El libro blanco del psicoanálisis - Varios autores - E-Book

El libro blanco del psicoanálisis E-Book

Varios autores

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He aquí reunidas una serie de ponencias del Foro Psi de Barcelona de 2004, cuya percepción de la función y los problemas del psicoanálisis en las instituciones de salud mental españolas conserva plena actualidad. Este Libro blanco del psicoanálisis recoge una serie de documentos relacionados con el reciente debate sobre la regulación del mundo «psi». La chispa que lo inició vino de Francia, con la aprobación por parte de la Asamblea  -en octubre de 2003 - de una enmienda conocida hoy como la Enmienda Accoyer, que se demostró como el cabo de un hilo que llevó a una madeja de nudos nada simples de desanudar. Detrás de esa enmienda se perfilaba una estrategia de evaluación de las prácticas psicoterapéuticas a nivel europeo, pero importadas en realidad de una ideología higienista transatlántica (del Quebec para ser más precisos), con una apariencia de cientificidad que se postula de forma tan evidente y transparente en su forma como opaca y anónima en su finalidad. La carta de Jacques-Alain Miller, publicada el 29 de ese mismo mes en Le Monde, «De la utilidad social de la escucha», y que incluimos como documento al final de este volumen, significó el origen de un movimiento de respuesta y de debate que se continúa hoy tanto en Europa como en otros países transatlánticos donde el psicoanálisis de orientación lacaniana tiene extensión y posición firme. Siguieron después varios Forums des Psy, que tuvieron su eco en España con la organización del Foro Psi de Barcelona, en febrero de 2004. El lector encontrará en este volumen varias de las intervenciones allí realizadas que siguen teniendo toda su actualidad.

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© ELP-Escuela Lacaniana de Psicoanálisis, 2006.

© de esta edición digital: RBA Libros, S.A., 2018. Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

www.rbalibros.com

REF.: GEBO514

ISBN: 9788424938277

Composición digital: Newcomlab, S.L.L.

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.

Índice

PREFACIO

I. EL SISTEMA «PSI»

LAS BUENAS NOTICIAS DEL PROGRESO

EL SISTEMA «PSI» Y SU VACÍO

ESA METÁFORA MARAVILLOSA

LA CADENA PSICOTERAPÉUTICA

LA SALUD MENTAL Y EL DERECHO A LA TRANSFERENCIA

NUEVO RÉGIMEN DEL CAMPO «PSI»

II. LA IDEOLOGÍA DE LA EVALUACIÓN

EL GRAN SECRETO DE LA IDEOLOGÍA DE LA EVALUACIÓN

IMPERIO DEL NÚMERO Y PULSIÓN DE MUERTE

EL AGUJERO DE LA EVALUACIÓN

LA PUERTA DE COMARES

III. LA POLÍTICA «PSI»

LA POLÍTICA NO ES ALGO AJENO AL MUNDO «PSI»

EUROPSY

EL ESTADO «PSI»

NOTAS SOBRE LA ACTUALIDAD DEL PSICOANÁLISIS

IV. LOS «PSI» EN EL ESTADO ESPAÑOL

LA REGULACIÓN DEL ÁMBITO «PSI» EN ESPAÑA

SOBRE LA REGULACIÓN DE LAS PRÁCTICAS «PSI» EN ESPAÑA

CONFIGURACIÓN DEL CAMPO «PSI» EN ANDALUCÍA

SITUACIÓN DEL CAMPO «PSI» EN ARAGÓN

UN CAMBIO DE CULTURA PROGRESIVO

LOS ESPIGADORES DE LA PALABRA

EL PANORAMA «PSI» EN MADRID

EL AUTORITARISMO INCORPÓREO

EL PANORAMA «PSI» EN VALENCIA

BIG BROTHER CONTRA EL VELO DEL PUDOR

LOS NUEVOS APESTADOS

V. LOS CENTROS DE PSICOANÁLISIS APLICADO

CENTRO PSICOANALÍTICO DE CONSULTAS Y TRATAMIENTO DE BARCELONA

LA CLÍNICA DEL CAMPO FREUDIANO EN LA CORUÑA: HISTORIA, FUNDAMENTOS, FUNCIONAMIENTO Y FUTURO

LA RED ASISTENCIAL DE LA ELP EN MADRID

VI. DOCUMENTOS

DE LA UTILIDAD SOCIAL DE LA ESCUCHA

POR UNA CARTA DEL PSICOANÁLISIS

PARA UNA COORDINACIÓN «PSI»

