límite. Lo morfológico encuentra así una existencia a través del exterior, y dicho exterior no existe sino a través de la morfología. En este caso la corporeidad se manifiesta, por ejemplo, en la acción de tocar, escuchar o ver, y sitúa al cuerpo paralelamente en un estado pasivo y activo, en su función de sujeto y objeto. Y es precisamente esa experiencia doble —Merleau-Ponty pone el ejemplo de la mano izquierda que toca la derecha— la que le permite al sujeto conocer su propio doble y navegar en el espacio creado entre el cuerpo real y sus cuerpos fantasmáticos.
El volumen Cuerpos extra/ordinarios explota esta paradoja y piensa los cuerpos en tanto proceso y performatividad. Los ensayos que lo conforman ponen a debate la condición cultural y politizada del cuerpo, trabajando sobre representaciones y construcciones de cuerpos otros en la cultura latinoamericana e ibérica. Las reflexiones postcoloniales sobre cuerpos «descubiertos» en las cartas de Pêro Vaz de Caminha y Amerigo Vespucci (Sieber), en los relatos de viaje sobre la Patagonia (Sanhueza), en las crónicas del Nuevo Mundo y en el cine moderno (Gronemann) dialogan así con indagaciones sobre el «cuerpo católico» en el naturalismo decimonónico (Schlieper) y sobre la larga tradición de espectacularizaciones y puestas en escena de cuerpos desproporcionados (Sánchez). Asimismo los cuerpos extra/ordinarios que emergen de narrativas monstruosas (González de Canales, Zambrano, López-Labourdette) o «generizadas» (Brüske, Clerici, Hempel, Ruhe) iluminan las escenificaciones de cuerpos hipermodernos inmersos en una sociedad somática; cuerpos que, en su enfermedad y fragmentación, en su desviación y su agenciamiento, llaman la atención sobre la fragilidad/potencialidad del cuerpo y los límites que esto impone a su representación.
Bajo el término «cuerpos extraordinarios», Garland Thompson (1997) agrupaba una serie de incorporaciones de la alteridad: cuerpos mutilados, desfigurados, deformes, monstruosos, anómalos y discapacitados físicamente. Habría que situarse un poco más allá, consideramos, y tener en cuenta que esta categoría no es en sí misma consistente, sino generada performativamente a partir de una norma, de la cual estos cuerpos se eximen. Las restricciones —la performatividad en tanto iteración—13 producen cuerpos normados e inteligibles a partir de esa norma de base, pero al mismo tiempo producen esos cuerpos abyectos, imposibles y movedizos que hemos denominado «cuerpos extra/ordinarios». Más que preguntarnos qué caracteriza lo extra/ordinario de estos cuerpos, nos interesa preguntarnos qué características de lo normal generan el fenómeno de lo extraordinario como límite, como umbral, frente al cual lo normal —la norma— se organiza y se unifica. Vistos desde esta perspectiva, los cuerpos extra/ordinarios, a modo de cuerpos negativos o modelos invertidos, constituyen la base sobre la que se funda lo normal. Ellos constituyen no solo el cuerpo excluido que regresa siempre como fantasma, sino también ese síntoma impertinente en el que se hace visible la inestabilidad del sujeto normado, su fragilidad, su inestabilidad.
Lo que está en juego en las incorporaciones de lo extra/ordinario analizadas en esta recopilación de ensayos corresponde tanto a los modos de articulación de esos cuerpos diferentes y disidentes, así como a las estrategias desde las que cada cultura produce sus normas y aquellos desvíos que las refuerzan y a la vez las perforan. Y es que la transgresión de una norma, al tiempo que la subvierte, la reafirma. Piénsese, por ejemplo, en lo fantástico, lo grotesco o lo abyecto, categorías estéticas, en íntima relación con lo extra/ordinario, las cuales al tiempo que marcan la infracción de un orden, convocan aquellas nociones de normalidad que dan credibilidad a su transgresión.
En esta línea, los ensayos que componen Cuerpos extra/ordinarios asumen la necesidad, pero también la dificultad de pensar estos cuerpos más allá de la dicotomía esencialismo versus contructivismo, pues ella es en sí misma cultural e inestable, además de constitutiva precisamente de la tradición cultural y epistemológica de la que somos deudores. Es por eso, por el origen común y por la resultante interdependencia entre cuerpo ordenado u ordinario, y cuerpo anómalo o extraordinario, que hemos querido agregar una pleca al término de Garland-Thompson, y resaltar así una relación inestable y escurridiza entre lo normado y lo fuera del orden. Cuerpo extra/ordinario entonces, no tanto como un cuerpo intrínsecamente diferente, reconocible en su forma cerrada y de cierta forma inteligible, sino más bien en tanto cuerpo-umbral en el que lo fuera de lo común es básicamente un resultado de y por tanto parte de las nociones de lo común, en el que lo extraordinario aparece indeleblemente unido, propiciado y propiciador, de lo ordinario.
Esto nos conduce directamente a otra de las particularidades asociadas aquí a los cuerpos extra/ordinarios: marcan una frontera, el punto a partir del cual lo normal deja de ser normal y el orden se encuentra con su (des)orden. Los cuerpos extra/ordinarios constituyen, por ende, figuras de la infracción del orden, y al mismo tiempo, sus guardianes.
