Diccionario de la literatura cubana I - Varios autores - E-Book

Diccionario de la literatura cubana I E-Book

Varios autores

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Diccionario de la literatura Cubana I. A-Ch Este Diccionario dividido en cuatro tomos, suma más de 2.000 páginas. Contiene las fichas biográficas de los escritores cubanos más relevantes hasta 1980, año de su publicación. Incluye también entradas dedicadas a géneros literarios y publicaciones (revistas y periódicos). Los trabajos de preparación del Diccionario de la literatura Cubana empezaron en 1966 en el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba. La edición de estos cuatro volúmenes estuvo a cargo de los sucesivos jefes del Departamento de Literatura del Instituto de Literatura Cubana: - Ángel Augier, - Mary Cruz - y Sergio Chaple.Asimismo colaboraron, entre otros: - Jesús Abascal, - Armando Álvarez Bravo, - Roberto Branly, - Celia Martínez Páez, - Manuel Díaz Martínez, - Alberto Rocasolano, - Enrique Saínz de la Torriente, - Adolfo Suárez, - Cintio Vitier, - Fina García Marruz, - Salvador Bueno, - José Lezama Lima, - Salvador Arias - y Rine Leal.Pese, a sus polémicas omisiones de numerosos autores cubanos del exilio, como es el caso de Guillermo Cabrera Infante; o conservadores, como Alberto Lamar Schweyer, durante las últimas décadas este Diccionario de la literatura cubana ha sido el texto de referencia en los estudios sobre la literatura de Cuba.

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Autores varios

Diccionario de la literatura cubana Tomo I

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Diccionario de la literatura cubana.

© 2024, Red ediciones S. L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-572-0.

ISBN rústica: 978-84-9953-757-3.

ISBN ebook: 978-84-9953-954-6.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

A 7

B 146

C 256

CH 431

A

Abárzuza, Francisco (La Habana, 1838-12 abril 1910). Realizó los primeros estudios en su ciudad natal; niño aún se trasladó a España, donde cursó la segunda enseñanza como alumno del Real Seminario de Vergara. Conflictos familiares impidieron su completa dedicación a las letras. En 1872 obtuvo la Flor Natural por su poesía «Al mar», en unos juegos florales celebrados en Gerona, España. Residió por largo tiempo en Inglaterra, Francia y Bélgica. Recorrió varios países de América. Colaboró en Revista de España y la Abeja Recreativa, de la que fue uno de los fundadores. Tradujo algunas piezas de Shakespeare. Dejó algunas obras inéditas, entre ellas poemas y dramas.

Bibliografía activa

Poesías, Leídas en el Ateneo Científico y Literario de Madrid el sábado 2 de abril de 1881, Madrid, Imprenta de M. G. Hernández, 1881.

El divorcio entre dos almas, poema, prólogo de Urbano González Serrano, Madrid, Establecimiento Tipo-litográfico Real 1, 1882.

Bibliografía pasiva

Colorado, Vicente, «El divorcio entre dos almas», en Revista de Cuba, La Habana, 12, 394-397, 1882.

Abascal, Jesús (Matanzas, 8 junio 1934). Cursó la primera enseñanza y el bachillerato en letras en las Escuelas Pías de La Habana (1941-1951). Recibió clases de dibujo comercial. Ha trabajado como office-boy y mercadista en agencias de publicidad (1955-1960). Asistió al Primer Congreso Nacional de Escritores y Artistas de Cuba. Ha visitado a Checoslovaquia (1964), República Democrática Alemana (1964) y Rumania (1969). Tiene colaboraciones en Prensa Libre, con la Guardia en Alto, Trabajo, Bohemia, Lunes de Revolución, La Tarde, Cuba, Mujeres, Unión, Islas y Mar y Pesca. Participó en el Congreso Cultural de La Habana (1969). Ha sido redactor de la oficina de divulgación de la Comisión de Orientación Revolucionaria del Partido Comunista de Cuba e investigador literario en el Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias. Es redactor de la revista Mar y Pesca.

Bibliografía activa

Soroche y otros cuentos, La Habana, Ediciones El Puente, 1963.

Staccato, relatos, La Habana, Ediciones Unión 1967.

Bibliografía pasiva

Álvarez Bravo, Armando, «El primer libro», en La Gaceta de Cuba, La Habana, 3, 39, 22, julio, 1964.

Abeja, La (Trinidad, Las Villas, 1856). Periódico quincenal de ciencias, literatura y artes. Comenzó el 15 de enero. Era dirigido por José A. Cortés y Andrés Sánchez y de Arregui. No obstante anunciarse como quincenal, tuvo una salida irregular. En sus páginas se publicaban artículos de crítica literaria, cuentos, poesías y otras cuestiones de interés local. Fueron colaboradores de esta publicación Luisa Pérez Montes de Oca, Joaquín Lorenzo Luaces, José Fornaris, El Cucalambé (seudónimo de Juan C. Nápoles Fajardo), Ramón Vélez Herrera, Adelaida del Mármol, Tristán de Jesús Medina, Rafael García Copley, Úrsula Céspedes, Domingo del Monte y P. Muchos trabajos aparecieron firmados con seudónimos. El último número encontrado (10) corresponde al 1.º de noviembre de 1856.

Abeja científica, artística y literaria (La Habana, 1848-1849). Revista que comenzó a salir en octubre, según consta en la prensa de la época. José María Labraña, en la página 651 de su trabajo «La prensa en Cuba» —aparecido en Cuba en la mano. Enciclopedia popular ilustrada (La Habana, Imprenta Úcar, García, 1940, págs. 649-786)—, afirma que era dirigida por José A. Cortés y A. Sánchez y que publicó nueve números. No tenía día fijo de salida. Carlos Manuel Trelles señala, en la primera parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» —en Revista Bibliográfica Cubana (La Habana, 2, 7, 9, enero-febrero, 1938)—, que su periodicidad fue semanal. También afirma Trelles que la dirigía Eladio López Quintana y que se publicó hasta agosto de 1849.

En la sección «Noticias varias» del diario habanero LaPrensa del 8 de noviembre de 1848, al referirse a la tercera entrega de esta publicación, se expresa que la misma «se hace recomendable porque la mayor parte de sus producciones son originales». Aunque no se ha encontrado ningún ejemplar, se sabe que aparecieron en sus páginas trabajos de José Fornaris, Tristán de Jesús Medina, Adelaida del Mármol, Rafael María de Mendive y Manuel Hernández Echerri.

Bibliografía

«La Abeja, publicación literaria», en LaPrensa, La Habana, 3.ª época, 6, 257, 3, octubre 28, 1848.

Academia Cubana de la Lengua. La Real Academia Española de la Lengua aprobó el 19 de mayo de 1926 la creación de la Academia Correspondiente en Cuba. En octubre de ese año ofreció la primera sesión pública. En agosto de 1951 el gobierno cubano le dio carácter oficial. Cuenta con un director, un vicedirector, un secretario, un tesorero y un bibliotecario. Tiene como objetivos estudiar la lengua española y velar por su pureza, propiedad y esplendor en Cuba, estudiar la vida, desenvolvimiento y modalidades de la lengua española en Cuba en todos sus aspectos (lexicográfico, fonético, semántico) y formar la lista de voces y acepciones cubanas, informar a la Real Academia Española sobre las voces y expresiones cubanas, evacuar las consultas que sobre el lenguaje, y de modo especial sobre cubanismos, le hagan el gobierno de Cuba, la Real Academia Española y las demás Academias de la América hispana correspondientes de la de España. El primer director fue Enrique José Varona. Entre 1951 y 1969 ocupó ese cargo José María Chacón y Calvo. Actualmente lo ejerce Antonio Iraizoz. El Boletín de la Academia Cubana de la Lengua se publicó desde enero de 1952 hasta diciembre de 1964.

Bibliografía

Chacón y Calvo, José M., «Instituciones oficiales de cultura», en Libro de Cuba, La Habana, publicaciones Unidas, 1954, pág. 665.

Estatutos de la Academia Cubana de la Lengua, La Habana, 1971.

Academia Cubana de Literatura. Fue concedida por Real Orden dictada el 23 de diciembre de 1833 y quedó constituida el 6 de marzo de 1834.