NOTAS

PREFACIO*

MIQUEL BASSOLS

Este libro es el resultado de un despertar y de un contraataque. El despertar es el de los propios psicoanalistas, a veces demasiado enfrascados en la organización interna de sus instituciones, en las formas de transmisión de su experiencia y de su discurso, siempre tan particular como el sujeto que tratan, ya sea en la privacidad de su consultorio o en los servicios de salud mental. Es un despertar provocado esta vez desde algo que parecía exterior a su dominio y a su experiencia: desde la política y desde una voluntad de regulación de las prácticas «psi» que supone una homogeneización del campo, tan variado como indefinible desde el exterior, que recubren. Porque, en efecto, ¿qué define y cómo se evalúa hoy una práctica «psi»? La pregunta ha hecho despertar a los propios psicoanalistas cuya práctica ha sido definida, por otra parte, como «la madre de todas las psicoterapias». Y no porque sea una pregunta que no esté en el centro de su experiencia diaria. El psicoanálisis no ha hecho otra cosa desde su nacimiento que practicar una suerte de evaluación continuada en la discusión de caso por caso. Desde la enseñanza de Jacques Lacan, la pregunta «¿qué es un psicoanalista?» está en el centro de su Escuela y de los diversos dispositivos de formación y de control de la práctica analítica. No, no es la novedad de la pregunta lo que ha hecho despertar a los psicoanalistas sino la voluntad expresa de imponer una forma normativa y cuantificadora de evaluación que repugna a lo más intrínseco de su experiencia.

Es que además la pregunta no ha venido sola. Ha venido acompañada de un ataque contra el psicoanálisis en su conjunto, con argumentos tan antiguos como su propia práctica, pero en algunos casos con una ferocidad y una voluntad de aniquilación tales que lo repetido de los argumentos no puede explicar esa misma voluntad de desaparición. El contraataque sirve aquí como exposición de principios, de afirmación de existencia irreductible, más que como defensa. El psicoanálisis debería saber, desde Jacques Lacan, que en este combate su éxito completo equivale a su desaparición, que conviene mantener entonces la condición de síntoma del propio psicoanalista, de signo de lo que nunca anda bien, para que su disciplina y su ética no sean olvidadas.

Entonces, bienvenido el ataque.

La chispa que abrió el fuego vino del país vecino, de un episodio que parecía menor para la Asamblea que aprobó en Francia —era en octubre de 2003— una enmienda conocida hoy como «la enmienda Accoyer» y que se demostró como el cabo de un hilo que llevó a una madeja de nudos nada simples de desanudar. Detrás de esa enmienda se perfilaba una estrategia de evaluación de las prácticas psicoterapéuticas a nivel europeo, pero importadas en realidad de una ideología higienista transatlántica (de Quebec para ser más precisos), con una apariencia de cientificidad que se postula de forma tan evidente y transparente en su forma como opaca y anónima en su finalidad. La carta de Jacques-Alain Miller, publicada el 29 de ese mismo mes en Le Monde, «De la utilidad social de la escucha», y que incluimos como documento al final de este volumen, significó el origen de un movimiento de respuesta y de debate que se continúa hoy tanto en Europa como en otros países transatlánticos donde el psicoanálisis de orientación lacaniana tiene extensión y posición firme. Siguieron después varios Forums des Psy, que tuvieron su eco en España con la organización del Foro Psi de Barcelona, en febrero de 2004. El lector encontrará en este volumen varias de las intervenciones allí realizadas que siguen teniendo toda su actualidad en el debate sobre la regulación del mundo «psi».

La publicación de este Libro blanco, proyectada ya con este título a partir de la celebración de aquel Foro Psi, se ha visto hoy más acertada todavía después de la publicación a finales de 2005 de un Libro negro que, también desde el país vecino, ha querido verter un lodo sobre el psicoanálisis difícil de imaginar en un verdadero debate científico. El anuncio de su traducción en España justifica más si cabe el tono de contraataque anticipado que el lector encontrará en estas páginas.

El primer apartado —El sistema «psi»— sitúa las contingencias en las que se ha configurado el campo llamado «psi», sus prácticas y sus discursos, así como el lugar, interior y exterior a la vez, que el psicoanálisis tiene en él. El título del texto de Jacques-Alain Miller que lo abre, «Las buenas noticias del progreso», indica ya la ironía necesaria con la que el psicoanálisis de orientación lacaniana responde a las promesas de felicidad que inundan hoy el mercado de las prácticas «psi».

El segundo apartado —La ideología de la evaluación—, analiza el trasfondo del furor evaluador que el mundo «psi» recibe hoy para justificar su entrada en el cientifismo moderno. El lector verá por qué el psicoanálisis tiene hoy más razones todavía para interrogar a la ciencia desde su centro mismo, por qué su experiencia sigue significando el retorno del sujeto en su seno, sin ceder ni un palmo a lo que se nos vende bajo el nombre de ciencia como un mero uso de la cuantificación y de la estadística.

El tercer apartado —Política «psi»—, da algunas razones para entender por qué la práctica clínica supone siempre una política, por qué la historia de la clínica es inseparable de la política, por qué Jacques Lacan definió al psicoanálisis como una política del síntoma, política de la que debían depender su estrategia y su táctica.

El cuarto apartado —Los «psi» en el Estado español—, dará al lector una visión, no exhaustiva pero sí muy indicativa, de la situación del campo psi en distintas ciudades y comunidades autónomas, con sus coyunturas a veces particulares en las que la práctica de los psicoanalistas de orientación lacaniana tienen lugar.

El quinto apartado —Los Centros de Psicoanálisis Aplicado—, exponen la experiencia en marcha de los Centros de consulta y tratamiento psicoanalítico creados y proyectados por la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis en varias ciudades de España. En el momento de escribir este prefacio, estos Centros han establecido un convenio de colaboración y financiación con la Secretaria de Estado, siendo declarados de interés público.

