El Caribe, sus islas y el difícil camino de independencia, identidad e integración - Varios autores - E-Book

El Caribe, sus islas y el difícil camino de independencia, identidad e integración E-Book

Varios autores

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Explorar la presencia vital del Caribe en la economía, la política y la transformación cultural en el siglo XXI es el propósito del conjunto de autores —investigadores y profesores caribeños— reunidos en esta edición de los Ruth Cuadernos de Pensamiento Crítico, de Ruth Casa Editorial. El Caribe, universo joven y complejo que, a menudo, obviamos por pensarlo suficientemente conocido. Pero no, este espacio nuestro geográfico y cultural de multiplicidades y rica diversidad, aún nos resulta desconocido en buena parte. Más allá de sus bailes, música, religión, playas y colores, el Caribe es también un actor relevante en la actualidad y dinámicas regionales, y es centro de los procesos económicos y políticos recientes latinoamericanos y hemisféricos. Adentrarnos en el análisis de sus actuales transformaciones sociales es entonces fundamental para entender el contexto internacional que hoy día nos marca y que, en el caso de Cuba, se constituye como su entorno más inmediato.

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Edición: Pilar M. Jiménez Castro

Diseño de cubierta: Ronny Fernández Solis

Diseño interior: Claudia Méndez Romero

Diagramación: Bárbara A. Fernández Portal

Corrección: Ana Molina González

© Ruth Casa Editorial, 2014

© Sobre la presente edición:

Ruth Casa Editorial, 2022

Todos los derechos reservados

ISBN: 9789962697831

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio, sin la autorización de Ruth Casa Editorial. Todos los derechos reservados en todos los idiomas. Derechos Reservados conforme a la ley.

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Ruth Casa Editorial

Calle 38 y ave. Cuba, edif. Los Cristales, oficina no. 6

apdo. 2235, zona 9A, Panamá

www.ruthcasaeditorial.org

www.ruthtienda.com

Ruth Casa Editorial no es una empresa imparcial o exenta de compromisos sociales. Nace en un momento muy especial de la historia universal, cuando la humanidad ha llegado al umbral de la catástrofe total o del parto de una nueva civilización. No obedece a intención apocalíptica alguna afirmar que este es el dilema que se dibuja en el horizonte.

Hoy hemos aprendido de nuestros fracasos que el trazado de la transformación socioeconómica que puede conducir a un mundo mejor pasa por una mudanza moral, que depende de la inteligencia que las generaciones involucradas logren transmitirse en esta dirección y de la implantación consecuente de una cultura de vida. Sin esto, otra democracia, no solo distinta, sino incompatible con la caricatura que ha prevalecido, sería imposible. Con eso se compromete Ruth Casa Editorial, con un mundo en el cual la libertad no pueda ser concebida fuera de la igualdad y de la fraternidad, sino exclusivamente a partir de ellas.

El nombre de la editorial se inspira precisamente en aquel pasaje bíblico que nos invita a apreciar más generosamente el significado de la solidaridad como virtud, y el núcleo de valores que nos impele al rescate y a la reflexión, a creer y a crear con coherencia, a decidir con lealtad y valentía, y a restituir al ser humano toda su dignidad.

Ruth Casa Editorial quiere proclamar desde el comienzo mismo su sentido de amplitud, sin fronteras, pero sin ambigüedades. Asocia su proyección a los movimientos sociales y en particular al Foro Mundial de Alternativas, sin constituir un órgano de este, ni contemplar restricciones nacionales, continentales, sectoriales o institucionales. Con la única aspiración de servir al impulso que reclama la marcha hacia un futuro donde todos tengan cabida. Los lectores dirán si lo logramos.

François Houtart

Presidente

Índice de contenido
Trípode
El Caribe, sus islas y el difícil camino de idenpendencia, identidad e integración
Anton L. Allahar
La supuesta independencia caribeña: ¿mito o realidad?
Introducción
Democracia y soberanía
La soberanía no es solo política
Ideología y democracia imperfecta
Para inpugnar los seis mitos de la igualdad democrática
Explicación de los detalles
Definición de democracia
Democracia y socialismo cubano
Soberanía, democracia y globalización
Conclusión: ideología y control social
Bibliografía
Kerry-Anne Roberts-Kasmally
¿Cómo pueden los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo del Caribe superar su reducido tamaño?
Herramientas para la supervivencia de los pequeños Estados
Introducción
Pequeño tamaño, vulnerabilidades y resiliencia
El uso del pequeño tamaño como una ventaja
Conclusiones
Referencias bibliográficas
Terri-Ann Gilbert-Roberts
Caricom Cincuenta-Cincuenta: Renovar el liderazgo ideacional a través de asociaciones entre jóvenes y adultos
Introducción
La vinculación entre la gobernanza, el liderazgo y la ideología
Las decepciones de los últimos cincuenta años
La visión de los próximos cincuenta años
Conclusión: para garantizar un futuro productivo a través de la Alianza
Bibliografía
Norman Girvan
¿Es el Alba un nuevo modelo de integración? Reflexiones sobre la experiencia de la Caricom2
El Alba vs. la integración neoliberal
Los esquemas de integración neoliberal
El Mercado y Economía Únicos de la Caricom
El Acuerdo de Asociación Económica (AAE) entre Cariforum y la Unión Europea
El Alba
2. Alba y Caricom
2.1 Beneficios del Alba para los Estados miembros de la Caricom
2.2 El Alba y el «tratamiento especial y diferenciado»
2.3 Áreas problemáticas
2.4 ¿Es compatible la pertenencia al Alba con el Mercado y Economía Únicos de la Caricom?
2.4 ¿Es el Alba una alternativa viable para la AAE?
2.5 El acceso al Alba: ¿Oportunismo o ideología?
2.7 La solidaridad en el Alba: ¿Asimetría o no reciprocidad?
2.7 La sostenibilidad del Alba
Conclusiones
Bibliografía referenciada
Patsy Lewis
¿A dónde va la integración caribeña? Refundiendo los cimientos de un nuevo proyecto de integración
Introducción
¿Por qué la Caricom ha perdido su rumbo?
Neoliberalismo y CSME
Las líneas divisorias en los proceso de integración regional
Las tensiones intraCaricom
La diversificación de las relaciones con los países de América Latina
El Acuerdo de Asociación Económica entre la Comunidad Europea y Cariforum
¿Qué desafíos implican todos estos acontecimientos a la integración de la Caricom?
La brecha entre la OECO y los MDC
¿Vale la pena salvar la Caricom?
¿Qué se necesita para salvar a la Caricom?
Resumen y conclusiones
Bibliografía
Peter Bailey
La sostenibilidad, en el Caribe, del Acuerdo de Petrocaribe
El Acuerdo de Petrocaribe
El debate sobre la sostenibilidad
Historia de las conversaciones sobre energía renovable en Petrocaribe
Consideraciones finales
Bibliografía
Marcos Kirton
Los Estados Pequeños en el proceso de integración sudamericana: Guyana y Surinam en la Unasur
Bibliografía
Antonio F. Romero G.
La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) y los países de la Caricom
Introducción
I. El proceso de construcción de la Celac: desde Salvador de Bahía hasta la Cumbre de La Habana
II. La Celac y sus tareas pendientes: percepciones y requerimientos de las naciones de la Caricom
III. Las relaciones económicas de la Caricom con Latinoamérica: asimetrías, relaciones económicas recíprocas y los desafíos de la integración comercial
IV. Resumen y conclusiones
Referencias bibliográficas
Michele A. M. Lowe
Integración Caricom-Cuba: las iniciativas de comercio y cooperación económica en el marco de una Caricom más amplia
Introducción
I. Contexto de la política
Fundamentos de las políticas de comercio
II. El Proyecto de la Asociación de Estados del Caribe (AEC)
III. La agenda de liberalización comercial bilateral
Conclusiones
Marlon Anatol
Cuba y el Caribe anglófono: ¿Integración posible o sueño sin esperanza?
¿Se debilita la integración caribeña?
Liberalización del comercio y seguridad económica
Viejos y nuevos conceptos de seguridad
Amenazas regionales a la seguridad económica del Caribe con el cambio climático
Las remesas a Cuba y el Caribe y la nueva teoría del crecimiento
Conclusiones
Bibliografía
Emlynn Francis
El impacto de la cooperación médica de Cuba con la Caricom: enfoque especial en Santa Lucía y Dominica
¿Qué cambio ha provocado el impacto de la política cubana en la región?
Referencias bibliográficas
Marsha Hinds-Layne
Las negociaciones comerciales bilaterales, la política idiomática y un sistema educacional desarticulado
Bibliografía
Martha Quiñones Domínguez
Cultura e identidad caribeña. Expresiones culturales públicas: limitaciones legales
Introducción
La industria musical
Las canciones
Artista «Marca»
La publicidad
Dos casos: La divulgación de música autóctona y la música de Tite Curet Alonso
Podemos retar a los oligopolios
Derroteros
Yusmidia Solano Suárez
Debates y problemáticas en la historiografía de las mujeres y de género en el Caribe creole-anglófono
1. El Caribe del que se habla
2. Evolución de la historiografía feminista anglocaribeña
3. Las temáticas de la historia de mujeres y de género en el Caribe
3. 1. Mujeres indígenas en el Caribe
3. 2. Diferenciación de género en la esclavitud
3.3. Participación de las mujeres en la resistencia contra la esclavitud
3. 4. Discusiones sobre la familia negra en el Caribe
3. 5. Mujeres caribeñas como «cabeza de familia»
4. A manera de recapitulación
Bibliografía
Visiones
Marial Iglesias Utest
Los Despaigne en Saint-Domingue y Cuba: Narrativa microhistórica de una experiencia atlántica
Una «reliquia» en el Museo Nacional
«Unidos al suelo a causa de su destino»: ataduras locales y vínculos trasatlánticos
La doble memoria de Haití
Cruzando el Paso de los Vientos: el éxodo a Santiago
El alza de los precios y el florecimiento de la plantación cafetalera: Las serranías del Cobre
Las identidades de los esclavos
Guerras y emancipación
El acceso a la ciudadanía
La guerra de 1912 y el fantasma de Haití
Bibliografía
Documentos
Norman Girvan
¿Está el Caribe más lejos de Cuba de lo que Cuba está del Caribe?
Fidel Castro Ruz
Discurso por el aniversario 30 de las relaciones diplomáticas en Barbados

