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La crueldad por el honor fue escrita por Juan Ruiz de Alarcón entre 1619 y 1622. Es una de sus comedias sobre los conflictos del honor. Aquí, mediante monólogos muy bien logrados, Ruiz de Alarcón expone su visión de lo que debería ser un buen gobierno: «justo, honesto y benévolo con sus súbditos». Cabe añadir que en La crueldad por el honor se cometen atrocidades inútiles, en nombre del honor. El trasfondo histórico de la obra y las fuentes de las que se nutre Alarcón es la corte de Aragón. Es en ese marco donde convergerán una trama familiar con conflicto de honor incluido (el de los Aulaga), una trama política (la sucesión del trono de Alfonso I, con la reina Petronilla de regente, un legítimo heredero niño aún y una corte de nobles que rivalizan por la privanza) y una trama amorosa aderezada, además, con el secreto de que son hermanos de madre una de las parejas de pretendientes, secreto que no se desvelará hasta el final de la obra.
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Juan Ruiz de Alarcón
La crueldad por el honor
Barcelona 2024
Linkgua-ediciones.com
Título original: La crueldad por el honor.
© 2024, Red ediciones S.L.
e-mail: [email protected]
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN tapa dura: 978-84-9953-672-9.
ISBN rústica: 978-84-9816-299-8.
ISBN ebook: 978-84-9897-925-1.
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Créditos 4
Brevísima presentación 7
La vida 7
Personajes 8
Jornada primera 9
Jornada segunda 47
Jornada tercera 83
Libros a la carta 125
Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza (1581-1639). México.
Nació en México y vivió gran parte de su vida en España. Era hijo de Pedro Ruiz de Alarcón y Leonor de Mendoza, ambos con antepasados de la nobleza. Estudió abogacía en la Real y Pontificia Universidad de la Ciudad de México y a comienzos del siglo XVII viajó a España donde obtuvo el título de bachiller de cánones en la Universidad de Salamanca. Ejerció como abogado en Sevilla (1606) y regresó a México a terminar sus estudios de leyes en 1608.
En 1614 volvió otra vez a España y trabajó como relator del Consejo de Indias. Era deforme (jorobado de pecho y espalda) por lo que fue objeto de numerosas burlas de escritores contemporáneos como Francisco de Quevedo, que lo llamaba «corcovilla», Félix Lope de Vega y Pedro Calderón de la Barca.
Acompañamiento
Berenguel, galán
Bermudo, viejo grave
Don Ramón, galán
Doña Teodora, dama
El Conde de Urgel, Viejo
El príncipe don Alfonso, niño
El señor de Mompeller, galán
Inés, criada de Teresa
La reina Petronilla, dama
Molina, valentón
Nuño Aulaga, viejo grave
Pedro Ruiz de Azagra, galán
Sancho Aulaga, galán
Soldados
Teresa, dama
Un Secretario
Un Trompeta
Vera, valentón
Zaratán, gracioso
(Sale Zaratán de caza, cojeando.)
Zaratán ¡Ay! ¡Doy al diablo la caza;
que él sin duda la inventó!
¡Ay! ¿Que pudiéndola yo
cómodamente en la plaza
de Zaragoza escoger,
sin arriesgar por seguilla
un cabello, una rodilla
me venga al campo a romper?
¿Que tan a costa y despecho
de su descanso, a la sierra
se parta un hombre a dar guerra
a un gazapo? ¿Qué me han hecho
las liebres y los conejos?
Como mujer es quien da
en cazar, que a misa va
siempre a la iglesia más lejos.
Pues si la caza se estima
por ser viva imitación
de la guerra, esa razón
la condena; que la esgrima
a las pendencias imita,
y se ve ordinariamente
que en la blanca no es valiente
quien más la negra ejercita;
y quien más use en la sierra
seguir el bruto cobarde,
confío menos que aguarde
a un enemigo en la guerra;
que enseñarse a la conquista
de quien no sabe aguardar,
es enseñarse a extrañar
enemigo que le embista.