Finalmente, el sexto apartado incluye tres documentos de especial interés, dos de Jacques-Alain Miller y otro de Bernard-Henri Lévy dirigido a los psicoanalistas, para quien quiera seguir el debate que se desarrolla a nivel europeo y que implica al discurso del psicoanalista en aquello que parecía, según decíamos al principio, como algo exterior, el campo de la política, y que se revela entonces como el más interior al campo en el que se desarrolla su práctica.

No hay, en efecto, clínica sin política. Las páginas que siguen dejan al lector la tarea de interpretar esta afirmación que el psicoanálisis hace hoy presente en el mundo «psi».

I

EL SISTEMA «PSI»

LAS BUENAS NOTICIAS DEL PROGRESO*1

JACQUES-ALAIN MILLER

OPTIMISMO

Me ha sorprendido, y ha contribuido a mi optimismo, escuchar en un debate del Senado a un senador que reprochaba su higienismo al Ministro de Sanidad, y al Ministro, lejos de asumir lo que es evidentemente su práctica higienista, defenderse. Subsiste una gran distancia entre estos fantasmas autoritarios por un lado y lo que es común por otro2.

Es cierto que una elite administrativa determinada llega a instalar procedimientos en contra del gusto común. Pero el mero hecho de enunciarlo, de entristecer a toda la asistencia, es al mismo tiempo potencialmente el resorte de un rechazo.

EL RETORNO DEL SUEÑO DE HARTMANN

Tomar en cuenta un nuevo objeto, el cerebro, autoriza, no a eliminar al psicoanálisis —lo que es un movimiento ya antiguo—, sino por el contrario a reformularlo en términos de procesos que son experimentalmente localizables. El periodista que lleva la sección de «Ciencias» de Le Monde dramatiza cada tanto este tipo de buenas noticias. No se trata en absoluto de rechazar al psicoanálisis. Es explicar que lo que Freud había abordado de una manera intuitiva y sin los métodos de la imaginería moderna puede encontrar ahora un fundamento científico. El inconsciente se convierte en un tipo especial de proceso cognitivo, y entonces tanto el desconocimiento como la represión son susceptibles de ser localizados de manera objetiva. Es una operación que ya estaba en marcha pero hay una intensificación de la potencia de esta retranscripción neurocientífica del psicoanálisis.

En otra vertiente, se observa asimismo una retranscripción comportamentalista del psicoanálisis. Esta psicología científica tiene un concepto fuerte de la causalidad psíquica en términos de condicionamiento, en términos neopavlovianos. Considera al sujeto no como un efecto del significante, un efecto del contexto, sino como un efecto del ambiente, un efecto del los acontecimientos que se han producido. Este sujeto efecto del acontecimiento es finalmente el viejo sujeto empirista, el sujeto de la tabula rasa de John Locke: el sujeto no es nada al principio, es una pura superficie de inscripción. Es lo que debe ser modulado por la inscripción biológica. En general, son invariantes que deben considerarse como biológicas. En su modelo puro, lo psicológico es un efecto de lo social, considerado como el ambiente.

Lo que produce la enfermedad mental es que el circuito estímulo/respuesta se encuentra inhibido y se trata de desinhibirlo. La cura analítica misma puede entonces transcribirse como una experiencia de descondicionamiento.

Estamos en un estadio mucho más sutil que el de poner al psicoanálisis fuera de juego. Veremos nacer, esbozarse, un psicoanálisis cognitivo-comportamentalista. Es un falso psicoanálisis, por supuesto, pero que aplica a los conceptos fundamentales del psicoanálisis nociones psicológicas. Aquel viejo sueño de Hartmann, antaño criticado por Lacan, el de la reabsorción del psicoanálisis en la psicología general —ese ideal que hacía reír en el momento en el que se desmoronaba la ego-psychology—, pues bien, no ha quedado abandonado y vuelve medio siglo después, apoyado en el lenguaje de las neurociencias y en el vocabulario cognitivo-comportamentalista.

VICTORIAS

Sloterdijk señala que las buenas noticias del progreso son emblemáticas de la época. Somos informados periódicamente de que una vez más ha sido franqueada una nueva frontera. Estas buenas noticias consisten en lo siguiente: el saber se muestra con la capacidad de dominar lo que antes se le escapaba. Estos progresos se sitúan todos en el eje S2 → a. De aquí brotan y se expanden las buenas noticias. El significante le cuenta a la humanidad su progreso y su plus-de-gozar no deja de vencer. Al mismo tiempo éste se convierte en algo cada vez más inquietante. Constatamos cómo se acumula en los bolsillos, cómo da lugar a descontentos específicos, a revueltas extrañas o a crímenes monstruosos, al mismo tiempo que siguen las buenas noticias. La conexión entre el continuo raudal de buenas y de malas noticias no se hace en ningún momento.