Editorial

Cada época genera sus urgencias críticas. El siglo xx finalizó con la frustración rotunda de las esperanzas que había creado la Revolución de Octubre y con el encumbramiento del imperialismo bajo el liderazgo más absoluto de los Estados Unidos. Estos hechos resumen las complejidades, la irracionalidad, los peligros y los desafíos de nuestro tiempo. Desafíos para el pensamiento crítico y para la praxis.

Bajo el sello Ruth Casa Editorial se funda Ruth. Cuadernos de Pensamiento Crítico, que se reconoce precisamente así, de pensamiento crítico. Internacional por la naturaleza de la problemática que aborda, por la determinación de las alternativas y por una obligada vocación de universalidad. Tan universal debe aspirar a ser el proyecto como ha llegado a ser el mundo del capital que luchamos por subvertir. Nada de lo que ocurre en el tiempo que nos ha tocado vivir puede sernos ajeno. Nada debe escapar al rasero de la reflexión comprometida.

Por tal motivo nos reconocemos, como publicación, bajo el signo de la radicalidad revolucionaria, que diferenciamos de la radicalidad doctrinal. Rechazamos cualquier exclusión dogmática que margine el ingenio y el espíritu de búsqueda en el camino hacia el socialismo. Del mismo modo que no podemos ceder a propuesta de tipo alguno que nos distancie de la ruta hacia un mundo signado por la seguridad, la justicia, la libertad y la equidad para todos los pueblos.

Ruth

Cuadernos de Pensamiento Crítico

A la memoria de Norman Girvan, quien tanto hizo por un Caribe unido y libre.

Trípode

El Caribe,sus islas y el difícil camino de independencia, identidad e integración

Explorar la presencia vital del Caribe en la economía, la política y la transformación cultural durante la primera década del siglo xxi es el propósito del conjunto de autores —investigadores y profesores caribeños, en su mayoría inéditos en Cuba— reunidos en esta edición de los Ruth Cuadernos de Pensamiento Crítico, de Ruth Casa Editorial. Tras varios números que Ruth dedicara al examen de otras regiones del mundo toca ahora el turno al Caribe, universo joven y complejo que, a menudo, obviamos por pensarlo suficientemente conocido —¿acaso no estamos, no somos Caribe?

Pero no, este espacio nuestro geográfico y cultural de multiplicidades y rica diversidad, aún nos resulta desconocido en buena parte. Más allá de sus bailes, música, religión, playas y colores, el Caribe es también un actor relevante en la actualidad y dinámicas regionales, y es centro de los procesos económicos y políticos recientes latinoamericanos y hemisféricos. Adentrarnos en el análisis de sus actuales transformaciones sociales es entonces fundamental para entender el contexto internacional que hoy día nos marca y que, en el caso de Cuba, se constituye como su entorno más inmediato.

El Caribe es región joven, territorio recién nacido de la violencia de la colonización y las luchas europeas que ahogaron la memoria indígena y balcanizaron territorios. A la sed de oro siguió el comercio triangular y siglos de esclavitud y plantación. Islas y continente, separados geográficamente, coexistieron con esporádica noción de vecindad. Reprodujeron las distancias de los colonizadores, más cercanos a costumbres, ideas y maneras de vivir metropolitanas que a la savia común marcada por la expoliación sistemática, el mestizaje y los frecuentes contactos frutos del contrabando y las migraciones.

Afortunadamente, tales barreras son, cada día, menos fuertes, menos ciertas. Gracias a esfuerzos numerosos dedicados a revelar el trasfondo común con múltiples componentes lingüísticos, étnicos, religiosos, comenzó a construirse un espacio común de intercambio que conllevó un proceso —aún en marcha— de redescubrimiento y reconquista de la propia identidad. Comprender de forma específica cómo se integra, cómo participa y cuál es su rol en la conformación de una nueva propuesta de integración regional es el propósito esencial de este volumen, en especial si concebimos esta integración como continuación lógica de la senda de independencia y descolonización tan temprana iniciada en el Caribe —con Haití como bandera y ejemplo— y, paradójicamente, aún en recorrido. Un Caribe soberano, que ha dejado de mirar a las metrópolis y que se reconoce desde su propia identidad, debería haberse constituido actor sustantivo en el escenario global. Pero, ¿acaso lo es?, ¿cuántos éxitos, sinsabores y luchas inconclusas arrastra el Caribe en su difícil camino por la verdadera independencia, la afirmación de su identidad y la real integración?

La especial atención dedicada a los temas de la integración regional no es fortuita. El examen del estado actual de estos procesos en la región, la Caricom particularmente, es el motivo que nos permite adentrarnos no solo en los avances y retrocesos de la integración, sino además evaluar el ejercicio de real soberanía del Caribe, más allá de la exhibición formal de la independencia recién adquirida. Recordemos que la independencia sigue siendo tema pendiente en la región, pues son varios los territorios que permanecen bajo la tutela —exhibida o solapada, combatida o aceptada— de las antiguas potencias europeas. Se suman otras interrogantes: ¿cómo le ha ido a ese Caribe independiente en su afán de volverse un conjunto de naciones nuevas?, ¿hemos dejado de mirar a los antiguos colonizadores para construir los lazos regionales que respondan a los intereses y aspiraciones de los Estados soberanos caribeños? El prolongado estadio colonial y las diversas culturas que integran el mosaico caribeño son elementos conjugados en un complejo panorama regional que reconoce la necesidad de unirse, pero que tropieza con obstáculos múltiples para consolidar las alianzas necesarias hacia un desarrollo socioeconómico sostenible, acorde a los intereses de los pequeños Estados insulares.