Nicolás de Cárdenas ocupó el cargo de director, Blas Osés el de vicedirector y Domingo del Monte el de secretario. Contó con veintisiete académicos de número, entre los que se encontraban figuras como José de la Luz y Caballero, José Antonio Saco y Felipe Poey. En Matanzas, Puerto Príncipe, Puerto Rico y Madrid, se designaron académicos correspondientes. En esta última se nombraron siete, entre ellos Francisco Martínez de la Rosa, primer ministro en ese momento. La Comisión Permanente de Literatura se convertía así en Academia Cubana de Literatura, indudable exponente del espíritu de cubanidad. Tendría, hasta cierto punto, independencia de la Sociedad Económica de Amigos del País, pues debía remitirle su reglamento para que lo aprobase. El cumplimiento de esta formalidad fue el inicio de un incidente que significó la muerte casi instantánea de la Academia. La directiva de la Sociedad Económica, irritada porque los miembros de la Comisión Permanente de Literatura habían elevado su solicitud a la Reina Gobernadora sin intervención de la corporación, ejerció su influencia en la esfera oficial y la Academia desapareció.

Bibliografía

El Académico, seudónimo de José Antonio Saco y López, «A el Socio amante de la literatura», en Diario de La Habana, La Habana, 104, 2, abril 14, 1834.

Un discípulo de la Academia, seudónimo, «Comunicado, Al público», en Diario de La Habana, La Habana, 106, 2, abril 17, 1834.

Un Estudiante, seudónimo, «Comunicado, A la cuestión», en Diario de La Habana, La Habana, 110, 3, abril 20, 1834.

Fulano, seudónimo, «Comunicado», en Diario de La Habana, La Habana, 103, 2, abril 13, 1834.

Guerra, Ramiro, Manual de historia de Cuba, económica, social y política, La Habana, Imprenta Cultural, 1938, págs. 317-320.

Monte, Domingo del, «Al público», en La Aurora, Matanzas, 3.ª época, 200, 2-3, abril 29, 1834.

Otro Académico más amante del orden que de la literatura, seudónimo, «Comunicados, Dos palabras al Socio amante de la literatura y del orden», en Diario de La Habana, La Habana, 104, 2, abril 15, 1834.

«Real Sociedad Patriótica», en Diario de La Habana, La Habana, 107, 1-2, abril 18, 1834.

Saco, José Antonio, Justa defensa de la Academia Cubana de Literatura, contra los violentos ataques que se le han dado en el Diario de La Habana, desde el 12 al 23 de abril del presente año, escrita por José Antonio Saco y publicada por un amigo de la Academia, Nueva Orleans, Matanzas, Impresa por Mr. St. Romse, Oficina del Courrier, 1834.

Salazar y Roig, Salvador, «José Antonio Saco y la Academia Cubana de Literatura», en Alma Cubana, La Habana, 4, 1-3, 13-19, enero-marzo, 1926.

El Socio, amante de la literatura y del orden, seudónimo de Antonio Zambrana y Valdés, «Comunicado», en Diario de La Habana, La Habana, 102, 2, abril 12, 1834.

Un Suscriptor imparcial amante de la justicia, seudónimo, «Al público» y «Comunicado, Contestación a la que me da el suscriptor amigo de la Claridad», en Diario de La Habana, La Habana, 105 y 112, 3 y 3-4, abril 16 y 22, 1834.

Zambrana, Antonio, «Comunicado» en Diario de La Habana, La Habana, 113, 2-3, abril 23, 1834.

Academia de Ciencias de Cuba El Gobierno Revolucionario, por medio de la Ley número 1011 dictada el 20 de febrero de 1962, creó la Comisión Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba, como etapa previa al desarrollo de ésta. El presidente de la Comisión y posteriormente de la Academia, fue el Doctor Antonio Núñez Jiménez. Entre sus miembros se encontraban Juan Marinello, Fernando Ortiz, Emilio Roig de Leuchsenring, José López Sánchez, Julio Le Riverend, Salvador Massip, Abelardo Moreno, Gilberto Silva y José B. Altshuber. Una vez fortalecida la Comisión, se dieron pasos más definitivos para la constitución de la Academia de Ciencias, cuyas funciones actuales son las de dirigir, coordinar y orientar los estudios, investigaciones y demás actividades científicas no docentes en todas las ramas de las ciencias naturales y sociales, planificar las investigaciones científicas de acuerdo con la junta Central de Planificación y servir como organismo consultor de la misma en todo lo que concierne a la actividad científica y tecnológica, divulgar los conocimientos e investigaciones mediante publicaciones y demás vías de difusión, promover la celebración de congresos, reuniones e intercambios de índole nacional e internacional, proponer al gobierno el envío de delegaciones de alto nivel a congresos y misiones de estudio, crear organismos de carácter científico, tales como institutos y centros de investigación, y realizar investigaciones en las diferentes ramas de la ciencia. Para el desarrollo de sus trabajos cuenta con un presidente, cargo ocupado actualmente por el Doctor Zoilo Marinello, un consejo científico superior, un consejo de presidencia, un consejo de dirección y un aparato económico-administrativo. Los diferentes institutos que forman como tales la Academia, están agrupados según las diferentes ramas de la ciencia: el Instituto de Ciencias Sociales, que comprende lo relacionado con los asuntos históricos, etnológicos y arqueológicos; el Instituto de Literatura y Lingüística; el Archivo Nacional; el Departamento de Filosofía, que funciona adscrito a la Presidencia; los institutos pertenecientes a las ramas de las ciencias agrícola y biológica, que comprenden el Instituto de Investigaciones Fundamentales de la Agricultura Tropical «Alejandro de Humboldt», el Instituto de Investigaciones de la Caña de Azúcar, el Instituto de Investigaciones Fundamentales del Cerebro, el Instituto de Suelos, el Instituto de Botánica, el Instituto de Zoología, el Instituto de Investigaciones Agropecuarias «Jorge Dimitrov» y el Departamento de Ecología Forestal. Las ramas de las ciencias físico-técnicas, químicas y geociencias abarcan el Instituto de Matemática, Cibernética y Computación, el Instituto de Investigaciones Nucleares, el Instituto de Geofísica y Astronomía, el Instituto de Oceanología, el Instituto de Meteorología, el Instituto de Geología y Paleontología, el Instituto de Geografía, el Instituto de Investigación Técnica Fundamental y el Instituto de Química. Dentro de la rama de la documentación funciona el Instituto de Documentación e Información Científico Técnica. Atiende además la Academia el Museo de las Ciencias «Carlos J. Finlay» y el Museo «Tomás Romay». La Academia tiene dos delegaciones o filiales, una en la provincia de Oriente y otra en Isla de Pinos, que cubren diversas áreas de trabajo. Entre sus publicaciones periódicas se destacan la Revista de Agricultura, iniciada en 1967, y la colección Series, donde aparecen los temas desarrollados por especialidades. Otros títulos publicados por la Academia de Ciencias son Obras completas de Tomás Romay (1965, 2 T.); Obras completas de Carlos J. Finlay (1965, 1967, 1970 y 1971, 5 T.); Biografía de un cimarrón (1966), de Miguel Barnet; Historia de la Revolución de Haití (1966), de José Luciano Franco; Índice histórico de la provincia de Camagüey. 1899-1952 (1970). Los institutos y otras dependencias editan diversos boletines, anuarios, resúmenes bibliográficos, etc.

Bibliografía

Academia de Ciencias de Cuba 1970, La Habana, Ediciones de la Academia de Ciencias, s. a.

Núñez Jiménez, Antonio, «Nace nuestra Academia de Ciencias» y «Discurso del Doctor, en la sesión solemne conmemorativa del X Aniversario», en Granma, La Habana, 8, 43 y 44, 2 y 3-4, febrero 19 y 21, 1972.

«La Academia de Ciencias de Cuba en su décimo aniversario», en Bohemia, La Habana, 64, 8, 40-47, febrero 25, 1972.

Academia de Ciencias de Cuba, nacimiento y forja, La Habana, Ediciones de la Academia de Ciencias de Cuba, 1972.

