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Se dice que hay tantos caminos a Santiago como peregrinos, puesto que uno genera su propia vereda desde la puerta de casa. Pero esa aventura personal se funde en una colectiva cuando el viajero se incorpora a una senda junto con otras personas. Descubre la historia de este peregrinaje milenario, uno de los periplos artísticos, culturales y humanos más impactantes del mundo.Asómbrate con la riqueza del arte y de los paisajes espectaculares que nos brinda el camino.
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PORTADA
El
camino de
santiago
El
camino de
santiago
PORTADILLA
© del texto: Sergio Fernández Tolosa, Julio Herrera, Javier Leralta, Inés Monteira, Paco Nadal, Antón Pombo, Sergi Ramis, Jesús Villanueva, 2021.
© de las fotografías: Shutterstock, Getty Images, Age Fotostock, Hemis, Album.
National Geographic y Yellow Border Design son marcas Comerciales de National Geographic Society, utilizadas bajo licencia.
Diseño de cubierta: Luz de la Mora
Realización editorial: El Taller del Llibre
© RBA Revistas, S.L., 2021.
Asesores: : Josan Ruiz (director Viajes NG), Joan Carles Magrià (director de arte Viajes NG) y equipo redacción Viajes NG.
© de esta edición: RBA Libros y Publicaciones, S.L.U., 2022.
Avda. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.
rbalibros.com
ref.: obdo137
isbn: 978-84-8298-947-1
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Todos los derechos reservados.
CRÉDITOS
Camino del Norte
Camino Primitivo
Camino de la Costa
Camino Inglés
Vía Turonense
Camino Francés
Vía de la Plata
Camino del Ebro
Camino Lebaniego
Camino Aragonés
Camino Portugués
A Fisterra o Muxía
Sevilla
Mérida
Cáceres
Salamanca
Zamora
Orense
Deltebre
Zaragoza
Logroño
Jaca
Pamplona
Roncesvalles
Burgos
León
Oviedo
Lugo
Ribadeo
Villaviciosa
Irún
Bilbao
Santander
Ferrol
A Coruña
Muxía
Fisterra
Pontevedra
Oporto
Lisboa
Saint-Jean-Pied-de-Port
Somport
Coímbra
Santo Toribio
de Liébana
Sumario
El gran viaje peninsular 6
Una tumba venerada 10
A merced del camino 16
caminos del Norte 21
La ruta extiende sus ramificaciones por la cornisa cantábrica y a través de Galicia.
Camino del Norte. De Irún a Oviedo 22
Camino Primitivo. De Oviedo a Santiago 34
Camino de la Costa. De Villaviciosa a
Santiago 44
Camino Inglés. Desde A Coruña a Ferrol 56
la ruta original 62
En Roncesvalles, los peregrinos europeos iniciaban la gran travesía de la Península.
Vía Turonense. De París a Roncesvalles 64
Camino Francés. De Roncesvalles a Santiago 76
Otros caminos 99
Desde el sur, el norte o el oeste, los peregrinos
llevan un milenio caminando hacia Santiago.
Vía de la Plata. De Sevilla a Santiago 100
Camino del Ebro. Del Deltebre a Logroño 112
Camino Lebaniego. A Santo Toribio
de Liébana 118
Camino Aragonés. De Somport a
Puente la Reina 124
Camino Portugués. De Lisboa a Santiago 130
santiago Y Más ALLá 138
El objetivo final del Camino jacobeo puedeextenderse hasta el Finisterre peninsular.
Catedral de Santiago. Al oeste de Europa 140
Camino a Fisterra. El epílogo del viaje 146
Guía práctica 152
Consejos y datos útiles que conviene teneren cuenta antes de emprender el Camino.
SUMARIO
6
PRESENTACIÓN
el GRAN VIAJE PENINSULAR
Hace 1100 años, atendiendo al resplandor sobrenatural que surgía de una roca en el monte Libradón, una cuadrilla de pastores en-contró el sarcófago en el que, presumiblemente, descansaban los restos mortales del apóstol Santiago. Para los cristianos el mundo cam-biaría, los focos que recaían sobre una Tierra Santa inaccesible por el con-tinuo litigio con los musulmanes iba a redirigirse hacia ese extremo no-roccidental de la Península Ibérica.
un trayecto de mil años
Lo que fue primero una modesta capilla se convirtió con el tiempo en gi-gantesca catedral. Y la fama del lugar en el que los pecados quedaban ex-piados corrió como la pólvora por toda Europa. Cristianos de toda condi-ción, desde reyes hasta simples siervos de la gleba, se lanzaron a sendas peligrosas trufadas de bandoleros, peajes y alimañas intimidantes como osos y lobos. Y generaron una autopista cultural.