Es así que el contenido fundamental del volumen se concentra en trece artículos, donde se resumen aspectos medulares referidos a la independencia caribeña, políticas económicas, de cooperación, seguridad regional, y los avances y retrocesos en los procesos de integración regional, tanto en el Caribe como de sus islas, con el resto del continente latinoamericano. Su lectura, a pesar de los varios meses transcurridos entre la preparación de este volumen y su publicación, refleja claramente la urgencia de repensar los procesos de integración regional en aras de avanzar en una verdadera colaboración que responda a las necesidades y coyunturas sociohistóricas de los Estados insulares caribeños, integración que, necesariamente, debe superar la estrecha visión economicista para incluir asuntos relativos a la educación, la cooperación en salud, la seguridad y vulnerabilidad ambientales, entre otros temas.

Sobresale, además, el tratamiento específico que los autores otorgan a las relaciones del Caribe independiente, especialmente las islas de la Caricom, con el resto del continente a la luz de los acontecimientos globales y hemisféricos recientes. La aparición del Alba y de iniciativas como Petrocaribe y el sucre, la cooperación cubana, Unasur, Celac, la promoción de empresas grannacionales en la región, son decisiones que modifican la visión de integración y proponen nuevos objetivos para el desarrollo. ¿Cómo inciden estos procesos en las dinámicas de las políticas caribeñas? ¿Qué consecuencias tienen en la integración el ejercicio de la independencia, la conformación constante del sentido de pertenencia e identidad regionales?

La experiencia de la integración regional caribeña como proceso de consolidación de las soberanías de sus islas y la construcción de economías y sociedades independientes es el tema que articula la mayoría de las contribuciones, pero no el único. La selección de trabajos que completan este Cuaderno permite obtener una visión más amplia del Caribe, de su identidad y de cómo esta es el resultado también de una peculiar mixtura cultural. En especial, destacamos los trabajos dedicados a sistema educacional, política lingüística y expresiones culturales públicas e identidad en la región, así como los poemas de la importante poetisa Louise Bennett, en sus versiones en creole y español.

Las celebraciones por el bicentenario de la independencia latinoamericana recordaron a muchos, oportunamente, que la libertad no empezó por el continente, sino por una de las islas del Mediterráneo antillano. Haití, su historia y circunstancias actuales, han contribuido a despertar en la conciencia de públicos más amplios y heterogéneos un interés y sensibilidad reanimados hacia la realidad caribeña, y está Haití también presente en esta selección. En «Los Despaigne en Saint-Domingue y Cuba: narrativa microhistórica de una experiencia atlántica», de Marial Iglesias Utset, andamos las consecuencias de la Revolución Haitiana a través de su impacto en las vidas de una familia que llega a Cuba y trae, consigo, parte del ideal antiesclavista que nutrió los esfuerzos de soberanía regional.

Otro de los elementos novedosos de esta compilación lo constituye la guía investigativa para los estudiosos de género, que con el título deDebates y problemáticas en la historiografía de las mujeres y de género en el caribe creole-anglófono, de Yusmidia Solano Suárez, constituye un importante referente para la investigación en esta área de tanto interés en el país.

La presente recopilación rescata el discurso de Fidel en ocasión del aniversario 30 de las relaciones diplomáticas con Barbados, Guyana, Jamaica y Trinidad y Tobago, en el Palacio de las Convenciones, el 8 de diciembre de 2002. Recordemos que en 2012 Cuba conmemoró el 40 aniversario del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre Cuba y cuatro emergentes Estados caribeños: Jamaica, Trinidad y Tobago, Guyana y Barbados, gesto que clasifica como uno de los más audaces actos en materia de relaciones internacionales registrados en el continente, que retó directamente a la política norteamericana en el hemisferio.

Interesante resulta el contar, por vez primera, con artículos de importantes personalidades de la academia y la vida política del Caribe anglófono, no publicados antes en Cuba. A todos agradecemos el entusiasmo con que acogieron este proyecto, en especial a Anton L. Allahar, Kerry-Anne Roberts-Kasmally, Terri-Ann Gilbert-Roberts, Norman Girvan, Patsy Lewis, Peter Bailey, Mark Kirton, Antonio Romero, Michele A. M. Lowe, Marlon Anatol, Emlynn Francis, Marsha Hinds-Layne y Martha Quiñones Domínguez, prestigiosos expertos caribeños que comparten esa vocación por la unidad y la identidad regional, cuyos trabajos componen el corazón de estas páginas.

En abril de 2014, en La Habana, falleció Norman Girvan. Su presencia en este Cuaderno trasciende el artículo sobre las experiencias del Alba y la Caricom o el excelente texto que Norman leyera, en febrero de 2012, en ocasión de la presentación del libroEl Caribe a 50 Años de la Revolución Cubana, en la 21 Feria Internacional del Libro de Cuba, dedicada al Caribe en aquella oportunidad. La mayoría de los autores incluidos hacen referencia a textos, razonamientos y opiniones de Norman —Anton Allahar incluso «polemiza» con Norman en su exposición sobre la soberanía caribeña en el primer trabajo que aparece en estedossier—. Además de ser un prestigioso intelectual de talla universal, Norman fue un infatigable luchador por la causa de la unidad caribeña y un fiel defensor de Cuba y su Revolución. Tristemente no llegó a ver este libro publicado. Pero nos queda su obra y el empeño de seguir sus pasos a favor de la unidad regional.

La necesidad de impulsar estudios, de avivar sensibilidades, de crear conciencia sobre los problemas y peligros que enfrenta la región es urgente, no solo para los caribeños, sino también para el conjunto de las sociedades americanas. La vulnerabilidad caribeña es extrema. Sus economías dependen de la explotación de ecosistemas frágiles, amenazados por los fenómenos naturales de siempre y otros recién provocados por la ambición y la irresponsabilidad humanas. La globalización toma la rica herencia caribeña y la utiliza, perversamente, como mercadería atractiva para turistas u objeto coleccionables de ricos. La actual crisis financiera, económica, sistémica, impacta en el Caribe como corolario de su marcada vocación «hacia afuera». El sector externo registra reducciones en la afluencia de visitantes, flujos financieros, inversión extranjera y remesas; disminuyen las exportaciones y el crédito se encarece. Y los Estados Unidos redefine —en ausencia de movimientos consolidados de oposición regional— su perímetro de seguridad y se reafirma como actor hegemónico hemisférico en las nuevas condiciones internacionales.

El Caribe es pobre siendo rico. Tal certeza es argumento central que recorre los análisis aquí incluidos. Es muy rico, pero debe creerlo y actuar en consecuencia. Además de la reconocida riqueza que se manifiesta en su música, danza, literatura, artes plásticas, tradiciones y culturas populares, sus territorios atesoran paraísos naturales y un caudal de biodiversidad. Y tiene a sus pueblos nuevos quienes, una vez convencidos de sus reales posibilidades, serán capaces de levantarse, construir y refundar.

Las ciencias sociales del continente han de contribuir, de manera fundamental, en el desafío de la integración caribeña y la consecución de su definitiva independencia. La academia está llamada a imaginar, discutir y formular vías que ofrezcan alternativas posibles. La Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de La Habana —cuyo objetivo es la promoción de los estudios sobre el Caribe desde una perspectiva inter, multi y transdisciplinaria que evite simplezas y reduccionismos repetidos en no pocas aproximaciones a la región—, agradece la oportunidad que Ruth Casa Editorial, de conjunto con la Editorial de Ciencias Sociales, le brinda para publicar las contribuciones de varios de sus miembros y colaboradores más constantes en este número monográfico dedicado a los procesos de integración regional en el Caribe, a partir de análisis relativos a los caminos seguidos en la región desde las recientes independencias y sus relaciones con América Latina en el contexto de la globalización neoliberal y la emergencia de alternativas continentales que buscan la unidad de las naciones del Sur en una propuesta alternativa de desarrollo social.