Osa, José de la, «Cinco preguntas sobre la Academia de Ciencias», en Granma, La Habana, 11, 41, 4, febrero 18, 1975.

«Obtiene importantes resultados en el trabajo científico la Academia de Ciencias de Cuba en saludo al Primer Congreso», en Granma, La Habana, 11, 303, 6, diciembre 23, 1975.

Academia de la Historia de Cuba. Fue creada por Decreto Presidencial fechado el 20 de agosto de 1910, e inaugurada el 10 de octubre del propio año. Tuvo en sus inicios carácter independiente, adscrita a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes; en julio de 1914 se le concedió personalidad jurídica propia y plena capacidad civil para todos los efectos legales. Estuvo dirigida por un presidente de honor, que debía ser a su vez el secretario de Instrucción Pública y Bellas Artes, un presidente efectivo, treinta académicos de número residentes en La Habana, treinta académicos correspondientes residentes en las provincias o en el extranjero, un secretario y un bibliotecario. El primer presidente fue Fernando Figueredo, sustituido tras una corta etapa por Evelio Rodríguez Lendián. Los objetivos fundamentales de la Academia fueron investigar, adquirir, coleccionar y clasificar todos aquellos documentos que en mayor o menor grado pudieran ser una contribución al enriquecimiento de nuestra historia. Además, se preocupó por salvar los objetos que constituyeran recuerdos históricos. Organizó concursos, ofreció conferencias y publicó monografías, colecciones y documentos. Contó con un archivo compuesto por más de diez mil documentos, entre los cuales figuran originales de Carlos Manuel de Céspedes y Salvador Cisneros Betancourt y copias valiosas extraídas del Archivo de Indias, relacionadas con la historia de Cuba. En 1919 apareció el primer tomo de Anales de la Academia de La Historia, publicado bajo la dirección de Domingo Figarola Caneda. Su último número apareció en 1956.

También editó, entre 1944 y 1956, un Anuario que recogía en sus páginas las actividades y diversas cuestiones administrativas relacionadas con la institución. Desaparecida en 1960, su archivo y biblioteca pasaron al Archivo Nacional de la Academia de Ciencias de Cuba y al Archivo Histórico de la Revolución.

Bibliografía

Iraizoz, Antonio, «Labor de la Academia de la Historia», en Anales de la Academia de la Historia de Cuba, La Habana, 13, 123-125, enero-diciembre, 1931.

Lagómasino Álvarez, Luis, «La Academia de la Historia», en Boletín nacional de historia, geografía y ciencias naturales, La Habana, 1, 2-3, 24-28, junio-diciembre, 1912.

Pérez Cabrera, José Manuel, «Palabras pronunciadas en la Feria Anual del Libro celebrada en el Parque Central de La Habana, el día 5 de diciembre de 1943» y «Palabras leídas a nombre de la Academia de la Historia de Cuba, con motivo de la IV Feria Cubana del Libro celebrada en el Parque Central de La Habana, el día 10 de diciembre de 1945», en Anales de la Academia de la Historia de Cuba, La Habana, 25 y 27, 119-123 y 118-121, enero-diciembre, 1943 y 1945.

«Proyecto de reglamento de la Academia de la Historia de Cuba», en Anales de la Academia de la Historia La Habana, 1 y 3, 1 y 1, 199-206 y 219-232, julio-agosto y enero-junio, 1919 y 1921.

Santovenia, Emeterio Santiago, Cuarenta años de la vida de la Academia, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1950.

La vida de la Academia de la Historia, 1910-1932, por Juan Miguel Dihigo y Mestre, y otros, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1924-1932, 9 T.

Academia Municipal de Artes Dramáticas. En 1947 el Municipio de La Habana, a través de su departamento de Bellas Artes, inauguró una Academia de Artes Dramáticas en el Conservatorio Municipal de Música, dirigida por Martínez Aparicio. El plan de estudios constaba de tres años, organizado para enseñanza teórica y práctica. En 1949 la Academia logró un local propio para sus clases y trabajos experimentales. En 1953 ocupó la dirección de la institución Mario Rodríguez Alemán, quien centró su interés en intensificar el trabajo práctico del alumnado, para lo cual se inauguró un teatro experimental, como complemento de los estudios realizados, llamado El Corral. Esta Academia se mantuvo hasta los primeros años del triunfo de la Revolución.

Bibliografía

González Freyre, Natividad, «Academia Municipal», en su Teatro cubano, 1927-1961, La Habana, Ministerio de Relaciones Exteriores, 1961, págs. 86-87.

Academia Nacional de Artes y Letras. Fue creada por Decreto Presidencial el 31 de octubre de 1910.

En sus inicios tuvo carácter de corporación independiente, adscrita a la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, pero en 1914 se le concedió personalidad jurídica propia y plena capacidad civil para todos los efectos legales. Contó con las secciones de Literatura, Arquitectura, Escultura, Pintura y Música, y estuvo dirigida por un presidente, un director, un tesorero, un secretario general y un bibliotecario-conservador, con sus vices correspondientes. El primer presidente fue Antonio Sánchez de Bustamante Sirvén. El núcleo primitivo de miembros se constituyó con sesenta y cinco personas residentes en La Habana y dedicados a las bellas artes, que serían académicos de número, y con veinticuatro residentes en el interior del país, que serían académicos correspondientes. Hubo además académicos honorarios, que residían en el extranjero, y académicos supernumerarios, que eran los académicos de número que habían perdido este carácter por ausentarse dos años consecutivos de la ciudad de La Habana. Los principales objetivos de la Academia Nacional de Artes y Letras fueron la publicación de toda clase de obras y trabajos que pudieran contribuir a un mejor conocimiento y estudio de la teoría e historia de las bellas artes; recoger y divulgar libros, dibujos, estampas, cuadros y otros objetos artísticos; velar por la conservación y restauración de los monumentos, y auxiliar al gobierno en la evacuación de consultas sobre las diferentes ramas que abarcó la corporación. Además, trabajó en favor de la creación de becas con sus propios fondos o gestionándolas con los organismos oficiales, organizó exposiciones y conferencias públicas y otorgó el Gran Premio Nacional de Artes y Letras, discutido cada año dentro de una de las distintas secciones que formaban la Academia. En 1916 apareció el primer tomo de Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras, publicado bajo la dirección de Rafael Montoro, y cuyo último número salió en 1960.

En los 39 volúmenes que editaron está recogida toda la vida de la Academia. Entre sus muchas publicaciones se encuentran la Colección póstuma de las obras de Jesús Castellanos, las Obras completas de Enrique Hernández Miyares y la mayoría de los discursos y conferencias que se ofrecieron en sus salones. En 1960 cesaron las actividades de esta institución cultural.

Bibliografía

Chacón y Calvo, José María, «Instituciones oficiales de cultura», en Libro de Cuba, La Habana, publicaciones Unidas, 1954, págs. 664-665.

Estatutos y reglamento, La Habana, Imprenta Avisador Comercial, 1915.

«Nuevos estatutos de la Academia Nacional de Artes y Letras», en Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras, La Habana, 7, 7, 1-2, 82-99, enero-junio 1922.

«Primeros estatutos de la Academia Nacional de Artes y Letras», en Anales de la Academia Nacional de Artes y Letras, La Habana, 7, 7, 1-2, 54-63, enero-junio, 1922.

«Reglamento de la Academia Nacional de Artes y Letras», en Anales de la Academia de Artes y Letras, La Habana, 7, 7, 1-2, 63-79, enero-junio, 1922.

Trabajos de la corporación desde que se fundó en 22 de octubre de 1910 hasta noviembre de 1912, La Habana, Imprenta Cubana, 1912.

Trabajos de la corporación durante los años académicos de 1912-1913 y de 1913-1914, Sesión inaugural de 1914-1915, La Habana, Imprenta Avisador Comercial, 1914.

Trabajos de la corporación durante el año académico de 1914-1915, La Habana, Imprenta Avisador Comercial, 1915.