Han pasado más de once siglos y el Camino sigue acumulando estratos de pisadas que lo enriquecen a la vez que enriquecen a quienes lo siguen. Siempre se dice que hay tantos caminos a Santiago como peregrinos, pues uno genera su propia vereda desde la puerta de casa. Pero tan cierto como ello es que esa aventura personal se funde en una colectiva cuando el via-jero se incorpora a una senda junto a otras personas.
Camino Francés si se parte desde la colegiata de Roncesvalles; del Nor-te si se opta por el litoral cantábrico en lugar de por el páramo castellano; Vía de la Plata si se elige la espina dorsal atlántica de España; Primitivo si se camina por las interioridades asturianas; Aragonés si se cruza el puerto de Somport; Inglés si se sigue la estela de ingleses, irlandeses, escandina-vos y otros noreuropeos que en la Edad Media desembarcaron en A Coru-ña; sanabrés, catalán, mozárabe, portugués... El Camino de Santiago se ha desplegado por todo el territorio, añadiendo señalización, infraestructuras y equipamientos para el peregrino.
Se hace imposible cuantificar cuántas personas recorren las diferentes variantes del Camino cada año, pues la única estadística fiable es la de quienes llegan a Santiago y recogen su compostela que certifica que han cubierto al menos 100 km. Estos son medio millón en cada ejercicio, con-centrados en los meses de buen tiempo, pero también integran a los va-
El gran viaje peninsular
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Los retos físicos y mentales del peregrinaje brindan una oportunidad para replantearse las prioridades vitales.
lientes que no temen las intemperancias invernales del interior español. Personas de todas las nacionalidades, que han acudido a la llamada de Compostela por los más variados motivos.
Lógicamente, son muchos los viajeros que recorren el Camino por motivaciones religiosas. Pero otros tantos lo hacen con objetivos depor-tivos, hitos históricos, por los monumentos o la experiencia en sí. Y hasta económicos, pues ha calado la idea de que se trata de unas vacaciones formidables que pueden resultar bastante baratas.
el gran descubrimiento
Sea cual sea la razón, todo aquel que se sumerge en el camino composte-
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lano hace un descubrimiento asombroso: se trata de un gran viaje. Una manera de descubrir zonas de España que de otra forma no estarían en las guías turísticas. Pequeñas iglesias, enormes paisajes, ríos maravillo-sos, bosques profundos.
Y a la vez que se da con el hallazgo de un territorio sensacional, se tro-pieza con algo olvidado: uno mismo. Especialmente si el peregrinaje se desarrolla a pie o en bicicleta, el camino compostelano regala el tesoro de tener tiempo para pensar y conocer el propio cuerpo. Reaccionar ante las adversidades, vivir en la simplicidad de una existencia que úni-camente reclama estímulos básicos: alimentarse, avanzar, dormir. Y con-tactar con personas llegadas desde todos los rincones del mundo, con motivaciones parecidas o tan radicalmente diferentes que, esas sí, se antojan «peregrinas».
Este libro presenta algunas de las variantes más importantes del Cami-no de Santiago. Todas terminan en el mismo punto y coinciden en la ca-racterística de atravesar la Península a la búsqueda de paisajes que luego se encallan en la memoria. Pero, a la vez, son tan diversas que ofrecen la oportunidad, tantas veces perdida, de conocer nuestro propio país. Además, los capítulos de contexto nos informarán sobre cómo era el peregrinaje
Aunque a menudo se parte de la idea de que el Camino de Santiago son unas vacaciones de «estar por casa», enseguida se descubre que se trata de uno de los grandes viajes del planeta.
La concha de la vieira es un gran icono del Camino de Santiago.
PRESENTACIÓN
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La ruta jacobea permite descubrir con calma paisajes de gran belleza natural, como este del macizo Central francés.
primigenio, los entresijos de la catedral compostelana o la historia del se-pulcro, una auténtica operación de mercadotecnia medieval que salió a pedir de boca.
El último año ha sido chocante. La pandemia de la Covid-19 se plantó de sopetón en nuestras vidas y nos obligó a cambiar los hábitos cotidia-nos, a tomar precauciones sanitarias, a distanciarnos físicamente de los demás. Nosotros, que somos tan besucones, tan de abrazar, tan de chocar vasos y copas. Ya en la senda de la soñada recuperación, el Camino de Santiago es una manera formidable de volver a arrancar, de retornar al gran viaje.