Otro aniversario que se conmemoró en 2012 fue los cincuenta años del fin de la Federación de las Indias Occidentales Británicas —hecho que, en muchos sentidos, es considerado como el real comienzo de la Caricom—. La exploración de nuevas oportunidades que coadyuven al conocimiento y comprensión mutuos impactará favorablemente en el desarrollo de la región —hoy más comprometida en sus vínculos con antiguas metrópolis y actores económicos emergentes que en buscar, en ella misma, las fuerzas para avanzar—. La integración caribeña es una necesidad que, desde el respeto a las diferencias, ha de apoyar la búsqueda de más soberanía nacional e influencia regional, independencia política y bienestar económico. Esperamos sumar, desde estas páginas, a los lectores amantes del Caribe y sus islas, a quienes desde ya pensamos como colegas entusiastas en el difícil camino de la independencia, la identidad y la integración.

Jacqueline Laguardia Martínez1

1 (La Habana, 1976). Ha coordinado, junto a la Redacción de Ruth Cuadernos de Pensamiento Crítico, el dossier «El Caribe, sus islas y el difícil camino de independencia identidad e integración». Doctora en Ciencias Económicas por la Universidad de La Habana. Máster en Relaciones por la Universidad de La Habana y en gestión de la Política Económica por la Universidad de Auvergne Francia. Graduada de Economía, Historia y Estudios Socioculturales por la Universidad de La Habana. Actualmente se desempeña como Profesora del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de las Indias Occidentales, campus Saint Augustine, Trinidad y Tobago.

Norman Girvan in Memoriam

Norman nos dejó demasiado pronto. La idea de no verlo más caminando las calles de La Habana, discutiendo animadamente sobre Cuba o sobre la posibilidad de la integración regional nos entristece, ahora y para siempre. Pero recordar a Norman con tristeza no creemos que sería su deseo. Es por eso que preferimos recordar su legado recogiendo sus sueños y empujándolos hacia adelante, estudiando su obra inspiradora, trabajando por la unidad caribeña y haciendo de nuestra región un espacio de solidaridad, de prosperidad, de respeto y de paz.

Muchos extrañaremos la presencia de Norman en los eventos de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de La Habana. Él era un miembro más, nosotros lo sentíamos de esa manera y creemos que él también se sintió así. El 3 de diciembre de 2008 Norman recibió el DoctoradoHonoris Causade la Universidad de La Habana, una de las muchas distinciones que obtuvo durante su excepcional carrera. Su discurso en aquella ocasión fue memorable. Al recordar sus palabras creemos que nada es mejor hoy que evocar a Norman a través de sus propios recuerdos, los que compartió con nosotros en ese día feliz.

Norman nos contó cómo supo, por primera vez, sobre Cuba y su Revolución. Cuando era un adolescente, él y sus amigos sintonizaban emisoras de Miami para escuchar los éxitos musicales de rock and roll. A veces, por casualidad, sintonizaban Radio Rebelde, transmitiendo desde la Sierra Maestra. Y fue Radio Rebelde la que le presentó la Revolución Cubana. Siguió después los acontecimientos de 1959 —los juicios a los criminales de la dictadura de Batista, la Reforma Urbana, la Reforma Agraria y la Campaña de Alfabetización. Gracias a un compañero de clase obtuvo una copia grabada de la Primera Declaración de La Habana durante su primer año en la universidad en Jamaica. Las denuncias apasionadas del imperialismo yanqui hechas por Fidel y la imagen de millones de cubanos que reunidos en una plaza pública se hicieron llamar Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba al tiempo que expresaban su aprobación a las medidas económicas y sociales adoptadas por la Revolución y declaraban su independencia de la dominación extranjera fue una experiencia profunda para el joven de dieciocho años. Su larga relación con Cuba comenzó en aquel entones y tantos años después nunca se detuvo.

La jornada resultó rica en anécdotas de la relación especial de Norman con Cuba. Recordó cuando Carlos Rafael Rodríguez advirtió a la primera delegación de Jamaica que visitó la URSS no aceptar rublos convertibles como pago por las exportaciones jamaicanas pues con esa moneda nada podrían comprar. Norman reveló risueño la peculiar respuesta de Carlos Rafael cuando le preguntó por qué los soviéticos llamaban entonces a aquellos rublos «convertibles». Carlos Rafael respondió: «Eso es lo que hemos estado tratando de averiguar desde hace años».

Norman habló de su trabajo con numerosos centros académicos cubanos y agradeció a la Asociación de Economistas de Cuba por la excursión que hiciera por toda la isla con su familia en 1999. A su regreso a Jamaica, Norman recordaba cómo había escuchado a su hija de diez años decirle a un amigo: «En Cuba, todas las personas son iguales». También contaba cómo una foto enmarcada de Fidel, Che y Camilo que colgaba en la pared de su casa desapareció un día misteriosamente. Mucho después su hijo de diecinieve años le confesó que había sido él quien había tomado la foto cuando se fue a estudiar fuera de Jamaica. La foto cuelga ahora en su pared. Su hijo tenía doce años cuando visitó el Memorial de Cheen Santa Clara.

Ese día recordamos juntos acontecimientos alegres y tristes, compartimos recuerdos agridulces de nuestra historia común como pueblos del Caribe. Norman agradeció la lucha de Cuba contra el régimen del apartheid y el apoyo a la Revolución de Guyana, condenó el atentado terrorista al avión cubano que partió de Barbados en 1976, y celebraba la resistencia de Cuba ante el colapso de la URSS. Dedicó el final de su emotivo discurso a reconocer la vocación internacionalista de Cuba. Dio las gracias a la solidaridad de Cuba hacia el Caribe. Y reconoció, con conmovedora modestia y sincera humildad, que la deuda del Caribe de Cuba era impagable, al igual que Fidel definiera la deuda externa de América Latina y del Tercer Mundo hace cuatro décadas.

Hoy, sus amigos de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de La Habana, sus colegas en la comunidad académica cubana, sus hermanos y hermanas cubanos que lucharon hasta el final para tratar de salvarlo de una muerte injusta y prematura, sus «compañeros de lucha, de batallas y de victorias» queremos decirle, queremos decirles, que nuestra deuda con Norman también es impagable. Honremos su memoria y el tesoro inconmensurable de ideas, inspiración y ejemplo que nos legó con nuestras acciones a favor de un Caribe unido, fuerte e independiente. Qué mejor regalo para Norman, quien vivirá por siempre en nuestra memoria y en nuestros corazones.

 

Jacqueline Laguardia Martínez, a nombre de la Cátedra de Estudios del Caribe de la Universidad de La Habana.

Anton L. Allahar1

La supuesta independencia caribeña: ¿mito o realidad?2

Es un mundo donde «el poder hace el derecho» los países del Caribe anglófono no tienen libertad de trazar sus propios destinos porque ellos no hacen las reglas ni las leyes, ni tampoco las ponen en práctica debido a que, por tradición, sus gobernantes se han alineado a las fuerzas inperialistas.

Introducción

A diferencia de la creencia pública, en los países del Caribe anglófono (Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Dominica, Granada, Guyana, Jamaica, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía, San Vicente y Granadinas, y Trinidad y Tobago), no ha existido una tradición democrática de larga data. De hecho, las reivindicaciones de soberanía hechas por los diferentes gobiernos siempre han sido en gran parte retórica, y sumidas en el mito. La falta de democracia y soberanía en el Caribe son como el proverbial elefante en la habitación: está ahí para que todos lo vean, pero son pocos quienes lo reconocen.

Con relación al tema del «mito de la soberanía caribeña» propongo como telón de fondo para el argumento desarrollado en este artículo un intercambio que sostuve con Norman Girvan, cuyo comienzo fue en la Universidad de La Habana, en diciembre de 2011. Ese intercambio tiene dos líneas principales de razonamiento. La primera de estas líneas las tomo de la observación de Girvan, que establece:

«Los Estados pequeños, como los nuestros, deben continuar insistiendo en el principio de los derechos soberanos de los Estados, consagrado en la Carta de las Naciones Unidas. Ese es el único medio de defensa que tenemos contra las acciones unilaterales y extralegales de los Estados más poderosos» (comunicación personal).