Academia Universitaria de Literatura. Quedó constituida el 22 de junio de 1925 por iniciativa de Salvador Salazar, quien fue su presidente perpetuo. Estuvo integrada por alumnos y graduados de las escuelas de Letras y de Pedagogía de la Universidad de La Habana. Su objetivo central fue el cultivo, propaganda y estudio de la literatura universal, especialmente la cubana. Mediante sus seis secciones: Literatura Cubana, Literatura Española, Literatura Francesa, Literatura Hispanoamericana, Literatura Inglesa y Literatura Alemana, ofreció conferencias literarias, actividades musicales, etc. En mayo de 1926 organizó sus Primeros Juegos Florales, concurso donde se admitían obras literarias de diversos géneros y composiciones musicales. Entre sus fundadores figuraron Aurelio Boza Masvidal, Hortensia Pichardo, Raimundo Lazo y Manuel Bisbé.

Bibliografía

«La Academia Universitaria de Literatura», en Alma Cubana, La Habana, 4, 1-3, 3-11, enero-marzo, 1926.

Acción. Por la renovación integral de Cuba (Véase Páginas literarias y Suplementos literarios)

Acento. En la provincia con la cultura (Bayamo, Oriente, 1947-1948). Revista dirigida y editada por Alberto Baeza Flores, Humberto Moya Diez, Francisco Morales Maceo, Carlos Catasús Bertot, René Capote Riera, Benigno Pacheco Bonet y Víctor Montero Mendoza. Con el primer número, correspondiente al invierno de 1947, apareció El Machete, «boletín relámpago publicado por el grupo Acento». La publicación, que no admitía «avisos comerciales de ninguna especie», era costeada por distintas instituciones de la propia ciudad y se distribuía gratuitamente. La mitad de la edición se destinaba al extranjero. Publicó poesías —de autores nacionales y extranjeros—, cuentos, críticas y otros trabajos. Las viñetas de la portada fueron realizadas por el pintor Mariano Rodríguez. Aparecieron en sus páginas trabajos firmados por Emilio Ballagas, Cintio Vitier, José Lezama Lima, Fina García Marruz, Rafaela Chacón Nardi, Carilda Oliver Labra, Ernesto Fernández Arrondo, Eliseo Diego, Octavio Smith, Adolfo Menéndez Alberdi, Ramón Guirao y otros. Solo se han encontrado los tres primeros números, el último correspondiente al verano y otoño de 1947 e invierno y primavera de 1948.

Bibliografía

Fernández Arrondo, Ernesto, «Entrelíneas, Voces de poesía», en Diario de la Marina, La Habana, 105, 96, 4, abril 22, 1947.

Marquina, Rafael, «Vida cultural, Un “hurra» por Bayamo», en Información, La Habana, 11, 70, 9, marzo 22, 1947.

Acosta, Agustín (Matanzas, 12 noviembre 1886, Miami, 12 marzo 1979). Cursó la primera enseñanza y el bachillerato en su ciudad natal. Desde muy joven comenzó a trabajar como telegrafista de los ferrocarriles. Fue jefe del servicio de telégrafos de Matanzas y de La Habana (1909-1920). En 1912 ocupó una plaza en el Palacio Presidencial. En los años 1913, 1914 y 1915 obtuvo Flores Naturales en juegos florales efectuados en Santiago de Cuba y La Habana. Se graduó de Doctor en Derecho Civil en la Universidad de La Habana en 1918; más tarde, en 1921, obtuvo el título de notario público. Se estableció como notario en Jagüey Grande (Matanzas). Durante la dictadura de Gerardo Machado sufrió prisión política. A la caída del régimen machadista fue nombrado gobernador provisional de Matanzas (1933-1934). En el gobierno de Mendieta ocupó la secretaría de la presidencia. De 1936 a 1944 fue senador de la República. Presidió el Partido Unión Nacionalista (1936-1937). También en La Habana ejerció como notario público. Visitó Estados Unidos (1953). Fue colaborador en Letras, El Fígaro (donde publicó sus primeros poemas), El Cubano Libre, Orto, Social, Carteles, Diario de la Marina, Las Antillas, Ariel, Archipiélago y otros periódicos y revistas de importancia. En ocasiones presidió el Ateneo de Matanzas. Miembro de la extinta Academia Nacional de Artes y Letras —en la que ingresó con el discurso Federico Uhrbach. Las montañas: cumbres de la materia. Los poetas: cumbres del espíritu (La Habana, Imprenta Molina, 1938), recogido con la contestación de Dulce María Borrero de Luján, de la Academia Cubana de la Lengua y del Colegio de Abogados y el Colegio Notarial, de Matanzas. Junto con Regino Eladio Boti y José Manuel Poveda es uno de los representantes del renacimiento lírico que tuvo lugar en provincias antes de la década del veinte. Algunos de sus poemas han sido traducidos al francés. Tiene inéditas sus traducciones de poemas de Baudelaire, Verlaine, Lamartine, etc., así como libros de poesías y prosa. Abandonó el país en 1973.

Bibliografía activa

Ala, poemas, La Habana, Jesús Montero, 1915; La Habana, edición de la Organización Nacional de Bibliotecas Ambulantes y Populares, 1958.

Hermanita, poemas, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1923.

La zafra, poema de combate, La Habana, Minerva, 1926.

Los camellos distantes, poemas, La Habana, Imprenta Molina, 1936.

Martí, su obra y su apoteosis, conferencia, Bayamo, Ediciones Rumbos, 1941.

Últimos instantes, poemas, La Habana, Editorial La Verónica, 1941.

Las islas desoladas, poemas, La Habana, Imprenta F. Verdugo, 1943.

Poesías escogidas de Agustín Acosta, «Pórtico», por Diego Pereda, y «Unas palabras», por Fidencio Pérez Rosado, La Habana, Editorial La Verdad, 1950.

Poema del centenario, prólogo de José Álvarez Conde, Santa Clara, 1953.

¿Fue Martí precursor del modernismo? Conferencia, La Habana, 1954.

Agustín Acosta, sus mejores poesías, Barcelona, Editorial Bruguera, 1955.

Jesús, poema, La Habana, Sociedad Colombista Panamericana, 1957.

En torno a la poesía de Manuel Gutiérrez Nájera, Marianao, La Habana, Instituto Municipal de Cultura, 1959.

Caminos de hierro, poemas, La Habana, Ágora, 1963.

Bibliografía pasiva

«Agustín Acosta, Últimos instantes», en América, La Habana, 18, 3, 93, junio, 1943.

Arenales, Ricardo, «El libro Ala, de Agustín Acosta», en El Fígaro, La Habana, 31, 30, 394, julio 25, 1915.

Bueno, Salvador, «En los ochenta años de Agustín Acosta», en El Mundo, La Habana, 65, 21 736, 4, noviembre 12, 1966.

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Acosta, Leonardo (La Habana, 25 agosto 1933-La Habana, 23 noviembre 2016). Realizó estudios primarios y secundarios en su ciudad natal. En 1950 inició la carrera de arquitectura en la Universidad de La Habana, pero la abandonó. Se dedicó a la música. Trabajó como saxofonista en varias orquestas populares, en Cuba, Estados Unidos y Venezuela (1956). Al triunfo de la Revolución comenzó a ejercer el periodismo y fue corresponsal de Prensa Latina en México y Praga. Trabajó durante cuatro años en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Ha colaborado en Unión, Casa de las Américas, El Caimán Barbudo, Revolución y Cultura. Es autor del prólogo a la edición cubana del libro de Marshall W. Sterns La historia del jazz (1966). Actualmente trabaja en el Consejo Nacional de Cultura. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 2006.

Bibliografía activa

Paisajes del hombre, relatos, La Habana, Ediciones Unión, 1967.

José Martí, la América precolombina y la conquista española, La Habana, Casa de las Américas, 1974, Cuadernos Casa, 12.

Bibliografía pasiva

Santos Moray, Mercedes, «La descolonización como batalla ideológica», en Unión, La Habana, 14, 1, 153-156, marzo, 1975.