Cuerpos difusos, entonces, atravesados por líneas de intensidad, de afectos, de agencias y de deseos que se ubican más acá y más allá de una forma-cuerpo reconocible, estable y clausurada. Como demuestran los textos reunidos aquí, lo extra/ordinario que estos cuerpos ponen en juego, alude y elude también a un amplio régimen representacional, convirtiéndose en cuerpos igualmente no-figurables, no re-presentables. Allí donde ellos aparecen, la imagen cobra densidad hasta oscurecerse, la palabra tartamudea hasta hacerse puro ritmo y perder el sentido, el sonido se vuelve ruido, disonante e indescifrable.
Junto a esta serie de duplicidades paradójicas que parece caracterizar a los cuerpos extra/ordinarios, su análisis pone en evidencia que existe otra paradoja no menos importante: su familiaridad/extrañeza. Son familiares, pues el orden sobre el que se realiza la infracción puede ser reconocido en ellos, pero a la vez son extraños por esa misma violación de la ley.14 Quizá sea esa doble naturaleza de familiaridad y extrañeza la razón de una atracción que los ensayos de Cuerpos extra/ordinarios problematizan repetidamente. Como han propuesto las teorizaciones sobre lo sublime, lo abyecto o lo grotesco15 —afines a los cuerpos que nos interesan aquí—, lo extra/ordinario genera una doble pulsión de atracción y rechazo, basada en una especie de disturbio de los sentidos en el observador. Las reacciones ante ello se deben a que, de alguna manera bien visible, estos cuerpos contradicen las expectativas acerca de lo que el cuerpo debe ser y parecer. Esta es quizá la causa primera de que frente a estos cuerpos «anómalos» el sujeto «normal» se vea impelido a movilizar un gran aparato de regulación, corrección y contención. Pero esto, más que hablar del objeto de la mirada, habla del observador, habla de ese proceso de formación del sujeto que —según Lacan esto correspondería al «estadio del espejo»— partía precisamente de la represión del cuerpo fragmentado, de la negación de la experiencia del propio cuerpo en tanto cuerpo incoherente e inestable.
Dicha constitución del sujeto a partir del espejo anuncia la innegable relación entre cuerpos extra/ordinarios y visibilidad. Como en el caso de la performance de «Las Yeguas», los cuerpos extra/ordinarios llevan consigo un régimen de visualidad,16 que dispara intensidades escópicas y convergencias de miradas. Al repasar las bases de esta escopofilia y su correspondiente régimen de visualidad, los ensayos de este volumen reflexionan también acerca de la necesidad y capacidad de las prácticas culturales de repetir o subvertir ese acto de espectacularización de cuerpos otros.
Ilustración 1: The Curious in Ecstasy at the Shoelaces, grabado francés del Siglo XIX c. 1814.
Como ponen en evidencia los muchos grabados de cuerpos considerados anómalos y extraordinarios (Ilustración 1), productos de diferentes formas de espectacularización, cada cuerpo extra/ordinario representa una construcción simbólicamente densa, nada ingenua, resultado de un contexto geográfico y cultural determinado. Cada lugar y cada tiempo cultural produce sus propias entelequias de lo humano y pone en escena todo aquello que lo limita.17 Cuerpos extra/ordinarios sigue la propuesta de Jeffrey Cohen con respecto a los monstruos, y entiende estos cuerpos como modus legendi que permitirían «leer» la cultura que los genera. Atender a estos cuerpos constituye un modo de acercarnos a los devenires e historias de la América Latina, el Caribe y España y constituye también un modo de convocar la funcionalidad de esos cuerpos. Históricamente, la puesta en escena de lo extra/ordinario ha inventado una morfología en oposición a la normalidad con miras a disciplinar el cuerpo que el progreso y el bienestar social necesitan. Sin embargo, por encima de la estigmatización de que suelen ser objeto, a través de ellos pueden hacerse visibles otros deseos, otras agendas, otros empoderamientos. He ahí el irresistible atractivo de estos cuerpos. La literatura y las artes lo demuestran con creces. En el mismo altar en que la razón —llámese esta Ilustración, Estado, Ciencia o Clínica— intentó sacrificar a estas figuras inquietantes, depositó en ellas, en el plano de lo simbólico, libertades, conocimientos y vivencias que nos habían sido sutilmente vedados a nosotros, «los ordinarios».
Explorar los devenires de estas figuras nómadas entre lo familiar y lo extraño, entre el yo y el otro, entre lo interior y lo exterior, abre un espacio fructífero de indagaciones de las estrategias discursivas, performativas y representacionales a través de las cuales dichas figuras proponen y al mismo tiempo hacen estallar ciertas nociones de diferencia (exclusión) y normalidad (inclusión). El cuerpo emerge así como un artefacto cultural que permite leer los tipos de identificaciones, de asociaciones, y de relaciones que lo extra/ordinario genera, así como los proyectos sociales y políticos que acarrea.