Además, Girvan afirma que de abandonar este principio, simplemente le daríamos a los Estados más poderosos «el derecho legal de intervenir en cualquier lugar y en cualquier momento que lo deseasen sin ningún tipo de restricción legal, política o moral».

En otras palabras, tanto los líderes como los ciudadanos del Caribe deben insistir en su condición soberana ya que, de no hacerlo, les permitirían a otros —por ejemplo, a los Estados Unidos— continuar definiendo y limitando sus soberanías individuales y colectivas. La segunda línea de razonamiento la tomo también de este intercambio con Girvan:

«Pregúntele a cualquier cubano si están ellos dispuestos a abandonar este principio (de los derechos soberanos de los Estados), pues, de así hacerlo, estarían exponiéndose a una intervención legal aprobada, conducida por su poderoso vecino. Por tanto, sostener que “la soberanía es un mito” es una pendiente resbaladiza donde caer resulta extremadamente peligroso» (comunicación personal).

Lo anterior es confuso para mí porque: a) no está claro por qué uno pensaría que la mera falta en proclamar la soberanía da a otros, automáticamente, el «legal» derecho de intervenir y, de manera similar; b) por qué, si los cubanos decidieran no promocionar su condición soberana, tendrían los Estados Unidos el derecho «legal» para invadirlos.

En tono más crítico, señalamos que no reconocer el elemento infundado o mítico en la presunción de la soberanía caribeña es crear una ilusión que delata un sentido equivocado de la fuerza, una postura política vacía, políticas erróneas y una pendiente quizás aún más resbaladiza que la antes aludida por Girvan.

Con referencia específica a la «pendiente resbaladiza», tal y como se aplicó para Cuba: es un error poner a esta nación en la misma categoríaque al resto de los países del Caribe, por la precisa razón de que, si esté o no de acuerdo con las políticas de su gobierno, Cuba es el único Estado realmente soberano en la región.

Debido a su condición única de Estado socialista situado a solo 90 millas de los Estados Unidos, los cubanos no están atrapados en la ilusión de que la mera afirmación de su condición soberana es percibida políticamente como una amenaza por su principal enemigo, los Estados Unidos. Uno no tiene que ser procubano para reconocer que, en los últimos cincuenta años, el gobierno socialista ha actuado de una manera consistentemente soberana cuando se trata de promover lo que define como sus intereses nacionales, tanto en asuntos domésticos como foráneos. Y lo han hecho en formas que ningún otro gobierno caribeño puede reivindicar. Pero para ello los cubanos han tenido que pagar un precio muy alto (quinta libertad).3

La realidad de la soberanía de Cuba provoca una angustia particular entre los líderes políticos en los Estados Unidos, una angustia que no tiene paralelo en el resto de las pretensiones de soberanía de los países del Caribe anglófono. Esto sugiere que las declaraciones de soberanía por parte de estos últimos son pura retórica y los Estados Unidos no tienen razón alguna para percibirlas como una amenaza.

Creo justo que, sin darse cuenta, Girvan hace mi punto de vista aún más claro cuando, en referencia a la noción de la «pendiente resbaladiza», reconoce que la «soberanía jurídica sustantiva de nuestros Estados es continuamente violada y erosionada». Si la soberanía jurídica de los países caribeños es «continuamente violada» y «continuamente erosionada», ¿puede seguir llamándose «soberanía»? ¿Qué recursos significativos tienen los pequeños Estados caribeños contra estas violaciones y erosiones?

Además, más allá de las amenazas militares de invasión y de las invasiones reales, hay dos estrategias relacionadas que se utilizan para socavar la soberanía en el Caribe:

a) las maniobras políticas y diplomáticas detrás del telón, hechas a la medida para alinear a los Estados más pequeños a los intereses imperialistas, como por ejemplo el cierre de las embajadas extranjeras en los Estados Unidos y el encarcelamiento o deportación de diplomáticos extranjeros de ese país, y

b) las omnipresentes amenazas económicas que los gobiernos caribeños conocen muy bien: 1) el congelamiento de cuentas bancarias y otros activos de aquellos Estados y los gobiernos que desafían la quinta libertad, 2) la imposición de políticas de ajuste estructural en los países caribeños por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), y 3) las diversas sanciones económicas impuestas a quienes supuestamente violan las disposiciones del «libre comercio», y así en lo sucesivo.

 

Por tanto, ya sea a nivel de la región del Caribe anglófono como un todo, o estrictamente enfocado desde la dimensión insular, la noción de soberanía es ilusoria.

Sin embargo, Girvan continúa y afirma que para asegurar que los Estados caribeños puedan disfrutar de «un mayor grado de independencia real, tendrán que compartir, hacer un fondo común o lo que sea necesario para transferir una porción de sus legales “soberanías” nacionales en una configuración regional». Pero este fondo común de soberanías presupone una comunidad de intereses y percepciones que no siempre son evidentes: la mezquindad insular que hundió a la Federación de las Indias Occidentales en 1962, y que aún aqueja al Mercado y Economía Únicos del Caribe (CSME),4 es ejemplo de ello.

Además, a medida que la crisis financiera mundial en marcha continúe configurando las opciones del Caribe insular, aquellos Estados más ricos en recursos (naturales, humanos y de otro tipo) tratarán de delinear estrategias individuales para la acción. Una muestra de este aislamiento queda ejemplificada con claridad en la Declaración de julio de 2010 hecha por la primera ministra Kamla Persad-Bissessar de Trinidad y Tobago, quien, en referencia al financiamiento de un programa de seguridad regional, advirtió a otros líderes caribeños que Trinidad y Tobago no funcionaría como «la tarjeta ATM»5 de la región.

El fracaso regional de esta afirmación me lleva a cuestionar la facilidad con la que Girvan y otros piensan que la región puede «reunir soberanías».

Del mismo modo, se puede observar al caribeño promedio en la calle y su actitud hacia otros países vecinos del Caribe. Llamo la atención sobre el rechazo actual de los barbadenses hacia los inmigrantes de Guyana, acompañado de comentarios racistas que completan este rechazo. Luego un ex primer ministro, Owen Arthur, consideró que Mara Thompson, nacida en Santa Lucía y esposa del ex primer ministro David Thompson, no debería haber sido elegible para disputar el cargo de su difunto esposo en unas elecciones.

Democracia y soberanía

Junto al cuestionamiento del mito de la soberanía caribeña, aparece la cuestión de la «democracia». Porque en el Caribe, aunque la mayoría no son conscientes de los principios centrales de la democracia, la adhesión a un ideal democrático es inquebrantable.

Así, después de los movimientos de independencia, los políticos en Estados como Santa Lucía, San Vicente, Trinidad y Tobago, Jamaica, Granada, Guyana y Barbados, proclamaron sin vacilación la soberanía y sus compromisos con la democracia. Tras emerger de siglos de dominación colonial no democrática, estos mismos líderes (negros, blancos, marrones y pieles rojas, máscaras blancas) asumieron abiertamente muchas de las prácticas sociales, económicas y políticas de sus amos coloniales en retirada.

Hoy día, la mayoría de los ciudadanos y políticos del Caribe olvidaron que su subordinación colonial no-democrática fue a manos de los principales defensores de la democracia, y proclaman, sin embargo, su apoyo a esta última. Esto se debe a que la contradicción fundamental, contenida en la noción de «democracia capitalista», se les escapó entonces, y sigue escapándoseles ahora.

Al refundir «soberanía» con «independencia», Oostindie y Klinkers nos dicen que «el nacionalismo emergente en las colonias del Caribe alimentó altas expectativas de autonomía, o de soberanía plena, e implicó el convencimiento de que la época colonial se había convertido en algo del pasado».6

Pero, ¿es el colonialismo en el Caribe en una cosa del pasado? ¡No!

En la región del Caribe todavía hay colonias activas, tales como Montserrat, Martinica, Guadalupe, Curazao, Bonaire, St. Maarten, las Islas Vírgenes británicas y estadounidenses de las Bermudas, Turks & Caicos, e incluso Puerto Rico. Esta situación presenta un dilema difícil para los regionalistas y nacionalistas. Al rechazar las afirmaciones de soberanía e independencia, las colonias anteriores con firmeza defienden su sostenido estatus colonial, ya sea total o parcialmente.