Eric Laurent se ha apoyado en el matema lacaniano S(A), lo no calculable esencial, para justificar la democracia: «Si hay algo que no es calculable, entonces hay que negociar, hay que hablar juntos». Hace tiempo habíamos tomado esto de una manera más irónica. Habíamos deducido del Otro que no existe la proliferación de los comités de ética, que deben discutir sobre los valores ya que no hay valores absolutos. Tomábamos este reverso como el del Otro que no existe en vez de hacernos los defensores por nuestra parte de la cháchara democrática. Añadiendo al mismo tiempo que es el peor sistema con exclusión de todos los demás, cláusula que viene regularmente a colación, pero tal vez con menos fe en la democracia que la de un economista como el Sr. Fitoussi, cuya última obra3 está habitada por el sueño de una democracia que llegaría a dominar al mercado, o que sería la tirita de la paradoja del mercado. Cosa que también parece una buena noticia falaz.

UN INDIVIDUALISMO ANÓMICO

Eric Laurent ha citado las palabras de Emerson, que alguien como Richard Rorty reivindica todavía como su maestro, a la manera de un pragmatista anarquizante. Emerson formula el imperativo no simplemente de «pensar por sí mismo», que es el imperativo kantiano, sino «pensar diferenciándote de cualquier otro», «pensar lo que te es propio». La crítica subyacente de Nietzsche se ha convertido en la regla del conformismo contemporáneo, es decir, todo el mundo está invitado a ser original. La fórmula de este individualismo es sensiblemente diferente del que Lacan podía llamar, hace tiempo, el individualismo humanista. Tenemos ahora un individualismo anómico, pero que es al mismo tiempo una fórmula de reivindicación contemporánea de libertad: «Mi cuerpo es mío, mis ideas son mías, mi ropa es mía». Opone en efecto a la afirmación de la gran individualidad el verdadero no conformismo de alguna manera obligatorio. El no conformismo de la gran individualidad que no se define por el narcisismo.

Hay en efecto una oposición entre Nietzsche y Emerson. La originalidad de Nietzsche es perfectamente compatible y al mismo tiempo se sostiene en la admiración de los clásicos, por ejemplo. Ponía por encima de los románticos y de su búsqueda de la originalidad una originalidad ya emersoniana, narcisista, la originalidad superior del clásico que no tiene necesidad de buscar la originalidad por sí misma.

METALENGUAJE UNIVERSAL

Ampliando el panorama que al principio estaba concentrado en una persona, en un diputado de la Asamblea, hemos descubierto progresivamente un continente. Hemos llegado a reformular un fenómeno de la civilización y tenemos que comprender este fenómeno para saber cómo guiarnos en él, cómo conducirnos.

El imperativo de la evaluación se presenta y con frecuencia se recibe como evidente. Es algo que me ha sorprendido. Hay una evidencia de la evaluación de la que hay que encontrar las raíces. ¿Cuál es este imperativo? Podría ser un imperativo epistémico y axiológico, que concierne a los valores en el sentido moral, espiritual, pero es un imperativo que es epistémico y económico. Hay que saber cuánto vale esto. Lo que resulta bastante conmovedor, cuando abrimos ahora los tratados de psiquiatría contemporáneos —ya sea el tratado de psiquiatría bio o psicosocial o el manual de psiquiatría del año 2000 aparecido recientemente—, es que la economía de la salud entra de lleno en la teoría psiquiátrica misma, y hace surgir el uno por uno de la clínica como algo demasiado costoso. No he verificado en mi viejo manual de psiquiatría de Henri Ey4 si existe un capítulo —pero no lo creo— de economía de la salud mental en el sentido de la racionalización de los costes y de los beneficios en salud mental.

Hemos creído y hablado durante mucho tiempo de la psiquiatría que se organizaba entorno a los efectos del medicamento, pero estamos ahora ante una psiquiatría cuya clínica se organiza en función de los costes financieros. Es una novedad. La codificación no está reservada simplemente a un tipo de psicoterapia, la codificación está ahora para reducir al mínimo el tiempo empleado. Es la entrada del cálculo económico que le dice a la clínica, como Tartufo: «Te toca a ti salir del paso». El aplomo con el que se formula es sobrecogedor. Hemos escuchado lo mismo, con una sonrisa, al tan simpático Bernard Kouchner cuando ha venido a visitarnos: «Tendrán que tomar muy en cuenta el coste financiero». ¿Y quién podría no estar de acuerdo?

A través de estos fenómenos, la transformación se consuma —y tal vez sea el colmo, un acmé del proceso, algo que toca ahora al psicoanálisis— en lo que todo es comparable por su valor. Sentimos el peso, la presión de lo que se consuma, como la fabricación de un universo homogéneo. Y para que este universo sea homogéneo, es preciso que —en su lenguaje— las emociones, los comportamientos, las conductas pasen por ahí, y el lenguaje también. Es preciso que sea homogeneizado y comparable.

Sentimos la presión de un metalenguaje universal —dudo incluso en decir metalenguaje porque se presenta como lenguaje objeto— de un lenguaje preliminar del ciframiento, de la contabilidad, y con la evidencia que siempre se vincula a las matemáticas.