Dirá alguno: «Esa razón
cesa en la caza del oso,
que aguarda y es animoso,
y mata de un pescozón».
Yo digo que es loco error,
por solo gusto, arrojarse
donde puede ser ahogarse
el más diestro nadador;
que si me arriesgo en la sierra
a morir por enseñarme,
¿pueden a más condenarme,
si voy bisoño a la guerra?
(Sale Nuño, de peregrino, bien tratado.)
Nuño Dadle por Dios, caballero,
a este peregrino...
Zaratán Bien
manifiesta serlo quien
no ve que soy escudero.
Mas, decidme, ¿en el olor
a un pobre no conocéis?
¿Qué me pedís? Si queréis
que con vos parta el dolor
de esta pierna, que en el choque
de una peña me mostró
cuánto con Dios mereció
la rodilla de San Roque,
tanto de él os puedo dar,
que claudicante quedéis;
y hacerme merced podéis,
pues que no os ha de estorbar,
aunque al patrón galiciano
os destinéis, peregrino,
puesto que anda en su camino
tanto el cojo como el sano.
Nuño ¡Ojalá posible os fuera
partir conmigo el dolor,
pues fuera en ambos menor,
si en los dos se dividiera!
Si no tenéis con qué hacer
la limosna que he pedido,
no importa; que no la pido
por haberla menester,
sino porque mendigar
prometí.
Zaratán ¡Gracias a Dios,
que he visto un mendigo en vos,
que pida sin porfiar!
Nuño No solo no os he de ser
importuno; mas me atrevo
a partir de lo que llevo,
si de ello os queréis valer.
Zaratán ¿De dónde vino a Aragón
tan liberal peregrino?
Nuño De la Tierra Santa vino
a visitar al patrón
de España.
Zaratán ¿Sois español?
Nuño En el reino donde el pie
estampo agora, gocé
la luz primera del Sol;
y despierta esta ocasión
en mí un natural cuidado
de escucharos el estado
de las cosas de Aragón.
Zaratán Todo en discordias se abrasa...
Pero mi dueño es aquél,
y podréis saberlo de él,
porque por sus manos pasa.
Nuño ¿Y quién es?
Zaratán Es quien consagra
a la fama en las historias
con su valor mil vitorias;
es Pedro Ruiz de Aragón,
señor de Estela, y señor,
si méritos dan justicia,
del mundo.
Nuño Larga noticia
tengo de su gran valor.
Mas mientras llega, decid,
¿quién florece en la opinión
de las armas de Aragón?
Zaratán Sancho Aulaga es nuevo Cid.
Nuño (Aparte.) (¡Ay, hijo de mis entrañas!)
Zaratán Y es de suerte, que «el valiente»
le llaman públicamente
las gentes propias y extrañas;
y a ser por su nacimiento
más alto, fuera el mayor
de Aragón.
Nuño (Aparte.) (Vuestro valor
anima, Sancho, mi intento.
Nuño Aulaga, vuestro padre,
hijo, os viene a levantar
hoy al cielo, y a vengar
la afrenta de vuestra madre.)
¿No es hijo ese Sancho Aulaga
de un Nuño Aulaga, a quien muerte,
al lado de Alfonso el fuerte,
dieron los moros en Fraga?
Zaratán Ése mismo.
Nuño Y, ¿qué se ha hecho
su madre?
Zaratán Doña Teodora,
madre de Sancho, hasta agora,
por no haberse satisfecho
si su esposo es muerto o no,
seglar vive en un convento,
en cuyo recogimiento
Nuño Aulaga la dejó
cuando a la guerra partía.
Nuño (Aparte.) (¿Que aún vives, mujer infame?
Querrá el cielo que derrame
tu sangre en venganza mía.)
(Sale Pedro Ruiz, de caza.)
Pedro (Aparte.) (El divertirme atormenta
más el alma enamorada,
como la cuerda apartada
vuelve al arco más violenta.)
Zaratán.
Zaratán Señor.
Pedro Rendido
de correr dejo el caballo.