Acosta y Guerra, Ignacio María de (La Habana, 4 octubre 1814-Matanzas, 24 diciembre 1871). Comenzó a estudiar con su padre. A los siete años fue trasladado a Matanzas, donde concluyó la primaria. Pocos años después, a los doce de edad, pasó a La Habana para continuar sus estudios. Ingresó en el colegio que dirigía don Benito de Ortigueira y más tarde en el Real Seminario de San Carlos, donde estudió latinidad y filosofía. Por esa época comenzó a cultivar la poesía. En Matanzas, tras su regreso definitivo en 1833, colaboró en La Guirnalda, El Yumurí, La Aurora de Matanzas, Aurora del Yumurí —en el que también fue redactor—, El Duende, periódico satírico, y Liceo de Matanzas. Colaboró además en las publicaciones habaneras El Artista, Flores del Siglo y Revista de La Habana. Editó, con Emilio Blanchet, el Aguinaldo de Luisa Molina (1856). Trabajó como profesor en los colegios Santa Teresa, La Empresa, El Siglo XIX y San Carlos. Fue cofundador y director del Colegio Matancero e inspector de instrucción en uno de los barrios de Matanzas. En 1864 fue nombrado juez examinador para las oposiciones del Colegio Municipal. Es autor de una pieza de teatro titulada Un novel por protección, en un acto, estrenada en 1847. Su Romance histórico y geográfico de la isla de Cuba, dedicado a los niños, fue declarado texto de lectura para las escuelas gratuitas de Matanzas. En muchos de sus poemas utilizó el seudónimo Iñigo. Firmaba también con sus iniciales I. M. de A.

Bibliografía activa

Delirios del corazón, Poesías amatorias, Matanzas, Imprenta de Gobierno por S. M., 1845.

Romance histórico y geográfico de la Isla de Cuba, Matanzas, Establecimiento Tipográfico de la Aurora del Yumurí, 1858.

Poesías, Nueva York, Imprenta de Néstor Ponce de León, 1893.

Bibliografía pasiva

Carbonell, José Manuel, «Ignacio María de Acosta, Iñigo, 1814-1871, en su La poesía lírica en Cuba, recopilación dirigida, prologada y anotada, tomo 2, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1928, págs. 326-327, Evolución de la cultura cubana, 1608-1927, 2.

«Delirios del Corazón» en El Faro Industrial de La Habana, La Habana, 5, 119, 2, abril 30, 1845.

López Prieto, Antonio, «Ignacio María de Acosta, Iñigo», en su Parnaso cubano, Colección de poesías selectas de autores cubanos desde Zequeira a nuestros días precedida de una Introducción histórico-crítica sobre el desarrollo de la poesía en Cuba, con biografías y notas críticas y literarias de reputados literarios, T. 1, La Habana, Editor Miguel de Villa, 1881, págs. 332.

Villaverde, Cirilo, «Bibliografía cubana, Poesías de don Ignacio María Acosta», en Faro Industrial de La Habana, La Habana, 2, 296, 2, octubre 24, 1842.

Actas del Folklore (La Habana, 1961). Boletín mensual del Centro de Estudios del Folklore del Teatro Nacional de Cuba. Comenzó a salir en enero, editado por la Sección de Publicaciones del Teatro Nacional. Fungía como asesor Argeliers León. En su primer número se expresa que esta revista «se propone ser una publicación que aborde temas científicos y referencias documentales que sirvan de base para la investigación». En sus páginas aparecían, además de trabajos elaborados por los miembros del centro que la publicaba, artículos reproducidos de revistas extranjeras y cubanas del pasado (Archivos del Folklore Cubano, Estudios Afrocubanos), siempre referentes a las distintas manifestaciones del folklore. Colaboraron en Actas del Folklore Argeliers León, Miguel Barnet, Marcelino Arozarena, Rogelio Martínez Furé, Carolina Poncet, Renée Méndez Capote, Ada Iglesias y otros. En diciembre de 1961, a raíz de la creación del Instituto Nacional de Etnología y Folklore, deja de publicarse (número 10 noviembre 12). Este último número presentó un índice de todo lo publicado por la revista. Compilado por Tomás F. Robaina se ha publicado su índice, aparecido en Índice. Revistas folklóricas cubanas, La Habana, Biblioteca Nacional José Martí. Departamento de Hemeroteca e Información de Humanidades, 1971.

Actualidades (La Habana, 1913-1917). Revista popular ilustrada. Comenzó a publicarse el 25 de septiembre, dirigida por Mariano Miguel. Se editaba semanalmente. En sus páginas aparecían trabajos de variada índole, incluyendo los literarios. Entre sus colaboradores se destacan Joaquín Nicolás Aramburu, Fernando Llés, Felipe Pichardo Moya, Arturo Ramón de Carricarte, Ducazcal (seudónimo de Joaquín Navarro Riera), Pedro Alejandro López, Rafael Suárez Solís, León Ichaso, Hilarión Cabrisas, Eduardo Varela Zequeira, Enrique Coll, Manuel Rodríguez Rendueles, Víctor Muñoz, Higinio Julio Medrano. La revista presentaba, además, una relación de colaboradores extranjeros, entre ellos Eduardo Zamacois, Francisco Villaespesa, José Alsina y Alfonso Camín. El último número que se ha encontrado (4) corresponde al 17 de octubre del propio año 1913. El 26 de mayo de 1917 reaparece, también dirigida por Mariano Miguel, con el mismo título y subtítulo, aunque no consignan que se trate de una segunda época. José I. Rivero comparte las labores de dirección con M. Miguel. El jefe de información era Miguel de Marcos. En esta etapa colaboraron nuevamente Rafael Suárez Solís, Felipe Pichardo Moya, Arturo Ramón de Carricarte, Víctor Muñoz, León Ichaso. También prestaron su colaboración Emilio Roig de Leuchsenring, Arturo Alfonso Roselló, Álvaro de la Iglesia y destacados dibujantes de la época, como Enrique García Cabrera y Rafael Blanco. Con el número 8, correspondiente al 14 de julio, cesó su publicación.

Bibliografía

«Actualidades», en Diario de la Marina, La Habana, edición de la tarde, 74, 249, 4, septiembre 27, 1913.

Adelante (La Habana, 1935-1939). Revista mensual. Cultura y Justicia Social / Igualdad y Confraternidad. Comenzó a salir en junio, dirigida por el Doctor Jorge Santana Fernández, quien, exceptuando un corto período en que estuvo a su frente Raimundo Rol Vinent, se mantuvo siempre en el cargo. Adelante era «vocero de los lineamientos ideológicos que la Asociación Adelante sustenta, y que son en amplio y general sentido: Luchar contra la injusticia social y por la completa igualdad social, económica y política de todas las personas». Desde el número 2 apareció como Órgano de la Asociación Adelante. La revista divulgó las creaciones literarias y artísticas del negro, aunque no limitó a éste su radio de acción. En sus páginas colaboraron, entre otros, Nicolás Guillén, José Luciano Franco, Juan Marinello, Salvador García Agüero, Marcelino Arozarena, Félix Pita Rodríguez, Lino Dou, Rómulo Lachatañeré, María Villar Buceta, Manuel Cuéllar Vizcaíno, Gustavo E. Urrutia, Miguel Ángel Céspedes. El último número encontrado (44 y 45) corresponde a febrero de 1939.

Bibliografía

Borroto Mera, Tomás, «La revista Adelante», en La Gaceta de Cuba, La Habana, 102, 7-9, abril, 1972.

Cervantes, Carlos A., «A propósito del tercer aniversario, en Adelante, La Habana, 4, 37, 5-6, junio, 1938.

