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En Quien mal anda en mal acaba Juan Ruiz de Alarcón relata la historia del morisco Román Ramírez, quien fue encerrado por la Inquisición española y sometido a un larguísimo juicio. Eugenio Hartzenbusch al editar las obras completas de Ruiz de Alarcón en 1852, estableció la mejor versión de este texto. La obra no aparece en las dos partes de las obras de Alarcón editadas entre 1628 y 1624. Y fue publicada por primera vez por el impresor sevillano Francisco de Leefdael, a mediados del siglo XVIII, siendo muy elogiada en el siglo XIX por Juan Eugenio Hartzenbusch y Agustín Millares. Antonio Castro Leal considera que Quien mal anda en mal acaba fue escrita entre 1601 y 1603. Ruiz de Alarcón se vale en esta pieza de recursos inusuales en el teatro barroco español, como el uso muy frecuente de redondillas.
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Juan Ruiz de Alarcón
Quien mal anda en mal acaba
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: Quien mal anda en mal acaba.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
ISBN tapa dura: 978-84-9953-679-8.
ISBN rústica: 978-84-9816-762-7.
ISBN ebook: 978-84-9897-936-7.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
La obra 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 53
Jornada tercera 91
Libros a la carta 129
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México.
Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Estudió leyes y escribió sobre la vida cotidiana.
En Quien mal anda en mal acaba Juan Ruiz de Alarcón relata la historia del morisco Román Ramírez, quien fue encerrado por la Inquisición española y sometido a un larguísimo juicio.
Eugenio Hartzenbusch al editar las obras completas de Ruiz de Alarcón en 1852, estableció la mejor versión de este texto. La obra no aparece en las dos partes de las obras de Alarcón editadas entre 1628 y 1624. Y fue publicada por primera vez por el impresor sevillano Francisco de Leefdael, a mediados del siglo XVIII, siendo muy elogiada en el siglo XIX por Juan Eugenio Hartzenbusch y Agustín Millares. Antonio Castro Leal considera que Quien mal anda en mal acaba fue escrita entre 1601 y 1603.
Ruiz de Alarcón se vale en esta pieza de recursos inusuales en el teatro barroco español, como el uso muy frecuente de redondillas.
Don Juan
Román Ramírez
Don Félix
Don Pedro
Tristán
El Demonio
Otro Demonio
Doña Aldonza
Leonor, criada
Dos Familiares
Criados
Músicos
Gente
(Sale Román, vestido humildemente.)
Román Ni beldad ni gentileza
igual en mi vida vi.
Sin duda a sí misma aquí
excedió naturaleza.
Los miembros forma perfetos
soberana proporción,
y como la causa, son
milagro en mí sus efetos,
pues que su vista primera
tanto en mi pecho ha podido;
mas no fuera dios Cupido
si igual poder no tuviera.
Rindióme, hirióme, matóme
de una vez. ¿Quién puede haber
que tan divino poder
con humanas fuerzas dome?
¿Mas quién hay que sin ventura
se atreva a tanta beldad?
¿Cómo tendrá mi humildad
alas para tanta altura?
(Sale Tristán, de camino, dirigiéndose a un mozo que está dentro.)
Tristán Sacad las mulas, mancebo.
Voz (Dentro.) ¡Cuerpo de Dios con la priesa!
Aun no me he puesto a la mesa.
Tristán Caminando como y bebo
yo, como grulla, en un pie.
Ensillad.
Román Mientras es hora
de partir, esa señora,
me decid, ¿quién es?
Tristán No sé.
Román ¿Si el oficio entre su gente
de mayordomo ejercéis,
por qué causa respondéis
un «no sé» tan secamente?
Tristán No os espante que del eco
guarde las leyes así;
que si seco respondí,
también preguntastes seco.
¿No dijérades siquiera:
«Hidalgo, saber quería,
si cabe en la cortesía,
¿Quién es esta pasajera?»
Y no, sin haber jamás
visto a un hombre: «Esa señora,
me decid, mientras es hora
de partir, ¿quién es?». Demás
que estoy con vos en pecado,
porque os he visto comer,
y ni vino os vi beber
ni tocino habéis probado;
y de hablar con vos me corro;
que quien no come tocino
ni vino bebe, es indino
de hablar ni escupir en corro.
Román El padecer corrimientos,
de flema y calor causados,
hace para mí vedados
esos dos mantenimientos;
y si con menos razones
que debiera os pregunté,
soy hombre llano, y no sé
cortesanas invenciones.
Yo hablé con sinceridad,
y con la misma os ofrezco
mi amistad.
Tristán Yo lo agradezco;
mas porque hasta en la amistad
fuese también desdichado,
tengo el amigo primero
que he encontrado, por agüero,
que es lo mismo ser aguado.
Román Desde hoy no lo pienso ser
si con eso os obligáis.
Tristán Pues a lo que preguntáis
es justo ya responder.
Don Francisco de Meneses,
cuanto desdichado, noble,
padre de esta hermosa dama,
que Aldonza tiene por nombre,
con ella y su casa toda
de Deza partió a la corte,
al pleito de un mayorazgo,
que hoy es ya de Aldonza el dote.
Venciólo al fin; mas no quiso
su fortuna que lo goce,
pues salió con la sentencia
la de su muerte conforme.
Aldonza, huérfana y sola
con esto, determirióse
a volver entre sus deudos
a Deza, su patria, donde
la espera ya, para ser
su esposo, don Juan de Torres,
mi señor, noble, galán,
rico y venturoso joven.