Al acercarnos a los cuerpos extra/ordinarios en el marco concreto de las culturas latinoamericanas e ibéricas pretendemos sacar a la luz una larga trayectoria de construcción de figuras híbridas, monstruos, cyborgs, mutilados, desaparecidos, incapacitados físicos o cuerpos deformes, que han atravesado la historia del continente americano y de la Península Ibérica. En este contexto, cabe recordar también que el primer (des)encuentro de los continentes fue marcado de manera indeleble por los diferentes idearios de los «descubridores» y los «descubiertos» en relación con las apariencias de los otros. En la larga carrera de lo biopolítico en tierras españolas e hispanoamericanas, se ha discutido intensamente la naturaleza del indio, del negro o del moro, la existencia de su alma y de su condición humana. Un cúmulo extenso de experiencias compartidas —desde el desmembramiento de Tupac Amaru, las purgas corporales de la Inquisición, las políticas higienistas o los experimentos (post)coloniales en tierras americanas, los vaivenes del cuerpo de Evita Perón o el paradigma del hombre nuevo del ideario del Che Guevara— permiten pensar el universo hispano desde modalidades somáticas. Valga agregar que también en términos estéticos, fenómenos como los diferentes barrocos (Barroco, Barroco americano, neobarroco y ultrabarroco) que atraviesan las propuestas estéticas de España e Hispanoamérica, llenando los espacios artísticos de cuerpos monstruosos, anómalos y excesivos, permiten mapear los territorios de América Latina, el Caribe y España a través de cuerpos extra/ordinarios.
El presente volumen está dividido en cuatro partes: Morfologías de género, Políticas somáticas, Mediaciones y mediatizaciones del cuerpo extra/ordinario, y Poéticas encarnadas. Estas partes no son más que el resultado de un imperativo de organización que, de cierto modo, no hace justicia a la complejidad y a la multiplicidad de perspectivas desarrolladas por los ensayos aquí reunidos. Es nuestro deseo que los cuatro apartados sean percibidos como espacios permeables, conectados y dialogantes.
La primera parte, Morfologías de género, reúne una serie de ensayos que asumen el cuerpo como entrecruzamientos de líneas de intensidad de género, por un lado, y de narración, por otro. El primero, «Cuerpos recalcitrantes en la literatura domínico-estadounidense: Identidad y género en Soledad (2001) y Geographies of Home (1999)» de Anne Brüske, acomete el estudio de la relación entre las construcciones corporales, la experiencia migratoria, y las identidades sexuadas y racializadas en la literatura femenina de República Dominicana y Puerto Rico. En diálogo con teorías feministas y postcoloniales, Brüske lleva adelante un mapeo somático de los movimientos diaspóricos y sus correspondientes poéticas. El cuidadoso análisis de las novelas permite constatar la emergencia de cuerpos recalcitrantes, cuerpos «indescifrables, irritantes, rebeldes, ante las normativas sexuadas y raciales angloamericanas y dominicanas», cuerpos que adoptan y rechazan ambos proyectos de ciudadanía, poniendo en juego el espacio liminar desde el que hablan. Su lectura afirma que, en el plano literario, estas novelas de formación femenina, problematizan la refiguración del cuerpo otro a través de la experiencia del retorno a un origen (étnico) y proponen puentes conciliadores entre un realismo de «lower case» de la literatura étnica en los Estados Unidos y el realismo mágico de América Latina. Por su parte, los ensayos de Carina González y Ana Figueroa se centran en las construcciones somáticas en textos contemporáneos de autoras mexicanas: Guadalupe Nettel y Carmen Boullosa, respectivamente. En «Del erotismo al goce: el cuerpo poseído de la abyección» de Carina González, su autora se acerca a El huésped (Guadalupe Nettel, 2004) para reflexionar sobre los modos en que la novela retoma y pervierte la lógica tradicional del Bildungsroman, apoyándose en el cuerpo habitado y obsceno de la joven protagonista, en pleno proceso de aprendizaje. Partiendo de Spinoza y de su constatación de una ausencia de conocimientos sobre el cuerpo y sus potencias, González llama la atención acerca de la necesidad de incorporar esos saberes morfológicos, que pasan —ocurren y atraviesan— los cuerpos y las relaciones entre los cuerpos. González va incluso más allá al indagar, apoyándose en la novela de Nettel, qué sucede cuando esos cuerpos encontrados conviven en el interior de un único sujeto, cuando la irrupción de un otro monstruoso —La Cosa— en el propio organismo perfila cuerpos disidentes, para los que el asco y lo abyecto constituyen el único mediador entre el sujeto (somatizado) y su entorno. Por su parte, Ana Figueroa desarrolla un estudio de las peripecias de Claire, personaje protagónico de la novela Duerme de Carmen Boullosa (1994), y examina los modos en que se construye el sujeto femenino en tanto performance corporal marcado por lo inasible y lo fluido. Figueroa ve en esta figura la alegoría de una crisis general del sujeto moderno, que al encarnarse en un sujeto femenino migrante viene a representar el cuerpo trashumante, travestido y tránsfuga de la (post)modernidad. En su inestabilidad —corporal y geográfica— se van encontrando identidades, géneros, cuerpos y agencias que problematizan las estructuras disciplinarias y normativas de la sociedad moderna.
