El semejante a sí mismo - Juan Ruiz de Alarcón - E-Book

El semejante a sí mismo E-Book

Juan Ruiz de Alarcón

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Beschreibung

El semejante a sí mismo ironiza con las mentiras de los personajes que ocultan la verdad para seducir, y ridiculiza la falta de verosimilitud de estos episodios amorosos. Como en otra piezas del teatro novohispano, marcado por la convención dramatúrgica de que la trama transcurriese en España, Juan Ruiz de Alarcón hace una sola mención a México: "México, la celebrada / cabeza del indio mundo…" Esta es una de las primeras obras de Alarcón, escrita, se cree, durante su estancia en Sevilla, y ambientada en esa ciudad. Algunos críticos la consideran una comedia de intención moralizante, aunque también contiene intriga y carácter, en torno a las veleidades amorosas de dos jóvenes. Es una de las piezas menos conocidas de Ruiz de Alarcón y guarda cierta relación estilística con la novela corta El curioso impertinente, de Miguel de Cervantes Saavedra.

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Juan Ruiz de Alarcón

El semejante a sí mismo

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: El semejante a sí mismo.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica: 978-84-9816-295-0.

ISBN ebook: 978-84-9897-250-4.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 47

Jornada tercera 89

Libros a la carta 131

Brevísima presentación

La vida

Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México.

Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Era hijo de Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, ambos con antepasados de la nobleza. Estudió abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del siglo XVII viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Ejerció como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608.

En 1614 volvió otra vez a España y trabajó como relator del Consejo de Indias. Era deforme (jorobado de pecho y espalda) por lo que fue objeto de numerosas burlas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que lo llamaba «corcovilla», Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca.

El semejante a sí mismo ironiza con las mentiras de los personajes que ocultan la verdad para seducir, y ridiculiza la falta de verosimilitud de una apasionante secuencia de episodios amorosos.

Como en otra piezas del teatro novohispano, marcado por la convención dramatúrgica de que la trama transcurriese en España, Ruiz Alarcón hace una sola mención a México:

«México, la celebrada

cabeza del indio mundo...»

Personajes

Celio, hermano de Julia

Don Diego de Luján, galán

Don Juan de Castro, galán

Don Rodrigo, viejo grave

Doña Ana, dama

Gerardo, galán

Guillén, escudero

Inés, criada de doña Ana

Julia, dama

Leonardo, galán

Sancho, gracioso

Jornada primera

(Salen don Juan, Leonardo y Sancho.)

Juan ¡Hermosa vista!

Leonardo Un abril

goza en sus puertas Sevilla.

Juan Es octava maravilla.

Leonardo Ya la fama cuenta mil,

porque a las siete del mundo

no hay quien la suya no aumente.

Juan Al Escorial justamente

le dan lugar sin segundo.

Sancho Yo sé siete maravillas

nuevas, que con más razón

dignas de este nombre son.

Juan Quiero oíllas.

Sancho Yo decillas.

La primera, si se mide

con las antiguas, por tres

puede valer.

Leonardo ¿Y cuál es?

Sancho Una mujer que no pide.

Juan Si es de Madrid la mujer.

Sancho Es segunda maravilla

un caballero en Sevilla

sin ramo de mercader.

La tercera es justamente

un calvo alegre de sello,

y que no arrastre el cabello

desde el cogote a la frente.

La cuarta, una doncellita

que no casarse desea.

La quinta, una mujer fea

que los años no se quita.

Por sexta quiero contar

un bien contento soldado;

y por séptima, un casado

que le pese de enviudar.

La octava es un mercader

sin achaques de logrero;

un oficial de barbero

sin guitarra en que tañer;

una dama que se alegra

con agua pura la faz;

un marido mozo en paz

con cuñados y con suegra;

sin un San Pedro y San Pablo

la iglesia de alguna aldea,

y un tahur que no desea

tal vez que le lleve el diablo.

Juan Basta, que el número crece.

Leonardo Si veras hemos de hablar,

una quiero yo contar

que las demás oscurece.

Juan Ya mucho en sabella gano,

pues vos así la alabáis.

Leonardo Pues es, porque la sepáis,

el desagüe mexicano.

Sancho Hable cristiano, señor.

Leonardo México, la celebrada

cabeza del indio mundo,

que se nombra Nueva España,

tiene su asiento en un valle

toda de montes cercada,

que a tan insigne ciudad

sirven de altivas murallas.

Todas las fuentes y ríos

que de aquestos montes manan,

mueren en una laguna

que la ciudad cerca y baña.

Creció este pequeño mar

el año que se contaba

mil y seiscientos y cinco,

hasta entrarse por las casas;

o fuese que el natural

desaguadero, que traga

las corrientes que recibe

esta laguna, se harta;

o fuese que fueron tales

las crecientes de las aguas,

que para poder beberlas

no era capaz su garganta.

En aquel siglo dorado

—dorado, pues gobernaba

el gran Marqués de Salinas,

de Velasco heroica rama,

símbolo de la prudencia,

puesto que por tener tanta,

después de tres virreinatos

vino a presidir a España—

trató este nuevo Licurgo,

gran padre de aquella patria,

de dar paso a estas crecientes

que ruina amenazaban;

y después de mil consultas

de gente docta y anciana,

cosmógrafos y alarifes,

de mil medidas y trazas,

resuelve el sabio virrey

que por la parte más baja

se dé en un monte una mina

de tres leguas de distancia,

con que por el centro de él

hasta la otra parte vayan

las aguas de la laguna

a dar a un río arrogancia.

Todo es uno el resolver

y empezar la heroica hazaña.

Mil y quinientos peones

continuamente trabajan.

En poco más de tres años

concluyeron la jornada

de las tres leguas de mina,

que la laguna desagua.