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historia del sepulcro
una tumba venerada
los orígenes del culto
El culto a Santiago en la Edad Media tuvo una enorme resonancia. De la marcha de gentes de todos los países hacia aquella ciudad si-tuada en el confín occidental del orbe católico, donde se alzaba una catedral maravillosa a la que acudían innumerables fieles para implo-rar el auxilio del santo, quedó constancia en las crónicas. Compostela, con su sepulcro apostólico, irradiaba en toda la cristiandad, donde aparecía al mismo nivel que las otras ciudades santas para los cristianos: Roma, con su doble sepulcro de Pedro y Pablo, y Jerusalén, tumba del Salvador.
Fue en torno al año 830 cuando, en un lugar cercano a Iria Flavia (Pa-drón), al fondo de la ría de Arosa, un ermitaño llamado Pelayo vio una no-che unas luminarias que refulgían en un bosque próximo a su celda. Los fieles de una iglesia próxima observaron el mismo fenómeno. Advertido, el obispo de Iria, Teodomiro, acudió al lugar, donde se encontraban los restos de una necrópolis de época romana. Después de tres días de ayuno, dio con una pequeña construcción o espacio abovedado en el que, según se afirmó, encontró la tumba del apóstol Santiago.
un hallazgo oportuno
En realidad, el hallazgo no fue casual. Desde hacía unas décadas, entre las comunidades de cristianos del norte de la Península Ibérica que resistían el dominio islámico se había difundido la creencia de que el apóstol San-tiago había predicado antiguamente en Hispania, por lo que cabía invo-carlo como «patrón» del país; se creía, además, según algunos testimonios de época visigoda, que su cuerpo estaba enterrado en un lugar de Galicia llamado Acha Marmarica. El descubrimiento del monje Pe-layo era la oportuna confirma-ción de todas aquellas noti-cias. Por los Hechos de los Apóstoles se sabía que el após-tol Santiago había sufrido mar-tirio en Jerusalén, donde siem-pre se había pensado que esta-
Traslado del cuerpo de Santiago, por Friedrich Herlin.
Una tumba venerada
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ba enterrado; pero ahora se creía que sus discípulos trasladaron el cuerpo a Galicia, y pronto surgieron explicaciones maravillosas sobre cómo reali-zó ese viaje.
Los reyes asturianos comprendieron de inmediato el interés político que podría tener el hallazgo del sepulcro, que les proporcionaba una legiti-midad adicional en un momento crítico del desarrollo de la Reconquista. Por ello, Alfonso II (791-842) ordenó edificar una pequeña iglesia supra cor-pus apostoli, «encima del cuerpo del apóstol», junto a un baptisterio y otra iglesia dedicada al Salvador, y le otorgó un territorio con las rentas correspon-dientes. Los obispos de Iria se vincularon al nuevo «lugar santo» y se vieron favorecidos por monarcas como Alfonso III (866-910). El mismo Alfonso III emprendió también, en el lugar que todavía se llamaba simplemente Archis Marmoricis, la construcción de una basílica, el edificio de mayores dimensio-nes del arte asturiano.
una riada de peregrinos
La sensacional noticia del hallazgo del sepulcro del apóstol se difundió por toda Europa y en adelante el flujo de peregrinos ya no se detendría: entre ellos hubo individuos ilustres y gentes humildes, laicos y religiosos, sobre todo hombres, pero también mujeres, personas piadosas y simples aven-tureros. Los peregrinos se confundían a menudo con comerciantes y emigrantes en busca de oportunidades: las gentes que hicieron del Camino de Santiago un eje del desarrollo económico peninsular.
En unas décadas, San-tiago, centro de un amplio señorío en manos de sus obispos, dejó de ser sim-plemente un «lugar santo» para convertirse en una ciudad propiamente dicha. En 915, Ordoño II, rey de León, otorgó franquicias a los nuevos habitantes que se instalaron en las calles en torno a la basílica.Unas
En el óleo Martirio de Santiago(1571), de Juan Fernández de Navarrete, el apóstol aparece como peregrino, como denotan el sombrero y el bordón.
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historia del sepulcro
décadas después se erigió una primera muralla urbana, de la que se han localizado algunos restos en excavaciones recientes en el sector de la Azabachería y La Senra.