El ensayo «The mad woman in the attic y la figura del “opa” en la narrativa argentina», de Annina Clerici, cierra esta primera parte, dedicada a las tensiones entre cuerpo extra/ordinario y género. A través de sus lecturas de dos obras de escritoras argentinas de los años sesenta del siglo XX, La mano en la trampa (1961) de Beatriz Guido y La casa de los Felipes (1969) de Luisa Mercedes Levinson, la autora corrobora la existencia de familiares «locos» u «opas» escondidos, presentes en ambos textos, y la interpreta como expresión literaria del declive y la decadencia de familias oligárquicas desde finales del siglo XIX, debido a las aceleradas urbanización e industrialización. A diferencia del tópico de la mujer loca como una «feminista de clóset» o de «desván», propuesta por Gilbert y Gubar (1979), figura que se concentra en el personaje de Bertha Rochester de Jane Eyre (1847) y que ha sido entendida como el doble de Charlotte Brontë, Clerici sugiere que las figuras de los textos argentinos no pueden ser vinculadas con esta «locura» de las encerradas y escondidas, centrales en las consideraciones feministas, sino que más bien se trata de impresentables miembros de la familia que han renunciado a la autonomía, sea por el amor o por la obediencia.
La atención de la segunda parte, Políticas somáticas, está dirigida a la indagación de las tensiones entre biopoder y cuerpos extra/ordinarios. De esta suerte, Cornelia Sieber, en «¿Belleza o monstruosidad? La descripción e interpretación del físico de los indios brasileños en las cartas de Pêro Vaz de Caminha (1500) y Amerigo Vespucci (1502)» contrasta las descripciones de costumbres, conductas y morfologías de los indios de la costa brasileña, presentes en las cartas del escribano portugués de la flota que «descubrió» la tierra, Pêro Vaz de Caminha, y del florentino Amerigo Vespucci que viajó en la siguiente expedición. Sus visiones divergen profundamente. Ellas culminan, por un lado, en Caminha, en exposiciones, poco más o menos pornográficas, de los bellos sexos de las jóvenes indígenas y, por el otro, en Vespucci, en descripciones de los desfigurados miembros viriles de los indios. Esta discrepancia demuestra, según Cornelia Sieber, la construcción de las representaciones de los indígenas a través de proyecciones de sus propios conceptos a la nueva realidad y, a su vez, su interpretación del otro en estos sistemas propios de significación: allí donde Caminha insinúa la imagen del paraíso edénico para interpretar la falta de fe e inducir la evangelización como una orden divina para los portugueses, en Vespucci está más presente la idea del Apocalipsis como castigo por la falta de fe, de modo que ve en ellos a caníbales, babilónicamente incapaces de reconocerse y entenderse unos a los otros.
«Un indígena sin higiene: relatos de viaje sobre la Patagonia en el siglo XIX», de Valeria Sanhueza establece un diálogo con el ensayo anterior, del que se hace eco y continuación. En su lectura de dos relatos de viaje, relativos ambos a expediciones con fines geográficos a la Patagonia, realizados en los años sesenta y setenta del siglo XIX, Valeria Sanhueza señala la presencia de una desvalorización discursiva de los indígenas. Se los (des)califica de incivilizados en relación a las normas modernas de higiene, construyendo una relación entre la topografía liminal y difusa y el comportamiento, percibido en términos de aberración. Tal noción ya se había fondeado en la imaginación de los primeros exploradores que habían denominado «Patagonia» a la región más al sur del Nuevo Mundo, aludiendo a las ideas antiguas y medievales de los pueblos maravillosos en los límites del mundo, como los «patagones», los «hombres de pie grande». Los científicos del XIX dan continuación a tal idea de desvío de los indígenas, describiendo un comportamiento higiénico máximamente divergente de sus patrones, y asignándoles cuerpos deslustrados por la suciedad. Cuerpos y conductas corporales que al distanciar a los patagones tanto de lo humano como de lo natural, los convierten en un otro extraño.
Allí donde las reflexiones de Sieber y Sanhueza tomaban como punto de partida cartas y relatos de viajes, los ensayos de Cornelia Ruhe y Fabiola Zambrano Alvarado, que completan esta segunda parte, dirigen su atención a textos literarios. En su artículo sobre La otra mano de Lepanto (Carmen Boullosa, 2005), Cornelia Ruhe analiza tres modos de articulación de la corporalidad: por un lado, en el cuerpo mutilado de las víctimas de una serie de enfrentamientos culturales entre Cristianismo e Islamismo; por otro, en la hibridez de la protagonista de la novela, María (masculino-femenino, gitano-español, etc.); y por último, de forma alegórica, del cuerpo de la nación. En tanto literatura, la novela produce una visión polifónica en contra de la dicotomía establecida entre Cristianismo e Islamismo, la cual separa las culturas e identidades en el mismo grado en que desmiembran literalmente los cuerpos. En diferentes niveles del relato Boullosa entabla un diálogo con Cervantes, el gran autor de la nación colonial, el que perdió su mano izquierda (y no la mano de la escritura) en la misma batalla. Por medio de una reimaginación literaria, la novela subraya que «Lepanto» inauguró una historia de contraste confesional. En cambio, el cuerpo de María, personaje que la autora mexicana toma prestado de la novela cervantina La gitanilla, le sirve para inscribir otras perspectivas tanto históricas como ficticias a los hechos. Ruhe demuestra que cada uno de los atributos de la bailadora representa las culturas marginadas —la mora, la judía, la mujer; y la de los jugadores y bailadores, socialmente marginados— que Boullosa logra reinsertar para construir un cuerpo nacional extra/ordinario. Por su parte, en «Cuerpo y dolor en Jamás el fuego nunca de Diamela Eltit», Fabiola Zambrano Alvarado examina las relaciones entre dolor físico y memoria en su conexión con la escritura. ¿Qué implicaciones tiene decir el dolor, narrar el trauma inenarrable y darle a la escritura una corporalidad que la convierte en soporte mnemotécnico desde el que articular —como lo hace Eltit— la perseverancia del cuerpo político y social? La urgencia de la memoria, que parece ocupar el centro de atención en la novela estudiada, se constituye como relato inscrito en el cuerpo adolorido, como sombra oculta, «sepultada bajo las capas deterioradas de una corporalidad obstruida». Hay en esa memoria somatizada un saber emergente e incómodo. Para Zambrano, quienes en el devenir político del Chile posdictatorial, habían sido absorbidos por la amnesia regresan en Jamás el fuego nunca a través de cuerpos atormentados y abyectos, en tanto actores de una rutina cotidiana en la que no hay triunfos y se han olvidado las derrotas. Va a ser este cuerpo herido, el que va a constituir la estructura somática de una memoria atormentada, en la que solo el dolor —y no la experiencia que ha dado lugar a ese dolor— puede ser recordado.
