Los pechos privilegiados - Juan Ruiz de Alarcón - E-Book

Los pechos privilegiados E-Book

Juan Ruiz de Alarcón

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Beschreibung

Los pechos privilegiados es una obra teatral escrita por el famoso dramaturgo español Juan Ruiz de Alarcón, que ha sido aclamada como una de sus comedias más célebres. También conocida como Nunca mucho costó poco, la obra fue escrita entre 1619 y 1621 y se publicó por primera vez en 1634 en la Segunda Parte de Alarcón. En esta obra, Alarcón presenta un conflicto entre el amor hacia una mujer y la lealtad al monarca, basándose en un episodio del siglo XI de la magna Historia General de España de Juan de Mariana, en el que se ve implicado el rey Alfonso V de León y varias princesas del Reino de Castilla. La obra también incluye varias referencias irónicas y satíricas a la situación política de España en el siglo XVII. Alarcón no deja de lanzar pullas hacia sus enemigos literarios, especialmente hacia Lope de Vega, como era costumbre en sus obras. Con todo, Los pechos privilegiados es un ejemplo brillante del ingenio y la habilidad de Alarcón como dramaturgo, y ha dejado una huella indeleble en la literatura española.

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Juan Ruiz de Alarcón

Los pechos privilegiados

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Los pechos privilegiados.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-168-5.

ISBN rústica: 978-84-9816-308-7.

ISBN ebook: 978-84-9897-934-3.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Personajes 8

Jornada primera 9

Jornada segunda 45

Jornada tercera 81

Libros a la carta 121

Brevísima presentación

La vida

Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México.

Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Era hijo de Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, ambos con antepasados de la nobleza. Estudió abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del siglo XVII viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Ejerció como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608.

En 1614 volvió otra vez a España y trabajó como relator del Consejo de Indias. Era deforme (jorobado de pecho y espalda) por lo que fue objeto de numerosas burlas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que lo llamaba «corcovilla», Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca.

En Los pechos privilegiados se plantea el conflicto entre el amor a una mujer y la lealtad al monarca. Don Mendo, doña Ana, Beltrán y el Conde aparecen en otras obras de Ruiz de Alarcón como El examen de maridos, El tejedor de Segovia, Las paredes oyen, Ganar amigos y La verdad sospechosa.

Personajes

Cuaresma, gracioso

Don Bermudo, su hijo

Don Mendo, cortesano

Don Ramiro, galán

Don Rodrigo de Villagómez, galán

Doña Elvira, dama

Doña Leonor, dama

Dos villanos

El Conde Melendo, viejo grave

El rey don Alfonso de León, galán

El rey don Sancho, galán

Fortún, criado del rey don Sancho

Jimena, villana

Nuño, criado del Conde

Otro Cortesano

Un Paje

Jornada primera

(Salen el Conde y Rodrigo.)

Rodrigo Famoso Melendo, Conde

de Galicia, no penséis

que la pretensión que veis

solo al amor corresponde

de mi adorada Leonor;

que vuestra firme amistad

tiene más autoridad

en mi pecho que su amor.

Por esto me resolví

a lo que el alma desea,

porque parentesco sea

lo que amistad hasta aquí.

Conde Bien pienso, noble Rodrigo

de Villagómez, que estáis

seguro de que gozáis

el primer lugar conmigo

de amistad; bien lo he mostrado

con una y otra fineza,

pues yo he sido de su alteza

ayo, tutor y privado;

y aunque el amor he entendido

que os tiene su majestad,

estimo vuestra amistad

tanto, que no me han movido

a que de él quiera apartaros

los celos de su privanza;

que ésta es la mayor probanza

que de mi fe puedo daros;

que es alta razón de estado,

si bien no conforme a ley,

no subir cerca del rey

competidor el privado;

porque la ambición inquieta

es de tan vil calidad,

que ni atiende a la amistad,

ni el parentesco respeta.

Mas aunque es tan verdadera

mi amistad, no por amigo

me obligáis; que por Rodrigo

de Villagómez os diera

también de Leonor la mano,

alegre y desvanecido

de lo que con tal marido

gana mi hija, y yo gano.

Rodrigo Las plantas, Melendo, os beso

por la merced que me hacéis.

Conde Alzad, alzad; que ofendéis

vuestra estimación con eso,

pues ni el reino de León

ni España toda averigua

o calidad más antigua,

o más ilustre blasón

que vuestra prosapia ostenta;

a quien, para eternizallos,

dan fuerza tantos vasallos,

y tantos lugares renta.

Rodrigo Todo, gran Melendo, es poco

para que alcanzar pretenda

de vuestra sangre una prenda,

cuyo bien me vuelve loco.

Y así, con vuestra licencia,

al Rey la quiero pedir;

que no basta a resistir

al deseo la paciencia.

Conde Y yo llevar al instante

la alegre nueva a Leonor,

de que es mi amigo mayor

su más verdadero amante.

(Vase el Conde.)

Rodrigo En tanto bien, pensamiento,

¿qué resta que desear,

sino solo refrenar

los impulsos del contento?

Que, según del alma mía

la capacidad excede,

como la tristeza puede

matar también la alegría.

Al rey quiero hablar. Él viene.

Su licencia y mi ventura

la esperanza me asegura

en el amor que me tiene.

(Sale el Rey.)

Rey ¡Rodrigo!

Rodrigo ¡Señor!

Rey Agora

a buscaros enviaba;

que ya sin vos dilataba

a muchos siglos un hora.