Pero fue bajo el obispo Diego Gelmírez, en la primera mitad del si-glo xii, cuando Compostela alcanzó su primer gran momento de esplen-dor. Convertida en arzobispado en 1120, Santiago reivindicó por entonces su preeminencia en la Iglesia hispana, por encima de Toledo o Tarragona, sedes primadas tradicionales. El propio Gelmírez, en comunicación di-recta con el papa o los abades de Cluny, reorganizó el protocolo de la Igle-sia compostelana siguiendo el modelo de Roma, en un intento de equipa-rar Santiago, como sede apostólica, con la capital de la cristiandad (los obispos compostelanos mantenían ahora que sus antecesores se remon-taban en una serie ininterrumpida hasta los orígenes del cristianismo).
la ciudad codiciada
El poder económico de la sede compostelana no tenía rival, y suscitó la codicia de los monarcas leoneses; así, Alfonso VII intervino los cepos de limosnas de la catedral y el arca de la obra, hasta que Gelmírez aceptó pagar 500 marcas de plata y ponerse bajo la protección del soberano. Al mismo tiempo, Gelmírez se cuidó de acumular reliquias que realzaran el prestigio de la catedral: en 1117, por ejemplo, logró trasladar a ella la ca-beza de Santiago el Menor, que poco antes Mauricio de Coímbra había traído de Jerusalén para depositarla en León.
El largo gobierno de Gelmírez coincidió, asimismo, con uno de los pe-ríodos más turbulentos de la historia de la ciudad. Desde hacía décadas se habían desarrollado en Santiago unos grupos sociales que no siempre aceptaban de buen grado el dominio del obispo, titular del señorío com-
San Pedro de Moissac es una parada del Camino que parte de Le Puy (Auvernia).
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postelano. Junto a los canónigos y el clero urbano, con intereses diferen-ciados de Gelmírez, podía verse un conjunto de caballeros feudales que tenían casa en la ciudad y, sobre todo, un patriciado urbano que había sido el más beneficiado por el progreso económico experimentado después del año mil. Las tensiones acumuladas estallaron en 1117, en una gran re-vuelta urbana que conocemos en detalle gracias a un documento excep-
La plaza de las Platerías, en la fachada sur de la catedral, era un lugar de reunión de los orfebres y plateros que proliferaron con el auge de Santiago.
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El apóstol Santiago en las vidrieras de la catedral.
historia del sepulcro
cional: la Historia compostelana, extensa crónica pa-trocinada por el propio Diego Gelmírez.
El detonante del conflicto fue una disputa dinás-tica en la corte leonesa entre la reina Urraca y los partidarios de su hijo Alfonso Raimúndez, futuro Alfonso VII, rey de León y Castilla. Gelmírez tomó partido por este último. Finalmente, el obispo llegó a un acuerdo con Urraca, pero, mientras estaban entrevistándose en el palacio episcopal, los ciuda-danos, sintiéndose traicionados, protagonizaron una violenta rebelión. El palacio fue asaltado, y tam-bién la catedral, donde se habían refugiado Urraca, Gelmírez y sus acompañantes respectivos.
la reina ultrajada
El cronista, hostil a los sublevados, relataba: «Vue-lan las piedras, las flechas, los dardos sobre el al-tar y se llevan a cabo sacrílegos combates por par-te de los traidores. ¿A qué no se atreverán manos infames? Los perversísimos atacantes pegan fuego a la iglesia de San-tiago y la incendian por uno y otro lado... ¡Oh maldad! La llama de la iglesia del Apóstol sube a lo alto y por todas partes se ofrece un horren-do espectáculo».
La reina y el obispo buscaron refugio en una nueva torre que se estaba construyendo para la catedral, pero los rebeldes también la incendiaron. La reina se vio obligada a salir, y entonces se produjo una escena extraor-dinaria: «Cuando la turba la vio salir, se abalanzaron sobre ella, la cogieron y la echaron en tierra en un lodazal, la raptaron como lobos y desgarraron sus vestidos; con el cuerpo desnudo del pecho abajo, y delante de todos, quedó en tierra durante mucho tiempo vergonzosamente».
Urraca y Gelmírez lograron escapar de la ciudad y unirse a sus partida-rios, encabezados por el conde Froilaz, quienes seguidamente se volvie-ron hacia Compostela para reprimir la revuelta. Es significativo del poder que la ciudad tenía entonces el que, pese a la gravedad de la ofensa sufrida por la reina, el episodio se saldara con tan solo cien condenas de destierro y una multa colectiva. No fue el último conflicto; hasta el siglo xv, los cla-nes de Santiago y su comarca se alzaron en diversas ocasiones contra el poder de los arzobispos, alguno de los cuales murió violentamente.