Los tres ensayos que componen la tercera parte, Mediaciones y mediatizaciones del cuerpo extra/ordinario, discurren sobre los modos en que los cuerpos extra/ordinarios son mediatizados, así como su resultante espacio de mediación entre emisores y receptores, entre la representación y lo representado, entre lo culto y lo popular, entre lo hegemónico y lo subalterno. En «El cuerpo perverso: La destrucción del estereotipo en El lugar sin límites (Ripstein, 1977)», Kristine Hempel analiza la construcción del cuerpo homosexual dentro del cine mexicano y distingue dos versiones opuestas. Mientras que el cine mexicano de ficheras18 produce una visión perversa del cuerpo homosexual, en otras mediatizaciones, por ejemplo en Arturo Ripstein (El lugar sin límites), se cuestiona la exclusión del cuerpo homosexual de la norma social. El análisis de Hempel ofrece una nueva interpretación de la obra de Ripstein basada en la novela de José Donoso y la entiende como contra-construcción mediática del cuerpo cultural. Si en el subgénero del cine popular de ficheras el hombre homosexual se crea como objeto sexuado de un voyerismo explotado con éxito por la industria cinematográfica de los años setenta, el largometraje de Ripstein, por el contrario, hace visible los mecanismos de esa construcción heteronormativa. Por medio de diferentes y complejas figuraciones del protagonista de La Manuela, el director pone en evidencia que la figura no es de cuerpo diferente, sino que más bien es el resultado de un régimen escópico heterosexual que lo expone. Partiendo de la idea del cine como visión encarnada, la contribución de Claudia Gronemann propone una nueva interpretación del largometraje Cabeza de Vaca (1990) de Nicolás Echevarría, estrenado en el umbral del V Centenario de la Conquista de América y profusamente debatido en todo el mundo. En el foco de su análisis está la pregunta de cómo escenificar el cuerpo de Cabeza de Vaca que (sobre)vivió a un proceso de transculturación profunda del conquistador-descubridor-evangelizador a esclavo, comerciante y curandero dentro de grupos de indígenas. Gronemann retoma una de las líneas de interpretación que la crítica reciente ha subrayado con referencia a los Naufragios de Cabeza de Vaca: a saber, el doble funcionamiento del texto como relato y segunda piel que cubre literalmente ese cuerpo extraordinario, desnudo y sin amparo, del conquistador. En consonancia con esta lectura, la autora propone leer el film como visualidad háptica, que sirve para transmitir la experiencia transcultural a la piel del espectador. A diferencia del paradigma de cine narrativo que parece representar (chamanismo, canibalismo o exotismo), el largometraje de Echevarría tiene como objetivo producir un saber carnal que se transmite y se memoriza a través de los sentidos del espectador. El ensayo de Yvette Sánchez abre el diapasón de dispositivos de escenificación y mediatización del cuerpo extra/ordinario. De esta suerte, Sánchez ofrece un estudio sincopado entre la vida de Espiridiona Cenda (1869-1945), conocida liliputense, aparecida en ferias y espectáculos en Estados Unidos en el cambio de siglo, los modos en que su anomalía es articulada a través de sus propias «puestas en escenas» y a través de su narrativización en la novela Chiquita de Antonio Orlando Rodríguez (2008). En un recorrido por la larga tradición de espectacularización y estetización de lo a-normal, con la que la novela analizada dialoga, Sánchez propone leer lo extra/ordinario en tanto interfaz sobre el que se conjugan las imágenes, las historias y las poses de la alteridad. En esta lógica, si en la vida de Espiridiona, la transgresión de un orden corporal va acompañada de otras transgresiones (de género, de prácticas sexuales, de clase), en la novela de Rodríguez el cuerpo extra/odinario va a ser construido mediante un cuerpo textual a-normalizado, fragmentado y fractalizado a través de la triple mediación del testimonio de la protagonista.