Zaratán Mientras voy a paseallo,
quedarás entretenido
con este honrado romero,
que desde la Tierra Santa
mueve la devota planta
a ver al patrón lucero
de Galicia; y yo me obligo
a que te ha de entretener,
porque es viejo sin toser,
y sin porfiar mendigo.
Pedro Su aspecto da a su persona
clara recomendación.
(Vase Zaratán.)
Pedro ¿De dónde sois?
Nuño De Aragón
el reino ilustre corona
la ciudad que es patria mía.
Pedro ¿Cuánto ha que a Jerusalén
pasastes?
Nuño Canas se ven
donde juventud lucía
cuando de aquí me ausenté.
veintiocho inviernos han dado
hielo al río y nieve al prado
después que al Asia pasé.
Pedro ¿Luego bien sabréis lo cierto
de una dudosa opinión,
que divulga en Aragón
que está en el Asia encubierto
el rey don Alonso, aquél
que habrá esos años sitió
a Fraga, y que se perdió
en la batalla cruel
que tuvo allí con el moro?
Pues como no pareciese
vivo, ni muerto pudiese
hallarse, aunque un gran tesoro
por él su reino ofreció,
se dijo que despechado,
corrido y avergonzado,
ocultándose, pasó
a Jerusalén; y es cierto
si esto es verdad, pues ha tanto
que estáis en el suelo santo,
que no se os habrá encubierto.
Nuño Yo, señor Pedro Ruiz,
sé del caso la verdad,
porque con su majestad
me hallé en la guerra infeliz
de Fraga; y si de sabella
os solicita el cuidado,
de esta corona el estado
me decid, en cambio de ella.
Y no os canséis de que intente
alcanzar este favor,
que de la patria el amor
provoca naturalmente.
Pedro Daros ese gusto quiero;
que puesto que me cansara,
a mayor precio comprara
lo que escucharos espero.
Perdido el rey don Alonso,
después de estar desconformes
los grandes, se coronó
su hermano, Ramiro el monje,
que a la sazón era obispo
de Barbastro; y por que estorbe
las discordias de Aragón
con dichosos sucesores,
dispensó, a instancia del reino,
el Pontífice, y casóse
con la hermosa doña Inés,
hermana de Guillén, Conde
de Potiers, viéndose junto
en solo un sujeto entonces
ser sacerdote y ser rey,
obispo, casado y monje.
Tuvo una hija heredera,
Petronilla, cuyas dotes,
siendo gloria de Aragón,
son admiración del orbe.
Diola, entre mil pretendientes,
por esposa a Ramón, Conde
de Barcelona, y cansado
del tumulto de la corte,
de las armas y los años,
el monje rey, retiróse
a la iglesia de San Pedro
que en Huesca ilustró, con orden
de que a su yerno obedezcan,
sabio, si valiente joven.
Murió Ramiro; y agora,
cuando esperanzas mayores
daba que Alejandro al mundo
Ramón, al pie de los montes
Alpes, pasando a Turín,
de la muerte el fiero golpe
dio, con el fin de su vida,
principio a mil disensiones;
que aunque a su hijo, el mayor
de tres que dejó varones,
la sucesión por derecho
de la corona le toque,
el ser niño y ser su madre
moza y hermosa, corrompe
los ánimos más leales
con diversas pretensiones;
que unos de ambición vencidos,
otros heridos de amores
de la reina, otros leales
a su heredero, se oponen
entre sí, y el reino todo,
partido en bandos discordes,
corre a su fatal ruina
si el cielo no le socorre.
Éste es, en suma, el estado
de Aragón; éste el desorden
que ya ambición y ya amor
engendra en los pechos nobles;
y, ojalá quisiera el cielo
que las nuevas que disponen
darme vuestros labios,
diesen fin a casos tan atroces,
viviendo el anciano Alfonso;
pues aunque su edad estorbe
del brazo los fuertes bríos,
trajera a la oscura noche
de Aragón Sol su prudencia,
su valor freno a los nobles,
sus canas respeto, y paz
su amor a estas disensiones.
Nuño (Aparte.) (La Ocasión me da el cabello.
Comiencen mis invenciones;
que si solo por reinar