Grande, espaciosa, clara
El autor de la Historia compostelana, al relatar la revuelta de 1117 y los da-ños a la catedral y al palacio episcopal, comenta: «¡Oh, cuánto era el llan-
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to de los peregrinos que desde diversas regiones habían venido a venerar el cuerpo del apóstol!». La peregrinación, en efecto, no se vio interrumpida en ningún momento. Otro documento de la misma época, el Códice Ca-lixtino, o Liber Sancti Jacobi, una suerte de guía del peregrino del si-glo xii, refleja la impresión que causaba la catedral y la ciudad a quienes llegaban a ella. La sede románica causaba un efecto impactante: «En esta iglesia no se encuentra ninguna grieta ni defecto; está admirable-mente construida, es grande, espaciosa, clara, de conveniente tamaño, proporcionada en anchura, longitud y altura, de admirable e inefable fábrica, y está edificada doblemente, como un palacio real».
Pero sobre todo el autor del Códicedestacaba la presencia de los pere-grinos: «Florece por el brillo de los milagros de Santiago, pues en ella se concede la salud a los enfermos, se les devuelve la vista a los ciegos, se les suelta la lengua a los mudos, se les abre el oído a los sordos, se les da sana andadura a los cojos, se otorga la liberación a los endemoniados, y lo que es más grande, se atienden las preces de las gentes fieles, se abre al cielo a los que a él llaman, se da consuelo a los tristes y todos los pueblos ex-tranjeros de todos los climas del mundo acuden allí a montones, llevan-do ofrendas en alabanzas del Señor».
La fachada del Obradoiro ilumina el crepúsculo de Santiago de Compostela. Tras la filigrana barroca se oculta una de las entradas de la catedral románica y el pórtico de la Gloria.
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un viaje milenario
a merceddel camino
peregrinaje medieval
El peregrino medieval debía hacer frente a enfermedades, timos, hurtos, piojos, chinches, perros de malas pulgas, temperaturas ex-tremas, malos caminos y peor calzado, todo ello a través de regio-nes cuya lengua a menudo ignoraba.
La mala señalización era un problema preocupante. Lo normal era in-dicar el itinerario con estacas. A veces, cuando la niebla era muy espesa, el peregrino se orientaba con el sonido de las campanas de Somport, Ron-cesvalles, Foncebadón o del monasterio de San Salvador, en el alto de Iba-ñeta. Los reyes incentivaron el asentamiento de hospitales y pobladores con ciertas exenciones de tributos y libertades a cambio de la obligación de señalizar el camino. Así sucedió, por ejemplo, con los vecinos de El Acebo, en El Bierzo, que debían hincar y mantener 400 palos entre el pue-blo y el puerto de Foncebadón.
El peregrino medía la distancia en jornadas, se dejaba guiar por el sol y las estrellas, y a veces encontraba con alivio un viejo miliario romano o un crucero que le marcaban la dirección correcta y hasta la distancia. Los cam-panarios cumplieron la función de faros terrestres para orientar los pasos. Por ejemplo, el caserío de Berdún, en el Camino de Somport, se convirtió en una excelente referencia visual en medio de una gran planicie. Otro tanto pasó con el campanario de la iglesia de Santiago de Puente la Reina,
«Peregrinaje a Santiago», grabado del libro Delicias de España y Portugal, editado en Holanda en 1707.
A merced del camino
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las torres de las catedrales de Logroño y Burgos, el castillo de Castrojeriz o la gran fábrica de la iglesia de Villalcázar de Sirga.
los peligros de la ruta
Con todo, la mayor inquietud era la inseguridad. Los asaltos eran habi-tuales, sobre todo en las zonas de mayor tránsito y condiciones más in-hóspitas. El peregrino no se atrevía a caminar solo e intentaba marchar en grupo. Las partidas de ladrones fueron frecuentes en Roncesvalles, León o las Bardenas Reales. Los montes de Oca se convirtieron en cobijo de malhechores, sin que las milicias de las hermandades municipales
Traslado del cuerpo de Santiago, una de las escenas del retablo de alabastro donado por el párroco John Goodyear tras su peregrinación en el año jacobeo de 1456.
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pudieran erradicarlos. La plaga de los bandidos llevó a iniciativas como la de Teobaldo II de Navarra, que en 1269 fundó el pueblecito de El Espi-nal para evitar un largo tramo sin poblaciones y dificultar la acción de los salteadores.
Los peregrinos también eran víctimas de toda suerte de engaños, ya fuera por vendedores que alteraban el peso de los artículos o por cambis-tas que hacían lo propio con la moneda (téngase en cuenta que el romero debía cambiar dinero varias veces al cruzar por los diferentes reinos). Se conocen casos de peregrinos a los que se ofrecían brebajes en los mesones para que se durmieran y poder robarles más fácilmente. En otras ocasio-nes, los señores obligaban a pagar peajes por cruzar puentes o ríos en bar-ca, pese a que el romero estaba eximido de esos pagos.
Conforme la ruta jacobea se convertía