Después, porque la corriente

humedeciendo cavaba

el monte, que el acueducto

cegar al fin amenaza,

de cantería inmortal

de parte a parte se labra,

que da eterna paz al reino

y a su autor eterna fama.

Juan Tan insigne maravilla

muy justamente se alaba

por la primera del mundo.

Sancho ¿Que la bellaca del agua

quiso alzarse con la tierra?

Pues el vino, ¿dónde estaba?

Leonardo Trazando cómo a su costa

se efetuase esta hazaña;

que dos reales impuestos

en cada azumbre de él, daban

cada año cien mil ducados,

que en el desagüe se gastan.

Sancho Mienten todos los gallinas,

los bellacos y bellacas

que osaren decir que el vino

debe dar tributo al agua.

¿Hacer al vino pechero

para que a su costa se hagan

al agua, de cantería

caminos por donde salga?

¿A una infame parricida

que quiso anegar su patria?

¿Que no la pueden sufrir

los montes en sus entrañas?

¿Que anda, como la culebra,

toda la vida arrastrada?

¿Que con el pecho por tierra

besa los pies a las parras?

¿Que, como el diablo, del cielo

huyendo, a la tierra baja,

el invierno tiritando

y el verano abuchornada?

¿La que es tan vil, que se vende

por dos cuartos una carga,

en que pluguiera a los cielos

que el vino la remedara?

¿La que ha quitado más vidas,

más haciendas...?

Juan Sancho, basta.

Sancho ¿Qué males ha hecho el vino?

¿Quién en Indias ni en España

ha recibido mal de él,

que de esa suerte le tratan?

Juan Sancho, no tienes razón,

que antes su nombre levantan

con decir que hizo a su costa

desterrar a su contraria.

Un gran príncipe, ¿no suele

hacerle cortar la cara,

dar de palos, desterrar

a su costa a quien le enfada?

Pues en esto, di, ¿quién pierde?

Quien lleva la cuchillada

o los palos o el destierro;

que quien lo pagó, antes gana,

pues quedando vitorioso,

compra el gusto y la venganza.

Sancho ¡Bien hayas tú, pues en ti

tan buen abogado halla

el santísimo licor!

Juan ¿Piensas, bufón, que me agrada

que digas de él, tanto bien?

Sancho Otros tienen dos mil faltas,

y yo tengo ésta no más.

Juan ¿Y el amor?

Sancho Si amor es tacha,

no hay quien valga por testigo.

Juan Aquesto, del juego, ¿es nada?

Sancho ¿Qué ha de hacer un hombre honrado

mientras a su amo aguarda?

¿No es peor ponerse en corro

con la cuadrilla lacaya

a no dejar honra en pie

de sus amos ni sus amas?

Juan Por asegurar la mía,

quiero agora que te vayas;

que hablar queremos a solas.

Sancho ¿De mí no haces confianza?

Juan Parecido me has lacayo

de comedia, pues extrañas

que yo no te comunique

los secretos de importancia.

Al lacayo que más sabe

basta escucharle sus gracias,

si pueden serlo aprendidas

entre el mandil y almohaza.

Sancho Almoházame más quedo,

si pudieres.

Juan Vete, acaba.

Sancho Iránse; que no son bestias,

puesto que con bestias tratan.

(Vase Sancho.)

Leonardo Ya estamos solos. Decid,

don Juan amigo, la causa

de habernos quedado así.

Juan ¡Ay, amigo de mi alma!

¿Tenéis amor?

Leonardo ¡Pese a tal!

¿De ahí comienza la maraña?

Amor y mala ventura

en todas partes se hallan;

mas yo agora vivo libre,

de que doy a Dios mil gracias.

Vos sabéis que Julia un tiempo

en prisión tuvo mí alma;

mas dio su inmortal desdén

muerte a mi amor y esperanza.

Juan Con eso puedo seguro

comunicaros mis ansias;

que de vuestra libertad

nace el fin de mi desgracia.

Leonardo ¿Cómo?

Juan ¿Atrevéisos por mí

a partir una jornada?

Leonardo Ya mi amistad ofendéis.

Juan Es larga.

Leonardo Aunque sea tan larga

que al antípoda visite,

Libia ardiente o Escitia helada.

Juan Es hasta el Pirú.

Leonardo Es un paso;

pero, porque alegre vaya,

¿voy con vos, don Juan?

Juan Sin mí.

Leonardo El no veros me acobarda,

mas anímame el serviros.

Dadme los brazos.

Juan Y el alma.

Leonardo Quedaos a Dios.

Juan ¿Dónde vais?

Leonardo ¿Mandáis que al Pirú me parta,

y preguntáis dónde voy?

A embarcarme parto.

Juan Basta.

Leonardo El amigo verdadero

así obedece.

Juan No estaba

dudoso de esta fineza;

pero, ¿sin saber la causa

y el fin os vais a embarcar?

Leonardo El de daros gusto basta.

¿Qué tengo más que saber,

si me mandáis que me vaya?

Que de resistir da indicios

quien examina las causas.

Pensé que era vuestro gusto

solo que yo me ausentara

y hasta el Pirú no parase,

y a ejecutarlo empezaba.

Juan Dios os guarde. Mas misterio

tiene jornada tan larga;

que no apartara de mí

un amigo tan del alma,

si de otro fiar pudiera

lo que hoy mi pecho os encarga.

Leonardo Dadme pues esa instrucción.

Juan Si me dais paciencia...

Leonardo Vaya.

Juan Ya sabéis que cortó el alfanje fiero

de la parca la vida de mi tío.

Dejó una hija, vida por quien muero.

Mi padre, duro ya padrastro mío,

quedó por curador de su sobrina,