Adelante (Véase Suplementos literarios)

Afrocubana, Literatura El aporte africano a la integración étnica y cultural de Cuba es considerable, según ha demostrado, mejor que nadie, Fernando Ortiz. Desde antes del descubrimiento de la isla, ya el negro había hecho acto de presencia en la vida y en la cultura españolas. Con los conquistadores vinieron a Cuba los primeros africanos que luego el tráfico de esclavos, incrementado sobre todo por el desarrollo azucarero, multiplicó en forma extraordinaria hasta finales del siglo XIX. A Cuba llegaron africanos procedentes de las más diversas regiones del continente negro, aunque la mayoría provenía de su porción ecuatorial. Entre las diversas lenguas y culturas importantes, la yoruba o lucumí y la bantú son las que mayor influencia han tenido en el proceso de integración cultural de Cuba. Aunque ya Antonio Bachiller y Morales había iniciado el estudio de algunos rasgos peculiares de la población negra de Cuba en su libro Los negros (1887), fue Fernando Ortiz quien llevó a su más alto desarrollo tales investigaciones y con mayor rigor científico. A él se deben, desde la precisa determinación de la procedencia y variedad cultural de los africanos traídos a Cuba, con su obra Los negros esclavos (1916), hasta el análisis minucioso de sus aportes a la danza, el teatro, la poesía y la música cubanas. Estimulados por él, han surgido después esclarecedores estudios y recopilaciones antológicas de Lydia Cabrera, Ramón Guirao, Rómulo Lachatañeré, Argeliers León, etc., que con las obras de Ortiz constituyen las más seguras fuentes para el estudio de las persistencias africanas en nuestro folklore.

La presencia de «lo negro» en la literatura culta se da ya en las letras españolas, desde Gil Vicente y las comedias y «pasos» de Lope de Rueda, en los que se emplea el lenguaje bozal, el español deformado por los negros, y en los que hasta puede hallarse un lejano antecedente de la oración al «ánima sola» (comedia Eufemia, 1567). Lope de Vega, Góngora y la mexicana Sor Juana Inés de la Cruz, entre otros menos ilustres, llevarán negros a sus obras e insistirán en el cultivo del lenguaje bozal.

En Cuba la presencia negra se impone ya en el más antiguo documento literario conocido, el poema en octavas Espejo de paciencia (1608), donde, además de aludirse a los esclavos africanos que intervienen en la acción, resalta la figura de Salvador Golomón, negro criollo de Bayamo y en definitiva el verdadero héroe de la lucha de los «insulanos» contra el pirata francés Gilberto Girón, referida en el poema. El negro será después simple comparsa en los primeros artículos costumbristas, elemento decorativo, y no alcanzará papel protagónico hasta el segundo tercio del siglo XIX, durante el cual la lucha contra la trata de esclavos lo traerá a primer plano en las filantrópicas «composiciones negreras» que Domingo del Monte propone a sus discípulos y contertulios, teniendo cuidado de evitar que la denuncia de la explotación inicua de los esclavos alcance acentos subversivos. Producto de esta cuidadosa elaboración literaria son la Autobiografía, de Juan Francisco Manzano, escrita en 1839, pero no publicada entre nosotros hasta 1937; el Francisco, de Anselmo Suárez y Romero, publicada en 1880, pero terminada en 1839; y numerosos poemas inspirados en «la triste suerte del infeliz esclavo africano». Un poco excéntricas de esta órbita delmontina se hallan Sab (1841), de la Avellaneda, Cecilia Valdés (1882), de Cirilo Villaverde, cuya primera parte data también de 1839; y Romualdo o uno de tantos (1891), de Francisco Calcagno, de escaso valor literario, pero interesante por ser uno de los pocos relatos de esa época sobre el cimarronaje.

Plácido (seudónimo de Gabriel de la Concepción Valdés) es un poeta «blanco» que solo esporádicamente hinca el dardo de agudo epigrama sobre el problema social. En todos los casos esta literatura «negrera», sobre el negro, específicamente sobre el esclavo, ve a éste con perspectiva enteramente «blanca» y se expresa con lenguaje de absoluta pureza castiza, sin muchas concesiones a la lengua bozal y, menos, al punto de vista del «hombre de color».

Después de la terrible represión que siguió a la Conspiración de La Escalera (1844), desaparece el negro como protagonista literario y es sustituido por el siboney, que comporta menos riesgos. Aparece el negro, en cambio, como bufón, figura grotesca en los versos y sainetes del gallego Bartolomé José Crespo, más conocido por su seudónimo Creto Gangá; en ellos se burla, con el empleo del bozal, de los vanos intentos del negro esclavo o liberto por imitar a los blancos y sus modos de vida y expresión. Sin embargo, de la mera burla a los negros, versos y sainetes bufos fueron pasando a la crítica de la sociedad colonial en comedias en las que, como en la «dell’Arte» italiana, el negrito, el gallego y la mulata fueron convirtiéndose en personajes constantes, en caracteres estereotipados, tipos de la sociedad que se critica y en la cual el negrito es siempre el avispado censor y el afortunado vencedor en contiendas que, al parecer, no rebasan el ámbito doméstico. Ya en 1868 Los negros catedráticos, de Francisco Fernández, y Perro huevero, aunque le quemen el hocico, de Juan Francisco Valerio, resultan una crítica de la vida cubana que llegó a ser considerada subversiva en el caso del último ejemplo, algunas de cuyas frases fueron tomadas por alusiones políticas y provocaron el ataque de los voluntarios al Teatro Villanueva de La Habana en 1869.

Las «guarachas», de las que se hizo una recopilación en 1882, pintan con socarrona agudeza todos los tipos humanos y anticipan formas posteriores de la poesía mulata.

Tras la Guerra de los Diez Años, con la participación numerosa y eminente del «hombre de color», el surgimiento de grandes figuras como Antonio Maceo y la abolición de la esclavitud, el tema del negro es abordado desde ángulos diferentes: científico en Bachiller y Morales, sociológico y político en José Martí y Diego Vicente Tejera y sobre todo desde el negro mismo, en escritores de su raza, como Juan Gualberto Gómez y Martín Morúa Delgado. Este último escribe dos novelas, Sofía (1891) y La familia Unzúazu (terminada en 1896 y publicada en 1901), en las que se propuso trazar un cuadro de la vida social cubana, desde el punto de vista del «hombre de color». A partir de la abolición de la esclavitud, el negro es ya una persona cuya presencia no puede ser ignorada, aunque aún siga padeciendo injusta discriminación. El encanto sensual de la mujer negra o mulata, que encendiera ya versos románticos como los de Francisco Muñoz del Monte, excitará también a los modernistas, con Rubén Darío a la cabeza.

La república mediatizada, semicolonial, que engendró la interesada intervención imperialista, no dio, en los primeros lustros del siglo XX, margen muy ancho para la expresión literaria y menos para la integración cultural. Los trabajos tesoneros de Fernando Ortiz, que se inician en 1906 con Los negros brujos, y la creciente maduración política e ideológica de las masas populares, fueron creando el clima indispensable para el reconocimiento del aporte del negro a nuestra vida y a nuestra cultura. Por los años veinte comienza, en todo el mundo, el auge del «negrismo», que halla eco inmediato en las tierras mulatas de América. En Cuba, tras los acercamientos esporádicos al tema por José Manuel Poveda, Felipe Pichardo Moya, Regino Eladio Boti y Agustín Acosta, el movimiento negrista comienza propiamente en 1928 con Ramón Guirao y José Zacarías Tallet, inspirados ambos en la rumba, para imponerse, a partir de 1930, con Nicolás Guillén, que es quien dio rango mayor y sentido a lo que se ha denominado poesía afrocubana, negrista o mulata, como prefieren llamarla Fernando Ortiz y el mismo Guillén, quien llamó a los suyos de Sóngoro cosongo (1931) «versos mulatos». A Guillén siguió una serie numerosa de cultivadores, cuyas figuras más destacadas son Emilio Ballagas y Marcelino Arozarena, además de un breve pero valioso aporte de Regino Pedroso. La recitadora Eusebia Cosme llevó a todos los escenarios de lengua española la nueva modalidad poética que ha propagado también, en su etapa decadente, el recitador Luis Carbonell. Porque el éxito de Guillén y de Ballagas promovió en muchos el deseo de intentar una poesía que fue, por grados, regresando al pintoresquismo bufo e intrascendente, prosaico, de los poemas burlescos de Creto Gangá, con abuso, inclusive, del lenguaje.