Es así como Heidegger, en «La pregunta por la cosa», define ta mathemata. Antes incluso de que llegue la ciencia matemática, ta mathemata es lo que se sabe siempre con antelación sobre qué es el mundo. Ta mathemata es lo que existe de manera más evidente en lo que podemos percibir del mundo. Es en este nivel donde se sitúan los procesos a los que asistimos, a pesar de su sofisticación.

UN SABER (SAVOIR) SOBRE EL TENER (AVOIR)

Lo que se denuncia como mercantilización es, más profundamente, esta homogeneización generalizada. Es algo tal vez ahora especialmente sensible en Europa, porque la construcción de un espacio europeo común con viejas naciones que tienen viejas tradiciones, que tienen lenguas diferentes, hace particularmente urgente para el gobierno, y al mismo tiempo asombroso para los sujetos, esta homogeneización. Es algo que ahora está llegando a la enseñanza superior, por ejemplo, donde se constituye un espacio europeo y donde los procesos de evaluación en curso en cada país deben internacionalizarse. Tenemos aquí un esfuerzo prodigioso, un esfuerzo donde se puede reconocer un momento del espíritu, como diría Hegel, para realizar la homogeneización en este espacio.

Y, al menos por el momento, debemos constatar que es un bello sueño, una bella pesadilla, ya que esto no funciona. Hay que añadir a todas estas descripciones que Eric Laurent ha dado del codicilo: «Y esto no funciona». Los agentes que están ellos mismos atravesados por este movimiento también añaden: «Todavía no funciona». Es una buena noticia.

En Francia gozamos de diversos comités de evaluación. Lo que hay en común es esto: todavía no funciona. Hay que decir que como forma es algo muy joven. Esta transformación del ser en valor comparable es una transformación del ser en saber. Este saber es a la vez un saber (savoir) ante todo del tener (avoir). Pido disculpas por estas asonancias que no son traducibles en todas las lenguas.

Todo esto desemboca siempre en el saber de cuánto cuesta y de lo que reporta. No hay nada de nuevo en esto. Lo que se impone es lo que en otro momento se llamó, para denunciarla, la rentabilidad, que reaparece bajo las formas de la evaluación como la figura dominante de la racionalidad contemporánea. ¡E invencible! De todo se puede pedir qué cuesta y qué beneficio reporta, para poder hacer la relación entre las dos cosas y poder maximizar esta relación. Es la esencia del utilitarismo.

En tiempos pasados sorprendía que Lacan hubiera otorgado en su Seminario La ética del psicoanálisis un lugar tal a la doctrina utilitarista, con una referencia a quien la inventó, Jeremy Bentham. En aquella época, el utilitarismo parecía una exótica doctrina inglesa que había tenido su momento de gloria durante la primera mitad del siglo XIX. Nos damos cuenta por el contrario hasta qué punto —Lacan lo señalaba ya— es determinante para la racionalidad contemporánea. Cuando todos los significantes amos han desaparecido, el que queda es el de lo útil: es necesario que algo sirva. Y la relación entre el medio y el fin desemboca en la relación coste-beneficio. Cuando existe utilitarismo debe haber saber y cálculo de lo que cuesta y de lo que reporta.

Pudimos evocar con Jean-Claude Milner por qué medios se insinúa la evaluación, por qué medios intenta ganar a los espíritus, pero el paso siguiente es ver en qué desemboca5. La evaluación es otro nombre de la generalización de la relación coste-beneficio en cualquier actividad humana, e incluso en los procesos de pensamiento. Lo que anima a las terapias cognitivo-comportamentalistas es un punto de vista económico, como se decía ya en tiempos de Freud, y es la idea de mejorar el rendimiento del aparato psíquico.

EL HONOR, UN ABSOLUTO

Percibimos retrospectivamente también lo que puede tener de desesperada y al mismo tiempo de central la manera en que Lacan situaba su propia posición como la de «dar vergüenza» al final de su Seminario El reverso del psicoanálisis6. Dar vergüenza en nombre del honor, es decir en nombre de un significante amo que, por su parte, sería absoluto. El honor es realmente lo que se opone a lo útil, lo que lo útil invalida. Un honor que puede ser un significante amo tan absoluto que vale la pena perder la vida por él, según el ejemplo de Vatel7.

Lacan no dudaba en recurrir —para hacerse comprender, sin duda— a un valor aristocrático fuera de cálculo. El honor no calcula, no hay relación coste-beneficio, incluso más bien resulta que sólo hay coste. Cuando lo útil es un valor a la vez, para decirlo en los términos de antaño, burgués y proletario. Es el mismo eco que encontramos en la evocación que parece hoy tan anticuada de un De Gaulle hablando de la grandeza de Francia. La grandeza no es evidentemente un valor cuantitativo, es precisamente un excedente en relación a los valores de lo útil.

Lacan advirtió muy pronto hacia qué civilización íbamos y no tomó una posición nostálgica. Lo advirtió especialmente en su texto «La psiquiatría inglesa y la guerra», de 1947. La lección que sacó de aquel gran momento y de la derrota de Alemania ante las potencias anglosajonas es que la economía de lo útil iba a prevalecer sobre los valores aristocráticos. Opone a esto, a propósito de los acontecimientos que son el desembarco aliado en Francia y el paso del Rin, la tradición alemana, la tradición de la casta de los guerreros, con el halo sagrado que se vinculaba desde siempre al guerrero. Allí está la derrota por lo que llama los ingenieros y los mercaderes. Lo cito: «Todo el poder de esta tradición no pesa ni una onza contra las concepciones tácticas y estratégicas superiores, producidas a partir de los cálculos de ingenieros y de mercaderes»8. Es un diagnóstico extremadamente preciso que hay que guardar en la memoria.