La cuarta y última parte del libro, Poéticas encarnadas, está dedicada a las figuraciones literarias de cuerpos anómalos y desviados. El primer ensayo, «Los cuerpos católicos y la novela del naturalismo radical de Eduardo López Bago», de Hendrik Schlieper, desarrolla un análisis de la novela naturalista de la España decimonónica, considerando que en ella se manifiesta —bajo estructuras y modelos innovadores «retomando, popularizando, perspectivando y también generando sus objetos de disputa»— el conflicto cultural entre la construcción clerical del «cuerpo católico» (que incluye tanto a Dios, a Jesucristo, a personajes bíblicos como al clero y los devotos) y su interpretación moderna secular. Lo que está en juego es la concurrencia entre la corporalidad burguesa considerada como biológica y reproductiva y la idea del cuerpo casto y ascético. El ensayo examina el doble movimiento de laicalización y resacralización del cuerpo en la novela del naturalista radical Eduardo López Bago que forma parte, hasta la fecha, de la corriente no canonizada, alejada del canon rígido del naturalismo «mitigado» de Pardo Bazán, Clarín y Pérez Galdós. En las novelas de López Bago (El Cura. Caso de incesto, El Confesonario. Satiriasis y La Monja) puede constatarse el manejo de una fascinación del cuerpo religioso, al tiempo que la antigua visión católica del cuerpo pierde fuerza. Así la novela médico-social transfiere el erotismo inherente del catolicismo al campo de la patología sexual, produciendo por medio del othering su propia imagen contraria. Por lo tanto, propone Schlieper, el naturalismo radical pareciera incluso consolidar la vigencia cultural del concepto católico del cuerpo. A continuación, «El Nosferatu de Enrique Vila-Matas», de Júlia González de Canales, aborda la obra del conocido escritor y ensayista español desde una perspectiva que, pese a constituir un subterráneo leitmotiv de toda su obra, ha sido poco atendida por la crítica. González de Canales llama la atención sobre los numerosos cuerpos aberrantes, poseídos y deformados, para problematizar los modos en que los textos vilamatianos sacan a la luz la presencia común de lo extra/ordinario en una especie de comunidad de cuerpos otros, en la que todos, autor, lectores y personajes, se encuentran insertos. Desde aquí se hace evidente que, a través de ese turbio realismo/autobiografismo que caracteriza la literatura de Vila-Matas, persistente en llevar la ficción hacia un universo empírico compartido, su obra hace visible un mundo, nuestro mundo, poblado de seres anómalos.
Dos ensayos, el de Erna Pfeiffer y el de Nina Preyer concuerdan en su atención a cuerpos enfermos y minusválidos. El primero, «El cuerpo enfermo y monstruoso en la obra de Elena Poniatowska, María Luisa Puga y Alicia Kozameh», se centra en la escritura del cuerpo enfermo, como experiencia real pero también como construcción textual, en tanto atributo de un ser humano minusválido y relativo a lo femenino. De esta suerte, el tópico del cuerpo femenino discapacitado ofrece un lugar privilegiado de reflexión para varias autoras contemporáneas que inauguran un discurso diferente (Elena Poniatowska, Gaby Brimmer, 1979) y elaboran las tensiones entre lo político y autobiográfico (Alicia Kozameh, Patas de avestruz, 2003). Por último, Diario del dolor, de María Luisa Puga, reconfigura textualmente el cuerpo marcado por la enfermedad, llega a sublimar el propio padecimiento físico, entrando en conversación con la personificación del Dolor. Como demuestra Pfeiffer, en todas estas manifestaciones, el texto mismo parece transformarse en segunda piel, en suplemento del cuerpo desmembrado o sufriente físicamente. El ensayo de Nina Preyer, «Cuerpo y psique en crisis. Un año sin amor. Diario del sida (1998) de Pablo Pérez como cura escrita», analiza la construcción visual (en el espejo) y verbal (por el Orden Simbólico y el habla del Otro en la terminología de Lacan) del cuerpo como integridad. Para Pablo Pérez la crisis que convierte el cuerpo infectado del sida en un objeto ajeno y peligroso no es provocada por la diagnosis misma que deja de estar acompañada por síntomas físicos sino que se conforma a través del discurso público estigmatizante. En la misma medida en que el virus aparece en la sangre del infectado, se produce otra infección a nivel del Orden Simbólico que impide al sujeto identificarse con una imagen corporal uniforme. En su diario Un año sin amor. Diario del sida, a la vez testimonio y crítica social, el autor argentino inaugura una reflexión sobre los efectos desestabilizantes del discurso del sida y evoca los inconvenientes sociales del tratamiento. Además, como demuestra Preyer, este texto escenifica literariamente el aumento de la carga viral en la propia sangre (re)creando una «infección hipotextual» que hace luego descender en paralelo a su terapia antiviral. La práctica diarística de Pablo Pérez parece entonces sustituir las sesiones de análisis y transformarse en cura escrita, que contribuye a crear una nueva autoimagen basada en un cuerpo uniforme, gracias a una prótesis textual.