De sus formas más logradas, el movimiento de la poesía mulata, afrocubana o negrista, siguió dos líneas divergentes: una sensual y externa, que se goza en la explotación del ritmo y el color utilizando la deformación lingüística del bozal y la jitanjáfora, y que tiene ejemplos en la mayor parte de la obra de Guirao, de Ballagas, en muchas porciones de la de Guillén; y otra de más hondo contenido humano, que sin abandonar los elementos rítmicos y coloristas que caracterizan, desde sus comienzos, a esta forma de expresión poética, los pone al servicio de una intención más profunda que conduce derechamente a la poesía social. En Guirao, en Tallet o en Ballagas no faltan poemas de aguda intención social, pero es en la obra de Nicolás Guillén donde tal dirección alcanza su máximo desarrollo, desde la sutil crítica encerrada en la socarronería de los primeros «motivos de son», tan cerca, en intención y estilo, de las «guarachas» del siglo XIX, hasta su poesía mayor de El son entero (1943) y de las «elegías antillanas», en que estrofas tradicionales y nuevas formas de versos dicen el canto de un hombre nuevo alzado sobre el color y la explotación capitalista.

La poesía afrocubana, mulata o negrista presenta rasgos formales comunes: la reiteración de ciertos temas tomados del folklore, como las comparsas carnavalescas, la rumba, los pregones, supersticiones, leyendas religiosas y totémicas, los tipos populares y la sátira social; el cultivo de formas lingüísticas más o menos características, que van desde el lenguaje bozal, ya utilizado por los escritores españoles desde el siglo XVI, hasta la jitanjáfora, o palabra sin sentido, con puro valor musical, que fue también usada por los precursores del movimiento. Es frecuente el uso poético del seseo, de la omisión de la s y la z en sílabas cerradas, la caída de la d intervocálica, la pérdida de la d, la l o la r finales, la metátesis de la l y la r, etc. Se da también, en alguna medida, la incorporación a la poesía de vocablos de origen africano, provenientes de las diversas lenguas llegadas a Cuba, pero no pocas veces se mezclan con estas voces auténticas otras más o menos similares creadas por los poetas, a usanza de los viejos maestros del Siglo de Oro.

En la prosa, el movimiento afrocubano, negrista o mulato, está representado, ante todo, por la novela ¡Ecue-Yamba-O! (1933), de Alejo Carpentier, y por las colecciones de cuentos de origen yoruba contados por Lydia Cabrera, con tan indudable influencia de Blaise Cendrars. Más cerca del sabor directo del informante ingenuo parecen estar las leyendas teogónicas yorubas narradas por Rómulo Lachatañeré en su libro ¡Oh mío Yemayá! (1938). Gerardo del Valle ha recogido tardíamente, en 1967, sus «cuentos del cuarto fambá», que aparecieron en diversas revistas en los comienzos del movimiento. Éste, según acepta la mayoría de sus historiadores y críticos, cesó, como tal movimiento, alrededor de 1937. La poesía posterior, la de Guillén fundamentalmente, siguió líneas más amplias que superan la dirección inicial.

Bibliografía

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Agostini, Víctor (Nueva York, 6 octubre 1908). En Nueva York estudió hasta el último año de High School, pero no llegó a graduarse. Se trasladó a Cuba en 1925. Muy joven aún comenzó a trabajar. Volvió a Estados Unidos en 1936 y 1939. Dio a conocer sus primeros artículos y cuentos en El Bancario en 1942. Por los años cincuenta fundó, con Rosa Hilda Zell, la agrupación de narradores Buró del Cuento. Ha colaborado en Bohemia, Carteles, Cultura (El Salvador), Nuestro Tiempo, Ciclón, Revista de la Biblioteca Nacional, El País, El Mundo, Revolución, Casa de las Américas y La Gaceta de Cuba. Dirigió un programa radial semanal de noticias y comentarios culturales titulado «Balcón de la Cultura» (1961). Es autor de ensayos. Ocasionalmente ha cultivado la poesía. Se retiró como trabajador bancario en 1969.

Bibliografía activa

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Bibijaguas, relatos, La Habana, Ediciones Unión, 1963.

Dos viajes, novela, La Habana, Ediciones R, 1965.

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Bibliografía pasiva

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Martínez Bello, Antonio, «Hombres y cuentos, de Víctor Agostini», en Revista de la Biblioteca Nacional, La Habana, 2.ª serie, 6, 3, 191-192, julio-septiembre, 1955.

Aguayo, Alfredo Miguel (Ponce, Puerto Rico, 28 marzo 1866-La Habana, 30 abril 1948). Radicado desde muy joven en La Habana, se graduó de Doctor en Leyes y en Pedagogía en la Universidad. Como pedagogo desarrolló una extensísima labor en la dirección de escuelas, en la cátedra universitaria, en la dirección de la Escuela de Pedagogía de la Universidad de La Habana y como autor de numerosos libros de texto para las escuelas primarias. Fue presidente de la Asociación Pedagógica de La Habana y miembro de la Sociedad Geográfica de Cuba. Colaboró en Revista de Educación, Universidad de La Habana, El Mundo, Revista Bimestre Cubana, Revista Pedagógica Cubana, etc. Se destacó como conferenciante. Utilizó el seudónimo GyP.

Bibliografía activa

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La universidad y sus problemas, discurso inaugural del curso académico de 1921 a 1922, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1921.

La Escuela de Pedagogía y la ley de habilitación de maestros de las escuelas públicas, La Habana, Escuela de Pedagogía, 1924.

Asociación Pedagógica Universitaria, La Habana, La Propagandista, 1925.

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¿Cómo debe organizarse el cuerpo de instructores de una universidad, en interés de la enseñanza, la investigación científica y la formación y elección del profesorado académico? La Habana, Carasa, 1930.

Didáctica de la escuela nueva, La Habana, Cultural, 1932.

Filosofía y nuevas orientaciones de la educación, La Habana, Cultural, 1932.

Problemas generales de la nueva educación, La Habana, Cultural, 1936.

Tres grandes educadores cubanos, Varona, Echemendía, María Luisa Dolz, La Habana, 1937.

Guía didáctica de la escuela nueva, La Habana, Cultural, 1938.

Los cursos de estudio, organización, evaluación y revisión, La Habana, Cultural, 1939.

Pedagogía para escuelas y colegios normales, La Habana, Cultural, 1940.

La información, la ciencia y la sabiduría, discurso pronunciado en el homenaje que le tributó la Universidad de La Habana el 10 de agosto de 1942, con motivo de la imposición por el Embajador de México, de la Medalla del Mérito Docente «Ignacio Altamirano», La Habana, Universidad de La Habana, 1942.

Ensayos sobre la educación de la postguerra, La Habana, Cultural, 1944.

La escuela novísima; o, Escuela del porvenir, La Habana, Cultural, 1946.

Bibliografía pasiva

Aguayo, Jorge, Bibliografía de Alfredo Miguel Aguayo, compilada, La Habana, Cultural, 1950.

Camacho, Pánfilo Daniel, «Vidas cubanas, Alfredo Miguel Aguayo», en Amenidades del Domingo, suplemento del periódico Acción, La Habana, 2, septiembre 30, 1934.

Chacón y Calvo, José María, «Una figura continental, el Doctor Alfredo Miguel Aguayo» en Diario de la Marina, La Habana, 116, 105, 4, mayo 4, 1948.

González, Diego, «El Doctor Alfredo Miguel Aguayo, una vida que alumbra», en Cervantes, La Habana, 18, 3-5, 15-16, marzo-mayo, 1943.

«La muerte del Doctor Aguayo, el más eminente educador de habla española», en Diario de la Marina, La Habana, 116, 107, 4, mayo 6, 1948.

Mañach, Jorge, «Aguayo, el juvenil anciano», en Diario de la Marina, La Habana, 116, 106, 4, mayo 5, 1948.

Martínez, Luciano, «Los grandes educadores cubanos, Alfredo Miguel Aguayo y Sánchez», en Revista Cubana de Educación, La Habana, 1, 4, 10-11, marzo, 1942.

Maza, Piedad, La ciencia y la filosofía en la obra educativa del Doctor Aguayo, La Habana, Universidad de La Habana, Escuela de Pedagogía, 1942.

Suvillaga, Lázaro, seudónimo de Gilberto González Contreras, «Alfredo Miguel Aguayo», en Mañana, La Habana, 2.ª época, 5, 200, 2, junio 21, 1943.