Y así, don Pedro, su primo,
que es el que veis, a la corte
se partió, para volverla
acompañando en su nombre;
que por no serle decente
antes que su mano goce,
no se atrevió a ser el mismo
precursor de sus dos soles.
Más que me habéis preguntado,
he dicho en breves razones
y adiós; que ya en la litera
la bella Aldonza se pone.
(Vase.)
Román ¡Ah cielos! ¿Quién vio salir
de purpúreos pabellones
pródiga el alba de rayos,
lloviendo perlas y flores;
quién tras la fiera borrasca
que formó tremenda noche
vio el hermoso Autor del día
bordar claros horizontes,
quién por capital sentencia
esperó suplicio enorme,
y en dichosa libertad
trocó las duras prisiones;
que no juzgue, bella Aldonza,
si a tu beldad las opone,
alba, libertad y día,
sombra, esclavitud y noche?
(Sale doña Aldonza, de camino, y don Pedro, escudereándola, y Tristán, atraviesan el teatro.)
Tristán Llegad, mancebos.
(Vanse doña Aldonza, don Pedro y Tristán.)
Román ¡Oh Amor!
¡Dichoso don Juan de Torres,
que ha de gozar la belleza
mayor que el mundo conoce!
¡Ay de mí! Ya para entrar
en la litera recoge
las faldas. Amor, ¿qué he visto?
¿Qué nuevo inhumano golpe,
con breves puntos de un pie,
siglos eternos dispone,
tanto a los ojos de glorias,
cuanto al corazón de ardores?
¡Perdido estoy! ¡Estoy loco!
¡Muerto estoy! Ya el Sol se esconde,
que deslumbra cuando alumbra,
y ciega cuando se pone.
Ya camina. ¿Qué he de hacer?
Por valles, prados y montes
seré alfombra de sus plantas
sombra de sus resplandores.
No puedo más... No soy mío.
Miente la opinión, que pone
siempre elección de los actos
en la voluntad del hombre;
miente que no hay albedrío;
ley es todo, todo es orden
dispuesto por los influjos
de los celestes orbes.
Pues te sigo, bella Aldonza,
forzado de mis pasiones,
como el acero al imán
y como la aguja al norte;
dictándome la razón,
que el imposible conoce,
por ser nuestros dos estados
en todo tan desconformes.
¿Quién, pues, me dará esperanza
de que algún tiempo la goce,
si diabólicos engaños
no ayudan mis pretensiones?
Que según estoy, no hay cosa
que no intente, no hay desorden
que no emprenda, no hay delito
que mi atrevimiento estorbe.
¿Hay un demonio que escuche
estas quejas, estas voces,
y por oponerse al cielo
dé remedio a mis pasiones?
(Sale el Demonio, en forma de galán.)
Demonio Román Ramírez.
Román ¿Quién es?
Demonio Yo soy el mismo que llamas,
que de las eternas llamas
vengo en la forma que ves,
a tus voces obediente,
y dispuesto a tu favor.
Román ¿Qué dices?
Demonio Pierde el temor,
pues Amor es tan valiente.
Yo soy tu amigo, que soy
quien a tu abuelo ha servido
de familiar. Condolido.
Román, de tu pena estoy.
Pero pues de mí te vales,
pierde la desconfÍanza;
que o lograrás tu esperanza,
o a los reyes infernales
faltará el poder, la ciencia,
la industria, el arte y engaño.
Román Si al inevitable daño
de esta amorosa dolencia
(Aparte.) das fin... (Detestable medio
es al que me determino;
mas si del cielo me vino
la desdicha, y no el remedio,
¿en qué dudo?) Una amistad
eterna hallarás en mí,
y en el niundo solo a ti
adoraré por deidad.
Demonio Pues con recíproco pacto
nos obligamos los dos:
tú a adorarme a mí por dios,
y yo, igualando al contracto,
a cumplirle, ese deseo,
y hacer que de Aldonza goces,
y que obedezca a tus voces
todo el reino del Leteo.
Riqueza, honor y opinión
de noble y sabio he de darte
y tras de todo, librarte
del poder y la opresión
de las justicias, de suerte
que te valga mi amistad
eterna felicidad
en la vida y en la muerte,
pues si mi amigo leal
hubieres sido en el mundo,
.................... [ -undo]
te trataré como tal.
Román Pues con esas condiciones
me pongo ya en tu poder.
Demonio Atiende a lo que has de hacer
para que tus pretensiones
consigas. Tú has de mudarte,
para no ser conocido,
el nombre; que concedido
me es a mí desfigurarte,
ofreciendo en lo visible
a los ojos otro objeto,
ya que el natural sugeto
alterar no me es posible.
Con esto entrarás en Deza,
e indicios darás de que eres
hombre ilustre; di que quieres
disimular tu nobleza.
Y para hacerte opulento
en riquezas y opinión,
y disponer la ocasión
a tu enamorado intento,
médico te has de fingir;
que de él necesita Deza.
Román ¡Cómo podrá mi rudeza,
si ni leer ni escribir
jamás supe, acreditar
esa invención?
Demonio Yo al oído
lo que el físico ha sabido
más docto, te he de dictar;
y pues no son a mi ciencia
angélica reservadas,
yerbas te daré adecuadas
a sanar cualquier dolencia.
Con esto y con los engaños
que según las ocasiones
tracen nuestras invenciones,
verás el fin de tus daños.
Román Impide pues a don Juan
con Aldonza el casamiento
antes que logre su intento.
Demonio Yo te lo ofrezco, Román;