Es lo que motiva que, cuando constata, en Inglaterra durante la guerra, la asociación del psiquiatra con el funcionario, con el administrador, con lo que llama el psicotécnico, que es el psicólogo que hace pasar tests, dé un cierto asentimiento a todo ello. Toma la precaución de decir que es preciso que no haya degradación cualitativa, pero no pone barreras a ello. Hay en esto un fenómeno de civilización. El corte representado por la Revolución Francesa encuentra su repercusión al final de la Segunda Guerra Mundial, si puede decirse así, y no es mirando atrás como se puede encontrar un lugar. Querría señalar también el interés cierto que muestra en este texto por las investigaciones estadísticas que se practicaban entonces y por todo lo que hace pasar a escala colectiva los fenómenos que el psicoanálisis conoce a escala reducida.

EL SUJETO DE LO COLECTIVO…

Dejemos por un momento un poco de lado a Lacan para volver a nuestros esquemas de evaluación. Me he tomado el trabajo de mirar el boletín número 38 del Comité Nacional de Evaluación de las Universidades, CNE, que fue fundado y presidido primero por Laurent Schwarz, y que se ha confrontado a la construcción del espacio europeo en la enseñanza superior. Vemos que se trata, para decirlo muy rápido, de hacer colectivos de enseñanzas superiores, pero es aplicable a todos los colectivos de trabajo, a las instituciones, a los centros de salud. Me parece generalizable. Se trata de hacer de estos colectivos sujetos autónomos, que son definidos como sujetos responsables en el sentido en que se comprometen a aplicar una tarea y son capaces de responder por estas enseñanzas.

Existe un esfuerzo, a través de la evaluación, para la transformación en sujeto de lo colectivo. Evidentemente, ser responsable es ser capaz de responder ante Otro. De aquí viene la paradoja de que al hacer de estos colectivos sujetos y asignarles una autonomía responsable, es hacer emerger al mismo tiempo un gran Otro tanto más exigente, un Otro que es su asociado. Cito lo que he encontrado en esta literatura un poco ingrata: «En la perspectiva de una autonomía creciente, aumenta el número de asociados a los que convendrá proveer de informaciones fiables y pertinentes».

… Y SU OTRO

Aquí está pues un Otro al que hay que informar, al que hay que transmitir saber, que está en inflación constante. Es un Otro que exige, no sólo que se haga, que se opere, que se actúe, sino que se demuestre. Se tiene que hacer la demostración de que se asumen sus responsabilidades, que se respetan sus compromisos, y que todo se hace al mejor costo. Se trata de un espacio en el que los colectivos son sujetos que tienen que hacer continuamente la demostración, bajo la mirada del Otro, de que se puede confiar en ellos.

Llaman a esto exactamente: «la lógica de la demostración», y me parece el corazón de lo que se percibe en la evaluación en el paso siguiente al que había evocado antes. Una lógica de la demostración, cuyos dos polos son la demostración y la confianza, lo que quiere decir que estos colectivos sujetos tienen que vérselas con un Otro que es desconfiado por naturaleza, y ante el cual es preciso exonerarse permanentemente, justificarse permanentemente para existir y para funcionar.

No puedo citar en detalle el discurso de Laurent Schwarz del 10 de mayo de 1985, en la toma de posesión del Comité Nacional de Evaluación, pero no hace más que hablar de valentía, de objetividad, de transparencia. Asegura que el Comité de Evaluación no ejerce un control policial —¡es algo que da confianza!— cosa para la que, por otra parte, no tiene los medios. Lo que esto pone de relieve es que, para que estos colectivos sean sujetos, la etapa mayor de esta subjetivación de lo colectivo es la autoevaluación, que se recomienda que sea siempre confiada en un colectivo a una instancia específica, que asegura permanentemente la guía del colectivo.

Creo que todo esto no quiere decir más que una sola cosa, que se puede transcribir así: dotar al colectivo de una consciencia de sí mismo. La autoevaluación confiada a una instancia que guía permanentemente al colectivo, sólo puedo conceptualizarla como una consciencia de sí mismo objetivable bajo la forma de un saber transparente y comunicable al otro. Con el resultado de que toda actividad del colectivo —y esto desciende evidentemente hasta los elementos individuales— debe ser redoblada permanentemente por el saber de esta actividad.

Es aristotélico. Se trata de crear un alma para el colectivo, de dotarlo de un alma. Tal vez por eso existen tantos entusiastas religiosos de la evaluación. Es algo que forma parte del proceso de concienciación del planeta en el sentido de Teilhard de Chardin. Por medio de la evaluación, el colectivo accede a la consciencia. En términos aristotélicos, la autoevaluación dota al cuerpo de un alma que lo guía.