En su lectura de obras del comienzo del siglo XXI como El desbarrancadero del colombiano Fernando Vallejo, publicada en 2001, Historia de una mujer que caminó por la vida con zapatos de diseñador de la mexicana Margo Glantz y Lecciones para una liebre muerta del escritor peruano-mexicano Mario Bellatin, ambas publicadas en 2005, Claudia Leitner pone de relieve una visión sobre la materialidad del cuerpo separada del «mundo místico de Macondo» y de las concepciones mágico-realistas de los autores del Boom de la literatura latinoamericana. Los modos de funcionamiento y disfuncionamiento de los cuerpos ya no son narrados de modo que lo fabuloso y lo sobrenatural se mezclen con lo cotidiano y lo rural. Antes bien, ahora sobresalen la mirada clínica (Vallejo), la transtextualidad (Glantz) y la concepción de un urbanismo trans-especie (Bellatin), en narraciones de la convivencia conflictiva con animales y tecnologías (clonaciones, prótesis, etc.).
Como colofón, el ensayo de Adriana López-Labourdette busca pensar la articulación de los cuerpos extra/ordinarios con la figura del autor, los procesos y las condiciones de la creación literaria. El personaje-escritor de cuerpo monstruoso, que ocupa el centro de Wasabi (Alan Pauls, 1994), es una figura débil y atractiva a la vez, figura de la libertad del arte y figura domesticada, encarnación de la creación y de la rentabilidad, cuerpo estigmatizado y a la vez anhelado. A través de él se ponen en juego los modos en los que la cultura asume y contesta las nociones de autor y creación literaria al uso. Mediante una lectura detallada de la obra, y sus tensiones con el género de la autoficción, López-Labourdette da cuenta de los modos en que el cuerpo extra/ordinario funciona como dispositivo particularmente capitalizable —en términos simbólicos pero también económicos— que abre espacios de renegociación de las condiciones y del precio de la creación literaria. De esta suerte, concluye la ensayista, dicho cuerpo funge como artefacto cultural ideal para la indagación del actual estatus contradictorio del escritor.
Los textos reunidos en Cuerpos extra/ordinarios. Discursos y prácticas somáticas en América Latina y España reflexionan sobre la imbricación cuerpo-desvío partiendo de la centralidad de lo corpóreo como artefacto idóneo para leer las culturas que lo producen. Ellos exploran la puesta en escena de lo extra/ordinario como morfología opuesta y (des)conectada de la normalidad, sus funciones y sus limitaciones. Por otra parte, y teniendo en cuenta el hecho de que el origen de todo cuerpo extra-ordinario radica precisamente en una transgresión, los ensayos siguientes prestan particular atención tanto a la hibridez de los relatos de dicha transgresión, como a otras narrativas (de piedad, exhibición y exotización, de aniquilación e incluso de corrección) que tradicionalmente los acompañan. En la revisión de esos cuerpos discrepantes y sus figuraciones performativas, más allá de la estigmatización de que suelen ser objetos, se hacen visibles otros deseos, otros anhelos, otras experiencias. Explorar los recorridos de estas figuras nómadas entre lo familiar y lo extraño, entre la atracción y el rechazo, entre lo interior y lo exterior, abre nuevos caminos para el análisis de las estrategias discursivas, performativas y representacionales a través de las cuales estas figuras proponen y al mismo tiempo impugnan ciertas nociones de identidad y alteridad. De esta suerte, salen a flote no solo la perseverante desvalorización y exclusión de esos cuerpos otros, sino igualmente su irresistible atractividad así como su productividad en términos narrativos y económicos.
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Cfr. Carvajal (2012a: 264): «La principal intervención del dúo fue la manifestación de un cuerpo des-generado como superficie donde se escenifican discursos políticos irresueltos. Clases de cuerpo que no logran ser reducidos a los casilleros del género y, al mismo tiempo, cuerpos de clase agresivamente eróticos y erotizantes cuya irreverencia desfalcó las contradicciones del origen social».
En su recuento de acciones performáticas generadoras de cuerpos desobedientes en el espacio público José Miguel Cortés (2014) propone que, en Refundación de la Universidad de Chile, se lleva a cabo una «puesta en escena de la montura». «Una acción reivindicativa que reclama la entrada de las minorías sexuales en la universidad pública (cara a su refundación bajo otros parámetros), pero no como un elemento de análisis ni como discurso normalizado, sino como deseo visible y decible que atraviesa el cuerpo desnudo de los dos artistas, los cuales reivindican el deseo anal invirtiendo la figura posesiva y dominadora de la imagen masculina tradicional por otra mucho más flexible y horizontal» (120).
A propósito de la marca de clase que inscriben Las Yeguas en sus escenificaciones performáticas, Mellado (2009: 85s) apunta que Casas y Lemebel no incorporan elementos de la cultura popular, sino que ellos mismos son expresión de ella, exhibiendo una «versión amenazadoramente lumpen» y desplegando acciones que interpelan, desbordándolo, el territorio estético de la cultura letrada. En este sentido, «Las Yeguas» muestran una diferencia con otros artistas de la Escuela de Avanzada (Carlos Leppe, Juan Domingo Dávila, etc.).
En las cartas y crónicas de la conquista y los grabados que los acompañaban, no por casualidad se insinuaba, al lado de otros vicios mayores como la idolatría, el sacrificio de humanos, la antropofagia o la lujuria, una homosexualidad latente en los indígenas, legitimando así la conquista como remedio y superación de la situación.