Rodrigo ¿Cuándo pude merecer,

señor, gozar tan crecido

favor?

Rey A tiempo he venido

en que el vuestro he menester.

Rodrigo Hoy mi ventura de nuevo

comenzaré a celebrar,

si en algo empiezo a pagar

lo mucho, señor, que os debo.

Rey En algo no; en todo, amigo,

me dará por satisfecho.

Rodrigo Acabe, pues, vuestro pecho

de ser liberal conmigo.

Rey Yo estoy —por decirlo todo

de una vez— enamorado;

y es tan alto mi cuidado,

que no puedo tener modo

de remediar mi pasión

si vos no sois el tercero,

porque las prendas que quiero,

prendas de Melendo son.

Rodrigo (Aparte.) (¡Ay de mí! Leonor será:

¿quién lo duda?)

Rey Vos, Rodrigo,

sois tan familiar amigo

del Conde, que no podrá

darme mayor confianza

otro que vos, ni tener

ocasión de disponer

los medios a mi esperanza,

que como a su bien mayor,

a los favores aspira

de la hermosa doña Elvira.

Rodrigo (Aparte.) (Cobró la vida mi amor.)

Rey Éste es el bien que pretendo

por vuestra mano alcanzar.

Rodrigo ¿Teméis que os ha de negar

la de su hija Melendo,

si os queréis casar, señor?

Declaraos con él; que es cierto

que alcanzaréis por concierto

lo que intentáis por amor.

Rey ¿En tan poco habéis creído

que me estimo, que os pidiera,

si ser su esposo quisiera,

el favor que os he pedido?

Rodrigo ¿Y en tan poca estimación

os tengo yo, que debía

presumir que en vos cabía

injusta imaginación?

¿Y en tan poco me estimáis,

o me estimo yo, que crea

que para una cosa fea

valeros de mi queráis?

Y al fin, ¿tan poco entendéis

que estimo al Conde, que entienda

que vuestra afición le ofenda,

si ser su yerno podéis?

Rey A mí y al Conde y a vos,

Rodrigo, estimar es justo;

mas ni tiene ley el gusto,

ni razón el ciego dios.

Y cuando Sancho García,

Conde de Castilla, intenta

—porque así la paz aumenta

entre su gente y la mía—

darme de doña Mayor,

su hermosa hija, la mano,

y el leonés y el castellano

tuvieran por loco error,

pudiendo, no efectuallo,

¿con qué disculpa o qué ley

trocará su igual un rey

por la hija de un vasallo?

Rodrigo Pues si en eso correspondo

a la razón vuestro pecho,

¿Por qué también no lo ha hecho

para no ofender al Conde?

Rey Porque lo primero fundo

en buena razón de estado,

y en estar enamorado,

que es sinrazón, lo segundo.

Esto habéis de hacer por mí,

si es que mi vida estimáis,

y si el lugar deseáis

pagar que en el alma os di.

Rodrigo Señor, mirad.

Rey Ciego estoy.

No me aconsejéis, Rodrigo.

Esto haced, si sois mi amigo.

Rodrigo Alfonso, porque lo soy,

os pongo de la verdad

a los ojos el espejo;

que se ve en el buen consejo

la verdadera amistad.

Rey Yo me doy por advertido,

y del consejo obligado;

mas pues habiéndole dado,

con quien sois habéis cumplido,

determinándome yo

a no tomarle. Rodrigo,

debe ayudarme mi amigo

a lo mismo que culpó.

Rodrigo Nunca disculpa la ley

de la amistad el error.

Rey ¿Disculpa queréis mayor

que hacer el gusto del rey?

Rodrigo Antes seré más culpado,

y de eso mismo se arguye,

porque del rey se atribuye

siempre el error al privado.

Y con razón; que es muy cierto

que el divino natural

que da la sangre real

no puede hacer desacierto,

si al genio bien inclinado

de quien solo bien se aguarda,

hacen dos ángeles guarda

y aconseja un buen privado.

Rey Líbreos Dios que la pasión

del amor sujete al rey;

que ni hay consejo ni ley,

ni sangre ni inclinación;

antes llega a enfurecer

con tanta mayor violencia,

cuanto mayor resistencia

tuvo el amor que vencer.

Y puesto que me venció,

y he llegado a resolverme,

os toca ya obedecerme,

si aconsejarme os tocó.

Rodrigo Señor, la misma razón

porque a mí me lo encargáis,

hace, si bien lo miráis,

la mayor contradicción;

que si a Elvira puedo hablar

por ser amigo del Conde,

con eso mismo os responde

mi fe que me he de excusar,

pues ni yo fuera Rodrigo

de Villagómez, ni fuera

digno de que en mí cupiera

el nombre de vuestro amigo,

si solo por daros gusto

en un caso tan mal hecho,

hiciera a un amigo estrecho

un agravio tan injusto.

Rey Si os sentís más obligado

a su amistad que a la mía,

serviráme esta porfía

de haberme desengañado;

pero si valgo, Rodrigo

de Villagómez, con vos

más que el Conde, una de dos:

hacerlo o no ser mi amigo.

Rodrigo Si yo no lo he merecido

por mi sangre y mi valor,

muy caro dais el favor,

a precio de honor vendido;

que ése es modo con que suele

levantarse a la privanza

del rey solo quien no alcanza

otras alas con que vuele;

mas no quien pudo llegar

por sus partes a subir,

y merece con servir,