Geert Oostindie e Inge Klinkers utilizan el término «descolonización al revés» para describir a las presiones ejercidas por estas colonias en sus antiguas metrópolis para no cambiar su status quo colonial. En sus propias palabras, «el nivel de vida en el Caribe no soberano es significativamente mayor que aquel que se encuentra en los países independientes». Esto incluye el acceso a relativos mejores sistemas de salud, mejores salarios, mejores condiciones de trabajo, pensiones, etcétera.

La soberanía no es solo política

Entre muchos políticos del Caribe y comentaristas no especializados existe la tendencia a entender la «soberanía» casi exclusivamente desde la perspectiva de la política y la independencia política, mientras que mi enfoque intenta abarcar también su dimensión económica. Que la independencia permitiera a las antiguas colonias beneficiarse de elecciones locales, tener partidos políticos que eligiesen primeros ministros locales quienes designaban gabinetes y jueces locales, etc., es solo parte de la película. Lo anterior, en definitiva, no indica el fin del control neocolonial, o en este caso, el fin de la dependencia de las instrucciones externas para la conducción de asuntos internos.

De este modo, cincuenta años después de la independencia política en Barbados, Jamaica, Trinidad y Tobago, Granada y Guyana, las grandes decisiones judiciales todavía se refieren a la Reina, donde el Comité Judicial del Consejo Privado con sede en Inglaterra sigue siendo el más alto tribunal de apelación. Mientras la Corte Caribeña de Justicia (CCJ),7 acosada por toda clase de obstruccionismo político insular, todavía no está plenamente establecida como Tribunal Superior.

Y, ¿qué pasa con todas aquellas áreas en las que los países caribeños, ya sea de forma individual o como una comunidad integrada, no tienen control sobre sus propios recursos económicos, que permanecen en manos de las corporaciones multinacionales extranjeras que no responden a un electorado caribeño?

Como región, entonces, los países capitalistas dependientes del Caribe anglófono no pueden hacer una reclamación creíble o legítima de soberanía o independencia, ni, por supuesto, de democracia.

Esta acusación se relaciona con el hecho de que son sociedades capitalistas dependientes donde existen desigualdades sistémicas y estructurales junto con una cultura arraigada con profundidad de capitalismo «imperfecto» o democracia «liberal» —en definitiva, un oxímoron.

Ideología y democracia imperfecta

La noción de «acceso equitativo» a los recursos de la sociedad se presenta ideológicamente, a los caribeños, con el fin de decir que, en realidad, ellos son iguales en tanto seres humanos.

Esto es ideológico e ilusorio, pues la democracia entendida como un sistema electoral en el que se vota cada cuatro o cinco años no es la misma democracia que se refiere a una forma de vida, donde la desigualdad social extrema disminuye de forma sistemática. En una verdadera democracia los líderes elegidos son responsables directos ante el electorado y no solo ante aquellos de quienes han recibido enormes contribuciones para sus campañas. Una elección que se compra y que se paga por los ricos y poderosos, interesados en perpetuar su dominación de clase, no puede ser una elección democrática. Y en los países subdesarrollados, donde las clases imperialistas son conocidas por instalar, de manera rutinaria, dictadores amigos que sirven a sus intereses, la «democracia liberal» se presenta como contradictoria y como una farsa.

Sin embargo, de alguna manera en las mentes ciudadanas, esto no parece estar incorporado.

La historia está repleta de ejemplos donde la lógica de «una persona, un voto», o la llamada idea del gobierno de las mayorías, ha ido en contra de principios morales fundamentales. De hecho, hasta hace poco en la democrática Norteamérica, la mayoría consideraba que la esclavitud era una institución perfectamente aceptable, que las mujeres y los negros eran por naturaleza inferiores a los hombres y los blancos, y que los pueblos indígenas eran unos salvajes que debían ser exterminados. Recuerdo una confesión de Dick Cheney, cuando parecía que la mayoría chiita (Shiite) musulmana podíaganar la elección democrática en Irak: «la democracia no siempre produce o garantiza los mejores resultados, o aquellos que preferimos».

Regresando al Caribe anglófono, el sistema político democrático se presenta como una competencia libre entre iguales, donde la igualdad se mide por el criterio de una sola persona, un voto. El sistema económico, sin embargo, es lo contrario. Se basa en la competencia desigual y en la desigualdad en la propiedad y el acceso a los recursos materiales. Irónicamente, la resbaladiza promesa de igualdad, contenida en la idea de «una sola persona, un voto», contrasta con la desigualdad económica que se celebra y aplaude por todas esas voces caribeñas que cantan alabanzas a una competitiva sociedad de mercado.

Para inpugnar los seis mitos de la igualdad democrática

Esta ideología enmascara varios hechos que necesitan ser atendidos.

 

Primero, las Constituciones de los países caribeños anglófonos no contemplan que las instituciones económicas más importantes se sometan al control de la mayoría popular ciudadana.

Segundo, como esas instituciones económicas influyen en todos los aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos, y porque los gobiernos dependen de ellas vía impuestos y creación de empleo, etc., son capaces de imponer condiciones al gobierno de manera que se vuelven independientes de la gestión gubernamental.

Por tanto, sostengo que, en los Estados liberales democráticos, ¡los gobiernos no gobiernan!

Tercero, son los accionistas privados no electos junto a los consejos de administración de las grandes corporaciones, quienes tienen la voz principal en la gestión económica y dirección de la sociedad.

Incluso las legislaciones promulgadas relativas a nivel de salario mínimo, normas de contaminación, exenciones fiscales, tasas de interés e incentivos a la inversión, etc., deben estar en consonancia con los deseos de los actores económicos poderosos.

Cuarto, la economía es de propiedad privada y los propietarios privados pueden hacer con ella lo que les plazca.

Esto no encaja con la ficción comúnmente célebre de las sociedades democráticas en las que el acceso a los frutos sociales resulta disponible por igual para todos los ciudadanos.

Quinto, el mismo personal que conforma el gobierno y ocupa puestos claves en el Estado (ministros, viceministros, altos funcionarios, embajadores, jueces, jefes de policía, generales del ejército, etc.) no son elegidos democráticamente.

El Primer Ministro es propuesto por los miembros de su propio partido, y después de la elección, es el Primer Ministro quien designa al Consejo de Ministros, embajadores, asesores, etcétera.

Los miembros del gobierno, por tanto, no son seleccionados por la población, tal y como el mito de la democracia capitalista nos hace creer.

Sexto, los costos necesarios para sufragar una campaña electoral están por encima de las posibilidades financieras de la mayoría de los ciudadanos. Los políticos exitosos, o bien tienen una gran cantidad de fortuna personal o pueden atraer atractivas contribuciones para su campaña de corporaciones y empresas foráneas, ¡en cuyos intereses se espera que actúen una vez elegidos!

 

También se da el caso de que los políticos elegidos provienen de las filas de los ricos y de los sectores corporativos, y regresan allí después de haber ejercido sus cargos políticos.

Estos hechos no son enfatizados por quienes pregonan la superioridadmoral política de la democracia liberal, donde se asume la igualdad deoportunidades para neutralizar o minimizar las peores consecuencias de las desigualdades heredadas del pasado.

La libertad se presume que sea distribuida con igualdad en la sociedad, el materialismo hace que se produzca lo mejor para todos, y el interés propio se presenta como el motornaturalo fuerza que motiva a los seres humanos a actuar económicamente.

Sobre estas bases del ciudadano caribeño medio, formado bajo la influencia de los medios de comunicación, las instituciones religiosas predominantes, los sistemas escolares y universitarios, y estrechos discursos políticos, se puede esperar que apruebe las estructuras vigentes, desiguales y antidemocráticas desde el punto de vista social, económico y político. En el proceso, el ciudadano medio no suele asociar o vincular capitalismo y desigualdad estructurada (pobreza).