UN MODO INÉDITO DE IDENTIFICACIÓN

Demos entonces un paso más. Todo esto es muy simple. Y percibamos que es un modo totalmente inédito de formación de la unidad de los colectivos. Conocemos el modo que Freud aisló, en su Massenpsychologie, como identificación. En los términos de Lacan, se discute la cuestión de saber si es con el Significante amo o si es por el sesgo del objeto a. Aquí es algo distinto: se trata de intentar dar al colectivo su unidad por medio del saber, S2, y esto es algo que nunca se había intentado. Cuando todas las formaciones colectivas, incluidas las que Lacan estudia en «La psiquiatría inglesa y la guerra» a partir de Rickmann y Bion, pasan por la función del líder, del Uno en más, resulta que es una función que está ausente de todos estos tratados de evaluación. Se intenta obtener la subjetivación del colectivo únicamente por medio del saber, y por medio de un saber homogéneo. La función del más Uno o del menos Uno es estrictamente impensable en este caso.

Evidentemente lo que aquí no puede esconderse es que esta evaluación, la elaboración de saber de sí mismo y de su actividad, tiene ella misma un coste. La evaluación cuesta, la evaluación sustrae recursos al colectivo en el que se implanta, y entonces la evaluación debe justificar su propia existencia en la relación coste-beneficio. Y lo que se ven obligados o señalar es que desde el momento en que la evaluación empieza a implantarse en un colectivo, el primer efecto es que se desorganiza y se empobrece. Por ello tienen que añadir que la evaluación debe difundir una cultura económica, para que sus ventajas económicas sean identificadas y sean superiores al coste financiero que implica.

Si en este paisaje de ruinas y de pesadillas que hoy hemos evocado debe brillar a pesar de todo alguna esperanza, ésta proviene del callejón sin salida intrínseco a la operación de evaluación. Y es que, en primer lugar, no es posible subjetivar colectivos únicamente por medio del saber. Es un sueño propiamente burocrático. Y en segundo lugar, es un sueño carcomido en su efectividad precisamente por la paradoja de la evaluación, es decir por el empobrecimiento inmediato y el caos que introduce la evaluación con el pretexto de poner orden.

Es mucho más lúcido considerar, como hizo Lacan después de su «Psiquiatría inglesa y la guerra», que el discurso del saber, el imperio del saber, es contradictorio con este sueño remanente de autonomía de la consciencia de sí mismo, ampliado incluso a lo colectivo. Y la evaluación no hace más que traducir este resto, este sueño de autonomía, que está ya descompuesto por la época en la que estamos, que es por el contrario la de un saber anónimo e impersonal. Es pues un esfuerzo desesperado para restituir una consciencia de sí mismo al colectivo, cuando a esta consciencia de sí mismo le es precisamente imposible emerger en el reino del saber.

EL SISTEMA «PSI» Y SU VACÍO

MIQUEL BASSOLS

«Nosotros, los psi...». Así es como empieza el manifiesto redactado por Jacques-Alain Miller el pasado mes de noviembre, manifiesto que ha puesto en pie de guerra al mundo «psi» contra el furor legislador que invade Francia, pero también España, donde, por ejemplo, una ley acaba de excluir al psicólogo de las «profesiones sanitarias» y de los dispositivos de salud mental si no cumplen una serie de requisitos suplementarios a «evaluar». Ponerlos dentro no parecería, sin embargo, más evidente. Ese furor legislador invade también el resto de Europa, ahora con la clara pretensión de someter al sujeto del síntoma contemporáneo al monopolio del discurso médico más positivista.

1. ¿Y quiénes somos los «psi»? Los profesionales del conjunto de los modos de ejercicio del psicoanálisis, de la psicología clínica, de las psicoterapias, de la psiquiatría pública y privada, pero también los trabajadores sociales y los enfermeros, y más allá los psicopedagogos, en realidad todos aquellos que se refieren de una forma u otra al poder de la palabra sobre el sujeto y su cuerpo para responder a esa «demanda que parte de la voz del sufriente, de uno que sufre de su cuerpo o de su pensamiento», cita de Jacques Lacan que define en el manifiesto los amplios límites de ese campo.

Y es que no hace falta autorizarse por sí mismo para estar en el campo «psi», basta sólo con creer en los efectos de la palabra sobre el cuerpo, lo que en realidad abarca un campo muy amplio. De hecho, es un campo en el que sus practicantes son autorizados por el Otro, por la Universidad generalmente, pero también por la simple demanda de otro, por esa «demanda de la voz del sufriente» que se sostiene en el fenómeno cada vez sorprendente que el psicoanálisis descubrió y llamó transferencia.

2. En realidad, fue el mismo Freud quien dio consistencia al campo «psi». ¿Quién es «psi» para Freud? Alguien formado en la experiencia del inconsciente, alguien laico con respecto a las titulaciones profesionales existentes («mis laicos aún no existen», decía). Pero para el primer Freud, que creyó que era posible un «Proyecto de psicología para neurólogos» y que terminó considerándolo un delirio científico, «psi» era un sistema neuronal del aparato psíquico, un sistema regido por el principio del placer, un sistema idéntico a la red de representaciones del lenguaje que se superponía a lo real del órgano. No es hoy un desplazamiento forzado decir que el mundo «psi» es el mundo regido por el principio del placer como respuesta al sufrimiento del sujeto, sea cual sea la idea de bienestar que entrañe su acción terapéutica. Ayer lo indicaba Jean-Claude Milner en el Cuarto Forum de los Psi con la excelente expresión para calificar a los «psi» de «guardianes del sueño» (gardiens du sommeil).