Agüero, Brígida (Camagüey, 12 mayo 1837-Id., 26 junio 1865). Hija del poeta Francisco Agüero y Estrada. Pasó la niñez en una finca cerca de Puerto Príncipe, en la que recibió de sus padres la primera educación. Pasados los años se trasladó, por razones familiares, a dicha ciudad, donde dio a conocer sus poemas. En 1861 amplió su educación en la academia que sostenía la Sociedad Filarmónica de Camagüey. Más tarde llegó a ser socia de mérito de dicha Sociedad. En sus últimos años enfermó de tisis. Sus poemas aparecen recogidos por José Manuel Carbonell en el tomo tercero de su Evolución de la cultura cubana. 1608-1927. La poesía lírica en Cuba. T. 3. La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1928, págs. 365-367.

Bibliografía pasiva

Carbonell, José Manuel, «Brígida Agüero y Agüero, 1837-1866, en su La poesía lírica en Cuba, recopilación dirigida, prologada y anotada, tomo 3, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1928, págs. 363-364, Evolución de la cultura cubana, 1608-1927, 3.

Agüero, Omega (Camagüey, 20 agosto 1940). En su ciudad natal estudió hasta cuarto año de bachillerato. En La Habana cursó estudios en un seminario de dramaturgia y trabajó como actriz en teatro, radio y televisión. De regreso en Camagüey, enseñó inglés en una secundaria básica y trabajó como maestra en un aula de Educación Obrero-Campesina. Ha colaborado, con poemas y cuentos, en Cuadernos del Viento (México), Unión, La Gaceta de Cuba, Revolución y Cultura, El Caimán Barbudo. En 1973 ganó el Premio David, de la UNEAC, con su libro de cuentos La alegre vida campestre.

Bibliografía activa

La alegre vida campestre, La Habana, Unión de Escritores y Artistas de Cuba, 1974.

Bibliografía pasiva

Arias, Salvador, «Omega Agüero y la vida campestre», en Unión, La Habana, 14, 2, 135-137, junio, 1975.

Aguililla, Aracely de (San Diego, Pinar del Río, 14 mayo 1920). Pasó su niñez en el campo. Más tarde se trasladó a La Habana y posteriormente a Oriente. Su formación es autodidacta. Ha residido ocasionalmente en México y Estados Unidos. El argumento de su novela Primeros recuerdos fue premiado en un concurso por el ICAIC. Uno de sus cuentos recibió distinción en un concurso convocado por la Federación de Mujeres Cubanas. Cultiva además el teatro infantil. Su libro de testimonio Por llanos y montañas fue recomendado por el jurado Casa de las Américas 1970 para su publicación.

Bibliografía activa

Primeros recuerdos, novela, La Habana, Ediciones Unión, 1963.

Por llanos y montañas, La Habana, UNEAC, 1975.

Bibliografía pasiva

Llopis, Rogelio, «Primeros recuerdos, ¿novela o memorias?», en La Gaceta de Cuba, La Habana, 3, 39, 22, julio 5, 1964.

Aguinaldo Camagüeyano (Puerto Príncipe-Puerto Príncipe, 1848). «Publicado últimamente por el Fanal», señala Carlos Manuel Trelles en el tomo tercero de su Bibliografía cubana del siglo XIX (1841-1855) (Matanzas, Imprenta de Quirós y Estrada, 1912, pág. 116); además, indica que el dato ha sido tomado de Aurora (La Aurora de Matanzas, se supone) de 14 de enero de 1846. El propio Trelles consigna la existencia de un Aguinaldo camagüeyano dedicado a las lectoras del Fanal, correspondiente a 1848, sin citar la imprenta donde se editaba. Era un «volumen literario anual que publicaban Emilio Peyrellade y Francisco Agüero (El Solitario), y añade que desde 1848 hasta 1852 «se publicó en diciembre de cada año, en verso». En el correspondiente a 1848 aparecieron poesías de Mercedes Torres, José Ramón Betancourt, Francisco, Mariano, Esteban y Antonio Agüero y Ana M. de Hecheverría. José María Labraña, en la página 651 de su trabajo «La prensa en Cuba» —aparecido en Cuba en la mano. Enciclopedia popular ilustrada (La Habana, Imprenta Úcar, García, 1940, págs. 649-786)—, señala como su fecha de publicación el año 1864 y añade a los colaboradores los nombres de El Lugareño (seudónimo de Salvador Cisneros Betancourt) y Esteban de Jesús Borrero. No se ha encontrado ningún ejemplar.

Carlos Manuel Trelles señala en la primera parte de su trabajo «Bibliografía de la prensa cubana (de 1764 a 1900) y de los periódicos publicados por cubanos en el extranjero» —en Revista La Habana, 2, 7, 11, enero-febrero, 1938)—, que su duración se extendió entre los años de 1848 a 1852.

Aguinaldo Habanero (Véase Antologías)

Aguinaldo Matancero (Véase Antologías)

Aguinaldos (Véase Antologías)

Aguirre, Mirta (La Habana, 18 octubre 1912). Desde muy joven se incorporó a las luchas revolucionarias. Ingresó en el Partido Comunista de Cuba en 1932. Durante la dictadura de Gerardo Machado tuvo que trasladarse a México como exiliada. En 1939 fue delegada al Congreso Nacional Femenino celebrado en La Habana. Se doctoró en leyes en 1941. Ha realizado estudios especiales de literatura, música y filosofía marxista. En 1947 obtuvo premio en los Juegos Florales Iberoamericanos por su obra Influencia de la mujer en Iberoamérica. Ese mismo año le fue otorgado el premio periodístico «Justo de Lara». En 1948 ganó el premio en el concurso convocado por el Lyceum Lawn Tennis Club por su libro Un hombre a través de su obra: Miguel de Cervantes Saavedra. Asistió ese año a los congresos por la paz celebrados en París y Nueva York. Ha sido miembro activo de la Liga Juvenil Comunista, la Liga Antiimperialista, Defensa Obrera Internacional, el Partido Comunista de Cuba y el Partido Socialista Popular. Trabajó, durante toda su etapa de funcionamiento, en la Comisión Nacional para el Trabajo Intelectual del Partido Socialista Popular. Fue vicepresidenta de la Federación Democrática de Mujeres Cubanas y responsable político de la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo. Trabajó como traductora y redactora y como guionista de radio y televisión. Durante años tuvo a su cargo la sección de cine, teatro y música del periódico Hoy. También ha colaborado en Mensajes, Mediodía, La Última Hora, La Palabra, Revista Lyceum, Cuba Socialista, Casa de las Américas, Universidad de La Habana. Fue coeditora de Gaceta del Caribe (1944) y subdirectora del semanario La Última Hora (1951-1954). Perteneció a los consejos de redacción de Nuestro Tiempo y Cuadernos de Arte y Ciencia. Después del triunfo de la Revolución fue directora de la Sección de Teatro y Danza del Consejo Nacional de Cultura. A partir de 1962 se incorporó, como profesora, a la Escuela de Letras y Artes de la Universidad de La Habana. Ocupó además la dirección de su Departamento de Lenguas y Literaturas Hispánicas. Ha colaborado en los Cuadernos H de la Facultad de Humanidades. Es miembro del Partido Comunista de Cuba. Se ha distinguido por su labor como conferencista. En 1974 ganó el primer premio en el concurso que sobre Sor Juana Inés de la Cruz convocó la Secretaría de Obras Públicas de México, con su libro Del encausto a la sangre: Sor Juana Inés de la Cruz. Es autora de la Introducción a la edición cubana de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha (La Habana, Instituto Cubano del Libro, 1972). Ha utilizado los seudónimos Rosa Iznaga, Rita Agumerri y Luis Robles Garza.

Bibliografía activa

Recuerdos de Mella, La Habana, Arrow Press, 1937.

Presencia interior, poemas, La Habana, 1938.

Palabras en Juan Cristóbal, La Habana, Imprenta El Siglo XX, 1940 1.

Clara Zetkin, La Habana, Ediciones Sociales, 1941; edición parcial, La Habana, Ministerio del Trabajo, 1962.

Todo para aplastar al nazismo, Resoluciones de la II Asamblea Nacional de URC, La Habana, Ediciones Sociales, 1941.

Influencia de la mujer en Iberoamérica