Ver, por ejemplo, la intervención La Conquista de América, llevada a cabo en 1989 frente a la sede de la Comisión de los Derechos Humanos en Chile. En dicha acción, en la que ellos bailaban una «cueca sola» sobre un mapa de Latinoamérica cubierto de hirientes pedazos de botellas de Coca-Cola, se entrecruzaban las huellas de la Conquista, la violencia del terrorismo de Estado, la memoria sangrante de los torturados, la presencia del cuerpo insepulto, la homosexualidad y el sida.
Allí donde la masculinidad propia de la caballería, representada en el cuadro de Ignacio Zuloaga (1870-1945) y en el monumento a Pedro de Valdivia, situado en la Plaza de Armas, frente a la Municipalidad de Santiago, se conformaba a partir de ciertos indicadores de la investidura militar (montura, traje, pliego de papel, espada, etc.), sobre la que se apoyaba el despliegue exhibicionista del poder, ese poder investido era resignificado ahora en una irreverente coreografía de la incorporación de cuerpos desnudos y desarmados, y por tanto expuestos y frágiles.
En su libro The Right to Look. A Counterhistory of Visuality, Nicholas Mirzoeff desarrolla una genealogía de prácticas visuales de resistencia frente a la visualidad (post)colonial y a la sociedad del espectáculo, reinante en el proyecto imperial. En este marco, la visualidad se convierte en medio para la transmisión de la autoridad, pero también en dispositivo para su subversión. El derecho a la mirada, término que Mirzoeff toma de Jacques Derrida, se basa precisamente en la intercambiabilidad de los roles observador-observado. «It means requiring the recognition of the other in order to have a place from which to claim rights and to determine what is right» (2011: 4).
En Formas comunes (2014) Gabriel Giorgi propone leer esa zona común de lo viviente, en la que el animal y su vínculo con lo humano son esenciales, como «umbral de creación de lo común entre cuerpos y entre especies», «como formas de percepción, de sensibilidad y de visibilidad sobre los cuerpos» (pág. 54).
Insistimos en ese acto de «bordear», en tanto aproximación, pues, dada la naturaleza inclasificable de lo extra/ordinario, definirlo podría llevarnos a contradecir esa característica primera. Como veremos más adelante, dicha paradoja —pensar lo impensable, definir lo que se exime de definiciones, categorizar aquello que se sale de las categorías— será solo una de las muchas paradojas que acompañan estos cuerpos.
Valga anotar que, más allá de una creencia bastante generalizada, la fórmula cartesiana no supone tanto la separación cuerpo y razón —que había sido anticipada por la Antigüedad— sino la separación del alma de la naturaleza y, de ahí, la filiación del cuerpo con lo natural.
Esto se cumple, claro está, solo en líneas generales. Piénsese, por ejemplo, que desde Diderot vemos emerger una serie de corrientes que atienden al potencial epistemológico del cuerpo.
Es precisamente por eso que los desaparecidos de las dictaduras latinoamericanas de la segunda mitad del siglo XX no están ausentes sino presenciados a través de la memoria. Sus nombres y fotografías «representan» sus cuerpos ausentes, son indiciarios de su desaparición.
Judith Butler llamaba la atención sobre la naturaleza iterativa de la performatividad: «la performatividad debe entenderse, no como un “acto” singular y deliberado, sino, antes bien, como la práctica reiterativa y referencial mediante la cual el discurso produce los efectos que nombra» (Butler 2002: 18).
Foucault en su ciclo de conferencias sobre los anormales hablaba del monstruo como figura biológica y jurídica que viola la ley y la hace muda.
Véanse los ensayos de Burke, Kant, Lyotard y Žižek sobre lo sublime, los de Bajtín y Bloom sobre lo grotesco, y las reflexiones de Kristeva y Douglas sobre lo abyecto.
Cfr. Garland-Thomson (1997: 56): «Staring at disability choreographs a visual relation between a spectator and a spectacle. A more intense form of looking than glancing, glimpsing, scanning, surveying, gazing, and other forms of casual or uninterested looking, staring registers the perception of difference and gives meaning to impairment by marking it as aberrant».
Es famosa, por ejemplo, la época barroca europea, por sus disputas sobre los límites entre masculinidad y feminidad en artes como el teatro y la pintura, cf., por ejemplo Thiemann (2006) para las mujeres barbudas y varones que dan de mamar.
El término se refiere al sistema en el cual la bailarina o prostituta recibe una ficha por cada bebida que su compañero consuma.
Universidad de Heidelberg
The longer she watched herself, the more repulsed she became. Before, she had been able to manipulate her reflection so as to see only her pale skin shades lighter than any of her sisters and only slightly darker than Gabriel’s wife. That skin color had blinded her to her kinky, dirt-red hair, her sprawling nose, her wide long lips. Now those features appeared magnified, conveying to her eyes that she was not who she’d believed (Pérez, 1999: 18).
En esta cita la joven protagonista de la novela Geographies of Home (1999), de la autora domínico-estadounidense Loida Maritza Pérez, mira su cuerpo monstruosamente obeso y violado en el espejo con un asco que se dirige contra su herencia africana.19 Después de esa escena del espejo la protagonista sigue «limpiándose» la piel con un estropajo metálico y un spray desinfectante, y así mismo automutilándose, para eliminar la tara de su origen y del abuso sexual sufrido.