Pero como es sabido, Freud descubrió pronto que el sistema «psi» tiene un punto de real contra el que fracasa siempre la ley del principio del placer.

3. Fue Jacques Lacan quien supo descifrar y formalizar el gran secreto del sistema «psi» freudiano. El secreto del mundo «psi» es que se ordena alrededor de algo que no existe, de un vacío que Freud designó con el término de das Ding («la Cosa»). Hay muchas cosas que funcionan sin existir —el falo materno por ejemplo, o Dios mismo— y que tienen todo su lugar en el mundo «psi». Para Jacques Lacan, tal como indicaba en su Seminario de 1975, no es muy distinto hablar de la «psique» o de Dios: se trata de la misma suposición en ambos casos. Y en este sentido podía decir que «Dios es ineliminable de toda psicología»1.

Pues bien: los integrantes del mundo «psi» tienen en común el tener que vérselas con ese algo que no existe, ese das Ding que está en el centro mismo del síntoma del sujeto y que sólo un uso particular de la palabra puede movilizar. Hay modos distintos de tratar ese vacío, pero el peor será siempre querer llenarlo con el ideal de bienestar propio de cada época. Y es en este punto donde Lacan situó la psicología académica como vehículo de ideales: «La psique no representa en ella más que el padrinazgo que hace que se la califique de académica; el ideal es siervo de la sociedad»2.

En lugar de la «psique» freudiana, Jacques Lacan propone el parlêtre, el ser que habla, incluso el psarlêtre, el «pser que habla» y que tiene como brújula irreductible de su deseo ese vacío, ese real de la Cosa en su universo de lenguaje.

4. Una constatación, ahora. Cuanto más intenta alguien objetivar, cuantificar, regular, ese vacío alrededor del cual se ordena el sistema «psi», más paradojas encuentra como testimonio de ese real irreductible. Entre las muchas situaciones paradójicas que los métodos cuantificadores de evaluación muestran cuando se trata del sujeto «psi», señalemos una que nos llega de Quebec —líder en efecto, como informaba nuestra colega Anne Béraud en el primer número de Le Nouvel Âne, en lo que a métodos evaluadores y reguladores se refiere—, donde en los años 80 nació un tipo de «terapia dinámica intensiva» con el fin de obtener resultados rápidos y rentables para el sistema de seguridad social, resultados que debían ser verificables de manera tan objetiva como observable. La grabación en vídeo de las sesiones se propuso así como algo normativo para «asegurar» (sécuriser) al usuario la transparencia del método. Actualmente, en el contrato terapéutico de esta orientación se incluye la firma por parte del paciente dando su acuerdo a la grabación en vídeo de todas las sesiones. La interesante paradoja es que la razón de tal intromisión del tercer ojo en la escena es ahora para asegurar en el proceso no tanto al paciente sino al propio terapeuta en caso de que éste fuera denunciado al colegio profesional en cuestión por no haber cumplido sus promesas terapéuticas.

No estaría de más recordar aquí al observador esa preciosa indicación de Lacan en la página 655 de sus Escritos (en francés) donde leemos: «El drama del sujeto en el verbo, es que en él pone a prueba su carencia de ser. Y aquí es donde el psicoanálisis haría bien en precisar algunos de sus momentos, pues el psicólogo por su parte nada puede con sus cuestionarios, ni aun con sus grabaciones en las que esos momentos no aparecerán tan fácilmente, no antes de que una película haya captado la estructura de la carencia como constituyente del juego de ajedrez»3. En efecto, ningún método de observación podría situar la estructura de los lugares en juego en una partida de ajedrez. Del mismo modo el vacío de la Cosa y sus efectos de verdad en el sujeto no se avendrán nunca a ser capturados por la evaluación positivista, por muy exacta que ésta se pretenda. Como en una partida de ajedrez, la experiencia del sujeto sólo puede tener sus propios métodos de evaluación, acordes con esa experiencia.

5. Hipótesis conclusiva: este vacío alrededor del cual se ordena el sistema «psi» es el que hoy se hace oír de múltiples maneras como objeción fundamental, como síntoma, a la ley del principio del placer que rige su mundo y el de sus ideales, a la ley del amo moderno y de su gestión del así llamado «estado del bienestar», ley que tarda poco en mostrarse como la ley loca del superyó. La aparente bondad de traducir ese vacío estructural en un «vacío legal» para proponerse como garantía de su solución, no sólo genera una cadena de nuevos vacíos desplazados a otros lugares del inmenso mundo «psi» —es lo que indicaba Jean-Claude Maleval de modo tan clarificador en su artículo del mismo número de Le Nouvel Âne—, sino que es un empuje al peor retorno de la Cosa en la particularidad de cada caso.