Los líderes son, por tanto, capaces de preservar su propia legitimidad comerciando con las emociones y los sentimientos de sus ideologías dominantes y aseguran la lealtad continuada, incluso de aquellos que sufren las mayores desigualdades en el sistema.

Aquellos que son menos iguales, los pobres, los sin techo, y los analfabetos, son los culpables de sus propias condiciones como seres perezosos, desmotivados, y de no estar dispuestos a hacer un esfuerzo para mejorar su situación. O, a veces, se dice que son, simplemente, «desafortunados».

La manipulación ideológica de creencias como la libertad individual, por consiguiente, no puede ser ignorada en los intentos de explicar el orden y control social en cualquier sociedad (hegemonía).

Explicación de los detalles

Alex Dupuy señala que, debido a que las economías caribeñas están dominadas por el capital extranjero, aun si sus líderes tuvieran una vocación nacionalista y regionalista, no hay mucho espacio para los actores económicos locales para determinar la forma y el contenido de los programas de desarrollo económico. Como consecuencia, los capitalistas caribeños han desempeñado, tradicionalmente, el papel de los «socios menores» del capital internacional y ni siquiera son capaces de determinar el uso más propicio de sus recursos naturales.

Dado que el control económico queda fuera de su alcance, las contiendas políticas por el control del Estado es el espacio de la mayoría de las disputas y luchas por el poder entre los pueblos caribeños y sus dirigentes. Es a través del Estado y la dominación política que se presentan las posibilidades para el ascenso social, la ampliación, el soborno y la corrupción.

Añádase a esto el rol instrumental de los medios de comunicación locales, quienes no están muy pulidos en su profesión, son altamente dependientes de fuentes externas en sus noticias y programación y se dedican, cada vez más, al reporte de escándalos políticos locales, chismes sociales y noticias de la farándula.

El análisis político serio y la crítica están silenciados, y esto conduce a una creciente sensación de cinismo y derrotismo en el conjunto de la población. A menudo se dice que las elecciones han sido manipuladas, muchos dirigentes políticos y agentes del orden son conocidos por ser corruptos, a lo que se añade la molesta cuestión de un sistema educativo en plena crisis.

No se puede construir una democracia «viable» o un Estado soberano sobre estas bases. Y por estas razones argumento que la «verdadera» democracia y el capitalismo son incompatibles, mientras que la insignificancia militar de Estados caribeños hace que cualquier conversación sobre la «genuina» soberanía carezca de sentido. Por supuesto, esto suprime las definiciones de democracia y soberanía, así como la especificación de lo que entiendo por «viable», «verdadero» y «genuino».

Definición de democracia

Como definición de ‘Estado democrático’ propongo que sea aquel Estado que busque internamente promover la conciencia cívica a través de la educación y la implementación de políticas relacionadas con temas tales como servicios de salud asequibles, vivienda y empleo, que tenga por objeto promover y proteger el bienestar de todos o, por lo menos, de la mayoría de sus ciudadanos. Y en la medida en que sea soberano, ese Estado o país también será libre de aplicar una política exterior dirigida a la defensa del territorio nacional, a la vez de salvaguardar la independencia de su integridad nacional en los foros internacionales.

¿Pueden los países del Caribe pasar esta prueba de democracia/soberanía?

Una sociedad democrática y un Estado soberano crearán las condiciones bajo las cuales la dignidad humana y oportunidades de vida, especialmente para los más débiles y menos capaces, sean reforzadas. Tal sociedad implementará medidas para que las voces de la gente, sobre todo de los marginados, sean escuchadas y tomadas en cuenta con seriedad.

La verdadera soberanía y la democracia tienen que ver con el equilibrio entre los intereses de la comunidad y los individuales, y en aquellos casos en que exista conflicto debe alinearse con los intereses de la comunidad; de manera que se dé cabida a la mayor cantidad de voces populares, tanto como sea posible.

Una vez más, ¿cómo se colocan los países del Caribe a la altura de esta definición?

Dado que el acceso a una educación «gratuita» y servicios de salud asequibles, a la construcción de redes de capital social y la posibilidad de prosperidad desde ellas, a comunidades seguras, no está a disposición de la mayoría de los pueblos caribeños de manera uniforme, sus reclamamos por vivir en una sociedad democrática aún son débiles.

Las sociedades caribeñas exhiben profundas diferencias por motivos de pertenencia a clases, razas y sexos, por lo que la capacidad de aprovechar las ventajas de las políticas de igualdad de oportunidades está condicionada por tales diferenciaciones.

Democracia y socialismo cubano

La crítica antes formulada a la democracia capitalista a menudo provoca una respuesta estandarizada, ideológicamente defensiva por parte de mis críticos conservadores. Mi acusación de que el capitalismo es solo en lo superficial democrático lleva a la pregunta: ¿es el socialismo una opción mejor? Esta es una pregunta que se adhiere a la lógica de que «dos males hacen un bien»;8si el socialismo también prueba ser defectuoso, entonces los defectos del capitalismo no solo son justificados, sino que incluso pueden resultar preferibles a aquellos del socialismo.

Quiero vincular esta observación a la discusión sobre la soberanía y hacer referencia a la Cuba socialista, la que he sugerido como un ejemplo de país soberano. Me pregunto si alguno de los llamados independientes, soberanos y democráticos países de habla inglesa puede vanagloriarse de su independencia y autonomía de la manera en que Cuba lo puede hacer.

Si bien el pueblo cubano no vota directamente por el líder del país, sus realidades políticas definitivamente les provee con las oportunidades de votar en un amplio número de otros asuntos que afectan sus vidas cotidianas. Sin embargo, cada vez que pongo el caso de Cuba como un ejemplo de una sociedad democrática, mis críticos conservadores lanzan preguntas como: «¿quién votó a favor de Fidel o Raúl o Ricardo Alarcón o José Machado Ventura? ¿Qué pasa con el tratamiento de los negros en Cuba?»

Sobre la cuestión de la votación. Recordando mi referencia anterior a Dick Cheney, solo necesito señalar que los alemanes votaron por Hitler, los ingleses por Churchill, Thatcher y Blair, y los estadounidenses por Nixon, Reagan, Bush padre y Bush hijo. ¿A cuántos seres humanos inocentes asesinaron estos ocho líderes elegidos democráticamente?

Sobre la cuestión del racismo. En una de mis conferencias públicas en abril de 2011 (en la UWI, Cave Hill, Barbados), varios críticos conservadores desafiaron mi defensa a la democracia cubana basados en algún incidente personal que habían presenciado o en anécdotas que habían oído, y me exigieron que denunciara públicamente el racismo de la Revolución.

Al día siguiente fui a dar mi clase y con mis alumnos analicé la respuesta en el contexto de mi prolongada estancia en Barbados, donde asistí a pequeños mítines y reuniones que trataban sobre el racismo entre blancos y negros en Barbados, y el racismo de los negros Bajan9 hacia los indoguyaneses, junto con el sexismo de las mujeres Bajan hacia las mujeres indoguyanesas, etc. Raras veces vi a cualquiera de mis críticos preocupados con la discriminación racial allí, y llegué a la conclusión de que para ellos el racismo en Barbados no era un problema real o serio. Y mientras ellos esgrimen que el racismo en Cuba invalida los argumentos de la democracia socialista, el racismo en Barbados no parece molestarles o invalidar los argumentos de vivir en una sociedad democrática. Asumí el asunto como un momento de aprendizaje y avanzamos, entendiendo que los insultos y las acusaciones no sustituyen el análisis y la comprensión.

Mi sugerencia a los críticos es que comparen la Cuba capitalista (antes de 1959) con la Cuba socialista (después de 1959), y determinen si merece la pena defender a la Cuba socialista. Esta comparación mostrará evidencia indiscutible de que en una sociedad soberana —tema que nos ocupa— el bienestar y las oportunidades para la vida de los ciudadanos comunes en la Cuba socialista son mucho mayores de las que tenían bajo el régimen capitalista dependiente.

Los cubanos no poseen tarjetas de crédito, pero no tienen deudas personales.

Claro que no son materialmente acomodados, y no tienen la posibilidad de comprar televisores de pantalla grande o autos todoterrenos, o ir a Disney World, pero las distancias extremas entre ricos y pobres que se ven en Haití, Guyana, Jamaica, Trinidad y Tobago, etc., no son evidentes en Cuba, y las oportunidades para disfrutar de educación, atención médica y dental, vivienda, aunque modestas, no se le niegan a nadie.

Dado que ninguna de nuestras sociedades es perfecta, ¿por qué mis críticos justifican tan fácilmente el racismo, el sexismo y la pobreza en el Caribe anglófono y, sin embargo, están tan deseosos de alborotar al máximo cuando se trata de Cuba, una sociedad que ha actuado de manera más decisiva para reducir al mínimo las consecuencias de la «raza» y otras formas de desigualdad social estructurada que cualquier otro país del Caribe anglófono? ¿Por qué a Cuba, a pesar de su clara historia de defensa de la causa de los más débiles y los más vulnerables de su sociedad, se le aplica un estándar más alto que a los países del Caribe anglófono?

Ya se esté o no de acuerdo con ella, la Cuba socialista ha actuado como un país soberano, tanto en su política interior como en su exterior. Aun cuando Cuba era dependiente de la generosidad de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), su gobierno, libre de coerción externa, hizo lo que consideró más conveniente de acuerdo con los intereses de la mayoría de su población. No se rindió a los deseos de las corporaciones multinacionales, sino que nacionalizó las empresas extranjeras, confiscó los bienes de los contrarrevolucionarios enemigos de la Revolución, expulsó a la mafia italoamericana del país, cerró los casinos y casas de juego, desafió a los Estados Unidos en las Naciones Unidas, apoyó la liberación de Angola del colonialismo portugués y desempeñó un papel decisivo en el fin del apartheid en Sudáfrica.

¿Cuál fue la respuesta de los países anglófonos en la región del Caribe a estas demostraciones de soberanía de Cuba?

Fue en gran parte una respuesta no soberana y en su mayor parte por completo orquestada a partir de los intereses de los Estados Unidos mediante la intimidación militar y la extorsión económica. La mayoría de los gobiernos del Caribe se opusieron públicamente a la lucha de Cuba por su soberanía, revelando con esta acción su propia falta de soberanía y de independencia en sus acciones.

Errol Barrow, primer ministro de Barbados se ofreció a ayudar, pero fue silenciado muy pronto; el primer ministro de Guyana, Forbes Burnham dio un paso, pero solo fue un gesto reactivo y no como parte de una acción dinámica, de principios. Y a lo largo de la Crisis de Octubre de 1962, aunque económica y militarmente dependiente de la URSS, Cuba nunca entregó su soberanía.

No fue la falta de soberanía de Cuba lo que la llevó a aceptar la oferta de los soviéticos para colocar misiles en su territorio. Por el contrario, Cuba aceptó la oferta de acuerdo a sus intereses de seguridad nacional para evitar otra invasión de los Estados Unidos. Por eso, cuando Vladimir Jruschov aceptó retirar los misiles sin el consentimiento del Gobierno cubano, Fidel Castro se sintió traicionado y criticó de forma abierta a la Unión Soviética por haber capitulado ante los estadounidenses. Así, aunque dependientes económicamente de la URSS en aquel momento, la dirigencia cubana nunca comprometió la soberanía del país.

Soberanía, democracia y globalización

Podemos comparar a los ciudadanos de la Cuba socialista con aquellos de las naciones capitalistas dependientes de Guyana, Jamaica, Haití, Nicaragua, El Salvador, etc., y determinar que sus preocupaciones fundamentales giran en torno de:

 

• los niveles de educación y alfabetización nacional;

• nutrición, las relaciones médico-paciente, longevidad, mortalidad infantil, camas de hospital per capita, el acceso a la atención médica y odontológica gratuita;

• la cultura, el deporte y la recreación, los descubrimientos científicos;

• el acceso a la vivienda, el bienestar, la dignidad humana, etcétera.

 

La ausencia de las libertades democráticas entre la mayoría de los ciudadanos de los países mencionados con anterioridad no se percibe o se discute como una característica estructural del capitalismo dependiente; sin embargo, cualquier evidencia de miseria, pobreza, desigualdad de género o étnica en Cuba es inmediatamente atribuida al fracaso del socialismo.

Para ver un ejemplo ilustrativo de la falta de soberanía y la independencia los remito a la Granada de 1983 y los temores de la sovietización y la cubanización que motivaron la decisión de los Estados Unidos de invadir ese país soberano. Después que los Estados Unidos tomaron la decisión de invadir, «persuadieron» a los gobiernos de Dominica, Jamaica y Barbados de «invitarlos» —decisión que mostró en sí el grado de soberanía de estos Estados, o falta de ella. Trinidad y Tobago, por su parte, decidió oponerse a la invasión, la que fue condenada por la Asamblea General de la ONU (Organización de Naciones Unidas) como «una violación flagrante del derecho internacional». La votación para condenar la ilegal invasión fue aprobada por un amplio margen de 108/9, y entre los 9 que se opusieron a la resolución estaban los soberanos Estados de Dominica, Jamaica, Barbados, Antigua y Barbuda, Santa Lucía, San Vicente y las Granadinas, y Granada.

Un último ejemplo de la soberanía anémica del Caribe se puede ver en el derrocamiento ilegal del presidente Jean Bertrand Aristide de Haití en febrero de 2004. En el momento de su derrocamiento, Haití era miembro de la Comunidad del Caribe (Caricom),10 y la oposición de los «soberanos» Estados miembros de Caricom a las acciones ilegales de los Estados Unidos no llegó a ninguna parte.

Los ejemplos anteriores demuestran, tal y como he estado arguyendo todo el tiempo, que la soberanía sin poder militar es más mito que realidad.

Todos sabemos lo que pasaría si las grandes masas en los países del Caribe anglófono propusieran alternativas políticas a la democracia liberal o si trataran de oponerse a: 1) el capitalismo dependiente como un sistema económico y 2) la interferencia de los Estados Unidos en sus países. El poder sin igual de los principales organismos internacionales de crédito, y la disposición de los decisores de ejercer dicho poder, son elementos suficientes para exponer la superficialidad de la mayoría de los reclamos de soberanía de estos países.

En la era del capitalismo global es evidente que las economías capitalistas dependientes del Caribe no son realmente «libres» para explotar y desarrollar sus recursos nacionales en consonancia con los intereses de la mayoría de sus ciudadanos. Lo cierto es que la diversificación económica no ha reducido la dependencia económica. La mayoría hemos pasado de ser economías agroexportadoras a economías impulsadas por el turismo y dependientes de las remesas. Hablando de turismo, George Lamming se lamentó de que «la fuente de nuestra mayor humillación es, a la vez, la fuente de nuestra mayor esperanza económica».

En la medida en que la globalización, en el Caribe y en otras partes, cree talleres clandestinos, instituya una pobreza que no existía antes, desplace a todo tipo de agricultores, altere las formas tradicionales de vida y a las familias que las siguieron, no puede ser vista como una panacea para solucionar los problemas de dependencia y el subdesarrollo. Añádase que la globalización también engendra cientos de miles de refugiados económicos, vuelve obsoletos muchos puestos de trabajo cualificados, y afecta negativamente a las personas en los más lejanos rincones del mundo.

En resumen, ¿es la globalización la causa de la pobreza en el mundo y sus males asociados, o es la solución a esos problemas?

Conclusión: ideología y control social

En síntesis, las comprensiones hegemónicas de «soberanía» y «democracia» en las sociedades caribeñas nos dicen que la pobreza, la indigencia, el analfabetismo, el desempleo, etc., pueden coexistir cómodamente junto a los clamores de vivir en una sociedad libre, igualitaria y democrática.

Para entender esta contradicción, trato de problematizar la afirmación popular sobre la existencia de una larga tradición de la democracia en el Caribe anglófono.